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El 7 de septiembre por HokutoSexy

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Notas del fanfic:

Son todos parte de un universo en el cuál ellos son simples estudiantes de high school dentro de un internado en Oxford... una fantasía en conjunto con las chicas de SSY, pero sobre todo con mi alma mater. Unity, Kardia, Dègel, Defteros, OC. Lost Canvas.

EL 7 DE SEPTIEMBRE

 

 

 

De los hermosos el retoño ansiamos
para que su rosal no muera nunca,
pues cuando el tiempo su esplendor marchite
guardará su memoria su heredero.
(…)

Fragmento de Soneto de Amor I, William Shakespeare.

 

 

 

Para IGR, hay llamas que ni con el mar…

 

 

 

1. MAQUILLAJE

 

 

 

No me mires, no me mires (no me no me)
no me mires no me mires dejalo ya
no he dormido nada esta noche (che che che)
y tengo una cara que no puedes mirar
porque te vas a horrorizar

 

 

 

Las competencias deportivas siempre estaban llenas de tensión, de locura y fervor, de pasión y de sueños. De no haberse decantado por la actuación, por el teatro, seguramente habría continuado con la disciplina del Salto Ecuestre, pero la vida no le daba para tanto y al final tuvo que elegir aquello que más le apasionaba: actuar.

 

Ese sábado, el día de la competencia universitaria de canotaje en Cambridge, había gran algarabía en el campus, por ello no le costó trabajo pasar desapercibido, a pesar de su peculiar aspecto, de su hipopigmentación, es decir, de su cabello sin pigmentos, platinado. Era fin de cursos… él tenía encima también su propio cierre de cursos y su examen final para acreditar la carrera, pero… se había dado un tiempo ese fin de semana.

 

No podía ilegítimamente generalizar y decir que no tenía tiempo para él, el conducir la hora y media desde Londres hacia Cambridge le había parecido una nadería. Pasaron un par de años desde la última vez que se vieron…  después la inevitable despedida.

 

De alguna manera desde que conoció a Dègel en la preparatoria, el último año que pasaron en el mismo internado en Oxford, su historia siempre había sido correr justo al lado contrario el uno del otro, el ordenamiento de la estructura de su vida respondía justo a eso, a una carrera sin fin de la cual, no podía evitar mirar atrás…

 

Suspiró, aparcó el auto, se observó en el espejo retrovisor: su cabello oculto bajo la elegante boina negra de punto, la bufanda, también de punto en color vino. Sus ojos azules, de un azul tan diáfano que era imposible, le devolvieron una mirada que sabía a añoranza.

 

Bajó del auto llevando consigo los pequeños binoculares, el clima era más bien frío, casi estaban con un pie en otoño, se ajustó el abrigo de lana y caminó siguiendo al resto de estudiantes que iban hacia la pista de canotaje.

 

Tomó asiento en la gradería, desde donde observaba perfectamente el canal en donde ya estaban acomodándose, primero las duplas, después vendría la competencia por equipos… y ahí le vio… no hacía falta esforzarse mucho… resaltaba de entre todos, su imponente presencia, la elegancia de su andar, el brillo de su cabello largo y oscuro, un instante después vio llegar a su compañero: a Kardia.

 

—Hijo de puta —murmuró, sin poder evitar maldecirle, tomó los binoculares para observarlo mejor, para regodearse en el placer malsano de observar al que le había derrotado.

 

Piel bronceada, cuerpo de infarto, músculos perfectos, una espalda y brazos de envidia… su cabello seguía siendo una melena salvaje que trataba de controlar atada… y seguía teniendo la sonrisa que cautivaba. No cabía duda, se había convertido en un hombre atractivo, se le viera por donde se le viera.

 

Ambos se abrazaron, como dos compañeros de mil batallas. Kardia le dijo algo que lo hizo reír, y luego ocuparon su lugar en el mismo kayak…

 

 

 

ஜ۩۞۩ஜ♥ஜ۩۞۩ஜ♥ஜ۩۞۩ஜ♥ஜ۩۞۩ஜ♥

 

 

 

Los viernes siempre le fastidiaban, toda su vida estudiantil a Unity le habían chocado los viernes, quizás porque el maldito fin de semana estaba a la vuelta de la esquina y parecía ir arañando el camino para llegar. Dos años viviendo en Oxford, los dos últimos años de la preparatoria, y después dos años que llevaba ya en Londres asistiendo a la universidad, a la London Academy of Music and Dramatic Art, un fabuloso total de cuatro años en Inglaterra, cuatro años lejos de su amada Rusia, todavía le restaban otros dos años antes de terminar la carrera en la Drama School y quizás después se tomaría un largo periodo vacacional.

 

Estaba hablando por teléfono con su padre, con aquel con el que solía gritar más que hablar, con el que nunca tuvo una relación cercana, ni siquiera una relación realmente de padre e hijo… él se había concretado a llevárselo consigo, con su nueva y flamante esposa, cuando su madre murió… hasta ese momento supo de quién era hijo, y supo que tenía más dinero del que se podía imaginar… dinero que tal vez pudo haber salvado la vida de su madre, o al menos prolongarla en medio de ese cáncer… eso fue algo que nunca le perdonó… eso y sus negocios turbios, de los que prefería no saber nada.

 

En resumen, su relación se concretaba a que su padre pagaba la escuela, y él no se metía en problemas, no le daba líos, y todos felices. El departamento en Londres había sido un regalo para celebrar su ingreso a la universidad, un departamento acogedor en un barrio elegante.

 

Tenía la música a volumen regular, corría por el departamento con los pantalones puestos, descalzo y buscando una camisa, para variar ya se le había hecho tarde.

 

—Sí… seguro, todo bien… ¿Y tú? —Inquirió sin prestar mucha atención, estaba concentrado en localizar los libros y el reloj de pulso. — Claro, en realidad no me hace falta nada, no creo poder ir en estas vacaciones, hay varios cursos que quiero tomar… —frunció el ceño con desagrado—. No voy a discutir lo mismo otra vez, ya te dije que me voy a dedicar a esto, una vez que termine la carrera te deshaces de mí… ya veré de qué me mantengo… —dijo frío.

 

En ese instante el timbre sonó.

 

Arqueó una ceja, fue hasta la cocina, no se molestó en averiguar quién estaba abajo esperando, pulsó el botón para abrir la puerta, quizás se trataba de alguno de sus compañeros.

 

—¿Qué? Ah no, es que tocaban la puerta, sí, ya sé… ¿Cómo esta Katrina?

 

Unos minutos después tocaron a su puerta, fue así, a medio vestir, abrió de par en par…

 

Se quedó boquiabierto…

 

—Luego te llamo, sí… después, nos vemos padre —apresuró y colgó— ¿Qué… haces aquí? Pasa —le dijo al francés, se hizo a un lado y lo dejó pasar, llevaba una maleta y un kayak ¡Un kayak con todo y el remo!

 

Dègel tenía un aspecto terrible, de hongo pensante producido una noche sin dimensiones.

 

—¿Qué sucedió? —dejó el teléfono en el recibidor y lo contempló, bastaba una simple ojeada para saber que algo no andaba bien.

 

—Yo… lo siento… no sabía a quién acudir, no tengo en realidad con quién ir y bueno…  —lanzó tartamudeando todo.

 

—¿Kardia te corrió? —inquirió tanteando el terreno, sospechando que tenía que ver con justo ese griego endemoniado.

 

—No, yo me fui, no quiero darte líos, la verdad es que si pudiese dejar mi maleta y el kayak, yo buscaré un lugar y…

 

—Vale, me estás lanzando todo como un balde de agua, siéntate, respira hondo, así —le mostró cómo, haciendo uno de esos ejercicios de respiración que solían hacer los actores, uno muy exagerado.

 

—Eres un tonto —comentó el francés riendo—, llevas el cabello cada vez más largo…

 

—¡Ah! Sí, bueno, una lata, ¿no?, a veces los profesores insisten en que lo corte, otros en que lo tiña… en fin, fruslerías, pero me niego, a mí me gusta así —tomó entre los dedos un mechón de su propio cabello, lacio hasta morir, platinado, dejó caer hebra por hebra, en efecto el cabello le llegaba por debajo de la media espalda.

 

Dégel se quedó con él, en el mismo departamento, en la misma cama, cerca de dos meses… a Unity no le importaba ir a dejarlo todas las mañanas hasta Cambridge, en donde estudiaba Historia, la misma carrera que Kardia, después el regresaba a Londres… no, nada de eso le importaba… nunca le importó sacrificar cosas por él, aunque tuviese que sacrificar una y mil veces su orgullo… eso tampoco le importaba…

 

Tampoco le importó tatuarse una fecha en números romanos en el cuello: VII-IX, se lo hizo justo el día en el que terminó la preparatoria, un recordatorio de su historia con Dègel Aesgir de Ketill, una marca en tinta negra, una más para su historial, además de las muchas cicatrices que llevaba a cuestas. Una conmemoración de los mejores años de su vida, de su adolescencia… años que nunca volverían.

 

Y lo único que le pidió, fue su sinceridad… sólo eso… tiempo después se arrepintió de haberle pedido eso, reconsideró la opción de vivir engañado… trató de saber y creer, de conquistar una consciencia que lo justificara, explicando a ellos mismos la existencia de eso que tenían juntos y la fracción de universo en donde estaban.

 

Pero no fue suficiente… porque después… tuvo que dejarlo ir… y otra vez perdía delante de Kardia. Nunca lo entendió, nunca entendió por qué… o tal vez sí lo entendía y se negaba a creerlo.

 

Otra despedida en su haber… otro adiós.

 

No volvió a contestarle el teléfono, ni los correos, ni nada. Se esfumó como materia de sueño.

 

 

 

ஜ۩۞۩ஜ♥ஜ۩۞۩ஜ♥ஜ۩۞۩ஜ♥ஜ۩۞۩ஜ♥

 

 

 

Prácticamente los dos habían volado en el kayak azul en el que estaban subidos, era impresionante la forma en la que coordinaban los remos, más que andar en agua, parecía que iban volando, que sus alas eran los remos, y el reflejo del agua no era sino un cielo de ficción.

 

El moscovita sonrió, en verdad que eran una dupla admirable, dejaron al menos tres metros atrás de la meta a todos los contrincantes, tuvo que aplaudir igual que el resto de los que estaban ahí, cuando se escuchó en el altavoz el pitazo de que habían llegado a la meta.

 

Una hora después observó su otro triunfo: esta vez en equipo, eran diez personas en una embarcación, Kardia era el capitán, como antes, como en la preparatoria, el timonel era Dègel… y si le pareció sorprendente verlos en el kayak doble, el contemplar la embarcación del equipó deslizarse a toda velocidad en el canal, fue algo impresionante.

 

—Al menos no me dejaste por un maldito perdedor… —recitó para sí observando a través de los binoculares.

 

Fue una carrera cerrada, justo a la mitad estaba pensando que los iban a dejar atrás, podía ver a Kardia gritándoles algo, probablemente instándolos a continuar hasta la extenuación… y sí, lograron llegar en primer lugar, otra vez…

 

Sonrió complacido, vio a la mitad del equipo tirarse al canal para festejar… discretamente el ruso se levantó de su lugar y emprendió la huida, humillado en la nada de lo que poseía, y que por el contrario, en su nada, estaba lo más valioso para Dègel, así que no quería verles festejar, ni quería hablar con ellos. Sólo… había ido… no sabía bien por qué había ido.

 

Caminó por los campos deportivos de Cambridge en aparente tranquilidad, incluso tuvo el descaro de encender un cigarrillo, fue hasta el auto y se subió, tratando de pensar en nada, sólo en que el kayak parecía ser un ave que volaba muy lejos…


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