Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Sólo odio y dolor por Angel Atenea

[Reviews - 6]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del fanfic:

Título: Sólo odio y dolor

Categoría: Vampire Knight

Clasificación: K

Género: Tragedia / Poesía / Drama /Angustia 

Advertencia: Basado en el capítulo final de Vampire Knight. Spoiler, no me hago responsable si usted no ha leído el manga. Shônen ai.

Disclaimer: Este Fanfiction no persigue ningún afán lucrativo, todos los derechos de autor de Vampire Knight son única y exclusivamente propiedad de ©Matsuri Hino, creadora de la franquicia.

 

Nota: Este es una historia que publiqué hace mucho tiempo para cuando salió el último capítulo del manga de Vampire Knight, lo había borrado de mi cuenta y desaparecido de la faz del internet. Sin embargo, Sabina-chan me comentó lo mucho que le había gustado, y por ella he vuelto a publicar este fanfic que consta de dos partes. Sabina-chan, disfruta la lectura. 

Sólo odio y dolor

Por: Angel Atenea 

I

Sólo odio…

"No es posible. Esto no debería haber sucedido. Kuran Kaname, yo no te perdono. Nunca. Jamás. Aunque este cuerpo se vuelva cenizas, aunque este corazón herido se marchite, no te perdonaré. Yo te odio. Y es este mismo odio, el que me llevaré a la tumba."

Kiryû Zero

 

Es extraño. Te dices. Piensas. Divagas.

No hay dolor. Llevas la mano diestra a tu pecho, a la zona donde hay constantes palpitaciones.

Ahí. Donde la sangre está bombeando.

Estás sintiendo. Escuchando los parsimoniosos latidos de tu propio corazón.

Es un tambor. Un tambor llevando los toques lentos a un ritmo suave.

 

Lo odias. Sí. Es cierto.

Nadie logra borrar ese sentimiento intenso que ha dejado huella dentro de tu mundo.

Es una cicatriz. Una marca. Una señal. Un estigma. Un recuerdo.

Un sedimento arrastrándote al fondo de las aguas contaminadas por la desesperación.

 

Lo miras. Está quieto. Inmóvil. Estático.

Es una hermosa escultura a tus ojos.

Lo miras. Una vez. Otra vez. Otra vez. Lo miras hasta mil veces sin cansarte. No puedes despegar los ojos de ese apacible rostro detrás del ataúd de hielo.

Grabas en tu mente cada detalle. Gesto. Sentimiento. Y por alguna desconocida razón, te sientes culpable. Culpable. Sí. Eso eres. Porque piensas en haber podido salvar un sacrificio. Pero aún así, odias a la persona durmiendo en el interior de aquella jaula de cristal.

 

Es memorable. La disculpa. La redención.

El último abrazo antes de soltar el terminante suspiro. No es un sueño. Está ahí. Frente a ti. Sometido a ilusiones. Son quimeras. Son sueños en los que él está encarcelado para siempre. No hay salvación. O eso piensas.

 

Y sólo recuerdas. Esas manos. Ese tacto gentil. Esa cálida emoción transmitida en una caricia. Esa reconfortante sonrisa. Esa mirada.

Y sólo quieres llorar. Pero no puedes. No lo logras. En silencio ves la caída de un gran rey. No sientes nada. Es un vacío. Porque lo odias. Es lo que a ti te importa.

 

No alcanzas a dejarlo. No puedes.

En el fondo no quieres. Lo odias. Mucho. Tanto. Insaciable.

Pero no deseas apartarte de su lado. Eres su guardián. Lo proteges. Velas por su sueño. Lo odias. Repites. Una y mil veces, aunque no sabes por qué de repente comienza a doler tanto.

 

Estás ahí. Solo. Impaciente. Impasible. En el sótano de la academia mirando dormir al rey. Te pierdes. Mil veces te pierdes en lo que pudo haber sido y no fue.

 

No sientes nada. Sólo lo odias. Lo culpas de todas tus desgracias. Es cierto. Tu vida se torció por su culpa. Es culpable.

Culpable.

 

—No debió haber terminado de esta manera —susurras. Tu voz emerge fría. Sin sentimiento. Sin aliento.

 

Colocas la mano sobre el hielo. Lo miras. Una vez. Otra vez. Otra vez. Mil veces sin apartar los ojos.

De pronto se estruja tu pecho. Sientes el corazón arrugado. Pequeño. Diminuto. Invisible.

Es la verdad. Lo odias. Lo maldices. Lo culpas. Y lo desgracias. Pero aún así no sabes por qué estás llorando. Muy dentro. En el fondo.

 

Cierras los ojos. Esa imagen del rey en el hielo está impresa en tu mente. Para siempre.

Estás contento. Sabes que lo odias. Entonces: ¿por qué duele tanto?

Abres los ojos. No hay nada. La oscuridad te ha devorado.

Te dejas caer. En el vacío. En la nada. En las tinieblas.

 

Donde no hay dolor, ni sufrimiento, ni nada, sólo el vacío. Ha venido. Te ha llevado. Ya no existes. Te has esfumado en cenizas. Aún él está durmiendo. Y antes de morir. Lo dices. No huyes. Lo reconoces. Le odias. Pero entonces: ¿por qué estás llorando?

Hay incertidumbre. La zozobra. La oquedad. El dolor. El llanto. No huyes. Lo reconoces. Estás enamorado. Lo amas y para ti es una ilusión. Una mentira. Nunca lo perdonarás. No lo perdonas. Es culpable.

CULPABLE.

 

Te has ido. Por él sientes amor, sin embargo, dentro de ti albergó el más profundo e infinito rencor.

 


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).