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Cosas de Oficina por lady_shizu

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Notas del fanfic:

Notas iniciales: Ficbasado enteramente en un AU (universo alterno), en el que Heero Yuy y Duo Maxwell trabajan juntos.

 

 

 

«TODO (excepto los personajes) lo que a continuación vas a leer es inventado por mí. Si te ha gustado o has mostrado interés por algo en particular aquí escrito y quisieras utilizarlo, por favor pídeme el respectivo permiso para hacerlo.»

¡Di NO al plagio!

Mis FanFics estás protegidos por Safe Creative.

 

 

 

Aclaración: cualquier similitud con otra historia o la vida real es pura coincidencia.

Importante: los personajes de esta historia no me pertenecen, yo sólo los utilizo para escribir, sin ánimo de lucro de por medio. No obstante, el contenido de este fic es completamente de mi autoría.

 

 

 

Cosas de Oficina

By

LadyShizu

 

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Capítulo Único

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Una semana, ese era el tiempo mínimo estimado antes de poder despedir a un personal a prueba.

Una semana: cinco días hábiles.

Para alguien con poca paciencia hacia la negligencia, como Heero, una semana se tornaban años y años de espera. Todos los que trabajaban con él sabían que las dos cosas que Heero Yuy no toleraba eran la incompetencia e ineptitud.

Incompetencia… De eso veía mucho últimamente.

Tras despedir a su primera secretaria, sus sucesoras fueron cada vez más incompetentes. Una tras otra. No obstante, podía decir con facilidad que no se arrepentía de haber liquidado a la primera. Una mujer bajita, de enormes ojos café, cuyo nombre ya no veía necesario recordar; esa era ella. La que tontamente había mezclado carpetas con documentación importantes y le había entregado la incorrecta el día que debía explicar el funcionamiento del nuevo sistema de seguridad que había diseñado para uno de los bancos más importantes de la ciudad.

En plena reunión, con todos los socios y futuros compradores, hizo el ridículo. Sabía el funcionamiento del producto en cuestión, por supuesto, era suyo; pero tras abrir la carpeta y con horror ver que el contenido pertenecía a otro proyecto, y que cada persona sentada a la mesa de reuniones tenía la misma que él en sus manos, le indignó al punto de tener que tragarse su orgullo y disculpar a su muy imbécil secretaria, que acababa de salir de la sala de reunión tras entregar los documentos a cada persona allí presente.

«Pasa a mi oficina por tu liquidación.» le dijo tras acabar la reunión, sin mirarla mientras pasaba por su lado e ingresaba con ella detrás, a su oficina.

Desde entonces, no recordaba cuántas mujeres habían aplicado al difícil trabajo de asistirlo en la imposible tarea de ser su secretaria. Tampoco fuera que le interesara mucho el hacerlo.

Resopló fastidiado más que acostumbrado. Desvió la mirada hacia la pared lateral derecha, como si pudiera ver a través del concreto y pintura a la persona del otro lado. Miró su reloj de muñeca, cerró los ojos y al cabo de unos minutos se puso de pie y salió.

La mujer rubia, de bellísimos rasgos faciales y ojos esmeraldas, terminaba de teclear incesantemente en el computador las palabras de una hoja sobre el escritorio.

La miró cuando se acercaba a ella, sin haber cerrado la puerta de su oficina. Y los grandes ojos esmeraldas lo tomaron en cuenta enseguida.

—Señor Yuy, ¿se le ofrece algo más antes de que me retire? —le preguntó con una encantadora sonrisa.

—Ven a mi oficina. —fue todo lo que dijo.

La mujer le miró fijo, con sus ojos humedecidos y la boca semiabierta, completamente desconcertada. Y eso era porque Heero Yuy únicamente llamaba personalmente a personal bajo su cargo para…

—Pasa por RRHH y entrega esto al gerente de departamento.

—No entiendo… ¿Por qué? ¿Qué hice mal? —recibió su carta de despido, el cheque de liquidación y una carta que iba dirigida al gerente de RRHH.

—Esta carpeta —dejó caer el objeto nombrado en el escritorio, frente a la mujer—, debió estar en manos del departamento gerencial… en la mañana. Por citar sólo una razón.

—Pero yo… yo no… por favor, aún puedo…

—No te preocupes, iré personalmente a buscar los documentos que entregaste por error. Enviar a alguien más sería otra pérdida de tiempo. Puedes retirarte. —finalizó, regresando a su labor de teclear.

La mujer salió enfurecida, con lágrimas en los ojos. Molesta con él o consigo misma. A Heero le daba igual. Chistó al recordar que una de las razones por las que esa muchacha había terminado trabajando bajo su cargo en esa empresa fue porque tenía una gran capacidad bajo su blusa.  Recordó la molesta manera en la que el idiota que manejada el departamento de RRHH se refirió a sus muchos atributos como una especie de seguro de vida, o mejor dicho, anti-despido. Y a decir verdad, ella fue por mucho la más atractiva de todas, y por un momento pensó que sería, también, la menos inepta.

Tomó la carpeta del escritorio y se encaminó a la Gerencia.

 

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—Cinco días exactos…

Abrió lentamente los ojos al escuchar esa voz tan familiar. Acababa de llegar después de una larga plática con Wufei; estaba con una mano en el nudo de su corbata, a unos cinco centímetros abajo de donde debería estar. La otra, aún encargándose de girar el pomo para cerrar la puerta a su espalda.

—A decir verdad —su visitante alzó la manga de su camisa para ver el reloj en su muñeca—, has sido tan puntual como siempre. Me pregunto, ¿cuánto te duraría una secretaria si no existiera la regla de «una semana»? Es más, me pregunto si algún día te conformarás —a penas y volteó para verle. Y la situación a Heero le figuró tan molesta como desagradable.

—El día que envíes a alguien competente y no a una mediocre, tendrás la respuesta —se sentó y observó fijo al par de ojos azul violeta que tenía en frente.

Duo Maxwell, informal y, a su parecer, muy poco profesional, de alguna forma había conseguido el puesto de Gerente de RRHH. Heero estaba sin secretaria, otra vez, cuando el joven Maxwell fue contratado. Y como una forma de probarle que sí merecía tal puesto, se propuso encontrar a la secretaria perfecta para él. Una tarea que se le estaba complicando demasiado, sin mencionar que estaba quedándose sin reclutas.

—¡Por favor, Heero! ¿Qué hizo esta? ¿Estornudó muy fuerte? ¿Dejó caer su pluma al piso? ¿No se recogió el cabello como a ti te gusta?

Ignoró el tono sarcástico y el hecho de que, nuevamente, aquel había llegado a trabajar con sólo el pantalón de vestir, una camisa blanca fuera del pantalón y una corbata azul. A diferencia suya, que siempre vestía de ejecutivo. Como todos allí. Esa era una característica muy común en el joven Maxwell. Joven, porque era el jefe de departamento más joven en la empresa.

—Bueno, ya no importa. Le he dado una buena carta de recomendación para que pueda conseguir otro empleo rápido.

Heero alzó la vista y le dirigió una mirada acusadora.

—No debiste hacer eso —reprochó. Y agregó, antes de que Duo refutara—: Te detallé muy bien en la carta las razones por lo que la despedí, también, para luego no tener que verte aquí, molestándome.

—Heero, lo que sucede es que tú quieres a un robot como secretaria. Pero yo sólo puedo conseguirte humanos de carne y hueso —con sus manos realizaba movimientos en gestos que coordinaba a la perfección con sus ironías.

Heero suspiró. Cuántas veces no había tenido ya esa ridícula conversación con Duo Maxwell. Para peor, él continuaba insistiendo en enviar a las peores calificadas para la labor. No terminaba de entender qué veía en ellas para considerarlas aptas.

—Sé lo que estás pensando —agregó su visitante, apuntándole con el dedo índice—. Y sabrías la respuesta si tan solo dignaras unos segundos de tu tan valioso tiempo a revisar los curriculum que te envío. Esas pobres mujeres tenían excelentes referencias, pero tú las llevas al límite psicológico normalmente permitido. ¿Cómo esperas que no cometan un error o dos sí tienes tus talones sobres sus pobres cuellos?

—Fracasan porque las presiono —repitió, mirándole con una ceja alzada—, ¿esa es tu justificación? —pero no le dio tiempo de responder—. Qué ridículo.

—¡Por favor! Sabes a lo que me refiero. Sé más amable, más compañero, inspírales confianza. Que sepan que pueden contar contigo.

—Yo vengo a trabajar no a socializar —dirigió su mirada a la computadora y comenzó a teclear—. Y tú —le miró sólo ese momento— deberías hacer lo mismo.

Duo le devolvió una sonrisa divertida, acompañada de una ceja curva; provocándole que rodara los ojos hacia el computador. ¿Cómo esperar que esa indirecta de «vete de una vez» funcionara? Claro que no; después de todo, era con Duo Maxwell con quien estaba hablando. La persona más irritante que conoció en sus veintiséis años de existencia. Un «recién graduado» con veintitrés años y excelentes referencias, más su, al parecer, innata habilidad para relacionarse con las personas y, por supuesto, ganarse su confianza. No obstante, lo único que Heero podía reconocerle era la sorprendente capacidad con la que escaló posiciones dentro de la empresa.

—Por supuesto —escuchó la voz más jocosa de lo acostumbrado. Se estaba burlando de él—. Ahora mismo buscaré en la base de datos, la lista de aspirantes a secretaria del gran Heero Yuy, y te conseguiré una nueva asistente. ¿Podrás sobrevivir un día o dos mientras las entrevisto por ti?

—Haz lo que quieras —intentó ignorar la suave risa burlona así como el sarcasmo en sus palabras, mas no lo consiguió. El gerente en RRHH tenía esa extraña habilidad; parecía querer ganar la atención de todo y todos, y siempre lo conseguía. Incluyéndolo a él mismo.

Claro, Duo Maxwell a pesar de estar incluido en el muy reducido número de seres humanos que tenían la confianza suficiente para tutearlo, sobresalía de ese círculo por el simple y llano hecho de que él, a diferencia de los demás, le conocía hace sólo un par de meses. Y sin embargo, y contra toda lógica, era con quien más parecía llevarse mejor. Mucho «mejor».

—¿Por qué aún sigues aquí? —preguntó esta vez más fastidiado.

—Por la misma razón por la que tú aún no te has marchado —indicó, recibiendo su rápida mirada inquisidora—. ¡Por trabajo, Heero! ¿Por qué más? —dijo entre risas, subiendo un brazo al respaldo de la silla.

—Tus horas laborales acabaron hace más de treinta minutos —indicó, sin dejar de teclear en ningún momento.

—Al igual que las tuyas.

Heero desvió la mirada para observarlo sólo unos segundos. Resopló por la nariz, volviendo su atención a la pantalla y concluyendo, al final, que era mejor acabar el proyecto en casa. Apagó el computador y, ante la atenta mirada de su compañero, recogió su portafolio y se dirigió a la salida.

—¿Vienes o piensas quedarte a dormir en mi oficina? —cuestionó, abriendo la puerta y permaneciendo bajo el marco de la misma. Duo sonrió, tomando su portafolio del escritorio y caminando hacia él.

—A veces creo que despides a tus secretarias solo por esto —se burló de él, cuando le permitió el paso para ser el primero en salir.

—Y yo, que contratas incompetentes porque sabes que las despediré ni bien acabe la semana y tendrás razones viables para fastidiarme libremente.

Duo le sonrió, colgándose el portafolio al hombro. Era momento de «romper el hielo».

—Conozco un lugar excelente donde hacen las mejores pizzas de la cuidad. No sé tú, pero yo muero de hambre —le esperó, mientras Heero cerraba con seguro la puerta de su oficina.

Yuy guardó las llaves dentro del bolsillo interno de su saco y caminó hacia él deteniéndose en frente. Duo le miró con esa infaltable sonrisa acompañada del peculiar brillo de sus ojos violáceos, que los hacían tan exóticos como llamativos y peculiares, y sujetándose su larga trenza la llevó al frente, por encima de su hombro derecho. Maxwell le sonrió, antes de continuar:

—También, siempre podemos llamar al servicio de entregas a domicilio. Mi departamento no está lejos, ya lo sabes.

Heero bajó la mirada y notó la sonrisa pícara en su rostro. También, que había olvidado lo buen observador que era el joven Maxwell, pues esa tonta sonrisa y sus palabras sólo podían significar que le había mirado más de la cuenta.

Se resignó y siguió por su lado hasta el ascensor, que abrió sus puertas al cabo de pocos segundos. Duo entró con él sin decir algo más, pero no cambió su expresión en absoluto. Heero resopló.

—A diferencia tuya —comenzó a hablar, recibiendo la inmediata mirada violeta—, tengo mucho que hacer, comenzando por corregir lo que mi ineficiente secretaria hizo mal durante la semana. Y dudo de que en tu departamento tengas lo que necesito —le miró de reojo—. En el mío, sí; y tampoco, está lejos.

Duo carcajeó sin poderlo evitar. No haría comentarios sobre las formas de Heero para evitar un simple: acepto. Pero, definitivamente, no podría resistir las ganas de burlarse de él cuando a la mañana siguiente le recordara que no hubo momento en toda la noche para preocuparse por sus muchas tareas laborales.

 

 

Fin.

Notas finales:

Notas finales: Es un fic que tengo escrito desde hace muuucho tiempo; lo desempolvé, corregí faltas de todo tipo y decidí que era momento de subirlo. Es, también, lo primero que subo de WG. Realmente adoro a esta pareja! ^^

 

LadyShizu


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