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Ardamos por hitomi_G

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Notas del fanfic:

Esta historia es en sí un AU, pero conserva muchas cosas del original. Espero sea de su agrado.

Sekaiichi Hatsukoi y los personajes le pertenecen a Nakamura Shingiku,esta historia esta basada en su obra y no pretende, en ningún caso, apropiarse del contenido original. La realización es con fines de entretenimiento y recreación.

Notas del capitulo:

Aquí el primer capítulo de mi primer fanfic -publicado- de Sekaiichi Hatsukoi. La verdad, no sé ustedes, pero yo no puedo con esta pareja, me dejan demasiados feels cada vez que los leo. Y un secreto: es porque yo viví al go similar... jeje

Bueno ya les dejo leer en paz ;9

Capítulo 1:

Tras haber dejado los obsequios sobre su escritorio el hombre se encaminó al perchero donde todos los empleados de su departamento dejaban los abrigos al llegar. Rebuscó con cuidado en uno de los bolsillos laterales hasta dar por fin con una pluma. Luego de cogerla regresó a su escritorio y anotó la dirección que su ordenador mostraba en la pantalla, además de hacer una copia sencilla del plano para llegar ahí.

-          ¿Sigues por aquí Takano? – la voz de su colega le regresó a la realidad. Se había quedado mirando fijamente la fotografía del lugar en el ordenador. Una construcción pequeña de dos pisos. El de abajo era un bar, pero era el de arriba el que le interesaba al hombre.

-          Sí, pero ya estaba por irme.

-          ¡Vaya! Sí que eres dedicado. La mayoría faltaría al trabajo el día de su cumpleaños, pero tú vienes todo el año sin importar la fecha. Jamás te he visto tomar vacaciones tampoco.

Era 25 de diciembre, y no se suponía que nadie debiera trabajar ese día, pero en la compañía editorial en la que él trabajaba no se respetaban los días festivos. Los únicos días de asueto oficiales en la compañía era el día del cumpleaños de cada trabajador y sus respectivas vacaciones, que duraban dos semanas y se les daba una vez al año.

-          Es porque todo el departamento y el progreso que hemos hecho se vendrían abajo si llegara a faltar un solo día, Kisa.

-          ¡Qué poca fe nos tienes! ¿Cuánto tiempo hemos trabajado juntos?

-          El suficiente para estar seguro de que, en efecto, eso es lo que pasaría.

Conversaron unos minutos más antes de despedirse. Takano tomó las cajitas de obsequios que había recibido y las guardó todas dentro de los bolsillos de su abrigo. Después ordenó su escritorio y revisó el trabajo que había para hacer al día siguiente. Satisfecho por su desempeño se dio la media vuelta, tomó su sombrero de copa y se lo puso; y se encaminó a la salida.

-          ¡Ay!

Debido a que el sombrero estaba inclinado hacia el frente no se había percatado del joven que entraba al mismo tiempo que él se disponía a salir. Inclinó la cabeza en gesto de disculpa y murmuró un “lo siento” antes de volver a erguirse.

-          Ah, no, fue culpa mía, Takano-san.

El joven se había agachado a recoger un papel que se le había caido al suelo al momento del choque, y su cabellera castaña le cayó hacia el frente tapandole la cara. Takano se inclinó para levantarlo antes que él, y terminó tocando la mano del chico por accidente cuando ambos estiraron los dedos para coger el folio.

El joven levantó la mirada, dejando apenas entrever sus ojos color aceituna detrás del flequillo que se le había desacomodado. Tras la expresión de incomodidad que había gesticulado, retiró rápidamente la mano tras tomar el papel del suelo.

-          Gracias

-          Descuida, no hay problema.

Takano no dejó pasar desapercibida la mirada de rechazo en el rostro del joven, pero aun así no quería desaprovechar una oportunidad como esa, puesto que casi nunca se lo encontraba a solas. Le esperó en la entrada de la oficina y cuando el chico pasó a su lado despidiéndose, le habló.

-          Hace mucho que quiero invitarte a unas copas. Siempre te ves tan ocupado llevando mensajes de un departamento a otro, tienes que relajarte. ¿Qué dices? ¿Irías conmigo por un trago? Podríamos hablar de los viejos tiempos mientras estamos en ello y…

-          No – el chico respondió con firmeza y determinación. – Lo siento, Takano-san, pero estoy muy ocupado ahora. Además, no me interesa nada hablar sobre cosas del pasado contigo. Espero comprendas. Si me disculpas, yo me retiro, tengo cosas que hacer.

“Me lo imaginaba”

Y es que no era la primera vez que el chico rechazaba una invitación suya. Vaya, no era la primera ni la última vez que rechazaba la invitación de cualquiera. Era obvio que en la compañía varios trabajadores intentaban pretenderlo, pero por más que se esforzaran, el chico simplemente parecía no tener interés alguno en ninguno de ellos. Para empeorar las cosas, parecía que le había dado por rechazar a Takano de una manera más directa y fría que a las demás personas, pero no podia culpársele por ello. Takano Masamune había sido, después de todo, su novio durante la preparatoria. Por supuesto, nadie en la compañía estaba al corriente de esa información, así que simplemente interpretaban la cruel negativa del muchacho como una reacción ante la prolongada insistencia del editor en jefe.

Suspirando, Takano Masamune emprendió la marcha hacia el exterior del edificio procurando seguir una ruta larga para evitar toparse con el chico nuevamente. En su mente, imágenes del muchacho le inundaban los pensamientos, y su nombre hacía eco cada pocos segundos en su interior.

De tez pálida, mirada ingenua, cabello lacio y castaño, largas pestañas y complexión delgada; Onodera Ritsu era como le llamaban a aquella creatura que parecía creación divina. Tanto hombres como mujeres caían rendidos ante el atractivo del chico. Además, tenía una personalidad de lo más única. Era trabajador, dedicado, honesto y educado; pero además se le conocía por ser serio y lucir un ceño fruncido como ningún otro en la compañía. A primera vista daba el aspecto de ser una persona difícil de tratar, pero conforme se le iba conociendo, la gente se quedaba maravillada con su forma de ser.

Todo lo contrario era Takano Masamune. Era un hombre alto, apuesto, de cabello negro y ojos color avellana que en seguida se ganaba a la gente debido a su buen trato, pero que era solo una fachada, porque solo las personas que realmente lo conocía sabían que muy en el fondo era un hombre manipulador y arrogante. Y entre el puñado de personas que conocían esa faceta de su personalidad, estaba Onodera Ritsu.

Estaba esperando a que el semáforo para peatones cambiara de color cuando le pareció divisar una silueta conocida al otro lado de la acera. ¿Acaso su imaginación le estaba gastando una broma? Probablemente sí, se dijo, pues la silueta que había supuestamente reconocido era la del chico de cabello castaño y ojos verdes que acababa de rechazarlo por última vez.

Cuando la luz finalmente cambió a verde, cruzó la calle junto con las demás personas que habían aguardado a su lado. Durante el cruce no dejaba de pensar en Onodera Ritsu. Rebuscó entre los bolsillos de su abrigo hasta que encontró por debajo de una de las cajas de regalo un pequeño papel. Lo escrutó por varios segundos y luego miró el señalamiento de calle que tenía más próximo. Ya no estaba lejos de su destino. Guardando nuevamente el papel en su abrigo, reemprendió la marcha hasta adentrarse a una zona bastante oscura y apartada del resto de la ciudad en donde muy pocos peatones circulaban, y donde todos ellos parecían guardar peligrosos secretos.

Hizo memoria mientras observaba las construcciones y pequeños edificios hasta toparse con el de la fotografía que había estado observando una hora antes en su oficina. Decidido se encaminó hacia él y subió las escaleras a la segunda planta. Tocó la puerta cuidadosamente y esperó hasta que le abrió la puerta una chica que vestía ropa parecida a la que usaban las chicas en los cabarets de las películas americanas y francesas que había visto. Los labios de ella estaban coloreados de un llamativo color rojo y sus ojos estaban sombreados de color verde aceituna. Sus pechos sobresalían un poco por la parte de arriba del corsé que llevaba puesto, y además caminaba con gracia a pesar de los altísimos tacones de aguja que portaba.

-          Muy buenas noches, guapo. Bienvenido al cabaret “Rubí” – le saludó mientras lo guiaba hacia el escritorio de la recepción. - ¿Qué puedo hacer por usted?

-          ¿Ofrecen algún servicio de compañía por la noche entera?

-          Ofrecemos nuestro servicio por hora, caballero. ¿Le apetece un hombre o una mujer?

-          Me da igual.

-          Bien, veré qué tengo disponible.

Masamune notó como varios rostros, femeninos y masculinos, comenzaron a asomarse hacia el vestíbulo a la espera. Mientras la chica en el escritorio de recepción revisaba algo en su ordenador, Masamune le dio vueltas a la resolución a la que había llegado.

Ya estaba harto. Parecía que nada de lo que intentara funcionaría para atraer a Onodera Ritsu de nuevo hacia sus brazos. Es más, parecía que con cada intento lo único que lograba era alejarlo de él. Esa noche estaba cumpliendo ya sus treinta años de edad, y al ver que no tenía esperanzas de que el chico quisiera sentar cabeza con él, y al haberse resignado a que no importaba lo que hiciera, tampoco podia encontrar la manera de enamorarse de nadie más; Takano Masamune optó por llevar la vida fácil de un lobo solitario en busca de compañías nocturnas esporádicas para saciar sus necesidades eróticas.

-          Esta noche tenemos a cuatro damas y dos caballeros disponibles. Por hora son 7000 yenes con cualquiera de las mujeres y de los hombres. Tenemos otra compañía disponible, sin embargo, es mercancía especial y su precio es más elevado. Si lo que busca es saciar su libido cualquiera de nuestros chicos o chicas puede cumplirle satisfactoriamente, pero si lo que desea es despertar todo su potencial y deseo y liberar toda su frustración sexual, entonces nuestro otro chico es más recomendable. Además con él no hay tiempo límite a menos que esté aquí la encargada.

-          ¿De cuánto estamos hablando?

-          De 12,200 yenes, caballero. ¿Qué elige?

-          Le pagaré una hora de servicio con una de las señoritas. Si no me satisface simplemente buscaré a otra, ¿es eso posible?

-          Claro, siempre y cuando pague de nuevo el precio estipulado.

Masamune dejó la primera paga sobre el escritorio, y después de que la chica contara el dinero llamó con el dedo a una de las mujeres que se había acercado a curiosear.

-          Ángel, te encargo al caballero, por favor.

La llamada Ángel se aproximó a Masamune y le condujo a través de un pasillo que estaba detrás de unas cortinas de tela color granate jalándole juguetonamente de la corbata. Llegaron por fin a la habitación que la chica ocupaba y entraron a ella echándole la llave. Ángel le ofreció un trago de Whisky a Masamune, quien lo aceptó de buen gusto y lo bebió rápidamente, con el propósito de embriagarse lo más pronto posible. Algunas copas después la chica estaba sentada a horcajadas sobre el regazo de Masamune desabotonándole la camisa de manga larga, mientras él recorría los muslos de la muchacha con ambas manos. Al parecer ella lo disfrutaba, pues no se resistía a dejar escapar algún que otro gemido bajo de placer ante el roce de los dedos largos de Masamune.

-          Tal parece que hoy estoy de suerte – dijo ella. – Muy raras veces me toca alguien que logre complacerme verdaderamente. Has de tener mucha experiencia, ¿no guapo?

Masamune sonrió con picardía y hundió el rostro entre los senos de la prostituta, perdiéndose entre la mezcla de sentimientos encontrados con los que se debatía y los efectos del alcohol.

Horas más tarde había estado ya con tres de las mujeres del cabaret, y rumores sobre él se esparcían entre los empleados del lugar. Cada vez que salía de una habitación había una fila de voluntarios a ser el o la próximo o próxima. Esto le pareció muy divertido a Masamune, pero después de haber estado con el primero de los hombres se quedó sin efectivo y las demás tuvieron que quedarse con las ganas de pasar un rato con él.

Se disculpó con ellas y prometió regresar al día siguiente con suficiente efectivo e incluso tarjetas de crédito para poder pasar un rato con todos.

Repitió la misma acción cada noche al salir del trabajo como por una semana entera. Debido a la discreción que debía mantener pidió que sus datos en el cabaret fueran tratados con la mayor confidencialidad, así que ninguna de las chicas o chicos con quienes se acostaba sabía su nombre, de dónde era o donde trabajaba. En el trabajo siguió rindiendo frutos igual que siempre, y nadie parecía notar cambio alguno en él aparte de la fingida indiferencia que le dirigía a Onodera cuando se lo topaba en algún pasillo o cuando debía firmar uno de los mensajes que le llevaba. Del mismo modo, Onodera Ritsu no parecía ajeno al cambio de actitud de su antiguo pretendiente puesto que al principio le había formulado preguntas como: “¿Estás enojado conmigo?” o “¿Tanto así me detestas?”, pero al poco tiempo ya se había adaptado a la nueva falta de interacción con él y hasta parecía más tranquilo de que no lo estuviera molestando todo el día.

No fue sino hasta la segunda semana cuando Masamune empezó a sentir los estragos de su nueva vida. Había comenzado a seducir, no solo a las mujeres y hombres de compañía del cabaret “Rubí”, sino también a sus colegas del trabajo, especialmente a las mujeres, quienes eran las que caían más fácilmente ante sus engaños. Le habían llamado la atención ya varias veces por desacato y acoso sexual, y su integridad y valor en el trabajo se veían afectados. Decidió ponerle fin a esa cadena de auto-tortura yendo al cabaret y ordenando que le llevaran algo especial con lo cual no se hubiese acostado hasta el momento.

Así fue que Takano Masamune prefirió pagar aquella noche los más de 12,000 yenes que costaba la hora con la súper atracción del cabaret. Pensó que haciéndolo liberaría toda su frustración como mejor le pareciera, y que si tenía éxito su recientemente descubierta ninfomanía se vería lo suficientemente satisfecha como para no volver a tener relaciones sexuales con nadie por un tiempo.

Utilizó un préstamo que había hecho en un banco hacía ya algún tiempo porque andaba corto de capital y la noche de año nuevo regresó al cabaret. Se sentía tranquilo. Ni siquiera parecía nervioso o ansioso como al resto de los clientes que había visto pagar por el servicio “especial”. Era como si su cuerpo y mente hubiesen predicho antes que él lo que iba a ocurrirle en cuanto pagara y siguiera a la joven recepcionista hasta el fondo del pasillo donde tenían cerrada con llave la última puerta.

Para su sorpresa, detrás de aquella puerta estaba la cocina y más al fondo había otras escaleras en el techo, que llevaban a una especie de puerta trampilla detrás de la cual se encontraba el ático. La recepcionista le dijo que ya podia entrar, que su compañía de esa noche ya había sido avisada y estaba esperándolo. Solo en ese momento Masamune tuvo la sensación de que hacía algo incorrecto y tragó saliva. Miró de reojo la cocina y notó a una chica de cabello largo y ondulado que le miraba con algo parecido a resentimiento y preocupación. Ella notó que le observaba y desvió la vista hacia la cebolla que estaba picando.

-          Lo siento, ella no está disponible para servicio, caballero.

-          No es eso. ¿Acaso no escuchará lo que ocurra aquí arriba?

-          Ah, no se preocupe por eso. Las paredes son en contra de ruido aquí, para hacer de la experiencia algo más… privado.

La chica se relamió los labios con gusto luego de pronunciar la última palabra y le indicó nuevamente que subiera. Masamune notó un ligero temblor en los dedos cuando se sujetó de la escalera que le estaban ofreciendo. En su mente un recuerdo de la preparatoria había reaparecido momentáneamente. Subió lentamente debatiéndose entre hacerlo o no. Hasta ese momento había logrado apartar de su mente todo pensamiento relacionado con Onodera Ritsu mientras se acostaba con otras personas, pero por alguna razón esa noche no se sentía tranquilo. Se dio cuenta de que eso que sentía era culpa, y probablemente esa culpa se debía a que sentía que engañaba a Onodera. ¿Por qué no había sentido eso antes, entones? Se preguntó si era por el secretismo del momento o por el hecho de que le habían asegurado que jamás viviría una experiencia sexual semejante en ningún otro lado. Para él la mejor experiencia que había tenido hasta el momento la había tenido mientras hacía el amor en la preparatoria por primera vez con Onodera y probablemente era la probabilidad de que algo superara esa experiencia lo que le llenaba de temor.

“Basta, no eres una colegiala enamorada. El idiota ni siquiera te voltea a ver. Es mejor así”.

Logró subir el último peldaño y entrar al ático que estaba bastante oscuro. La poca iluminación provenía de unas lámparas pequeñas en las esquinas que estaban cubiertas con seda roja para dar un ambiente misterioso al lugar. Cerró la trampilla del ático tras de sí y se dirigió a la cama que estaba al centro de la habitación. Se sorprendió de no encontrar a nadie esperando ahí como le habían dicho. Chasqueó la lengua y estuvo a punto de dar la media vuelta, hasta que sintió un tacto frío en la espalda y el pecho. Suspiró.

-          Finalmente. Acabemos con esto.

-          Sí, amo.

Sintió los dedos helados recorrer lentamente su pecho y luego su abdomen para ir a juguetear con el botón de sus vaqueros. Pero Masamune no pudo moverse para evitar que el chico desabotonara su pantalón o para impedir que deslizara el cierra hacia abajo. Estaba estupefacto. Reunió fuerza para deslizar su mano hacia la del chico y la jaló atrayéndolo hacia él de un jalón. Había escuchado antes esa voz. Comprobó que su sentido del oído no le había hecho una mala jugada cuando vio que tratando de zafarse de su agarre había un muchacho de cabello lacio y castaño que le revolvió el estómago al hablar.

-          Amo, eso duele. ¿Podría ser más gentil?

El chico dejó de forcejear y abrió los ojos para dirigir una sonrisa pícara a Masamune, pero retrocedió en cuanto lo reconoció. El editor por su parte no sabía qué decir. Ahí frente a él le miraban un par de ojos verdes y el cuerpo del muchacho estaba solo cubierto por una camisa de botones.

-          Ritsu…

 

Notas finales:

¿Qué les ha parecido? ¿Debería continuarla? Déjenme un review, ¿sí? Se los agradecería muchísimo. También si notaron alguna falta de ortografía díganme para corregirla.

Gracias por haber leído hasta aquí.

Bye bee~


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