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Paciencia por Whitekaat

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Notas del fanfic:

Emm depsues de mucho tiempo sin saber que escribir esto nació cuando más atareado estoy, un saludo a todos y todas  y espero les guste este pequeño fic.

Notas del capitulo:

¡Que viva el Aioria x Saga! bueno... tenía que intentarlo.

PACIENCIA

 





Eran tan sigilosos que apenas se podían oír sus pasos contra el suelo, su pecho se aceleraba por la adrenalina que circulaba por su sistema sanguíneo, no se había divertido de esa manera en años, ser el guardián de géminis muchas veces era aburrido si no tenía nada con lo cual entretenerse, la soledad del templo era tediosa, la rutina un asco, un completo aburrimiento para su adolescencia, sentía que con cada día que pasaba se volvía más adulto, perdía más vitalidad, diversión y todo se volvía serio y gris y el hecho de que no existía tema de conversación con sus demás compañeros no aminoraba el pesado esquema del día a día de Saga de géminis.

Había dejado de frecuentar el templo del arquero desde que este se convirtió en el nuevo patriarca del santuario, no porque ya no se llevaran bien, si no que la ocupación de ser la cabeza del  lugar demandaba tiempo, trabajo, estudio y un sinfín de actividades que lo mantenía alejado de su único amigo y la única interacción social con la que podía contar pero la llegada del nuevo postulante a caballero dorado le traía una nueva esperanza para salir de la monotonía.

En su última visita al templo patriarcal se le fue informado que llegaría alguien nuevo que formaría parte del selecto grupo de guerreros encargados de proteger a la diosa Atenea, pero este hombre no se trataba cualquier persona, no, era alguien de su misma edad, un punto muy interesante para Saga y otra de las razones la cual llamaba su atención era el hecho de que se trataba del hermano de Aioros, el hermano que había permanecido mucho tiempo lejos de Grecia realizando un arduo entrenamiento.

El nombre de Aioria susurraba expectante por sus oídos, le encantaba la novedad y cada noche jugaba a imaginarse como sería el nuevo santo, si le agradaría, sus esperanzas se depositaban en la imagen de un chico el cual aún no conocía pero que intuía que su presencia causaría revuelo.

El día había llegado más pronto de lo esperado, sentía la presencia de su cosmos desde que pisó el primer peldaño de las doce casas, el de cabellos añiles mentalizaba como era que debía recibirlo, serio, alegre, indiferente, tenía la clara intención de agradarle al otro, pero no se le ocurría la manera exacta de cómo hacerlo, caminaba en círculos hablando en voz alta; ser adolescente era difícil y causar una buena impresión lo era aún más, se preguntaba si debía estar con su armadura pero asumía que eso sería demasiada  formalidad y si usaba ropa de diario quizás lo tomaría por alguien insignificante.

Saga agachaba su cabeza y desordenaba sus cabellos azules con el fin de conseguir una respuesta la cual nunca llegó, Aioria se acercaba y él se encontraba desaliñado, nervioso, sin saber que decir o hacer y sin tiempo para pensarlo. Fue un impulso del momento el cual no pudo controlar, las paredes del laberinto se irguieron dentro del templo de los gemelos escondiendo a Saga y atrapando a Aioria dentro de él. Era como jugar a las escondidas y de cierto modo vivir aquella sensación de ser niño que fue suprimida por largos y duros entrenamientos, competencia y estrés  causado por el puesto de la armadura de géminis.

Saga descubrió que tenía dos opciones o deshacer el laberinto y disculparse por el incidente o seguir jugando a esconderse y por primera vez se permitió un capricho, jugaría un rato, jugaría  a seguir a Aioria por los pasillos del laberinto sin que este se diera cuenta. Rastrearlo no fue difícil,  en pocos minutos había logrado dar con el lugar exacto donde estaba el otro, el gemelo no llevaba armadura lo cual era de mucha ayuda, su caminar no producía ningún ruido lo cual le permitía acercarse al otro chico, caminaba casi sobre la punta de sus pies, escondiéndose detrás de las paredes y la misma ilusión del laberinto lo hacía ser casi invisible e imperceptible para el otro.

Por más que Saga se acercara no podía ver su rostro y si se arriesgaba podía ser descubierto y el juego podría terminar mal; la distancia le era suficiente para observarlo con detenimiento, esa distancia era perfecta para que el juego de las escondidas continuara, los cabellos de Aioria eran más claros que los de Aioros pero con un corte similar al que llevaba hace dos años atrás, su espalda ancha, brazos y fornidos daban la ilusión de que era Aioros el que se encontraba caminando nuevamente por su templo, pero sólo había una diferencia entre ellos, Aioria era un poco más bajo que su hermano.

Saga podía sentir como poco a poco el otro comenzaba a desesperarse y que cada camino que tomaba lo llevaba a un callejón sin salida, la tranquilidad que había demostrado en un principio se comenzaba a perder ya que el castaño caminaba a pasos más agigantados, rápidos y fuertes, su  nuca lucía tensa y  sus manos se paseaban por sus costados en forma de puño, Saga reía tapando su boca con la mano intentando no producir ningún sonido audible, los músculos de su abdomen de contraían con cada carcajada interna y un líquido salino se comenzaba a acumular en sus parpados, pero sin poder aguantar más la risa la dejó salir y en cosa de segundos el cosmos del otro chico aumentó 

—Déjate de juegos y muéstrate de una vez—Saga aun escondido y riéndose no emitió ninguna palabra, la voz del otro era grave, mucho más que la de Sagitario, tenía tonos de seriedad y hastío, pero el geminiano ya había metido la pata con el sólo hecho de crear el laberinto, no le quedaba otra más que seguir jugando y correr lo más pronto posible para no ser descubierto por los pasos que se le acercaban.

Aioria sólo alcanzaba a ver unos largos cabellos azules revolotear a gran velocidad a través de los pasillos y a lo lejos seguía escuchando la risa de aquella persona que lo había encerrado en su laberinto infernal, el castaño no era un hombre de paciencia y que aceptara la derrota, se encontró a si mismo siguiéndole el juego a la extraña y misteriosa persona que no se atrevía a mostrar su rostro. Aioria ya se estaba cansando de correr tras él, la jugarreta debía acabar y creía que era el momento perfecto para presentarse cara a cara con el escurridizo habitante del templo de los gemelos.

Los cuerpos de ambos adolescentes comenzaban a girar por el piso mientras la ilusión del laberinto se iba desvaneciendo, Saga luchaba por zafarse y por otro lado Aioria apretaba con toda su fuerza los brazos del gemelo para que no se escapara,  sus rostros se encontraron, ambos orbes verdes centellaron por un segundo hipnotizándose el uno al otro, el agarre del castaño se deshizo para despejar la cara de Saga de los alborotados cabellos que cubrían parte de ella, el gemelo se tensó, Aioria estaba demasiado cerca su piel era morena, su nariz recta, las facciones de su rostro marcadas, cejas frondosas y gruesas que enmarcaban su rostro, un contacto piel con piel que no había sentido hace meses, un calor que lo estremecía y unos ojos verdes que no le quitaban la vista de encima.

Su espalda pegada al suelo, y unos brazos morenos rodeaban su rostro, sus mejillas blancas teñidas de carmín, la distancia cada vez era  más corta, sus bocas se aproximaban dudosas de lo que hacían pero sin la más mínima intención de detenerse, Saga había dejado la peor de las impresiones y al parecer su mala/ buena racha aun no terminaba, era inminente y ambos lo sabían desde el momento en que cerraron sus ojos para acercar sus bocas, apenas un roce por sus labios, sólo eso y nada más, el furibundo cosmos de Aioros hacía acto de presencia ante ellos que sólo atinaban a mirar hacia otro lugar evitando a toda costa la cara de reproche del patriarca del santuario, por unos segundos sus miradas se cruzaron cómplices y las enojadas palabras del otro dejaron de tener sentido.

Fin.

Notas finales:

bye bye 


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