- Bueno, pues entonces parece estar todo en orden, quedas contratado, Sebastian- me dijo el hombre que se encontraba al otro lado del escritorio tendiéndome la mano, que estreché con algo de inseguridad intententando no mostrarme tembloroso frente al que a partir de mañana sería mi nuevo jefe, un tipo de buena embergadura, piel pálida, cabello color marino y ojos color zafiro, con un pequeño pero nada desagradable lunar bajo su ojo izquierdo- como te hemos contratado a tiempo completo, lo mejor sería que fueras a por tus cosas y las trajeras esta tarde- me dij conriendo de medio lado, y haciendo que sintiera mis mejillas sornojarse levemente.
- Yes, my lord- espeté y salí por la puerta, no sin antes despedirme educadamente.
Un hombre ya no tan joven me acompañó a lo largo del pasillo, se presentó cordialmente, parecía ser el mayordomo oficial de la familia, me miró de arriba abajo, su rostro denotó que estaba tratando de averiguar el motivo por el que su señor decidió contratarme, de pronto rodó los ojos y espetó: "no tiene remedio...".
- ¿Sucede algo, Tanaka-san?- le pregunté yo sin acertar bien a comprender qué sucedía.
- No, no, nada- el hombre de semblante atractivo me sonrió y acompañó hasta la puerta, desde donde me fui a mi antiguo apartamento y recogí mis cosas.
Al entrar, ahí estaba mi primo, no íbamos a vernos por un tiempo, cosa que, me alegraba bastante la verdad.
- Oye, Claude, me han contratado, de modo que me voy hoy mismo- le dije con una sonrisa forzada adornando mi rostro.
- ¿Eh?... Ah, ya,... Pues vale, lárgate ya- me dijo mientras trataba de sacar una mancha de sangre de una de sus normalmente pulcras camisas.
- ¿Ya has vuelto a salir a cazar?- le pregunté- como te encuentren los shinigamis estás acabado, ¿acaso no has oído hablar de "Undertaker"? Ese tipo hace terminar a cualquier demonio a varios palmos bajo el suelo- le advertí.
- En fin, como digas, al menos yo no me rebajo a ser sirviente de nadie, y esta vez, sin ni tan siquiera hacer un contrato, ¿cómo puedes aceptar algo tan patético?- Claude sonrió como pocas veces lo hacía.
- Jum, di lo que quieras, seguro que algo sacaré, además, hay que comer se sea demonio, shinigami o humano, y estoy seguro de que en algún momento tú también acabarás sirviendo a alguien- le aseguré con todo sancarrón.
- Sabiendo tú de mi paciencia con los humanos no tengo idea de cómo puedes decir eso- comentó riendo- dado que seguro acabaría por matar a mi amo a sangre fría- concluyó pensando en ello.
- Serás bestia...- le dije yo algo cansado ya de hablar con él y fui a recoger mis cosas.
- Todos lo somos- me respondió mientras yo terminaba de hacer la maleta, me resultó cómico el hecho de que desde que lo dije hasta que me contestó me diera tiempo a prepararme completamente.
Cuando fui a salir me dio un abrazo forzado del que escapé con alivio y fui de vuelta a la mansión donde trabajaría durante, ¿quién sabe? ¿años, quizás?
Al llegar frente a la puerta llamé y me abrió Tanaka-san, acompañándome nuevamente por el interior de la mansión, primero a mi cuarto, donde dejé la maleta sobre mi nuevo camastro, y más tarde, me hizo un tour junto con explicaciones para que fuera familiarizándome con la edificación.
- ¿Ha quedado todo claro?- me preguntó con cortesía y una leve sonrisa.
- ¡S-sí!- contesté yo titubeando un poco.
- En tal caso, vaya al despacho del señor, me pidió que le avisara deque una vez le mostrara la mansión fuera inmediatamente a verle- dijo resaltando el "inmediatamente" y obececí dirigiéndome casi corriendo al enorme despacho de mi nuevo amo. Llamé a la puerta con los nudillos y esperé a oír un "adelante" para pasar.
- Hola, Sebastian- me dijo sentado en su butaca apoyando la cabeza sobre sus manos que estaban entrelazadas de forma curiosa y perspicaz.
- Buenas tardes, señor- dije haciendo una reverencia, realmente sí que estaba nervioso, pues me inquietaba su mirada, que no parecía la de un amo corriente.
- No te quedes ahí, pasa, pasa- me indicó y obedecí, pero cuando fui a pararme frente a la silla que estaba a mi lado, me frenó en seco.
- Ju... Espera un segundo- cerró las cortinas de su despacho rápidamente, dejando el luegar a oscuras.
- ¿Amo, qué sucede?- le pregunté, cuando de pronto sentí como mi señor me tomaba de la mano y llevaba hasta el amplio sofá de un extremo, donde me sentó sobre su regazo.
- Chiiist, no hagas demasiado ruido, ¿está bien?- me ordenó mientras abrazaba mi cuerpo contra el suyo, y yo no podía comprender nada, ¡¿qué está pasando?!
- P-pero, señor...- mi amo me dio la vuelta aún encima suya, colocándome de frente y tiró de mi corbata juntando sus labios con los míos en un beso que comenzó siendo forzado, pero por el que acabé dejándome llevar, sientiendo una mezcla de emociones que me mantenían confuso. …l controlaba en todo momento cada movimiento, atrayéndome para sí poco sutilmente y acariciando mi trasero desde fuera del pantalón, mientras me dirigía en un húmedo baile de lenguas que me dejaba sin aire, extasiado y esperando más contacto que no estaba seguro de si debía permitir.
Al cabo de un lapso desconocido de tiempo, separó nuestros alientos, provocando de despertara, ¡¿qué estaba pasando?!
- Buen chico, sigue calladito y deja que yo me ocupe de todo- me susuró sensualmente en el oído mientras me recostaba en el mullido mueble, y comenzó a desnudarme sin pudor alguno, el cual sentí yo en su lugar cada vez que una prenda dejaba de tocar mi piel para ser sus manos quienes lo hacían suave y cálidamente.
Una vez me hallaba completamente desnudo apenas puede contener un gemido al sentir como de pronto mi amor se abalanzó contra mí, degustando mi cuerpo como si del más apetitoso dulce se tratara. Su lengua vagaba desde mi cuello hasta mis pezones inspeccionando ambas zonas con detenimiento y sensualidad mientras sus manos recorrían mi cuerpo con suavidad provocando que involuntariamente mi temperatura se elevara y se me nublara la vista.
Repentinamente dejé de sentir todo contacto, y estuve a punto de quejarme cuando recordé que era mi señor, aunque igualmente no tuve tiempo a reaccionar, pues el instante en el que dejó de tocar mi cuerpo lo utilizó para liberar su enorme y palpitante erección, que inclusive debía dolerle, y atrajo mi boca hacia ella.
- Bueno, supongo que enciendes, ¿cierto?- no pudo haber mejor respuesta "oral" que la que le di metiendo todo lo que pude de su miembro en mi boca de una sola, haciendo que jadeara excitado.
- Aah... Es incluso mejor de lo que pensé...- comentó en un susurro excitado empujando levemente mi cabeza hacia la base ordenándome continuar.
Me moví de arriba a abajo acariciando la superficie con mi lengua al mismo tiempo, mientras él solo me atraía hacia sí moviendo las caderas extasiado, mi boca no cesaba de salivar debido a la excitación y noté mi rostro arder, incapaz de pensar en lo bizarro de la situación, mientras acercaba una mano a mi miembro, que estaba tan hinchado que me dolía, la cual fue frenada por mi amo.
- No te permito masturbarte- me prohibió con una sonrisa maliciosa en su rostro.
- Amo.. Por fav... Aahnn- mi cuerpo estaba tan excitado que solo con sentir su olor sentía que iba a volverme loco.
- Pero es porque el lugar de eso te daré algo mejor...- dijo mientras me colocaba de cara al sofá alzando rápidamente mi parte trasera y de una sola estocada metió su miembro lubricado por mi propia saliva en mi entrada, haciendo que tuviera que morder un cojín para no gritar tanto de placer como de dolor, siendo este segundo menos percibido por mi cuerpo, que sentía arder fuertemente de forma lujuriosa- ¿se siente bien?- me preguntó en un tono sensual que me hacía deshacerme más y más como un cubito de hielo bajo el sol abrasador de la mañana.
- S-sí... M-mucho...- conseguí decir con esfuerzo mientras me penetraba lentamente pero con fuerza, sin esperar a que me acostumbrara, aunque, realmente no era necesario, mi cuerpo se estremecía con cada movimiento de aquel sensual hombre, que me hacía apresar mis gemidos los cuales rogaban por inundar la sala, cada embestida me provocaba un espasmo al sentir su dura erección golpeando mi próstata sin piedad.
- Aah... Sí quieres más, pídemelo, no será una impertiencia ahora ahnn...- me dijo entre jadeos penetrándome con más fuerza y rapidez.
- A-ah... Amo, m-más, se lo suplico...- alcancé a decir sin ser capaz de controlar ya mi propia voz, cosa que él solucionó rápidamente cambiándonos de posición, dándome la vuelta y poniéndonos frente a frente, volviendo a tomarme ipsofacto, mientras me besaba fogosamente embistiéndome con fuerza y tocando acompasadamente mi erección, que rápidamente comenzó a gotear.
Mi amo callaba cada uno de mis gemidos en el interior de aquel profundo beso mientras la fricción entre nuestros cuerpos se sentía más intensa por segundos, y esperaba por un ansiado clímax.
- Va-vamos... Dime lo que deseas...- me ordenó separando repentinamente nuestros labios y frenando el ritmo casi al cero, sus ojos denotaban excitación, tal como los míos, que estaban húmedos por la sensación de placer.
- ... Qui-quiero llegar al orgasmo, a-amo...- admití moviendo mis caderas mientras mi cuerpo rogaba por más contacto.
- No lo digas así, no seas sutil, sé pervertido, deja que tu lado lujurioso trate conmigo como sebe ser- me ordenó moviéndose más despacio si cabe, obligándome a obedecer mientras mi instinto animal tomaba el control.
- ¡A-aah, a-amo, qui-quiero correrme!- le supliqué, y mi rostro igualó al color de mis ojos al recitar tales palabras, las cuales nunca antes había ni habría dicho normalmente.
- A-así me gusta, buen chico- me contestó moviendo sus caderas con toda la potencia que le era posible, callando mis incesantes gemidos juntando de nuevo nuestros alientos mientas me masturbaba, a los pocos segundos sentí como manchaba su mano con mi semen mientras mi espalda se arqueaba y la boca de mi amo no llegó a callar mi voz, y él se vino justo después, llenando mis paredes con el líquido de la vida, que ardía no más que mi propio interior, y saliendo de él al poco.
Mi señor se sentó en el sofá guardando su miembro de nuevo dentro de sus distinguidos pantelones y me miró divertido mientras mi cuerpo se recomponía, sin volver mis mejillas a su tono pálido habitual.
Cuando mi respiración volvió a su estado habitual me ayudó a vestirme y me abrazó durante un largo rato.
- Vaya, debo reconocer que superaste mis expectativas, espero mucho de ti, y ten por seguro que esto no es más que el comienzo, te haré gritar tanto mi nombre que lo susurrarás en sueños- dijo dándome un corto beso en los labios para después soltarme.
- Ya es tarde, vete a la cama, nos veremos mañana- me ordenó y obedecí ipsofacto.
Fui a mi cuarto aún con mi corazón latiendo con fuerza, me metí en la cama, y pensé en lo que acababa de suceder... ¿Cómo fui capaz de hacer algo así?... Ya había oído que muchos aristócratas sacian su apetito sexual con sus sirvientes, pero nunca pensé que eso fuera a afectarme a mí bajo ningún concepto, con esos pensamientos de confusión y curiosidad (junto con una pequeña pizca de pudor) caí rendido ante los brazos de Morfeo.
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