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Una ida y vuelta en nuestras vidas por TheCollector

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Notas del fanfic:

Buenas buenas los personajes utilizados en esta historia no son mios, pertenecen a su exclusivo autor Masashi Kishimoto. Yo solo los uso sin ningun animo de lucro para recrear este relato. La personalidad de alguno de ellos estara algo OCC, pero solo ligeramente. Ojala disfruten este primer capitulo. Especro sus criticas. Gracias.


TheCollector

Notas del capitulo:

Capitulo Re-Editado para su mejoria. Los personajes utilizados en esta historia no son mios, pertenecen a su exclusivo autor Masashi Kishimoto. Yo solo los uso sin ningun animo de lucro para recrear este relato.

Los personajes se saldran del canon, profundamente. Estan advertidos. Especro sus criticas. Gracias.

TheCollector

—YA VOY! ¡Ya voy! ¡Que ya voy! ¡Maldita sea!

 

A pesar, del golpe en el dedo gordo del pie, Sasuke Uchiha siguió bajando en calcetines las escaleras en penumbra al tiempo que se abrochaba la camisa de franela que se había puesto encima de la camiseta al primer timbrazo. Bostezó con fuerza, ya que hacía sólo dos horas que se había acostado, razón por la que su sangre no se movía todavía tan deprisa como para combatir el frío húmedo de finales de septiembre que impregnaba la casa. Y la lluvia que seguía golpeando el tejado indicaba que no habría amanecer.

 

El timbre volvió a sonar, y Sasuke lanzó una maldición y abrió la puerta. Los dos niños pequeños que había en el porche dieron un salto. A Sasuke se le encogió el pecho. Los pequeños estaban empapados y los ojos azules del chico relucían de miedo debajo del flequillo mojado. Sus dedos pálidos se agarraban a una sudadera con capucha y la otra mano tenía bien sujeta a la pequeña rubia que temblaba a su lado. Sasuke no conocía a ninguno de los dos.

 

El niño retrocedió un poco, llevando consigo a su hermana. Abrió mucho los ojos y la boca, pero no emitió ningún sonido. Sasuke comprendió que estaba muy asustado.

 

No pasa nada, niño —se acuclilló para quedar a su altura—. ¿Qué sucede?

 

— ¿Es usted el médico?

 

—Sí.

 

El niño miró la oscuridad azotada por la lluvia.

 

—Papi ha dicho que venga.

 

Sasuke asintió con la cabeza y estiró la mano hacia las botas, colocadas al lado del felpudo de la entrada. Estaba ya bien despierto; con el hospital más próximo a tres cuartos de hora de allí, era normal que lo llamaran a cualquier hora.

 

—Ha dicho que se diera prisa —dijo el niño, que no podía tener más de seis años.

 

Sasuke terminó de ponerse las botas, tomó la chaqueta con capucha del perchero y se la puso.

 

— ¿Dónde está tu papi? —se puso la chaqueta con una mano y tomó el maletín negro con la otra.

 

El niño estiró el brazo.

 

—Por ahí. En el coche —lo miró con la barbilla temblando—. Ha dicho que le diga que ya viene el niño.

Sasuke dejó el maletín sobre la mesa y metió a los niños en el vestíbulo. Se acuclilló de nuevo frente a ellos, apretó con gentileza el hombro del chico y sonrió a la niña.

 

—Quedaos aquí —dijo con suavidad.

 

Salió a la lluvia antes de que el niño tuviera ocasión de protestar.

 

Naruto Uzumaki apretó el volante con fuerza y reprimió un grito. A pesar del frío húmedo que hacía en el interior del Impala, el sudor empapaba el camisón de franela que llevaba debajo del abrigo. Los dolores habían empezado tan de repente que su único pensamiento había sido salir a buscar ayuda. No se había molestado en ponerse calcetines y tenía los pies congelados en las zapatillas de lona.

 

Pasó la contracción, suspiró y apoyó la cabeza en el respaldo del asiento, decidido a no gritar, aunque era improbable que lo oyera alguien con el ruido del viento y la lluvia. No había sido su intención llevarse a Menma y Kushina consigo, pero ellos habían salido antes de que pudiera impedírselo. Y por lo menos había recordado el cartel de médico que había visto el día anterior en una casa antigua de dos pisos.

 

¿Pero y si no había nadie en la casa? ¿Y si tenía que dar a luz allí solo y cuidar además de sus otros dos hijos?

 

Llegó otra contracción y empezó a gemir. Sus dos primeros partos no habían sido para nada como aquél, sino mucho más lentos, sobre todo el de Menma.

 

El grito salió de sus labios sin que pudiera evitarlo. Intentó centrarse en la respiración, pero el dolor aniquilaba todo lo demás.

 

Se abrió la puerta del coche y entraron aire frío y hojas mojadas; una mano grande de hombre se posó en su vientre. Naruto miró en su dirección y vio unos ojos oscuros, una boca decidida y mejillas con asomo de barba, todo ello oscurecido por la capucha de su chaqueta.

 

— ¿Dónde están mis hijos? —preguntó entre los dientes apretados.

 

—Dentro.

 

— ¿Solos? —Naruto sintió un miedo más intenso que las contracciones—. Les da mucho miedo estar solos en un sitio desconocido. Están...

 

—Bien —dijo el hombre con calma—. ¿Con qué intervalo se dan las contracciones?

 

Naruto miró el agua que caía en el barro al lado del coche y notó que la mano del hombre seguía en su vientre.

 

—Espero que eso signifique que es usted médico.

 

—Parece que es su día de suerte, señor — apartó la mano y el vio que estaba acuclillado junto a la puerta abierta del coche. Estaba todo empapado —. Bueno, ¿con qué intervalo?

 

—No lo sé —repuso el—. Muy poco.

 

— ¿Puede andar?

 

— ¿Cree que habría dejado salir a mis hijos con esta lluvia si pudiera?

 

Unos brazos fuertes lo levantaron en vilo y lo sacaron del coche. Naruto soltó un gruñido y apoyó la cabeza en aquel pecho firme que olía a humo de leña. El doctor lo acomodó lo mejor que pudo dentro de su chaqueta, y cerró la puerta del coche.

 

— ¡Agárrese! —le dijo—. Lo llevaré a la casa lo más deprisa que pueda.

 

Naruto asintió débilmente; por suerte, el dolor remitió durante el minuto más o menos que tardaron en llegar a la casa. Pero en cuanto entró empezó otra contracción, que tensó todos sus músculos de las costillas a las rodillas. Se mordió el labio inferior para no gritar delante de sus hijos, que seguían con ojos muy abiertos al doctor, que llevaba a su papi en brazos por un pasillo estrecho y lo dejaba en una cama cubierta con una colcha gruesa.

 

— ¿Necesita empujar ya? —le preguntó.

 

El negó con la cabeza.

 

—Bien. Eso significa que tenemos un minuto.

 

La ayudó a quitarse el abrigo y desapareció. Volvió segundos después con sábanas blancas y el maletín negro, que dejó en la mesilla. Menma y Kushina estaban clavados al suelo a poca distancia de la cama. Naruto lanzó un gemido y luchó por incorporarse. —Están empapados.

 

Otra contracción lo dejó sin aliento. Se dobló y cayó de lado en la cama, mortificado y aterrorizado. Cerró los ojos con fuerza, pero se le escapó una lágrima. Sintió un contacto cálido y firme en el brazo que lo tranquilizó un tanto.

 

—Yo me ocupo de eso —dijo el doctor—. Usted concéntrese en tener el niño, ¿me oye? —el asintió con la cabeza—. Bien. ¿Ha roto ya aguas?

 

—No.

 

—Tenga —le pasó una toalla blanca—. Por si ocurre mientras me ocupo de los niños.

 

Naruto no protestó. Los siguientes minutos se redujeron a una serie de impresiones inconexas... el ruido de un radiador, la lluvia contra la ventana, ropa mojada que caía al suelo... el hecho de que no había nadie para ayudar al doctor, ni una esposa ni un ama de llaves. De pronto sintió algo indoloro en el bajo vientre, como una aguja que pinchara un globo, y apenas tuvo tiempo de apretar la toalla entre las piernas para capturar el líquido caliente. Se secó una lágrima. Odiaba que un desconocido cuidara de sus hijos y de él, odiaba no tener elección. Con la siguiente contracción salió más líquido a la toalla. Naruto vio a medias al médico envolver a sus hijos en mantas y sentarlos en un sillón enorme que había en un rincón de la habitación, cerca del radiador.

 

Oyó el cambio en su voz y supo que lo había visto.

 

—Quedaos ahí los dos un momento mientras examino a vuestro papi. ¿De acuerdo?

 

—Sí, señor —oyó la voz de Menma. Y sintió un gran alivio. El niño se mostraba temeroso con muchos hombres, sobre todo si eran tan grandes como ese doctor Uchiha. El médico volvió a desaparecer y regresó un minuto más tarde. Se pasó una mano por el pelo negro y éste quedó en punta en la parte posterior de la cabeza.

 

—Voy a meter la ropa de los niños en la secadora —dijo. Retiró la toalla de entre las piernas de el—. El líquido es claro. Buena señal. Ahora vamos a ver cómo va todo.

 

En los minutos siguientes le palmeó el vientre, declaró que el niño estaba en la posición indicada y preparó la cama, los utensilios y a él para la cesaria. Y todo el rato su rostro permanecía inexpresivo y sus modales tranquilos y eficientes, sin rastro de vergüenza, ni siquiera cuando le ayudó a quitarse la ropa interior empapada. Le puso varias almohadas a la espalda y sacó del maletín el estetoscopio y el aparato para medir la tensión.

 

—Normalmente no dejo que nadie me quite los bóxer sin saber antes su nombre — musitó Naruto.

 

—Uchiha —repuso él—. Los títulos están en la consulta —señaló con la cabeza hacia la derecha y miró a los niños, ambos dormidos ya—. Parece que ya han caído. El chico asintió y se lamió los labios.

 

—Yo no le hice eso —comentó.

 

—No suponía que hubiera sido usted. ¿Quiere agua?

 

El volvió a asentir. El doctor Uchiha sirvió un vaso de agua y se lo tendió.

 

—Pero sólo un sorbo...                                                                                

 

—Lo sé, lo sé.

 

Tomó un sorbo y le devolvió el vaso. El doctor tomó un teléfono inalámbrico y marcó un número.

 

—Voy a pedir refuerzos —explicó—. A la comadrona. ¿Cuándo salía de cuentas?

 

Creo que se ha adelantado unas tres semanas. El médico frunció el ceño y habló por el teléfono.

 

—Shizune, tengo una cesaria en marcha aquí y me preguntaba si... aja —hizo amago de una sonrisa—. Pequeño, me parece. Se ha adelantado... No, no lo he hecho —miró a Naruto—. ¿El tercer hijo?

 

—Sí.

 

— ¿Cuánto tiempo lleva de parto?

 

El abrió la boca para hablar, pero se lo impidió otra contracción. El doctor Uchiha se inclinó para masajearle el hombro.

 

—Sí, son muy fuertes —dijo por teléfono—. Y dudo mucho que la segunda fase vaya a ser muy larga. No, la puerta no está cerrada con llave.

 

Dejó el teléfono en la mesilla y lo miró gravemente.

 

— ¿Cree que el parto se ha adelantado tres semanas?

 

—Sí.

 

—Y el parto ha empezado hace poco, ¿no?

 

—Hace una hora.

 

Llegó otra contracción y, sin pensar lo que hacía, se agarró a su mano y cerró los ojos para reprimir mejor el grito que amenazaba con estrangularlo. Sintió que la mano libre de él masajeaba su vientre.

 

—Un minuto y medio —dijo—. Bien.

 

Naruto levantó la vista. Era más joven de lo que había creído al principio. No tendría más de treinta y pocos años. Él le subió la manga del camisón para tomarle la presión arterial.

 

—Por cierto, yo tampoco tengo la costumbre de quitarle la ropa interior a un doncel antes de saber su nombre.

 

—Naruto. Naruto Uzumaki.

 

— ¿Y hay un señor Uzumaki?

 

La alianza de boda había sido una de las primeras cosas que había empeñado Naruto.

 

—Ya no —repuso—. ¡Oh, Dios!

 

—¿Está preparado para empujar? —preguntó él.

 

Naruto, que ya estaba empujando, no consideró necesario contestar. Sasuke se puso unos guantes de látex que había sacado del maletín.

 

—Lo siento —dijo; bajó la sábana—. Tengo que examinarlo.

 

—De acuerdo —el jadeaba y se agarraba con fuerza a la sábana—. Pero esto no es algo que deje hacer a todos los hombres en la primera cita.

 

Sasuke reprimió una mueca y lo examinó deprisa, aliviado al comprobar que todo iba bien. Su presión arterial no estaba muy alta, pero sí lo bastante para requerir vigilancia. Las cesarias no le daban miedo; había visto muchas intervenciones en los diez últimos años, tanto de mujeres como donceles; pero no lo entusiasmaba atender uno fuera del hospital con un doncel muy delgado con tres semanas de adelanto y cuyo caso no conocía.

 

—Le voy a colocar una inyeccion al final de la columna, es anestecia. Dormira la zona abdominal y sus miembros inferiores —dijo. Dejó la sábana levantada y se quitó los guantes.

 

El rostro de Naruto se contorsionó, pero no de dolor, sino de determinación. Sasuke se puso otros guantes limpios y se coloco en la espalda baja del rubio, aplico la inyeccion y se retiro.

 

— Muy bien Naruto, ya que no hay tiempo para ir la hospital practicare la cesaria lo mas rapido que pueda...esperemos que haga efecto la anestecia que sera dentro de unos minutos y empezare. No se preocupe.

 

Naruto lo miró y por un instante pareció a punto de reír, pero otra contracción se lo impidió.

 

—Jadee, amigo. Eso es, así... Bien, bien... eso es...le dio un ligero tiron en la zona del viente le duele?  el rubio nego Perfecto es hora de comenar.

Los siguientes minutos fueron tensos, gracias a sus previsiones el doctor Uchiha poseia todos los materiales necesarios ya esterilizados, listos para usar. El joven sintio como si le desgarraran algo; pero no hubo dolor, dos segundos más tarde, salía una cabeza pequeña, con el cordón flojo alrededor del cuello, Sasuke lo apartó y ayudó al niño a salir. Mostró enseguida el bebé a Naruto Uzumaki, una niña que no llegaba a los tres kilos, roja, arrugada y calva, pero con unos pulmones capaces de despertar a los muertos en tres condados. Naruto extendió los brazos con un sonido que era una mezcla de sollozo y risa.

— ¿Está bien? Tiene que estar bien para llorar así, ¿verdad?

 

—Está bien —repuso Sasuke.

 

Limpió rápidamente la naricita, la boca, le corto el cordon umbilical y  la envolvió en una toalla limpia y la colocó en el pecho de Naruto.

 

—Eres pequeñita, pero encantadora —dijo con suavidad; frotó la espalda de la niña a través de la toalla y miró al hombre delgaducho de la que acababa de nacer. Sintió que algo cedía en su interior—. Lo ha hecho muy bien, papi. Y ni siquiera ha sudado mucho.

 

Los ojos azules de él, llenos de regocijo y picardía, se clavaron en los suyos.

 

—Tengo mucha resistencia —sonrió.

 

Un momento después llegaba Shizune Kato, una mujer madura, con el cabello marrón entreverado y sujeto apenas por unos pasadores plateados. Echó un vistazo a la situación y dijo:

 

—Suponía que ya habían pasado la parte divertida y me habían dejado la limpieza — se acercó a la cama—. Soy Shizune, querido. ¡Oh, qué pequeñito! ¿Niño o niña?

 

—Niña. Y se llamara Arashi.

 

Shizune sonrió.

 

—Arashi. Tormenta.

 

—Eso es.

 

Shizune se coloco los guantes saco la placenta y ayudo a cerrar el canal por el cual habia salido la niña. Sasuke se apartó.

 

Shizune Kato había asistido a más de quinientos partos e intervenciones en los últimos veinticinco años y nunca había perdido a un niño, ni a una madre o papi. Y suponía que en ese momento el paciente necesitaba también una madre.

 

Se quitó los guantes y miró por la ventana. Había dejado de llover y el cielo comenzaba a clarear por el este. Y Sasuke no pudo reprimir la sensación de que su vida acababa de dar un cambio.

 

Miró a los dos niños dormidos en el sillón y sintió una punzada en el pecho. ¿Qué había llevado allí a ese hombre, con dos hijos y un tercero en camino? La ropa de los niños se veía limpia, pero gastada, probablemente de segunda mano.

 

Miró al chico. Cabello rubio claro, pómulos altos, piel canela, frente elevada, nariz recta y unos espectaculares ojos azules igual que los zafiros. Cuando hablaba o reía, lo hacía con voz profunda. Y su mirada era como un adentrase en el mar profundo.

 

Sus ojos, en ese momento, estaban clavados en la recién nacida y Sasuke estaba seguro de que no veían la piel roja y arrugada ni el poco pelo aplastado contra la cabeza.

 

—Tienes una pinta muy graciosa —susurró el rubio.

 

Sasuke estuvo a punto de echarse a reír…casi..

 

—Dentro de un rato el efecto de la anestesia cedera, asi que te aplicaremos un medicamento que te ayudara a palear el dolor y...— no pudo seguir hablando por que una vocecita se lo impidio.

 

—¿Papi?

 

El médico se volvió. Menma estaba despierto.

 

—Hola —dijo. Lo levantó del sillón con manta y todo—. Ven a conocer a tu nueva hermanita.

 

El niño se acurrucó un instante contra su pecho. Olía a limpio. Sasuke lo dejó en la cama, a la altura de las rodillas de Naruto, y el pequeño se frotó los ojos, bostezó y frunció el ceño.

 

— ¿Otra niña?

 

—Oh, vamos —Naruto soltó una risita adolorida y Sasuke depositó a una Kushina silenciosa al lado de su hermano—. Las niñas no tienen nada de malo.

 

— ¡Dios! —Shizune apartó la manta del hombro del niño—. ¿Qué lleváis puesto?

 

—Su ropa estaba mojada —dijo Sasuke—. Así que la metí en la secadora. Pensé que estarían bien con una camisa mía.

 

Shizune lo miró enarcando las cejas y él movió la cabeza en un gesto con el que quería indicarle que no hiciera preguntas. Menma miraba a su nueva hermana.

 

— ¿Seguro que es una niña? Porque no lo parece.

 

Naruto extendió una mano y le revolvió el pelo.

 

—Sí, cariño, estoy seguro. Si no me crees, pregunta al doctor. — ¿Crees que papá la habría querido más que a Kushina y a mí?

 

La habitación quedó en silencio. Sasuke vio que Naruto se sonrojaba y recordó con rabia las cicatrices que había visto en la espalda del niño. No eran recientes, tenían varios meses por lo menos, pero no eran producto de un accidente. Naruto parpadeó varias veces y tragó saliva. Atrajo la cabeza del niño hacia sí y lo besó en la frente.

 

—Eso ya no importa —dijo—. Ahora lo que importa es que no olvides cuánto os quiero yo a Kushina y a ti. Os quiero a los tres con todo mi corazón. ¿Me oyes? Menma sonrió y anunció que tenía hambre.

 

—Claro que sí, tesoro —anunció Shizune, que se sentía en su elemento ayudando y dando de comer—. Y seguro que tu papi también. Miró al médico.

 

—He supuesto que no tendrías nada decente en la cocina, así que he traído comida.

 

Sasuke fingió sentirse dolido.

 

—No soy ningún bárbaro. Creo que hay huevos. Y café.

 

—Oh, muy bonito —protestó la comadrona—. Pero no puede darles café ni al padre ni a los niños.

 

Se dirigió a la puerta en medio de un revuelo de faldas; la de aquel día llevaba espejos y cuentas por todo el borde. Se volvió y extendió la mano.

 

—Vamos a ver si vuestra ropa está seca — dijo—. Y luego podéis ayudarme a hacer tortitas.

 

Dos pares de ojos miraron a su papi. Kushina se metió el pulgar en la boca.

 

—Podéis ir —dijo Naruto con una sonrisa.

 

Los niños se fueron y  el papi se apoyó de nuevo en las almohadas con un suspiro.

 

—Les estoy muy agradecido —dijo sonñoliento—. Pero tendremos que irnos pronto, no quiero molestar.

 

Sasuke arrugó la frente.

 

—A menos que pueda asegurarme que va a tener ayuda en los próximos días, no saldrá de aquí hasta que yo lo diga.

 

Naruto  levantó su barbilla puntiaguda, sólo un poco más grande que la de su hijo.

 

—Ha sido una intervencion sencilla. Y las otras dos veces estaba en pie a las pocas horas.

 

— ¿Por elección suya?

 

Lo sobresaltó ver lágrimas en aquellos ojos azules. El apartó la vista y se desabrochó el camisón para acercar a la niña a su pezon. Sasuke los observó con interés. La recién nacida acertó con el pezón casi a la primera. Naruto soltó una risita y Sasuke sintió derretirse algo en su interior y se creyó obligado a justificar su presencia en la habitación.

 

— ¿Cansado? —preguntó.

 

Naruto no respondio al instante, de igual forma sentia algo de sueño. Acarició la mejilla de la niña con un dedo.

 

—Quizas un poco sonñoliento.

 

—No es un signo de debilidad admitir que está cansado si acaba de dar a luz.

 

—Estoy bien.

 

—Vale, está bien. ¿Le apetece hablar?

 

El tardó un momento en responder.

 

— ¿Se refiere a contestar preguntas?

 

—Si un desconocido da a luz en mi casa, es normal que sienta curiosidad. Y también interés.

 

El chico lo miró con orgullo.

 

—Le pagaré por sus servicios.

 

—Estoy seguro. Pero no es eso lo que quiero saber.

 

Vio otra vez lágrimas en sus ojos, y supuso que haría lo imposible por evitar que rodaran.

 

—Puedo decirle que no es de su incumbencia.

 

Sasuke lo miró con exasperación.

 

—Ahora ya sí es de mi incumbencia. Pesa usted diez kilos por debajo de su peso normal, así que perdone que me tome mi trabajo en serio, pero quiero saber por qué. Tiene suerte de que la niña esté bien, pero no puede seguir descuidándose a sí mismo. ¿Ha tenido cuidados prenatales?

 

Naruto miraba a la niña con la boca fruncida, tratando de espantar las ganas que tenia de cerrar los ojos y dormir.

 

—Ha sido mi tercer embarazo, sabía cuidarme solo —levantó la vista—. No fumo ni bebo y he comido tan bien como he podido. Y nunca he pesado más de cincuenta kilos, ni siquiera cuando...

 

Se interrumpió. Acarició la mejilla de la niña. Sasuke suspiró.

 

—Yo no te juzgo —dijo—. Sólo quiero saber si te vas a cuidar como es debido. Y también a tus hijos.

 

—Sobreviviremos.

 

Sasuke se cruzó de brazos.

 

— ¿Por qué no has tenido a la niña en el auto?

 

—No había espacio y no tengo una navaja para sacarmela, si es lo que intenta decirme —musitó el con ironia.

 

—Supongo que no. Yo sólo quiero que en los próximos días te preocupes únicamente de dar de comer a tu niña y recuperar las fuerzas.

 

El rubio le lanzó una mirada acerada.

 

—No necesito...

 

Sasuke  lo miró con fijeza y el guardó silencio.

 

—Usted no nos conoce —dijo—. ¿Por qué se siente obligado a cuidar de nosotros?

 

Sasuke sintió deseos de estrangularlo. Se sentó en el borde de la cama y se inclinó de modo que el no tuviera otro remedio que mirarlo a los ojos.

 

—Vamos a dejar algo claro. La obligación no tiene nada que ver con esto. Te guste o no, tu hija y tú sois ahora mis pacientes, ¿entendido? —Esperó un momento—. Bien —tomó un cartón de la mesilla con una hoja de papel encima—. Vamos a hacerlo oficial. Me diras una cuantas cosas y te dejare descansar ya que el medicmaneto esta haciendo efecto. ¿Nombre completo?

 

—Naruto Uzumaki Namikaze.

 

— ¿Edad?

 

—Veinticuatro.

 

— ¿Dirección?

 

Cuando él no contestó, levantó la vista.

 

— ¿Naruto?

 

El rubio tardó un momento en mirarlo a los ojos.

 

—De momento no tengo una. A menos que cuente el Akatsuki.

 

El Akatsuki era el motel de su hermano Itachi. No era  una maravilla precisamente, pero allí estaba seguro. Sin embargo, los moteles baratos también costaban dinero, y sospechaba que  él tenía poco.

 

— ¿Dónde estaba antes?

 

—En la Aldea de la lluvia —el hizo una mueca—. Nos mudamos allí desde el Pais de la luna cuando nació Menma. Vine aquí en busca del tío abuelo de mi esposo. Quizá lo conozca. ¿Jiraiya U...?

 

— ¿Jiraiya? ¿En serio? ¿Es familia suya?

 

—Por matrimonio... pero no nos conocemos —palideció aún más, si aquello era posible—. ¡Oh, no! No habrá muerto, ¿verdad?

 

Sasuke soltó un bufido.

 

—¿Jiraiya? Ese viejo buitre nos enterrará a todos, pero sus huesos ya no son tan fuertes como antes. La semana pasada se rompió la cadera y ahora esta en el hospital de Konoha y estará allí bastante tiempo, por lo menos hasta que termine la fisioterapia.

 

—¡Oh! —Naruto miró a la niña y le acarició la mejilla con mano temblorosa—. No tiene teléfono y usa un apartado de correos para las cartas. Sabía que era un riesgo venir así, pero no había nadie más que...

 

Guardo silencio. La niña se había quedado dormida. Sasuke se la quitó de los brazos con gentileza.

 

—Tengo ropa para ella en el motel —dijo el rubio—, pero he olvidado traerla.

 

—Es comprensible —hizo una mueca.

 

Naruto miró a la niña con un suspiro.

 

—Antes de que lo pregunte, mi esposo está muerto —dijo.

 

—Lo siento.

 

—Yo también, pero no por los motivos habituales.

 

— ¿Lo ha dejado en la ruina? —preguntó él.

 

El chico soltó una carcajada amarga, pero no contestó. De la cocina llegaba olor a tortitas y café y la voz de Shizune hablando con los niños. Unos cuantos pájaros piaban fuera de la ventana y el sol empezaba a quemar lo que quedaba de la tormenta. Sasuke dejó la niña en una cuna que había llevado desde su consulta antes de la intervencion.

 

— ¿Tus padres viven todavía? —preguntó.

 

El tardó un momento en contestar.

 

—Ya le he dicho que no tenemos a nadie.

 

Sasuke no entendía lo que le ocurría. Cierto que se interesaba por todos sus pacientes, incluida la vieja señora Chiyo, cuyos contratiempos Sasuke atribuía desde hacía tiempo al miedo a hacerse vieja y estar sola. Pero aquello era distinto. Aquel caso tocaba una fibra personal que no tocaban otros casos. Hacía mucho tiempo que nada lo afectaba de aquel modo. No sabía lo que iba a hacer con Naruto, pero todo aquello no le gustaba nada. Se acercó a la puerta.

 

—Creo que voy a ver cómo están en la cocina y a limpiarme, descanse que lo necesita... dentro de un rato cambiaremos las sabanas de aqui...duerma —musitó, sin saber por qué se sentía tan nervioso en su propia casa.

 

 

Continuara….

 

 

Notas finales:

Gracias por leer, por favor dejen sus comentarios. hasta el proximo capitulo.

TheCollector


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