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Letters por Jesica Black

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Notas del fanfic:

Los personajes no me pertenecen.

Letters

 

Prologo
La portada no hace al libro.

 

                Hace años, una persona le dijo que la portada no hace al libro, sino que el libro le da sentido a la portada y esas palabras resonando en su cabeza, a la edad de dieciocho años comenzó con su frenesí imaginativo y sus horas enteras frente a la computadora.
Como decían los viejos sabios, tuvo todo lo que había que tener para ser un buen escritor: alcohol, pesadillas y un mal matrimonio. Cada una de ellas iba enganchada por la siguiente, sino fuera por la obsesión de sus padres que se casara joven y tuviera familia lo antes posible, probablemente hoy se encontraría en una situación completamente diferente, pero no, solía ser bastante manipulable de muchacho y no pudo negarse a los dichos de su padre en aquel entonces, por lo que a los veinte años ya estaba casado.

Su mujer, una bella joven de impresionante elegancia, nacionalidad francesa y dulce mirada, debía de aguantar las horas en las cuales su marido no le prestaba atención y vivía para escribir los relatos más interesantes que pudiera imaginar cualquier otro escritor.
Pero como se dijo en un principio, su matrimonio fracasó. Durante meses, ella intentó concebir casi en estado asolas, le decía constantemente que quería tener familia y aunque él no estaba muy de acuerdo con ello, aceptó. Hubo dos embarazos que terminaron en abortos naturales, ella comenzó a adentrarse en la depresión mientras que él, estuvo embadurnado por la época de esplendor de sus libros, donde narraba tajantemente una historia policial y psicológica bastante perversa. Poco a poco ella se fue distanciando de su marido hasta encontrar un amante joven y viril que la complazca. Poco después a ella le diagnosticaron cáncer en el útero lo que la imposibilitó a tener hijos, pero una vez pudo separarse de su marido, se casó con un joven apuesto que le dio todos los lujos que podía y más, aunque esto no fue un problema para el joven hombre que ya estaba rozando los treinta.

                No mucho tiempo después, se mudó su hermano menor a la casa, de dieciocho años, Milo era todo lo opuesto a él, bastante alegre y emocionado de vivir una aventura, estaba cansado de las restricciones en casa y tuvo que mudarse con su hermano mayor para poder vivir un poco más su juventud. Pasaba todas las noches en vela saliendo de un bar al otro, según Kardia (su hermano), seguramente fumaba marihuana o tomaba alguna droga para durar tanto durante la noche, porque prácticamente no dormía.

Hoy, con ya treinta y tres años, soltero y con una carrera en auge, el joven Kardia Antares se vivía todas las noches en su cuarto del primer piso, delante de una computadora, con anteojos antireflex para que no le hiciera mal a la vista y una montaña de colillas de cigarro a su alrededor, de vez en cuando un vaso de whisky que acompañaba la humareda y oscuridad que le cubrían.

 

–Si escribieras de un lunático novelista sadomasoquista que vive en una casa de soltero a los treinta y tres años junto a su hermano menor y recibe llamadas amenazantes de su editor, seguramente ganarías una fortuna –habló Milo acercándose a la puerta, dentro del cuarto solo se ve la silueta del mayor de los hermanos por la luz que reflejaba el monitor, el muchacho se acomoda los lentes y toma con su mano derecha el cigarro posado en el cenicero, lo golpea suavemente y lo deposita en su boca para inhalar y exhalar el humo.

–¡Aaah! –suspira–. ¿Ya te vas? ¿Qué hora es?

–Sí….son las once de la mañana y necesito dinero.

–¿No te di dinero ya? –preguntó mientras gira su cabeza para ver a su hermano asomarse, lo único que iluminaba aparte de la luz del monitor era la lámpara prendida del pasillo donde estaba Milo.

–Eso fue la semana pasada, necesitas comida para vivir esta semana también –bufó molesto–. Si no fuera porque me compadezco de ti, seguramente ni siquiera comerías, deberías contratar a alguien.

–Sí, debería, pero casi no tengo tiempo para nada –golpeó suavemente la colilla contra el cenicero y volvió a colocarse éste en la boca.

–¿No tienes tiempo o crees que no tienes tiempo? Te veo durante horas sentado allí sin hacer nada, al menos si escuchara el teclado unos minutos sería suficiente –habló el menor–. Además ¿cuál es la necesidad de tener todo a oscuras? –mete su mano dentro del cuarto tanteando el interruptor de luz.

–¡NO LO ENCIENDAS! –Inmediatamente el menor quita su mano–. Me da una atmosfera.

–Tú y tu atmosfera, deberías preocuparte por la capa de ozono, todo lo que inhalas y exhalas de esas porquerías.

–Ja, habló el ecologista –murmuró con ironía, Milo se ríe.

–No soy bueno para decirte lo que tienes que hacer, pero ya no eres un nene, yo tengo veintitrés años y quiero experimentar, tú ya eres un viejo.

–Tengo treinta y tres.

–Eres un viejo –Kardia exhala nuevamente el humo y frunce el ceño mirando al chico.

–¿Vienes para levantarme el autoestima? –habló con ironía.

–Dinero.

–Fíjate en los bolsillos de mis pantalones –habló, Milo estaba a punto de entrar pero Kardia señala al lado de la puerta donde hay una mesada con unos pantalones.

–¿Eh? ¿No tienes los pantalones puestos? –cuestionó tomándolos.

–No, me da mucha pereza ponérmelos a la mañana.

–Eres de lo peor, además, esta habitación como el resto de la casa está hecha un asco….

Limpia.

–¡Ja! ¿Crees que lo haré? ¿Me ves cara de la chica de la limpieza? –Gruñó mientras tomaba algo de dinero y dejaba los pantalones de su hermano en esa mesada–. Por cierto, llamó Dégel por decimo quinta vez en la mañana, quiere que le devuelvas una llamada o te cortará las pelotas y se lo dará a los tiburones.

–Jajajajajaja así es Dégel, todo un romántico, desde que lo conocí hace un mes y medio me vive amenazando con las pelotas –susurró más para sí que para su hermano–. Ya lo llamaré.

–Yo diría que lo hagas rápido, no es de los que tienen mucha paciencia.

–Ve tranquilo, yo me encargaré de todo….–volvió a tomar su cigarro para inhalar hondo.

–¿Y con respecto a la limpieza?

–Si tanto te molesta ¡contrata a alguien y ya! Los números de las empresas de servicios de limpieza están al lado del teléfono, debajo del que dice “No atender jamás”.

–¿No atender jamás? –preguntó.

–El número de Dégel….ahora vete, estoy en mitad de algo –suspiró, Milo sonríe y luego niega con la cara para salir de allí. Lo había logrado, ahora contrataría a una sensual sirvienta con grandes pechos para que le limpie.

 

                Por otro lado, Kardia Antares no llamaría para nada a su editor. Como era normal, los escritores tenían un editor personal dentro de la editorial “Zodiaco” donde Kardia publicaba sus escritos. Durante años tuvo a un buen hombre llamado Sage que encontraba en sus relatos una forma única de pasar su vejez, pero ahora que el hombre murió, tuvieron que remplazarlo por un candente veinteañero con mal carácter, y ese era Dégel Verseau, un muchachito francés que le hacía recordar mucho a su ex mujer. A simple vista el joven tenía todo donde lo tenía que tener, buen culo, lindo rostro, caderas perfectas, cintura estrecha, todo, pero una pésima actitud. Desde que había sido encomendado a él, no paraba de gritarle por teléfono, además que en dos ocasiones fue directamente a su casa y tuvo que esconderse debajo de la cama para que no le lance algo de la bronca que tenía. ¿Y qué culpa tenía Kardia que la vida sexual de ese chico estuviera frustrada desde el día en que nació? Con ese carácter él tampoco le entraría por más buen cuerpo que tuviese.
Cuando se conocieron, Kardia se puso realmente feliz de tener a alguien tan joven trabajando con él, pero con los meses y el tiempo que pasó, se convirtió en su peor pesadilla. ¿Podía ser que alguien estuviera tan mal de la cabeza a tan temprana edad?

                El celular que Kardia tenía a su lado comenzó a sonar, le miró de reojo y frunció el ceño, el número era privado, lo que le daba mala señal, pero aun así decidió arriesgarse a atender, del otro lado una voz hiriente y bastante enojada resonó.

 

¿POR QUÉ DEMONIOS NO ME DEVUELVES LAS LLAMADAS? –se escuchó un grito ensordecedor, Kardia bufó molesto.

–Hola Cariño, ¿cómo estás? Yo también ando bien, dulzura.

¡No me jodas que no estoy de humor! –gruño, Kardia pensó por leves momentos cuanto ese chico estaba de humor, pero decidió no decir nada e inmediatamente se escuchó un bufido y como la silla hacía un ruido chillón–. ¿Y bien? ¿Has terminado el bosquejo del nuevo libro?

–Aaaagh….no sé….–murmuró con pereza mientras bostezaba.

No quiero sonar demandante….

–¡Uy, no Dégel, tu no lo eres! Me exiges más que mi ex mujer….te falta pedirme sexo….

¡CALLATE! Ahora, escúchame bien, borracho inmundo… o terminas el maldito bosquejo o voy, te ato de las pelotas y te paseo por todo el Partenón.

–Espera, espera, ¿dónde quedó el ‘no quiero sonar demandante’?

¡No estudie cinco años en la universidad para negociar con borrachos drogadictos y sadomasoquistas como tú! –Gruñó del otro lado, Kardia se estira un poco y aunque aleja el celular de su oído, aun así se escucha la voz hiriente de Dégel–. Así que te seré franco, o me tienes el bosquejo la próxima semana o voy a tu casa y cumplo mi amenaza, tú sabes que yo cumplo.

–Claro que si bebé….

¡Ahora deja de holgazanear y ponte a trabajar! Tienes que hacer un libro….

–Ya, ya… ¿algo más? No sé, ¿algo que quieras compartir conmigo ya que estamos tan íntimos? Digo, hablamos de mis bolas, mi problema de alcohol….

Lo único que quiero es que termines ese libro, Kardia –suspiró angustioso–. Créeme que sino fueras bueno en esto ni siquiera te estaría llamando, seguramente estaría en el Caribe siendo ventilado por un tipo musculoso mientras una chica me da un jugo de mango.

–Jajajaja, sabes, eso mismo me dijo mi mujer cuando nos separamos.

¡AHORA PONTE A TRABAJAR, VAGO! Te llamaré en media hora –cuelga, Kardia se queda escuchando el tono y suspirando.

–Este chico me volverá loco.

 

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–¿En serio? –preguntó una voz del otro lado del celular mientras el muchacho rubio caminaba con éste en la mano derecha y en la izquierda sostenía una bolsa repleta de víveres.

–Claro, mi hermano me dejará escoger quien limpiará en casa, mañana mismo me enviarán a varias personas a entrevistar, espero que sea una linda chica caderona –sonrió.

–Tú eres terrible Milo, ¿sólo piensas en sexo?

–Soy escorpiano, claro que pienso en sexo, mi órgano vital son los sexuales –rió en tono de broma mientras se detenía en la esquina para ver el semáforo–. Y cuéntame tú, ¿cómo van las cosas con el rubiete que te tocó de compañero de cuarto en la universidad?

–¡Aaaagh! Ni me lo menciones –de repente su voz comienza a bajar el tono–. Lo tengo aquí junto, es una pesadilla.

–Me imagino….–intenta cruzar pero de repente una bicicleta pasa a todo lo que da–. ¡Oye! Ten cuidado pelirroja….–gritó, Aioria comenzó a reír–. ¿De qué te ríes?, ¡una niña casi me lleva puesto!

–¿A quién le dices pelirroja? –se escuchó, Milo al principio pensó que venía del mismo celular pero al darse vuelta notó a una chica jovencita que le miraba con ojos furiosos color rosados o rojos, su cabello de igual tono le llegaba a las caderas pero lo traía atado, lo que le hacía más largo aun cuando le soltaba, traía unos tenis, una playera de un colegio de monjas y unos shorts de jean rasgados, a simple vista era todo un bombón.

–Disculpa Aioria, debo colgar –sin esperar a que el otro le conteste cortó la llamada y colocó el celular en su bolsillo–. Solamente te digo que te fijes donde pasas con tu bicicleta, niña.

–¿A quién llamas niña? ¡Soy un varón! –Milo se sorprendió cuando notó uno que otro rasgo masculino en aquel muchacho, sobre todo su tono de voz y su mirada de pocos amigos, definitivamente ese era un muchacho muy joven–. Y disculpe usted, anciano, pero no sé si distingue colores….pero el verde me da paso a mí, no a usted.

–Aun así no deberías ir a tal velocidad, podrías rasparte tu rodilla y llorarías.

–No soy tan débil como crees –el muchacho iba a empezar una guerra pero otra persona los interrumpió.

–Hermano, llegaremos tarde –Milo levantó la mirada para ver una réplica del chico frente a él salvo que más joven y con el cabello más de tonalidades castañas, era igual de bonito que el primero y a simple vista parecía una niña, pero al igual que su hermano, traía consigo algún que otro rasgo masculino–. Vamos Camus.

–Bien, no tengo tiempo para desperdiciarlo en ti, debo irme –se colocó nuevamente encima de la bicicleta.

–Ya que me dices viejo, aprende a respetar a tus mayores y discúlpate conmigo, enano –gruñó Milo, ya bastante harto del muchachito.

–Disculpe señor de la tercera edad, la próxima vez juro que iré más lento para que su pesado cuerpo pueda esquivar mi bici –murmuró y colocó su mano encima de su pecho como si lo que hubiera dicho con ironía lo dijera enserio.

–Mi pesado cuerpo se debe a que debajo de esta ropa tengo músculos, cosa que con tu cuerpito no podrás desarrollar jamás….–fanfarroneó.

–Hermano….tenemos que irnos.

–¡Este viejo quiere guerra! –se intenta bajar de la bicicleta pero el menor lo detiene.

–No, Camus, por favor, estamos retrasados, si el profesor se entera lo que hacemos nos quitarán la beca –le pidió implorándole–.Señor, lamento mucho lo que pasó, tenga mis disculpas y la de mi hermano mayor.

–Hmm….–Milo no parecía muy contento pero meneó la cabeza por respeto al más jovencito–. Bueno, vayan….

–Gracias….vamos Camus y trata de no golpear más gente en el camino.

–Aaaah –bufó molesto y le lanzó una mirada asesina al muchacho rubio para luego subirse a la bicicleta e irse.

–¡Ay, estos críos! –murmuró–. Por chicos como esos jamás tendré hijos.

 

                Mientras Milo se lamenta, Camus se dirigía al internado donde iba con su hermano Jean y el mellizo de este: Alexander. La historia del pelirrojo era devastadora pero aun así, intentó por todos los medios sacar adelante a su pequeña familia. Cuando Camus tenía la edad de cuatro años quedaron huérfanos los tres hermanos, la abuela de estos no quiso hacerse cargo de ellos  por su problema de salud y no tenía tíos o primos con los cuales dejarlos, por lo cual pagó un internado para que los tres vivieran en un instituto de monjas y curas. Camus, al ser el mayor tuvo que hacerse cargo de sus hermanos pequeños al avanzar su edad. Ahora, el joven pelirrojo tenía diecisiete años, estaba a un paso de dejar el instituto donde iba y adentrarse al mundo laborar de lleno, aunque las monjas que lo cuidaban le habían permitido que trabajara medio tiempo para darle un mejor porvenir a sus hermanos cuando estos cumplieran la mayoría de edad, pero debido a su inexperiencia no muchas personas solían contratarlo, por lo que había tomado un cupo dentro de una empresa de limpieza, aunque aun no le llamaran.

–Tranquilo Camus, ya te llamarán para entrevistarte –le dio animo el pequeño Jean mientras apretaba el freno de su bicicleta, al ver a su hermano Alexander mover la mano para mostrarle el lugar de estacionamiento de bicis.

–Lo sé –bufó, ambos se detuvieron y se bajaron del vehículo para ir caminando hasta donde estaba el joven de cabello corto y ojos azules.

–Las clases de música empezarán Jean ¿en qué demonios pensabas en acompañar a Camus al monasterio? –regañó, Alexander era solamente unos minutos mayor pero cuidaba al más pequeño como si estuviera hecho de cristal.

–Lo siento, lo siento –aseguró su bicicleta en el poste y los tres se encaminaron hacia el instituto.

 

                Los hermanos Diamond eran muy conocidos en el colegio por su increíble intelecto y ganas de aprender, no eran populares pero si muy admirados. Jean estaba en el club de gramática y enseñaba a niños más pequeños a leer y escribir. Alexander era el único atleta de la familia y él estaba en una especie de sociedad de fomento, es decir, un lugar donde los niños iban a hacer actividad física completamente gratis. Allí, Alex era un entrenador del equipo de hockey de mujeres y del equipo de futbol de varones menores de diez años, él se encontraba participando activamente en el equipo de mayores de catorce. Camus, por otro lado, era muy bueno en música, por lo que después de la escuela se quedaba horas extra dando clases particulares y gratuitas a los niños de la institución. Todo esto lo hacían no solo para ayudar, sino era su manera de agradecer a las monjas que los habían aceptado en el hogar infantil del monasterio cuando estaban desamparados, dado que cuando murió su abuela y dejaron de recibir dinero, las mujeres aun así cuidaron de ellos varios años más.
Aun así, los tres constaban de una impactante belleza, sobre todo Camus y Jean quienes solían ser calificados como los más lindos del instituto, aun así no eran para nada narcisistas y como bien decía el sacerdote de la iglesia, debían conservarse para el matrimonio, de eso demostraban ser puros y auténticos hijos de dios.

–Oí por ahí que vendrá un nuevo representante del obispado –comunicó un chico cuando vio entrar a los tres–. Ustedes que vienen del monasterio ¿lo han escuchado hablar?

–Creo que sí, su nombre es aun un misterio pero dicen que a pesar de no ser cura es un pastor muy religioso –habló Camus y caminó junto a los muchachos que se encontraban allí.

–Me muero de la emoción por saber quién es –dijo el muchachito que también vivía con ellos, su nombre era Mu y había sido abandonado cuando tenía cuatro años, su primo Shion aun no llegaba a la mayoría de edad pero cuando lo hiciera tomaría todos los recaudos para hacerse cargo del joven.

–No te emociones tanto –habló Alexander golpeándole suavemente la espalda.

–¿Y cómo va todo contigo, Camus? Supe que las monjas te dejaron buscar un trabajo.

–Obviamente trabajos nocturnos no puedo y a la mañana vengo al colegio, así que será algo que me ocupe la tarde –suspiró–. Al principio pensé en trabajar en una casa grande cama adentro (*) pero luego me pareció una pésima idea porque, bueno, como sabes, tengo dos hermanos –señala a los mellizos.

–Si es por nosotros ve tranquilo –murmuró el mayor pero es golpeado con el codo por el más joven.

–Tonto.

–Me duele la cabeza –susurró el mayor de todos mientras comenzaba a tocársela–. Bueno, vayan a sus salones, yo debo hablar con el padre.

–De acuerdo, buena suerte con tu trabajo –saludó Mu y se fue con los mellizos, Camus se quedó un rato allí hasta que le sonó el celular.

–¿Hm? ¿Hola? –respondió.

Hola, ¿señor Diamond  Camus? –cuestionó la muchacha.

–Sí, con el habla.

Le hablamos de la empresa de servicios de limpieza para comentarle de una entrevista….

–¿Entrevista laboral? ¡Aguarde! Buscaré un papel donde anotar –Camus observa por todos lados y logra divisar papel y lápiz dentro de un cuarto, entra sin pedir permiso aunque no había nadie, toma un papel y empieza a escribir–. Diga.

Bien, la dirección es “Avenida Zeus 445, esquina Hades”, el señor es “Kardia Antares”. Vaya mañana mismo a las 15 horas.

–¿Ka-Kardia Antares? ¿Habla de Kardia Antares el escritor?

Así es, la mayoría de las empleadas de la empresa Limpia no pueden concurrir por tener casas a los horarios de la tarde, sólo podrán tres mujeres y usted, luego el señor Antares nos dirá con cual de ustedes cuatro quedó más conforme –habló la chica.

–Sí, claro…muchas gracias –sonrió.

A usted, buena suerte –cuelga.

–¡Dios, gracias! –junta sus manos y hace una reverencia de agradecimiento hacia el cielo para luego guardarse los datos en el bolsillo y salir de allí, anteriormente dejando todo ordenado.

 

                Ese día iba viento en popa, de no ser por ese tipo tan arrogante que se cruzó con él, hubiera sido la mañana perfecta. Inmediatamente fue a su labor, dado que las clases ya habían terminado hacía una hora cuando fue al monasterio a dejar algo. Ahora se concentraría en sus deberes como profesor de música para niños pequeños, debía ser honesto, le gustaba aquello, pero debía comenzar a ganar dinero para darles a sus hermanitos un futuro mejor.

 

 

Continuará.

Notas finales:

Antes que me digan algo yo les digo: NO ES NECESARIO que me recuerden sobre el fic QUEBRADO y EL HIJO DEL REY, es más, los tengo allí pendientes a continuar, no los he dejado de lado, pero cuando pica la inspiración pica.

(*) Cama adentro: Es una modalidad de trabajo donde la persona duerme en la casa donde limpia.

Kardia: 33 años / Dégel: 25 años / Milo: 23 años / Camus: 17 años / Alexander-Mu-Jean: 15 años
Aioria: 22 años / Shaka: 20 años / Aspros y Deuteros: 30 años / Radamanthys, Minos y Aiacos: 38 años / Manigoldo: 31 años / Albafica: 17 años / Shion y Dokoh: 28 años /Asmita: 20 años.

Bueno espero que les guste este fic, a medida que vayan apareciendo los personajes les diré las edades. Saludos.


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