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Mi bello durmiente por SebbyPhantomhive

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Notas del capitulo:

Gracias por leer esta historia

Ciel Phantomhive era dueño de una inigualable y encantadora belleza complementada de una fuerte actitud, a pesar de su timidez evidente su altivez sobresalía, extraña combinación, no era para menos su alto estatus dentro del reino al que dentro de unos años gobernaría lo hacían valerse de un poco de arrogancia, cualquiera que lo veía era atrapado por su fiera personalidad, así como ganaba admiración en muchos causaba la envidia de algunos también, que lo maldecían al verlo pasar y este les regalaba una mirada de menosprecio.
Se acercaba su cumpleaños número catorce y todo el reino se preparaba para celebrarlo, sus padres que eran muy buenos y eran bien estimados por sus súbditos estaban alistando esa gran fiesta donde invitarían a importantes figuras de su reino como la de los países vecinos.
-¿Debería estar feliz por su fiesta?- Aclaraba el sirviente personal del joven príncipe de hermosa mirada azulina, cuando este parecía desanimado mirando la extensión de su jardín lleno de rosas blancas. Con un suspiro de resignación se le escuchaba responder -Eso no me interesa…- 
-¡Que mal! Sus padres se están esmerando por preparar todo.- Decía con tristeza el sirviente de cabello rubio que era solo un poco mayor que el jovencito. -Y solo por eso… asistiré.- Le refutó con mala cara.
-No creas que tengo un mal corazón.- Seguía hablando mientras que su mirada se perdía ahora en el claro cielo que los cubría en esa mañana. Con una sonrisa Finny, su sirviente le respondía -Lo sé… joven amo.- mientras le mostraba una enorme sonrisa para animarlo un poco.
-A veces las personas pueden llevarse una terrible impresión de mí al conocerme por vez primera.- Se escuchaba decir al pensativo Ciel.
-¿Eso le molesta?- Cuestionaba curioso su sirviente que atento escuchaba los pensamientos de su amo.
-Lo que piensen de mí, no me interesa.- Respondió con esa altivez característica a su sirviente quien solo sonrió resignado, aunque él se lo negara, sabía que era algo que si le importaba.
-Si ellos supieran lo bueno que es usted, lo amarían.- Hablaba el chico rubio para animarlo. -Tal vez si…- Murmuraba con resignación el jovencito que a veces se sentía solo a pesar de tanto lujo que le rodeaba, si eso era ahora no quería imaginar el resto de su vida de esa manera. -El solo pensar que dentro de poco, tendré que asumir todas las responsabilidades de un gobernante justo y ecuánime me da algo de temor.- Confesaba casi inconscientemente el príncipe porque sentía que no era apto para sustituir a su padre.
-A veces solo quisiera dormir por un largo tiempo y que no llegue ese día.- Era su deseo casi cayendo en una profunda depresión, aun cuando faltaban años para que su destino como rey se cumpliera desde ahora se preocupaba por eso, y lo hacía angustiarse un poco.
-No diga eso joven amo…- trataba de animarlo su sirviente al oírlo hablar de esa manera tan poco usual. Lo que ninguno de los dos sospechaban es que su pequeña conversación era escuchada por un hechicero que tenía una clara imagen de la escena del jardín del castillo.
-Es lo que quieres pequeño, pues tu deseo te lo concederé como regalo de cumpleaños.- Decía con una enorme sonrisa un personaje de largos cabellos platinados y vestimenta negra cuando veía a través de un espejo al príncipe contemplar el cielo con esa mirada triste, porque pensar en el futuro lo abrumaba.
Y así sucedió, la noche en que el cumpleaños del pequeño príncipe empezaba, una figura algo siniestra se colaba sigilosamente por su habitación donde dormía de forma plácida bajo sus sabanas, la vigilancia del castillo aunque era extrema no notaron este suceso.
-Bebe esto mi hermoso príncipe…- Se escuchaba en un murmullo al hechicero mientras de una botellita vertía un brebaje en la boca del joven que dormía, quien solo se movió un poco pero siguió durmiendo.   

A la mañana siguiente el confiable sirviente del príncipe quien estaba encargado de levantarlo, se lo veía alarmado mientras corría por los pasillos del castillo.                                                                          -¡Señora…¡ ¡Su majestad!- Gritaba angustiado el rubio con lágrimas en sus ojos cuando notaba la presencia de los padres de su amo que alarmados lo veían acercarse.-¿Qué sucede?- Cuestionaban ambos muy asustados, imaginándose lo peor.-Es el joven amo… el no despierta.- Respondió con esfuerzo el joven pues sentía que el aliento le faltaba. 

Sus padres corrieron de prisa a su habitación, no podían creer lo que el sirviente de más confianza de su hijo les informaba, una angustia se formaba en sus seres a cada paso que se acercaban para enfrentar la realidad, al llegar de inmediato se acercaron a la cama donde Ciel parecía dormir, lo sacudieron, lo llamaron y nada lo despertaba, las lágrimas de ellos eran la evidencia de verlo en ese estado, los sirvientes que en la puerta aguardaban eran testigos de la dramática escena mientras el médico de la realeza se acercaba solo para confirmar que el jovencito que apenas cumplía catorce años, había entrado en un profundo cuadro de inconsciencia y que era muy difícil acertar cuando despertaría, así como podía despertar en unos minutos también podría hacerlo en unos años tal vez. No lograban encontrar el motivo o la causa de esto, pero se advertía un extraño olor en su aliento, era como una especie de té, ese hecho los confundía más. Finny que lloraba recordaba lo que su amo días atrás le había comentado “quisiera dormir por un largo tiempo”, resonaba en su mente, no sabía si debía decirlo pero no creía que su amo hubiera sido capaz de provocar aquello, una decisión que causaría tanto pesar, así que decidió callarlo por ahora. Obviamente la fiesta que se celebraría por la noche era suspendida por tal nefasta e inesperada noticia, padres desconsolados no salieron de la habitación de su hijo en todo el día con la única esperanza de estar presente cuando en cualquier abriera los ojos. Días, semanas y meses pasaron sin darse cuenta, el príncipe no despertaba pero no por eso lo descuidaron, procuraron llamar a toda clase de médicos pero sin resultado alguno, poco a poco parecían perder la esperanza. Cuando algo sucedió de repente, sin opción a llamar a más médicos decidieron consultar a un reconocido y afamado hechicero, estaba en contra de sus principios pero no tuvieron más opción que hacerlo.

-¿El despertará?- Preguntaba la angustiada madre al ver a su pequeño en ese estado, solo esperaba alguna respuesta alentadora.
-Será difícil… pero hay una forma de que lo haga.- Respondió el hechicero de largos cabellos platinados quien había sido el mismo en dormirlo, pero eso nadie lo sabía.
-¿En serio?- Cuestionó ella con lágrimas en los ojos por ese destello de esperanza que escuchaba de ese hombre de extraña apariencia, el rey solo miraba la escena con recelo, no creía en las palabras del supuesto hechicero.
-Si… si lo hará, si recibe un beso de amor verdadero.- Aclaraba el peliblanco con una sonrisa. Esta respuesta sorprendió a sus padres un poco o más bien no la entendían.
-Pero yo beso su mejilla todos los días.- Se oía decir a la mujer algo confundida. -Perdóneme mi bella dama… Sé que su amor es verdadero por su hijo…- Era la aclaración del hechicero mirando de forma comprensiva a la reina quien más confusa se ponía. -Pero yo me refiero a otro tipo de amor.- Seguía hablando, incrédulos los padres lo miraban extrañados. 
-Oh… usted se refiere a ese amor.- Murmuró sonrojada la mujer al entender a qué se refería. -Ese mismo.- Recalcó animado el hechicero.

-Nuestro hijo tiene su prometida… ella también ha besado su mejilla.- Decía el hasta ahora callado rey que no tuvo más opción que creer un poco en esa supuesta solución, aunque sonara descabellada
-Me imagino… pero ese beso no debe ser en la mejilla sino en sus labios.- Les aclaraba el hechicero quien veía de cerca al hermoso príncipe dormir tan tranquilo.
-Debe darle aliento para que despierte.- Con un ademan de mano simulaba soplar a sus labios.
-Si es eso… no perdemos nada con intentarlo.- Decían algo esperanzados los gobernantes, era la esperanza que les quedaba y no la desaprovecharían, de inmediato mandaron a ver a la prometida de su hijo. A la tarde se veía como una joven de cabello rubio nerviosa estaba en la habitación de su ahora dormido prometido, era ella la que tenía la salvación del príncipe en sus manos. Sus padres aunque recelosos aceptaron que su hijo fuera besado.
-Por favor Lizzy…- Casi rogaba su madre, aunque era algo incómodo pero no tenían más opción que hacerlo. La joven avergonzada rozaba los labios de su prometido pero esto no mostró indicio alguno de despertar, eso provocó que ella llorara por sentirse inútil en su intento.
-Usted es un charlatán…- Se escuchaba a un enojado rey vociferar tomando de la ropa al hechicero con el afán de golpearlo.
-¿Por qué lo dice?- Le dijo este con una cínica sonrisa. -¿Y si ella no lo ama realmente? ¿O el príncipe no la amaba? Eso no es mi culpa.- Fue su clara y directa respuesta, pues en parte tenía razón, pues ambos sabían que Ciel no estaba enamorado de ella, que era un compromiso por obligación, así que suspiraron resignados y de nuevo perdían las esperanzas, mientras la joven avergonzada salía de la habitación.
-¿Qué sugiere entonces?- Cuestionaba el rey con seriedad pues notaba que el hechicero parecía querer decir algo.
-Tengo una idea.- Respondía con una enorme sonrisa, y su plan era el siguiente llevarse al príncipe a un castillo apartado construido por él, pero quien quisiera verlo tenía que pasar toda una travesía llena de trucos, en que supuestamente solo las damas que persistían lo conseguirían, “sin esfuerzo no había recompensa”, era el lema para esta misión, y sus padres con recelo aceptaron aquella a simple vista absurda solución.
-Esto es tan absurdo… Es tan molesto…- Eran las palabras de un joven de hermosos rasgos y una mirada penetrante de color carmesí, cuando estaba al pie de entrar a una especie de bosque.

-Todo sea por el dinero…- Se dijo a si mismo armándose de valor, pensaba en el valor monetario que recibiría de esa ambiciosa condesa que le encargó rescatar al príncipe para que se lo trajese y ahí besarlo, ella tenía la certeza de que su beso lo despertaría y con ello el favor de convertirse en su esposa y por ende en la futura reina se le concedería.

Sebastian, es el nombre de este caballero que emprendió esta travesía, a pesar de los rumores nada alentadores, no doblegó su ganas de seguir, caminó por largos y peligrosos senderos de ese extraño bosque, donde en algunas ocasiones su vida se vio comprometida, ahora entendía por qué muchos habían declinado su decisión de seguir, pero nadie era más hábil que él así que con esa altivez y jactancia propia persistía sin detenerse, se imaginaba como sería su vida después de obtener su recompensa al terminar ese trabajo, viviría una vida sin mucho afán, tal vez viajaría por el mundo que era el anhelo más profundo de su ser. El pequeño castillo envuelto en sombras y enormes espinos se divisaba, que orgulloso se sentía al llegar a ese punto pues nadie había llegado hasta ahí según los rumores. 
Entraba de prisa al castillo, tenía la ligera sospecha que no sería fácil llegar a la habitación donde se hallaba el príncipe, pero ni ese pequeño temor lo detuvo, subiendo las escaleras se prestaba a seguir cuando alguien se le apareció de repente.
-Te felicito en verdad… Ninguna persona había llegado hasta aquí.- Exclamaba emocionado el hechicero con una enorme sonrisa.
-Gracias…- Murmuró sarcástico el joven, 
-Pero es un poco injusto, pues una dama es la que debería haber cruzado esa puerta.- Aclaró desanimado el peliblanco rodeando al intruso que estaba ahora en su castillo, viéndolo de pies a cabeza, debía admitir que era toda una belleza, se percibía a simple vista como un hombre fuerte, hábil y audaz ¿Digno de un príncipe? Pensaba con una sonrisita traviesa.
-No me trates como idiota… Sé muy bien que muchos caballeros han intentado llegar aquí por encargo de una dama, yo solo hice lo mismo.- Decía Sebastian con molestia al sentirse observado por ese hombre.
-Pero al contrario de ellos, tu si llegaste a pesar que reforcé mis trucos.- Murmuraba con resignación el hechicero.
-Nada me detiene cuando quiero algo.- Era la audaz respuesta del joven que parecía desafiar al hombre frente a él. -Claro que ahora estoy en desventaja contigo, pues yo no uso trucos como tu.-Terminaba de decir pues debía admitir que por muy fuerte y hábil que fuera no sería sencillo vencer a un hechicero, quien le sonrió divertido ante esa sincera aseveración.
-No daré batalla… ¿Qué sentido tendría?- Decía con una sonrisa el hechicero mientras lo miraba fijamente. -Estoy seguro que tu beso no lo despertará.- Aseguraba con firmeza pero en un tono desafiante, ante esas palabras el otro se sonrojaba un poco.

-¿Besarlo?- Murmuró avergonzado pues ese no era su plan, no era su objetivo. -yo no voy a besarlo, eso lo hará la dama que me contrató.- Refutaba nervioso con mala cara mientras el otro reía divertido ante esa reacción.

-Que lástima… porque ahí si tendré que refutar, el que llega hasta aquí con su propio esfuerzo es quien merece besarlo.- Le susurraba al oído del avergonzado joven que desviaba la mirada. -No sé quién dijo que era válido enviar intermediarios.- Eran sus palabras para terminar esa leve discusión, Sebastian pensativo se quedó por unos segundos para dar la siguiente respuesta. -Entonces me retiro.- Dijo sin más mientras daba media vuelta y pretendía regresarse por donde había venido.

-¿Así tan fácil te vas?- Le cuestionaba con ironía el audaz hechicero.

-No besaré a un muchacho… es todo.- Se escuchaba decir al joven mientras se alejaba de él, sin inmutarse ni un poco.

-Porque no lo saludas aunque sea… deberías verlo al menos antes de rechazarlo.- Proponía el hechicero con una sonrisa, algo parecía tramar con esa petición, el joven que se marchaba detuvo su andar y la curiosidad le sobreponía, tan largo viaje para ni siquiera saber si era verdad todo lo concerniente a este príncipe tan misterioso.

-No cambiara nada en mi opinión, pero soy curioso así que veré si es verdad esta historia del “bello durmiente”.- Alegaba con altivez el joven mientras subía nuevamente para dirigirse a la habitación donde se refugiaba el dormido príncipe. Llegaron los dos a la sencilla habitación que permanecía semioscura solo era alumbrada por la tenue luz vacilante de algunas velas alrededor de la cama donde se notaba la silueta de alguien que allí dormía.

-Él es Ciel, el famoso bello durmiente quien con un beso de amor verdadero despertara.- Era la presentación emocionada del peliblanco ante la mirada del joven, pero su mirada se desvió de inmediato al pequeño que permanecía quieto en su cama que no se movía a pesar de la voz ruidosa de su asupuesto guardián, acercándose se prestaba a apreciarlo mejor cuando vio su hermoso rostro dormido una extraña sensación le invadió por completo.

-Es hermoso… como decían.- Murmuró embelesado al verlo, era una sensación que no entendía.

-Te imaginas lo que debe sufrir, encadenado al sueño eterno hasta que su corazón deje de latir. Debe tener sueños buenos y malos, porque a veces veo que lagrimas ruedan por su mejilla.- Contaba con fingido pesar el hechicero cuando el mismo era el causante de ese supuesto sufrimiento, el apuesto joven que le escuchaba sentía remover su corazón al pensar en esas palabras.

-¿Cuál es tu nombre?- Le cuestionaba curioso el hechicero mientras con sus largas uñas acariciaba el bello rostro del príncipe dormido. -Sebastian- Le respondió y su mirada no se apartaba del jovencito, pero algo sintió el hechicero cuando con su dedo rozaba la mejilla del príncipe, un leve calor se percibía esta reacción casi inconsciente le hizo sonreír.

-Tal vez si te quedaras haciéndole compañía por hoy, puedo tomarme el día libre.- Le proponía el peliblanco al ver como el interés por parte del joven, este haciéndose el orgulloso se negaba con la cabeza.

-La verdad es que si estoy algo cansado.- Dijo después de unos segundos porque en realidad el camino de regreso sería largo y no había descansado en más de un día, además presentía que debía quedarse. El hechicero al escuchar la respuesta, animoso le dejaba alimentos y algo de ropa limpia prometiéndole regresar unas horas después. Sebastian nervioso al verse solo con el príncipe se cuestionaba a sí mismo el motivo de haberse quedado, para calmar un poco su ansiedad comió y se cambió sus ropas pero su mirada no se apartaba de ese pequeño de rostro tan dulce, cuando se animó a acercarse, sin sospechar que el pequeño príncipe en su subconsciente parecía despertar de un largo sueño y era solo por la presencia de ese extraño.

-Eres muy hermoso…- Hablaba el joven mientras tímidamente con su mano acariciaba el rostro del bello príncipe, quien en su subconsciente deseaba abrir los ojos para ver quién era esa persona que provocaba esas nuevas sensaciones en su ser.

-¿Quién eres?- Murmuraba internamente el príncipe sintiendo esa dulce caricia, esas manos tan cálidas tocarlo. -Cierto no puedes responderme.- Se respondía así mismo con tristeza al darse cuenta que no podía escucharlo, situación a la que ya se había resignado, pero las esperanzas que había perdido hace tiempo parecía recobrarlas mágicamente por ese contacto tan cariñoso que recibía de esas manos que acariciaban su rostro y cabello.

-¿Qué es esta calidez que me invade? – Se cuestionaba el príncipe al sentir como en su ser al pasar de los segundos una extraña calidez lo embargaba, pero era una calidez agradable que lo reconfortaba y que le provocaba sonreír como no lo había hecho hace tiempo.

-Seguramente debes ser un niño caprichoso, como todo niño de la realeza.- Eran las sarcasticas palabras de Sebastian que se sentaba al filo de la cama para acomodarse mejor y seguir contemplando a ese niño que provocaba ese sentir en su ser.

-No digas eso.- Hablaba resentido Ciel al escuchar esa insinuación del hombre que le hablaba, aun cuando no le escuchara él le respondía, pero cuan ciertas podían ser esas palabras. Sin notarlo Sebastian comenzó hablar y hablar sin parar, sobre su vida, su travesía, esa conversación que emocionaba al jovencito que le escuchaba  y parecía seguirla sin problema

-Es tan agradable escuchar tu voz…- Decía para si el príncipe cuando lo seguía escuchando hablar, no le importaba si era un parlanchín, el solo detalle de que le hablara de esa manera se lo agradecía sinceramente, de repente el silencio reinó el joven se quedó callado, y solo sintió como alguien al otro lado de la cama se acostaba.

-Te haré compañia en tu sueño por un rato.- Murmuraba con gracia Sebastian mientras sentía que los ojos se le cerraban por el cansancio y sueño de ese agotador día, sin darse cuenta se quedó dormido, pasaron un par de horas y de nuevo se escuchaba al parlanchín hablar sin parar.

-Ojala pudiera verte.-  decía  Ciel en un suspiro como el anhelo profundo que su corazón más deseaba ahora. -Está tocando mi mano.- se alteró un poco cuando esa mano que tocaba su rostro ahora entrelazaba sus dedos con los suyos, como jugueteando, se moría de vergüenza por esa muestra de afecto. El silencio irrumpió en la habitación, Sebastian nervioso no entendía este nuevo sentir, ese niño lo tenía cautivado, pero le llenaba de pesar el no verlo despierto. -No me imagino lo que debes sufrir… como quisiera quitar tu sufrimiento.- Le susurraba al oído sin soltar su mano.

-Hazlo…- Gritaba Ciel sonrojado en su subconsciente, sabía con certeza que era ese hombre el indicado para despertarlo, y no le importaba si era de su mismo género, si era mayor, solo quería ser despertado.

-Es la primera vez que besaría a un chico.- Se decía así mismo el joven debatiéndose entre besarlo o no, era una hermosa confusión que en su corazón persistía. -No debe ser tan malo…- Hablaba sonrojándose y su rostro se acercaba al del príncipe.

-Solo hazlo… idiota…- Exclamaba Ciel sintiendo una emoción indescriptible invadir su ser. -No cuesta nada intentarlo.- Se dijo Sebastian armándose de valor y sus labios nerviosamente comenzaron a rozar con ternura y torpeza los del jovencito.

-Sus labios rozan los míos con tanta calidez, este frío que sentía en mí ser, siento que desaparece de a poco.- Hablaba el príncipe con esa sensación cálida que le recorría de a poco en su cuerpo, mientras ese beso aumentaba su intensidad.

-Nhn…- Se escuchaba un leve jadeo en medio de ese beso, y no era el jadeo de Sebastian, era la dulce voz del príncipe que lentamente abría sus ojos, el otro que lo besaba apasionadamente sorprendido no acertaba que hacer, nunca se imaginó que despertaría, pero al sentir como esos pequeños brazos se enredaron a su cuello en un sutil abrazo, era la pauta que le permitía seguir, sus miradas no se apartaban entre sí en medio de ese beso y parecían coquetearse sin palabras, al irse quedando sin aliento se separaron.

-Solo unas horas bastaron para enamorarte…- Decía Sebastian mientras acariciaba el bello rostro sonrojado del príncipe que le sonreía sutilmente.

-Lo mismo digo.- Eran las primeras palabras de Ciel al joven que lo había despertado era más atractivo de lo que se imaginaba, con una sonrisa nerviosa se perdía en esa mirada carmesí, segundos después cuando asimilaba la realidad, un “gracias” fue lo que susurró, con la mirada llorosa, el otro besaba galante su mejilla sonrojada.

-Sebastian… ¿Ese es tu nombre?- Le murmuraba mientras sentía esos labios rozar su mejilla y contenía sus ganas de llorar de la emoción del que era preso en ese momento tan especial.

-Si… señor…- Dijo algo sorprendido el joven caballero por escuchar su nombre en esa melodiosa voz, mirándolo directo a los ojos con cariño, no sabía si era por lo extraño y mágico de la situación pero tenía la certeza de que ese jovencito a quien besaba, se convirtería en lo más importante de su vida.

-¿Cómo podré compensar el favor recibido?- Hablaba con aire coqueto el jovencito de hermosa e iluminada mirada azulina al sentirse consentido.

-Cómo usted lo decida mi hermoso príncipe.- Con igual insinuación coqueta le respondió Sebastian, y sus labios de a poco se acercaban nuevamente sellando ese encuentro con un apasionado beso.

-Creo que es suficiente de ver…- Se escuchaba decir al hechicero que espiaba la escena romántica que se desarrollaba entre el príncipe y el caballero que lo salvó de las garras del sueño eterno. Porque ese beso aumentaba su intensidad y sus manos parecían desesperadas por tocar piel que no era visible a simple vista.

-Démosle privacidad…- Murmuraba sonrojado el peliblanco a un cuervo que estaba junto a él y que atento también miraba la escena que subía de tono, volteando el espejo dejaba que en su intimidad la nueva pareja disfrutara de su naciente amor. El pequeño cuerpo de Ciel cobraba vida con cada beso y caricia que su ahora amante le regalaba, su piel desnuda era deleite del otro que lo devoraba ansioso, jadeos y gemidos se escuchaban en la habitación, el crujir de la cama en un vaivén desenfrenado era testigo de esa entrega imprevista.

-Nhn…- Jadeaba el jovencito que acalorado y falto de aliento, cuando sentía como el estremecer de ese éxtasis de placer primero en su vida lo recorría por completo en su desnudo cuerpo, mientras Sebastian entre sus piernas trataba de recuperar el aliento también, fue una experiencia diferente pero que sin duda disfrutó más que cualquiera, unas pequeñas embestidas todavía le regalaba al príncipe antes de salir de su interior, con un tímido beso ambos unían sus labios y refugiándose bajo las sabanas se abrazaban.

-Eres un embustero… ¿Qué le hiciste a nuestro hijo?- Exclamaba alterada la madre de Ciel cuando frente a ella estaba el hechicero al que habían confiado a su pequeño y ahora se presentaba sin él.

-Si el despertó… ¿Por qué no vino con nosotros?- Gritaba fuera de si el rey al escuchar que su hijo había despertado hace unos días pero este se negaba a regresar al castillo.

-El me pidió que les dejara esto… La decisión que su hijo tomó fue solo suya, pero esta carta la explicara mejor.- Murmuraba con seriedad el hechicero dejando una carta en sus manos en medio de una niebla desaparecía de su presencia. Los padres del joven príncipe se prestaban a leer la carta, era obviamente de su hijo por su caligrafía, no dudaron de eso y esta les indicaba lo siguiente

Mis queridos padres…

Sé que será difícil para ustedes el comprender mi decisión, aunque no lo crean me costó mucho el hacerla, he decidido no regresar al castillo con ustedes porque el destino me ha deparado algo muy distinto a lo que pensábamos, quiero pensar que el sueño que me invadió de repente y perduró en mi por meses, fue una penitencia por mi actitud arrogante y que seguramente hubiera continuado hasta mi adultez, no hubiera sido un gobernante digno de mi reino, quiero pensarlo así, estando en esa inconsciencia me di cuenta de mi vulnerabilidad y de los errores cometidos, cuando me percaté de que tal vez no viviría para mostrar un cambio sucumbí en la desesperación y me resigné a dormir por siempre, pero alguien me salvó de la soledad, silencio y oscuridad en que permanecía y a ese alguien dedicaré mi vida entera a partir de ahora.

Me he enamorado profundamente de mi salvador, y ese amor es correspondido para mi alegría, por eso les ruego que me perdonen, sonará a locura y tal vez lo sea… Pero dejo atrás mi vida de príncipe llena de lujos y comodidades para vivir junto a la persona que amo una vida tranquila y sencilla.

Espero algún día el visitarlos y que ustedes puedan recibirme… Pensaré en ustedes cada día y en ese reino que ahora hago a un lado. Los ama… Ciel.

Sus padres al leer esa carta, lloraban desconsolados al sentir como su único hijo los hacia a un lado, los menospreciaba por un amor, por ahora no comprendían esta decisión pero con el tiempo lo irían asimilando pensando que era lo mejor para su pequeño Ciel.

- No debes sentirte triste por eso…- Le trataba de consolar Sebastian a su joven amante cuando este pensativo miraba triste el horizonte

-Lo sé…- Susurraba el jovencito al pensar que en esos momentos estuvieran leyendo la carta que le costó escribir, no podía evitar sentirse culpable de su sufrimiento, ¿Era egoísta? Tal vez si, pensaba para sí, pero al sentir a Sebastian abrazarle con tanto cariño, lo reconfortaba y sabía que había tomado la decisión correcta.

-¿Me ayudas a preparar un pastel?- Cuestionaba el mayor para animarlo, preparar dulces era algo que ambos disfrutaban hacer.

 

-Si es de chocolate… si…- Respondió con una hermosa sonrisa el príncipe, animándose tomaba la mano de su amante y caminaban hacia la pequeña cabaña en medio del bosque en la que ahora vivían. Y en su mente un pensamiento cruzaba, “He despertado solo para vivir a tu lado”… pensaba de forma tan cursi que le hizo sonrojar, el otro notando su bochorno repentino lo halaba para si con firmeza y lo levantaba para quedar a la misma altura, y un beso mostraba el verdadero amor que sentían el uno por el otro y que perduraría aun más allá del mundo de los sueños.


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