Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Besos Oscuros por CuartetoDeNos

[Reviews - 3]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del fanfic:

La mayoría de los personajes pertenecen a Toboso Yana, mangaka japonesa creadora del manga Kuroshitsuji. Si hay uno cuya pertenencia se deba al autor, será especificado. 

Notas del capitulo:

{{No está decidido si habrá continuación o es sólo un OneShot. Todo es dependiente del autor.

                                   Disfruten, mientras sea posible.}}

La mañana se asomaba fresca y con leves roces de nieve sobre el hogar del pequeño gran Conde Phantomhive, que descansaba con normalidad, sin saber dónde se encontraba su mayordomo.

Y, tal vez, era mejor así.

El demonio de mayordomo, estaba en esos instantes en la habitación a mitad del bosque, recostado sobre una gran cama que chirriaba a la vez de sus movimientos. Un gemido salía de sus labios a la vez que se quedaba mirando a la figura que se alzaba pegada a él, moviéndose con rapidez en cada estocada.

-V-ve más rápido. -Rugió, a la vez que sus ojos se pintaban de su típico color demoníaco, demostrando la lujuria que sentía.

-A-Ah, ¿Estás muy apresurado a volver por tu Amo? -Preguntó sin inmutar su exótico vaivén el otro pelinegro, a la vez que observaba la escena que le deleitaba: Sebastian Michaelis bajo él, rogándole ser penetrado más rápido.

El carmesí soltó una risa, apretando las paredes de su cavidad para darle más placer a su acompañante.

-Tú también deberías estarlo, Claude Faustus. -Susurró el nombre de su amante en el cuello de éste, sabiendo la reacción que tendría en el otro.-

-J-Joder. -Gimió el arácnido, mordiéndose el labio a la vez que sentía su semilla liberada dentro del contrario, a la vez que ambos dejaban caer sus cabezas para poder reposar y retornar sus fuerzas de aquél agitado acto.-

Luego de un silencio en donde sólo se escuchaba la nada, el siervo del perro guardián de la Reina fue el primero en tomar iniciativa, alejándose de el mayordomo Trancy para comenzar a vestirse. El contrario sólo le miró, sin siquiera tener el descaro de cubrir su virilidad.

-¿Qué quieres? -Cuestionó el que ya estaba en pie, casi con un rugido. Sentía la mirada del otro demonio sobre él; Y no es que le intimidara, solamente le molestaba.

-Mh. -Profirió el de lentes, que apenas se colocaba estos.- Sólo me planteaba como coño llegamos a todo esto. -Comentó, poniendo ambos brazos detrás de la cabeza en gesto desinteresado, pero sin dejar de verle a la cara.-

-Bueno, creo que comenzó el día en el que te diste cuenta lo bueno que estoy. ¿No? -Enarcó una ceja hacia el otro, como avisándole que si llegaba a negar su sensualidad, le rompería el rostro.-

Sólo se escuchó una risilla pequeña.

-Ah, creí que fue la vez que notaste mi increíble habilidad de seducirte. -Le provocó, haciendo poco caso a lo que el otro pudiese hacerle.-

-Te golpearía, pero debemos irnos. A sido una mierda pasar tiempo contigo, Faustus. -Bramó, sin siquiera mirarle a la vez que desaparecía en el bosque.

-Tu trasero no dijo lo mismo. -Sonrió petulante el mayordomo, sabiendo que el otro le había oído pero sin darle importancia. Se acomodó las gafas a la vez que miraba el cuarto y se vestía lentamente.

En verdad, ¿Cómo había comenzado todo aquello? Recreó las escenas mentalmente:

Acababa de terminar con algunos problemas del Conde Trancy, paseándose en dirección a la mansión cuando sintió una presencia. Era obvio quién era. Hannah y los trillizos no tenían un aura tan peculiar. Suspiró, debería encargarse de aquello. Mierda, y eso que sólo quería descansar.

El Infernal mayordomo Trancy tomó carrera desde su lugar hacia donde la figura (A varios metros) le esperaba. Al llegar, se colocó sigilosamente frente a ésta, sin inmutar su típica expresión.

-Michaelis. No se te esperaba. Típico de un mayordomo de pacotilla, no tienes los modales de avisar. Y a sido una entrada bastante bien actuada, como te gusta. -Mencionó, mirando a los cuervos negros posados en varias ramas de los altos robles del bosque.-

El contrario sonrió petulante, a la vez que daba un paso más hacia él.

-Sólo soy precavido. -Refirió a los cuervos.- En fin, a lo que he venido. -Dijo, al parecer algo apresurado.- Necesito tu. . . Colaboración, en algo. -Sus ojos se volvieron brillantes, demostrando algo así como emoción, ganándose la sorpresa del otro que arqueó una ceja.- Quiero que cuides de mis felinos. -Pidió con simpleza, cruzando sus brazos, dejando a un incrédulo mayordomo arácnido.-

-¿Es enserio? -Preguntó casi burlándose, pero poniéndose serio al ver que el otro no respondía.- No, ni de coña.

-¿Porqué? -Interrogó el mayordomo Phantomhive con el ceño fruncido. Si no conseguía dónde dejar a sus gatos, el Conde se encargaría de sacrificarlos.-

-Primero, porque no te debo ningún favor. -Dijo de manera obvia.- Segundo, somos enemigos. Tercero, no llevaré esas cosas pulgosas a la mansión Trancy. Y por último, ni de coña. -Escupió la última oración.-

Sebastian no pudo si no soltar un soplido. Nunca hubiese escogido a alguien como Faustus para encargarse de Esponjocito y sus hermosos amigos, pero estaba totalmente desesperado. Su Amo había ordenado que esos 'bichajos' no volvieran a aparecerse allí o se encargaría de matarlos, y él no podía si no cumplirlo.

-Haré lo que quieras. -Le miró luego de un rato en silencio, de manera seria. Escuchó con furia la risa del otro.-

-Hm, está bien. -Respondió el ojimiel, después de también haberse tomado un tiempo. Sabía el otro no podía negarle nada ahora había aceptado, ya saben, ley de demonios. Y así, podría humillarlo. No pensaba hacer que renunciara a la alma de Phantomhive, no. Tenía otros planes. Escuchó al otro suspirar con alivio, volviéndole a la realidad.-

-Te los traeré mañana. -Le aseguró, dispuesto a marcharse, cuando una enguantada mano en su hombro le detuvo.-

-Prefiero cobrar por adelantado. -Dijo serio, volteándolo hacia él.- Así que sígueme.-

El cuervo sólo frunció el ceño, pero no podía negarse. Si lo hacia, todas sus hermosas mascotas serían condenadas por el pequeño y maldito Conde. A regañadientes, le siguió el paso al pelinegro más alto, que sin dudarlo había comenzado a caminar en dirección a alguna parte del bosque. Prefirió no hablar, aunque torturándose la mente por saber qué tenía planeado el ojioro.

Después de unos minutos, a paso demoníaco, llegaron a lo que parecía una cabaña de madera. La primera impresión del mayordomo cuervo fue “¿Qué coño hace una cabaña aquí?” El contrario no paró en siquiera contestarle, entrando seguido por el menor. Esa cabaña la había encontrado hace mucho tiempo, apenas llegado al mundo terrenal.

-¿Y bien, qué me harás hacer? -Inquirió el de ojos carmesí, sentándose en un viejo sofá que estaba casi desgarrado. Claude hizo lo mismo, pero poniéndose en uno más pequeño frente a él.-

-Párate y desnúdate. -Ordenó, viendo la fatídica expresión del contrario. Sonrió de manera mental, repitiendo la orden hasta verlo moverse. Al observar el lento proceso con el que el otro se desnudaba, no paraba de reír en su cabeza. Planeaba humillarlo, violarlo de tal manera que no lo olvidara. Así, sería la peor condena para un demonio. Ser rebajado a un nivel humano. Y sabía, exactamente, cuanto dolería al orgullo del estimado cuervo.-

Una vez despojado de su uniforme, el carmesí miró a los mieles ojos del otro, que le ordenó se acercara con la mirada. A paso lento lo hizo, a pesar de que su instinto intentaba que no lo hiciera.

-Ábreme la bragueta. -Dijo ya mucho más demandante, sintiendo como las pálidas y frías manos del más bajo abrían con lentitud su cierre, dejando a la vista su erección, que se alzaba orgullosa. Sí, eso le excitaba. Pero no por poder follar con el otro, si no porque lo humillaría. - Ahora, lame. -Ante una mirada de 'reproche', sólo volvió a repetir sus palabras. La espesa lengua del mayordomo cuervo lamió el glande de aquél miembro de gran tamaño, a la vez que sus manos tomaban el falo de la manera más delicada posible, en un intento de que aquella sensación no quedara grabada. Luego de un rato así, el mayordomo Trancy ayudaba a la cavidad bucal de su acompañante a devorar más su virilidad con movimientos lentos de su cabeza, tironeándole el cabello. Al comenzar a hacer esto, notó una mirada algo distinta del contrario, una casi contenta . Eso provocó una furia interna del arácnido. Supone eso iba a humillarlo, no hacerlo excitar. Ahora sabía, el orgullo del otro sería algo más difícil de romper. Hizo que se alejara con su mirada, poniéndolo en cuatro. Sintió la agitada respiración del contrario, dándole una nalgada.- Cálmate, Michaelis. Pareces una humana alzada. -Intentó joderlo, esperando tuviera resultado.-

-Sigue. -Respondió casi con tranquilidad, provocando más al de mirada oro, que no dudó en darle una nalgada aún más fuerte y sonora.- N-ngh. . .~ -Gimió, sonriendo. Al menos, tendría un poco de acción ese día.-

Faustus no dudó en pensar hacerlo llorar. Si no, sería el puto colmo. Sería así como “¿Sabes cuál es el colmo de Claude Faustus? Poder humillar a su peor enemigo y terminar haciendo que goce.” Gruñó, obligando con brusquedad al ojioro a lamer cuatro de sus dedos, llenándolos de saliva para luego introducirlos con brusquedad en la estrecha entrada trasera del contrario.

-A-ah. . .~ -Volvió a gemir, ganándose, ahora sí, la peor de las furias de su 'amante'; Quien se acomodó entre sus nalgas hasta forzarse a entrar, luego de haberlo preparado un poco.- ¡N-ngh~! -El mayordomo cuervo fue obligado a cerrar su cavidad, en un vano intento de quitar al intruso. El arácnido sonrió satisfecho, acercándose a su oído.-

-¿Cómo se siente estar así?

No recibió respuesta, creyendo que había ganado. Así, comenzó con un rápido y brusco vaivén, sin importarle los quejidos y gemidos de su acompañante, hasta que oyó:

-M-Más. -Rogaba el de ojos rojos, comenzando a mover sus caderas sin descaro, sintiendo sus nalgas chocar contra las caderas del otro.-

A diferencia de antes, aquellas palabras prendieron más al mayordomo Trancy, que bombeó con fuerza, hasta obligar al contrario a dar la vuelta, aún sin salir de él, para poner sus tobillos en sus hombros. Así, su bombeo fue aún más rápido y fuerte. Ahora, ambos gemían como locos, disfrutándole hasta que terminaron, instantáneamente juntos.

Se separaron luego de eso, hasta que Michaelis regresó el día siguiente, para darle al ojioro sus queridos felinos. Pero, la atracción a causa de lo que ocurrió la vez anterior pudo más, llevando a ambos a caer nuevamente a aquél delicioso pecado. Una, y otra vez.



Luego de recordar casi con sorna todo aquello, el mayordomo arácnido terminó de vestirse, yendo a la mansión de su Conde, sabiendo que su amante hacia lo mismo. Así comenzaban los días de ambos mayordomos infernales; Follando por la mañana y luego cada uno por su lado a trabajar; En un largo intento de conseguir el almuerzo.




Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).