Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

El encargo por AkiraHilar

[Reviews - 2]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del fanfic:

Dedicatoria: Para Kaori Subaru y su bello y sensual Valentine de Gaia. Me ha enamorado a mi y a mi Hpynos Gaia. Estoy feliz con él y espero que te guste este obsequio.
Comentarios adicionales: Momento futuro de rol Gaia. 
«El siguiente trabajo utiliza a Valentine, que pertenece a Kaori Subaru respectivamente y puede no representar con exactitud la interpretación de su dueño.»

Notas del capitulo:

Dedicatoria: Para Kaori Subaru y su bello y sensual Valentine de Gaia. Me ha enamorado a mi y a mi Hpynos Gaia. Estoy feliz con él y espero que te guste este obsequio.
Comentarios adicionales: Momento futuro de rol Gaia. 
«El siguiente trabajo utiliza a Valentine, que pertenece a Kaori Subaru respectivamente y puede no representar con exactitud la interpretación de su dueño.»

Había recibido instrucciones específicas de qué hacer. Valentine, con su libreta en mano, pensaba en ello mientras el transporte que lo llevaba a Birmingham seguía su curso y recordaba sus palabras. Hypnos nunca había sido hombres de palabras que sobraban. Cada una tenía su razón de ser, incluso si su hermano Thanatos fuera más parco con ellas. Con Hypnos, sabía que nada estaba dicho, y mucho menos hecho en vano.

En cierto modo, se sentía agradecido de que el profesor —y actual amante— lo tomara en cuenta para una encomienda especial. Era una muestra de confianza y una confirmación de cuanto Hypnos estaba dispuesto a poner en sus manos. Quizás se trataba de algo pequeño, de llevar una caja embalada, pequeña para estar en sus brazos, a una dirección específica y asegurarse de que llegara en manos del remitente. Valentine pensaba garantizar que así lo fuera.

Mientras el tren se movía, Valentine hundió su cabeza en el respaldo y cerró los ojos. La hermosa opera que le había regalado Hypnos resonaba en sus auriculares permitiéndole relajarse y esperar. Aún pensaba que era imposible aquella realidad. Era demasiado preciosa para serlo. Tanto tiempo soñando con que el profesor siquiera volteara para él, se había convertido en un presente donde él no solo volteaba, sino que le abrazaba y buscaba sus besos. Y por ello, sus sueños se habían hecho más y más ambiciosos. 

Ahora no se conformaba con sus brazos, lo quería a él en la vida. Quería seguir viendo al Prof. Metaxás incluso en sus momentos de total relajación. Lo quería tener durmiendo en su cama, le encantaría poder presentarlo al mundo. E incluso… y aunque supiera una parte de él que rozaba a lo ridículo, quería contar las canas que fueran saliendo de su reluciente cabello dorado, con devoción.

Hypnos le dijo que fue eso lo que terminó rompiendo cada barrera de él: la intensidad con la que Valentine vivía sus sentimientos. La pureza de ellos y su indecible entrega a un amor silencioso que no había esperado nada de él al inicio. Ahora quería que lo esperara todo, y Valentine pensaba luchar por ese todo. Aún si la sociedad entera se interpusiera entre ellos.

Devolvió la mirada al libro que tenía en sus manos y que había dejado reposar por unos minutos. El protagonista había pasado por una decepción que le había cerrado el corazón a cualquier nueva oportunidad de amar. Esa decepción fue precisamente por su mentor, al que le llevaba veinte años de edad. Pese a haber leído esa parte de la historia, algo en él siquiera validó la posibilidad de que Hypnos pudiera hacer algo parecido. Como si se tratara de un imposible.

Lo que amó de Hypnos, más allá del físico que primeramente le atrajo y de su carácter inicial, fue descubrir que era un hombre que lo entregaba todo. Quizás nadie podría imaginar, por un segundo, lo que significaba para él cada gesto. Nadie descifraba claramente lo que una mirada decía o el simple hecho de tener una foto de cerditos en su mesa representaba. 

Hypnos amaba la docencia, amaba a sus hijos. Estaba tan atado a ello que dudaba que pudiera separarse de alguna de las dos cosas. Tenía la vocación de un docente y la entrega de un padre, pero no era lo suficiente explicito para demostrarlo. A veces sonreía cuando Defteros se quejaba de la foto de los cerditos que él argumentaba era una trampa. No entendía que tras eso había una innegable muestra de cuanto aprecio Hypnos había desarrollado por él, tanto como para preocuparse de más por su seguridad.

Al abrir los ojos, y girar su mirada hacia el paisaje que se movía vertiginosamente en la ventana, pensaba en lo afortunado que había sido. Había encontrado conocer al hombre tras los lentes y la corbata, y había encontrado a un ser que podía ser tan sensual y dulce al mismo tiempo.

Al llegar a la estación, ajustó su gabardina. La gente se movía con velocidad buscando cada uno su destino, y él seguía el propio pensando en tomar un taxi hasta la dirección. Ni siquiera pasó por su mente el verificar que tenía el paquete, o porque era necesario llevarlo. Obedeció a las palabras de Hypnos como si fueran una verdad tacita irrenunciable.

«Cuando llegues al edificio, pregunta por el departamento B7 y espera que el encargado te dé instrucciones. Posiblemente tengas que esperar»

Tomo el taxi, y le dio la dirección exacta a donde debía llegar. Según palabras de Hypnos, el edificio estaba frente a una floristería y había una panadería francesa cuyo café eran excelentes. Imaginó al hombre pasar por allí, con su saco, sus lentes, su rostro forrado de seriedad a pedir un par de galletas y café para disfrutar en su visita. Y aunque no emitió una sonrisa con el recuerdo, sus ojos brillaron con un destello enamorado que pocos sabían reconocer.

Hypnos era un hombre de contraste. El mismo que no tenía reparo de señalar los errores en tinta roja, era el mismo que recordaba cada detalle de ti como si fueras su único objeto de atención. El mismo que respondía con sarcasmo, tenía gestos tan dulces como mostrar el aprecio a los regalos de sus alumnos. Entendía perfectamente porque Phantasos había preferido quedarse con Hypnos en vez de con su madre. Después de conocer su rostro más humano, no importaba cuanto vieras la fiel máscara que usaba en los pasillos, siempre seguirías viendo ese rostro. Como si se pudiera deslizar la esencia dulce tras la fría coraza.

Efectivamente, había una floristería y una panadería francesa. Al llegar, Valentine levantó la mirada para ver la altura del edificio que albergaba un conjunto residencial.

«En la floristería, encarga las flores de tu gusto. Confío en ti. Debes llevarla con el paquete.» 

Otro seguramente habría armado mil conjeturas de porque llevar un paquete y unas flores a un departamento fuera de la ciudad. Valentine siquiera dedicó tiempo a formularla. Tal como le había indicado, llegó a la floristería y se decidió por un par de gardenias frescas, acompañadas de unos lirios morados. Si eran flores, debían ser presentables, así que pidió le armaran un ramo con ellas. Mientras esperaba, fue hasta la panadería y compró un paquete de galletas de mora que vio en el mostrador, y un café, para probar.

Hypnos tenía razón, era delicioso…

Tras probar el café, recogió las flores decoradas y cruzó la calle con el paquete. Había poco tráfico en la zona, parecía ser un lugar de muy poco ruido y de buen vivir. Se anunció en la garita de vigilancia, y esperó que le dieran permiso para entrar y llegar a la recepción. Consideró que mientras más pronto cumpliera con el pedido, más pronto podría regresar a Gaia. Después de todo, quería pasar tiempo con Hypnos, disfrutar lo más que fuera posible ese fin de semana.

La mujer en la recepción le recibió con una sonrisa amable. Tenía el cabello recogido, ligeramente rojizo, y unas adorables pecas que le daban un aspecto muy dulce. Valentine se dirigió a ella con educación, pidiendo comunicarse con el dueño del departamento B7.

—Él no se encuentra aquí, pero avisó que alguien vendría a buscarlo. ¿Su nombre por favor?

—Valentine Karoyian.

—En efecto, es usted. —La chica le sonrió y le entregó las llaves del departamento—. Dijo que estaría aquí al mediodía, pero que si venía usted, le permitiera pasar. También dejo dicho que si hacía falta, se sirviera como en casa mientras él llegaba.

—De acuerdo. Muchas gracias.

No iba a negar que aquello hubiera sido extraño. Valentine miró la llave, y el paquete y las flores, no hallando una pieza que explicara todos aquellos detalles. Sin embargo, decidió obedecer. Pensaba esperar afuera.

Rápidamente, buscó realizar una llamada a Hypnos para confirmar los datos. Necesitaba estar seguro de que la persona iba a llegar.

—Me dijeron que estaba por venir, y que esperara dentro del departamento. Más no lo creo propio. —Se apresuró a justificar, mientras se sentaba en los muebles de la recepción. Hypnos tardó en responder, antes de decirle que más le había dicho—. Me dieron sus llaves. Y que me sirviera como en casa.

—Eso significa que posiblemente tarde. —Valentine mantuvo su expresión mientras lo escuchaba—. Has lo que te dicen. No te preocupes, no te enviaría a un lugar donde pudieras correr peligro.

—Estoy al tanto de ello, señor.

—Entonces hazlo. Espera dentro. —Escuchó en lo último un tono inusualmente dulce. Más pensó que era su imaginación adorando todo lo que era Hypnos.

Tomó las llaves del departamento y decidió tomar el ascensor. Sus pensamientos al respecto de esa misión no estaban muy claro. Esperaba que no tardara demasiado, realmente quería volver. Quería estar con Hypnos así se conformara con verle fijamente mientras escribía algunas notas y hojeaba los registros. Estar con él compartiendo una partida de ajedrez que siempre perdía, o los dulces que tanto le gustaban. Aunque fuera solo eso, quería compartirlo, y se dio cuenta que olvidó decirle que le extrañaba.

Con las llaves del departamento, abrió la puerta y verificó el interior. El ambiente era cálido: habían una disposición en los muebles y en los colores que le confería calidez, buen gusto y masculinidad. Valentine cerró la puerta tras de sí y observó la sala, había una pequeña mesa de madera y vidrio en el centro, y dos amplios muebles acogedores. También un librero, que estaba vacío. Había un TV plasma del otro lado, con una repisa guardando Bluerays que no se atrevió a investigar. Parecía un lugar agradable para vivir. 

Valentine se sentó en el mueble, colocando el ramo en sus piernas y el paquete a un lado de sus manos. Sus ojos quedaron prensados en el punto donde había encontrado algo particular. Había un par de pinturas de lobos en colores tierras que adornaban las paredes. También un juego de ajedrez en la repisa, de un aspecto dorado con plata y un reloj de diseño antiguo. Al lado de la lámpara, había un pequeño lobo labrado en madera y un caballo de ajedrez. Para ese punto, Valentine tuvo una palpitación particular en su pecho. 

Si pasaba más su mirada, encontraba más detalles. Un juego de plumas elegantes a un costado, otro lobo, esta vez pequeño y de metal que se sostenía sobre el vidrio. Había un pequeño mundo de cristal y un violín en miniatura. Entonces lo vio. Justo al lado, estaba la cabeza de lobo que le había regalado. O al menos una idéntica. 

No pudo contener el impulso que lo levantó como resorte del mueble, para dirigirse a la pieza de metal labrado que le había regalado. No podía recordar si la había visto o no la última vez en el escritorio, pero ver una pieza idéntica allí le había apretado al pecho, a un punto donde él no podía discernir que sentía. La tocó suavemente, pasando los dedos en su nariz. ¿Era la misma? ¿No lo era? ¿Qué lugar era ese? 

Giró sus talones hasta donde estaba la repisa con los Blueray para descubrir varios títulos de obras que amaba. Thannhäuser, Los maestros cantores de Nüremberg, Lohengrin… Era como si estuvieran dispuesta allí, solamente para él. 

La sorpresa había mudado su expresión usual, convirtiéndola en un destello de incomprensión y emoción, juntándose tanto que le era imposible definir cual era más fuerte. No podía ser lo que parecía. No podía ser lo que imaginaba. Sus ojos de una vez se movieron al paquete y las flores buscando explicación en ellas. Pero sabía que la respuesta no estaría allí.

—Hypnos… —Levantó su móvil y estableció la llamada, con las manos temblándole y los ojos ligeramente entornados tratando de mantener la calma. Las emociones lo llevaban. Eran tantas que era casi imposible contenerla. Cuando le escuchó hablar del otro lado, simplemente se quedó de pie observando las cortinas claras que daban al ventanal tras el mueble—. Hypnos…—Su voz sonó ahuecada, casi ausente. Le gustaría poder formular la pregunta, pero no estaba seguro siquiera de qué preguntar.

Hypnos lo aclaró todo con su respuesta, tras un par de segundos en que el silencio y la respiración acelerada del adolescente lo llenaron todo.

—En diez minutos estará allá.

El dueño del paquete era Hypnos… había estado cargando desde Oxford un paquete que era para Hypnos. Valentine dejó que la llamada cortara y de inmediato llevó sus manos hacia el paquete, buscando la manera de abrirlo. Porque conforme pensaba en él, encontraba claro que el paquete no podía ser de Hypnos para sí mismo. Sino de Hypnos para él.

Al abrirlo, encontró una caja con una fina pijama masculino de seda, de color azul eléctrico. Cuando lo sacó de la caja, observó que el tamaño no podía ser para Hypnos sino para él. Aunque las mangas al parecer le quedaría un poco grande. 

Se sentó al lado de la caja aun temblando por la sorpresa. Estaba seguro de que podría llorar, tenía un cumulo de razones en su garganta que lo iban a orillar a ello, aún si ni una lágrima terminara de formarse en él.

Hypnos llegó tal como había dicho, en diez minutos. Para cuando abrió la puerta, encontró a Valentine sentado en el mueve, con la pijama en las manos y sus ojos desbordados de emoción. Su gesto había cambiado y para Hypnos notarlo fue suficiente. Se dibujó una suave sonrisa mientras cerraba la puerta. Había valido la pena todo por ver ese rostro en él.

—¿Qué te parece? —preguntó mientras se acercaba y lo veía ponerse de pie. Había dejado el pijama a un lado y lo miraba con sobrada impresión—. Intenté que la decoración fuera de tu agrado. Y que el sitio fuera acorde e íntimo. 

—Esto…

—Era inadecuado estarte escondiendo en hoteles por momentos y en Gaia es impropio. Decidí que lo mejor era tener un espacio nuestro para venir los fines de semana sin que pueda ser problemático para ti. No quiero exponerte.

¿Hacía falta escucharle un te amo para comprender esa infinita verdad? La encantadora sonrisa que se dibujó en los labios de Valentine decía que no, no hacía falta. Allí estaba en sus gestos, en su forma de hacer las cosas. En el silencio de los planes y su manera de guiarlo en el mejor camino. Su forma de proteger las reglas… su forma de protegerlo.

Pese a que Hypnos hablaba de que aquellas llaves ahora eran suyas y podían ir allí todos los fines de semana, él lo único que quiso hacer fue concretar el abrazo. Llevó sus brazos sobre el cuello del hombre alto y se guindó a él con toda la devoción que era capaz de expresar. Sintió las grandes manos posarse en su espalda y sonrió con los ojos brillando, enamorado. 

Tampoco Hypnos necesitaba escucharle el te amo. Allí estaba, más allá de las palabras.

—Traje galletas… y el café, el café era delicioso. —Su voz intentaba hablar fluidamente, pese a su garganta cerrada—. ¿Nos quedaremos hoy?

—Eso quiero. 

—Pero no traje nada…

—No necesitas nada. Al menos no planeo salir. 

Ni Valentine permanecer vestido por mucho tiempo. Era hora de calentar su hogar.

Notas finales:

¡Gracias a todos por sus comentarios!


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).