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I loved por nero

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Notas del fanfic:

Hola, muchas gracias por entrar a leer :) he estado haciendo y rehaciendo los capitulos una y otra vez...pero creo que este resultado llenó todas mis expectativas, y espero que las suyas tambien cuando lo termine.

La historia es narrada en primera persona por Sasuke y el título del fanfic pertenece a una canción que adoro y que formó parte de mi vida desde que la escuche, y bueno, se puede decir que involucre varias experiencias de mi en esta historia.

¿Alguna vez me importó lo suficiente el hecho de que yo no podía amar? Hundido dentro  de mí rodeado de miseria, tan solitario que mi odio sentía pena. Llegué a pensar que eso era todo, yo no podía odiarme si no tenía a alguien a quien amar.

Tan difícil fue deducirlo como llevarlo a la práctica, primero debía conocer que era lo que quería. Esa parte fue fácil, quería a alguien que fuera inteligente, fuerte e independiente, que cada vez que lo recordara solo sintiera felicidad, alguien que me hiciera olvidar que existo solo para morir, que forme parte de mí de una manera tan descomunal como para acabar con mi mundo y construir uno mejor. Que fuera alguien que deje pasar mis nervios y mi timidez.

No podía creer que esta conclusión tan fácil de pensar me dejara un vacío muy profundo en el pecho, nadie sería capaz de reunir estas cualidades, ni nadie sería capaz de asumir la responsabilidad de solo quedarse a mi lado para hacerme feliz.

Pero un día conocí a este chico, torpe y extremadamente feliz de la vida, me dio curiosidad. Su cabello abundante y deslumbrante delante de mí me dio la sensación de comodidad que no sentía desde que era un niño y desesperadamente quería hundir mi mano ahí, quería acariciar esas brechas que me llevarían a los recuerdos de mi feliz infancia, cuando no conocía complicaciones. Y sin saberlo, y apenas enterándome, había metido la mano ahí. La aparté rápidamente nervioso de que se hubiese dado cuenta.

-¿Qué haces?- me preguntó volteándose. Había olvidado completamente el hecho de que estábamos en un salón de la facultad, rodeado de todos nuestros compañeros, que ahora estaban ahogándose en risas comprimidas por mi acto desprevenido.

-Lo siento- dije sin mirarlo a la cara. Supe que se molestó y se volteó hacia la mesa de su pupitre. Me senté mientras la vergüenza me devoraba, tapé mi cara con ambas manos tratando de sujetar mi dignidad, claro que no pude hacer nada por remediarlo.

El resto de la clase estuve pendiente de cada uno de sus movimientos, pero más que eso, intentaba encontrar un pequeño descuido de su parte para poder disculparme con excusas que estuve pensando ridículamente. Pero nada, lo único que hacía era mirar al profesor, y bajaba la cabeza para escribir en su cuaderno, me quedé impresionado por su forma tan hábil de escribir, lenta pero refinadamente, como si lo hiciera para que alguien más leyera.

Me arrepentí de no escuchar la clase durante esa hora, sabía que era importante pero me sentí aturdido cuando me di cuenta de que la confusión y la ganas de volver a ver su cara y tal vez tocar su cabello de nuevo me estaban atacando la cabeza, y la razón sería que estaba empezando a ser atraído.

Cuando la clase terminó estaba a punto de irse pero lo detuve.

-Enserio lamento haber hecho eso, sé que fue raro- le dije apenas sujetándolo por el brazo, de nuevo sentí nervios y metí mis manos en los bolsillos de mi pantalón rápidamente.

-¿Todavía sigues pensando en eso? No te preocupes, tranquilo- exclamó sonriendo y sin problemas –Aunque sí, fue raro-

-Enserio lo lamento, es que estaba pensando en algo y…me distraje-

-Bueno, suele pasar, hasta en los más serios- dijo refiriéndose a mi personalidad. Asentí sin hacer notar que eso me ofendió un poco, ser una persona seria no era precisamente algo de lo que estaba orgulloso, algunos suelen mal interpretarlo y hacer ver que solo soy un amargado.

Luego de que notó que no tenía más nada que decir, se dio la vuelta y salió por la puerta caminando detrás de alguien que era su amigo. Después de eso, no supe que hacer, mi respiración se retuvo y solté el aire para tomar más rápidamente, un aire contaminado y plagado de aceleraciones que sufrió mi corazón.

Y como pude predecir, pasé el resto del día sufriendo por mis acciones. Debí de ser más cortés, o mejor dicho, más cool, así no lo hubiese asustado. Aunque lo que me mantuvo en la zona de tranquilidad por minutos antes de volver a desconsolarme por mis estupideces, fue esa sonrisa. Algo tan mágico que puso mi corazón de piedra, recordarlo era como astillarme con emociones que temblaban en mi interior, un instante que se repetía borrosamente y me hacía feliz, queriendo volver a verla, sentía que si lo veía sonreír de nuevo, yo nacería en sus brazos.

Pasar ratos así en mí mismo era una costumbre, o más bien, como un escudo. En mis pensamientos podía crear una vida que no tenía, y así poder sentirme un poco mejor. Regularmente pensaba que yo era demasiado sensible para ser un humano, me hubiese sido mejor ser un animal, cualquier tipo, sin tener la capacidad de razonar solo la de amar.

O tal vez, yo era demasiado idiota para entender la fórmula más fácil de la vida: nacer, crecer, morir, saltando lo obvio que es alimentarse, hacer una familia, conseguir un buen trabajo, etc… cosas que no tenía sentido en mi cabeza. Ahora, ¿De dónde viene esa necesidad perpetua de buscar afecto? ¿Por qué después de tanto esfuerzo en encontrar la libertad nos lanzamos a la boca de cualquiera que diga “te amo”? ¿Qué de malo estaba conmigo para llorar en la búsqueda de alguien por quien pudiera dar mi vida?

No tiene sentido.

Y luego de tanto filosofar las preguntas que no tienen respuestas consigo un poco de calma al notar que nada tiene sentido, por lo tanto no debía sentirme mal por ser una persona extraña, ya que al no tener sentido mi existencia, entonces estaba siguiendo el camino correcto de la vida.

Y luego volvía a mi tortura de esperar el próximo jueves para ver aquella abultada cabeza que había tocado sin pensar, esperando el momento que me diera el destino para volver a hablarle, para hacerle sonreír. Era así, tenía que esperar toda una semana, solo para verlo los jueves y los viernes, los únicos días que coincidíamos en materias.

En realidad, no era que yo tuviera muchos amigos en la facultad, solo unos cuantos que igualmente veía de vez en cuando. Pero no ansiaba verlos justo como él. Esperando cada día por saber quién es, como no sabía cuál era su nombre, le inventé uno, Eriasu.

Lo poco que conozco de Eriasu (que no haya inventado) es que su hermoso cabello es rubio natural, incluso sus pequeños bucles que le daba volumen. Un día lo vi llegar tarde, por lo cual tenía el cabello aun húmedo de la ducha y cuando se le secó era la misma forma de todos los días. Además sus ojos azules eran comunes e inexpresivos hasta que sonreía o hablaba de algo que parecía gustarle, brillaban como si la escarcha naciera de sus pupilas. Y le gustaba leer, cualquier cosa que le deje buen conocimiento y aborrecía las novelas juveniles de moda.

Esas simples tres cosas que sabía de él que formaban mi mundo entero. Y yo solo esperaba para enriquecer mis conocimientos sobre él cada día.

Cuando llegó el jueves, estaba tan ansioso que casi no pude dormir en la noche, y como consecuencia, llegué tarde a clases.

Afuera del salón, me quedé mirando la puerta. Sabía que si entraba la profesora me miraría de mala manera, me preguntaría el porqué de mi atraso y trataría de ridiculizarme. Respiré hondo varias veces y mordí mis labios, no podría ser tan malo, de todos modos, podría ver a Eriasu de nuevo.

Pero antes de hacer algo en vano, me asomé a la ventanilla de la puerta. Miré a todos lados entre los pupitres pero él no estaba allí.

-¿La profesora ya está ahí, cierto?- preguntó una voz en susurros a mi lado. Estaba a punto de responder cuando me di cuenta de quién era.

Dos grandes ojos azules me miraban como tratando de penetrar en mis pensamientos mientras yo intentaba reponer el aire que perdí cuando se volvió carbono en mi boca. Como a pesar de eso mis cuerdas vocales no quisieron colaborar, asentí mientras sonreía para que no se diera cuenta de mis nervios.

-¿No vas a pasar?- me preguntó colocando un dedo sobre la puerta. Negué con la cabeza aun con los nervios a flor de piel.

-Va a regañarme- le dije sintiendo que mi voz tembló.

-Ah, pero ¿no irás a perder el viaje hasta aquí?- dijo sonriendo, volviendo a darme una razón para seguir consiente, porque ya mi cuerpo tenía ganas de desmayarse –Ven, entremos juntos-

Luego de decir esto, tomo mi brazo y empujó la puerta, empujándome luego a mí para entrar.

-Buenos días, lamentamos el retraso- dijo él manteniendo una postura firme, hablando alto y claro.

Eriasu, en un día se convirtió en la persona que más admiraba.

El profesor seguro que nos regañó, incluso nos bajó los puntos de asistencia, sin embargo pudimos ver la clase para estar preparados para el examen.

-Eres un tipo alto, deberías tener más confianza- me dijo saliendo de clase. Si era un tipo bastante alto, pero no podía tener confianza en mí mismo y cualquier cosa que hiciera sería juzgado por los demás.

Peiné un poco mi cabello antes de salir para que la brisa no molestara y él se me quedó viendo. Esperé a que dijera algo pero solo me miró sin pestañear. No sabía dónde meterme, así que solo carraspeé y miré hacia otro lado, seguro de que estaba sonrojado.

-Hey- dijo acercándose.

Sentí que colocó sus dedos en mi quijada, tomando mi mentón con cuidado, quería cerrar los ojos cuando un dolor en mi pecho me hizo perder la respiración, pero no lo hice. Giró un poco mi cabeza hacia él y apretó mi mandíbula con sus dedos.

-Mírame bien- dijo calmadamente –Si empiezas a mirar a los ojos de la gente cuando hablen, tendrás más confianza, es duro, pero tienes que hacerlo.

Un segundo apretón me hizo mirar a sus ojos fijamente, me quedé así esperando a que me soltara pero no lo hizo.

-¿Cómo ha estado tu día?- me preguntó.

-Muy bien, gracias- dije rápidamente. Él chasqueó la lengua y me miró enojado.

-Sé que no eres un robot porque te estás sonrojando a morir- me dijo soltándome, yo bajé la mirada por ese comentario, se había dado cuenta –Pregúntame a mí-

-¿Eh?- no tenía mucho sentido esta lección de buenos modales y ser extrovertido, pero podía soportar la vergüenza si pasaba tiempo con él.

-Pregunta cómo ha estado mi día- dijo sentándose en uno de los bancos del patio.

-¿Cómo ha estado tu día?- pregunté.

-Muy bien, gracias, es bueno verte de nuevo- dijo sonriendo -¿Y el tuyo, cómo está?-

-Muy bien, gracias- dije automáticamente, principalmente porque su sonrisa, aun siendo fingida me hizo temblar el corazón. Él suspiró y se encorvó un poco.

-Necesitas práctica- dijo levantándose y colocando su bolso en un hombro – ¿Mañana vienes a clases?

-Sí- le dije algo ansioso de su partida.

-Nos vemos mañana entonces, Sasuke- dijo saludando con la mano y diciendo mi nombre de la manera más común que cualquiera.

Yo apenas me quedé sentado sorprendido de que lo supiera, entonces respiré de un golpe y me levanté. Yo era un idiota, debí preguntarle el suyo, ahora él daría por sentado que lo sabía.

Y sin más ya había encontrado el tema que me obsesionaría por las próximas veinticuatro horas hasta que lo volviera a ver repitiéndose la historia, esto era algo lo cual llamaba sarcásticamente “el tema de la fiesta sin alcohol”, algo muy complaciente y tierno pero obstinante y deprimente.

 

 

Notas finales:

Espero que les haya gustado hasta ahora, el próximo lo subiré mañana.


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