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DIABLO por Destroy_Rei

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Notas del fanfic:

Estoy enamorada del JongHo 

Sonrió abiertamente al cielo de la casa abandonada. La gente que bailaba a su alrededor era una masa de sudor que jadeaba y gemía lastimeramente. Las luces se movían lentamente, como si la imagen hubiera perdido fotogramas mientras se reproducía frente a sus grandes ojos. Minho estaba perdido en un hábitat diferente. Taemin le había dicho que era el cumpleaños del amigo de su primo y entre las explicaciones los nombres se habían ido deshaciendo. A Choi ya no le importaba quién era el festejado entre las murallas húmedas de vapor ácido y transpiración perfumada. Él estaba sobre el colchón en el que le habían empujado entre bailes hace algunos momentos, y estaba recostado fingiendo que volaba muy alto, pero la taquicardia desesperada en su corazón lo delataba: él estaba esperando. Estaba mirando el tapiz arrancado a girones en el techo, pero en el fondo, estaba llamando con su mente al diablo blanco que debía estar en medio del monstruo de gente. Siempre lo había esperado, pero ahora lo esperaba con todas sus fuerzas, dentro de sus imaginaciones bizarras las palabras del ‘ven, ven, ven, ven, ven…” eterno, se iban mezclando, a veces rápido, a veces bien lento y pausado.

 

-       Que sorpresa – esa voz ronca… - pero si es el pequeño cordero del señor…

 

Levantó sus ojos, ¡Y ahí estaba!

 

-       Jonghyun… - suspiró, cerrando los ojos, fingiendo que le reconocía entre ensoñaciones que no lo pintaban a él por todos lados.

-       ¿Qué pasa corderito? ¿Estás perdido?

 

Jonghyun era hermoso. Era el ser más hermoso del mundo. Y era el más imperfecto. Maravillosamente imperfecto.

 

-       ¿Qué haces aquí? ¿quién te ha traído a este lugar? – preguntaba, la voz cada vez más oscura, y esa melodía hacia que el menor sintiera que todo empezaba a desaparecer a su alrededor – deberías volver con los tuyos, a tu mamá no le va a gustar saber que estas metido acá

-       ¿Y cómo voy a volver si ni siquiera recuerdo mi nombre? – preguntó, abriendo los ojos para mirarle fijamente.

-       Yo voy a recordártelo – Sonrió, con algo alejado de la simpatía y de la burla, con algo que Choi podía casi oler, y era un aroma demasiado embriagante, le daba sed. Le ponía mal.

 

Era bajo como cualquier tirano, y estaba lleno de una maldad deliciosa. Había conducido al menor entre muchas habitaciones llenas de gente, de acciones profanas, de exclamaciones ahogadas. Jonghyun le había llevado al ultimo cuarto, a uno apocalíptico, lleno de escombros, donde la luna resplandecía sobre sus cuerpos como si les vigilara. Minho no aguantaba, las emociones se agolpaban y se agitaban en su alma.  La boca de Jonghyun sabía a todo tipo de drogas, a esas que él solo veía en las páginas pulcramente impresas del boletín salesiano, eran esas cosas que herían a Dios cada vez que las consumías, pero él sentía que solo estaba hiriéndose a si mismo, a su corazón, cada vez que arrancaba ese sabor amargo de los labios anchos y húmedos del demonio. Porque le dolía tanto y tan profundo, que se iba a caer como cada muralla que le rodeaba. Las manos del mayor le tiraron por las caderas hasta dejarlo sentado sobe su cuerpo en lo que alguna vez había sido un sofá y ahora era solo restos de espuma amarillenta y piel gastada.

 

-       No sé qué me haces, niño bueno – habló jadeante, apartándole con una sola mano, mientras con la otra desabrochaba agresivamente su pantalón – tú deberías estar en tu cama, leyendo tu biblia, no aquí.

-       Pero quiero estar aquí – aclaró, mirándole hambriento, ayudándole a quitarse el pantalón.

 

Dentro de si había florecido una agresividad desconocido, como si emergiera desde muy adentro. No tenía nada que ver con el Minho que ayudaba y hacia catequesis a los niños. No tenía nada que ver con el Minho que a veces leía el sermón en la iglesia. Se desconocía, y no quería plantearse su forma de actuar, simplemente quería dejarse arrastrar con los dedos de Jonghyun que estaban limados por las cuerdas de las guitarras. Le besó profundamente, como jamás había querido ni imaginado besar a nadie. Con el cabello revuelto sobre su rostro, picando en las mejillas de Kim.

 

-       ¿Qué mierda me estas haciendo? – le apartó con suavidad, susurrando contra su boca, y el diablo se veía tan hechizado como el cordero se sentía.

 

Quería decirle que no era nada en comparación con lo que el le había hecho. Pero no dijo nada. Delineó entre besos la mandíbula señalada, bajando por las venas hinchadas de su cuello. Jonghyun era el vocalista y guitarrista de esa banda de punk maldita que él había odiado durante todo el principio de su adolescencia. Era un tipo de ideas decadentes, de un odio profundo y una desvergüenza aberrante. Su piel estaba bronceada y se había decolorado el pelo a un blanco muerto. Era el hijo de puta que se atrevió a rayar las puertas de la iglesia de Minho, de garabatear un ‘Dios no existe’ en las murallas que él mismo había ayudado a pintar a los curas. Era un pendejo sin escrúpulos. Era todo lo que Choi podía aborrecer en la vida.

 

-       Jonghyun – suspiró, irguiéndose mientras los dedos del otro avanzaban bajo su playera, levantándola rápidamente. El frío de esa noche hacia temblar al alto, la excitación del otro se sentía cada vez más húmeda bajo su cuerpo.

 

Él no entendía qué cosas movían a aquel demonio para ser como era. Estaba seguro de que lo odiaba, hasta el día en que lo encontró en el parque alimentando perros callejeros. Minho no entendía nada, no podía imaginar qué era lo que estaba planeando, ni cómo un hombre tan malo, podía llegar a hacer algo tan bueno.

 

-       Eres la cosa más deliciosa del mundo – Jonghyun besaba su pecho con suavidad, el alto respiraba desenfrenado mientras esas palabras quedaban impresas sobre sus pectorales – maldito cordero perdido… me vuelves loco.

 

Minho luchó para no caer por él, pero era imposible. Él era todo. Era infierno. Era todo. Se transformó en un seguidor oculto, que compraba entradas para sus tocatas de bajo presupuesto con disimulo, e iba a verle todos los sábados por las noches. Era una adicción terrible, y cuando los domingos por las mañanas iba a la iglesia, la imagen de Jonghyun seguía impresa en su mente, tan perfecto y maravilloso como lo hacía gritando insultos en un micrófono, con pésima amplificación, a una horda de niñatos pseudo rebeldes. Choi también era un rebelde. Pero era el peor, porque se estaba rebelando consigo mismo, estaba apartándose de todo lo que había establecido como correcto, se estaba divorciando de su raciocinio para amar a un tipo que personificaba todo lo malo e incorrecto.

 

-       Estoy enamorado de ti – le confesó, sin poder acallarlo, mientras cerraba los ojos y se perdía en las sensaciones

-       Eso está muy bien – sonrió ronco, dejándole sentir todo su poder.

 

Minho ya no podía más. Se había subordinado a ese demonio maldito. Y se dejó hacer a su antojo esa noche, como si no fuera suficiente con que le poseyera el alma, él también le concedió su cuerpo, pactándolo todo con Jonghyun. Le entregó cada parte suya, porque con lo que sentía dentro de si, parecía que ya nada le pertenecía, estaba infinitamente entregado a ese demonio blanco de ideas anarquistas.

 

-       Te voy a despojar de todo – habló en la oscuridad, y para el menor no había nada más en el mundo cuando esa boca hablaba contra su cuerpo helado – te voy a quitar a tu Dios, a tu iglesia… - le miraba con esos ojos negros que se tragaban todo, él solo quería sucumbir por siempre  y los nudillos afilados repasaban sus piernas mientras le desnudaba de sus pantalones- … solo me vas a tener a mi.

 

No se dio cuenta en qué momento quedó tirado en el sofá, con Kim entrando y saliendo de su cuerpo como si lo matara con cada estocada, como si lo estuviera acuchillando a sangre fría. La luna era un foco de luz amarillento tras el cuerpo sudoroso y caliente de Jonghyun, Minho levantaba sus ojos hacia ella mientras jadeaba desesperado, todo se mezclaba, el gran astro se agitaba por todos lados. Las manos callosas lo sujetaban por la cadera con fuerza, poniéndolo en su lugar. Y él lo amaba tanto. Lo cogió por el cuello antes de acabar, la posición era terrible, se había sentado a la fuerza para quedar sobre su cadera, el mayor aún le tenía cogido por las piernas, y se besaban con una energía impresionante. El rockstar lo separó exhalándole el orgasmo sobre la boca mientras lo llenaba, Choi le siguió como siempre, casi aullando de placer.

 

-       Yo también te amo, delicioso cordero – sonrió agotado, recostando suavemente al más joven de nuevo sobre el sofá, dejándose caer sobre su cuerpo, sin dejar de sonreír

-       Yo debería volver a casa… - habló avergonzado, intentando apartarse de ese abrazo que empezaba a gustarle demasiado

-       Déjate de joder idiota – lo forzó más

-       ¡me estas aplastando la costilla maldito enfermo! – gruñó el menor, golpeándole el hombro con el puño cerrado

-       Shh, quédate tranquilo – le dio un beso rápido, Minho correspondió, sin aflojar su ceño fruncido – que hermoso hijo de puta – su sonrisa era más suave, casi soñadora.

 

Con un bufido, el cordero abrazó bien fuerte al diablo. La luna seguía temblando ante sus ojos y su taquicardia solo podía ir peor. Jonghyun era lo mejor y lo peor que le había pasado en la vida. Cerró los ojos en el frío de la noche, dejando que la calidez de su demonio lo abrazara una vez más. 

 

 

 

 

 

Notas finales:

♥<*o*<


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