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Muérdago por Bithae

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Notas del capitulo:

No puedo decir que me sienta bien del corazón todavía. Me siento incompleta, pero decidí escribir para desahogarme. Tal vez les parezca aburrido el shot, pero es justo lo que yo necesitaba. Agradezco a todas las que estuvieron a mi lado siempre. Las amo mucho.

Por cierto, sé que no es la época pero... ¡Qué me importa! xd

¡A leer!

—¿Qué harás para navidad?

Alejé la mirada del bote de helado que tenía entre las manos, dejé de mala gana la cuchara que planeaba llevarme a la boca y miré fijamente a mi primo con los párpados entrecerrados.

—¿Por qué lo preguntas? —No pude evitar que mi tono de voz fuera receloso, podía imaginarme lo que Jonghyun estaba pensando. ¿Y cómo no hacerlo? Esos ojos de cachorro me estaban mirando con una súplica muy cruda, pero mi primo estaba equivocado si creía que ésta vez iba a sacarme de mi supuesta depresión—. Si es para que la pase contigo y con Taemin —continué, subiendo los pies al sillón—, déjame decirte que la respuesta es no.

Jonghyun hizo un sonido de protesta antes de arrebatarme el bote de helado de las manos.

—¿Piensas quedarte también ésta navidad encerrado en tu departamento? —Echó una ojeada a mi solitaria sala y luego volvió a mirarme. —Por el amor de Dios, KiBum, el que te acuerdes de Dongwoon en estas fechas, no significa que tengas que guardar luto o algo así todos los años. Joder, ¿dónde quedó mi primo, ése que no se dejaba vencer por nada ni por nadie?

No podía soportar otra de aquellas pláticas sin sentido de Jonghyun, aunque sabía que lo hacía porque estaba preocupado por mí, así que me puse de pie y, con pasos furiosos, me encaminé a mi habitación. ¡Demonios! Necesitaba mantener a mi primo lejos de mí. ¿Cuándo iba a entender que no podía evitar sentirme así? Suspiré, Dongwoon, a primera vista, había sido un tipo lindo y gentil, perfecto para mí. Al principio de nuestro noviazgo, llegué a pensar que pasaría bastante tiempo a su lado, pero qué equivocado había estado. Al final, Dongwoon convirtió nuestro noviazgo en momentos de odio y golpes sin sentido. Mi estado de ánimo se fue al caño y caí en la depresión cuando terminé con él. Había sido un tremendo shock descubrir que Dongwoon no me amaba como había jurado durante mucho tiempo.

—KiBum.

Apresuré el paso, mi primo me seguía de cerca, podía sentirlo pisándome los talones. Tan desesperante.

—No quiero hablar. Ya conoces la salida.

Detuve mis pasos cuando la mano de Jonghyun apretó fuertemente mi muñeca. Lo miré furioso, pero todo intento de mandarlo al carajo se fue al tacho de la basura, ya que él, como pocas veces, estaba decidido a retarme.

—¡Estoy harto de esto! —Bramó. —¡Tienes que salir, maldita sea! No puedes hacerlo de nuevo, KiBum, por favor. ¿No ves que me preocupo por ti? —Jonghyun soltó un largo suspiro. —Mira, no quería llegar a estos extremos, pero si no me dejas más remedio, entonces le avisaré a mi tía y a la abuela…

Contuve el aliento. Jonghyun no podía estar hablando en serio.

—¿Qué estás diciendo?

—Ya me escuchaste, así que, o vienes a vivir conmigo para pasar navidad, o ya veremos cómo te va cuando tu mamá y la abuela se enteren de lo que estás haciendo.

—¡Yah, Kim Jonghyun!

—¡Me pasó tu enfado por el culo!

—¡No me grites!

—¡Tú tampoco!

—¡Te odio, estúpido!

Tragué saliva cuando Jonghyun sonrió ampliamente. Oh, Dios, eso no era nada bueno.

—Yo te amo KiBummie. Eres el mejor primo que tengo.

Rodé los ojos. ¡Por qué tenía que empezar a demostrar su amor fraternal ahora! ¿Qué no veía que estaba enfadado?

—¡Soy tu único primo, imbécil! —Grité, zafándome de su agarre. Los brazos de Jonghyun me rodearon la cintura y yo aproveché para jalarle el cabello. —Suéltame, idiota, no me toques. No estoy de humor —Tras escuchar su quejido de protesta, sonreí. La verdad era que aquello me divertía. Odiaba admitirlo, pero Jonghyun hacía mi vida un poco divertida, sobre todo si me dejaba maltratarlo. Cerré los ojos por un breve momento, dejando de luchar porque sabía perfectamente que mi primo no me iba a soltar. Jesús, era como si tuviera una lapa pegada al cuerpo—. Está bien —murmuré, abriendo los ojos y desviando la mirada cuando él alzó el rostro y me observó sorprendido—, iré a vivir una temporada contigo y con Taemin.

—Perfecto —exclamó, dejando un corto beso en mi mejilla.

—Por Dios, eres un completo dolor en el cu…

—Oye, más cuidado con esa boquita tuya —me interrumpió, adoptando el tono regañón de la abuela. Bufé y fruncí el ceño—. El único que puede decir groserías aquí, soy yo.

—¡Vete a la mierda! —Y lo último que vi antes de girar e ir por mis cosas, fue su estúpida y gran sonrisa.

Ash, lo odiaba, pero se lo debía. Total, había sido Jonghyun quien me había detenido cuando estaba a punto de suicidarme, salvándome la vida.

 

El departamento de mi primo y su novio era lo que mi madre definiría como «un cuchitril». Me quedé en el recibidor con los brazos cruzados y la mirada clavada en el montón de ropa, zapatos y sabrá Dios cuantas luces navideñas esparcidas por el piso. ¿Cómo se atrevía Jonghyun a invitarme cuando su casa estaba en estas condiciones? Giré sobre mis talones y lo fulminé con la mirada. Él se encogió de hombros, cosa que me enfureció más. Alcé el brazo y, justo cuando estaba por meterle un golpe en la cabeza, la voz de Taemin me desvió de tan importante tarea.

—¡KiBum! —El pequeño se colgó de mi cuello. —¡Qué bueno que llegaste!

Sonreí y correspondí a tan efusivo abrazo.

—Sólo espero que no lo digas porque necesites ayuda para recoger este desastre.

Taemin soltó una carcajada y me besó la mejilla. Dios mío, ¿acaso mi mejilla tenía tatuada la palabra «bésame» y yo no lo sabía?  Bueno, daba igual, ser besado por ese niñito no me importaba en lo absoluto, ya que se había vuelto parte de la familia. Claro, ¿y cómo no? Si llevaba más de dos años de relación con Jonghyun.

—Hey —murmuró mi primo que, hasta ahora, había permanecido callado—, ¿no hay abrazos para mí?

Rodé los ojos e intenté poner a Taemin detrás de mí, pero Jonghyun fue más rápido y lo arrebató de mi lado. Escuché a Taemin soltar una risita cómplice, mientras enroscaba los brazos en el cuello de mi primo y enterraba las manos en su espeso cabello.

—Hola, extraño —comentó, sonriendo mientras frotaba la nariz con la contraria.

Jonghyun ronroneó. ¡Ronroneó! Cristo, me sentía tan fuera de lugar, ver tantos arrumacos me dejaron paralizado, mis pies no me respondían y el corazón había empezado a dolerme. Dios, yo no tenía a nadie para abrazar o besar.

Síp, la incomodidad y yo hacíamos buena pareja.

Aparté la mirada en el momento que ellos comenzaron a besarse… No, corrección, en el momento en que empezaron a devorarse. Mierda, ¿acaso no conocían el pudor? Me reí de mi propia pregunta porque sabía la respuesta. ¡Por supuesto que no lo conocían! Taemin y Jonghyun dejaban siempre en claro que les importaba muy poco dónde o con quién se encontraban. Ellos sólo se preocupaban por demostrar el amor que se tenían y lo demás no existía.

Carraspeé y entré como alma que lleva el diablo al departamento, directo a la cocina, deteniéndome de golpe cuando encontré a un tipo alto, visiblemente musculoso, de espalda ancha y cabello largo. Estaba frente al refrigerador, ignorante a mi presencia. Observé, completamente perdido, la figura que ahora se agachaba para sacar algo de los cajones.

Oh. My. Fucking. God.

Estiré descaradamente mi cuello para poder ver mejor. Por Dios, aquel tipo tenía el mejor culo que había visto en mi vida. El pantalón negro que traía se le pegaba deliciosamente a las delgadas piernas y estrechas caderas. Me mordí el labio, de repente tenía la enorme necesidad de poner ambas manos en el cuerpo de aquel sujeto. ¿Quién era?

—¡Oh, aquí estás! —Me enderecé de golpe. Mis ojos abiertos de par en par al igual que los del chico que había estado mirando cuando se giró. Taemin me sonrió y se puso en medio de los dos. —Minho, ¿qué estás haciendo?

Vaya, así que se llamaba Minho.

El chico se encogió de hombros.

—Tenía hambre.

—¡Pero si acabas de comer!

—Tenía hambre —repitió, haciendo un extraño puchero. Al ver aquello, hice amago de toda mi fuerza para contener una sonrisa, Minho no tenía un semblante amistoso con esos enormes ojos llenos de indiferencia, pero tampoco daba la impresión de ser un tipo rudo.

—Eres incorregible —murmuró Taemin, sacudiendo la cabeza. Suspiró y luego volteó a verme, sonriéndome de nuevo con esos labios rojos e hinchados. Joder, bastaba verlo para saber que Jonghyun lo había degustado a consciencia—. KiBum, te presento a Choi Minho, un amigo de la infancia de mi hermano —centró la mirada en Choi—, Minho, te presento a Kim KiBum, el primo de Hyunnie.

—Mucho gusto —dijimos al unísono. Me tensé, siendo incapaz de controlar mis nervios cuando observé a Minho cerrar el refrigerador y caminar hacia mí con la mano extendida. Torpemente, le agarré la mano y me estremecí de la cabeza a los pies cuando sus dedos se cerraron alrededor de mi dorso y me apresaron cálidamente.

Oh, Dios, sentí las mejillas enrojecer en el momento en que Choi me sonrió. Caray, una sonrisa de diez.

—Minho se quedará con nosotros al igual que mi hermano —continuó Taemin—. Espero no te moleste, estoy seguro que se llevarán muy bien.

Negué con la cabeza y, cuando estuve suficientemente consciente de lo que había escuchado, pude procesar la información que me había dado.

—¿Jinki hyung está aquí? —Pregunté, extrañamente entusiasmado, hacía mucho que no lo veía.

Taemin asintió.

—¿Alguien hablaba de mí?

Sin pensarlo, solté la mano de Minho y proferí un chillido de alegría. Corrí con los brazos abiertos de par en par hacia el recién llegado y lo abracé fuerte y efusivamente.

—Hyung, ¡oh, por Dios! ¡Estás aquí!

Jinki se rió y su aliento me hizo cosquillas en el oído.

—¡Estoy aquí! —Gritó, mientras me abrazaba y alzaba del suelo. —¡Wow! Bummie, estás más guapo desde la última vez que te vi.

—Mentiroso —murmuré, sonriendo. Estaba tan entusiasmado que me alejé y le planté un casto beso en los labios—. Me alegro de verte, hyung.

—Yo también —Jinki se veía un poco sorprendido por mi reacción, pero no me dijo nada.

Cuando me puso en el suelo, di media vuelta y me di cuenta del repentino silencio que se había hecho en la cocina. Tragué saliva al ver claramente la conmoción en el rostro de Taemin y la fría indiferencia en los ojos entrecerrados de Minho.

—¿Qué? —Murmuré, completamente apenado.

—Vaya —rió Taemin—, no sabía que te gustaba mi hermano.

Abrí los ojos de par en par.

—¡¿Qué?! Obviamente no —sonreí, mirando a Jinki hyung para después palmearle delicadamente el hombro—. No es que no seas guapo, hyung, pero no te ofendas, simplemente no eres mi tipo.

Para ese entonces, Jonghyun estaba en la cocina y puso los ojos en blanco ante mi confesión.

—Lástima —murmuró, pasando de mí y yendo hacia el refrigerador—. Tenía la esperanza de que de una vez por todas te consiguieras otro hombre. Después de todo, ha pasado mucho tiempo desde el último.

Fruncí el ceño y cerré las manos en puños ante el súbito deseo de darle una fuerte bofetada a mi primo por ser tan indiscreto. ¿Cómo se atrevía a decir eso frente al hyung que más quería y al chico que acababa de conocer?

El idiota.

—¡Como si crecieran en los árboles! —Me defendí y luego me callé. No tenía un buen argumento para intentar dejarlo en vergüenza. La verdad era que, en cuanto a los temas del amor, yo siempre salía perdiendo. No importaba qué.

Taemin pareció notar mi repentino cambio de humor, porque lo siguiente que supe fue que estaba de vuelta en la sala.

—Hyung —Taemin hizo un puchero, poniendo las manos entrelazadas frente a su pecho y aleteando las pestañas exageradamente—, ¿podrías ayudarme con la decoración de la casa?

Contuve un jadeo sorprendido mientras mi mente trabajaba para pensar en una buena excusa. Al final, terminé asintiendo. Era obvio que Taemin estaba haciendo aquello para distraerme de mi más reciente disgusto con su novio.

—¿Qué quieres que haga?

Taemin sonrió y alcanzó un par de cosas navideñas del sillón.

—Pon esto donde mejor te parezca —empujó los accesorios dentro de mis manos y me guiñó un ojo—. Puedes pedirle ayuda a Jinki o Minho hyung si tienes problemas para llegar a lugares altos.

Lo miré durante unos segundos y rompí en una carcajada.

—¿Jinki hyung? —Bufé. —Tae, por si no lo habías notado, soy igual de alto que él.

Mi pequeño amigo se encogió de hombros.

—Entonces a Minho.

—Como si eso fuera a pasar.

—¿Por qué no? —Pegué un brinco y dejé caer una de las tantas cosas que traía en las manos. Me giré y me sorprendió ver el gesto imperturbable de Minho. No parecía ofendido con mi confesión, así que deduje que estaba simplemente interesado en saber por qué había dicho eso.

Me encogí de hombros.

—Te conozco de nada como para pedirte ayuda.

—Ah —dijo, sin mostrar alguna reacción, y se fue.

Volví a girar para dedicarle una mirada de qué-demonios-fue-eso a Taemin y me asombré al descubrir que se había ido. ¿Por qué me había dejado solo con Minho?

Ése demonio.

Suspiré, optando por dejar de lado la extraña escena y comenzar a adornar la espantosa casa desordenada de mi primo.

 

El día se fue más rápido de lo que había pensado. Tener mi mente y cuerpo ocupados era mejor que estar en mi vacío apartamento haciendo nada y pensando en Dongwoon.

Miré alrededor de la, ahora, ordenada casa y alcé los brazos sobre mi cabeza para estirarme un poco. Eran más de las diez de la noche, y el cansancio por haber ayudado a Taemin ordenando algunas cosas, mientras los demás jugaban cartas en el comedor, me empezaba a pasar factura. 

Decidí que era hora de ir a la cama. Estaba caminando por el pasillo, cuando me detuve y recordé que, ni mi primo ni Taemin, me habían dicho dónde iba a dormir. Dejé escapar el aliento y caminé de nuevo a donde estaban los demás.

—Hey, Jonghyun —murmuré picando gentilmente el hombro de mi primo con un dedo. Él me miró y alzó una ceja, esperando por mi pregunta. Rodé los ojos ante su falta de educación—. ¿Cuál será mi habitación?

Jonghyun bajó una de las manos a su regazo, y fue ahí cuando me percaté de que Taemin tenía la cabeza apoyada en sus piernas y estaba profundamente dormido. Sonreí. Debía de estar tan agotado como yo.

—La última puerta de la derecha. Hay dos camas, tu maleta ya está en la tuya.

Fruncí el ceño, pero no pregunté nada más. Supuse que compartiría habitación con alguien ya que el departamento sólo contaba con tres. Una era la recámara de Taemin y Jonghyun, la otra era demasiado pequeña, así que sólo podía albergar a una persona. La tercera era casi del mismo tamaño de la principal, pero en ésta había dos camas. Me encogí de hombros y rogué en silencio que me tocara con Jinki hyung. Compartir cualquier cosa con Minho, definitivamente sería muy incómodo.

Abrí la puerta y descubrí mi maleta en la cama de la izquierda. Había una gran ventana entre las camas y la luz de la luna se derramaba extensamente por la habitación. A pesar de que la ventana era grande, aún quedaba suficiente espacio para que cada cama tuviera un buró a un lado.

Encendí la luz, estaba demasiado cansado, así que decidí que arreglaría mi pequeño espacio por la mañana. Abriendo mi equipaje para encontrar mi cepillo de dientes, entré al baño y tomé una ducha, me cepillé los dientes y me regañé mentalmente cuando me percaté de que no había metido ni siquiera mi ropa interior.

Hice una nota mental de tener que empezar a hacer eso ahora que no estaba en mi departamento. Chasqueé la lengua y salí del baño con una toalla enrollada en mis caderas. Casi se me doblan las rodillas y se me sale el corazón por la boca cuando me di cuenta de que ya no estaba solo. Minho estaba frente a la otra cama, se había quitado la playera y sus musculosos brazos, firmes y morenos, se veían, a mi parecer, demasiado apetitosos. Él se giró y me miró como siempre, con esos ojos que no demostraban absolutamente nada. No parecía sorprendido de verme, pero tampoco apartó la mirada.

Me recorrió un escalofrío por todo el cuerpo cuando sus párpados bajaron mientras me examinaba de los pies a la cabeza.

—Puedes usar el baño, si quieres —comenté, intentado no sonar afectado ante su escrutinio, pero mi voz salió temblorosa.

Tragué saliva y caminé con paso firme hasta mi cama. Saqué mi ropa interior, un short que me llegaba a mitad del muslo y una camiseta para dormir. Miré sobre mi hombro para echarle un vistazo a Minho. Me sentí aliviado cuando descubrí que ya no me miraba y me daba completamente la espalda.

Me encogí de hombros, pero dudé un momento antes de dejar caer la toalla al suelo. No pensé que hubiera problema, al final, los dos éramos hombres y no había nada que fuera diferente entre nosotros para ser pudoroso.

Tomé mi bóxer y, cuando me agaché para que pasara por mis piernas, creí escuchar un siseó detrás de mí. Apuré las acciones de mis manos y, cuando tuve mi ropa interior en donde tenía que estar, volteé a ver nuevamente a mi compañero de habitación.

Me sorprendí muchísimo al encontrarlo mirándome fijamente. Tenía la boca entreabierta y sus ojos tenían un brillo que no supe descifrar. Contuve el aliento y su mirada se trabó con la mía.

—Iré a bañarme ahora —informó después de unos extensos segundos.

Casi sentí que me mareaba cuando sus ojos liberaron los míos.

Cuando se metió al baño, decidí que lo mejor era estar dormido para cuando él saliera. Tenía que evitarle, lo sabía. Algo extraño pasaba entre nosotros y no lograba saber qué era.

 

Al día siguiente, me desperté antes de las ocho de la mañana. Estaba boca abajo, con las sábanas amontonadas a mis pies y la cabeza girada hacia la pared. Me estiré sobre la cama y proferí un gruñido cuando mis músculos protestaron. Rodé sobre el colchón y descansé los pies en el piso. Alcé la mirada y vi a Minho profundamente dormido. Él, a diferencia de mí, dormía boca arriba, su mano derecha estaba sobre su pecho, la izquierda desaparecía dentro de la sábana. Se veía demasiado atractivo para ser real.

Sacudí ligeramente la cabeza y me puse de pie. ¿Desde cuándo tenía esos pensamientos? Salí del cuarto sin siquiera molestarme en ponerme las pantuflas. Llegué a la cocina y sonreí cuando vi a Jinki hyung sentado a la mesa, tomando café y leyendo el periódico. Alzó la cabeza y, en cuanto me miró, me dedicó una de sus enormes y hermosas sonrisas.

—Buenos días, KiBum.

—Buenos días, hyung —le sonreí de vuelta y me dirigí a la cafetera.

Me senté frente a él cuando tuve una taza de mi bebida favorita en las manos.

—¿Cómo dormiste? —Preguntó, mirándome de reojo mientras cambiaba la página.

—Como una roca —me incliné para agarrar una de las galletas que él tenía junto a su café.

—Oye —murmuró, dándome un golpe juguetón en la mano—, eso es mío.

Me reí, pero después deformé los labios en un ridículo puchero cuando él me arrebató la galleta de los dedos. Dios, debía de verme tan estúpido. Jinki hyung se rió y alzó una ceja.

—¿Qué? —Pregunté, con falsa tristeza.

Él me guiñó un ojo antes de dirigir la galleta a mi boca. Lo miré extrañado, pero tenía una expresión en la cara que indicaba que sólo me daría aquella golosina si lo aceptaba de su mano. Puse los ojos en blanco y separé los labios. Me alimentó como si fuera un bebé. Reí y me enderecé para encontrar a Jonghyun viéndonos de una manera sorprendida.

—Vaya —murmuró, posando la mirada de mi hyung a mí—, eso fue extraño.

Fruncí el ceño. ¿Cuán extraño puede ser esto entre mejores amigos?

Me paré exasperado, puse mi taza vacía en el lavabo y, antes de dirigirme a mi habitación para tomar una ducha, golpeé la cabeza de mi primo con tanta fuerza que me dolió la mano.

—¡Qué demonios, Kim KiBum! —Me gritó, dándose la vuelta y tratando de agarrarme. Yo chillé y me alejé de él a tiempo. Me reía a carcajadas cuando salí corriendo de la cocina. Estaba tan apurado en huir de mi primo que a penas y pude soltar un jadeo cuando choqué inesperadamente con algo sólido frente a mí.

No supe qué pasó, pero cuando parpadeé otra vez, estaba encima de Minho. Ambos estábamos en el suelo, las manos de Minho estaban rodeando mi cintura protectoramente mientras me miraba. Me asombré de ver sus ojos bien abiertos. No necesité pensar para darme cuenta de que sus hermosos orbes estaban llenos de preocupación.

—¿Estás bien? —Preguntó, sin siquiera hacer el intento de moverse.

Me vi hipnotizado una vez más por esa bonita mirada, por lo que tardé en contestarle.

—Sí.

Ninguno de los dos se movió. Extrañamente, se sentía correcto estar así.

—Ah, no, bueno —la voz de Taemin me sacó de mi estupor, alcé la mirada y lo vi parado detrás de nuestras cabezas. Él sonrió mientras terminaba de frotarse un ojo—. Ésta sí que es una escena agradable de ver por la mañana. ¿Acaso no lograron llegar a la cama?

Me ruboricé ferozmente ante su insinuación y me apresuré a pararme. Debía de ser pesado para Minho. Por Dios, ¡qué vergüenza! En cuanto estuve sobre mis pies, le ofrecí la mano para ayudarlo. Él dudó, pero al final terminó aceptando.

—Lo siento —dije cuando estuvo parado frente a mí, después miré a Taemin con los ojos entrecerrados—. ¿Qué clase de comentario fue ese? Obvio no era lo que parecía.

Taemin hizo un gesto desinteresado con la mano y siguió su camino a la cocina.

Estaba a punto de escabullirme por el pasillo cuando el novio de mi primo nos dejó solos, pero los dedos de Minho sobre mi mejilla hicieron que me detuviera. Lo miré, y lo que vi, hizo que se me escapara todo el aire de los pulmones.

Esos enormes ojos, que normalmente estaban llenos de indiferencia, ahora estaban colmados de total adoración. Creí que me había vuelto loco, así que parpadeé varias veces. En realidad, su mano tocó mi cara durante un par de segundos, pero yo lo sentí como si hubieran sido horas. ¿Por qué sentía mi pecho tan apretado?

—Buenos días —su voz sonó ronca, y luego, ahí estaba, el repentino estremecimiento en mi cuerpo.

Minho sonrió sin mostrar los dientes y se alejó antes de que pudiera contestarle.

De acuerdo, eso no había hecho más que confirmar que algo raro me pasaba con él y, para ser sincero, empezaba a asustarme de verdad.

 

Esa tarde, ayudé a Taemin con los planes para lo que haríamos en navidad. Yo haría la cena con ayuda de Jonghyun. Mi primo, además de ser un idiota, era un excelente cocinero. La abuela nos había enseñado a los dos a falta de nietas. A Jonghyun realmente le había gustado aprender, pero fue demasiado torpe. La mayoría de las veces, la abuela terminaba llorando de tanto reírse porque yo golpeaba a mi primo hasta el cansancio por echar a perder la que sería una excelente comida. Era tan exasperante. Pero ahora que tenía la certeza de que su ineptitud en la cocina había disminuido y no le haría daño a nadie, terminé aceptando su ayuda.

Con los planes hechos, Jinki hyung, Minho y yo, fuimos al supermercado a comprar lo que necesitaríamos. Todo en el día estaba yendo bien, mi mente estaba cada vez más despejada en cuanto a Dongwoon se refería, pero ahora el problema era que se estaba llenando de imágenes de un chico diferente.

Rodé los ojos ante la visión de Minho conduciendo de regreso al departamento, y extrañamente recordé que, desde el primer momento que lo vi, me había dejado sin habla. Él era de esos tipos que apenas y decían dos palabras en una conversación. No hacía muecas y rara vez reía. Si no fuera porque parpadeaba y su pecho subía y bajaba cada vez que respiraba, diría que era una estatua mientras presenciaba los escándalos de mi primo y el ruido que formaban cinco personas, incluido él, en el cómodo departamento.

Desconocía la razón por la que él había aceptado pasar la navidad con nosotros, pero no parecía infeliz. Me di cuenta que, aunque su rostro estaba inexpresivo la mayoría del tiempo, era fácil detectar cuando algo cambiaba en su interior con tan sólo ver sus ojos.

Después de tres largos días de estar en el mismo techo que él, el aire tenso entre nosotros fue desapareciendo poco a poco. Aunque rara vez me dirigía la palabra, lo había sorprendido viéndome cuando estaba demasiado concentrado haciendo algo en la casa. Y, al contrario de las otras personas, él nunca desviaba la mirada ni se avergonzaba cuando nuestras miradas se cruzaban. Tenía la impresión de que a veces quería decirme algo, o, simplemente, estar junto a mí en la cocina.

Aunque Minho era delgado, pero musculoso a la vez, me sorprendía la manera en la que podía comer. Comía, como mínimo, seis veces al día y en grandes cantidades. Tal vez de ahí venían las ganas de estar pegado a mí cada vez que cocinaba. Había descubierto que le agradaba bastante que le preparara dos emparedados para el desayuno, así que lo hacía cada día, cada mañana.

No había pasado nada más entre nosotros, pero aún así, sentía una opresión en el pecho cada vez más fuerte cuando estaba junto a él.

Era inexplicable.

Una noche, tuve el sueño más desesperante de mi vida. Soñé que Dongwoon volvía a mi vida, sólo para atormentarme y volver a hacerme infeliz. Debí de haberme agitado en mi sueño y haber murmurado un par de cosas en voz alta, porque cuando me desperté a la mañana siguiente, estaba sobre mi costado y el pecho de Minho frente a mi cara. Él tenía un brazo rodeando mi cintura, el otro bajo mi cabeza y sus piernas entrelazadas con las mías.

Traté de apartarme, pero él me abrazaba tan fuerte, que el mínimo de mis movimientos lo despertó. Me miró a los ojos y debió ver la pregunta en ellos porque, en vez de apartarse, empezó a darme explicaciones.

—Estabas llorando en medio de la noche —la mano que tenía en mi espalda comenzó a dibujar lentos y agradables círculos—. Traté de despertarte, pero estabas profundamente dormido —hizo una pausa y suspiró—. Recuerdo que mi madre se metía a mi cama y me abrazaba cada vez que tenía miedo. Por eso se me ocurrió hacer lo mismo contigo.

Y ya estaba, ninguna disculpa o excusa por estar en esta posición conmigo. Estaba claro que esto no significaba nada para él. Era un simple gesto amistoso y compasivo.

—Gracias —susurré, parpadeando para evitar que las lágrimas se escaparan de mis ojos. ¿Por qué me sentía desilusionado? Sus palabras debieron de reconfortarme y no hacerme sentir inferior, ¿no es así? —Perdona las molestias que te causé —suspiré y me quedé inmóvil entre sus brazos.

Él se encogió de hombros. Sentí algo apoyarse en mi cabeza y sonreí como un idiota cuando creí que me había dado un beso ahí.

—No es ninguna molestia, es agradable estar así, de cualquier forma. Está haciendo mucho frío, ¿no te parece?

Vagamente pensé que ésta era la conversación más larga que había sostenido con él…

¿Qué?

—¿Te es agradable estar así conmigo? —Pregunté, alzando la cabeza. Mi corazón comenzó a palpitar terriblemente rápido, tanto, que me dio miedo que él lo sintiera.

Minho me miró como si estuviera loco.

—Sí, lo es —contestó con absoluta tranquilidad.

Sonreí y oculté mi cabeza en el hueco de su cuello. Puesto que eran menos de las siete, me volví a quedar dormido. Pero para cuando desperté, Minho se había ido.

 

La cena de navidad estuvo antes de lo planeado. Jonghyun se escurrió de la cocina y se sentó en el sofá para mirar televisión con Taemin en su regazo. A Minho no lo había visto después de ésa mañana.

Mientras me preguntaba por qué había desaparecido, Jinki hyung se sentó en el sillón para dos y palmeó el lugar junto a él.

—Ven aquí, KiBum.

Obedecí sin chistar y los cuatro miramos televisión durante un buen rato. Al final, el cansancio por todo el ajetreo del día fue demasiado para mí y me quedé dormido.

El timbre de la puerta me despertó un rato después. Pegué un brinco por la sorpresa. Me enderecé, dándome cuenta que la televisión estaba apagada, Taemin y Jonghyun no estaban por ningún lado y Jinki hyung seguía junto a mí, perdido en sus sueños.

Sonreí, apartando un mechón de cabello de su frente y, cuando el timbre volvió a sonar, me deslicé fuera del sillón y observé por la mirilla de la puerta. La abrí tan pronto descubrí quién estaba al otro lado.

—Pasa —dije, haciéndome a un lado y dejando que Minho se quitara los zapatos en el estrecho recibidor. Mis ojos no pudieron despegarse de él y observé con absoluto detenimiento cómo se quitaba la hermosa gabardina negra que traía. La alegría de verlo descendió un poco al preguntarme en dónde había estado todo el tiempo.

—Gracias —alzó la mirada y me sonrió.

Yo le sonreí de vuelta y me apresuré a cerrar la puerta. Cuando me giré, la incertidumbre me hizo abrir la boca.

—¿En dónde estuviste todo el día?

Él sacudió las hebras de su cabello, se enderezó y, finalmente, volvió a mirarme.

—Salí a pensar.

Su corta respuesta fue un claro no-es-de-tu-incumbencia. Así que, dando por zanjado el tema y sintiéndome mal por ser tan idiota, giré sobre mis talones, disponiéndome a entrar al departamento.

Sin embargo mis planes para salir huyendo de ahí se fueron al traste cuando Minho me agarró por la muñeca y me obligó a darme la vuelta.

—¿Qué? —Gruñí.

Minho parecía estar serio, hasta enfadado, pero el atisbo de diversión en sus ojos lo desmentía. Rápidamente me calmé y esperé por su respuesta. Él me jaló más hacia él, pagándome a su cuerpo.

Sorprendido, puse mis manos en su pecho.

—Muérdago —murmuró, y antes de que pudiera saber de qué rayos estaba hablando, sentí sus labios presionando suavemente los míos.

El movimiento me tomó por sorpresa, gemí debido al asombro y Minho aprovechó ese momento para introducir su lengua y enredarla con la mía.

Había pasado mucho tiempo desde la última vez que había besado a alguien de esa forma que me olvidé de todo y correspondí a tal muestra de afecto con bastante vehemencia. Rodeé su cuello con mis brazos, entregándome por completo. Sentía la grande y elegante mano de Minho meterse en mi cabello para luego presionar mi nuca y obligarme a profundizar el beso.

Perdí la noción del tiempo y pensé que podría estar de ésta forma por el resto de mi vida pero, lamentablemente, nos vimos obligados a separarnos debido a la falta de oxígeno. Aún abrazados, lo miré a través de mis pestañas y esperé a que él dijera algo.

—Taemin debió de haberlo puesto hoy —miró hacia arriba y, al verlo, hice lo mismo.

La desilusión se apoderó de nuevo de mi cuerpo al ver el muérdago colgado del techo. Ah, lo había hecho por eso, no porque realmente lo deseara.

Me despegué de él lo más rápido que pude, bajé la mirada y me mordí la lengua. Las ganas de llorar hicieron que me enojara conmigo mismo. ¿Cómo pude haberme hecho ilusiones con Minho en tan poco tiempo?

Sí, porque con ese beso, reconocí que, desde el primer momento en que lo había visto, había iniciado el camino que me dirigía a, inevitablemente, caer rendido a sus pies por completo.

Sus dedos tocaron mi barbilla, obligándome a alzar el rostro para mirarlo. Debió de haber visto algo en mi expresión porque suspiró audiblemente y me volvió a pegar a él.

—Ay, KiBum, me gustas mucho —confesó, dejándome con la boca abierta y con un lío de buenos y malos sentimientos mezclándose en mi cabeza y corazón. Rogué en silencio para que mi boca pudiera escupir unas cuantas palabras, pero fue inútil, no salía nada de esa tonta cavidad—. Estuve todo el día en la calle, pensando en cómo decírtelo —continuó, interrumpiendo mis pensamientos y encogiéndose de hombros—, al final, no pude pensar en nada y decidí que haría lo que mis impulsos me dijeran.

Me sonrió de nuevo, inclinándose para capturar mis labios. Ésta vez fue un beso exigente, duro y desesperado.

El paraíso.

—Yo… —jadeé sobre sus labios, aún estaba pasmado por todo esto—. Tú…

Él se rió y dejó un montón de besos en mi rostro.

—Yo, tú y el bendito muérdago sobre nuestras cabezas.

—¿Bendito? —Dios, me oía y, seguramente, me veía como un estúpido.

—Sí —contestó él, acariciando amorosamente mi mejilla—, el bendito muérdago que me hizo probar tus labios y confesar lo que siento por ti.

Un montón de aplausos hicieron que nos separáramos de golpe. Giré y me encontré a Jinki hyung, Taemin y Jonghyun mirándonos, completamente entusiasmados, haciendo que me sonrojara hasta las orejas.

—¿Desde cuándo están ahí? ¿Cuánto escucharon…?

—Al fin, primo —me interrumpió Jonghyun—, debo felicitarte por hacer que escuchara más de dos palabras saliendo de los labios de Minho —dijo, ignorando completamente mis preguntas—. Por cierto, ése último beso fue sorprendente, podía ver la leng… ¡Ay! —Volteó a ver a Taemin que le había dado un codazo en las costillas. —¿Qué? —Preguntó, inocentemente mientras fruncía el ceño y acariciaba su costado.

Estaba agradecido con Taemin por aquella acción, pero no era suficiente para mí. Enfurruñado, me dispuse a poner a mi primo en su lugar, pero unos brazos me rodearon desde atrás. Solté un suspiro involuntario y me pegué al pecho cálido de Minho, sorprendiéndome de lo fácil que hacía que me olvidara de Jonghyun.

—Pues lamento decirles que se acabó la función —Minho me obligó a dar unos cuantos pasos hacia adelante antes de separarse y tomarme de la mano—. Me muero de hambre, ¿ya está la cena?

Y así, tan directo como él era, el asunto se dio por olvidado.

Creí que después de un rato, Minho haría como si nada de aquello hubiera pasado, pero conforme pasaba la noche, me demostró lo equivocado que había estado. Estuvo más atento conmigo y me sonreía cada vez que nuestras miradas se encontraban. No hablaba mucho conmigo, pero ya estaba acostumbrado a eso.

Al final de la noche, Taemin y Jonghyun se encerraron en su cuarto, Jinki se fue al suyo para llamar a sus padres, y yo me quedé lavando los trastes junto a Minho. Estaba nervioso y lo demostré quebrando un vaso.

Qué inútil.

—Yo me encargo de eso.

Miré a Minho con los ojos entrecerrados.

—Puedo hacerlo yo —pero como siempre, él no me contestó, decidiendo ignorar mi comentario. Dios, era tan irritante—. Bien —dije, cruzando los brazos frente al pecho—, termina tú, entonces —di media vuelta y lo dejé solo.

Incapaz de contener mi enojo, me senté en el sillón y contuve un grito.

Debieron de haber pasados varios minutos, porque cuando Minho se sentó junto a mí, mis ojos estaban a punto de cerrarse. Volteé a verlo y lo perdoné al instante por hacerme enojar —aunque era yo el de la culpa, pero jamás lo aceptaría en voz alta—.

—KiBum.

—¿Mmm? —Murmuré, acurrucándome contra él.

—¿Puedo besarte?

Me erguí de golpe, descubriendo un débil sonrojo en sus mejillas.

Tan lindo.

—Todo lo que quieras.

—¿En serio? —Parecía sorprendido.

—Tú también me gustas —confesé—. Así qué, ¿cuál es el problema?

Él se encogió de hombros.

—Ninguno, pero preferí preguntarte.

—¿Y qué habrías hecho si mi respuesta hubiera sido «no»?

—Te habría besado de todas formas —contestó, totalmente despreocupado. Después, señaló para que alzara la mirada sombre mi cabeza y, cuando lo hice, solté una carcajada.

—Ya veo —me incliné, depositando un tímido beso en su mandíbula—. Así que no tenemos elección, ¿eh?

—Realmente no.

Aún estaba sonriendo cuando su boca encontró la mía. Me abandoné a la sensación y seguí besando durante mucho tiempo los labios de mi chico bajo el muérdago que él sostenía sobre nuestras cabezas.

¡Bendito muérdago!

Notas finales:

Feliz cumpleaños, KiBumcito C:


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