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Detrás de Cámaras II por GothicLittleMonster

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Notas del fanfic:

¡Saludos a todas mis queridas lectoras! Como se dijo en el resumen, este fanfic trata sobre la historia escondida de Alois y Claude en el fanfic original; "Detrás de cámaras". No es obligatorio leer el primero, pero las invito a que lo lean para comprender un poco más la trama y detalles de este n_n.

Sin más nada que agregar, espero lo disfruten n_n. Actualizaré todos los viernes.

Agradecería sus reviews para saber que tal les pareció n_n.

¡Nos leemos pronto!

Notas del capitulo:

Buenos días, tardes o noches a todas mis queridas lectoras n_n. Aquí les traigo el primer capítulo del fanfic. No sé cuantos capítulos serán en total pero les agradecería que se queden hasta el final n_n.

Tal vez les parezca un capítulo algo lento, pero eso es solo porque quiero explicarles bien lo que sucederá antes de todo el drama. El siguiente capítulo estará lleno de emociones fuertes, solo esperanlo -w-.

Bien, sin más que decir, espero les guste, puesto que me esforcé pensando en ustedes al escribirlo n.n.

Me gustaría recibir sus opiniones para saber que tal les parece n_n.

Nos leemos el próximo viernes, ¡adiós!

La noche había caído horas atrás. Eran alrededor de las dos de la madrugada; minutos más, minutos menos. Los habitantes de la hermosa Inglaterra, específicamente al sur de Londres, yacían en sus hogares, descansando de lo que fue un soleado día en la cuidad; a excepción de un cierto y peculiar grupo de personas.

En un set de grabación a las afueras de Londres, el día no había acabado aún para estas peculiares personas. No eran personas comunes, no, sino que se trataba ni más, ni menos, que del cast de la famosamente reconocida serie, a nivel mundial: “Kuroshitsuji II”. Creada por Yana Toboso y llevada a la pantalla por A-1 Pictures. La serie era todo un éxito alrededor del mundo, sobre todo en los países asiáticos. Y para fortuna de los fanáticos de esta exitosa serie, la grabación estaba a punto de llegar a su fin, lo que significaba que pronto, la secuela de “Kuroshitsuji” saldría a la luz.

─¡No puedo creer que el rodaje esté a punto de acabar!─ La afeminada voz de un hombre pelirrojo intervino en medio de un grupo de actores. Esa chillona voz solo podía provenir del excéntrico; Grell Sutclif. Actor querido por muchos de los fanáticos de Kuroshitsuji.

─¿Por qué le deprime eso, Grell-Senpai?─ Preguntó confiado junto a un toque de sorna, el nuevo integrante del elenco; Ronald Knox. ─Si pronto podremos descansar de todo el trabajo.─

─Porque… No volveré a ver a mi Will─ Conestó el pelirrojo haciendo pucheros, mientras apretujaba el torso de su compañero, William. T. Spears, quién estaba sentado junto a él. Causándole algo gracia ante el gesto.

─Este tipo realmente es el mismo en la serie como en la vida real, eh.─ Dijo entre risas aquel actor hindú de tez morena, Soma Asman Kadar, hacia Grell; sentados en una mesa redonda junto con algunos de sus compañeros.

Todo el cast reunido, se encontraba celebrando en el bar ubicado en la parte de atrás del estudio de grabación; en conmemoración de lo que fue un agotador pero emocionante día de trabajo.

A pesar de que en la serie se denota enemistad entre ellos, en la vida real era todo lo contrario. Casi todos (por no decir todos), se llevaban bien y siempre, cuando se trataba de la serie, compartían y festejaban juntos.

Todos bebían, reían y conversaban en el bar. Divididos entre grupos que a cada tanto estaban cambiando de lugar para compartir con todos en el lugar.

─¿Te ocurre algo?─ Preguntó la dulce y preocupada voz de una joven actriz rubia de trece años; Elizabeth Middleford. Sentada en una mesa algo apartada en el bar.

─¿Eh? Oh, no es nada, Lizzy. No te preocupes.─ Contestó, con una falsa voz despreocupada, el joven de catorce años de edad. Nuevo integrante de la familia Kuroshituji pero igual de famoso y adorado como los protagonistas. Este chico rubio no era nada más, ni nada menos que Alois Trancy; Conde de la familia Trancy, araña de la reina y contratista de un demonio. Claro, eso era en la serie. ─Solo pensaba…─

─Oh, entiendo…─ Esta chica era un pan de Dios. Siempre tan inocente, preocupándose por los demás. ─¿Debería decirle a Claude-San que se siente junto a ti para poder verte sonreír?─ También podía llegar a ser muy indiscreta la chica.

─¡¿Pero de qué hablas?!─ «¡¿Qué tiene que ver Claude aquí?!» Pensó. El hecho de que ella relacionara a Claude con su estado de ánimo lo sacó completamente de sus casillas. Era inútil evitar sonrojarse.

Un hombre de aproximadamente veinticinco años de edad. Cabello negro, azabache. Portador de un par de gafas al aire y una inconfundible personalidad frívola y seria, era del que Elizabeth estaba hablando. Este hombre, junto con Alois Trancy, eran nuevos en el elenco, pero bastante reconocidos y amados por la fanaticada tras ser los nuevos protagonistas, junto con los anteriores, en la secuela de Kuroshitsuji. Se trataba de Claude Faustus; mayordomo y demonio invocado por Alois, en la serie.

El azabache, estaba sentado en otra mesa charlando con sus otros compañeros, de espaldas a Alois. Ya que estaba relativamente cerca, este no pudo evitar mascullar una risa al escuchar la pregunta de Elizabeth hacia el rubio. Alois se dio cuenta y no tardó en irritarse por la sonrisa socarrona del tipo, pero lo disimuló.

─Lo siento, Lizzy.─ Dijo, al ver que la joven se ofendió un poco.

─No te preocupes, onii-san.─ Finalizó ella de la manera más dulce y tierna posible, para luego sacar temas de conversación diferentes y obviar lo anterior.

De pronto, una mirada fugaz de Alois se posó sobre dos peculiares individuos.

─¡No me digan que ya se van!─ Gritó con algo de disgusto el joven rubio, estrechando ambas manos sobre la mesa y colocándose de pie, al ver que sus compañeros y protagonistas de la serie, Ciel Phantomhive y Sebastián Michaelis, estaban preparándose para retirarse.

─Lo siento, Jim, pero es tarde. Eh perdido muchas horas de sueño por la grabación y realmente me gustaría descansar.─ Contestó gentilmente la voz de aquel peliazul de trece años, Ciel Phantomhive; mientras colocaba su brazo restante dentro de la manga de su suéter negro; de pie junto a la puerta del luegar.

─¿Y por qué Sebastián tiene que irse también?─ Preguntó infantilmente junto a un puchero, volviéndose a su silla cruzado de brazos. ─Además, mi nombre es Trancy, Alois Trancy. Hace mucho dejé de usar el nombre “Jim Macken”─.

El hombre de cabello azabache que estaba junto a Ciel, quiso responder ante la frustración del joven, pero la voz del pelirrojo lo interrumpió.

─No deberías ni preguntar eso, Trancy. Sebas-chan y Ciel-kun siempre están juntos a donde sea que el otro vaya ¿No es así, Se-bas-chan?─ Dijo entre sílabas y con tono insinuante Grell Sutcliff, mientras observaba a la pareja con una pícara sonrisa y enarcando un ceja.

─No lo sé. Dímelo tú, Sutcliff, te la pasas encima de William.─ Respondió Sebastián con ironía y burla a la vez hacia Grell, quién precisamente estaba siendo rodeado por el brazo derecho de William en ese momento. Ambos tomaron unos escasos centímetros de distancia de inmediato, pero eso no bastó para evitar el leve sonrojo que surcó las mejillas de ambos. Esos dos tenían algo, ¿para qué negarlo? ¿Acaso el tipo serio no podía salir con el excéntrico?

Todos carcajearon ante el comentario de Sebastián.

─Si nos disculpan, es hora de retirarnos. Por favor, sigan disfrutando de la celebración. Nos veremos en un par de semanas  para finalizar la grabación. Cuídense todos.─ Finalizó Sebastián, dulce y gentilmente, para luego retirarse del lugar junto con Ciel.

─Esos dos… Sí que son raros.─ Dijo el rubio. Sentía curiosidad y confusión a la vez acerca de esos dos. «Seguro tienen algo» Pensó. Carcajeó sarcásticamente en su mente. «Es obvio».

─Es mejor que tengas cuidado con lo que dices, querido. No olvides que todos tienen secretos─ En ese momento; todos, exceptuando a Alois, Claude y Hannah, continuaron hablando de otros temas. Por lo que Hannah aprovechó para dedicarle aquella oración a Alois, con un tono de picardía. Alois no tenía nada de inocente así que captó completamente la indirecta de Hannah hacia él y Claude. El azabache y el rubio intercambiaron miradas acusadoras e, instantáneamente, voltearon en dirección contraria al otro.

«Joder, ¿es posible que esa mujer sea más indiscreta?» Pensó Claude, apenado y frustrado a la vez. Se encontraba cruzando de brazos, cabizbajo, sentando en la esquina de la mesa.

«Esa maldita Hannah… Ella no debería saber nada, no es su problema…» Pensaba Alois, frustrado; sentado de espaldas a Claude, de brazos cruzados. «Joder…» Maldijo, pues se había sonrojado. ¿Qué se supone que Hannah había visto y no debió?

«Fue hace unas cuantas noches, después de reunirnos todos en un bar alquilado por Hannah, al norte de Herts.» Alois estaba teniendo una especie de flashback. «Estábamos todo el elenco del Kuroshitsuji I y II, para despedir a los que no aparecerán en la segunda temporada. Cuando estábamos en el bar, obviamente había mucho alcohol y ¿cómo no iba a beber? Es decir, si te colocan un vaso de vodka enfrente, tu deber es beberlo.

«Entre una bebida y otra, terminé emborrachándome. Todo normal hasta allí. El problema comenzó cuando Claude llegó al bar y yo ya estaba borracho.»

«A pesar de que debo reconocer que Sebastián me llamaba la atención desde que lo veía por televisión en Kuroshitsuji, en las audiciones para actuar en la secuela de la serie, conocí a Claude… Aunque deteste admitirlo, eso fue amor a primera vista.»

«No lo entendí al instante, pues tan solo lo vi un par de segundos mientras audicionaba, pero luego lo conocí formalmente meses después, cuando nos dieron el papel y comenzó el rodaje. Allí, supe que definitivamente era amor.»

«Allí está el problema. Un yo enamorado más un yo borracho, es igual a desastre, ¡más aún si está conmigo ese alguien que amo!»

«No lo recuerdo bien. Solo sé que de alguna forma incité a Claude a emborracharse también, y lo logré. Lo último que recuerdo fue… Mierda, ¡no quiero que me vean sonrojado!» Luego de una pausa, continuó. «Lo último que recuerdo era que estaba gimiendo y gritando su nombre, mientras era embestido fuertemente por un Claude semidesnudo entre mis piernas» Hizo un esfuerzo sobre humano para no sonrojarse más. «Sé que estábamos en un cuarto de paredes rojas y una cama de sábanas del mismo color. Lo recuerdo por tantas veces que enterré mis uñas en ellas.»

«No sé cómo diablos llegamos allí ni de donde era ese cuarto. Solo recuerdo un breve momento de intenso placer y del hermoso y masculino rostro de Claude suspirando sobre mis labios.»

«A todas estas, Hannah tiene que ver en esto porque fue ella la que me llevó hasta mi casa a final de la noche; donde Minerva, mi manager, me estaba esperando terriblemente preocupada. No sé como caí en brazos de Hannah pero así fue, y sabe todo lo que ocurrió. Me da miedo y vergüenza pensar que nos vio en pleno acto… Dios, por favor que no sea así.»

«Desde ese entonces, Claude y yo no hemos vuelto a hablar. Siempre lo esquivo porque me da demasiada vergüenza verlo al rostro. ¡Detesto ser de esos que beben y no recuerdan nada! Y… No solo me da vergüenza, sino también tristeza… Esa vez, fue mi primera vez, y a pesar de que fue con el hombre que amo, mis sentimientos no me corresponden.»

«¿Y si en mi borrachera fui como la propia ramera a decirle “Hey, ¿quieres coger?”. ¿Y si fui yo el que lo incitó a todo? ¿Y si él ahora tiene una mala imagen de mí? No, basta, basta. Ya estoy imaginando cosas. Lo más seguro es que él tampoco se acuerde de nada. Lo conozco bien y él no es de esos que se acuesta con cualquiera, seguramente estaba tan perdido como yo. Sí, eso pasó…» O al menos, trató de aferrarse a ese pensamiento. «Sé que él y yo no somos nada, ni siquiera está interesado en mí, pero… por alguna razón… me duele que no hablemos…»

─Tierra llamando a Alois. 1, 2, 3.─ De pronto, la grave voz de un hindú de tez morena lo sobresaltó, sacándolo completamente de sus pensamientos. ─¿Todo bien, pequeño?─ Algo que siempre admiró Alois de Agni, era que en verdad es tan amable como en la serie. Aunque el apodo “pequeño” le desagradó. Detesta que lo traten como un niño.

─Oh, si, si. Disculpa, me perdí en mi mente.─ Rió forzosamente, fingiendo despreocupación.

─Alois, Minerva me acaba de llamar, dijo que no le contestas el celular.─ Dijo Claude, acercándose al pie de la mesa en donde se encontraba Alois. Por primera vez en mucho tiempo, Claude le dirigió la palabra al rubio, desde aquel bochornoso encuentro. ─Como sea, me dijo que no podrá venir a recogerte.─ «¿Él enserio está hablándome?» Pensó el menor sumamente sorprendido. Quería evitarlo, pero no pudo contener los nervios. Jamás se esperaría que Claude viniera de la manera más normal del mundo a hablarle, en un momento así, luego de lo que pasó.

─Genial…─ Rumió el ojiazul, tratando de comportarse con la misma naturalidad que el mayor.

─Si quieres yo puedo llevarte.─ Dijo el del mirada ámbar, sin cambiar esa expresión seria, característica de él.

Aquello fue bastante inesperado. ─E-Eh, no te preocupes, no quiero molestar.─ Se apresuró a contestar.

─¿Si no te llevo yo, cómo te irás?─ Buen punto.

Alois quiso contestar, pero Claude continuó. Su corazón se aceleró más.

─No es molestia. Lo hago porque quiero─ Finalizó. Desbloqueó la pantalla de su celular y observó la hora. ─Son las dos y media de la madrugada. Sería bueno irnos, ya no estamos haciendo nada. ¿Te parece?─ Continuó, manteniendo aquel semblante frío.

El ojiazul trató de buscar alguna excusa para salvarse de aquello, pero no la encontraba, las palabras simplemente no salían de su boca. Después de unos segundos en silencio, se digno a contestar. ─S-Si, no tengo problema.

Ambos jóvenes se despidieron de los demás y se dirigieron al auto de Claude, estacionado en el aparcamiento del lugar.

 

 

 

 

 

No había ni un alma en las calles. Alois sentía sus parpados pesados junto con bostezos, que de cuando en cuando, daban lugar. A pesar de que estaba soñoliento, no había forma de poder conciliar algo de sueño.

Claude conducía bien concentrado en el camino, mientras que Alois estaba sentado en el asiento del copiloto; recto y tenso como una estatua. El silencio atravesaba los oídos de ambos. El más joven trató de no darle mucha importancia, pues pensaba que Claude solo trató de ser amable con Minerva al haberle pedido que lo llevara a casa. Pero no podía evitar sentirse incómodo en ese momento. Imaginando que lo de aquel día no ocurrió, el simple hecho de estar junto a Claude le hacía estremecer.

De reojo, sin que Claude se diera cuenta, el primero comenzó a examinarlo de pies a cabeza. No lo podía negar; Claude emitía un aire tan imponente y profesional. Realmente, Alois siempre había sentido admiración hacia Claude.

Se sabe que el azabache no es tan serio y frívolo como en la serie, pero aún así lo es algo; y a pesar de que a veces eso exaspera al rubio, también es cosa que lo atrae bastante de él. Era algo así como enamorarse del chico malo. No solo eso, sino que el rubio encontraba bastante atractivo al azabache. Su rostro liso de finas facciones, su tez marmórea, su mirada ámbar; todo aquello le parecía perfecto. No cabe duda, este jovencito estaba perdidamente enamorado.

«Qué patético» Pensó, sintiendo asco de sí mismo. Masculló una risa sarcástica como si se burlara de él mismo.

─¿Ocurre algo?─ Preguntó la grave y aterciopelada voz del mayor, rompiendo bruscamente el silencio.

─Eh- ─ Alois se estremeció. ─Hm no, no es nada.

Claude volvió su mirada al camino. ─Ya llegamos.─ Dijo al detenerse frente a gran puerta blanca de acero. Aquella, era la entrada de una afamada urbanización llamada “Deep Stars” donde personas adineradas, famosos, políticos y demás, residen.

Uno de los dos policías guardianes que se encontraban frente a la puerta, se acercó hacia la puerta del conductor, por lo que Claude hizo descender el vidrio.

Alois le dijo su nombre al guardia, y luego de verificar que es un residente, el convertible plateado se adentró por la urbanización, hasta detenerse en la casa de Alois.

«Gracias a Dios, hemos llegado.» Pensó el rubio con tranquilidad.

─Muchas gracias por traerme, Claude.─ Dijo agradecido, sin hacer contacto visual.

─No te preocupes.

Al desabrocharse el cinturón de seguridad, Alois recordó que Claude vive algo lejos de allí, por lo que le tomaría aproximadamente una hora llegar a su destino, y ya era bastante tarde. El menor se sintió mal. De haberlo sabido, no hubiera dejado que Claude se tomara la molestia.

─Ehmm, Claude; ¿quieres entrar a tomar algo?─ Su corazón continuaba acelerado.

─¿Estás seguro? Realmente no es necesario.

─Te tomaste la molestia de traerme hasta aquí, insisto.

Luego de pensarlo un poco, contestó. ─De acuerdo, muchas gracias.

Ambos se bajaron del auto y se aproximaron hasta la entrada de la casa de Alois. El hogar de Alois era bastante peculiar, puesto que estaba pintado de un morando lanzando a violeta, junto con hermosos lirios sembrados frente a la misma. Ninguna casa del lugar se le asemeja.

Los jóvenes se detuvieron frente a la puerta, mientras Alois buscaba sus llaves con algo de desespero entre sus bolsillos. Cuando de pronto, el celular de Claude sonó.

─Ah, no puedo creerlo.─ Se quejó el mayor. ─Bueno, ya que…─

─¿Ocurre algo, Claude?─ Preguntó, curioso.

─Realmente debo irme, lo siento. Debo salir con Ciel mañana por la mañana.

De repente, el tiempo se volvió más lento.

«¿Con… Ciel?» Pensó Alois, sin creerse lo que había escuchado. Un amargo y caluroso sentimiento de ira invadió todo su cuerpo en segundos. Se trataba de aquello que podía convertir a los humanos en bestias; los celos. Terribles e insufribles celos.

─Oh, comprendo, no te preocupes.─ Alois jamás en su vida había sonreído tan cínica e hipócritamente.

─Buenas noches.─ Finalizó el mayor, para luego aproximarse a su auto y perderse entre la oscuridad de la noche.

El menor continuó parado allí, observando hacia la nada en dirección donde había desaparecido Claude, sintiendo como la sangre le hervía y sus órganos se retorcían de ira. Su respiración se aceleró. Cerró sus puños con fuerza, enterrando las llaves en la palma de su mano.

─¡Alois! ¡Joder, estaba muy preocupada!─ De la nada, Minerva; una joven mujer de veinticuatro años de edad, de hermoso cabello castaño y ojos del mismo color, y contextura delgada y voluptuosa;la manager (aunque parece más una madre), y agente de Alois, apareció.

La mujer se aproximó a abrazar con desesperación al joven, el cual ni siquiera se inmutó.

─Estoy bien, Minerva.─ Dijo, en un tono casi inaudible y en completa seriedad.

─¿Seguro?─ Preguntó, cómo una madre preocupada por su hijo.

─Si.─ Finalizó, cabizbajo.

Luego de ingresar a la casa en silencio, Minerva trató de sacar tema de conversación, preguntando cómo había estado su día, qué había hecho; cosas de ese estilo, pero Alois trató de evitar el contacto a toda costa.

Desanimado y decepcionado; Alois tomo una ducha, se colocó la pijama y fue directamente a su habitación. Minerva trató de hacer que cenara, pero este se negó. No tenía hambre, no tenía ganas de nada.

En la oscuridad, nada más con luz del televisor encendido, en mute; el rubio se sentó en la cabecera de la cama, abrazando su rodillas.

Al haberle dado tantas vueltas en la cabeza a lo que le había dicho Claude, no lo pudo soportar más. Un nudo en su garganta lo comenzó a asfixiar y una lastimera lágrima corrió por su mejilla.

Sin saber porqué, el recuerdo de sus padres se dibujó en su mente, haciendo salir otra espesa lágrima.

«A veces… Los extraño.» Pensó, apoyando su frente sobre los brazos; estaban cruzados sobre sus rodillas.

«Pero luego recuerdo todas sus peleas y gritos, y se me pasa.» Sin sueño ni hambre, tan solo con un sentimiento de tristeza como acompañante, Alois se adentró en sus pensamientos.

«Aún recuerdo a mis padres; Candice Trancy y Adam Macken. Recuerdo cuando era niño y mi casa estaba llena de risas y felicidad. Mis padres se querían y yo era feliz, muy feliz.» Alois volvió su mirada hacia la ventana. «Hasta que, cuando tenía cinco años, mis padres empezaron a pelear.»

«Recuerdo que yo no entendía muy bien lo que estaba pasando. Sentía, por sobre todas las cosas, miedo, mucho miedo. Escuchaba a mamá y a papá gritándose, siempre por una cosa diferente. A veces lo hacían en frente de mi, otras veces no, pero siempre podía escucharlos.»

«En ciertos momentos, mamá comenzaba a llorar y eso hacía que papá se relajara, y la pelea acababa allí. Pero pronto, eso dejó de funcionar. Cuando mamá lloraba, papá solo gritaba más aún y terminaba yéndose de la casa.»

«Yo lloraba. Me cubría las orejas para no escuchar nada pero era inútil, y aunque lo lograra, el eco de sus gritos resonaba en mi mente.»

«Al final de las peleas, mamá entraba a mi habitación, llorando y rogándome que la disculpara por todo lo que me estaba haciendo pasar. Mamá sufría mucho y yo solo lloraba por verla así. No quería verla sufrir tanto, aunque jamás me quedo en claro quién tenía la culpa y quién la razón.»

«Un día, cansado y triste de todo el tormento que se vivía en mi hogar día a día, me acerqué a mi madre y le dije “Mamá, ¿puedes por favor divorciarte de papá?” y mamá partió en llanto ahí mismo.»

«Esa noche, cuando papá llegó del trabajo, yo estaba en mi habitación apenas conciliando el sueño, cuando de pronto escuché los sollozos de mamá. Me levanté confundido y asustado, entre abrí la puerta y allí estaba mi madre sollozando, gritándole a mi papá; mientras él tenía la sangre hirviéndole, haciendo sus venas hinchar del enojo.»

«Esta vez, la razón de esa pelea jamás se me olvidaría. Escuché a mi madre gritar “¿¡Es que acaso no ves que por tu culpa el niño quiere que nos divorciemos?!”. No recuerdo que fue lo que decía mi padre, pero él estaba más furioso de lo normal. Presentí que algo iría mal, y así fue. En un momento, vi a mi madre tendida en el piso con la cara sangrando a montón, y el puño de mi padre cubierto de su sangre. Me aterroricé, pero no supe que hacer; no sabía si gritar, llorar, huir; no hice nada. Solo me quedé allí, pasmado de miedo» Las lágrimas se hacían más abundantes y espesas. Alois tomó la posición anterior. Era como si estuviese viviendo ese momento una y otra vez. «Comencé a sollozar y a gritar, cuando mi padre se abalanzó sobre mi madre y comenzó a golpearla más y más. No sé de donde saqué el valor, pero sin pensarlo mucho me lancé sobre mi padre, gritándole que se detuviera, tratando de detener sus puñetazos. Luego de eso, no recuerdo nada más, ya que un puñetazo a todo vapor por parte de mi padre me dejó inconsciente y con la nariz rota.»

«Cuando recobré la conciencia, estaba en el hospital; con vendas en el rostro. Vi a mi madre a mi lado, igualmente vendada, pero con más abundancia. Ella tenía cubierto su rostro, pecho y brazos, de vendas.»

«Tiempo después, mis padres se divorciaron. No volví a saber nada más de mi padre y seguí viviendo con mi madre. En esa época, ya tenía diez años. Éramos felices, ella era feliz otra vez y yo lo era por eso, todo iba bien, no podía pedir más. Estaba en diversas escuelas de actuación y mi madre me apoyaba con mi sueño de ser actor. Hasta que un día, todo se desvaneció.»

«Un día, saliendo de clases de actuación, frente a mi escuela, hubo un tiroteo organizado por bandidos. Durante el tiroteo, en busca de un lugar seguro, me escondí detrás de un escritorio, frente a la puerta de entrada, hasta que lo recordé; “Mamá está allá afuera”. Sin ningún  miedo a salir herido, en pleno tiroteo, salí del lugar y lo que pude observar era un montón de personas corriendo horrorizadas, seguidos por bastantes personas vestidas de negro; encapuchadas y escondiendo su rostro con máscaras de Anonymous. No, no era un movimiento revolucionario, era un ataque.»

«Estaba asustado y poco a poco comencé a llorar, no había señales de mi madre. En segundos, decenas de patrullas de policías llegaron a la escena y fueron detrás de bandidos. De pronto, a un lado de la calle, vi que un grupo de médicos llegaron y se reunieron en círculo alrededor de algo, o mejor dicho, alguien; tendido en el piso. Mi corazón se detuvo. “Por favor, que no sea ella” Rogué. Me precipité. Empecé a llorar y corrí a toda máquina hacía allí. Cuando llegué y observé quien estaba en el piso, mi corazón se rompió en mil pedazos. Era ella.»

«La razón de mi felicidad, lo que alegraba mis mañanas, mi vida entera; todo se había ido en cuestión de segundos por culpa de un maldito y pobre diablo. Me tiré al suelo empapado en sangre, junto a ella, y comencé a gritar de dolor.» Podía sentir como su corazón se destrozaba otra vez.

«Allí afuera, estaba una joven de cabello castaño, observando empática con dolor y preocupación aquella desgarradora escena. Pero eso yo no lo sabía, fue luego; cuando los policías comprobaron que yo era el hijo de la fallecida y me llevaron a la jefatura con ellos para ver que hacían conmigo, esta extraña mujer se dirigió a la jefatura y reclamó por mí.»

«Se llamaba Minerva, directora y dueña de la escuela de actuación. A pesar de que no siempre estaba allá, siempre le había tenido cariño a esta mujer, más que todo porque ella, después de mi madre, era la que más me alentaba en la actuación. Teníamos sesiones privadas en su casa donde me ensañaba, siempre me apoyaba cuando mis compañeros me daban la espalda, me apoyó cuando se enteró la separación de mis padres. Después de un tiempo, se convirtió en la mejor amiga de mi madre, desde allí, comencé a verla como una segunda mamá.»

«La mujer se las arregló con la policía y decidió hacerse cargo de mi. Poco a poco fui superando la muerte de mi madre, pero la herida aún está abierta; ese es un dolor que jamás se irá. Y Minerva me ha ayudado muchísimo. Años más adelante, Minerva me consiguió el estrellato, y se convirtió en mi manager. Pasaron muchas cosas en mi carrera artística que no voy a mencionar, pero siempre estuvo Minerva allí, conmigo, y desde ese entonces vivo y salgo con ella.»

─No entiendo porqué este mal de amor me recordó a mis padres…─ Dijo en voz alta. ─Tal vez, el dolor que me hace sentir el no tener el amor de Claude, es el mismo que sentí cuando supe que mis padres ya no se querían.─ Las lágrimas continuaron.

De pronto, tres golpecitos en la puerta lo tomaron por sorpresa. La puerta de la habitación se abrió.

─Alois, querido, sé que no quieres comer, pero inténtalo. Ten, te traje un plato de frutas.─

«Y pensar que esta mujer le importa mi felicidad por sobre todas las cosas.» Su corazón se llenó de un profundo y grato sentimiento. Estaba triste, enojado, celoso, pero Minerva le hacía sentir mejor. No pudo contener el llanto.

─Minerva…─ Suspiró. Ella se acercó preocupada hacia él, se sentó a su lado en la cama, y lo abrazó con todas sus fuerzas. Podía sentir los latidos de su corazón en su mejilla. Allí, partió en sollozos.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Notas finales:

Bien, eso ha sido todo por hoy. Espero que les haya gustado el primer capítulo n.n Diganme que les pareció para así estar al tanto, me gusta saber que opinan :3.

Nos leemos el próximo Viernes. ¡Adiós!

NOTA:

_Herts es una ciudad cercana a Londres.

_Minerva es un personaje que yo inventé. Su apariencia es como la de Petra, de Shingeki No kyojin. Pueden basarse en ella cuando aparezca Minerva.


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