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Nuestro orgullo, nuestros celos por Lady Akari

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Notas del capitulo:

Espero que les gute ^^

Nuestro orgullo, nuestros celos


 


 


Se encontraba tumbado en su cama, hecho un ovillo con las sábanas. Sus ojos no paraban de llorar y su corazón se comprimía a cada palabra que rememoraba. Había sido un estúpido, un completo idiota. No, más que eso. Él no tenía palabras para definirse, lo había estropeado todo. Por su culpa, se había ido. Por culpa de sus celos, sus malditos celos.


Pero él también se había cansado de la situación. Siempre se estaba metiendo en su vida, siempre criticaba a sus amigos y todo lo que hacía, aunque sabía que lo hacía porque le había prometido que lo iba a cuidar. Luego él no podía decir nada de sus amistades, especialmente masculinas. Siempre rodeado de chicos por todos lados, lanzando miraditas, toqueteos y simpatizando más de lo debido. ¿Cómo se supone que debía actuar? Mientras él moría de celos por quitarle la atención de la persona que estaba en su corazón, el otro únicamente lo trataba como un niño pequeño. Él había sido su ‘’omma’’ y la idea no le había disgustado hasta que se había dado cuenta de que era otro tipo de amor el que él buscaba. Su risa escandalosa, su extravagante estilo, su egocentrismo sutil, su tacto delicado, su suaves caricias, su tranquilizante voz, su profundos ojos felinos capaces de todo, su perfecta sonrisa, su piel nívea, su cariño, su tierno comportamiento que escondía sin razón, su manía sobreprotectora, su omma… se había enamorado de él.


Pero ahora, ya no estaba. Hacía dos semanas que Kibum se había ido, tras aquella discusión…


-        ¡Deja de meterte en mi vida de una jodida vez! –nunca le había hablado así.


-        ¡Eres un inmaduro que no se da cuenta de las cosas, abre los ojos!


-        ¡Estoy harto de ti!


-        ¡Qué considerado eres!


-        ¡Lo hiciste porque te dio la gana, no te pedí ayuda! –tras escuchar sus propias palabras abrió los ojos desmesuradamente. Eso había sido demasiado.


El rubio sonrió triste:


-        Tienes razón Taemin, lo hice porque quise. Pero no te preocupes –se encaminó hacia su habitación pasando muy cerca de él.- ya no lo haré más. Ya no me meteré más en tu vida, ya no te diré nada más, será como tuvo que ser desde un principio, indiferente.-entró unos segundos y salió.- Tú ganas, soy un maldito egocéntrico que solo se preocupa de sí mismo, ¿verdad? –sacó las llaves-. Pues dale las gracias, porque ahora te ha dejado ganar.


El menor lo miró roto. Se había pasado, no quería llegar a esa situación. Nunca fue su intención discutir con él y ahora veía como abría la puerta sin reparos. Se asustó:


-        ¿A d-ónde vas?


-        No es de tu incumbencia, después de todo, indiferente. –fue lo último que dijo antes de desaparecer a altas horas de la noche.


A pesar de todas las llamadas que los chicos hacían incluso el mánayer, ninguna las atendió. No había vuelto y nadie sabía dónde estaba. Todo había sido su culpa. Él también era muy orgulloso, no quería decirle que estaba celoso, pero como consecuencia ahora estaba muy arrepentido. No entendía cómo es que aquellas palabras habían salido de su boca, no tuvo conciencia y la recuperó justo cuando lo perdió de vista.


Lo quería, lo amaba. Amaba cada uno de sus actos, la forma de ayudarlo, estaba muy agradecido, pero lo único que fue capaz de demostrar fue desagradecimiento aun sabiendo que era todo lo contrario. Esa fue la consecuencia de ocultar sus celos. Ahora lo echaba de menos de una manera inimaginable, aquella noche cuando los demás volvieron a casa no supo qué decirles. Sólo que se había ido y él había sido el responsable. Justo después se echó a llorar asolado en su habitación, como ahora, exactamente igual:


-        Taemin… -Minho abrió la puerta y él ni se había dado cuenta.- Pequeño, no llores. Verás cómo pronto volverá.-se acercó y le acarició con delicadeza la espalda.


El alto sabía lo mal que lo estaba pasando, si bien desconocía sus sentimientos hacía el rubio, sabía perfectamente el gran cariño que se tenían ambos y hasta esa vez, nunca se llegó a imaginar tal pelea:


-        ¿Cuándo lo hará, hyung? –sollozaba.- Ya han pasado dos semanas y no hay noticias de él.


-        Estoy seguro de que lo hará. Tiene que hacerlo, si no, lo obligarán.


Un suspiro escapó de sus labios:


-        No pienses más en eso, volverá. –le sonrió destapándole el rostro el cual había permanecido oculto bajo la sábana.- El almuerzo está puesto, vamos a comer.


-        No tengo hambre, hyung –giró el rostro hacia la pared.


-        Llevas varios sin comer, no puedes seguir así.


-        Es que no tengo hambre.


-        Taemin –apareció Jonghyun hablando seriamente.


El nombrado se estremeció, lo obligaría a comer:


-        Esta tarde tenemos ensayo y por la noche tenemos que asistir a un programa, no puedes estar sin comer, así que levántate.


-        Pero hyung, y…


-        No sigas culpándote y deja de castigar a tu cuerpo de esa manera. Sabes perfectamente que no aguantaras el ensayo en esas condiciones.


El castaño sollozó de nuevo, tenía razón, pero era inevitable:


-        Ya voy…


 


Durante el almuerzo, el maknae removía sin ganas la comida y soltaba pequeños suspiros bajo la triste mirada de los demás presentes. Por mucho que decidiera dejar de pensar en él, era algo imposible, iba contra todo.


 


Volvió a abrir los ojos y siguió mirando a través del ahumado cristal del coche. No había probado casi bocado, pero le daba igual. Pocos minutos después, el coche se estacionó en la compañía y bajaron con rapidez; por suerte no había fans merodeando por allí, si no su deplorable estado saldría a relucir. Entraron en la sala de ensayo siguiendo a su mánayer y este les indicó que dentro de cuatro horas vendría a buscarlos para el siguiente horario. Todos asintieron y tras prepararse se colocaron en sus respectivas posiciones. La música comenzó a sonar moviéndose al ritmo de ella, perfectamente coordinados, pero… allí faltaba algo, bueno, alguien. El hueco se hacía notable e inconscientemente se fue parando poco a poco, observando a través del espejo. Le era difícil, mucho:


-        Tae –la música se paró.


Este agachó la cabeza apenado, frustrado, porque estaba molestando a sus compañeros con su comportamiento:


-        Lo siento –se disculpó. —No volverá a pasar.


-        Ey… -le alzó el rostro el líder.- No te preocupes, no pasa nada. ¿Quieres continuar? –le acarició los cabellos.


Sabía que de esa forma molestaba y debían ensayar. Aunque le fuera difícil conseguiría despejar su mente, debía concentrarse en no entorpecer:


-        Sí hyung, lo haré. Vamos a continuar. –intentó sonreír.


 


Esta vez no hubo más interrupciones. Logró concentrarse únicamente en lo que hacía y gracias a eso, lo habían conseguido:


-        Bien hecho chicos –felicitó el mayor antes de beber agua.


 


El menor se quedó en su sitio. Le dolía todo, se encontraba mareado. Había llevado al límite su propia resistencia con su cuerpo en un estado fatídico. Su vista se tornó borrosa. Intentó avanzar para sentarse en una de las sillas, pero dejó de responder siendo envuelto por la oscuridad:


-        ¡Taemin!


En cuanto el pequeño se desmayó, todos acudieron en su ayuda. Llamarón al mánayer y vino a revisarlo un médico. Lo que se temía. Lo llevaron a casa y lo recostaron en su cama:


-        Le está subiendo la fiebre –advirtió uno tocándole la frente, preocupado.


-        Tendría que estar comiendo para que el medicamento le hiciera efecto, pero dadas las circunstancias…


-        ¿Lo dejaremos aquí así? –tenía que preguntarlo.


-        No hay más remedio. Tenemos que ir al programa, pero ya he avisado a alguien de la empresa para que si pasa algo, se ocupe rápidamente.


-        Aun así…


-        No hay más opción, vámonos.


El grupo resignado se marchó a seguir con sus labores. No querían dejar al maknae en ese estado, estaban preocupados por él, pero sabían que tenían órdenes. Y luego estaba el otro desaparecido. Todavía no había dado señales de vida, ni si quiera un mensaje y sabían de sobra que la terrible situación del castaño, era por ese hecho. Por Kibum.


 


 


Llevaba acostado en ese sillón días. No quería levantarse, no quería moverse. No quería hacer nada, lo único que le apetecía era estar con su pequeño. Pero después de la discusión, las cosas habían cambiado. Le habían dolido sus palabras, mucho. Él lo quería, por ello lo cuidaba como su propia vida. Lo amaba y por eso la pelea lo había dejado muy mal. Taemin era una persona muy especial para él, incluso a pesar de lo que pudiera opinar la gente, un desastre de niño, siempre de aquí para allá dejándose las cosas en todos lados, infantil, inmaduro (cómo le había dicho), inocente, ignorante, indeciso, todo eso lo amaba de él. Su corazón puro y frágil lo había atrapado de una manera increíble desde el momento en que lo vio, su determinación, su voluntad, su fuerza… esos contrastes lo hacían realmente hermoso a sus ojos.


Desde hacía poco, Taemin empezaba a abrirse un poco más en sus círculos sociales y eso a él no le gustaba. Suena egoísta, pero se escribe ‘’celos’’. Él lo quería solo para él,  a su lado y por ello se había comportado de esa manera. Había sido un error, pero no le gustaba compartir y menos con ese ‘’amigo’’ suyo que anda siempre detrás del menor. Cada vez que se encontraban parecía comérselo con la mirada, tenía dibujado en su frente ‘’quiero llevármelo a la cama’’ y eso al él, le revolvía las entrañas:


-        Hijo, la cena está puesta. ¿No vienes?


-        Voy… -dijo a duras penas.


La señora se sentó en un hueco del sillón que dejaba aquel delgado cuerpo:


-        ¿Qué te pasa, cariño? –le acarició los cabellos.


-        Nada mamá.


-        ¿Y por qué de repente decides venir a visitarme? –sonrió ante la evidente mentira de su hijo.


-        ¿No puedo? –la miró de reojo.


-        Claro, siempre que quieras. Pero no está bien esconderse de los problemas mucho tiempo.


-        ¿Quién ha dicho nada de problemas? –se tapó hasta la cabeza con la manta.


-        Bum, te conozco muy bien y llevas suspirando desde que llegaste. Además a veces, cuando te duermes, sueles pronunciar el nombre de uno de tus compañeros de grupo.


-        ¿Yo? Mamá, son imaginaciones tuyas.


-        Bueno, sea lo que sea, espero que lo arregles con Taemin –se levantó.- Ahora a comer, venga.


-        ¿Qué? –se levantó de golpe.


-        Nada hijo, nada –rio.


¿Había llegado hasta ese punto? Sacudió su cabeza y se levantó para comer. Pero por  mucho que lo intentará, sus pensamientos eran él. Quería verlo, quería oír de nuevo su voz llamarlo desde la otra punta de la casa. Aquel tono tan infantil que usaba para darle pena y sus hermosos pucheros que le derretían el corazón. Suspiró de nuevo:


-        Esta noche tus amigos tenían un programa, ¿no?


-        Sí, a las nueve creo recordar.


-        ¿Lo vas a ver?


-        No sé –no sabía si aguantaría verlo.


-        Deberías, ya que les has fallado, por lo menos…


-        Está bien –dijo pesadamente.


 


Su madre insistió en que se fuera a ver el programa mientras ella recogía la mesa, por lo que se acostó de nuevo en su nido y encendió la televisión. Miró el reloj del salón. Faltaban tres minutos para que empezara. Cerró los ojos momentáneamente y junto comenzó a sonar la voz el presentador:


-        Y esta noche con nosotros estará… ¡SHINee! Un aplauso para ellos.


Vio entrar a sus compañeros lentamente, pero faltaba alguien. Frunció el ceño y se sentó en el sillón. Solo tres, ¿dónde estaba él?


-        Veo que cada vez sois menos –bromeó el hombre.- Sabemos que Key está ocupado con sus actividades individuales –así que esa era la tapadera, pensó-. Pero y el maknae, ¿dónde está?


-        Oh, este Taemin está… -Jonghyun no sabía qué responder así que miró al mánayer disimuladamente y este asintió sin problemas.


Key se acercó más al Televisor, quería saberlo:


-        Hoy durante el ensayo, se desmayó y tuvimos que llevarlo a casa, por lo que se encuentra descansando.


-        ¿Está bien?


-        Sí –contestó esta vez el líder.- Solo necesita descanso y esperaremos a que se le baje la fiebre.


-        Oh, está bien. Pues le deseamos que se mejore.


-        Apagó la tele:


-        ¿A dónde vas Kibum?


-        Vuelvo a casa.


-        ¿Y eso ahora?


-        Adiós mamá, gracias –salió disparado por la puerta.


Su pequeño estaba enfermo y lo habían dejado solo. Su corazón dio un vuelvo al escuchar la notica. Su preocupación reinó en toda su mente y no podía apartarla. Tenía que llegar a casa lo más pronto posible. Él sabía a ciencia cierta que el menor no era del tipo de personas que cuando estaba malo, se cuidaba adecuadamente. Lo más probable es que se sintiera culpable e intentara ir con sus compañeros.


 


Abrió los ojos pesadamente y tras parpadear un par de veces,  intentó enfocar el lugar donde se encontraba. Su habitación. Miró a su costado y vio una pequeña notita.


Tae, cuando te despiertes, si todavía no hemos llegado, hay algo de comida que sobró del almuerzo. Haz el favor y vete a comer para que te tomes las pastillas que hay encima de la mesa. Necesitas recuperarte. No queremos llegar y encontrarnos todo ordenado, ¿de acuerdo? Cuídate y ni se te ocurra venir.


Hizo una mueca de asco. Seguía sin tener hambre y solo el hecho de pensarlo le había revuelto las tripas. Se destapó con cuidado y se sentó en la cama. Otro mareo acudió  a su ser. Llevó su mano a su cabeza como reflejo. Se levantó con cuidado y una vez que se situó se dirigió a la cocina, pero no para comer sino para beber agua. No pensaba hacerlo, sabía que así no mejoraría, pero para él su único remedio era que volviera Kibum, pedirle perdón y rogarle para que lo perdonaba.


Tras lograr su cometido en la cocina, se dirigió con el vaso en la mano hacia el salón. Se paró en medio del lugar observando un pequeño portarretrato con una foto de ambos, riendo. Entre otras muchas fotos del grupo, pero esa era especial. Esa era de ellos. Se encaminó a cogerla, pero otro mareo lo sacudió. Se tambaleó al darse cuenta de que todo le daba vueltas y de nuevo la oscuridad lo envolvió.


 


Intentó ir lo más rápido posible. Sacó las llaves y rápidamente subió las escaleras. No tenía tiempo de esperar al ascensor. Giró a la izquierda y por fin había llegado. Se paró sobre sus rodillas, para volver a coger aire. Tenía que tranquilizarse antes de entrar. Metió las llaves con cuidado y abrió la puerta. La misma que lo había visto marcharse del lugar. Dio un paso hacia adentro congelándose ante lo que veía. Sus ojos se abrieron en demasía y sus piernas comenzaron a temblar. Sus rasgados ojos, ahora cristalinos, no podía apartar la mirada:


-        Ta-e… ¡Taemin! –al fin reaccionó corriendo hacia él.


Se agachó a la altura de aquel cuerpo inerte que yacía en el suelo con un pequeño charco de agua empapándolo. El mayor le tocó la frente al notar el tono rojizo en sus pómulos. Abrió los ojos como platos; estaba ardiendo. Se mordió el labio sintiéndose culpable. Lo levantó del suelo como pudo y lo acostó en el sillón. Iba a cambiarlo de camisa ya que la que llevaba puesta se encontraba muy mojada y no debía ponerse peor. Tras completar su tarea, lo llevó esta vez a su habitación. Se sentó junto a él y le acarició la frente con delicadeza. Sus ojos luchaban por no dejar paso a sus lágrimas. Se sentía culpable de su estado, si hubiera llegado antes quizá lo hubiera evitado. Se notaba físicamente lo débil que se encontraba:


-        Hyung… -articuló con dificultad sin abrir los ojos.- Vuelve, por favor…


Su pequeño lo llamaba. Sus ojos finalmente se rindieron y su rostro comenzó a mojarse:


-        Tae, estoy aquí –le sujetó la mano.


El menor hizo una mueca de dolor y fue abriendo los ojos poco a poco, hasta que sus miradas se encontraron. Los ojos del maknae parecían aguarse también y sus sospechas se confirmaron cuando comenzó a llorar:


-        Hyung… volviste.


-        Sí –sonrió al verlo.- Tae, ¿cómo te sientes? –le volvió a tocar la frente.


-        Ahora…mucho mejor –sus ojos volvieron a cerrarse.


El rubio guio su vista hasta la pequeña mesita al lado de la cama logrando ver la nota que le habían dejado:


-        ¿No has comido? –se preocupó.


No obtuvo respuesta, estaba muy débil. El mayor se levantó y se dirigió decidido a la cocina a prepararle algo de comer. No tardó mucho en preparárselo así que lo siguiente fue llevárselo al cuarto junto con las pastillas que decía el papel. Entró al lugar y acercó una silla para poner la bandeja al lado de la cama:


-        Minnie, necesito que te sientes, tienes que comer.


-        N-o ten-go hambre.


-        Por favor, tu salud no es una opción variable. Así que siéntate anda.


El menor no pudo resistir más y con ayuda de él logró sentarse:


-        ¿Podrás comer tú o te lo doy yo? –una pequeña sonrisa apareció en sus labios.


El castaño lo miró:


-        Si no me contestas, lo haré yo.


Taemin sonrió débilmente:


-        Parece mentira señorito –dijo pinchando la comida y acercándosela a la boca.


Este la abrió lentamente recibiendo el alimento y sonriendo por la divertida escena. Tras terminar de comer y tomarse el medicamento, el mayor lo volvió a acostar y se dirigió de vuelta a la cocina para limpiar.


Abrió el grifo perdido en sus pensamientos. Era como si jamás hubieran discutido. Ese momento reciente en la habitación había sido muy nostálgico para él. Pero aun así, le dolía la situación en la que se encontraba con él. Suspiró derrotado y cerró el grifo:


-        Hyung… -la voz quebrada del menor lo había cogido desprevenido, se giró para mirarlo y en cuanto estuvo de frente, Taemin apoyó su cabeza sobre su hombro.


Un silencio sepulcral los envolvió, marcado únicamente por el incesante reloj. No sabía qué hacer, no sabía si debía moverse o decirle algo, pero al par de minutos, un sollozo lo devolvió a la realidad. Otro más:


-        Minnie, ¿estás llorando? –apoyó su mano en su cabellera castaña que descansaba sobre él.


-        Hyung…


-        Tae, y…


-        Perdóname, hyung… por favor perdóname –un llanto descontrolado se desató en los ojos del más joven.


-        No tienes qu…


-        Sí tengo que hacerlo. Yo…nunca quise decirte lo que te dije, no sé por qué lo hice. Yo… estaba celoso…


Kibum abrió los ojos al escuchar sus palabras. ¿Celoso? Su corazón comenzó a bombear con más fuerza. Un extraño sentimiento lo invadió:


-        Hyung, estoy celoso de todos tus amigos. No me gusta que llamen tu atención, no me gusta que te toquetees con ellos todo el tiempo, no quiero que estén cerca de ti y yo tan lejos. No me gusta que estés tan cariñosos con ellos, siempre te ríes, sales a todas partes, te diviertes más con ellos que conmigo. Me molesta mucho –su llanto mojaba su hombro, pero no le importaba.-  Sé que soy un inmaduro, que soy caprichoso y que no sé lo que quiero. Tampoco sé tantas cosas como tú, pero yo tengo claro una cosa… y es que te amo. Estoy enamorado de ti. Lo siento mucho, siento ser tan estúpido, pero jamás lo pude evitar y ahora me duele.


Las lágrimas del rubio también hacían su aparición de nuevo. Lo amaba, le correspondía de la misma manera. Su felicidad no podía ser mayor. Lo envolvió en sus brazos y lo atrajo hacía él, como si intentará que no escapara de sus brazos:


-        Perdóname tú también a mí. Yo también estaba celoso y por ello criticaba a tus amigos. No me gustaba la idea de que fueras a salir solo con ellos. No me gustaba la idea de que no estuvieras conmigo todo el tiempo. Mis celos también me comían cada vez que me presentabas a alguien nuevo, porque sentía que te perdería. Te ibas a alejar de mí y esa idea me aterrorizaba. Me da igual cómo te llamen, me da igual en lo que te conviertas, todo lo que seas tú me encanta y quiero que seas mío. Solo para mí. Sé que soy egoísta pero solo cuando se trata de ti.


El menor se despegó de su hombro y lo miró a los ojos, visiblemente sorprendido. Ambos tenían ese brillo especial:


-        Hyung, eso signifi…


-        Yo también te amo Minnie, demasiado.


El menor sonrió feliz, sin poder cesar sus lágrimas, pero ahora no le dolía. El rubio acunó su rostro con ambas manos limpiándoselas:


-        No llores más, estoy aquí. Contigo –sonrió.


Se acercó a él, posando suavemente sus labios en los ajenos, probando aquel sabor que se tornaba salado por el reciente llanto. El castaño lo rodeo por la cintura atrayéndolo más hacia él y como reflejo, el mayor pasó sus manos por su cuello entrelazándolas. De esa manera, el beso se profundizó logrando que el menor, ante la calidez, entreabriera sus labios dejándole libre acceso al rubio quien gustosamente invadió su cavidad. Sus lenguas se encontraron por primera vez, deseosas la una de la otra y comenzaron a jugar entre ellas. Aquella maravillosa sensación los envolvía de una manera gratificante. Sus latidos acompasados creaban una melodía perfecta. Gracias al oxígeno, tuvieron que separarse momentáneamente, pero no tardaron en volver a unir sus labios creando una adicción sorprendente.


El rubio sonrió y apoyó su frente con la del otro:


-        Te amo pequeño.


-        Gracias hyung –le devolvió la sonrisa.


Al notar el aumento de temperatura en su frente, este la despegó enseguida:


-        Tae vamos a dormir ya, tienes que descansar, todavía no estás recuperado.


-        Sí, omma –rio.


-        Babo –lo cogió de la mano llevándolo a la habitación.


-        Duerme conmigo –le rogó.


-        ¿Q-ué? –se sonrojó.


-        Vamos hyung, quiero dormir contigo –hizo un puchero sentándose en la cama.


-        Pero Minnie, los chicos estarán por llegar y… -el menor tiró de su brazo cayendo encima de él sobre la cama.


-        Hyung, has estado fuera mucho tiempo, y te he echado de menos. Quiero que duermas conmigo.


Era hermoso. ¿Cómo podía decirle que no?


-        Está bien pequeño tramposo –le dio un casto beso en sus labios.- Hazme un hueco.


El mayor se acomodó junto a él y lo envolvió entre sus brazos:


-        Buenas noches hyung, te quiero.


-        Descansa pequeño, yo también –le depositó un beso en la frente.

Notas finales:

Wii ~~


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