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Abecedario del amor por Xerxes Uryu

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Notas del fanfic:

¡ESTOY VIVO! Después de casi un año de estar inactivo vuelvo para seguir torturándolos. Pero vengo a decirles que me voy tan fácil como vine, ¡no me maten! Comenzaré con la Universidad y por lo que veo será difícil, así que seguiré como fantasma hasta que se me pegue la gana volver porque soy cúl y lo merezco (?)

A parte, en la letra "T" hay Spoiler del capítulo 587. Están advertidos por si ustedes quieren seguir leyendo

Notas del capitulo:

Aquí viene el estúpido y sensual Disclaimer: Oh, sí. Soy Tite Kubo y se me dio por hacer un fanfic en ESPAÑOL de mi propio manga.

Noten el sarcasmo cruel porque es un recordatorio que esto no sea mío y sólo lo haga para entretener a mis lectores (o torturarlos).

Angustia

Uryū tragó grueso. Orihime, a su lado, le rogaba que la llevara a ver si Kurosaki estaba bien en su batalla contra Ulquiorra Cifer.

—Por favor Ishida-kun —de los enormes ojos brotaron varias lágrimas de impotencia y amargura.

Pero el Quincy se quedó ahí, estoico. El nudo en su garganta se apretaba más; cortándole la respiración, las manos apretadas formando un puño y en los ojos el reflejo de la angustia en su estado más puro.

—No podemos dejarlo ahí, necesita nuestra ayuda…

En un rápido e inesperado movimiento Ishida creó la plataforma espiritual y se llevó con él a la pelirroja cuando notó que el Reiatsu de Ichigo estaba desapareciendo.

 

Beso

— ¿Y yo cómo voy a saber a qué saben los besos? —preguntó Ishida sorprendido ante extraña pregunta que su amigo/enemigo le acababa de hacer.

Ichigo le tapó la boca porque su ruidoso compañero estaba haciendo mucho escándalo. Estaba bien que estuvieran en una biblioteca, pero aun así podía haber metiches que escucharan la conversación.

—Cállate —gruñó el Shinigami —. Una vez Rukia, leyendo de esas extrañas revistas, me dijo que cada quien tenía un sabor específico en sus labios, y como eres un cerebrito quería saber si eso es verdad —al terminar de explicar le quitó sus manos de la boca del pelinegro y las posó en su cabello anaranjado en un claro gesto de incomodidad mientras volvía a tomar asiento.

El menor simplemente soltó un suspiro. De entre todas las personas que conocía Kurosaki le tuvo que preguntar precisamente a él.

—Pues yo no soy la persona indicada para eso, pero creo que es posible que el beso de cada persona tenga un sabor distinto —habló, acomodando sus lentes, esperando que con su respuesta Ichigo se fuera.

Pero iluso el Quincy si pensaba que ahí acababa.

—Entonces, ¿a qué sabrían los míos? —preguntó, mirándolo directamente a los ojos y acercándose peligrosamente al contrario

 

Uryū no supo cómo reaccionar cuando los labios del mayor se posaron sobre los suyos, en un suave vaivén que lo invitaba a seguirlo. Cuando Kurosaki recargó más su cuerpo al de Ishida éste le correspondió de la misma forma tímida como se estaba formando el beso.

Ambos se separaron cuando sus pulmones reclamaron por oxígeno, los dos sonrojados y nerviosos pero siendo el pelirrojo en hablar primero.

— ¿Y a qué saben mis besos? —volvió a preguntar esperando pacientemente la respuesta del pelinegro.

—A fresa —sentenció, volviendo a acomodar sus lentes, claro tic nervioso que ante los ojos de Kurosaki era adorable.

El más alto asintió con la cabeza y se paró en dirección a la salida, no sin antes agregar:

—Los tuyos saben a chocolate. Curioso, ¿no?

Y así se fue, dejando al de ojos azules con un torbellino de emociones.

—Sí, curioso —dijo mientras se toca los labios y una fina sonrisa aparecía en su rostro.

 

Cliché (Inspirado en “Bad Romance”)

Uryū rodó los ojos al ver el espectáculo que había frente a él, una de sus compañeras de salón estaba hablando con un tipo en una Harley. Su aspecto era por demás obvio del típico chico “malo”: su ropa negra y de cuero, su pelo anaranjado (de seguro se lo pintó) y en pico, su sonrisa de casanova, su porte tosco y agresivo y un ceño fruncido que parecía nunca abandonar su rostro (desde ya varonil).

Esto es tan cliché y trillado que hasta me estoy aburriendo pensó con ironía ¡pues era cierto! Su escuela era de gran prestigio y le resultaba obvio que varias de sus compañeras quisieran a un muchacho como dictaban las novelas: el chico rudo se enamora de la chica buena, se aman y se juran amor eterno, sus familias se oponen a esta unión y los dos tortolitos están contra el mundo para seguir con su capricho de seguir juntos.

Gritos le sacan de sus pensamientos cuando un montón de chicas gritaban emocionadas al ver que su amiga se subía con el desconocido y ésta se aferra a su estómago para no “caerse”. Ambos están a punto de irse cuando el desconocido gira la cabeza y vislumbra a Ishida, le sonríe y le guiña un ojo y desaparece. Al de ojos azules no le da mucha importancia y decide irse.

Una semana ya ha pasado y la chica (de nombre Cirucci) no dejaba de ser el centro de atención. Ella estaba encantada con la atención que recibía y no dudaba en dar, con lujo de detalles, lo que había pasado: que el muchacho (de apellido Kurosaki) la había llevado a un romántico paseo en su moto a lugares bellos y que más tarde él le había dado el sexo más placentero que nunca pudo imaginar. Todas sus oyentes gritaban de emoción y deseaban que algún día ese apuesto joven se las llevara también.

El pelinegro ya estaba harto de toda esa situación y dio gracias a Dios que se haya oído el timbre de salida. Pero su suerte no estaba de su lado. Al salir otro ruido ensordecedor le había atacado, el joven Kurosaki estaba otra vez allí. Cansado de cualquier asunto relacionado con él decidió irse al lado contrario de la bolita de chicas que rodearon al pelirrojo.

— ¡Hey, el de lentes! —se escuchó una voz grave llamándolo.

Al voltearse se encontró con el muchacho viéndolo fijamente y se dio cuenta que el color de sus ojos era de un café claro.

— ¿Qué pasa? —inquirió sin dejar de mostrar su semblante serio.

El más alto rodeó su cintura con un brazo y lo pegó lo más que pudo a su cuerpo.

—Te estoy invitando a dar el mejor paseo que tendrás en tu vida, princesa —y antes de que el pelinegro lo mandara a volar lo besó de improviso.

Todo el mundo estaba en completo silencio y cuando se separaron Kurosaki esperaba encontrarse con el rostro sonrojado del azabache. Pero grande su sorpresa cuando una cabeza impacta contra su boca y un puño se incrusta en su estómago. Lo soltó y se dobló para maldecir por lo bajo.

—Te voy a dejar tres puntos muy en claro. Número uno: no saldría contigo ni aunque mi vida dependiera de ello; número dos: ¿creías que me arrojaría a tus brazos cual quinceañera enamorada?, estás muy equivocado; y número tres: me vuelves a llamar princesa y te golpearé más abajo, ¿me entiendes? —y al acabar de decir aquello se fue con toda su dignidad en alto.

El de ojos cafés simplemente escupió un poco de sangre (diablos, el chico sí que era fuerte), sonrió y se enderezó aún bajo la mirada atónita de todos los estudiantes. Sintió como el otro se estremecía por el beso y eso le daba pauta en saber que sí le había gustado a pesar de haberlo negado.

Subió en su moto y se fue por el mismo camino en el que se había ido su princesa.

 

Delicioso

Para Kurosaki Ichigo no había manjar más exquisito que el chocolate, sabía bien con cualquier cosa y nada podía superar su delirante sabor.

— ¡Kurosaki, despierta de una buena vez! —nada, excepto él.

El pelirrojo salió de su ensoñación para darse cuenta que estaba en su habitación con su amigo/enemigo Ishida y que entre ellos había un plato lleno de barras de chocolate que la dulce de Yuzu había dejado para ellos.

—Maldición. Sabía que era mejor haber hecho la tarea cada quien por su lado —se quejó el pelinegro —. ¿Apoco el chocolate es tan rico como para dejarte  así de tonto?

Ichigo, enojado, iba a contestarle pero se le ocurrió una idea mejor.

De un rápido movimiento aventó al Quincy hacia su cama y se posicionó encima de él.

—Tal vez. Pero hay algo que sabe mucho mejor.

No le dio tiempo a Ishida para recomponerse y atacó vorazmente sus delgados labios. Su mano izquierda acariciaba suavemente la negra cabellera de Uryū y con la otra masajeaba placenteramente por debajo de la camisa arrancándole roncos suspiros al menor.

—Maldición… Kurosaki —jadeó el Quincy —. Tus hermanas podrían venir o peor, tu padre.

El nombrado se separó solo unos cuantos centímetros para recuperar el tan anhelado oxígeno.

—Mi familia se fue a la fiesta de una amiga de mis hermanas —explicó, pasando de forma suave sus dedos por los labios del pelinegro —. Así que tenemos la casa entera para nosotros solos.

Susurró pícaro el Shinigami, sonriéndole como si de una travesura hubiera cometido y que se ha salido con la suya.

—Si no te molesta; comenzaré a probar el postre

 

Enfermo

—Pero tengo que ir —gimoteó Uryū tratando de levantarse de la cama.

— ¡Ya te dije que no! —Bramó Ichigo acomodándolo de nuevo en la cama —. Dudo que por un día que no vayas a la escuela sea el fin del mundo.

—Y hablando de escuela, ¿tú por qué no vas? —el Shinigami le sonrió de forma pícara.

—Porque sería un mal novio si te dejara solo y moribundo —explicó.

El menor sabía que estaba mintiendo pero decidió dejarlo así. Le dolía la cabeza y aseguraba que estar dentro de un horno.

Por eso odiaba enfermarse, no podía ir a la escuela (sus calificaciones y asistencias tenían que ser perfectas); se quedaba aburrido todo el día metido en la cama; sufría de constantes dolores. Sí, no podía estar peor.

—Ahora tendré que hacerte de comer —Ishida escuchó atentamente lo anterior dicho —y tendré que limpiar la casa para que no te enfermes más —y dicho eso se fue de la habitación del Quincy.

Por su parte, Uryū no pudo evitar sonreír enternecido. Tal vez estar enfermo no era tan malo.

 

Fantasma

Un constante golpeteo a su puerta fue lo que obligó a Uryū en salir de bañarse.

— ¿Quién podrá ser? —se preguntó al notar que los golpes eran más fuertes y desesperados — ¡Ya voy!

No contó que al abrir la puerta se encontraría con la mirada espantada de Kurosaki y su piel casi tan blanca como la suya.

— ¿Qué pasa Kuro…? —intentó hablar pero el mayor lo abrazó inesperadamente.

Grande fue su sorpresa al sentir en el abrazo que el fuerte cuerpo de Ichigo estaba temblando ligeramente.

—En serio, ya me estás asustando —trataba de mantener distancia pero los musculosos brazos le prohibían moverse.

—Estás bien —por fin se había dignado a hablar.

—Claro que lo estoy —no sabía bien qué estaba pasando pero se notaba que el mayor necesitaba consuelo. Optó por pasar su mano por el cabello anaranjado y susurrarle palabras tranquilizadoras.

Así pasaron durante un buen rato hasta que Ichigo pareció calmarse pero no daba ningún indicio por soltar a Uryū y a él no parecía importarle. Hasta que…

— ¡Kurosaki, no tengo nada más que una toalla! —gritó, tratando de zafarse e ir a ponerse ropa o algo que no le hiciera parecer un exhibicionista.

Quién diría que la actitud del Shinigami se debía a que él había visto un fantasma que era perturbadoramente idéntico a su novio.

 

Gustar

Había muchas cosas que le gustaban a Ichigo: Shakespeare; tocar la guitarra; proteger a sus seres queridos; pelear; y como no, el chocolate.

Pero hay algo que le gusta más que todo lo anterior dicho y era: Uryū.

 

Hilo

Las personas dicen que un hilo rojo te ata a la persona que será tu amor para toda la vida y Uryū no podía estar más de acuerdo. Salvo que su hilo no era rojo; era naranja.

 

Ignorancia

Uryū era alguien inteligente y observador. Él mismo podía jactarse en darse cuenta de cosas que para los demás pasaban desapercibidas. Él simplemente ataba cabos con tan solo observar.

Nunca supuso ningún problema… hasta ahora.

Ahora veía que la relación con Ichigo se estaba muriendo. Su cuello tenía algunas marcas rojas que el mayor intentaba ocultar poniéndose una bufanda con la patética excusa de que tenía frío, sus ojos ya no lo miraban con cariño y afecto como antaño, ya no quería tener intimidad con él. Era obvio que Ichigo lo estaba engañando. Porque Ishida no era ningún tonto. Pero ahora, que veía que estaba perdiendo a su novio y no podía hacer nada para evitarlo, quiso con todas sus fuerzas serlo.

Porque las personas, viviendo en la ignorancia, son felices.

 

Jeringa

En la residencia Kurosaki todos estaban haciendo sus deberes: Yuzu estaba haciendo la cena, Karin leía el periódico e Isshin hablaba con el retrato de su difunta esposa. Ichigo estaba encerrado en su cuarto junto con Ishida debido a una tarea que les encargaron en equipo.

Todo parecía normal cuando un ruido extraño desconcertó a los habitantes de la casa.

¡Ah!~ —un jadeo, que parecía ser un gemido de horror, les obligó a detenerse de lo que estaban haciendo.

— ¿Qué fue eso? —preguntó Karin dejando el periódico a un lado.

—Parece que vino de la habitación de Ichi-nii —opinó Yuzu con incertidumbre —. Tal vez les ocurrió algo, será mejor ir a ver.

 Así que la familia se dispuso en subir para averiguar si a Ichigo y a su amigo no les había pasado nada malo.

Yuzu se acercó a la puerta y estuvo a punto de tocar cuando otro ruido la detuvo:

Vamos Kurosaki. No me digas que le tienes miedo —esa era la voz de Ishida. Desafiante

¡Por supuesto que no! Pero es muy grande y obviamente me va a doler— exclamó su hermano.

La castaña sintió que la sangre subía a su cabeza por lo que acababa de escuchar. Ella, aún con el sonrojo, le indico a los azabaches que se acercaran a la puerta.

—No podemos hacer eso —protestó Karin —. Eso es invadir la privacidad de Ichi-ni-san.

Más sin embargo fue ignorada olímpicamente por su padre y hermana que estaban muy al pendiente de lo que estaba pasando ahí dentro.

¡Duele, carajo! —aulló el Shinigami.

No seas dramático, sólo inserté la punta. Tranquilízate que estás muy tenso y no puedo meterlo más.

Al diablo con la privacidad, pensó Karin pegando su oreja como los otros dos.

Es muy grande —gimoteó Kurosaki.

Estás exagerando —Uryū se estaba comenzando a cansar —. Te digo que te tranquilices para que no sientas nada.

Ishida, es demasiado grande como para que no me duela.

—Entonces Ichi-ni-san… no lo puedo creer —decía incrédula Karin.

— ¡Nooo! —chilló Kurosaki padre —. Y yo que veía a mi hijo muy hombrecito para que él fuera el hombre de la relación —se lamentó

—No creí que le gustara ese tipo de cosas.

—Shh —los calló la castaña que seguía teniendo pegado su oído en la puerta como si su vida dependiera de ello.

Los otros dos volvieron a su posición para saber cómo terminaría esto.

¡Mierda! De ésta no te salvas, Ishida

Ya está. Ahora déjame sacarla.

¡Trata de ser suave! Ya fue suficiente dolor para mí —el mayor ya se escuchaba muy adolorido.

Acabé, ¿verdad que no fue muy difícil? —el Quincy se escuchaba muy complacido

—Es mejor irnos antes que nos descubran —Isshin se llevó a las dos niñas pese a las protestas de Yuzu.

Ichigo, al bajar de las escaleras, se encontró con su familia sentada en el comedor mirándolo de forma extraña. Y al parecer el ambiente se tensó más cuando Uryū llegó.

—Viejo, ¿me podrías dar alcohol? — preguntó algo incómodo

¿Alcohol? ¿Qué acaso su hijo no tenía suficiente en haber hecho eso y ahora quería embriagarse para hacer otras cochinadas más? ¿Qué pasaba con ser un modelo a seguir para sus hermanas? El enojo estaba comenzando a crecer.

Para el pelirrojo no todo era miel sobre hojuelas. Su padre, al igual que Karin, lo miraban de forma asesina. ¡Hasta la linda Yuzu lo miraba con reproche!

— ¿Y para qué lo necesitan?

—Para desinfectar heridas —contestó neutro Uryū al ver que Kurosaki no quería contestar.

— ¿Para desinfectar heridas? No veo que estén heridos —replicó Karin.

El Quincy suspiró con cansancio e Ichigo lo miró con el ceño fruncido.

—En la Universidad nos dejaron de tarea practicar sobre las inyecciones, ya sabe; los lugares en dónde es mejor aplicarla; la cantidad necesaria de medicamento—explicó el pelinegro enseñando la jeringa.

—Y a este idiota se le ocurrió hacerlo en nosotros mismos —habló el Shinigami levantando su manga, enseñando una pequeña gota de sangre amenazando con deslizarse por el brazo de Ichigo.

— ¿Para qué basarnos en hipótesis si lo podemos poner a prueba? —Se justificó acomodando sus lentes— Y tú estuviste de acuerdo.

El pelirrojo simplemente gruñó.

— ¿Entonces todo esto fue una tarea? —preguntó incrédulo Isshin.

—Sí —contestaron al unísono.

Kurosaki padre estrelló estrepitosamente su cabeza contra la mesa. Yuzu se excusó diciendo que la cena se le estaba quemando y se fue con un fuerte sonrojo. Y Karin… bueno, ella simplemente se fue de ahí sin decir nada.

 — ¿Qué les pasó? —preguntó Ishida preocupado.

—Ellos están locos —fue la sencilla respuesta de Kurosaki ya con el alcohol y una jeringa en mano—. Subamos, que esta vez te toca sufrir.

 

Kama Sutra

— ¿Qué es eso? —señaló el Shinigami a la estantería.

—Libros —obvió Ishida —. ¿Nunca los has visto? —soltó sarcástico.

—Eso ya lo sé. Pero este es muy curioso —le mostró al –pálido- Quincy un libro sobre Kama Sutra. ¿Ahora qué le diría?

 

Luna

Kurosaki no podía evitar caer en pensamientos cursis al ver a la Luna. Pero no podía evitarlo, le recordaba tanto a Ishida: su misma tonalidad blanca, su belleza, la frialdad que destilaban y, sobre todo, que ambos eran inalcanzables.

 

Muerte

Sabía que era una mala idea hablar con el padre de Uryū sobre su relación. No era como el suyo que saltó de felicidad al enterarse.

Al ver que su novio salía más pálido que de costumbre supo que ya no tenía salvación.

—Kurosaki, entra a mi oficina —se escuchó la imponente voz de Ryūken

Sabía que si entraba ahí sería como entrar a su propia tumba, pero la mirada de Ishida le hacía agarrar valor y meterse de una buena vez. Solo esperaba que su muerte fuera rápida e indolora.

 

Narcisista

Uryū rodó los ojos, Ichigo se estaba observando en un espejo. Todo bien, si no fuera por la forma en la que Kurosaki se elogiaba y presumía de sus grandes músculos y cuerpo marcado. El pelinegro sonrió divertido, Ichigo era la persona más narcisista que ha conocido.

 

Ñoño

Ichigo suspiró harto. Hace tres horas que estudiaban y ya quería tener la atención del pelinegro.

—Ishida…

—No molestes —lo cortó sin dejar de leer el libro —, puede que a ti te guste reprobar pero a mí no.

Otro suspiro se dejó escuchar pero esta vez de decepción. Cuando se trataba del estudio y la escuela Ishida se transformaba en el novio ñoño más insensible que pudiera conocer.

 

Obsesión

Ya no podía más. Habían pasado seis meses acosándolo y hoy sería el día que por fin se le acercaría. Una mueca torcida se instaló en sus labios, agarró la botella de cloroformo y las sogas.

Había tocado fondo

 

Plan

— ¿Por qué tengo que ir? —inquirió Ishida sin despegar su vista del libro.

Por su parte, Ichigo estaba realmente frustrado por la poca cooperación que estaba demostrando el pelinegro. Sabía de antemano que su amigo Quincy era alguien difícil de invitar a salir, e iluso él que creyó poder convencerlo a la primera.

—Porque somos amigos y los amigos salen a divertirse —faltaba poco para golpear al menor, pero se valió por usar otra táctica —. Además, vendrán Chad, Inoue y Tatsuki y por lo que sé te llevas relativamente bien con ellos.

Sonrió complacido al ver que en los ojos azules había un atisbo de duda.

—Está bien —respondió resignado—, pero sólo duraré unas cuantas horas y me iré —advirtió sin dejase vencer del todo — ¡y ya vete a comer con los otros!

Ichigo se fue triunfante del casi vacío salón. Mentiría si dijera que no estaba nervioso, pero eso ya había pasado. Ahora quedaba decirle al Quincy que los demás no irían por “asuntos” que tenían que resolver y sólo quedarían ellos dos. Sí, no podía fallar su plan de confesarle a Uryū sus sentimientos.

 

Quemar

Su piel se quemaba cada vez que Ichigo lo tocaba.

 

Roto

La primera impresión que tuvo de Uryū fue que era demasiado perfecto y hermoso como una pequeña muñeca de porcelana. Por mucha frialdad que mostrara a los demás, por más que mostrara su porte arrogante e imperturbable, sabía que había algo de humano dentro de toda esa perfección.

Y ahora verlo cada vez más demacrado, triste y ausente le llenaba de una gran frustración, pues el orgulloso Quincy no permitía que tratara de ayudarlo y lo alejaba lo más que podía. Se escondía dentro de una coraza para evitar dañar a otros y hundirse en la miseria él solo.

Pero todos tienen un límite e Ichigo alcanzó el suyo. Esperó a que el taller de costura cerrara y todos los integrantes se fuera. Ishida tenía que quedarse hasta último, pues era el presidente y debía verificar que todo estuviera en orden. Al ir por su mochila unos fuertes brazos lo aprisionaron, Uryū volteó la cabeza y se encontró con el ceño fruncido de Kurosaki.

El forcejeo comenzó, el pelinegro tratando de zafarse y el otro sin dar señales de querer ceder. Ishida estuvo a punto de golpearlo si no fuera por unos labios que lo besaban de una manera apasionada y cargado de sentimientos. No pudo evitarlo, Kurosaki había ganado. Unas lágrimas traicioneras resbalaron por sus pálidas mejillas y ya no pudo (ni quiso) evitarlo; soltó en llanto aferrándose desesperadamente de la camisa del Shinigami.

Éste, por su parte, lo abrazó con más fuerzas, e hizo que la cabeza del menor se apoyara en su pecho. Y ahí se dio cuenta: Ishida era tan hermoso y perfecto como una muñeca e igualmente frágil y delicado. No quería ver otra vez a Ishida roto y entre abrazos y consuelo se hizo el juramento de evitarlo a toda costa.

 

Sismo

— ¿Qué sientes cuando estás cerca de mí? —preguntó de repente Ichigo dejando a un lado la tarea que estaba haciendo con su novio.

— ¿A qué viene eso? —Ishida le miró dudoso.

—Simple curiosidad —contestó subiendo sus hombros y tratando de sonar lo más desinteresado posible.

El arquero dejó a un lado su lápiz y comenzó a meditar. ¿Qué sentía exactamente al estar cerca de Kurosaki?

—Supongo como si estuviera en un sismo —habló por fin.

— ¿Un sismo? ¿Por qué?

—Porque cada vez que me abrazas o me besas siento como si mi cuerpo fuera fuertemente sacudido, cuando sonríes es como si la tierra se abriera y me llevara a un lugar del cual no quisiera irme.

Ichigo lo escuchaba atentamente sintiendo como sus mejillas se sonrojaban.

—En conclusión, tú eres un desastre del cual no podría sobrevivir estando contigo pero mucho menos sin ti.

Al acabar Ichigo lo abrazó efusivamente.

—Suelta —se quejó el pelinegro.

—No quiero —por su tono se escuchaba muy feliz —. Haré que te sacudas y no solo por abrazos y besos.

 

Traidor (Spoiler del capítulo 587 del Manga)

No podía creerlo, ¿por qué, de entre todas las personas, tuvo que ser Ishida? Aún recordaba el encuentro de hace rato, verlo parado junto a Yhwach y peor aún que lo atacara intentando defender al enemigo. ¿Qué carajos le pasaba? Definitivamente irá tras él para preguntarle cuáles eran sus intenciones y si no lo convencían le patearía el trasero y lo traería a casa y si aun así sus argumentos fueran válidos le patearía el trasero de todas formas.

 

Único

Nunca podría imaginar encontrar a alguien como Ichigo. Él era, en todos los sentidos, único y especial.

 

Vals

La fiesta de las hermanas Kurosaki estaba siendo un gran éxito. No podía creer que las dos chicas fueran ahora unas hermosas adolescentes de quince años.

La música cambió a un ritmo más lento y las luces descendieron. El de orbes azules pensó que era el momento del tan ansiado vals y las dos cumpleañeras (después de bailar con su padre, claro) fueron a bailar con sus compañeros de baile: la dulce Yuzu con Kon (que después de vencer a Aizen le dieron su propio gigai) y a Karin con Yasutora.

Tan metido estaba en sus observaciones que no se dio cuenta cuando una mano se extendió hacia él.

— ¿Bailarías conmigo? —el Quincy dirigió su mirada de donde provenía la voz y se encontró con la cara sonrojada de Ichigo y su mirada evitando la suya, todavía con la mano extendida.

—P-Pero somos hombres y eso se vería raro —se excusó también sintiendo que la sangre se acumulaba en sus mejillas.

Escuchó que el otro gruñía por lo bajo para después agarrarlo de la muñeca y acercarlo al cuerpo contrario.

—Como si me importara —fue la respuesta del Shinigami.

 

 

 

 

 

Waterpolo

Había varios deportes que practicaba su novio Ichigo: Futbol, vóleibol,  atletismo y muchas otras cosas más. Era un prodigio para eso y los maestros se lo recordaban a cada rato. Pero si había un deporte que le gustaba ver practicar al de pelo naranja era el waterpolo, y no era porque podía admirar el escultural cuerpo de Kurosaki, no. Simplemente le gustaba verlo porque se le hacía interesante.

Sí, claro.

 

XXX

—K-¿¡KUROSAKI!? — se escuchó un grito en todo el apartamento.

El mencionado dejó de masturbarse para mirar con horror a su amigo/enemigo, ¿qué debía decir? “Hola Ishida, me encontré con este vídeo que resultó ser una porno y casualmente me comenzó a picar ahí abajo”, también estaba el hecho que la película era una cinta homosexual y aún más curioso que los protagonistas se parecían a ellos.

 

Yerno

— ¿Cuándo me lo pensabas decir? —se podía escuchar perfectamente el reproche enmascarado bajo la cortina de aparente frialdad.

—Cuando fuera necesario —respondió Ishida, harto de la situación y deseando que acabara.

— ¿Y cuándo iba ser necesario? —pero Ishida padre no se lo dejaría tan fácil.

Y no era para menos, después de haber visto a su hijo en traje de Adán encima del hijo de Isshin que apenas y tenía la ropa interior puesta no fue la mejor manera de enterarse que su hijo era gay y que tenía una relación con el hijo mayor de los Kurosaki (Ichigo, creía que se llamaba así).

Por eso se encontraban en esa situación tan incómoda en la cocina del pequeño departamento de su hijo. Claro, después de haber sacado “amablemente” a Ichigo. Aún recordaba la mirada desconfiada del de orbes café cuando pasó a su lado, tal vez pensando que ante el menor descuido el mayor lo dejaría como coladera.

Sabia decisión pensó el albino en su momento.

— ¿Y bien? —volvió a inquirir.

— ¡YA! —gritó el azabache desesperado —ni que me fuera a casar con Kurosaki —soltó, inocente.

Ryūken tembló ante el comentario. Definitivamente de tan solo pensar en Ichigo como su yerno le causaba un gran malestar a su salud mental. Y de esta forma decidió dejar las cosas por la paz, por ahora.

 

Zanahoria

—Quincy engreído

—Shinigami inepto

— ¡Cuatro ojos!

— ¡Idiota!

— ¡CADÁVER!

— ¡CABEZA DE ZANAHORIA!

Ambos callaron para después reírse. Era un hecho que ellos dos no podían quedarse ni un momento sin comenzar una pelea, pero así se entendían y con eso bastaba. 

Notas finales:

Eso es todo. Espero que les haya gustado y que me perdonen por desaparecer otra vez cuando lo hice casi todo un año.


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