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La Ciudad de los Muertos por InfernalxAikyo

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Notas del capitulo:

Hola mis queridos querubines! 

No me he aguantado y he subido el capítulo 2 n.n En parte es para presionarme a mi misma para seguir escribiendo y también porque los primeros 3 cap son introductorios, entonces quiero pasarlos rápidamente para ir de lleno con la historia Q___Q 

En este cap hago alusión a una canción de una banda llamada Demon Hunter, la canción se llama Deteriorate  Pinchen el link si les apetece oírla :) (Esta con subtitulos *o* Solo hay que darle a CC) 

Como siempre, cualquier error que noten háganmelo saber para yo corrigirlo :) 


Un abrazo! 

 Capítulo 2: "Deteriorate"

 


Desperté nuevamente dentro del asiento de un viejo auto, cosa que era muy común en este último tiempo. Me sacudí perezosamente el cabello y abrí la puerta hecha pedazos para salir. Me puse la cazadora de cuero negra y ajusté mochila y escopeta a mi espalda, como siempre. El día estaba soleado, quizás demasiado como para estar en pleno otoño, aunque con el clima de estos días no se sabía, un día llovía torrencialmente y al otro los rayos del sol te quemaban la piel. Comencé a caminar hacia algún lugar, no sabía dónde, sólo anduve inerte. De pronto me sentí extraño, sentí que algo me faltaba, un vacío. Sí, un profundo vacío se empezaba a formar en el interior de mi pecho. La sensación era asfixiante.

Las calles estaban completamente desiertas, maltrechas, llenas de escombros, pero desiertas, ni un sólo rastro de muertos vivientes, ni de personas. Absolutamente nada.

Estaba completamente solo en ese lugar.

Oí un sollozo, más bien fue un leve gemido que de alguna forma me pareció un llamado. Emprendí camino en dirección a los lamentos que poco a poco comenzaron a inundar mis oídos y entré en un callejón oscuro que por algún motivo desconocido para mí se hacía inmensamente familiar, no sabía de dónde, no sabía por qué. Los gemidos allí se hicieron más ruidosos. 

   —¿Hay alguien ahí? —pregunté, pero nadie respondió. Silencio, ahora todo estaba horriblemente afónico, ni siquiera podía oír bien mi propia respiración que parecía ausente—. ¿Hay alguien...? —repetí, pero mis palabras callaron solas. Ahí le vi, al final del callejón. Estaba encogido en un rincón, temblando mientras abrazaba sus rodillas. Reconocí el cabello castaño un poco más oscuro que el mío cayendo desde su frente en mechones mojados por el sudor y aquellos ojos mieles, convertidos ahora en ríos de lágrimas.

Me quedé helado, mirándole por unos segundos hasta que reaccioné ¡Eso! ¡Eso era aquello que me había hecho sentir vacío! Corrí hasta la débil figura que estaba al final del pasadizo.

   —¡Ethan! —Una nerviosa sonrisa se me formó en el rostro. Por unos instantes había tenido la extraña sensación de que le había perdido, pero ahí estaba. Vivo y asustado, como siempre.

Y yo estaba allí, para protegerle.

   —¡Ethan! —volví a gritar su nombre mientras llegaba a su lado para embestirlo en un abrazo. Él detuvo su llanto y por un momento se dejó abrazar por mí. Sin previo aviso, las lágrimas inundaron mis ojos, rodando sin control por mis mejillas frías.

   —¿Por qué lo hiciste, Aiden? —preguntó él con voz palpablemente triste, aún sin apartarse de mi abrazo. Lo estreché con más fuerza y no respondí, pero un dolor intenso me cruzó el pecho y formó un agudo nudo en mi garganta que apenas me dejaba respirar. No, no quería escuchar lo que sabía estaba a punto de oír—. ¿Por qué me mataste?
Aquellas palabras calaron en lo más hondo de mí, haciéndome ver que aquel vacío era verdad. Inútilmente intenté abrazar con más fuerza aún el cuerpo de mi hermano que de pronto, había comenzado a desaparecer. 

«No lo he protegido»

«Pude haberlo evitado»

«Yo le he matado»

   —Te odio, Aiden... —fueron las últimas palabras de Ethan, antes de empezar a desaparecer entre mis brazos.

   —E-Ethan, perdóname... —susurré apenas, conteniendo las lágrimas. Pero su frágil cuerpo estaba ya a punto de esfumarse.

Su imagen desapareció y me sentí infinitamente solo. El fuerte dolor en mi pecho no me dejaba en paz, mi estómago dolía y el peso en mi conciencia me carcomía y me roía por dentro. La frase “Y si...” se hizo protagonista en mi cabeza.

«Y si hubiese tenido más cuidado…»

«Y si aquel día, hubiésemos tomado otro camino…»

Lloré sin preocuparme de que algo o alguien me escuchara porque la soledad en ese lugar se sentía tan fuerte que helaba mi espalda y me cortaba la respiración. Todo aquello se sentía horrible. La angustia, el dolor, la agonía de saber que debí haber sido yo y no Ethan el que murió ese día. Sentí ganas de llamarle, de gritar su nombre, quizás así volvería junto a mí una vez más, quizás así despertaba de esta horrible pesadilla. Quería abrir los ojos y estar a su lado, sentir el calor de su cuerpo, sentir su respiración tranquila.

Quería oír su voz calmada, tranquilizando a este agitado corazón.

   —E-Ethie... —murmuré apenas. La voz no se escuchaba, estaba demasiado quebrada por las lágrimas y apenas podía articular palabra, intenté forzarla para poder decirlo.

   —¡Ethan! —grité con todas mis fuerzas, desesperadamente.

Mi propio alarido fue lo que me despertó. Abrí los ojos, estaba sudando y las lágrimas caían aún sin detenerse por mis mejillas, la respiración era agitada y el molesto dolor en mi pecho seguía ahí, ahogándome.

Miré a mí alrededor, estaba dentro de un hangar vacío. Había allí muchas cajas, fierros, un bate, algunos electrodomésticos desarmados, seguramente recogidos de la calle, un pequeño bidón que contenía agua y un calor tan asfixiante que llegué a pensar que estábamos en verano. Una improvisada cama igual a aquella donde había despertado estaba frente a mí, sobre ella, el pelinegro me miraba algo sorprendido, con los insondables ojos oscuros abiertos y el cabello ébano alborotado sombreándole la frente. Parecía estar leyendo algo.

   —¿Qué te sucede, subnormal? —preguntó con la voz cargada de burla, mientras volvía a su lectura.

   —U-Una pesadilla... —expliqué, ignorando por completo su tono.

   —No me gustaría estar en tus zapatos, chico. Debiste hacer algo  muy terrible para tener esa clase de sueños —dijo ahora con voz seria, dedicándome una mirada indescifrable—. Te veías angustiado, pero no quise despertarte.

«Claro, muy amable de tu parte»

   —A cada uno le siguen sus propios fantasmas —sentenció con voz ronca y sentí cómo un nudo volvía a formarse en mi garganta. De alguna manera, él había dado en el clavo.

Me levanté como pude, ya que las piernas aún me temblaban considerablemente por el horrible sueño que acababa de tener y me acerqué al pelinegro que estaba frente a mí, tendiéndole la mano.

   —Me llamo Aiden —aclaré, esperando que correspondiera, pero él no apartó la vista de su lectura, estaba absorto, como si aquel libro se tratase de una especie de biblia sagrada que contenía los secretos mejor guardados de la humanidad.

   —Lo sé —se limitó a decir. Fue entonces cuando posé mis ojos sobre aquel pequeño libro, más bien, en la pequeña agenda que estaba leyendo ¡Era mi agenda! —. ¿Te sientes mejor luego de escribir todo es...? —Pero sus palabras se cortaron cuando se la arrebaté bruscamente de las manos y la guardé en mi chaqueta—. ¡Hey!

   —¿¡Acaso nadie te enseñó a no entrometerte en las cosas de los demás!? —grité—. ¿¡Hasta dónde has leído!?

   —Hasta la parte en la que tú y tu hermano corrían por las líneas del metro. Por cierto, eso no fue una buena idea —dijo sin ningún ánimo aparente de pedir disculpas por aquella falta de respeto y de hecho, me dirigió una molesta mirada que quería decir “He quedado en la mejor parte, idiota”—. ¿Dónde está él? —preguntó. Mordí mi labio inferior, luchando contra las ganas de matarle. 

   —Eso no es de tu incumbencia —sentencié, dando a demostrar que no estaba dispuesto a hablar más sobre el tema.

   —Está bien —Se levantó y se quedó algunos segundos frente a mí—, pero yo no me entrometí en tus cosas, esa agenda estaba tirada en el piso —Sus ojos negros se cruzaron nuevamente con los míos. Sentí que empezaba a odiar aquella mirada—. Solo cuando dijiste tu nombre supe que era tuya —aclaró y dio media vuelta para encaminarse hacia una pequeña olla que había comenzado a hervir bajo una cocinilla a gas. Mi estómago rugió ferozmente cuando el delicioso olor que esparció de ella inundó mis fosas nasales—. Por cierto... —dijo, mientras revolvía la mezcla que se cocía en el interior—. Soy Ethan.

   —No me jodas —murmuré molesto, pero lo suficientemente alto como para que él me escuchara ¿Acaso era una jodida broma?

Precipitadamente y casi sin moverse me lanzó algo que me golpeó en el rostro.

   —¡Auch! ¿¡Por qué hiciste e..!? —Me detuve cuando eso que me golpeó cayó sobre mis manos. Era una licencia de conducir, en ella se veía a un joven de unos diecinueve años que por la fecha de nacimiento indicada en la tarjeta debía tener ahora veinticuatro y meses. Llevaba el cabello oscuro mucho más corto y ordenado de lo que se veía ahora y sus ojos se veían mucho menos hostiles, incluso una pizca de dulzura se veía reflejada en ellos. 

«La gente cambia demasiado» Fue lo que pensé mientras me fijaba en el nombre, allí podía leerse claramente “Ethan Faust Grey Strauss” Efectivamente su nombre era Ethan, después de todo, era un nombre bastante común.

   —Menudo enredo de apellidos que tienes —me burlé.

   —Lo sé... —aclaró más orgulloso que molesto—. Mi padre era canadiense y mi madre francesa —explicó. El pelinegro apagó el fuego y preparó dos tazas de lo que parecía sopa con fideos en conserva. Me entregó una junto a una cuchara. Observé por unos segundos el simple platillo, jamás había comido nada como eso. En nuestra casa sólo consumíamos alimentos cosechados y preparados en el mismo lugar, pero ahora aquella sopa se alzaba tan agradable al olfato, tan apetitosa que sentí como se me hacía literalmente agua la boca.

   —Gracias —dije sin apartar los ojos de la taza que contenía aquel elixir que me devolvería la vida—. No he comido en tres días —aclaré, como queriendo explicar por qué no apartaba los ojos de aquella tacita.

   —¿Qué estás esperando entonces? —dijo metiéndose un pedazo de pan a la boca. Llevé la taza a mis labios para beber, intentando controlar el hambre para no parecer muy desesperado. Esa sopa estaba sencillamente deliciosa, la bebí toda de un sorbo, incluyendo fideos y todo.

Ethan me observaba pasmado.

   —Deberías disfrutar un poco más la comida —dijo tendiéndome un pedazo de pan que no me molesté en rechazar.

   —L-Lo siemtho —respondí con la boca llena. Me apresuré en tragar y aclaré la garganta—. Lo siento —repetí.

   —Dime, Aiden —La voz de Ethan de pronto se escuchó completamente seria—. ¿Qué piensas hacer ahora? —Aquellas palabras fueron como una cortina de hierro cayendo sobre mí. La realidad. Odiada realidad.

Aquel chico era un completo desconocido, quizás sólo me brindó ayuda porque le di lástima ¿Qué razones tendría para dejar que me quede? Ninguna. Debía irme, él ni siquiera tuvo que haber gastado un plato de comida en mí.

Estaba estorbando, pero de alguna forma...

«Me gustaría quedarme un poco más»

   —Tienes razón —dije. Dejé la tacita a un lado y me dirigí hacia la cama donde había dormido para tomar mi mochila y mi escopeta. Me paré frente a él e hice una leve reverencia con la cabeza—. Muchas gracias por ayudarme —musité en voz baja. Me dirigí hacia la puerta del hangar.

   —¿Quieres quedarte, no? —escuché la voz varonil y una pequeña y casi imperceptible sonrisa afloró de mi rostro—. Después de todo no sobrevivirás más de una semana fuera con las pocas municiones que te quedan —la sonrisa se borró cuando oí eso. Di la vuelta y le dirigí una molesta mirada.

   —Eso no... —intenté decir.

   —Dame algo que no tenga en este lugar y te dejaré quedarte todo el tiempo que quieras —interrumpió el moreno, como entablando un desafío. Giré hacia él, mirándole confuso, luego miré todo el lugar. Allí había comida, agua, camas e incluso una pequeña cocinilla a gas ¿Había algo que fuese necesario?

   —Traigo pasta dental conmigo —dije con una sonrisa triunfante en los labios. Algo tan útil como la pasta dental no era algo que el común de la gente atinaba a guardar en sus bolsos a la hora de escapar de un apocalipsis zombie.

   —Bicarbonato de sodio, sal y menta. No es algo que sea difícil de preparar. Lo hago generalmente.

   —Demonios... —mascullé entre dientes. Él soltó una risa burlesca y se cruzó de brazos, esperando.

De pronto, me fijé en la figura que me observaba metros más allá. El cabello negro, aquella apariencia ruda, las botas militares, sus ropas oscuras. De alguna forma se me hacía muy peculiarmente familiar. Busqué con la mirada algo que me diese una señal que  confirmara que tenía la razón, en un tumulto de ropa la encontré, una camiseta estampada y gastada donde podía  leerse ‘‘Demon Hunter’’. Una pequeña lucecita pareció encenderse en mi interior.

   —Cierra tus ojos —dije de pronto.

   —¿Qué?

   —Que cierres los jodidos ojos— ordené y quizás por mera curiosidad, él aceptó y cerró los ojos. Comencé a hurgar en mi mochila y logré encontrar un pequeño aparato electrónico. Lo examiné con cuidado, era un viejo reproductor mp3 donde mi hermano y yo solíamos oír música, al parecer esta vez me aseguraría la estadía un tiempo más. Caminé algunos metros y encontré lo que me había parecido ver minutos antes, unos pequeños parlantes portátiles se encontraban entre toda la basura del lugar, los conecté al aparato y lo encendí, rogando porque se escuchara.

Comencé a buscar desesperadamente una canción.

«Estoy seguro que tenía algo de Demon Hunter»

Una desconocida banda de metal que poseía un sonido potente y letras profundas y algo sentimentales. De alguna forma, Ethan me parecía el tipo de chico que escucharía este tipo de banda, además...

«Mi hermano también los escuchaba»

Fue solo una corazonada.

Encontré una que se titulaba “Deteriorate” No recordaba haberla oído, pero el nombre me llamó la atención. Le di al botón Play y esperé la reacción del pelinegro. Enseguida el sonido de una guitarra inundó el lugar. Me asusté un poco, eso no era lo que esperaba, la guitarra sonaba pero no me parecía para nada música pesada, más bien parecía una balada.

Una voz comenzó a cantar.

«Bueno, todas las bandas de rock pesado siempre sacan alguna canción suave» Pensé, mientras miraba nerviosamente la figura de Ethan, quien aún no abría sus ojos, pero parecía inmensamente concentrado en escuchar.

El coro llegó y junto a él las guitarras pesadas. Aun así, la letra seguía sonando igual de deprimente.  


‘‘Our carless feet leaving trails.
Neverminding the fragile dirt
we all end it…’’


«Nuestros negligentes pasos salen arrastrándose, sin importar la sucia fragilidad, en la que terminaremos…» Tomé sentido a las palabras mentalmente y de alguna forma, el recuerdo de mi hermano asaltó mi cabeza.

Los acordes de pronto se hicieron inmensamente familiares. Entonces lo recordé.

«Ethan amaba esa canción…»

Sentí un estruendoso golpe que me sacó de mis pensamientos. Dirigí mi mirada hacia el pelinegro, se había dejado caer sobre una de las camas, con los brazos extendidos, los ojos aún cerrados y una enorme y efusiva sonrisa cubriéndole el rostro, complacido, extasiado. Un escalofrío corrió por todo mi cuerpo.

«Está sonriendo…»

Sin mover un músculo, aún sobre aquella cama, aún con aquella sonrisa dibujándole una, lo que me pareció, adorable mueca en el rostro, abrió la boca para hablar y todo mi cuerpo se paralizó, esperando la respuesta.

   —Me moría por oír algo de música —dijo, como explicando su comportamiento. Levantó levemente el rostro y clavó los ojos negros sobre mí. Por primera vez, su mirada no era hostil—. Estás dentro, chico.

 

Notas finales:

Les ha gustado? 

Sep, menuda suerte la de Aiden. Su hermano y el pesado se llaman igual :3 

Dejen sus rw! n.n 

Saludooos :3 



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