Prólogo
Una joven muy hermosa, de facciones delicadas, tez blanca, ojos verdes y cabellos castaños – no sobrepasaba los 25 años – caminaba apresurada, pasando las calles de la ciudad; llevaba un pequeño bulto entre las manos y al mismo tiempo desviaba su mirada en diferentes direcciones, en busca de algo. La tarde ya estaba muy avanzada, estaba anocheciendo; el cielo era de color gris, clara prueba de que pronto comenzaría a llover.
Pasadas las horas, la mujer seguía caminando. Pequeñas gotas de lluvia comenzaban a caer, tratando de proteger al pequeño, lo arropó con una frazada y lo pego más a su cuerpo, acelero el paso y siguió su camino pero al llegar a cierto punto de la ciudad se detuvo; caminó hasta un pequeño edificio, era más como una gran casa, la fachada medía alrededor de unos 7 metros de ancho, estaba pintada de un color verde olivo, el techo de madera sobresalía por las esquinas, tenía unos cuantos escalones que llevaban a la puerta principal que al igual que el techo; eran de madera. Ese lugar era un orfanato.
Se acercó lentamente y subió los escalones de la misma forma, tenía algunas gotas que se resbalaban por su cabello a causa de la lluvia, pero ya no le importaba había llegado al lugar donde su bebé estaría a salvo. Dejó con cuidado al bebé en el suelo, lo acobijo bien, coloco una nota entre las mantas y después de haber depositado un tierno beso en la frente de su hijo, se dirigió a la puerta con la intención de tocar el timbre, se detuvo un momento a reflexionar lo que estaba a punto de hacer tal vez los dueños ya estarían durmiendo, no escucharían el timbre y dejarían a su pequeño afuera solo en el frío y con la lluvia pero era demasiado tarde ya se encontraba allí.
Presionó el botón del timbre y se marchó corriendo de aquel lugar, acto seguido el bebé comenzó a llorar por el molesto sonido que emitía el timbre, rápidamente se escucharon unos pasos apresurados dentro de la casa que iban en dirección a la entrada, la puerta se abrió de golpe dejando ver a una mujer de aproximadamente unos 40 años, tenía el cabello desordenado clara señal de que estaba recostada, traía puesto un pantalón y una blusa holgada (claramente eran prendas cómodas) y por encima de esto llevaba una bata de dormir amarrada por la cintura. Inmediatamente fijó su vista en el suelo divisando al pequeño que producía aquel llanto. Se agachó, lo tomó entre sus brazos y regresó sobre sus pasos para entrar a la casa.
Se quedó unos segundos en la sala meciéndose de un lado a otro y arrullándolo con su voz tratando de calmar las lágrimas del niño.
- Aoi, querida? – detrás de ella venía bajando por las escaleras su esposo, un hombre alto de su misma edad, era obvio que se despertaría él también al oír los sollozos del más pequeño.
- Shirogane… - ella seguía con el bebé en brazos, al mismo tiempo que trataba de calmarlo.
- Y ese bebé? – menciono con una cara de confusión al ver al bebé.
- Lo dejaron afuera, tocaron el timbre pero cuando salí ya no había nadie - en sus brazos, el pequeño se había calmado, ya no lloraba, al parecer las acciones de la mujer habían funcionado.
- Entonces, tenemos un nuevo miembro para nuestra gran familia – le contesto su esposo con una sonrisa en los labios.
- Eso parece.
- Bien iré a preparar una cuna para que pueda dormir tranquilo – dicho esto se acercó al bebé y le acarició una de sus rosadas mejillas, para enseguida salir rumbo al cuarto para preparar la cuna.
Aoi se quedó sola en sala de estar de pie con el niño en brazos. Se detuvo y lo miro fijamente, era un bebé realmente lindo , tenía el pelo de un color castaño claro y también algo alborotado, y sus ojos eran como dos grandes esmeraldas que la miraban curiosamente, fue entonces que se dio cuenta que entre las mantas que lo cubrían, había un papel, lo tomo entre sus manos y leyó el contenido. La nota solamente decía: “Misaki”.