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El fuerte por AkiraHilar

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Notas del fanfic:

Tipo: Canon, Violencia, Angst
Resumen: Los grandes imperios podrían caer, si había un espacio en blanco en la infranqueable fortaleza de su líder.
Clasificación: NC-17
Advertencia: Rape
Pareja Principal:Death Mask x Saga
Razón: Reto personal + cumplirle el antojo a Scarlet xD
Beta: Shruikan
Dedicatoria: Para Scarlet D
Comentarios adicionales: Se lo debo a esta imagen 
.

Notas del capitulo:

Tipo: Canon, Violencia, Angst
Resumen: Los grandes imperios podrían caer, si había un espacio en blanco en la infranqueable fortaleza de su líder.
Clasificación: NC-17
Advertencia: Rape
Razón: Reto personal + cumplirle el antojo a Scarlet xD
Beta: Shruikan
Dedicatoria: Para Scarlet D
Comentarios adicionales: Se lo debo a esta imagen 
.

La ley del fuerte sobre el débil fue algo que aprendió muy bien. Pero muchas veces el fuerte tenía pequeños puntos de fragilidad que podían significar su caída. DeathMask había leído suficiente de historia, de potencias y reinos, de dictaduras y gobiernos, para conocer esa ineludible verdad. Los grandes imperios podrían caer, si había un espacio en blanco en la infranqueable fortaleza de su líder.
 
En ese momento, veía un espacio en blanco. Acostumbrado a deambular en el templo del sumo pontífice, sobre todo tras saber su identidad, el santo de Cáncer penetró en la estancia de las albercas solo para informar de los últimos acontecimientos. Otro gigante muerto. Otra victoria para él y el santuario que representaba. Regodeándose por ello, se había dirigido allí con la intención de hacérselo saber.
 
Lo que encontró lo dejó paralizado por un momento. En sus jóvenes quince años no esperaba una imagen así. Allí estaba Saga, en el suelo, humedecido con todos sus mantos apegados a su cuerpo y arrodillado sobre la baldosa. Cabello azul deslizándose por toda su espalda, algunos mechones sobre sus hombros y cubriendo su rostro de la luz. En las puntas, se podían ver las manchas ennegrecidas. Hebras que buscaban contaminarse como si se tratara de un mal ineludible, invadiéndole por completo.
 
Hasta el momento, DeathMask solo conocía al líder fuerte: al asesino, al impostor, al que era capaz de matar a un aliado si con ello podía mantenerse en el poder. Al que sacrificaba, mentía, engañaba. Al que tomaba las cosas por la fuerza y no le había temblado el puño para mandar a matar a Aioros, para casi asesinar a Shura. Todo lo que conocía (el hombre tras la máscara oscura, cuyo deseo era imponerse a los dioses) contrastaba con la visión que tenía ahora.
 
Un hombre endeble, inseguro… débil.
 
—DeathMask… —Pese a que era la misma voz, el tono distaba de todo el poder y presencia que Saga imprimía. Era como si fuera otro, un ser totalmente distinto. La mirada de DeathMask se mantuvo inerte sobre él—. Aléjate, por favor. No es el momento… de estar aquí.
 
—Tsk.
 
Los pasos en la estancia oscura y levemente humedecida por el agua se escucharon como si se tratara del tic tac de un reloj. Deathmask se dedicó a rodear la alberca, mirándolo para asegurarse de sus reacciones ante cada paso perpetrado. Desde la distancia fue capaz de distinguir cada escalofrío de ese cuerpo, así como la manera en que aferraba las uñas en sus propios antebrazos. Cuando estuvo más cerca notó las gotas de sangre en la baldosa y finalmente, las heridas que se había infringido con lo que notó, eran unas tijeras. Antebrazos marcados, muñecas lastimadas, más no cortadas de tajo. Cabellos hechos solo un pedazo sin forma entre sus pies y las telas manchadas.
 
Debilidad.
 
La decepción que sintió fue demoledora. Para DeathMask fue como ver a un dios de cera cediendo al fuego.
 
—He dicho que…
 
—No me iré. Quiero ver qué demonios está pasando aquí.
 
La mirada incriminatoria que Saga le dedicó, en la conjunción de emociones encerradas en sus ojos verdes, no conmovió al muchacho. Simplemente lo miró desde encima, como si ahora el fuerte fuera solo él. Estaba seguro que si lo deseaba podía tomar las tijeras y reventarle las venas del cuello. La imagen se vio muy nítida: él, Deathmask, tomando la cabeza de Saga de Géminis, usando su rostro como parte de la decoración de su templo. Le daría un lugar privilegiado, quizás sobre la cabecera de su cama. Se dedicaría a ver ese rostro mientras se masturbaba en sus santos aposentos.
 
Se regodeó con la imagen turbia y su sonrisa se ensanchó como una profecía maniática en su rostro. Alzó la comisura izquierda hasta que el rictus se vio con tintes enfermizos y Saga pudo sentir un escalofrío penetrarle desde la columna hasta la punta del pie. Como si fuese un presagio, se removió intensamente cuando DeathMask se acercó hasta él. Éste cerró la mano sobre el flequillo de Saga y le obligó a levantar la mirada para observar las lágrimas que habían rodado por sus mejillas y las que se quedaron atoradas en sus frondosas pestañas.
 
—Quieres morir, ¿no? Puedo ayudarte. —Apretó el agarre, y provocó que varios cabellos se quedarán sólo en sus dedos mientras observaba los ojos turbios de Saga—. Y entonces, yo seré…
 
—No me hagas reír.
 
DeathMas abrió bien sus ojos al sentir el impacto. Pronto se vio escupiendo sangre por la boca y sintiendo el golpe del oro contra el mármol cuando fue arrojado a una velocidad insana hacia la próxima columna. Lo último que recordaba era que tenía a Saga bajo su merced, allí, débil y vulnerable para poder hacer lo que quisiera, pero pronto el brillo rojo se tragó las verdes írises y todo se volvió un asqueroso negro hasta que logró pestañear.
 
Su espalda se despegó de la columna, y entonces cayó sobre la baldosa con las rodillas y la palma de la mano. La sangre que brotó de sus labios se hizo una mezcolanza con las gotas de agua que ya invadían el blanco piso antes de su llegada. Entonces subió la mirada y la imagen del negro y azul combatiendo por el terreno de su cabello se volvió nítida. Saga se tapaba el rostro con la mano, casi clavándose las uñas en la frente y al lado de los ojos. Las venas se le marcaban en lo que parecía el esfuerzo más grande que había hecho en su vida. Y en su cabello, se libraba una batalla en donde no se sabía si el agente invasor era el negro o el azul. Cuál era su color natural, en ese momento parecía irrelevante.
 
—Vete. Vete ahora o él te matará. —Hablaba entre dientes. Cada palabras parecía fluir con una agónica tortura, robándole la entereza y la elocuencia a la voz de un hombre que había nacido para ser líder de un imperio.
 
—¿Él, quién? —Fue inevitable preguntarlo y más aún soltar esa cuestión también por el filo de sus dientes, casi escupiéndosela mientras se levantaba.
 
—Él, yo.
 
Deathmask observó pasmado como la voz cambió con la entonación de la última palabra y como el negro ganaba posesión sobre el cabello y los ojos e incluso la voz. Ese sí era su líder fuerte, él que se levantaba entre los dedos de Saga, mirándolo maquiavélicamente y prometiéndole un futuro lleno de sadismo por la simple idea de querer matarle y tomar su lugar. Los ojos de Cáncer se achicaron. Los ojos rojos observaban los suyos antes de que volvieran a parpadear en radiantes verdes.
 
Entonces todo quedó claro. La locura en su máxima magnificencia habitaba en él. Dos seres totalmente opuestos compartiendo un solo lugar, luchando día a día por quién perdía y demostrar quien era el mayor. El maldito líder era el mayor. Saga perdía irremediablemente cada batalla y ésa no sería diferente.
 
Torció una sonrisa, fascinado ante el panorama que veía. Saga en cambio se sentía expuesto y vulnerable, por lo frágil que se veía y lo inevitable que parecía ceder de nuevo su voluntad, aún si quisiera con todas sus fuerzas quedarse. Volvió entonces a tomar las tijeras, con determinación. Agarró un mechón de su cabello con las puntas ennegrecidas e intentó cortar en el tramo que aún estaba libre de ese color como si con ello pudiera amputar la maldad de su cuerpo.
 
Aquello consiguió una carcajada por parte de Deathmask, quien conmovido por tal escenario, no dejaba de pensar que la patética debilidad de Saga era inversamente proporcional a la fuerza de su verdadera esencia teñida de ambición.
 
Ignorando la presencia del dorado en el recinto, Saga tomó otro mechón dispuesto a hacer lo mismo, desesperado y aferrado a esa única esperanza. La tijera no cerró sus dientes en el cabello. Se vio invadido por el cuerpo de Deathmask, quien lo sujetó desde su espalda y tomó la tijera para que no siguiera el camino que Saga le había demandado. Sin embargo, la tan sola presencia del otro había dejado totalmente inmóvil a Saga, quien sencillamente no lograba comprender las intenciones de DeathMask con ese abrazo.
 
—Deja de hacer eso. —DeathMask pegó su mejilla contra la de él, rozando su joven piel con la de Saga, la cual ya era adulta—. Por lo que veo, no es un nuevo corte lo que te hará ser más fuerte que él.
 
—Tú no sabes…
 
—No mucho. Sé de reinos, de dictaduras, de gobierno, de Marx, de Hitler, del César, de muchos otros. Sé de rabia, de ira, de muerte. Sé de desesperanza. Pero no sé mucho sobre enfermedades psicológicas y no me interesa, tampoco.
 
—Vete de aquí… —gruñó Saga, enojado ante las palabras del otro y la manera en que rozaba la barbilla sobre sus mejillas humedecidas. Era tan solo un niño, tenía su edad cuando toda esa pesadilla había dado comienzo y de eso ya habían pasado seis largos años difíciles de ignorar—. ¿Crees que él te perdonará por tan siquiera intentar matarme? No… te destruirá. Se regodeará contigo en su cama luego de hacerte sangrar. Ya lo he visto, tantas veces…
 
—Oh, pero si no voy a matarte. Me conviene que estés aquí. Necesitamos un poco de orden en esta pocilga y parece que tú y él son los únicos capaces. Solo de pensar que Mu tendría que venir con su aura perfecta a encargarse de esto me da nauseas. Y ni hablar del resto.
 
Sujetó la barbilla de Saga, provocando que sus venas se marcaran en el cuello mientras éste le miraba sin dar crédito a lo que parecía escuchar. Como si de repente él estuviera tomando la forma del otro y la batalla no solo se daba dentro de su cabeza sino afuera, también. Se sintió sitiado, confundido y repentinamente mareado.
 
DeathMask aprovechó la confusión y arrojó la tijera lejos de allí, hasta que el tintineo hizo eco entre las paredes y las columnas de mármol. En un solo movimiento, su mano se había movido hasta la nuca de Saga para obligarlo a clavar su frente contra el helado frío mientras él se acomodaba tras él.
 
—¡Qué pretendes hacer, DeathMask! —gritó Saga con la garganta agrietada entre el terror y la impotencia. Sintió la fuerza maligna agitarse en su cabeza, como si fuera víctima de un nuevo licuado. Todos sus pensamientos golpeándose y gangrenándose en su interior, sin dar tregua.
 
—Ayudarte a perder. —Escuchó con los pálpitos a mil sobre su nuca, justo en el lugar donde DeathMask atenazaba la piel—. ¡A entender que tú eres innecesario en esta historia! Los fuertes siempre están sobre los débiles. ¿Acaso no fuiste tú quien me enseñó eso? ¿Lo has olvidado ya?
 
Saga crujió los dientes, llenándose de ira tardía cuando por fin había comprendido las acciones de DeathMask, que pese a su joven edad, estaba podrido, más podrido de lo que él pudiera estar incluso en los años que faltaban por vivir. Asqueado ante tal verdad, su único pensamiento cuerdo fue mandarlo a volar con su cosmos. Crear una poderosa explosión de galaxia que estampara su cuerpo contra el mármol y dejara exquisitas figuras de sangre.
 
Pero solo se quedó en pensamiento. Su cosmos no acudió a su llamado y Saga se sintió indefenso cuando comenzó a comprender la razón. Su otra voluntad lo había tomado desprevenido, inmovilizándole el cuerpo entero, quitándole la posibilidad de moverse. Encerrado en su propio ser, sólo era capaz de tener consciencia y los pensamientos de hacer algo para detener los movimientos de DeathMask se quedaron en sólo un deseo. Escuchó la carcajada dentro de él, un eco mortal y agonizante extendiéndose en el laberinto de su cabeza. Y Saga dentro comenzó a correr, a correr en el propio laberinto de su mente, tratando de hallar la salida para volver a tomar el control de sus acciones y defenderse una vez más.
 
Ante la parálisis que percibió en Saga, DeathMask no tardó en actuar. Sus manos se movieron por los muslos gruesos para subir los mantos y hallarlo totalmente desnudo. Se desvivió con la imagen, infamemente erógena, atrapando entre sus dedos el falo dormido y comenzando a estimularlo para hacerlo despertar. Los tremoles y temblores en Saga solo aumentaron el deseo de hacer aquello, sin sentir culpa alguna. Ni siquiera sabiendo que algo estaba pasando en esa mente para no moverse, él no sintió ni un ínfimo pensamiento de detenerse.
 
Más bien, lo consideró una oportunidad. Se acomodó tras la espalda, echando los mechones negros y azules al suelo húmedo y encorvando su cuerpo para cubrir el del otro, mientras hacía a Cáncer a un lado y esta se formaba impotente para observar el exabrupto. DeathMask sacó su joven pene que ya había adquirido un poco de dureza por solo el llamado de sus pensamientos morbosos, pero cuando este se restregó en los fibrosos glúteos, el deseo se disparó y lo ayudó a adquirir volumen.
 
—Antes de venir, el padre que me sacó del orfanato prometiéndome una nueva vida, me tomó de la cara y me golpeó contra el piso de madera de ese galpón, antes de ensartarse dentro de mí. Me dijo que debía pagar algo. Algo que era el precio de mi libertad. Gimoteé. Gimoteé mucho y lloré como un marica, me dije que si era más fuerte podría entonces evitarlo. Pero el dolor era lacerante. Me sentí una mierda entonces. Y me juré que me haría fuerte, para que nadie más lo hiciera.
 
Dentro de su cabeza, Saga se podía imaginar aquella imagen con intenso pavor, aún incluso tras las carcajadas insondables de su lado maligno quien se burlaba de su propia debilidad. Corría entre planos de negros y blancos, tratando de hallar una salida aunque solo encontraba una nueva pared que intentaba partir con sus puños desnudos. 
 
—Cuándo creí que había acabado, me encontré que debía lamer penes y dejar mi culo abierto en el viaje. En el barco no me fue mejor. Y cuando llegué aquí, tampoco. “Esto le hacemos a los extranjeros” dijeron. “Es nuestra bienvenida”, dijeron. Fue divertido luego matarlos para decirles que esta era mi bienvenida. La bienvenida como el Santo de Cáncer.
 
Su pene ya erecto se movió entre los glúteos de Saga, amenazando la pequeña abertura sin dilatar mientras estrujaba los cabellos y apretaba su nariz chata contra el hombro cubierto por las telas. Entonces empujó. El cuerpo de Saga se tensó, pegándose a recibirlo y vio a través de los ojos el grito que Saga intentaba proferir y no podía. Una criatura tan viva, ahora encerrada en su cuerpo como si se tratara de un vegetal.
 
DeathMask no se conformó con abrir un poco el ano de Saga, y ser recibido sólo su glande. Sino que empujó, conquistando dolorosamente el espacio y escuchando apenas un quejido de Saga. En sus ojos aún estaba impreso el horror, y aunque quería, porque podía leer en esos ojos turbios la necesidad casi visceral de defenderse, nada podía hacer con el cuerpo inmovilizado y el peso del menor en su espalda.
 
Así sin más, DeathMask empezó a moverse y a penetrar. Duro, más duro. Fuerte, más fuerte. Quebró la defensa y obligó al cuerpo de Saga a recibirle mientras éste temblaba y se retorcía de dolor. Pudo observar las lágrimas de nuevo caer, con fluidez, por el rostro transformado en un rictus de dolor de Saga. Sus mechones azules mudarse a negro y sus cejas juntarse mientras apretaba los dientes e intentaba desaparecer.
 
El lado del mal se regodeó al ver a Saga vencerse. Al mismo Saga entregándole el control con tal de no sentir. Pero encerrado en sus retinas, se encontraba al final de un laberinto sin salida, acorralado, obligado a percibir el dolor y a sentirse ultrajado y humillado por un chico muchos años menor que él.  
 
DeathMask mordió por sobre los mantos sus hombros, hundió sus dientes en el cuello expuesto, gimió y se restregó con lascivia en ese cuerpo mayor mientras le tocaba sin miramientos. Estimuló el sexo ahora enhiesto en sus manos y le provocó doloroso placer, mientras se vertía en su interior sangrante y estimulaba la punta de su pene enrojecido. Disfrutaba la victoria, la victoria del fuerte sobre el débil. Y el como el fuerte caía ante una señal minúscula de debilidad.
 
—Dios salve al César —gimió DeathMask en el oído de Saga, disfrutando del placer de aquel cuerpo resistiéndose y apretándole—. Dios salve al rey.
 
Fue un movimiento violento. DeathMask se vio empujado por el cuerpo de Saga hasta que su cabeza hizo un sonido seco contra la baldosa, mareándolo al instante. Ahora era él quien había quedado tendido, y no fue capaz de saber que ocurría hasta que una manta de cabello negro le cubrió la visión e intentó enfocar sus ojos en lo que veía sobre él.
 
Estaba Saga, con sus ojos dilatados. Saga con las írises enrojecidas y las pestañas humedecidas, teñidas de puro negro. Saga con la expresión más macabra y espeluznante que había visto, capaz de provocar un escalofrío que aún sobre el temor, creó un pulsante estallido de placer en su pene ahora metido por completo en ese cuerpo. El empujón y el haberse sentado sobre él habían quebrado la última resistencia. Saga se había dado vuelta aún con él dentro y ahora estaba sentado sobre él, frente a él, con las enormes manos en la baldosa y su cuerpo cubriéndole.
 
—Te falta mucho para ser el fuerte, Cáncer. Mucho.

Las manos se cerraron en el cuello del muchacho como si se tratara de una prensa. DeathMask intentó defenderse, pero todo esfuerzo fue cortado cuando la cabeza dio en reiteradas ocasiones contra la baldosa, siendo golpeada sin misericordia. Casi como si rebotara en el piso. Escuchó el eco de las carcajadas de Saga, casi como si fuera un murmullo olvidado, ahora estando más del otro lado del mundo que justamente allí. Pero Saga no quería que perdiera el conocimiento y dejó de golpearlo, sólo para apretar el cuello que ya había marcado con las uñas para cortarle el aire y ver como el cuerpo de removía del más puro pavor.
 
—El fuerte no pierde el tiempo hablando de estupideces. El fuerte no provoca lastima. Y tú, eso me provocaste. Lástima. No saldrás de aquí hasta que revivas una y otra vez lo que viviste al llegar. Me encargaré de que no vuelvas a tocarme más, incluso, cuando esté él en frente.
 
DeathMask tomó la muñeca de Saga, casi suplicándole que bajara la fuerza de su agarre a menos que tuviera en mente el matarlo en ese momento. La armadura no acudió a su auxilio y se quedó sin aire justo cuando sintió el nuevo movimiento del hombre encima de él. Había empezado a saltar sobre su erección. Había empezado a moverse con lujuria. Las paredes ensangrentadas no dudaron en recibirle mientras él no podía concentrarse ni en el placer ni en el dolor, superado por la fuerza de aquel hombre que estaba dispuesto a lo que fuera, a lo más bajo, para saciar sus deseos.
 
Y eyaculó. Su orgasmo fue tan siniestro, que lo envolvió por completo robándole el aire y llenándolo de pura intensidad. Todos sus huesos dolían, las caderas le dolían, la espalda, la cabeza, el cuello terriblemente lastimado; le ardían en partes iguales a la de su cerebro recibiendo las dosis de la culminación.
 
Saga se levantó con movimientos gráciles y premeditados. La bata apenas cubría tramos de desnudez, pero así expuesto, con su pene aún endurecido, se masturbó frente a él para finalmente dejar que su semen se disparara y chorreara sobre el cuerpo de cáncer, manchándolo por completo. Al final de sus ruidosos jadeos, no quedó más que el silencio y el peso de aquella mirada. Saga torció una sonrisa y dio la vuelta, abandonando el despojo de lo que había dejado. De un débil intentando ser fuerte.
 
Cuando las albercas quedaron solas, se escucharon nuevas carcajadas. DeathMask reía en el piso, enloquecido y convencido, de que el líder fuerte no se dejaría vencer.

Notas finales:

Muchas gracias a todos los que leyeron y comentaron :3


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