Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

I lost you. por Jinki Bum

[Reviews - 1]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del capitulo:

Bueno, lo había borrado y ahora lo he vuelto a subir xD.

Abrí los ojos y la penumbra que inundaba la habitación me impidió reconocer los objetos que me rodeaban. Gemí, rodando sobre mi costado y enterré la cara en la almohada. Mis músculos se quejaban por la poca actividad a la que los había expuesto en los últimos días y estaba cansado, muy cansado. A pesar de haber pasado los últimos tres días en la cama alternando pequeños periodos de sueño con aquellos en los que fijaba mi vista en el techo y desconectaba mi cerebro, estaba demasiado cansado y moverse era una idea a descartar.

Escuché un suave golpe en la madera de la puerta y gemí de nuevo. Sabía que era Jinki, su forma de llamar era tan característica que antes de que abriera la puerta supe que era él, pero yo no quería hablar con nadie. No tenia las fuerzas necesarias para enfrentarme a su mirada cargada de pena y de dolor al verme autodestruyéndome frente a sus ojos. Me daba igual, no quería hablar, no quería mentirle, porque sabía que ese era el único camino que podía escoger. Jinki siempre intentaba poner todo en orden y ahora, en estos momentos, yo era algo que había que controlar, así que cuando la puerta se abrió y la luz del pasillo inundó la habitación, hundí la cabeza de nuevo en la almohada y alce el edredón hasta crear una cueva para ocultarme en su interior.

La cama se hundió bajo su peso y una mano se colocó en mi hombro todavía oculto bajo la capa de plumas. Otro sonido ahogado salió de mis labios y saqué la cabeza incapaz de hacer ningún movimiento más.

– Kibum… –susurró, y su tono estaba cargado de algo que no me gustó.

– Déjame solo –musité girando el cuerpo para darle la espalda.

– La comida esta hecha, Minho ha hecho macarrones y tienen muy buena pinta –comentó con un fingido tono feliz que hacía mas daño del que parecía.

– No tengo hambre.

– Pero tienes que comer algo, Kibum, ayer tampoco comiste y no puedes seguir así.

  “Líder Pollo al rescate” pensé con sorna y me encogí de hombros como respuesta. Él no entendía que si no comía no era porque no me apetecía, era porque no podía. Tenía el estómago cerrado y por cada hora que pasaba acercándome al momento al que no quería llegar, el nudo de mi estómago crecía y pensar en la comida no ayudada a que la sensación desapareciera. Pero sabía que Jinki nunca lo entendería, así que decidí mentir otra vez.

– Ahora salgo –murmuré encogiéndome sobre mi cuerpo hasta adoptar una posición fetal.

– De acuerdo –dijo Jinki y noté como el peso de la cama desaparecía.

Durante todo el intercambio mis ojos no se habían abierto ni una vez y cuando los abrí de nuevo, noté una presencia en la habitación y supe que mi amigo seguía allí. Abrió la boca un par de veces sin que ni un sonido abandonara sus labios y esperé.

– Mañana es el día –susurró como si esas cuatro palabras pudieran romperme del todo y lo hubieran hecho si no hubiera sido por que yo mismo me las había repetido ya miles de veces.

Asentí con la cabeza ausente y desvié la mirada. Todavía con los labios pegados entre sí, negándome a abrirlos, porque en el momento en el que lo hiciera, saldría todo y todavía no esta preparado.

– No hace falta que vayas sino quieres. Todo el mundo lo entenderá –susurró de nuevo y esta vez noté mis ojos inundándose.

– Iré.

Una simple palabra y tantas por decir. Mi voz sonaba rota, al igual que mi interior, que mi alma y volví a dejarme caer en la cama pasando las palmas de las manos por la cara, intentando, en vano, alejar todos esos sentimientos.

Escuché la voz de Jinki resonando por las paredes, pero no presté atención a lo que decía. ¿Por qué no se marchaba? Quería que me dejaran en paz, todos.

La puerta se cerró de nuevo y lancé un pequeño suspiro notando mis hombros temblar. Me obligué a controlar la respiración y, por un momento, solo uno, estuve tentado a salir del cuarto en el que me había atrincherado y dar la cara, pero esa idea fue descartada a la misma velocidad que pensada. Solo un día más. Un día más de soledad y podré salir de nuevo. O eso es lo que me obligaba a pensar una y otra vez, porque si no lo hacía entonces, ¿qué sentido tendría todo esto?   Cerré los ojos y giré mi cuerpo cambiando de lado. Seguía con el brazo sobre los ojos y puede que me durmiera, porque lo siguiente que noté fue otra vez la cama hundiéndose, esta vez muy cuidadosamente y el reloj de la mesilla me indicó que eran pasadas la dos de la madrugada. Gemí ante ese hecho, porque por cada hora que pasaba más dolía.

Sentí un suave roce en mi espalda y pegué un pequeño salto alejándome de esa caricia. Por un momento había olvidado que no estaba solo. Pero esa angustia desapareció rápidamente cuando ese fantasmal roce volvió y esta vez si que lo reconocí. Dejé escapar un fino sollozo cargado de dolor y la mano continuo su ascensión por mi espalda hasta llegar al principio de mi cuero cabelludo y se paró.

Me quejé ante esa repentina parada y escuché un suave gargajeo detrás de mí que mando escalofríos a todas mis extremidades. Me encogí ante el sonido y estiré la cabeza para notar más sus dedos contra mi piel. Esta vez la risa fue más clara y una pequeña sonrisa cruzó mis labios. Moví el cuerpo hacia la fuente de calor y cuando mi espalda chocó contra ella, dejé escapar un suspiro. Su mano se deslizó sobre el hueso de mi cadera, dejando caer pequeños golpecitos rítmicos con sus dedos hasta que su brazo envolvió por completo mi cintura y por primera vez en días me sentí a salvo, no me sentí perdido.

Bajé mi mano temblorosa hasta que encontré la suya y la deje caer encima, solo rozando, notando su otra mano bailando por mi pelo. Ronroneé cuando llegó a la parte donde mi cuello y mi cabeza se unían y escuché como un suspiro abandonaba sus labios. Instintivamente, apreté mi mano sobre la suya y esta se giró entrelazando nuestros dedos, haciendo de nuestras manos una sola.

– Has venido –susurré con temor, con miedo a romper la magia que nos rodeaba.

Le escuché tragar, buscando una respuesta y comencé a temblar porque le había echado tanto de menos en tres días que no era capaz de asimilar esta situación. Un sollozo se escapó de mis labios y noté su cuerpo acercándose aún más al mío. Apreté los ojos con fuerza mientras me mordía el labio inferior intentando retener las lágrimas.

– Shhhh –susurró y su aliento chocó contra mi oído. Me estremecí de nuevo y esta vez dejé que las lágrimas cayeran por mis mejillas.

– Yo… no… –comencé a decir tartamudeando mientras notaba mi cuerpo temblar. Su brazo apretándose con fuerza contra mi cintura, su mano contra la mía, su aliento chocando contra mi cuello, su pelo rozando mi mejilla. Él.   – Estoy aquí, ahora estoy aquí –susurró de nuevo y el reguero de lágrimas llegó a mis labios, dejándome probar aquel salado líquido.

– No te vayas –murmuré entre hipido e hipido, incapaz de controlar las acciones de mi cuerpo. 

Noté un cambio brusco en la cama y a los pocos segundos mi rostro estaba hundido en su pecho, su mano en mi espalda y la otra en mi cabeza, apretándome contra su hombro. Noté como las lágrimas empapaban la tela, pero me negué a alejarme. Su olor, aquella maldita colonia que le encantaba, sus suaves caricias a lo largo de mi columna, como siempre había hecho, reconfortándome, haciéndome olvidar todo el dolor que sentía en mi interior.

– JongHyun… –susurré contra su piel.

– Estoy aquí Kibum, te lo dije entonces y te lo digo ahora, nunca, jamás podrás deshacerte de mí.

Y su voz era dura y se clavó en mi pecho. Por cada palabra que abandonaba sus labios y llegaba a mis oídos, el dolor se difuminaba más y más.

– ¿Lo entiendes Bum? –susurró de nuevo y esta vez lo hizo contra mis labios.

Mis ojos seguían cerrados, incapaz de enfrentarme a su mirada, pero aún así asentí con la cabeza convencido. Él estaba aquí, siempre estaba cuando le necesitaba, no importaba donde, él nunca me abandonaría. Sus labios rozaron los míos en una pequeña caricia que calentó mi interior e infló mi pecho. Sonreí y supe que JongHyun sonreía también y entonces volví a hundirme en su confortable pecho, dejando que mis dedos crearan absurdos patrones contra su camiseta, notando su piel caliente bajo las yemas de mis dedos.

– Bien y ahora que hemos aclarado ese punto, tengo otro, ¿hace cuanto que no comes? ¿O te levantas? –preguntó con sorna.

Me escogí de hombros intentando esquivar la pregunta, porque no quería que se cabreara conmigo y tampoco quería que se fuera, simplemente quería que me abrazara fuerte y que de alguna manera parara el tiempo en ese mismo instante, porque yo no necesitaba nada mas que sentirle cerca de mi durante toda la eternidad.   – Mañana vas a comer Kibum –dijo apretándome contra él y suspiré con cansancio mientras enterraba mi cara en el hueco de su cuello–. ¿Me lo prometes? –preguntó rozando los labios contra mi oído y asentí de nuevo perdido en las sensaciones que solo él era capaz de provocarme–. En voz alta, Bum. 

– Te lo prometo, JongHyun –susurré contra su piel y dejé mis labios pegados a ella, deleitándome con el escalofrió que recorrió su cuerpo, sonriendo hacia el hecho de que yo era capaz de provocar eso.

– Bien.

Noté como asentía con la cabeza y seguidamente me recolocaba a su lado. Nuestros cuerpos eran un lío de extremidades, no sabía donde empezaba uno y donde acaba el otro y volví a sonreír. Hacía tanto que no sonreía que me pareció extraño, pero daba igual, todo daba igual.

Nos quedamos en silencio, solo acompañados por el sonido de nuestras respiraciones, al unísono, como siempre había sido. Extasiados por el roce de nuestras manos en el cuerpo del otro, reconociéndonos, volviendo a encontrarnos.

No había nada tan perfecto como esto y si hubiese podido parar el tiempo, lo habría parado en ese instante, sin tan siquiera pensármelo dos veces, antes de que mis pensamientos y miedos volvieran a dejarme caer en aquel espantoso bucle en el que había entrado.

Me tensé bajo el agarre de JongHyun y él lo noto, porque él siempre sabia cuando algo iba mal. Porque me conocía demasiado bien, sabía leerme con una mirada o calmarme con una caricia, hacerme reír con una broma o llorar con una palabra.

– Shhhh, duerme amor, necesitas descansar –murmuró contra mi piel y dejé escapar un suspiro ahogado.

– No quiero. No puedo. No soporto la idea de que llegue mañana.

La rabia me inundaba y las ganas de gritar aumentaban.

– No puedes detener el tiempo, aunque no queramos, mañana siempre va a llegar –dijo JongHyun y noté como su voz temblaba. Ese simple sonido me rompió por dentro y me aferré a él como si fuera un bote salvavidas sin querer soltarlo.

– Te quiero. Te quiero tanto que no es humanamente posible sentir esto –dije entre lágrimas, apoyando mi mano contra mi pecho, por encima de mi corazón, y dejando caer besos sobre su pie.

– Sí, es posible, porque yo lo siento de la misma manera –murmuró, y su voz estaba cargada de cariño. Me inundó, me extasió y me sobrecogió–. Y ahora, duerme, yo no me iré, estaré aquí cuando despiertes. 
Siempre estaré a tu lado, recuérdalo.   Y con esas últimas palabras el sueño me atrapó con fuerza, porque aunque había pasado tres días en la cama, mis sueños nunca eran reparadores y cuando despertaba estaba aún más cansado que la noche anterior, pero esta vez fue diferente. Sentí como mi cuerpo se relajaba entre sus brazos y cuando estaba a punto de perder la consciencia sus labios rozaron los míos y una sonrisa me acompaño al mundo de los sueños.

Cuando volví a abrir los ojos la luz de día se colaba por la cortina, giré mi cuerpo y noté la cama fría y entonces recordé todo y una nausea subió por mi garganta. JongHyun.

Dos suaves golpes en la puerta interrumpieron mi tren de pensamientos y me incorporé esperando la entrada. Fue Taemin.

– Umma, es la hora –susurró y pude ver sus ojos rojos por culpa del llanto. Otra nausea me invadió y asentí con la cabeza ausente. 

La puerta se cerró de nuevo y por primera vez salí de la cama. Las rodillas me temblaban y fijé mis ojos en la ropa pulcramente apilada sobre la silla. Negro, todo era negro. Me sentí enfermo y noté como mi corazón palpitaba con fuerza dentro de mi pecho.

No estaba preparado, no podía, solo pensarlo me destruía. No era capaz de ir y notar las miradas de pena sobre mí, las condolencias de gente que ni conocía, palabras vacías.

Todavía no podía decirle adiós a JongHyun, a mi mejor amigo, a mi novio, a mi amante, a mi alma gemela.

Un grito de frustración salió de mi garganta, no era justo, no era nada justo. Dejé que las rodillas cedieran bajo mi peso, hundiéndome en el suelo apoyando la cabeza en mis manos mientras gritaba de rabia y entonces lo sentí de nuevo, y esta vez fue mucho más sutil, como una pequeña brisa rodeándome y me estremecí. Mi llanto se había parado aunque los temblores continuaban, respiré y entonces le escuché alto y claro.

Aquella fue la última vez que lo hice, la última vez que le escuché y aún ahora, años después, juro que no estoy loco cuando digo que noté sus dedos paseando por encima de mi corazón mientras que aquellas palabras salían de sus invisibles labios, entrando en mi cerebro. Fueron simples, fueron tres, pero son la causa de que hoy, tres años después, todavía no me haya quitado la vida.

Aquellas palabras fueron: “Estoy aquí, siempre.”

Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).