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Noche Blanca por CrawlingFiction

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Notas del fanfic:

Los personajes de esta historia no me pertenecen.

Notas del capitulo:

Hola.

CRAWLING FICTION IS BACK♥

Regresé luego de mi...¿descanso? al mundo Bennodesco. Espero no haber perdido mis fans(?) Okno

-le lanzan tomates y patadas-

Les dejo este One shot para no perder la costumbre de verme por aquí jodiendo...

Es un Oneshot Songfic, la canción:

White Night de Nell:

http://www.youtube.com/watch?v=fYyOIBjpmko

Sólo escuchenla, pues la traducción de este vídeo no concuerda con la que yo utilicé en la historia. Que sea esta canción su dulce fondo(?)

Gracias INFINITAS a todas aquellas personitas que estaban atentas a que subiera algo nuevo. Les dedico estas lágrimas(?)♥

Ya, ya, sin más, CRAWLING IS BACK♥

Disfruten la lectura.

Noche Blanca.

Capítulo único.

Hoy de nuevo, me enamoré y me despedí

De las piezas de ti que permanecen en mi interior

¿Qué hay de ti?

El hombre cerró los ojos, respiró costosamente, aquel aire frío, helado como su mismo corazón le agradaba, le tranquilizaba, le alejaba de la realidad que tenía al abrir los ojos. Ese paisaje oscuro, miserable, que giraba en torno suyo. Un reflejo de sí mismo.

Se puso de pie costosamente, caminó hasta la mesada de la cocina, hurgó una bola de papel periódico dentro su pantalón de mezclilla y la miró con lastimoso afecto. ¿Sólo eso de él quedaba?

<<—Luces tan buenmozo, Shinoda.-Bromeó con una sonrisa de ojos llorosos. Estaba conmovido. Deleitado de la imagen de aquel hombre fornido que anudaba su corbata de moño a su grueso y pulcro cuello de blanco. Vestía de traje, zapatos de charol, moño azul marino, y un prendedor en la solapa de su chaqueta, sus cabellos lacios, que competían con la negrura de sus ropas, peinados con esmero y gomina. También se fijó en esa sonrisa de oreja a oreja que tuvo Mike al girar y verle. Lucía tan feliz. Bennington le miró de arriba a abajo sin sopesar en la escurridiza lágrima que escurría de sus ojos. Estaba encandilado por la luz que despedía la felicidad de su compañero. — Más que la propia novia ¿eh? No le vayas a robar protagonismo…-Agregó riendo para distraer la atención del menor en sus ojos brillosos.

—No digas tonterías, viejo.-Dijo a su vez el otro con una risa. —Ya quiero llegar al altar…-Murmuró mirando por la ventana, a la espera de que su hermano pasara por él con el auto para encaminarse a la capilla. —Quiero ver cuán hermosa estará Anna…se verá radiante…-Añadió con un suspiro, clásico de un novio enamorado. Chester, sólo se limitó a sonreír cortésmente, aunque sus labios temblaran, aunque su respiración le avisara que podía ser capaz de romper en llanto…él estaba ahí. Como siempre se habían jurado. Juntos. >>

El de tatuajes rio ante su propia estupidez. Observaba dentro de sí mismo, examinaría sin compasión alguna el fondo de sus golpeadas entrañas. Esta sería la última vez que lloraría. A él no le gustaba caer ante sus emociones, pero hoy se daría ese lujo. Su último lujo, para menguar la desgracia de su mente nublada por el alcohol.

Desenvolvió el periódico que protegía un par de frascos de antidepresivos. Cuánto tiempo sin haber necesitado de ellos. Para ser justos, desde que sus pensamientos pesimistas se habían esfumado por el aura grácil de un amor. Un amor no correspondido, y ahora, imposible. Se mordió los labios resecos y retuvo ese quebranto que sofocaba su respiración. Que frágil e insignificante se sentía. Nunca había dejado de serlo, sólo una ilusión ingenua fue su cortina de humo, para tener algo de esperanzas y amor propio.

<<El claxon de un coche anunció la llegada de Jason al estacionamiento. Los dos jóvenes bajaron las escaleras, Mike no borraba esa sonrisa nerviosa que centellaba en su rostro, Chester le miraba enternecido y lentamente seguía sus pasos. Fingía el mismo entusiasmo del otro, pese a que esa acción le apuñalaba más hondo, hundiéndole en su desdicha. Cuando, meses atrás su mejor amigo le contaba sobre sus planes de matrimonio pensó que era una broma, una jugarreta de un mal sueño que se volvía pesadilla. Con una sonrisa falsa, que ocultaba su pesar asintió y alabó la manera romántica en la que su amigo le proponía una vida juntos a la persona que amaba…persona que no era él. >>

Bennington tuvo el decoro de machacar las pastillas y espolvorear un vaso de ron con ellas. Pulverizaba una tras otra, con esa sonrisa en sus labios que ya se había acostumbrado a usar tanto. Al cabo de unos minutos ya dos pequeños frascos se habían vaciado. Estaba preparando su etéreo fin.

<< — ¿Cómo te sientes Mike?-Preguntó con una radiante sonrisa el hermano menor trajeado de gris y blanco. El Shinoda mayor se sentó en el asiento copiloto y Chester en el trasero. —Luces como si hubieses ganado la lotería.

— ¡Es que eso es lo que voy a tener, Jason!-Exclamó el pelinegro con júbilo. —Me casaré con la mujer de mis sueños, ¿No puedo estar feliz por ello?-Agregó con una carcajada. Jason y Chester sonrieron, uno de sincera alegría y el otro como mecanismo de defensa contra las punzadas en su pecho. Emprendieron camino a la capilla de la iglesia que estaba a media hora de ruta.

— ¿Y cómo te sientes tú, Chester?-Preguntó Jason mirando de reojo por su retrovisor al delgado joven de veinticinco años. Jason no era tonto. El castaño de gafas subió la vista, sacado de su retraimiento.

— ¿Yo?

— ¿Todavía te duele la cabeza, Chaz?-Preguntó a su vez el pelinegro girando a verle preocupado. El mayor horas atrás, cuando fue a casa de comprometido a cambiarse usó eso de excusa para las frugales gotas que se deslizaban por sus pómulos.

—S-Si, un poco solamente... Ya estaré bien, Mikey.-Explicó el castaño con una mueca semejante a una sonrisa.

— ¿Seguro? Podemos parar a una farmacia y comprar algunas pastillas. No quiero que en toda la ceremonia y fiesta te sientas mal, debemos disfrutar.-Decía Shinoda mirándole con ese afecto que muchas veces había confundido y sobresaltado el corazón del otro. —Si necesitas algo, no dudes en decírmelo.-Recalcó. Chester sintió esa presión de nuevo y llevado por el impulso posó su zurda por la sien de su mejor amigo; le acarició con amor oculto tras la ternura fraternal.

—Estoy bien. Por ahora…sólo sonríe por los dos, ¿Si? Dormiré un poco a ver si se me pasa el malestar…-Decía soltándole con delicadeza. Sabía muy bien que cerrar los ojos y fingir descansar no aliviaría ese malestar que no sólo retumbaba dentro su cabeza, sino en toda su persona. El pelinegro asintió y se dio la vuelta. Chester suspiró y se apoyó de la puerta del auto y mirando la llovizna golpear la ventanilla y repiquetear por las calles grises cerró los ojos. >>

Tomó la libreta de composiciones que ambos amigos compartían y arrancó una página, apoyado sobre ésta un bolígrafo empezó a garabatear inconexos, quería dar una despedida decente, más la frustración al no ser capaz de exponer sus sentimientos temblorosos le frustraron. Arrugó la hoja con rabia y golpeó la mesa. Era muy cobarde hasta para dejar una carta confesando toda esa mentira que construyó a sus hombros para hacerse más ameno los años que debió amarle en silencio. Años que esperó cuan jovencita crédula que sus pasiones fueran correspondidas. No era deseo, no era una confusión, era el amor más puro, más ingenuo y doloroso que había experimentado. Una fantasía irreal, construida mediante sueños y deseos que nunca verían luz.

El hombre que vestía todavía su pantalón de vestir y medias oscuras se sentó en el suelo, con el vaso de ron en mano y clavó su mirada al techo. ¿Puedo darme la oportunidad de llorar?, pensó, y sin esperar respuesta alguna sus ojos se inundaron de esas gruesas gotas salinas que desde horas clamaban por escapar. Ese llanto doloroso que arañaba su garganta se hizo presente en la atmosfera inhóspita. Sólo pensamientos lúgubres rondaban por su mente como aves de rapiña. Gritó y maldijo todo lo que pudo, hasta que, una hora después su llanto se volvió apenas un sollozo lastimero, de animal herido ansioso de una cura, de un poco de amor que le abrigase su andar por las calles sucias y friolentas de su alma fragmentada.

Te necesito

Cada vez trato de borrarte, todo se derrumba completamente

En este tiempo sin fin, en todo este espacio

Tus respiraciones densas de color están llenas

Recordó con amargura y ese leve sonrojo aquella ocasión que por primera y única vez le había besado. Maldita gloria alcanzada, maldito infortunio.

<< Cuando él tocó su puerta mojado por la lluvia y las tristezas a causa de una fuerte pelea con su, en ese entonces, prometida. Chester abrió sus brazos e implícitamente su corazón para sanar sus pequeñas heridas, así dentro suyo se abriera un boquete más grande que terminaría destruyéndole. Con chistes, cervezas y palmaditas al hombro consoló al chico afligido que ebrio se quedó dormido en su sofá. Vestía las ropas de su mejor amigo y las suyas empapadas colgaban en una silla. Chester con una risita pasó un brazo del joven asiático a su hombro y su brazo le tomó con firmeza de la cintura, a pasos cortos y reclamos balbuceantes del cargado le llevó a su recamara. En el momento que le iba a soltar suavemente los brazos del menor le capturaron y ambos cayeron sobre la blanda colcha. Estaba dormido, su respiración inaudible y sus parpados mórbidos lo decían, más su agarre no se aligeraba, Chester antes no le había mirado tan de cerca, detallando esos rasgos exóticos que le aprehendían. Inundado de repentina felicidad le abrazó, acariciando su cabello y mejillas. Insana alegría que le embargaba. Se fijó en esos labios que tanto había anhelado obtener e impulsado por la adoración rozó aquella boca con la suya. Sus manos temblorosas posadas por los costados de su rostro le aseguraban que no eran ensoñaciones de años atrás, era un beso, su tonta prueba de amor.

Con un susurro se separó del agarre de sus brazos y salió a la sala de estar. Al día siguiente Michael no recordaría nada. >>

Hoy de nuevo, tomo las piezas de recuerdos que quedan,

Trozos de recuerdos

Y trato de ponerlos juntos todo el día

¿Qué hay de ti?

Se enjugó con rudeza su rostro arrasado. Él era un hombre, debía enfrentar su destino con el poco valor que contenía. Al diablo todo, empinó el vaso dejado a un lado y sintió ese refrescante amargor mimar su garganta reseca. ¿Cuánto tiempo tardaría? Era este el comienzo del final. Un final que desde hacía mucho había empezado, desde que miró con otros ojos al objeto de su tragedia.

<<—Chaz…ya llegamos.-Esa voz endulzada por la emoción rozó su oído. El mayor entreabrió los ojos y se sentó mejor. Sonrió instintivamente al ver al pelinegro mirarle con esa expresión tan serena, le dio la mano, y él gustoso la tomó. Bajaron del auto. Ese pequeño instante se emborronó al caminar presurosos hasta la capilla, donde unos cuantos invitados ya sentados en los bancos platicaban en voz baja: risas, comentarios alegres, y buenos deseos se palpaban en el ambiente. Chester sonrió, Mike y Anna vivirían rodeados de personas diligentes y de buenos sentimientos, que festejarían sus bienaventuranzas y les apoyarían en sus pesares ¿Él sería capaz de hacer algo así? Se esforzaba, más ese acto masoquista le mataba más rápido de lo que creía. ¿Por qué era tan egoísta? ¿Por qué deseaba tener esa atención, esos buenos deseos para él, en ese utópico mundo donde él llevaría su apellido hasta el fin de sus días? Bajó la vista avergonzado de su envidia, de su rabia y de su decepción por verse tan frágil.

—Mike…-Balbuceó el de gafas tomando la muñeca del pelinegro que saludaba y platicaba animado con un par de invitados.

— ¿Qué sucede?-Preguntó cuándo los asistentes se retiraban a encontrarse con otros. — ¿Todavía te duele la cabeza? ¿Quieres comer algo? Ven, vamos a la mesa, debe haber algo para picar ahí.-Parloteaba el menor caminando al lugar mencionado sin dejar soltar el agarre de esa sudorosa mano a sus dedos.

—E-Está bien.-Dijo cabizbajo. Ese pequeño momento a solas le harían aclarar sus ideas, sabía que era un acto egoísta confesar su amor a minutos del matrimonio de su mejor amigo, pero ese dolor le corroía, quería algo de liberación, algo de egoísmo al destruirle algunos minutos del mejor día de su vida. El siempre acallado y sonriente apoyó sus decisiones, quería alejarse de él, pero esas emociones que entorpecían su espontaneidad le impidieron cometerlo. 

El novio y el padrino, de pie a la mesa comían un bocadillo platicando, el primero charlaba animado sobre cuanto habían tardado en organizar la hermosa recepción, que esperase la sorpresa de la fiesta, que la antaña iglesia aquella era la misma donde sus padres se había casado…y el segundo le escuchaba con una sonrisa, maravillado por verle tan feliz, pero con ese sopesar estrujando su interior.

—Mike…-Le llamó reflexivo. Era ahora o nunca, sería el hijo de puta de la tarde, sin lugar a dudas. Pero se sintió con el derecho en hacerlo. El aludido se acercó y atento centró su vista en él. —Quiero confesarte algo, algo que tiempo atrás pasé por alto decirte…

— ¿Ah sí? ¿Qué es?-Preguntó interesado, con una servilleta se limpiaba los labios, sin desatenderlo ni un instante. El mayor sonrió para sus adentros. No dejaba de pensar en lo apuesto y radiante que lucía…

—Mira Mike, yo…-La presión acelerada de su sangre correr por sus venas, sus manos sudorosas e inquietas, su rostro cargado del contradictorio temor y valor y una pequeña llama de esperanza, luchando contra el viento que ansiaba extinguirla. —Mike…

— ¡Ya la novia está por llegar!-Gritó alguien. La pequeña multitud nerviosas miraba a todos lados en busca de sus puestos en los bancos, los músicos se ordenaron a la espera de la señal para tocar. Mike nervioso volvió la vista a Bennington que con los ojos llorosos apretaba los puños tras su espalda.

— ¿Qué me ibas a decir? Di rápido Chazzy, ¡Anna ya está llegando!-Exclamó deseoso de ver a la mujer de su vida cruzar el altar. Bennington suspiró y le miró.

—Que…gracias por haber sido mi amigo durante todos estos años…me honra tanto serlo, y ser tu padrino de bodas Mike, gracias por tanto.-Dijo con una sonrisa. Mike se la respondió y asintió. —Vamos a los puestos.-Dijo. Ambos anduvieron y puestos de pie fijaban su vista a las altas puertas de madera oscura de la iglesia. Éstas se abrieron de par en par. La música empezó a ser tocada con dulzura y maestría. La sonrisa de Shinoda se ensanchó. Los cotilleos alegres de las damas de honor se hicieron presentes. Y la llama, la débil mecha que tenía viva su persona… se apagó. >>

Un tétrico alarido resonó fuera sus pulmones. Se puso de pie, como ansiando arrepentirse de su fatal decisión y con torpeza fue caminando, sus músculos se contraían, su rostro se cubrió de una máscara rígida y sus manos convulsionaban ansiosas, suplicando de que la mano de la Vida o de la Muerte las tomaran. Se apoyó de la mesa, cayendo y arrojando las botellas, frascos y papeles al suelo con penoso estruendo. Desde el suelo, acurrucado gimoteaba, lloraba nuevamente, temía la Muerte, temía su estupidez, temía dejar de lado las pequeñas cosas que por momentos podrían mantenerle vivo.

<<—Si, acepto.-Escuchó esas palabras prorrumpir de aquellos labios que una vez, tiempo atrás tuvo la desdicha de probar. Su corazón se detuvo, ya no tenía motivos para mantenerse vital. Sus ojos arrasaron, se cubrió la boca y nariz con el dorso de la mano y apenas escuchó entre el rumor destructivo de sus pensamientos como el cura decía la típica frase que invitaba a los novios a besarse. Sollozó al ver a esa menuda y hermosa mujer tomar con delicadeza el rostro del otro y posar sus delgados labios sobre los suyos. Rompió la tribuna en aplausos y vítores. Bennington aplaudió mirando de reojo a las damas de honor que conmovidas “por su sensibilidad” al llorar en la boda de su mejor amigo. Mejor amigo…que honor tan doloroso.

Los novios jubilosos empezaron a andar por el pasillo alfombrado mientras los invitados puestos en pie aplaudían felices. Los niños correteaban lanzando arroz y las damas de honor alababan a la pareja. Y el padrino, a lo lejos los miraba con esa expresión neutra, con la máscara que ocultaba sus ganas de morir. Su voz interna mofándose y maldiciendo su suerte, otra voz consolando su existencia vacía y los murmullos de sus demonios.

—Te amo tanto…-Susurró mirando a Michael besar efusivo la mejilla de su ahora esposa entre el tumulto de gente agasajada. >>

No puedo olvidarme de ti

Sólo sigue brillando más y más a través de mi tiempo.

Hasta en ese estado de conducta errática los malditos recuerdos no cesaban. A duras penas se ponía en pie para volver a caer, hundido en su miseria. Su tensión fue bajando, más la arritmia le afectaba el respirar y sentirse consciente en este mundo que se iba apagando frente sus orbes húmedas.

Agradeció apretando la mandíbula el haber fingido estar enfermo para retirarse temprano de la fiesta que a estas horas de la madrugada debía estar culminando. Imaginaba como esa mujer podría besar y abrazar a Mike sin problema alguno, como bailaban juntos en la pista, como con concupiscente paciencia esperaban a la noche de bodas para terminar de consumar su amor…Esa mujer que cargaba ahora su apellido con orgullo, que ella sería capaz de engendrarle un hijo…todas esas aspiraciones que él nunca podría cumplir ni brindarle.

No resumiría su vida en soportar el día a día con la cama vacía, con las ganas deshechas, con toda su persona inerte. Sólo respirando, sólo sonriendo sin sentirlo, sólo amando sin ser correspondido.

Te necesito

Cada vez que pienso en ti, ese tiempo de congela completamente

No sirve de nada incluso aunque lo intento

Cada vez que respiro, pareciera que tus recuerdos están hablándome

 

Fue a gatas con torpeza, con los sentidos alterados y llegó hasta su habitación. Con esfuerzo se tiró con delicadeza compasiva sobre el lecho, se cubrió con las mantas y vio en el closet abierto y desarreglado un gancho con la ropa de Shinoda. Había olvidado devolvérsela cuando la lavó y secó. Se incorporó y la tomó, entrecerró los ojos y nervioso se volvió a acostar. Empezaba a sentir el frío de la Muerte tocar su cuerpo descubierto. Tomó la chaqueta olvidada y se acobijó con ella. Se tranquilizó con ese delicado y apenas palpable aroma de su perfume. Su respiración se ralentizó, el dolor de sus órganos que fallaban le sacaban quejidos, más el cansancio le iba adormilando. Se cansó de luchar, de nuevo.

Todas las cosas que quedan, todas las cosas que te dejo

Todas están en mi parte

No puedo volver las cosas atrás como en las película,

Como si fuera una mentira

Se dejó llevar por los buenos recuerdos. Con las risotadas y bromas de su pubertad, con los desenamoramientos y ambiciones de la juventud, con el beso de aquella vez, con las lágrimas posteriores, con la cobardía de uno y júbilo del otro. Dejó que unos dedos quiméricos cerraran sus ojos, lágrimas pasearon por los costados de su rostro, ya estaba acabado. Su último exhalo.

 El mejor padrino de bodas…

Vuelve a mí…

Notas finales:

Gracias a todas y todos(?)♥.


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