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La oscura Tierra de las Maravillas por InfernalxAikyo

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Notas del capitulo:

Yo aquí de nuevo: D Wiii! llegamos a los 100 reviews: 3 (Creo que es mucho para mí xD)

 

Aquí les traigo el último capítulo u_u

 

Muchas gracias a todos por haberme acompañado en este proyecto. En muchas ocasiones y por cosas de estrés pensé en pausarlo, pero sus ánimos y comentarios me motivaron a seguirlo y aquí está el fruto del ocio y la imaginería

Gracias a abygail1604 , Dereck G de Sehamforash, Priscila, Neest , maraleja92  , Shion, Mei(Mica)   , Tsukikokagamine1, ChechuFujoshi , Aris, NicouNeko, Xadani, Flako, Kuronekochan , marycielo , Ostin14, Anya, Ángela, Vanshe, Cielo Mágico , Bitrix Vantas  Y a los anónimos que andan revoloteando por ahí :3

Espero que les guste :3


Un abrazo! 

(Narrado por Agate)


Solo atinaba a mirar asombrado, todo lo que acababa de pasar era aterrador. Intenté moverme pero los verdugos me sujetaban con fuerza. Vi a Ángelo ponerse de pie, luego de dejar a Stayne en el suelo y acomodar su cuerpo  al lado del ya sin vida de Emma. Tomó el parche con forma de corazón que el soldado solía llevar en su rostro y lo amarró tras su cabeza para cubrir su ojo derecho. Por un momento, me pareció ver el rostro de Stayne reflejado en el suyo.  

Estaba pasmado, luchando por contener las lágrimas que amenazaban con escapar. Emma había muerto y el padre de Ángelo también. Podía ver la desolación asomando por su rostro, los ojos azulados ya no brillaban con la luz que siempre admiraba en ellos y su piel había empalidecido un poco, dándole un aspecto fantasmal y triste. No podía imaginar la agonía que estaba sintiendo en ese momento.

Se dirigió hacia mi madre, los ojos vacíos le daban un aire infausto que aterrorizó a la Reina. Se acercó a ella que estaba en el suelo y se posó sobre ella, aprisionándola con sus piernas y dirigiendo sus manos directamente a su cuello, para asfixiarla.

- Voy a matarte, bruja-Gruñó con voz fría, insensiblemente, sin mover un músculo siquiera. En ese momento todos los soldados, incluyendo los verdugos corrieron hacia ellos y apartaron bruscamente a Ángelo de la Reina, quien en el suelo aún intentaba desesperadamente recuperar el aire.

- ¡Que les corten la cabeza! ¡Que les corten la cabeza!-Exclamaba furiosa y exasperada, mientras era socorrida por sus hombres.

- ¡No contaría con eso!-   Una voz conocida irrumpió, colándose entre la multitud. A lo lejos, junto con las trompetas llegaban un centenar de hombres y mujeres que se acercaban armados hasta los dientes. A la cabeza, Alexander y Ellen dirigían el improvisado ejército. Enseguida y rápidamente comenzó a darse una gran batalla, el pueblo contra las fuerzas reales. Campesinos armados con hoces y rastrillos, mujeres armadas con cuchillos y jóvenes con algunos mosquetes que habían logrado conseguir por ahí. Todo un pueblo revelándose en las afueras del palacio de la mujer que los oprimía y les castigaba. Todo se volvió un caos cuando Hatter y una pequeña tropa de soldados se quitaron el uniforme y comenzaron a pelear junto a la gente.

Un soldado de la Guardia se acercaba peligrosamente a Ángelo quien estaba de espaldas mirando pasmado el sangriento espectáculo. Corrí hacia él cuando me di cuenta que el hombre estaba levantando un hacha, era uno de los verdugos, iba a matarlo. Me dirigí hacia él y lo embestí con fuerza en una tacleada, logrando que el golpe del hacha se desviara.

- ¡Maldito!-Grité furioso mientras le golpeaba en el estómago, pero era notablemente más fuerte que yo y mis puños apenas sí le hacían cosquillas. De pronto, el verdugo invirtió la posición y se posó sobre mí, levantando la pesada hacha, dispuesto a matarme, cerré los ojos.

Pero un fuerte ruido me obligó a abrirlos nuevamente, algo así como el sonido de los tendones y los músculos despedazándose rápidamente. No, no era mi carne, no era mi cuello. Era la cabeza del hombre que volaba metros más allá. Tras el cuerpo aún arrodillado sobre mí, Ángelo, sosteniendo una de las hachas, le había matado, le había cortado la cabeza.

Los ojos azules, vacíos contrastaban con la sangre del hombre que se había esparcido por todo su rostro pálido, me dirigió una extraña mirada que aún no sabría descifrar.   

Quitó un poco de sangre de una de sus mejillas y la llevó a sus labios, para saborearle.


- Dime, Agate-Sonrió siniestramente -¿Crees que soy un monstruo, también?-  Aparté el hacha que aún estaba siendo sostenida por el cuerpo sin cabeza del verdugo y la tomé entre mis manos, me puse de pie frente a él y la levanté hundiendo fijamente mis ojos en los suyos, pareció asustarse.

- No-Afirmé mientras clavaba el arma en el pecho de uno de los soldados que se había acercado a Ángelo por detrás, incrustándola profundamente hasta llegar a su corazón y destrozarlo con brutalidad, escuchando cómo explotaba dentro de su pecho.

- No creo que seas un monstruo-Dije y le abracé sorpresivamente.


(Narrado por Ángelo)


Desperté por la cálida sensación de sus brazos estrechándome cariñosamente. Había estado perdido en mis pensamientos todo este tiempo, había estado sumergido en una profunda oscuridad, pero ahora veía la luz iluminarme, llegando a mí en forma de ángel.

El cabello blanco y radiante, la piel pálida como la nieve y tersa como porcelana, los ojos carmesí, como la sangre que corría bajo nuestros pies. Tomó mi mentón con cuidado y se acercó a mí. Su respiración tranquila y serena se mezcló con la mía, completamente agitada y comenzó a calmarla lentamente, fundiéndose ambas en una sola brisa que no tardó en embriagarme. Sonrió al notar que estaba volviendo en mí ¡Amaba esa sonrisa! Agate, él era la razón por la que ahora sentía que no todo lo que me rodeaba era muerte, él era vida, él era esperanza, él era deseo.

Era amor.

Correspondí la sonrisa mientras sentía como sus labios cortaban distancia con los míos hasta estrecharse en un cálido beso. Sus labios eran dulces y amargos a la vez, al mezclarse con las lágrimas que habían comenzado a caer de su rostro y de él mío. Me tomó por la cintura y me abrazó con más fuerza, intensificando el dulce roce de sus labios. Quería quedarme así, para siempre.

Y ahora, el para siempre sí parecía ser una posibilidad

Se separó de mí cuando nuestros pulmones rogaban por oxígeno.

Yo seguía pasmado mirando su rostro, tan preciado para mí, tan amado.

- Tú eres el único que no se ha asustado cuando me ve así…-Dije.Era verdad, siempre que me ocurría esto, siempre que dejaba que la oscuridad impregnada en las profundidades de mi ser se apoderaba completamente de mí, Agate era el único que no parecía temerme, incluso estando así.

- Puedo entenderlo- Volvió a abrazarme –Todos tenemos ese lado…- Suspiré aliviado.

- Te amo incluso más así…-  Bromeó.

Miré por sobre su hombro. Allí estaban, Emma y Stayne….Alice y Hawes, mi madre y mi padre, observándome, sonriendo.

Sentí que podía llorar de la felicidad.

Estaban juntos, estaban felices.

Al igual que yo, junto a Agate.

- Agate…-

- Si ¿Qué pas…?-
   No le dejé terminar la frase, rápidamente me acerqué a sus labios y le robé un fugaz beso.

- ¡Que le corten la cabeza! ¡Que le corten la cabeza!- El bullicio nos apartó de la pequeña burbuja en la que habíamos estado. Miré a mí alrededor, todo había terminado. El pueblo había ganado y los soldados reales habían sido reducidos. Ahora la reina estaba bajo la guillotina que ella misma había mandado a instalar y el pueblo sediento de sangre, esperando que alguien tirara de la cuerda que bajaba la gran hoja que le cortaría la cabeza.

Me acerqué a la guillotina.

- ¡La cabeza! ¡La cabeza!- Los gritos se hacían cada vez más fuertes y agitados. Era todo un pueblo clamando por la  vida que alguna vez se les quitó. Observé mejor el rostro de esta mujer, aun estando al borde la muerte parecía igual de orgullosa y frívola. Tomé el cordel y lo solté.

Pero el filo de la hoja solo cortó madera.

- ¿Qué…?- Agate la había sacado de allí de pronto y ahora la sostenía por los brazos.

- ¿Agate que haces?-  ¿¡Qué demonios era esto!? ¿Traición?

Sonrío y se acercó a mí aún sin soltar a su madre.


(Narrado por Agate)


- No tienes por qué mancharte las manos con su sangre sucia- Dije sonriendo mientras me acercaba a él, callando los gritos y los bruscos movimientos de la mujer que tenía bajo mi agarre. Llegué al lado de mi amante y ante sus ojos sorprendidos le besé inocentemente en la frente.

Era verdad, no dejaría que Ángelo le matase. Esta lucha era mía.
 
- De esto me encargo yo…- Dije encaminándome hacia el borde del escenario, mientras con una mano sostenía una de las espadas de Stayne y con la otra llevaba a la Reina Roja por el cabello. Le obligué a arrodillarse en el suelo.

- ¡Qué le corten la cabeza!- El pueblo parecía cada vez más ansioso ¿Por qué hacerles esperar?

- Sonríe, madre- Me burlé sarcásticamente mientras levantaba la espada contra ella.

- ¡Esto es por mi padre!- Grité – ¡Edward Redheart!- El pueblo exclamó alegremente. Clavé la espada a un costado de su cuello, sentí un quejido de dolor, pero no me importó.

- ¡Esto es por Alice Liddell y Hawes Black! ¡Y el trágico final que les diste!- Comencé a mover la hoja de la espada dentro de su cuello, sintiendo como los tendones y las fibras crujían al pasar de su filo, me detuve.

- ¡Esto es por Ángelo Liddell! ¡Su hijo!- La clavé más profundamente, causando un grito desgarrador que resonó en todo el lugar.

- ¡Esto es por mí! ¡Agate Redheart! ¡Tu hijo!- El público volvió a soltar un grito, mezcla de admiración, excitación, lástima y alegría. Sentí la mano de Ángelo posarse sobre mi hombro, mientras la otra tomaba la mano con la que sostenía la espada. Sonrió.

- ¡Y esto es por el pueblo que tanto has castigado!-  Gritamos los dos, al unísono, tan fuerte que no hubo lugar en todo el pueblo que no se escuchase, tan enérgico que pude sentir como el corazón de cada hombre, cada mujer y cada niño exclamaba exaltado, gozoso de libertad. Con la ayuda de la mano de Ángelo terminé de atravesar su cuello, sintiendo los último nervios romperse y un sonido gutural transformado en gárgaras que intentaban formar una frase, que nunca le permitimos terminar, porque la espada ya había llegado al otro extremo de su cuello.

Suspiré extasiado, esbozando una sonrisa.

Me había liberado.

Ángelo se adelantó y tomó la cabeza de lo que fue la Reina Roja y la exhibió como un trofeo, ante toda la muchedumbre que entre alaridos y saltos de alegría celebraba  mientras gritaban:

- ¡Liddell! ¡Liddell! ¡Liddell!- Resonaba en todo el pueblo, repitiéndolo, una y otra vez, llamándolo.

- Gente de este pueblo sin nombre…-Ángelo comenzaba su primer discurso, no pude evitar sentirme emocionado ­– Hoy he aprendido algo… ¡La libertad no se transa!- Un grito de apoyo envolvió todo el lugar.

- Por eso…Les propongo una cosa…- Levanté la vista hacia él ¿Qué se supone que diría?

- Atravesando el río, bajo una cueva existe una ciudad subterránea llamada El País de las Maravillas. Ellos, que alguna vez vivieron aquí, fueron exiliados por la familia Redheart, obligándoles a vivir en la pobreza, pero dichosos en libertad-

¿Qué se supone…?

- Ellos no tienen reyes tiranos ni la presión de la Inquisición molestándole en las narices… ¡Por eso propongo que nos aliemos con ellos! ¡Unámonos a su reino! ¡A nuestros vecinos que han estado ocultos por tanto tiempo! ¡Escondidos! ¡Escapando de la Reina Roja y de la Iglesia que los perseguía!-

Eso… ¡Eso sonaba fantástico! Dirigí mi mirada hacia Hatter, esto… ¡Seguramente estaba dentro de su retorcido y fabuloso plan!

La gente comenzó a dar gritos de apoyo, parecía gustarles la idea.

- Entonces, mi amado pueblo sin nombre- Lanzó con fuerza la cabeza de la Reina hacia el pueblo, que se perdió en la muchedumbre. Hizo una reverencia.

-
¡Sean bienvenidos! ¡Al país de las Maravillas!-

- ¡Dónde todo está permitido!-

 
Los aplausos resonaron en cada rincón de la ciudad, como uno solo.

Todo había terminado.


(Narrado por Ángelo)


- Juro solemnemente lealtad a ti, Ángelo Liddell Black…-
No podía negar que verle de esa forma despertaba las más oscuras pasiones dentro de mí. Vestía la armadura de acero escamada y el traje de cuero negro bajo ella, la capa color rojo, como sus ojos, sujeta por las hombreras de la armadura le daban un aspecto encantador, como el de un príncipe. Amarradas a su espalda, las espadas que habían sido antes de mi padre. Los ojos carmesí resaltaban en su rostro pálido gracias a que el cabello nieve se encontraba completamente amarrado en una coleta. Descendí hasta él para intentar acortar distancia, no me gustaba que estuviese arrodillado frente a mí, pero él había insistido en ello.

- Yo, Agate Redheart- Extendí mi mano para acariciar su cabello, pero él la tomó entre las suyas y la besó cuidadosamente –Juro protegerte y jamás traicionarte…- Un escalofrío me recorrió todo el cuerpo en cuanto dijo eso. Subió la mirada hasta mí y clavó los ojos color sangre en los míos.

- Hasta el fin de mis días…- Los aplausos colmaron todo el lugar.

Habían pasado ya quince días desde que derrocamos a la Reina. En unos días comenzaríamos a integrar al País de las Maravillas a nuestro estado, o mejor dicho, ellos nos integrarían a nosotros para enseñarnos un poco de ese bien tan preciado que llamamos libertad. Mientras tanto, yo sería el sustituto de mi madre, la Reina Blanca  y recientemente la gente del pueblo me había nombrado su Rey. Pero dentro del País de las Maravillas llevaría otro nombre, sería parte de un grupo de alrededor de sesenta personas, elegidas democráticamente, para gobernar sobre esta hermosa y basta ciudad que de a poco comenzaba a florecer, emergiendo desde sus cenizas.

Al igual que yo. 

Agate se puso de pie, al observar como las personas comenzaban a retirarse.

- También juro amarte hasta el fin de mis días, mi dulce Rey…- Dijo rodeándome con sus brazos por la cintura.

Agate se había transformado en un caballero, el mío, personal. Sus dotes en la lucha lo hacían el mejor guardián que podría desear. Él había insistido en ello, claro, pero aún no me acostumbraba a la embarazosa idea de que él debía cuidarme a toda hora.

Giré hacia él y envolví su cuello con mis brazos.

- Te amo, Agate-

- Te amo, Ángelo-
Sonrió y se acercó a mí para estrechar sus labios con los míos. Después de mucho tiempo me sentía tranquilo. No importaba que fuera lo que viniese ahora, si él estaba junto a mí nada importaba, ni la más profunda oscuridad lograría manchar este corazón otra vez.

No mientras Agate estuviese a mi lado.

Se apartó de mí lentamente y me abrazó.

- Oye,  Ángelo…-

- ¿Si?-

- Quiero tener hijos contigo….-
Susurró en mí oído con voz sería.

- ¿¡Q-Qué!?- Me sobresalté, nervioso.

- Lo que oíste- Se acercó más a mí y rozó suavemente el lóbulo de mi oreja con su lengua –Quiero hijos…-

- ¡C-Claro! ¡Los chicos del orfanato son como nuestros hijos!- Intenté apartarme de él, completamente sonrojado.

- Lo sé, lo sé-  Mordió levemente mi labio inferior –Pero yo quiero más…-

- Sabes que dos hombres no pueden concebir hijos ¿No?-
Él se apartó de mí, esbozando una sonrisa picaresca.

- ¿Ah sí?- Preguntó irónicamente, fingiendo inocencia –Pues no creo…Yo creo que deberíamos intentarlo…- Dijo escabullendo sus manos por debajo de mi camisa.

- ¡Eres un pervert…!- Mis labios fueron sellados por los suyos estrechándome en un cálido beso.



(Narrado por Agate)


Me separé de él cuando sentí que su respiración se acababa. Aún hipnotizado por su rostro angelical, los ojos azulados, brillantes, alegres, incluso ese molesto parche que escondía una triste herida del pasado se veía agradable en la perfecta mezcla de sus orbes celestes y los labios carnosos y pálidos que me invitaban sutilmente a perderme nuevamente en ellos.

- Agate…- Susurró apenas, completamente sonrojado, parecía estar a punto de decir algo vergonzoso.

- ¿Si?- Pregunté llevando mis manos a sus mejillas, y acariciándolas con suavidad, su rostro enrojeció hasta parecer una manzana.

- Sé que ya lo hiciste pero…Prométeme que estarás conmigo- Dijo en voz baja, tímidamente, casi imperceptible. Sentí como mi corazón comenzaba a latir rápidamente, hasta querer escapar por mi garganta.

- No me alejaré nunca de ti…- Susurré en su oído y luego me dirigí a sus labios para besarlos, pude sentir como un escalofrío le recorrió la espina dorsal. Amaba a este chico, le amaba profundamente, como jamás pensé que amaría a nadie. Él, tan solo con mirarme podía alejar toda la oscuridad que albergaba en mi interior y tan solo con su roce me transportaba yo al paraíso mismo.

- Pero…El futuro podría ser difícil…- Dijo algo inquiero mientras se separaba levemente de mí, para dejarse nuevamente atrapar por mis labios. Se sentían tan suaves.

Reí para mis adentros. Habíamos vivido ya tanto y aún se sentía temeroso del futuro. Lo estreché por la cintura para intensificar el beso.

 Lo que tú aún no entiendes, amado Ángelo, es que no importa.

No importa en absoluto.

Me separé de sus labios para acariciar sus mejillas y quitar cuidadosamente el parche que cubría la notoria cicatriz en su ojo, aun así los orbes celestes en los que me perdía nuevamente, seguían siendo igual de hermosos. Supe que no necesitaba nada más que esa mirada cristalina y tranquila.   

Incluso si el caprichoso futuro es lo más incierto dentro de la vida de cualquier hombre, incluso si este amenaza con desvanecernos. Incluso si nuestro futuro tuviese la costumbre de caer en el vacío.

 Lo estreché nuevamente en un abrazo y abrí los labios para susurrar en su oído:


-Caería mil veces, si lo hago junto a ti- 

Notas finales:

Qué les pareció? :O :O

Otra vez gracias por haberle dado la oportunidad a este fic :3 

Espero verlos en la proxima (?)

Saludos n_n! 

PD: Sé que dije que haría un especial de Hatter x Cheshire…El tema es ¿Lo quieren de larga duración, o tan solo un capítulo? ¿Algún narrador en especial (Protagonista o omnisciente :O?)?  Es que he comenzado a hacerlo y podría alargarse un poco …No lo sé :p Que opinan? 

Dejen sus reviews! :3 


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