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Un comienzo desastroso por Dulzurabeloved

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Notas del capitulo:

los personajes no me perteneces sino a su resoectivo dueño

por cierto agradecimientos  a mi amada beta  o3o te amo querida *-* sin ti esto no hubiera sido posible gracias!

¡Qué alguien le dijera por qué estaba ahí!

Ah, sí, su amiga Sakura.

En realidad, si su amiga no le hubiera lavado el cerebro —por no decir que le acosó hasta cuando dormía—, no estaría en un bar-restaurant familiar esperando sabrá Dios qué tipo de persona. Aún no podía creer que se había dejado embaucar por su mejor amiga, quien había tenido la grandiosa idea de ponerlo en una de esas páginas para parejas o citas a ciegas. Él no necesitaba a nadie en ese momento, se sentía lo suficientemente bien como para buscar una pareja o, en su defecto, una amante. Estaba a gusto con la vida que llevaba, ya que su esposa le había dejado a dos maravillosas hijas; tenía un trabajo que le gustaba y era buena la paga.

Suspiró. Aún seguía amando demasiado a su difunta esposa. 

Recordó que la cita debía llegar en al menos 15 minutos. El estar ahí le hacía recordaba cuando por casualidad conoció al amor de su vida, con unos patines y traje de mesera de los 60’, tan radiante, dulce y encantadora. Por eso había elegido inconscientemente ese lugar, pues todo a su alrededor le traía recuerdos. Sin embargo, ahí estaba, con un traje que usaba la mayor parte del tiempo para ir a trabajar: un pantalón de vestir negro, corbata del mismo color y una camisa blanca bastante formal. Llegó al lugar así como salió del trabajo. No quería causar una buena impresión, así estaba bien.

Le ponía de mal humor pensar que podría estar, en ese momento, disfrutando de sus hijas, viendo algún programa de comedia o una buena película animada —de esas que tanto le gustaban a la más pequeña de sus tesoros—. Siguió cuestionándose cómo se había dejado convencer por alguien que no tenía ni resuelta su miserable vida como para siquiera inmiscuirse en la suya y que estaba perfectamente bien, sin necesidad de que viniera alguien a quebrantar el orden que él mismo había impuesto.

Volvió a checar el reloj de pulsera, un Rolex que le había obsequiado su jefe en su cumpleaños hacía unos años atrás. Faltaba poco menos de 10 minutos y, si la susodicha no se presentaba, iba a marcharse y le dejaría muy en claro a Sakura Haruno que no necesitaba que ella le hiciera de celestina para buscarle una compañera que calentará su cama y llenara de pasión sus noches frías. Sasuke Uchiha no necesitaba más en su vida que un par de niñas que le esperaban en casa ansiosas por su presencia. Bufó verdaderamente molesto y luego, le marcó a Shikamaru Nara, uno de los pocos e íntimos amigos que conservaba de aquellos días en la Universidad.

Un par de tonos se escucharon al otro lado de la línea y pronto la voz cansada de su amigo se dejó escuchar, evidenciando su flojera innata por siquiera sostener el aparato en su oreja.

—¿Hola?

—Hola. —Sasuke saludo y bordeó con sus dedos el mantel prolijamente acomodado. Suspiró aburrido—. Dentro de poco tendré una cita. —Avisó, y Shikamaru murmuró un "problemático" bastante exasperado.

—¿Y qué pretendes que yo haga?

—¿Eres mi amigo, no? —preguntó.

Nara murmuró un "sí" casi en un susurro. Ya se olía en qué dirección iba el asunto con su quisquilloso y huraño amigo.

—Quiero que me llames en quince minutos y te inventes algo para salir huyendo de aquí. Sakura insistió en que tuviera una cita a ciegas y, ciertamente, no la necesito.

—¿Por qué no simplemente te marchas de ahí? ¿Qué te detiene?

Sasuke lo pensó un poco. Tamborileó los dedos sobre la mesa procesando bien lo que su mejor amigo le decía. Estaba tan tentado a hacerlo…

—¿Sasuke?, ¿estás ahí?

—Sí, aquí sigo, sólo haz lo que te digo, Nara: me debes muchas —acotó exasperado, pero con un retintín en la voz que su amigo aceptó a regañadientes.

—Bien, te llamaré en quince minutos, y más vale que contestes.

—Lo haré. Ahora te dejo.

Colgó sin escuchar lo que su amigo tenía que decirle. Pidió una cerveza a la mesera y le dio un largo trago en cuanto la pusieron frente a sus ojos negros. Levantó la mirada hacia la TV entreteniéndose en un partido de fútbol americano. Sin que se diera cuenta, un joven de unos veintiocho o treinta años, rubio, de ojos azules y vestido bastante formal, se aproximaba observando curioso todo a su alrededor. El chico sacó su celular y miró en la enorme pantalla el número de su amigo. El cual marcó inmediatamente al tiempo que se escondía en el baño de hombres, rezando a Dios y todos los santos que conocía, para que su cita no le haya visto.

Iba a matar a Sabaku no Gaara o, al menos, se aseguraría de dejarlo eunuco. ¿Cómo se atrevía a arreglarle una cita con un hombre que además tenía pinta de ser un amargado? Era una broma de muy mal gusto para su virilidad, y no se la perdonaría a su amigo. Desde ya, lo declaraba hombre muerto y enterrado. Los tonos, al otro lado de la línea, le exasperaron a cada momento hasta que una voz rasposa y muy conocida murmuró un escueto "hola" que le molestó aún más.

—¡Voy a matarte, Gaara! ¡Puedes estar seguro que, cuando te vea, te estrangularé!

Estaba fuera de sus cabales. Se sentía engañado y bastante frustrado. Él pensó que tendría una cita con alguna linda señorita y ver a ese sujeto con una expresión "si te acercas, te mato" que ahuyentaría a cualquiera, le sacaba de quicio con sólo observarlo. Su amigo soltó una sonrisa ronca.

—¿Era hombre? Vaya, con eso de que no le ponen el sexo a las personas, no lo noté. Debió ser un fallo de la página, ya que los unen con quien tienen más en común.

Naruto rechinó los dientes molesto. Miró su reloj: faltaban 3 minutos para que fuera puntual a su cita.

—¡Me las pagarás! Si el sujeto es lo suficientemente estúpido, tú te encargarás de sacarme de aquí.

—¿Cómo se supone que haré eso si estoy al otro lado del mundo, Naruto? Mejor disfruta la velada.

—Cállate, idiota.

Se mordió la uña del dedo gordo y otra profunda risa se escuchó del otro lado de la línea. Al parecer, su amigo se estaba divirtiendo mucho a sus costillas y de su desgracia.

—Invéntate cualquier cosa para sacarme de aquí.

—¿No puedes pagar una niñera con el excelente sueldo que te ganas? —preguntó Gaara bastante divertido.

Naruto bufó molesto acomodándose un par de mechones traviesos que le cubrían la vista.

—Puedo pagarla, sí. Ese no es el punto. Llámame en unos veinte minutos, y más vale que lo hagas.

—De acuerdo. Qué carácter... ¿Naruto?

—¿Qué?

—No te comportes como un gilipollas y sé amable. Tener un amigo aparte de mí, te hará bien.

Y colgó. Naruto casi quería vomitar la bilis por el coraje. Suspiró, se arregló el cabello, dio un último vistazo a su persona. Estaba presentable. Tenía que causar una buena impresión, ¿no?

Salió de los sanitarios y se dirigió con seguridad a la mesa donde estaba su cita dispuesto a irse. Se mentalizó y soltó un suspiro involuntario. Se acercó a él y aclaró la garganta, causando así que el desconocido se diera la vuelta viéndolo como un bicho raro. El sujeto levantó una ceja con un enorme signo de interrogación. Sus facciones decían un claro: "¿Estáis de broma, verdad? ¿Tú eres mi cita?".

—¿Eres Sasuke, Uchiha Sasuke? —preguntó con voz segura y agradeció que así fuera. E

El sujeto frente a él cabeceó a modo de respuesta, volviendo a tomar asiento en el lugar que ocupaba antes.

—Pensé que serías una mujer… A menos que lo que tengas entre las piernas no sea un secreto a voces al mundo, sino una vagina, porque, de otro modo, no me lo explico. —Sasuke se cruzó de brazos mirándole con frialdad—. ¿No te han dicho que ser puntual es importante? Hacer esperar a las personas es de mala educación. Esto me pasa por fiarme de mi amiga. —Chasqueó la lengua y puso de más mal humor a Naruto, quien casi estrangulaba a la pobre servilleta que había tomado cuando se sentó en frente de Sasuke—. ¡Y para colmo me dieron una cita con un gay! Sólo para que quede claro, no soy homosexual, por si empiezas a ponerte rarito.

—¿Disculpa?

Un tic nervioso se alojó en unas de las cejas rubias que temblaban por el suficiente coraje. Estaba decidido, mataría a Gaara y luego arrojaría su cuerpo al lago Michigan. ¡No podía creer lo que sus oídos estaban escuchando! Claro que iba a matar a su amigo.

—¿Quién te dijo que yo soy gay? A mí me van las mujeres, yo tampoco soy homosexual. Un amigo me inscribió en la página esa. Cuando te vi, pensé que eras un idiota o una broma de muy mal gusto. Ahora está comprobado, eres un estúpido, patán, mal educado y gilipollas.

—¿Yo? Te recuerdo que quien llegó tarde fuiste tú —argumentó.

Naruto suspiró bastante hastiado de la situación. Le quedaba poca paciencia —realmente, no tenía—, pero Dios era testigo de cuánto esfuerzo estaba haciendo para no encajarle los mondadientes en la yugular al tal Sasuke.

—Como sea.

Tomó el menú para ver qué se le antojaba.

—Cretino idiota —masculló molesto, imitando al otro.

Murmuró un par de insultos bastante inteligibles, lanzando esporádicas miradas de profundo odio al patán que tenía en frente. Cuando la mesera apareció para tomar sus órdenes, pidió camarones especiales de la casa y, el cretino, una hamburguesa con aros de cebolla, papas y un tarro de cerveza, cosa que también pidió él. No era mucho de beber eso, pero estaba seguro que era lo único que encontraría ahí con el suficiente alcohol para calmar sus nervios y ansias de matar lentamente a su acompañante.

—Y bien, ¿a qué te dedicas?

—Soy contador —contesto sin interés y sin despegar la vista del televisor.

—¿No preguntarás en qué trabajo?

Sasuke simplemente le miró con reproche por el rabillo del ojo.

—¡Claro!, me encantaría saber lo que haces con tu vida. Estuve esperando toda el día para llegar a esta parte interesante de la velada —pronunció calmado con un sarcasmo letal, aún sin dirigirle la mirada, por lo que no pudo ver la expresión asesina que Naruto le lanzaba gruñendo cada tanto por mantener la compostura y no cometer homicidio en primer grado—. Bien. ¿En qué trabajas?, cuéntame y sorpréndeme.

—Soy Ginecólogo —dijo mordaz, casi con acidez.

Por suerte, la mesera llegó colocando sus respectivos platos y cervezas, justo antes de que intentara, de verdad, clavarle los mondadientes en la yugular. Ese cretino se la tenía muy creída, pero debía confesar que era guapo, con un enigmático porte —aún con la ropa del trabajo diario—, una piel de porcelana que se veía suave al tacto, y su cabello negro azabache junto con los ojos fríos del mismo tono. Que fuera heterosexual no le impedía siquiera observar y evaluar a una persona, declarando con simpleza si era o no atractivo. Y tenía que confesar, Sasuke lo era.

—Entonces, ves vaginas todo el tiempo... Interesante profesión —dijo burlón con una ceja alzada.

—¡Demonios!, has descubierto mi plan maligno, cariño —gruñó, articulando las palabras con ironía, actuando a la defensiva y con recelo.

—Así que, ahora, aparte de homosexual de clóset, ¿eres un pervertido también? —La voz burlona de Sasuke hizo suspirar a Naruto.

—Y… ¿Estás casado, soltero, divorciado? —Optó por cambiar de plática. Estaba claro que Sasuke había dicho eso con el único propósito de molestarle y hacerle explotar.Pero no le daría esa satisfacción.

—¿Me estás tirando los tejos?

Sasuke alzó una ceja actuando a la defensiva, desconfiado, viéndolo como bicho raro, arrugando los labios. Naruto tuvo que hacer acopio de todo su auto control para no golpearlo en su cara de niño bonito y desfigurársela.

—Claro, de pronto te me has parecido tan atractivo, corazón. —Pestañeó como si quisiera cautivarlo—. Sobre todo porque rompiste mi voluntad de hierro, haciendo que saliera a la luz mi homosexualidad oculta, que, por supuesto, tú, siendo tan inteligente, me has pillado antes de confesarlo —acotó con sarcasmo.

Sasuke se percató de esto mirándole con desprecio mal disimulado, un tanto asqueado, empezando a molestarle.

—Intento hacer una conversación, idiota. Escucha... —Se masajeó las sienes y continúo. — A mí me agrada menos que a ti esta situación tan bochornosa... Al menos, intentemos llevarnos bien.

—Estuve casado. —Escupió, así, de pronto.

—¿Disculpa?

Naruto le miró sorprendido, algo desorientado. Sasuke simplemente rodó los ojos, hastiado. El rubio era bastante idiota, si se lo preguntaban.

—Lo que escuchaste. ¿O acaso, aparte de homosexual tapado, ahora resultaste sordo? —pronunció casi con desprecio—. ¿Y tú? —preguntó mirando por fin los azules ojos de su cita.

Sasuke casi pudo jurar que estaba el cielo en su mirada y la transparencia del agua más limpia: debía reconocer que tenía lindos ojos.

—¡No soy gay, maldición! —gritó desesperado. Sasuke agrandó su sonrisa ladina: era divertido sacar de quicio a su cita—. Estoy divorciado... —informó con desinterés aún con mucha ira, comiendo y bebiendo un poco de su cerveza. ¡Lo mataba!, por dios que lo iba a matar sin escrúpulos—. Si me disculpas, tengo que ir al baño —siseó con rencor, moderando su mal humor.

—Claro, que todo salga bien —murmuró sin prestarle real atención, aún concentrado en el juego que la TV transmitía.

Naruto se levantó para caminar hacia el baño y llamar a Gaara, pues el sujeto era un idiota, prepotente y antipático que escasamente le respondía —más a fuerzas que con ganas—; y qué decir del lugar, tan corriente como el tipejo ése que, aunque atractivo y todo, no dejaba de ser tan grosero y sarcástico con su persona. Esto era indignante.

Sasuke aprovechó para comer con gran pachorra su hamburguesa, mientras veía como Naruto se perdía por el pasillo que daba a los sanitarios. Le dio grandes tragos a su cerveza hasta que se la terminó. Miró el tarro frente a sus ojos, que pertenecía a su cita, pensando en beber sólo un poco, total, no tenía por qué enterarse. Así que la tomó y bebió un gran trago. Su vista nuevamente fue atraída como imán hacia la televisión.

Naruto al entrar al sanitario se metió en un cubículo y volvió a llamar a su amigo, quien inmediatamente contestó.

—Ya ha acabado tu cita con el galán del siglo.

—El sujeto es el hombre más imbécil que haya conocido. Ya quiero largarme de aquí, necesito una excusa. ¿Qué hago?

—Nada, simplemente, diviértete, Naruto. Nunca has batallado para hacer amigos, ¿por qué ahora te es difícil?

—Es que nunca me había topado con alguien tan antipático.

Suspiró agotado. Él no era de las personas que se rendía tan fácilmente, pero debía reconocer que el tal Sasuke lo sacaba de quicio y exasperaba, sacando lo peor de él.

—Bueno, ya te las arreglarás. Ahora debo colgarte, Jiraiya quiere decirme un par de cosas.

—Claro…, cosas. Pervertidos.

Gaara colgó y él se resignó. Se lavó las manos y la cara despejándose un poco, y tomó un par de papeletas para quitar los restos de agua en su rostro. Suspiró mientras veía su aspecto en el espejo para acomodar un poco su melena rubia —que nunca se componía con nada—, y, como decía su madre, al mal paso darle prisa, así que salió de los sanitarios y se encaminó nuevamente a su mesa.

Que Dios le brindara mucha paciencia. Iba a necesitar fuerza de voluntad sobrehumana.

Cuando ya estuvo sentado frente a Sasuke, éste le miró desdeñoso, desconfiado, como si realmente fuera homofóbico.

—¿Eres de esos tipos que odian a los homosexuales, Uchiha?

—No.

El cuerpo frente a él se tensó, pero rápidamente se relajó. Naruto sonrió irónico. Lo último que le faltaba era que lo tacharan de homosexual, promiscuo y de clóset.

—¿Se puede saber por qué te divorciaste?

—Bueno, mi mujer me fue infiel. Ino no estaba hecha para formar una familia, le gustaba ser libre. Un día después de su infidelidad, se marchó —soltó simple, y Sasuke entrecerró los ojos para después sonreír de lado burlón.

—No me extrañaría.

—¡¿Qué dijiste?!

—Tan pesado como eres, cualquiera te dejaría, y esa cara de idiota que te cargas… Digo, sólo mírate, tienes pinta de un snoob que quizá fue más frío en la cama que un témpano de hielo y no supo complacer a su mujer, por ello la infidelidad. ¡Hasta yo lo haría!, eres insoportable, te cargas un humor que nadie te aguanta y qué decir de tu estúpida forma de vestir. ¿Jamás has pensado en hacerte una cirugía? Tal vez cambiando tu rostro de tarado tu ex-esposa vuelva. Puedo decirle a mi jefe que me dé el número de un buen cirujano plástico que componga tu pobre cara de perdedor e imbécil —argumentó mordaz.

Naruto sintió que un volcán interno hacía erupción. ¿Qué se creía ese sujeto? ¿Con qué facilidad venía y lo juzgaba sin siquiera conocerlo, le insultaba e incluso criticaba su físico? Sasuke Uchiha se estaba metiendo en terreno peligroso. ¿Cómo se atrevía, sobre todo, echarle la culpa de que su ninfómana mujer fuera una tanga fácil?

Lava hirviendo corría por sus venas. Estaba bastante molesto y explotó.

—¿En serio? Qué observador. ¿Y tú qué? De seguro, tu mujer te dejó por imbécil, patán e insensible. Creo que no estás en posición de decir u opinar de algo que simplemente no tienes idea. De seguro, tu mujer, un buen día, despertó, hizo sus maletas y se marchó dejándote solo; lo cual no me sorprendería, yo lo hubiera hecho. De seguro, no aguanto tu carácter y se fue, quizá, con algún amante furtivo que, por supuesto, le complacía más que un sujeto frígido y con cara de que le metieron un palo por el culo remachado con cemento. Así que, ¿dónde está tú esposa ahora?

—Qué condescendiente. Sí, debió ser así, porque está muerta... Murió de leucemia

Un incómodo ambiente les invadió. Naruto, sorprendido y bastante apenado, bajó la mirada mordiéndose el labio. Se había dejado impulsar por su carácter explosivo: realmente, no había querido decir eso. Ahora, por supuesto, no sabía cómo salir del embrollo en el que él mismo se había metido. Debía disculparse. Se había dejado llevar por la molestia de que Sasuke lo juzgara sin siquiera saber la verdadera razón, y no midió las consecuencias de sus actos. La angustia le invadió por completo y el silencio le mortificaba bastante.

—Lo la...

Las palabras se le amontonaron en la punta de la lengua y, mejor, decidió guardar silencio y comenzar a comer sus camarones. La salsa, en medio de la mesa, se le antojó, así que zambulló el camarón dentro de ella y se lo echó a la boca. Lo escupió. Su lengua y boca quemaban. ¡La maldita salsa era puro fuego! Desesperado, tomó un trago de su cerveza que, extrañamente, estaba algo vacía, y la terminó,  escurriendo un poco por la comisura de sus labios. Miró con desdén y reproche a Sasuke, pues no hacía nada más que mirar la estúpida plasma sin notar que casi se moría.

Una melodía sonó y así fue que Sasuke puso atención a algo más que no fuera la TV. Rápidamente contestó la llamada, y Naruto no podía creer, lo infame y desvergonzado que podía llegar a ser.

—¡Ah, Shikamaru! ¡Qué sorpresa! —Despegó un poco el celular de su oreja y se dirigió a Naruto para hablarle—. Es mi amigo que cuida de mis hijos. —Le avisó muy cordial.

A Naruto se le hizo curiosamente extraño. Entrecerró los ojos y observó a su acompañante atentamente.

—¿En serio? ¿Cayó una nevada y ahora la nieve cubre mi entrada? ¿Se ha ido la luz? ¡Demonios! ¿Estás seguro? ¡Uf!, el calentamiento global  

Mientras hablaba iba levantándose de su lugar. Naruto alzó una ceja. ¿Una nevada en plena primavera? ¿Este tipo creía que se iba a tragar semejante estupidez? ¡Pero qué descarado! ¿Llegar a usar una llamada para escapar de su presencia? Maldito hijo de puta: había pensado lo mismo que él.

— ¡¿Una avalancha cayó sobre mi techo?! Debo ir a resolverlo —aseguró, y el rubio le miró incrédulo con un tic en la ceja.

Sasuke le estaba jugando una broma, le creía tan estúpido como para no darse cuenta de que le estaba mintiendo con tan poco tacto.

—Bien, voy para allá.

Y colgó, dándole una rápida mirada a Naruto.

—Tengo que irme, una avalancha y se inunda mi casa, la tubería... Este... ¡Adiós!

Salió como alma que se la lleva el diablo. Debía reconocer que Sasuke tenía ingenio, porque si no salían de ahí, alguno de los dos terminaría lanzándose a la yugular del otro. Suspiró. Era humillante. No volvería a salir en una cita a ciegas, lo juraba como que se llamaba Naruto Uzumaki.

***

Agotado, lanzó las llaves a la mesa de centro que estaba a dos zancadas de su puerta. Al fin se había librado de una cita tan horrenda y, además, con un completo idiota amargado. Una mujer estaba bien, pero él no era homosexual. ¡Iba a quemar viva a Sakura Haruno!

Con paso lento se encaminó hasta su cocina y abrió la nevera para sacar una cerveza, tomándosela de un solo trago.

No alcanzó a darle las buenas noches a su pequeña Reiko, y todo por salir en algo que consideraba una total pérdida de tiempo. Dejó sobre la isleta la botella ya vacía, se quitó la corbata y subió las escaleras lentamente, dirigiéndose a la habitación de la más pequeña de sus hijas. Si tan sólo su amada Hinata estuviera ahí, todo sería más fácil y simple de llevar. Abrió la puerta color blanca lentamente, observó la tranquilidad con que dormía en una respiración acompasada, y sonrió dulcemente. Sus hijas eran su mundo y sólo tenía ojos para ellas. Volvió a cerrar la puerta y se dirigió a la de su hija la mayor.

Abrió la puerta sin tocar. Sarada estaba frente al espejo, poniéndose un relleno de gomas de plantillas para zapatos. Sasuke no podía creer lo que su hija hacía frente al espejo, modelando para aparentar que tenía más senos de los en realidad portaba. Su boca se abrió automáticamente. No había tocado porque creía estar seguro de que su hija estaría dormida a esa hora, pero grande fue su sorpresa.

Sarada, alarmada, lanzó un ensordecedor chillido a la vez que tiraba la plantilla de goma a la cara de su padre cuando lo descubrió. Sasuke cerró la puerta inmediatamente, apoyándose en ésta.

—¡No vi nada, cariño, lo juro!

—¡Nunca puedo tener privacidad! —gritó exasperada.

Sasuke se puso más blanco de lo que ya era.

—De verdad, Sarada, no vi nada, cielo. ¿Me crees? —argumentó regañándose a sí mismo por no tocar la puerta antes. La próxima vez se aseguraría de hacerlo.

—¡No! ¡Largo de aquí! ¡Arg!, los adultos no entienden nada. No vuelvas a entrar así a mi habitación, nunca más —gritó hecha una fiera, poniendo pestillo a la puerta

Sasuke lanzó un largo suspiro golpeando su frente con la palma de la mano y maldiciendo por lo bajo.

—De acuerdo, no volveré a hacerlo: pensé que estabas dormida. Sarada, lo siento, de verdad, cariño. ¿Me perdonas?

Un grito desesperado fue su respuesta. Ser padre soltero era muy difícil, y más si tenías a una hija adolescente de 16 años que empezaba a convertirse en toda una mujer. Hinata le había dejado una responsabilidad muy grande: en estos casos era cuando más falta le haci+ía su amada esposa.

Arrastrando los pies, caminó hasta su habitación tirándose en el mullido colchón que era su cama. Vio el reloj. Apenas eran las 9:00 de la noche. Su día no podía ser peor. Primero, en el trabajo tuvo muchos problemas con varios cheques que le rebotaron en el banco; después, la patética y desastrosa cita a ciegas que su amiga de la infancia le organizó con la inocente idea de buscarle una pareja; y, por última y no menos importante, terminó espiando, sin querer, a su hija mayor mientras se ponía relleno para encajar. Los chicos comenzaban a gustarle, estaba en esa edad y lo sabía, pero aún no estaba preparado. Era todavía una bebé.

Cerró los ojos lentamente, cansado. Sin embargo, unos pasitos se escucharon y a los minutos sintió un peso extra en la cama, haciéndole rebotar suavemente. La dulce risa de su pequeña hija Reiko le sacó una sonrisa, y, sin previo aviso, tomó a la niña de un tobillo y la arrastró hacia él para abrazarle fuertemente. La niña rio a carcajadas.

—¡Papá, me engañaste!

—La que lo hizo fue otra, pequeña bribona. Te he pillado, angelito caído. —Sonrió y prendió la tele—. ¿Quieres ver una película?

—No, Sarada me puso maratón de princesas, mejor Dr. House —dijo dulcemente y Sasuke sólo cabeceó, poniendo el canal de Universal Chanel.

Estuvieron así un buen rato hasta que Sasuke se percató de que Sarada salía con un suéter de su habitación y un tintineo de llaves le llamó la atención.

—¿A dónde vas?

—Al supermercado.

—¡Espera! ¿A qué iras al supermercado? —preguntó alzando una ceja.

—Tengo que ir papá.

—¿Tienes? —Su hija asintió efusivamente—. Irás mañana, ya es tarde. —Volvió su vista a la televisión y Sarada gritó con voz chillona—. No me hagas un berrinche, no irás y punto.

—Papi, es que a Sarada le vino la mostración. —Sonrió saltando en la cama.

—¡Arg!, ¡¿es que en esta casa no puedo tener privacidad?! —gritó desesperada y corrió a encerrarse en su habitación de un fuerte portazo.

Sasuke miró a su pequeña niña con una sonrisa dulce en los labios, acurrucándola entre sus brazos

—¿Así que la menstruación, eh? —Se rio y le comenzó a hacer cosquillas a Reiko, mientras ésta se deshacía en carcajadas.

***

Cuando llegó a su casa, la niñera, una rubia con lentes y brakets, bastante menuda, le sonrió al tiempo que le ponía al tanto de que sus dos hijos ya estaban dormidos. Naruto agradeció y le pagó a la chiquilla, sonriéndole amablemente.

Estaba cansado, con un agotamiento que le tensaban los músculos. Es que la cita fue un real fracaso y, si se lo preguntaban, no volvería a confiar en nadie.

Cuando cerró la puerta de la entrada, se quitó la corbata y el suéter sin mangas que traía mientras se desfajaba subiendo las escaleras en el proceso. Lentamente se encaminó hasta la puerta de la habitación de uno de sus hijos, Bolt, quien ya dormía plácidamente, respirando tranquilo, con una pierna fuera de la cama y escurriéndole un hilo de baba por la comisura de los labios. Se permitió sonreír entrando a pasos lentos, procurando no hacer ningún ruido. No podía evitar pensar que ya estaba creciendo.

Llegó hasta la cama de su hijo y ahí se inclinó para darle un beso de las buenas noches.

Ser padre soltero sí que era difícil, pero no se quejaba. Inmediatamente salió de la habitación de su hijo menor.

Faltaba otra parada y sólo así podría dormir tranquilo. Abrió la puerta de su otro hijo, lentamente, y asomó la cabeza por la abertura. Sonrió. Menma dormía a pata suelta y con la cabeza casi en el suelo. Trató de no reírse y así, se adentró y vio la ropa sucia tirada por todo el cuarto. Suspiró. Su pequeño adolescente de 14 años, nunca cambiaría. Tomó una canasta de ropa sucia y comenzó a echar en ella toda la ropa que se encontraba en el suelo hasta que encontró un póster debajo de la cama. Escandalizado, se tapó la boca para no gritar. No podía creer lo que sus ojos veían ¿De dónde había sacado ese póster de Playboy?

En un arranque de impulsividad, lo tomó entre sus manos y pudo ver un recorte de la foto de su niñera mal pegada sobre la cara de la bien proporcionada modelo. Molesto, no midió su fuerza y terminó rompiendo el pobre cartel. Por primera vez, sudó frío. Su hijo se movió para acomodarse en la cama, dándole un pequeño susto a Naruto, a quien el alma le volvió al cuerpo al constatar que el chico no despertó. Por poco le descubría. Por ahora, tenía que recuperar ese póster si no quería tener problemas con su explosivo hijo por haber entrado a su santuario sin su consentimiento. ¡Genial!. Lo que le faltaba era tener que salir a comprar la revista donde venía ese póster y recuperarlo sin que su hijo sospechara nada.

Aún quedaba la posibilidad de pegarlo con cinta. Calmado, salió de la habitación de Menma para, de inmediato, ir a buscar en los cajones de la cocina y checar por si acaso tenía cinta. Bajó las escaleras, dirigiéndose a la cocina. Buscó y, en unos de los cajones, encontró su objetivo. Puso el póster sobre la mesa e intentó pegarlo, pero cuando creyó que lo había logrado lo volteó para ver su obra de arte.

Un gesto de disgusto afloró en sus delgados labios. Había quedado tan mal pegado que incluso la cabeza de la modelo había quedado hacia bajo a un lado de las piernas. Intentó despegarlo, pero salió contraproducente: lo rompió, dejándolo inservible. Naruto se golpeó la frente con la palma de su mano y,  con lágrimas en los ojos, no le quedó más remedio que salir a comprar el maldito póster. Aún no podía creer que su bebé ya estaba creciendo y encima se masturbaba pensando en su niñera.

Salió de casa rumbo al centro comercial, esperando encontrar la bendita revista. Miró los estantes de las tiendas donde tenían miles de revistas para adultos, pensando en que jamás había comprado una cuando era adolescente. Siempre había muy inocente, hiperactivo y muy distraído, no había tenido un subidón de hormonas despavoridas sino hasta que conoció a Ino en la universidad y se hicieron novios. Debía confesar que nunca se le pasó por la mente masturbarse o hacer cosas que con regularidad hacían los de su edad y, de verdad, se arrepentía: no tenía ni la más mínima idea de dónde provenía aquel póster.

Le dio la vuelta al estante, nervioso. Buscó en un par de pasillos para ver si había alguien que le ayudare con semejante cosa tan vergonzosa, pero solo vio a la última persona a la cual le pediría ayuda. Sasuke Uchiha, el tipo huraño, mala leche e idiota que había conocido en su cita, estaba en el pasillo de toallas femeninas, justo atrás de donde él se encontraba. Rápidamente volvió hasta las revistas para que no le viera y así evitar un encuentro bochornoso. Quiso esconderse, pero los ojos de Sasuke lo notaron.

Una sonrisa prepotente se posó en los labios de Sasuke y, sin que el otro lo notara, se posicionó a su lado.

—¿Qué es lo que haces? —le susurró al oído, y Naruto saltó en su lugar, escondiendo la revista que tenía entre sus manos.

El sonrojo de sus mejillas se incrementó demasiado hasta volverse granate, produciendo curiosidad a Sasuke, quien le miró divertido al notar las revistas  que estaba viendo.

—Vaya, aparte de gay pervertido de clóset, ahora resulta que eres voyerista.

Tomó una revista entre sus manos y la ojeó sonriendo con perversidad, con el único objeto de molestar a Naruto.

—Siempre es bueno usar manuela—agregó—. Es un buen ejercicio y una forma fácil de darte placer sin pagar. —Rio.

Naruto se sonrojó hasta las orejas arrebatándole la revista de las manos para volverla a colocar en el estante.

—No es para mí, es para mi hijo.

Sasuke alzó una ceja incrédulo, cruzándose de brazos aún sin dejar de sonreír de manera jocosa. Naruto rodó los ojos, frustrado, moviendo un pie incómodo por ser descubierto como cuando era niño y su madre le descubría picando el hojaldre del pastel.

—Encontré un póster debajo de la cama de mi hijo adolescente de 14 con la cara de mi niñera, pero accidentalmente la rompí. Ahora trato de recuperarlo antes de que se dé cuenta y me odie por invadir su espacio —explicó en un tono de voz muy bajo, como si temiera ser juzgado.

Por alguna razón, sólo sentía que tenía que contárselo a alguien. Sacó la revista que escondía a sus espaldas y se la mostró.

—Pero no sé cuál es... Estoy perdido.

—¿Nunca compraste una revista para adultos?

Se burló, colocándose un paquete de tampones bajo el brazo. Naruto negó con la cabeza sin articular ni una sola palabra por la vergüenza. Fue ahí que se dio cuenta de lo que llevaba Sasuke en sus manos y por lo que seguramente se encontraba ahí. No dijo nada, esperaría a que él se lo contara.

—Bien, tú me ayudas con esto. —Le mostró el paquete que cargaba—, y yo te ayudo con la revista.

Naruto volvió a asentir sin pronunciar nada

—Bien... Veamos, ¿cómo era la mujer del póster?

—¿Pues como toda mujer, no?

—Me refiero a cómo era, voluptuosa, natural o con muchas cirugías y con grandes melones…

—Con grandes pechos y nada naturales —respondió.

Sasuke sacó una revista y se la tendió.

—Es esta. Es un buen número, una edición limitada. Yo escondo una bajo mi cama, aunque hay mejores, pero tu hijo el pajero tiene buenos gustos: está en la edad de querer coger. —Se rio.

Naruto le golpeó el brazo disgustado por su vocabulario sin tener pudor.

—Cállate, aún no puedo creer que esas cosas tengan edición especial. —Miró la revista con asco.

Sasuke soltó una carcajada nada discreta, se estaba burlando de él sin escrúpulos.

—Si sigues haciendo esas caras terminaré creyendo que de verdad eres gay.

—¡No soy gay! ¡Maldición! —gritó desesperado para después suspirar.

—Ahora, ayúdame con esto.

Le mostró el paquete de tampones, ignorando por completo el grito del rubio.

—¿Me ves cara de mujer?

—No, es sólo que tú debes saber de esto. ¿Eres un ginecólogo, no? —Naruto asintió —. Bueno, entonces, dime cuáles debo llevar para mi hija.

—Esos son tampones.

—Sí, sé leer. ¿Y?

—¿Tu hija ha tenido sexo alguna vez?

—¡¿Qué?! ¡No! ¡Claro que no! ¿Qué pasa contigo? Tiene 16, es mi niña aún.

—Lo pregunto, porque éstos —Le mostró la caja —, son para, digamos, cuando ya has tenido sexo. Aunque eso no importa porque también lo pueden utilizar las jovencitas, pero es más recomendable usar otro tipo de cosas.

—¿Qué tienen de malo éstos? Dices que también pueden usarlos las jovencitas —Alzó una ceja viendo la caja con mucha atención.

—Sí, pero no es muy recomendable, estos tienen forma de... digamos...

Naruto hizo un ademán con las manos simulando un pene.

—¡Oh, cállate! Ni siquiera vayas a mencionarlo, maldición

La cara de asco que Sasuke tenía mientras se tapaba los oídos le pareció, de cierta manera, la expresión más tierna e infantil que había visto. Sonrió divertido.

—Deja de ser tan escandaloso y acompáñame

Naruto le tomó la mano y le guio hasta el pasillo de toallas femeninas

—Veamos… ¿Hace ejercicio?

—Sí

—Bien, entonces éstas. —Le dio un paquete de 50 toallas y sonrió—. Le ayudarán porque no se sienten, y son muy cómodas para usarlas, ultra absorbentes. Debe ser así por el cómo están hechas y la forma, pero estas son las correctas. Me sorprendes. ¿Cuántos hijos tienes? —pregunto divertido, encaminándose hacia las cajas para pagar.

—Tengo dos... ¿Y tú?

—También tengo dos, son hombres.

—Las mías son niñas —informó.

Un incómodo silencio les invadió mientras estuvieron en la fila de la única caja que estaba en servicio. Naruto empezó a tararear una canción que a Sasuke le exasperó y le produjo un tic en la ceja. Si Naruto no cerraba su maldita boca, iba a matarlo lentamente con una de las corbatas que estaban cerca de donde ellos esperaban.

El tono de la canción estaba por volverle loco, y la maldita dependienta no se apresuraba a cobrar, pues estaba dándole tips al sujeto frente al mostrador de cuáles eran los mejores pañales para que el bebé no sufriera rozaduras. ¿A ellos qué les importaba si el mocoso de un padre irresponsable se rozaba? Él lo único que deseaba era dormir, porque mañana tenía que ir a trabajar muy temprano. No contaba con todo el tiempo del mundo y su paciencia no era infinita, de hecho, ya estaba por agotarse por completo. Afortunadamente, seguían ellos.

Cuando Naruto colocó la revista sobre el mostrador, la dependienta le lanzó miradas coquetas y se acomodó el busto de manera sugerente.

—Lindo, no deberías ver esas feas mujeres llenas de plástico. Existen de carne y hueso. —Tomó un mechón rubio de forma sugerente. Naruto sudo frío—. Una mujer ardiente y sexy con mucha experiencia así como yo…

El tono azul que tomó el rostro de Naruto fue de película. Sasuke, quien veía todo, se rio por lo bajo.

Con cara de horror, pagó la revista y se alejó sonriendo bastante nervioso, mientras Sasuke no podía creer la mala suerte que tenía el rubio para las cosas. Esa tipa se cargaba al menos unos 50 años. De seguro, la mujer quería que le alisaran la pasa. Se rio para sus adentros mientras colocaba el paquete de toallas femeninas sobre el mostrador y fue su turno para que la dependienta le mirara extraño, con unas enormes ganas de preguntarle algo. Sasuke supo que no podría evitar la estupidez que iba a salir de su boca.

La mujer se aclaró la garganta un tanto nerviosa y dijo:

—¿U...usted es de ese tipo de mujeres que se convierten en hombre?

Una fuerte carcajada se escuchó a su espalda. Molesto, giró la cara con rapidez y vio, con odio infinito mezclado con rencor, al tonto rubio que se reía abiertamente de su desgracia.

¿En serio? ¿La mujer fea le acababa de preguntar si era transexual? Lanzó una mirada llena de veneno y la mujer se encogió en su mismo lugar, cobrando de inmediato el producto. Sasuke vio que la mujer cincuentona limpiaba el sudor frío que escurría por su frente con un pequeño pañuelo blanco, porque cualquiera que viera sus iris negras convertidas en filosas navajas, saldría despavorido por el miedo que  causaba. Incluso en su mismo trabajo le temían, ya que su carácter explosivo era digno de respetar.

Atrás de él, Naruto se deshacía en carcajadas limpias y llenas de vida, acrecentando la furia de Sasuke.

Pasó a un lado de Naruto, quien no paraba de reír, empujándole en el proceso y saliendo por fin del supermercado.

—Vamos, Uchiha, no te enojes —dijo, persiguiéndole—. Debes reconocer que lo que pasó allá adentro fue bastante gracioso.

Sasuke abrió su camioneta familiar para tirar, con fuerza, la bolsa que contenía las toallas femeninas. Luego, encaró a Naruto, disgustado, con una cara de pocos amigos que a cualquiera le hubiera asustado, haciéndoles huir despavoridos. A todos, menos a su acompañante.

—¿En serio? —Sonrió de forma ácida. Naruto, inocente, cabeceó sonriendo—. Al menos a mí, no me coqueteó esa fea mujer con 50 años encima queriendo que le planchara la pasa.

La sonrisa de Naruto se borró y Sasuke curvó los labios en actitud victoriosa.

—¡Ni me lo recuerdes! —Un temblor le recorrió todo el cuerpo, al tiempo que ponía cara de espanto—. Esa mujer parecía una momia, ni que decir de su aliento. Parecía que había un muerto ahí dentro.

Sasuke soltó una profunda y ronca carcajada que a Naruto le hizo sonrojar. Tragó duro, sin que el involucrado lo notara, y carraspeó un par de veces, pasando sus largos dedos por su alborotado cabello.

—Bien... Emm, Sasuke Uchiha. —Le tendió la mano y otro la aceptó, estrechándola en un gesto amistoso—, fue un placer conocerte. Gracias por ayudarme con lo de la revista

Le mostró la bolsa, sonriendo incómodo y nervioso. Sasuke asintió.

—Gracias a ti, por lo de las toallas

Bajó la cabeza avergonzado, con un color rodado en las mejillas y simuló patear una piedra. Poco a poco, levantó las negras cuencas, gesto que a Naruto le pareció demasiado tierno. No podía creer que una persona, a pesar de tener un carácter muy fuerte, pudiera irradiar un poco de ternura.

De pronto, una vocecita interna le gritó que le diera una oportunidad a la persona que estaba en frente, que quizá encontraría en él un buen amigo. A regañadientes, hizo una mueca de inconformidad, y Sasuke frunció el entrecejo soltando la mano del rubio como si quemara.

—Bueno, gay de clóset, tengo que irme: mis hijas están solas —informó con una sonrisa ladina y prepotente.

Naruto quiso golpearle su cara de niño bonito. ¿Cuántas veces tendría que decirle que no era gay? Era un caso perdido, se dijo así mismo.

—Igual yo. —Arrugó los labios de mal humor—. ¿Siempre tienes que arruinar el momento?

—Bueno, es una de mis tantas cualidades. —Chasqueó la lengua desviando la mirada hacia su camioneta—. En fin, aquí nos despedimos.

—Sí, tienes razón… Espero volvernos a ver —pronunció, y Sasuke cabeceó perezoso metiéndose en su camioneta al igual que él, la cual, curiosamente, era del mismo modelo.

Notas finales:

un rw? 


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