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Según Ikiru nos odiamos por Tengaru03

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Notas del fanfic:

Los personajes son de Masashi Kishimoto, no me pertenencen. 

Notas del capitulo:

Buenas. No tengo aclaraciones relevantes para la historia además de decir que me agrada mucho esta pareja así que quise dedicar un fanfic a ellos. 

 

El capítulo primero siempre lo realizo como introducción y presentación de algunos personajes. 

 

Espero sea del agrado de quienes disfrutan tanto como yo de la mezcla del amarillo y el rojo.

 

Va con amor~

Capítulo I: La familia es la familia, repite eso

El calor del cercano verano se presenciaba en el aire. Las cuatro de la tarde y la vida se las enfrascaba en desgastarle la juventud que aún le quedaba. Fuera de la institución educacional estaba esperando a la salida de un joven que había cambiado su vida años atrás. No lo lamentaba para nada, pero debía admitir que su situación cada vez iba más camino arriba si de dificultad se hablaba. Sin embargo, sin embargo lo amo.

Vio un mar de adolescentes y chicos cercanos a la joven adultez salir tras unos minutos luego de sonada una melodía que marcaba el inicio de un fin de semana escolar. Después de que todos salieron, al final de todos estaba él. Su cabellera roja oculta bajo una visera que le protegía los preciosos ojos verdes del sol. Le diferenció del resto de sus amigos por su andar, por la postura desafiante y por la facilidad para sonreír aunque estaba seguro que el motivo de esas sonrisas eran crueldades de púberes. Chistes sin sentido que solo ellos entenderían.

-Ikiru -.

El nombrado rodó los ojos al encontrarse con esa mirada azulada esperándole a la salida. ¿Cuántas veces estaría ahí? ¿Cuándo entendería que fue un error todo y que no debía recriminarle más? Sentía que ser adulto era más aburrido de lo que ya se planteaba con solo mirarlo a él.

-Ya te dije que no quiero que vengas a buscarme… no volveré a faltar a cenar ¿bien?-.

-¡Nada!, deberías estar estudiando antes que perder el tiempo con tus amigos ¿por qué tardaste tanto en salir?-.

-Ah… No sé, quizá ¡Porque no quería verte aún!-.

-Mejor vamos a casa, niño insolente-.

-¡Ya no soy un niño!-.

-¡Deja de portarte como uno y ya veremos!-.

La pelea continuó hasta el autobús, donde ambos guardaron silencio molestos uno con el otro y consigo mismos también. La última semana había sido terrible, temible, temía que se metiera en más problemas de los que ya sabía, temía que todo con él terminara de mala forma. ¿Hace cuánto tiempo tenía tanto miedo? Al sentarse a su lado, dejándole ir en la ventana como sabía que le gustaba, pasó un brazo rodeándole con él por los hombros. -¿Qué quieres que haga, hijo? Para que ya no me hables así-.

-Deja de ir a buscarme, no quiero, no me agrada… Mis amigos me molestarán mañana otra vez -. Miró a aquel que se hacía llamar padre y sonrió.- Tomemos una cervezas  y luego… -.

-¡Olvídalo!-.

-¿Y si nos vamos de putas, viejo?-. Un golpe en la cabeza lo hizo callar de golpe.- Vamos papá, tienes que buscarte una bonita, linda, como esas de las revistas del tío Kakashi…-.

-¿Estuviste mirando… ah?-.

-Si, dijo que necesitaba leer más, así que leí su porno, bastante bonita…-.

-Por dios, es tarde para hablarte de la abeja y la flor…-.

-Muy tarde-.

Rieron. Su enemistad era tan fuerte como el carriño que se tenían.

-Podríamos ir a comprar…-.

-No, debemos llegar a casa y tú debes comer-.

-Bien, pero antes… -. Abrió su bolso sacando un sobre que el contrario conocía y que apenas notó en sus manos casi dio un grito en el cielo reprimiéndose al morderse la lengua.-Lo siento…-.

-¡No lo sientes o dejarías de hacerme pasar por esto! … es cuarta en este mes… ¿Cuántas reglas más puedes romper?-.

-Me quedan unas quince que aún no rompo…-.

-Mejor cállate Ikiru…-.

El joven le obedeció de mala gana antes de ponerse los audífonos y hundirse en el asiento prefiriendo mirar por la ventana. Su padre no siempre había sido tan estricto, pero tampoco es que fuera un ogro, simplemente sentía que no le comprendía, parecía que nunca fue joven o algo así. Cualquiera pensaría que siempre fue mayor. Miró de reojo a la persona que tenía a su lado y negó, nadie creería que fuera mayor de lo que aparentaba pues era muy joven a pesar de las canas verdes que le hacía salir a diario con cada noticia suya que daba. Pero sentía que hiciera lo que hiciera lo regañaría de todos modos.

-¿Comerás?-.

-No tengo hambre…-.

-¿otra vez?...-.

-¡Si otra vez!-.

-¡Si no fueras chico temería que estuvieras embarazada!-.

Escuchó un fuerte portazo que le hizo suspirar y gruñir al beber un vaso de agua tan rápido que se atoró. Que terrible era lidiar con un adolescente. Cómo lo lograron conmigo ustedes dos Pensó en sus padres y suspiró. Su hijo había salido más problemático de lo que pensó. Podía casi estar seguro de que era por aquella charla que hace tanto tiempo tuvieron.

Ikiru quería conocer a sus verdaderos padres.

Pasó una mano por el cabello pensativo en cuando escuchó decir eso. Le hizo sentir triste, le hizo sentir insuficiente, le hizo sentir terriblemente incapaz. Y  parece tener razón, parece que no basto para hacerle sentir en familia.

Hace dos meses hizo contacto con la casa de adopción del cual obtuvieron su custodia para establecer comunicación con sus verdaderos padres o bien dar con algún paradero de ellos, pero la respuesta fue negativa. No había posibilidad que su madre le conociera porque estaba en la cárcel, no había solicitado conocerle y de su padre no había rastro. Sabía que Ikiru vivió prácticamente su niñez en el orfanato, no tenía idea de dónde era ni quién o quienes le dejaron en ese lugar y de un momento para otro esa información se transformó en algo esencial en su vida. No quería decirle eso, no quería decirle que su madre estaba encerrada además de que tampoco quería verlo. Qué mujer más desconsiderada, pero seguramente tuvo sus razones, además esas razones le habían dado cinco años de paternidad, cinco años de paternidad maravillosos.

-¡TENGO HAMBRE!-.

-¡Baja a comer!-.

-¡NO QUIERO!-.

Y tortuosos.

-¡Ikiru, baja a comer ahora o te juro que los videojuegos de tu cuarto desaparecerán más rápido de lo que BAJAS ESAS ESCALERAS!-.

Últimamente  la vida de ambos se basaba en quien gritaba más fuerte, aunque tan rápido como discutían tenían la facilidad para reconciliarse. Congeniaban extrañamente bien y podían sobrellevar las cosas, quizá porque, con el tiempo, se había armado de una paciencia extraordinaria con él y por eso soportaba tanto sus palabrotas o los problemas en los que se metía. Tampoco podía culparlo del todo y sabía que en la escuela sentían cierta lástima por él. No le agradaba que sucediera pero Ikiru se negaba a cambiarse de institución a pesar de sugerírselo varias veces. No era que en aquel lugar supieran que fue adoptado, sino que le compadecían por ya no tener madre.

-Ya bajé ¿feliz?-.

-Muy feliz, ahora siéntate y comeremos juntos… -.

-Como sea-.

Se dedicaron a comer antes que a charlar o hablar sobre algo más de lo que sucedía en la escuela. Descubrió que sus notas habían empeorado más de lo que hubiera preferido saber, pero ya cansado ese día de regañarle, prefirió no decirle nada y solo guardar silencio. En ocasiones no sabía qué hacer y pensaba en recurrir a las autoridades o en ocasiones a Nanny McPhee para pedirle consejos de cómo lidiar con él. Pero olvidaba eso luego de sentir su compañía un par de minutos y ya no sentir la casa vacía. Al comprarla su idea no era esa, la idea era tener muchos hijos y llenarla de ruido, aunque Ikiru cumplía bastante bien con esa cuota de ruido, faltaba algo importante.

-Papá, ¿hasta cuándo devolverás el plato a la vecina?... Sigue en el refrigerador con cena para dos… Si lo toco de seguro camina solo-.

-Oh… si, lo olvidé-.

-Sabes que está coladita por ti ¿verdad?-.

-¿Eh?-.

-¿En serio no lo has notado? Woah y dicen que yo soy el niño-.

-Eres un niño que sabe cosas que no debería saber, ni estimar aún, tienes quince años, me tuteas, sigues siendo un niño para mí, ya deja de hacerlo-.

-Mamá no decía eso…-.

El recuerdo de ella pasó en un segundo y dejó un rastro de silencio en el aire.

-No quise…-.

-Olvídalo, iré a casa de un compañero… Dijo algo de un trabajo así que…-.

-Bien, no llegues tan tarde-.

Ikiru tomó un bolso cargado de cosas y materiales para hacer una maqueta. Caminó hasta el contrario y le besó la cabeza al estar sentado. –No te preocupes tanto, papá-. Tan rápido como esa muestra de afecto fue dada desapareció tras la puerta principal.

Se quedó sentado en la cocina. Ikiru tenía facilidad para recordarle algo muy importante. Soy lo único que tiene. El beso del menor le dejó un cosquilleo en el cabello que le daba la falsa ilusión que mejoraría, pero no era así. Él siempre le besaba antes de irse a algún lugar.

¿Qué tal si no vuelvo? No podré despedirme de mi viejo.

Eso había dicho una vez, cuando Kakashi le preguntó por qué besaba a su padre antes de irse. Sonrió. Sabía que era un muy buen chico en el fondo, a pesar de su pasado, a pesar de su genética diferente y a pesar de sus padres o lo poco que sabía de ellos.

Un ruido le distrajo de eso, un ruido que conocía bien, ruido que le hizo revisarse los bolsillos y que le hizo salir corriendo a la calle hecho una furia luego de lanzar un plato y estrellarlo en el piso. ¡Me la hizo el infeliz!

-¡IKIRU, VUELVE AQUÍ!-.

Gritó a viva voz levantando el puño en la calle al notar que se había llevado el auto. No tenía idea de cuándo aprendió a conducir, pero en ocasiones lograba robarle las llaves y marcharse a quien sabe dónde. Suspiró resignado. Sintiéndose tan idiota e incapaz. Sintiéndose tan mal padre.

-Hola Naruto-.

Esa voz le hizo voltearse y mirar al peliblanco que se acercaba con esa típica expresión de relajación. Tapado por una bufanda hasta la nariz y con un par de libros bajo el brazo.

-¿Qué tal Kakashi?-.

-Ah… Pasaba por aquí y decidí aprovechar y visitarte…-. Suspiro. –Te sigue dando problemas ¿eh?-.

-Si, por ejemplo el que leyera revistas de dudosa procedencia-.

-¡Ahahahah! –Rió nervioso notándose descubierto, aunque no se alteró por ello.- Era un artículo ruso bueno, creí que era necesario que tuviera una concepción más amplia…-.

-No, nada de eso, deja tus cosas para tu convenio y no me perviertas al niño-.

-Ya no es un niño…-.

-Lo sé… Pero tampoco es un adulto-.

-Ya, ya… Vamos a beber algo…-.

El rubio dudó unos segundos en aceptar cuando ya iban de camino a una taberna cercana. Era viernes por la tarde, de seguro su hijo tardaría en volver, en un par de horas le marcaría, de lo contrario sabía que no le contestaría y que además apagaría el teléfono. Kakashi resultaba ser un apoyo moral bueno a pesar de sus extraños fetiches con su hijo. Sabía que era considerado pero temía en ocasiones que le metiera cosillas en la cabeza, sin embargo nunca pasaba de prestarle algo porno o eso pensaba al menos.

-Y ¿Le dijiste algo sobre su madre?-.

-No quiero… No quiero darle otro motivo para alejarlo más de mí-. No quería sentir su voz de decepción cuando supiera que sus progenitores eran algo peor de lo que ya lidiaba. Temía que se metiera en más problemas, temía que las cosas se salieran de su control.-A veces quiero algo de ayuda…-.

-¿Ayuda? Naruto eres el más capaz para cuidarlo y lo sabes, no te aflijas, es un chico, un adolescente, aún faltan años para que entienda muchas cosas, ¿quién más tendría tu paciencia para hacerse cargo de él?-.

-Hinata la tenía… una paciencia y energía fuera de lo común-.

El peliblanco golpeteó el vaso de cristal con los dedos antes de dar un sorbo. Apoyó una mano en su hombro y sonrió.- Hinata era una mujer increíblemente gentil y cariñosa, pero ya no está-.

Lo sé, se fue

-¿Entiendes entonces por qué no quiero hablarle de su madre biológica? Hinata dejó una línea difícil de superar, difícil de superar hasta para mí… Ikiru está decepcionado de mí, no quiero darle otra decepción-.

-Bien, pero recuerda que las cosas no son tan malas… son una familia de dos y eso significa que deben apoyarse más que nunca, de lo contrario ¿quién lo hará?-.

El rubio cada vez tenía más conflictos con su hijo. Se sentía más un niñero que un padre en ocasiones. Decidió entonces que trataría de llevar las cosas mejor con Ikiru. A pesar de todos los problemas que pudiera darle. Al llegar a casa caminando con el peliblanco sentía que se había relajado lo suficiente para encarar a su hijo de una vez, tenía miedo, pero era preferible eso a ocultarle la verdad. No sentía que fuera justo que él tuviera que darle tantas explicaciones. Se despidió de su antiguo vecino pervertido y caminó a su hogar, viendo al pelirrojo sentado en la entrada, de seguro había olvidado la llave de nuevo.

-Ikiru, creí que tardarías más-.

Quien estaba sentado en la entrada subió la mirada encontrándose con la azulada y parpadeó un par de veces, dejando a Naruto en completo silencio. Se puso en pie con algo de rapidez quedando frente a él.

-Lo siento, lo confundí-.

-¿Namikaze Naruto?-.

El rubio aún estaba sorprendido por lo que veía. Un hombre pelirrojo, con ropas oscuras seudo-formales estaba en su puerta. Le había confundido con facilidad porque el parecido con la tenue luz de la noche era impresionante. Pero tras analizarle mejor era obvio que no tenía quince años, sin embargo se vía muy joven y con un aire tan familiar que le hizo estremecer por dentro tan solo al mirarle-¿Si?-.

-Soy Sabaku no Gaara-.

-¿Qué desea?-.

-Hablar con Ikiru, soy su padre-.

 

Y como si ya no tuviera suficiente… Tenías que aparecer tú…


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