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Eatopia por Destroy_Rei

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Notas del capitulo:

Para la ambientación:

http://www.rainymood.com

Para escuchar:

http://www.youtube.com/watch?v=HTN5mcIABg4

La lluvia golpeando el nailon era un sonido al que Kim Kibum ya empezaba a acostumbrarse. El invierno recién empezaba y ya estaba todo jodidamente húmedo. El muchacho de ojos felinos suspiró, sentado en una de las sillas de plástico en el pojangmacha de su familia. Estaba leyendo una revista de tendencias, un reportaje sobre nutrición donde una experta en gastronomía hablaba sobre la evolución de la alimentación en países extranjeros. Un grupo de hombres reía a gritos mientras compartían un plato de ramen y bebían un par de cerveza. Para algunos podría sonar extraña la afirmación que viene a continuación, pero para el joven no era más que una verdad irrevocable: todo eso se sentía como a hogar. El aroma a picante, la calidez de los fogones, la lluvia. Mmh si, hogar.

 

Kibum jamás había estudiado cocina, pero tenía un trabajo de tiempo completo en una pastelería de repostería fina, donde estaba a cargo de una amplia y moderna cocina donde todo el día se hacían pasteles, dulces, tartas y cosas deliciosas, para los paladares más finos de la ciudad. Amaba la comida. Sus padres tenían este puesto desde que él nació, y siempre creyó que criarse entre preparaciones de todo tipo había ayudado a que se enamorara de los artes culinarios.

 

En la noche siempre volvía al pojangmacha familiar y ayudaba con la clientela. Era mejor incluso que ir a dormir porque le hacia estar feliz y tranquilo. Le alegraba cocinar con sus padres mientras le gente degustaba sus comidas y luego le daban las gracias y le decían lo bien que sabía. Kibum no era tan fanático de comer, como lo era cocinar. Sentía que era como pintar, como escribir o como componer. Él creaba una obra de arte en la que se esmeraba, en la que lo dejaba todo, y eso podía ser un poco de tokbokki o un plato de Jajangmyeon.

 

-       Hola

 

Kibum sintió que su corazón empezó a latir más fuerte cuando reconoció la voz, y ocultándose un poco tras su revista, contempló al alto joven que sonreía a su madre.

 

-       ¿Tienen Kimbap? – preguntó con suavidad, mientras inspeccionaba entretenido la variedad de comida en los mesones.

 

El chico de ojos rasgados no conocía el nombre de ese sonriente moreno, ni su apellido. No sabia quien era con exactitud, solo sabia que era un aficionado a la comida de sus padres, y desde hace un par de meses que no dejaba de venir casi todos los días. Tenia el cabello castaño y largo, su rostro era pequeño, su sonrisa era hermosa, sus ojos estaban lleno de historias silenciosas. Kibum pensaba que su cabello desordenado, ondulado y rizado era como un montón de fideos deliciosos. Kibum pensaba que ese chico también era una obra de arte meticulosamente moldeada, como un kamaboko recién rebanado. Sonrió mientras lo miraba, reía abiertamente hablando con su madre, y un chico rubio, cara de cachorro, más bajo, junto a él, movía los brazos gesticulando cosas. Él acompañaba al alto seguido, se sentaban a comer y beber al fondo. Kim pensaba que el moreno era muy menor para estar bebiendo, pero no tenía nada qué decir. Se sentaban medio ocultos al final, y entre ellos se creaba una atmosfera tan intima, que el cocinero se sentía un psicópata espiándolos entre el humo suave de las patatas ahumadas.

 

A Kibum le hubiera gustado ser el muchacho que se sentaba junto a él, y hacerlo reír como un loco por cualquier estupidez. Jamás lo admitiría de forma pública, pero le gustaba tanto el alto, que por él aprendería muchas cosas nuevas, aprendería a bromear, a hacer los ridículos dibujos que el otro tipo le hacia en las servilletas y a hacerlo feliz, con cualquier cosa. Suspiró encantado, dejando la revista sobre la mesa, mientras apoyaba la mejilla en la palma de su mano, sin dejar de verlo, sin dejar de soñar con él.

 

No recordaba haber tenido una obsesión tan fuerte, claro, después de la comida, pero es que eso había sido casi natural. Su madre regularmente se lo decía “Si no estuvieras cocinando deberías por lo menos haber sido un comilón empedernido, porque te has criado entre las cocinillas, entre las cazuelas, olfateando mis locuras culinarias y llorando por un poco más de dulce” Y era una vida maravillosa. Él recordaba vívidamente la primera vez que preparó una pizza, o la vez que tostó su primer pan con huevo. No eran cosas del otro mundo, más que nada recetas simples extranjeras que había visto en películas, porque las cosas que hacían sus padres eran de otro mundo, eran verter aceites, condimentos, freír, hornear, ¡De todo! Y lo más cercano que llegó a ello fue cuando hizo su primer Kibamp, mal pegado, con trozos casi ácidos de carne, un desastre épico, pero sus padres no le dieron tiempo a deprimirse: le cogieron de ambos brazos y le arrastraron dentro de la cocina para prepararlo otra vez y ¡Voila! Era el mejor Kimbap que había probado en la vida.

 

Al alto moreno de en fondo le gustaba el Kimbap de su madre, si, lo comía con gusto en ese preciso momento, pero eso era porque no había probado el suyo.

 

La lluvia empezó a sonar más fuerte y Suit and Tie de Justin Timberlake se escuchaba dentro de la carpa. Los jóvenes del fondo se pasaban servilletas llenas de caricaturas y palabras que los hermosos ojos felinos de Kim no alcanzaban a ver. Alguien pedía más Kimchi en el mesón. Kibum se sonrojó cuando el alto se levantó y sus ojos se encontraron un segundo escaso, antes de que el moreno caminara de nuevo hacia las cocinillas, como si el aroma a sopa recién calentada le hipnotizara.

 

Eso. Lo iba a enamorar, pero por el estómago. Una sonrisa traviesa se cruzó en la boca sonrosada, bonita, del heredero de ese pojangmacha.

 

Y ahí empezó la absurda y glotona historia de amor de Kibum.

 

La receta de Kibum

 

La pastelería estaba siempre llena de aromas dulces, de calidez y de buenas canciones. Era de cierta forma como un némesis del negocio familiar, porque ahí Kibum se llenaba de dulzura mientras en su hogar lo hacía de cosas más fuertes, menos suaves. Ser el encargado de la cocina era una cosa terrible, tenía tres chef a su cargo y sus respectivos asistentes, eran un poco desordenados, pero las risas eran equitativas a las rabietas que le hacían pasar y al final se iba tranquilo, sin arrepentirse jamás de haber tomado el cargo ni mucho menos la profesión.  Se pasaba la tarde supervisando, gestionando pedidos, y cuando podía, se escondía tras las mesas y empezaba a cocinar, cualquier cosa, desde cupcakes de cortesía para todos hasta un simple sándwich de rúcula y pastrami.

 

-       ¿Cómo es él?

 

Kibum estaba sentado en una de las mesas del restaurant. Eran las cuatro de la tarde y a esa hora siempre todo estaba más despejado de clientes. Tenía su Macbook pro sobre la mesa, estaba buscando nuevas recetas, mientras Taemin, un joven mesero del lugar, hacía la lista de lo que faltaba para la hora del té.     Siempre se bebía un café a media tarde, habían desarrollado una amistad que bordeaba todo lo fraternal, desde que el menor llegó como un garzón inexperto y tímido, hasta ahora, que casi se adueñaba de todas las tareas con un excelente profesionalismo, aprendido en parte, de Kibum.

 

-       ¿Ah? - El chef levantó los ojos desde el blog que estaba leyendo, hacia el muchacho que le sonreía ampliamente

-       Que cómo es él – sonrió con ternura – el chico alto del que siempre hablas.

-       Él… - una sonrisa se instauró en sus labios, sin que pudiera evitarlo - … ya sabes, alto, moreno, cabello delicioso, ojos de chocolate…

-       ¿Vas a invitarlo a salir en algún momento? – Taemin bebía una taza de chocolate submarino, mientras le miraba alzando las cejas sugestivamente

-       Por supuesto que no, eso es del siglo pasado – rodó los ojos – voy a enamorarlo de a poco, pero no puedo decirte nada más, si lo hago puede que no resulte, y no creo que quieras aguantar a un Kibum con el corazón destrozado, no, no te lo recomiendo para nada

-       Realmente te gusta mucho – observó divertido

-       Si, un poco – asintió, bajando la mirada para seguir buscando aplicaciones de curry. Aunque en realidad, solo buscaba esconder un poco su sonrojo.

 

Ese día llamaron en la tarde para hacer un pedido de pasteles para un matrimonio. Los cocineros se desplazaron rápidamente dejando el tiempo de ocio, porque la encargada de la banquetearía había sido clara: los pasteles debían estar para mañana por la tarde. Un día para hacer tres hermosos pasteles para 150 personas cada uno. El muchacho de ojos felinos sabía que podían lograrlo, pero sería un trabajo agotador, no podía rechazarlo porque esa comida iba a estomago de gente importante, era el matrimonio de la hija de un ministro con otro tipo adinerado y popular. Tenían que lucirse, esos pasteles saldrían en portadas y páginas sociales en lo más prestigioso de la prensa nacional, y seguramente más de un columnista de gastronomía andaría por ahí, listo para destruirlos o para bendecirlos.

 

Kibum estuvo todo el día dando ordenes, corrigiendo errores, recibiendo llamados, haciendo pedidos. Fue una jornada caótica que incluso acabo más tarde de lo esperado, todos sus cocineros estaban muertos, Taemin dormía profundamente cuando fue a llevarlo a su casa. La mayoría podía pensar que, si él contaba que era un chef, su vida se basaba en preparar hermosos pasteles tranquilo, pero de eso había poco. Sus claves para el trabajo eran el orden, el equilibrio y la eficacia. El no perdía comida en su cocina, y si dejara cualquier cosa fuera de lugar, todo sería más difícil, más imperfecto, y de eso nada. Cuando él tomaba una orden,  era primordial que quedara tal cual pidieron: El color exacto, la textura precisa y un sabor único. Sus padres le habían enseñado así, era la clave de su éxito en las calles atestadas de otros puestos de comida en Corea, y él lo replicaba en la pastelería: No importaba si era un simple sándwich o un café cortado, todo tenía que ser perfecto.

 

Esa noche Kibum pensó, luego de dejar a su garzón seguro en los brazos de su madre, si debía ir o no a ver a sus padres. Era un jueves frío, y los músculos le dolían como si fuera su primer día en el gimnasio. Las calles estaban desiertas ya a esas horas, debían ser casi las once, y mañana cerraba pasado media noche para supervisar todo. Dio vuelta en la esquina, antes de llegar al puesto y le fue imposible no resistir las ganas de entrar un rato, tomar un poco de sopa, y luego irse a casa. No importaba el sueño que tenía, las ganas de ver a sus padres, de olfatear la comida materna, eran cosas que no podía evitar.

 

Aparcó a un lado, bajó con un largo suspiro y se adentró sonriendo cansado.

 

-       ¡Hijo! – le llamó su padre, agitando el brazo entusiasmado en el aire

 

Se sentaron y bebieron sopa de cola de res, ¡Estaba deliciosa! El joven sintió que todo su cuerpo se calmó con la calidez, y se tomó dos cuencos llenos hasta el borde. Él no solía comer de noche, pero tenía tanta hambre y estaba tan cansado que nada le iba a poder reponer mejor. Se apoyó en el mesón mientras sus padres iban a atender a unas señoras que pedían algo para llevar, y recostó la cabeza sobre sus manos ¡Estaba tan cómodo! Estuvo a punto de quedarse dormido, cuando una voz grabe irrumpió su somnolencia.

 

-       ¡Hola! ¿Hay kimbap?

 

Kibum lo escuchó y se irguió al instante. El alto moreno de siempre estaba ahí, solo, con una sonrisa tímida, esperando a su padre quién había caminado rápido al fondo de las cocinas para buscar lo que pedía. Traía el cabello revuelto, se veía muy despierto para lo tarde que era, y vestía una larga chaqueta oscura, escondiendo su cuello largo y elegante en el abrazo medio suelto de una bufanda blanca. Su expresión decayó un poco cuando le informaron que no había kimbap, parecía un niñito al que le acababan de decir que no existía Santa. Kibum estuvo un par de segundo enternecido por su expresión, antes de entender que esta era su oportunidad, su hermosa y más perfecta oportunidad.

 

-       Yo puedo prepararte un poco – ofreció, camuflando su nerviosismo en una sonrisa

-       ¿Puedes? – inquirió el alto mirándolo curioso

-       ¿Quieres hacerlo? – le preguntó su padre, mientras envolvía una caja de comida en varias bolsas de plástico – al fondo hay de todo.

 

Kibum asintió hacia el alto, quién agradeció con una sonrisa silenciosa. Tomó todas las cosas y empezó a prepararlo, y la presión era terrible, peor aún que cuando entró a trabajar a la pastelería, o cuando ese actor que tanto le gustaba fue por primera vez a comer de sus pasteles. Él quería que este fuera el mejor Kimbap que hubiera preparado en su vida, y que fuera el mejor que el moreno hubiera probado. Tardó un poco más de lo normal en dejarlo impecable sobre un plato, y es que tener la atenta mirada del moreno sobre sí era terrible, le trababa los dedos, le ponía como el cocinero más inexperto. Cuando terminó, fue por un poco de té, hacía frío, pero el alto lo detuvo, tomándolo del brazo con cuidado.

 

-       Así está bien – le dijo con suavidad – voy a tomar una lata de Sprite

-       E-eh claro – tartamudeo ¡tartamudeo! Eso no le pasaba en años… realmente no tenía ningún recuerdo de haber tartamudeado antes…

-       Muchas gracias, no tenías que hacerlo – le dijo con suavidad el moreno, mientras miraba con hambre la comida - ¿Puedo comenzar a comer?

-       Por supuesto – dijo divertido, viendo cómo el alto se contenía, para no enterrar la cabeza en el plato

 

En ese hombre todo era hermoso, incluso la forma en que comía, todo. Era una maravilla que alguien así estuviera degustando su comida, Dios, y él debía estar luciendo terrible, porque la pesadez en sus parpados le decía que un par de preciosas ojeras estaban rodeando sus globos oculares, pero todo el sueño se había esfumado en el momento mismo en que esa voz grave se coló en sus oídos.

 

-       Delicioso - dijo el muchacho, levantando los ojos sorprendido hacia el cocinero

-       ¿te gustó? – preguntó conteniendo el aliento, y era absurdo porque el alto ya lo habia dicho, pero no era suficiente confirmación

-       Es lo más delicioso que he probado en mi vida – la expresión de casi placer que acompañó era afirmación fue demasiado para Kibum, cuyas mejillas se encendieron como si él fuera un jodido pikachu

-       Muchas gracias – dijo intentando frenar sus emociones

 

El moreno continuo comiendo, alabando sus manos y su forma de cocinar como si fuera la mejor cosa del mundo entero. Kibum escuchaba y no sabía si eso lo estaba diciendo de verdad o solo por caer bien o lo estaba inventando su cerebro entre el cansancio o lo abrumador que era tener tal chico en frente suyo comiendo su Kimbap.

 

-       woah, estoy lleno – sonrió el alto, cuando dejó el plato completamente vacío

-       Es un placer que te haya gustado – intento sonar lo menos coqueto posible y lo más amble posible

-       Gracias – suspiro, cansado de comer y luego le miró fijamente - ¿Cómo te llamas?

-       Kibum, ¿Y tú?

-       Minho

 

Sonrió cuando lo dijo, y el cocinero sonrió también. Bien, esta receta de amor tenía buena pinta, quizá solo había que sazonar un poco acá y allá… Kibum se entusiasmo, ya quería empezar a calentar los hornos.

Notas finales:

Glosario:

  • Pojangmacha: Puestos callejeros de comida en Corea
  • Ramen: Fideos instantaneos
  • Tokbokki: Pasteles de arroz picante
  • Jajangmyeon: Fideos con salsa de poroto de soya
  • Kimbap: Rollos coreanos
  • Kamaboko: patel de pescado que se sirve rebanado

Habia hecho un glosario muy bacán, pero AY borró todo y lo perdí asi que se tendrán que conformar con esto ;O;

¡Hola! Este es mi nuevo proyecto de fanfic, es como raro, es muy tranquilo y no esta lleno de maldad, de cosas feas y drogas como otros lol xD pero espero que les guste :3 obviamente todo acá depende de ustedes y de su recepción a la historia ;O; espero que de verdad les haya gustado y atraído :D

Las dejo invitadas a darle me gusta a MinKey Chile :D 

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Besos para todos toditos :3

 


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