Tu liderazgo
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Yokozawa miraba por el rabillo del ojo como el jefe de Japun hablaba animadamente con sus subordinados y ellos le atribuían sonrisas por ser un superior tan complaciente con sus empleados que, en esencia, les dejaba descansar unos cuantos minutos al día para socializar y conocerse un poco como equipo de trabajo, así toda la colaboración sería más amena.
Definitivamente se respiraba un ambiente particularmente confortable.
El de cabellos azules tenía poco de haber llegado, fue a la sección de manga Shonen para entregarle los resultados de su última exploración de campo sobre las ventas del nuevo manga en desarrollo, y en lugar de encontrarse sumergidos en una bruma depresiva –debido al final de ciclo-, fue topándose con esa escena de lo más amigable y poco tensa.
Takafumi estaba entusiasmado, si bien siempre había admirado a Kirishima por la clase de líder nato, jamás le había tocado ver aquella peculiar sonrisa de un verdadero jefe con sus trabajadores… Estaba seguro que si el castaño pudiese, le daría en ese momento un regalo a cada uno por su esfuerzo.
—Oh, Yokozawa — exclamó emocionado Zen abriéndose paso entre la gente y quedar frente a frente con su pareja —. ¿Sucede algo? ¿Qué te trae a mis dominios?
Yokozawa descompuso su cara al tenerlo tan cerca de él y sólo puso los papeles en el pecho del otro. No es que le molestase la cercanía del castaño, pero no le gustaba que ese peculiar sonrojo, que se puso en su rostro al verse emocionado por aquella faceta del editor, pudiese ser visto por más gente.
—N-nada en especial — contestó levemente aturdido, evadiendo la penetrante mirada de Zen. Su cuerpo se tensó en automático al sentir la mirada inquisitiva del otro y debido a eso, desvió su mirada a otro ángulo —. C-como sea, te traje éstos papeles para que veas como van las ventas del nuevo manga, al parecer la venta más alta fue en el distrito de Shinjuku.
Kirishima tomó entre sus manos el cúmulo de hojas que tenía restregados en el pecho. Con sus ojos, buscó aquella mirada azulina que le traía loco y sonrió al distinguir el leve rubor en los pómulos del Oso gruñón de Marukawa.
—Buen trabajo Takafumi — su rostro no podía borrar la mueca bobalicona que traía impresa —, iré a darme prisa para enseñárselo al editor, estoy seguro que le alegrará mucho ver éstos números tan altos — se acercó un poco al cuerpo del otro y dio unas cuantas palmadas en la espalda, como un colega a otro festejando algo increíble.
—O-oe idiota — bramó el azabache. Su pigmentación carmesí desapareció y dio paso a un cejo fruncido; con esas palmadas, se sintió un niño al que elogian por un bonito dibujo. Cuando se preparó para reclamarle, éste ya se estaba alejando, contento, cual chiquillo consiguiendo algo increíble.
—Gracias por tu arduo trabajo — dijo el jefe, finalizando aquella peculiar reunión.
Yokozawa se quedó en el mismo lugar al que llegó. Admiraba aquella imponente presencia que se perdía entre los subordinados del castaño. Kirishima sabía ser un buen líder, quien es aquel que alienta y ayuda a sus trabajadores, aquel que es capaz de quedarse hasta altas horas de la noche con uno de ellos para ayudarle a sacar su trabajo, aquel que llega primero y se va al último.
Yokozawa amaba aquello en lo que Zen era el mejor.
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