¿Por qué nací? ¿Por qué estoy solo en este despiadado mundo?
La soledad embargaba a un castaño de ojos esmeralda. Nació hace 12 años, pero a este punto sentía que nació en vano. No se podía quejar de que vivía desamparado. Aunque vivía encerrado en su gran mansión a la que llamaba hogar. Sus padres le brindaron todas las comodidades que uno pudiera desear. Pero sentía que esa riqueza solo servía para ocultar el abandono emocional que sufría por parte de ellos. Se sentía como si fuera una marioneta. Si sus padres decían que tenía que ser el mejor en sus clases debía hacerlo; si tenía que aprender a tocar piano, lo hacía. Todo lo que ellos dijeran tenía que hacerse. No valía ninguna protesta. Él sabía muy bien la respuesta: su opinión no importaba.
Miro al cielo. Pronto serían las seis de la tarde. El ocaso desprendía tonalidades anaranjadas. Mirar cada atardecer era doloroso. Quizás por una reminiscencia de su vida pasada. Mirar el atardecer era como mirar el final de una vida y un día menos en la suya.
Al tener este tipo de pensamientos, sus amigos no se acercaban mucho a él, ya que lo consideraban “raro”.
¿Para qué nació? Allí surgía nuevamente esa pregunta. ¿Por qué tenía que soportar esto?
Muchas veces cruzo por su mente la palabra “suicidio”, aunque quizás era muy cobarde para hacerlo. No quería sentir dolor. Tenía miedo de que el dolor fuera insoportable.
“Pero, solo sería por un momento…”
Sacudió su cabeza, definitivamente no podía hacerlo. Suspiro pesadamente. Agarro su maleta con fuerza y atravesó el gran jardín hasta su casa. Mientras caminaba lentamente, vio moverse unos arbustos. Volteo a ver. No había nada. Aunque el arbusto continuaba moviéndose.
-No hay nada, estoy solo. No pasa nada, estoy solo. –Acaso, ¿sentía miedo?
Apresuro un poco los pasos. Ya podía ver la mansión de mármol. Ahora escucho un “crac”. Volteo rápido y nuevamente no había nadie.
A pesar de tener deseos de morir, algo dentro de sí lo obligaba a estar atento y a alejarse de los peligros. No podía deshacerse del deseo de supervivencia.
Un escalofrío recorrió su espalda. Ahora estaba seguro. Había alguien detrás de él, pero, ¿qué haría? Aún no sabía defensa personal.
Otra vez se escucharon susurros de las hojas. Ahí estaba otra vez el extraño. Cuando estaba considerando voltearse y gritar que saliera quien fuera que sea, sonó su celular.
-¡Ah! –No pudo evitar soltar un pequeño grito. Se sonrojó un poco. Movió nerviosamente las manos y contesto el celular. –¡¿Eh?! ¿Ya están en casa? Yo recién estoy regresando de las clases, en un momento estaré ahí. Espérenme por favor.
Ritsu dejó escapar un leve suspiro y guardó su celular. Sus padres habían ido a visitarlo después de un mes de viaje al Caribe. Si los hacia esperar más de unos quince minutos, él estaría perdido. Olvidó por completo a la presencia que lo seguía y corrió en dirección a su casa.
Vio que el castaño claro se alejaba. Chasqueó la lengua. Había perdido una oportunidad de oro para presentarse. Pero no podía hacer nada por ahora. Ya habría otra oportunidad para reencontrarse. Además esperar unos años mas no hacía mucha diferencia…
Se volteó con una expresión de indiferencia y desapareció en medio del follaje del gran jardín.
-Hasta pronto, “bocchan”.