Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Insane por rina_jaganshi

[Reviews - 1]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del capitulo:

Disclaimer: La serie de Yu-Gi-Oh le pertenece a Takashi, nosotras sólo hacemos historias yaoiescas sin fines lucrativos.

Dedicado a DanyNeko por animarnos a hacer uno de esta pareja. Esperamos que te guste.

Bronzeshipping. 

Aparto el libro que me mantenía ocupado justo cuando le veo pasar por la puerta. Ni siquiera me sorprendo. El conocido fluido en color rojizo cubre cada parte de su atuendo, asimismo, su bronceada piel hace un extraño contraste con el rastro que se ha secado, asemejando pequeñas costras por sus mejillas. Me pongo en pie para ponerme frente a él. 


—No tienes de qué preocuparte, no es mía —le miró inexpresivo, al mismo tiempo doy un paso hacia adelante, quedando a escasos centímetros de él para ayudarle a quitarse la camisa.


—Lo sé —espero pacientemente a que se retire el resto de la ropa para poder tomarla, luego, camino a la cocina. Tomo una bolsa de plástico en la cual meto las prendas, en este punto sé perfectamente que es imposible que las pueda lavar. Una vez que la deposito en la basura, regreso en mis pasos para adentrarme en el cuarto de baño. Él permanece inmóvil dentro de la regadera permitiéndole al agua llevarse la mayoría de la sangre.


Con lentitud abro el grifo para comenzar a llenar la tina. No necesito decir palabra alguna. Él ocupa su lugar dentro de la bañera. Muevo un pequeño banco para ubicarlo en el extremo donde está su espalda y tomar asiento. Basta que me estire un poco para alcanzar la conocida botella. Esparzo algo de champú en mis manos, luego, las llevo hasta su enmarañado cabello para comenzar a lavarlo. Veo la espuma teñirse de rojo intenso. Él no opone resistencia, permanece inmóvil mientras mis dedos masajean su cuero capilar.


Agradezco que mi hermana no esté en casa, de lo contrario, haría un gran escándalo por esto. Según recuerdo, hace una semana mi parte oscura llegó en las mismas condiciones, para mí no fue nada nuevo pero Ishizu estuvo a punto de llamar a la policía. Me costó varias horas convencerla de que no lo hiciera, asimismo, él tuvo que prometer que no volvería a suceder. Yo sabía que estaba mintiendo, incluso, mi hermana lo sabía, sin embargo, confiamos en su palabra.


Con parsimonia vierto agua para enjuagar los mechones rubios cenizo, de manera que el desagradable olor sea remplazado por la fragancia cítrica del champú. Enseguida, mis manos viajan por su nuca hasta llegar a sus fuertes hombros, una vez ahí comienzo a ejercer presión, tratando de liberar el estrés que siempre carga. A pesar de que no lo demuestra y mucho menos lo dice, es muy fácil para mí distinguir la ansiedad en sus facciones, tan iguales y, al mismo tiempo, tan distintas de las mías.


Mi parte oscura, jamás he hecho el intento por darle un nombre, a él tampoco parece importarle mucho. Porque ambos lo sabemos. Una triste sonrisa se posa en mis labios al momento en que viene a mí el seudónimo por el cual mi pequeño amigo se refiere al faraón. Mou hitori no boku. Ese alías es la más grande mentira que Yugi puede decir puesto que esa persona en su momento fue alguien, tuvo una familia, un nombre, una vida. Cada vez que le escucho llamarle así me revuelvo en melancolía, me entran ganas de pedirle que se detenga.


Muerdo mi labio inferior, permitiéndole a mis manos viajar hasta el pecho ajeno, repartiendo pequeñas caricias. Él suspira. Él, él sí es mi otro yo. Un ente que nació de mi odio, de mi rencor, de mi debilidad. Una figura sombría que desarrolló voluntad propia. Un alter ego que tuvo el valor para hacer lo que yo solamente soñaba. Matar a mi padre. Aquel hombre que únicamente existía para proteger el legado de nuestra familia, aquel que me lastimó tan cruelmente y que, a pesar de todo, quería demasiado. Por eso es que no podía arrebatarle la vida, por eso es que le permití a mi otro yo hacerlo.


En el fondo yo siempre lo he sabido, que no soy como Yugi, ni como Ryo. Yo no soy un ser de luz. Yo no voy por el mundo iluminando el camino de los otros. Por el contrario, yo soy el que pertenece a las sombras, porque yo, yo soy tan egoísta que dejé que mi otro yo se quedara con todos los sentimientos perversos de mi alma. Yo no sacrifiqué mi felicidad como, seguramente, habrían hecho el albino y el de ojos amatistas. No, yo me acobardé, yo decidí que no quería que me tuvieran miedo, yo condené a mi otro yo a un mar de emociones negativas que no hacen más que descontrolar todo a su alrededor, convirtiéndolo en esa criatura repleta de rencor hacia los demás.


Estoy consciente de que soy yo la mala persona. Mi otro yo es sólo una víctima más. Yo lo condené a una existencia solitaria, donde las personas se sienten aterrorizadas al ver sus ojos vacíos, al escucharle reír maniáticamente, al ser completamente incomprendido, porque ellos desconocen que soy yo el que lo orilla a cometer esos actos de crueldad. Porque en el fondo son mis deseos perversos los que dominan su alma atormentada. Si mis amigos se aferran a la idea de encasillarnos como hacen con Yugi y Ryo, en todo caso, el lugar del personaje oscuro es mío.


Parpadeo un par de veces para regresar a la realidad. Mi otro yo se pone en pie, le imito. Rápidamente le extiendo una toalla para que se seque. Le observo atentamente mientras él quita toda señal de humedad. 


—¿Qué fue esta vez? —pregunto, él continúa con su faena.


—Un viejo alcohólico iba a abusar de una chiquilla —una vez que se amarra la afelpada tela sobre la cintura, me acerco a él para rodearle el cuello con mis brazos.


—¿Y qué hiciste? —Inquiero mirando la siniestra sonrisa.


—Lo tomé del cuello, impidiendo que el oxígeno pasara a sus pulmones pero no iba a terminar así de fá… —le interrumpo para besar sus labios.


—Merecía sufrir más —afirmo, sus ojos lilas destellan con locura.


—Mucho más… —Siento sus manos tomar mis caderas para atraerme a su cuerpo semidesnudo—. Le rompí ambos brazos —niego ligeramente con la cabeza.


—Eso se puede curar —comento mientras empiezo a hacer un camino de besos desde su cuello hasta su mejilla.


—Por suerte, el estúpido traía un cuchillo, al parecer, le gustaba marcar la piel de las mocosas —con parsimonia me empuja hasta el pequeño tocador, una vez ahí me gira—. Empecé haciendo una incisión aquí —con su mano comienza a mostrarme. El espejo frente a nosotros me permite ver claramente el trazo que va desde mi axila hasta mi hombro—. Por más que tiraba, la extremidad no salía —con las puntas de sus dedos vuelve a tocar la piel de mi brazo, esta vez, ejerciendo más presión—. Tuve que hacer cortes más profundos pero el filo de la navaja no fue suficiente para separarlo por completo —con los labios recorre toda mi nuca, hasta recargar su barbilla en el hombro contrario— repetí la operación aquí —vuelve a acariciarme.


—¿Le arrancaste los brazos? —cuestiono inclinando la cabeza hacia el lado opuesto en el que él está para dejarle espacio a su ávida boca, la cual reparte mordiscos por todo mi cuello.


—Lo intenté —Sus manos se pasean por debajo de mi camisa, tocando mi vientre de manera superficial—. Luego de un rato me aburrí, además, perdió el conocimiento —retira la prenda superior que me cubre, enseguida, sus dedos regresan a la tarea de recorrer mi torso.


—¿Está muerto? —Con lujuria lame el lóbulo de mi oreja izquierda, a su vez, pellizca mis pezones.


—Seguramente se desangró —Gimo gustoso al sentir su erección restregarse en mi trasero.


—¿Y la chica? —pregunto mientras desabrocho mi pantalón, permitiendo que él lo jale hasta deslizarlo por mis piernas.


—Al principio estaba aterrorizada pero le hice ver que si no hubiera sido por mí, ella sería una víctima más del asqueroso sujeto —sus manos acarician la piel expuesta, logrando que me retuerza de placer cuando una se cuela por mi ropa interior para tomar mi miembro con ímpetu.


—¿Te…agradeció? —articulo aferrándome al pequeño tocador.  


—No pero tú lo harás —sus labios vuelven a su tarea de chupar mi cuello, asimismo, sus dedos juegan con mi pezón derecho, finalmente, continúa masturbándome.


Sé perfectamente lo que quiere y se lo permito. Le permito que se haga de mi cuerpo cuando le entre en gana, porque es la única manera que tengo para recompensarlo por todo el mal que le he hecho. Por tenerle miedo, por deshacerme de él al finalizar ciudad batallas, por hacerle creer al mundo que él es la oscuridad absoluta. Me estremezco cuando, sin previo aviso, dos de sus dedos se introducen en mi ano. Grito demostrando el dolor que me causa pero no hago ademán por detenerlo, por el contrario, me inclino un poco para permitirle comenzar a moverlos.


Nadie se esperaba que las cosas terminaran así. Que una simple decisión afectara la vida de todos. Cuando el faraón perdió contra Yugi, creímos que todo acabaría. Jamás volveríamos a involucrarnos en juegos de las sombras o arriesgaríamos nuestras almas para salvar al mundo. Todo indicaba que pronto olvidaríamos aquellos sucesos pero no, Atem no se quería ir. Su motivo era simple y tan banal que fue sorprendente que los dioses se lo concedieran. ¿Cómo no hacerlo si era visto como el hijo de Ra? Si quería permanecer junto a la persona que amaba, ellos no intervendrían, es más, hasta le brindaron un cuerpo propio para que disfrutara al máximo de ese sentimiento tan puro.


Un quejido emana de mi garganta al notar la presión en mis paredes internas. Su pene comienza a abrirse paso hasta que consigue estar en su totalidad. Puedo ver en el espejo el reflejo de su rostro distorsionado en una mueca de placer. Sé que le encanta tenerme así, a su merced, suplicándole porque sea más gentil y yo, le doy gusto. Trato de alejarme sólo para que él me devuelva a la misma posición. Sus manos viajan desde mis hombros, pasan por toda mi espalda, luego, cuando llegan a la cintura se van hacia mi abdomen para retomar su recorrido hasta la parte interna de mis muslos. Con brusquedad me separa las piernas, ocasionando que pierda un poco el equilibrio y termine con la frente pegada a la fría superficie que me regresa la imagen de mis ojos bañados en lágrimas.


Recuerdo el momento en que el faraón se materializó con una forma humana, no obstante, lo sorprendente fue lo que pasó después. Ryo y yo comenzamos a gritar desesperados, sentíamos nuestro cuerpo arder con alguna antigua magia. Era tanto el sufrimiento que caímos sobre nuestras rodillas. Alrededor los demás nos observaban asustados. Nadie comprendía el porqué del albino y de mí se separaban aquellos que, en su momento, quisieron causarles daño. Después, todo fue demasiado rápido. La tumba se colapsó, apenas tuvimos tiempo para escapar. En un principio no sabía qué hacer. Lo vi ahí, junto a mí, con un cuerpo propio. ¿Por qué? ¿Cómo? No existía razón alguna. Sin embargo, yo era responsable de él, de sus actos, de su desquiciada mente.


Gimo de manera escandalosa cuando comienza a penetrarme a un ritmo frenético. La punta de su miembro roza mi próstata provocando que me aferre al borde del mueble. No puedo mantenerme erguido, mis pies han comenzado a deslizarse. Él se da cuenta. Sin miramientos, me voltea y, haciendo uso de su fuerza, me carga en brazos. Mis piernas se ciñen a su cintura mientras que mis manos buscan apoyo en sus hombros. Él no necesita de mi ayuda. Me toma de la cadera para retomar el vaivén. Respiro agitado.


—No te escucho dándome las gracias —a pesar de sus palabras cuando me ve la intención de cumplir su mandato, se apresura a sellar mis labios con un demandante beso.


Yo, igual que hace unos minutos, enredo mis dedos en sus cabellos, los cuales todavía están mojados. Un quejido emana de lo profundo de mi garganta, asimismo, distingo el sabor de mi sangre que brota desde mi labio inferior. Nos separamos sólo para que él lama la herida. No puede evitarlo, está en su naturaleza. Sin importar cuánto se reprima termina por hacerme daño, es una necesidad en su persona, destruir lo que soy, porque él lo sabe, que soy yo el causante de sus pesadillas. Por esa razón es que le permito desquitarse conmigo, en un intento porque esas emociones no tomen el control.


Reconozco que mis esfuerzos son en vano puesto que siempre hay una persona que merece ser castigada. Como el sujeto que acaba de asesinar. Un hombre sin escrúpulos que gustaba de abusar de mujeres inocentes y no, no pretendo justificar sus actos, mucho menos defenderlo al decir que sólo mata malas personas. Nada de lo que hace es por el bien común, por el contrario, es la simple satisfacción que le causa el sentir la carne rasgarse entre sus manos, al ver la vida escapar del último aliento de sus víctimas. Sin embargo, no soy quien para juzgarlo porque, en lo profundo de mi ser, me alegro de que sea él en lugar de mí.


Me llena de dicha saber que estoy libre de esos sentimientos, de esa maldad que lo consume. Porque, aunque al final sea yo la horrible persona, nadie más lo sabe. Sólo él, sólo yo. Y me deja fingir que soy la luz, me permite reír y reunirme con mis amigos. Gracias a él puedo caminar con Yugi y con Ryo aparentando ser igual. Pretendiendo que soy normal cuando no es así. Mi mente sufrió, fragmentándose en pedazos que con el paso de los años se han perdido. No obstante, él, mi otro yo, continúa manteniéndome a salvo de mí mismo y yo se lo agradezco.


—¡Ah! —el agudo sonido retumba en mis oídos, haciéndome consciente de que proviene de mí. Clavo mis uñas en su espalda, abriendo las cicatrices que, ahora, no sólo guardan el secreto del faraón, sino el mío. Porque hasta eso le dejé. Aquellas marcas hechas por mi padre, las cuales fueron el origen del caos en mí.


Espero pacientemente a que explote dentro, llenando mis entrañas con su semen. Además, me quedo temblando entre sus brazos mientras clava sus dientes en mi cuello, luego en mi hombro izquierdo. Una siniestra sonrisa baila en sus labios, sus ojos se enfrentan a los míos y puedo ver a través de ellos, encontrando mi propia demencia. Porque tanto él como yo, los dos sabemos, que más allá del amor, nos une la locura. 

Notas finales:

Marik: ¿Se puede saber por qué nuestro fic no puede ser todo amor y felicidad? —se cruza de brazos.


Yami Marik: ¿Cómo es que le dicen? —reflexiona un momento— ¿Mundo mágico y musical? —las chicas asienten con la cabeza.


Rina: Pues verán, es obvio que hay una explicación… —coloca a su hermana frente a los dos egipcios— ¡Que Rini va a darles en este instante! —sale corriendo del lugar.


Rini: ¡Tonta deja abajo! —grita pero es demasiado tarde para que su hermana la escuche. Se aclara la garganta y mira a los de ojos lilas—. Muy bien, Marik sabes que siempre he dicho que eres el más sexy de toda la serie —le sonríe unos segundos y luego mira hacia el otro— y tú, obviamente, no te quedas atrás —le guiña un ojo. Los dos chicos la miran aburridos.


Marik: Estás consciente de que eso no va a funcionar ¿verdad? —se cruza de brazos.


Rini: ¡Diablos! ¡Plan B! —la chica les da la espalda un momento, enseguida, los vuelve a enfrentar con los ojos llenos de lágrimas—. Fue culpa del faraón, quiere todo lo cursi y romántico para él y el pequeño Yugi —se abanica con una mano dramáticamente—. Traté de detenerlo pero dice que nadie más es merecedor, que él es de la realeza y tiene sangre azul, hijo del mismo Ra, al final no pude oponerme a sus mandatos —los otros dos la miran suspicazmente la chica “llora” desconsolada escondiendo el rostro entre sus manos. 


Yami Marik: Supongo que tenemos que hablar con el faraón —ambos se retiran dejando a la chica sola.


Rini: Uf, eso estuvo cerca —se limpia las lágrimas falsas—. Pues este es nuestro fic Bronzeshipping, ojalá les haya gustado y… —no puede terminar debido al grito que resuena por todo el lugar.


Atem: ¡RINI! —la chica brinca en su lugar al ver al antiguo gobernante irradiar ira.


Rini: Nos vemos en otro fic —sale corriendo.    


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).