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El frío...No me desagrada tanto. por mistdowner

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Notas del capitulo:

Es la primera vez que subo un fic, así que espero que les guste. Hace poco esta pareja llamó mi atención, y...Me dije, " Hoy estoy aburrida y sin nada que hacer, así que, a darle (?)" Y bueno, aquí me tienen. 

Tuve algunos problemas en hacer algunas partes de la historia. Porque...¿Sabían que Jack y Odin (dios que adora la gente de Berk) vienen de la mitología Nórdica? Eso me llevó a preguntarme...¿Hipo habrá sabido de la existencia de Jack? Si su dios provenía de la mitología nórdica y Jack también...Era lógico. Al final no lo incluí en la historia porque me generaba invonvenientes xD Pero igual: dato curioso del día, jaja.

 

-Hijo, mañana debes resolver algunos asuntos de…

-Sí papá, ya lo sé…-Con pesadez digna de un chico que apenas comenzaba a entender lo que era ser adulto y líder de un pueblo, el chico respondió suspirando, recostado en su cama, viendo como la noche bañaba la existencia de su mundo. El hombre  lo miró con tristeza, se acercó un poco a la cama, sentándose,  y ya cerca se quedó en el lugar buscando transmitirle confianza y aquellos sentimientos que no podía pronunciar en palabras a su hijo.

-Sé que ha sido difícil, pero…Tu madre estaría orgullosa, Hipo…¡Has logrado hazañas que ningún vikingo jamás podría llegar a soñar! A este paso serás el mejor líder que nunca jamás haya tenido Berk - La mención de su difunta madre hizo que el castaño joven cerrará un momento los ojos, recordando a ese ser que ya había abandonado su mundo, y que seguramente ahora lo cuidaba del cielo, feliz de siguiera con vida y salvo. Lástima que el se sintiera tan sobrecargado.

-Gracias papá. ¿Podrías dejarme solo? – con aquella pregunta el padre asintió afligido, y se retiró en silencio, dejando al muchacho sumido en sus pensamientos. Si bien disfrutaba de vivir con la gente que era  ferviente seguidora de su padre, junto con los dragones, ahora empezaba a darse de lo que le esperaba. Con apenas 16 años tendría que hacerse cargo tarde o temprano del clan. Siempre debería estar al tanto de las reservas, de pensar en distintas opciones para acumular suficiente comida como para los dragones y las personas antes de la época fría, de ver que nadie pudiese la vida de aquella isla en peligro, entre miles de temas más, que no harían más que cansarlo. Desde un principio supo que eso de ser el gran heredero de Estoico le traería problemas. -¡Agh!

Luego de quejarse, resolvió que lo mejor sería ir a dar una vuelta con su fiel furia nocturna. No pensaba hacer nada más que despejarse la mente con el frío aire de la noche, y deleitarse con los paisajes nocturnos, para luego regresar unas horas más tarde. Se levantó de la cama y se alistó con todo lo necesario para montar a su dragón, y ya cuando estuvo listo, salió en completo silencio de su hogar. Para su suerte, su padre ya descansaba en un profundo sueño. Buscó a su fiel amigo, llamándolo en susurros, hasta que lo vio jugueteando en medio de las colinas con el dragón de Astrid, su gran amor.

-¡Ey, Chimuelo, ven! ¡Si le haces algo ella nos matará! –Comentó entre risas, consiguiendo que el furia nocturna dejara de lado los juegos con ese dragón y se apresurara a su encuentro.- Ey amigo… ¿Te parece dar una vuelta? Quiero despejarme. –El animal entusiasmado asintió, para luego ser montado por el castaño. Iniciaron con el viaje, primero divagando por la gran superficie de mar que los rodeaba. Ya a esa altura, en la mente del muchacho no quedaba mucho más que el silencio del lugar, la compañía de su amigo, y el latir de su corazón. ¿Por qué sentía que Berk no era su sitio? Había nacido allí, pasó los mejores momentos de su vida en esa isla…¡Hizo lo imposible por lograr metas que parecían sueños! Pero… Aún con todo ello, no se sentía a gusto. Ni siquiera la rubia que le había quitado el corazón, su querida Astrid, conseguía mover en él aquel sentimiento implacable… Ese que sabía que necesitaba para sentirse completo.

–Por Odín, Chimuelo… Si sigo pensando tanto mi cabeza estallará… ¿Amigo? ¿ Qué te pasa?-por un momento pudo percibir como su fiel dragón empezaba  a detenerse. No entendía que pasaba, por lo cual con leves palmaditas quiso hacer reaccionar a su amigo, pero nada. – O-oye Chimuelo que suce…?-No llegó a completar sus palabras por lo visto. Siguiendo la mirada de su dragón, que parecía observar algo atónito, se encontró con el más hermoso espejo marítimo que nunca jamás haya visto. La luna era la principal figura en ese claro mar, siendo esta y solo esta la que se reflejaba en el agua. Ambos, dragón como humano, quedaron sin habla. Algo misterioso se percibía en aquel paisaje, y era que un aura de misterio y ¿por qué no? Sueños parecía llamarlos. Se escucharon unos susurros, inentendibles de por sí, pero que lograron remover el interior del jinete.  A medida que se acercaban, las voces se hacían más fuertes.

-J…ack…

-¿Q-qué?

-Ja…ck…

-¿J-Jack?

 ************************************

El gélido clima se alzaba poderoso en esa ciudad. De nuevo, como hace ya cientos de años, el poderoso guardián se disponía a divertirse un poco, congelando aceras y enviando brisas fuertes que hacían temblar a los transeúntes amargados. No había mayor placer para él que pasarse la vida de juego en juego, complicándoles la vida a los demás y disfrutando de sus coléricas caras y expresiones.

-Vaya amargados…¡Vamos, es invierno!...

Hacía ya tiempo que el asunto de ser guardián y derrotar a Pitch había quedado atrás, por lo cual no tenía nada más que hacer que molestar. Justamente lo que mejor sabía hacer. A pesar de que su relación con lo demás había mejorado, realmente no había sufrido muchos cambios. Esos “aburridos” como solía llamarlos, siempre estaban ocupados pensando en navidad o en pascuas, por lo cual casi nunca podía ir siquiera a hablarles.

-Pf, ellos se lo pierden.-Comentó Jack sobre un tejado lleno de nieve, meciendo su cayado divertido y tratando de trazar algún plan para matar el tiempo. El imponente paisaje que se alzaba ante sus ojos, completamente teñido de blanco, no le atraía. Si no había risas ni velocidad, o si quiera alguna curvan que pudiera llamarle la atención para una carrera de trineos, era inservible. Su sonrisa se borró al toparse con esa realidad: de nuevo estaba aburrido, pero más que eso, solo. Suspiró y caminó tambaleándose un poco con los brazos colgando, e hizo un puchero. Si más gente creyera en él, tal vez sus tardes y días, incluso vida, se harían mucho más emocionantes. Pero era mucho pedir, aun después de todo acontecido.

-Ya que, al bosque.-Bufó, para tomar fuertemente su cayado y salir volando en medio de copos que caían sin piedad. Se dirigiría ahí, a dedicarse a su más reciente hobby: las esculturas . Tal vez sonaba un poco vergonzoso y tonto, pero al joven le había atrapado la idea de crear geniales monumentos con sus poderes. Era una buena manera de desahogarse, y se deleitaba con las caras que ponían los desprevenidos humanos cuando las encontraban. Así pues voló, tal vez por unas horas, hasta comenzar a divisar su objetivo, dejando las ciudades atrás. Al fin cuando llegó, tocó el suelo con sus descalzos pies, y, buscando la mejor ubicación para su nueva creación, comenzó a recorrer el sitio con una gran sonrisa. Ya tenía en mente que iba a hacer el día de hoy.- Tal vez yo, volando, o conejo, siendo apaleado…O las haditas recogiendo dientes… O…

-¡Chimuelo!

El peliblanco se paró en seco. ¿Qué? ¿Había escuchado a alguien? Debía ser así, porque si no estaba loco. Agudizó el oído un poco, y de nuevo escuchó ese grito, llamando a un tal Chimuelo. Su cara reflejó su desconcierto, plasmando la curiosidad más pura. Por aquellos lares, sólo pasaban una que otra persona, al año, y con suerte. ¡Sobre todo en invierno! ¿Qué haría alguien ahí con tan bajas temperaturas?

-¿Hola?-Habló por reflejo, para lugar darse un golpe mentalmente. Obviamente nadie lo escucharía, porque no “existía” para muchos. Por las dudas, tomó su cayado con fuerza, y avanzando cual gato sigiloso, se escabulló entre el níveo paisaje, hasta llegar a la razón de los ecos en el bosque. Se quedó paralizado con la escena que encontró. Un niño, bueno, mejor dicho joven, buscando desesperadamente al tal chimuelo, cojeando de vez en cuando, y recogiendo partes metálicas del suelo. “¿Un accidente?” Se preguntó mentalmente, puesto que no había otra explicación para tal desastre. Justo ahora comenzaba a caer en la cuenta de las miles de ramas rotas de los árboles- ¿Cómo es posible que haya caído del cielo? ¿Qué es? ¿Un ángel? – Se preguntó incrédulo, saliendo de su escondite. Recién cuando se incorporó completamente, pudo apreciarlo de mejor manera. El cabello corto y castaño del chico, despeinado y rebelde le quedaban sumamente bien a esos dos orbes  verdes que tenía por ojos. Su cuerpo, frágil y débil le hicieron caer en la cuenta de que realmente no tenía mucha experiencia con las pesas, o siquiera algún trabajo pesado, sus prendas eran extrañas…Le llamaron la atención, pero se olvidó rápidamente de ello cuando vio su pie. Al parecer, el izquierdo le faltaba, lo cual explicaba su manera de cojear.

-¡Astrid! ¡Padre! ¿¡Dónde están!? ¡Chimuelo!-De nuevo el tal Chimuelo. Jack se acercó un poco más, hasta por fin quedar a unos metros, y sonrió. Al menos no presentaba heridas graves…Pero si seguía así en medio del frío, pescaría un resfriado.

-Vaya niño torpe, perderte así…Je, de seguro tendrás líos cuando vuelvas a casa…-comentó el peliblanco, cómo si el menor pudiera escucharlo. Seguía hablando de manera casual, hasta que el menor giró bruscamente a verlo, lo cual lo sorprendió de sobre manera.- E-espera, ¿¡Me ves!?- Se alarmó Jack, tocándose el torso como si con esto reafirmara su existencia. No pasó mucho antes de que notara que realmente el chico no lo miraba a él, sino que a alguien detrás. No tuvo tiempo si quiera de girar para cuando se sintió atacado. Un gruñido bestial lo dejó aturdido, mientras un peso mayor le apretaba el cuerpo contra la nieve. No entendía que pasaba, pero tenía que defenderse.

-¡¡CHIMUELO!! ¿¡QUÉ RAYOS HACES!?

Fue con ese  grito que lo que sea que estaba encima de él se retiró, aún con un aura dispuesta a dar batalla. El peliblanco se incorporó rápidamente, tomando su cayado y apuntando a la bestia negra que ahora divisaba. ¿¡Qué diablos era esa cosa!? ¿Algún ser enviado por Pitch? ¡Era imposible, ya que estaba muerto!

-¡Por Odín, Dragón malo, me has sacado un susto enorme! –Sin más palabras el pequeño castaño se abalanzó contra la criatura, y esta movió la cola, bajo la incrédula mirada de Jack, que sólo quería comprender de una vez por todas que estaba ocurriendo. ¿Cómo era posible que ese chico pudiera tener tal control sobre esa bestia? ¡Más importante! ¿¡Cómo podía esa cosa existir!? Vale que existieran yetis, duendes y hadas…¿¡Pero dragones!? ¿¡Eso era lo que había escuchado de boca del chico!?

-Tiene que ser una broma…¿De donde vienen? ¿Qué rayos son?

Un gruñido fue lo que recibió del animal, que parecía ser el único que lo escuchaba y veía. El pequeño estornudó, llamando la atención tanto del peliblanco como del dragón, para luego  apegarse más al calor de su reptil.

-Diablos, cómo terminamos aquí? Se rompió parte de su cola, y no tengo cómo repararla…-habló el castaño, deprimido, para suspirar. Sabía de antemano que si no encontraba un refugio, moriría del frío. Aún no entendía del todo cómo había ido a parar a ese lugar, de día, con ese clima, cuando en  Berk era pleno verano, de noche y…-¡La luna! –Medio saltó en su lugar Hipo, diciendo esas palabras.

-¿La luna?- Comenzó una nueva charla Jack, que sólo era escuchada por él y el lagarto que aún lo miraba con recelo.-¿Qué tiene que ver la luna?

-Luego de que escuchamos eso… Caímos aquí… Pero…¡No tiene sentido!

-Ni que lo digas.-Ironizó Jack, con un mal sabor de boca. Él más que nadie sabía que si la “luna” estaba involucrada, nada bueno podía ocurrir. ¿Tal vez debería avisarle a alguien? Si tenía que ver con el hombre de la luna, les concernía a todos los guardianes...Pero, tal vez se refería a otra cosa y..

-Jack.

-¿¡Qué!?-¿¡Acaso escuchó bien!? ¡Debía ser una broma, una pesada y mala broma! ¿¡Su nombre!?-¡¡Repítelo, repítelo!!-Le ordenó al menor, que seguía hablando entre murmullos y divagaciones sin saber de la presencia del espíritu.

-Eso fue lo que escuché…Jack, Jack…¿Quién diablos es Jack? ¡Da igual!- El sólo hablaba consigo mismo, dando vueltas y vueltas en el mismo lugar, caminando de un lado a otro, para finalmente tomar su cabeza con ambas manos y negar.- ¡Si tan sólo no hubiera salido! –Gritó con enojo, pateando la nieve y soltando un bufido.

Durante esos segundos, el peliblanco no hacía más que escuchar todo atentamente. Pasmado de escuchar su propio nombre de la boca ajena. Si sabía su nombre, ¿por qué no podía ser visto? ¡Menuda suerte la suya!

-Diablos, ¡Soy real! ¡Reacciona, estoy aquí, Jack! ¡Soy Jack Frost! –Trató de hablar siendo llevado por la molestia y desesperación, dando vueltas al igual que el menor, pero al final se dio cuenta de que realmente no servía. Este seguía en sus divagaciones, como si nada, alzando algunas piezas de metal que aun yacían en el suelo. Suspiro y se llevó una mano al rostro, con expresión cansada. No tenía idea de lo que pasaba, ni cómo se podía resolver, pero ahora estaba seguro de dos cosas: el hombre de la luna tenía algo que ver, y, por ende, los guardianes también. Sin perder más tiempo, se acercó a la lagartija negra, quién lo miró con molestia mostrándole los dientes.

-Escucha, conozco una cueva cerca de aquí.-Con toda la seriedad que pudo, le transmitió esa información al dragón, esperando que este le entendiera.- Sólo debes andar unos pasos al norte, y la veras. Llévalo ahí, iré por ayuda. –Y ni bien sus palabras concluyeron, salió en vuelo.

-¿Chimuelo? ¿Qué te pasa? Pareciera que has visto un fantasma…-Le habló nuevamente el castaño a su fiel compañero, tratando de ver lo que el observaba en el cielo. El animal solo negó, y empujando con su cabeza el menudo cuerpo de su jinete, lo obligó a caminar en la dirección que el desconocido le había marcado.-E-espera, qué haces? ¿A donde vamos?

 

Notas finales:

Espero les haya gustado. 


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