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Shattered Glass por Xerxes Uryu

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Notas del fanfic:

¡Tanto tiempo sin aparecer, ya los extrañaba! Y ustedes no tienen que decírmelo, yo ya lo sé (¿?). Hoy regreso porque también es una fecha muy especial; ¡Hoy es el cumpleaños del Quincy orgulloso y altanero: Uryuu!

 

Para ser sinceros tengo algo de miedo con publicar esta historia, verás:

 

1.- Toda la narración está en primera persona, ósea que está narrado desde el punto de vista de Uryuu nada más.

 

2.- Tiene algo de drama; género en el que no estoy muy relacionado (sí, soy una nenaza con el drama, juzguenme)

 

3.- Manejo una temática "delicada", así que tengo que elegir las palabras adecuadas para no ofender a nadie.

 

Pues eso es todo, este fanfic está dedicado a LunaArlert (no creas que me he olvidado del favor que me habías hecho. Gracias) por que sé que tienes un placer culposo en ver a Uryuu en las últimas XD. Así que espero que lo disfrutes.

Notas del capitulo:

Disclaimer: Nada de esto es mío, todo Bleach pertenece a Tite Kubo, yo solo lo hago para entretención mía y de mis lectores, sin fines de lucro.

Era curioso pensar que de un día para otro todo tu mundo podía dar un giro de 180º. Pensar que de ser el alumno estrella y con un futuro prometedor ahora era el esclavo sexual de un depravado que me había secuestrado. No, no era un esclavo; ahora era un juguete; sin vida ni libertad.

¿Hace cuánto estaba aquí? ¿Un mes?, ¿un año?, ¿una vida? La verdad es que ya había perdido la cuenta. Entre la horrible e improvisada “cama” —que no era más que un colchón sucio— en la que me veía forzado a dormir casi todo el día, la absoluta oscuridad que reinaba en el cuarto —iluminada a penas por un viejo foco— y la falta de mis lentes —rotos el primer día de mi infierno—, junto con mechones rebeldes de pelo —había crecido debido a que no me lo he cortado desde hace ya bastante tiempo— no ayudaban en nada en contar los días que han pasado.

El sonido de una puerta metálica abriéndose me sacó de mis pensamientos y una fuerte luz entorpeció aún más mi visión. A medida en la que intentaba enfocar mi mirada la distorsionada silueta iba adquiriendo forma. Mis ojos se abrieron aterrados y de manera automática e involuntaria me pegué a la pared, como si eso fuera capaz de esconderme del monstruo que se acercaba a mí, con esa repugnante sonrisa que adornaba su rostro y sus ojos lascivos disfrutando de mi desnudez y mi miedo.

Era él. Mi demonio personal, mi secuestrador y, desgraciadamente, el dueño de mi vida.

—Vaya, parece que me has estado esperando. ¿Me extrañaste? —te burlas de mí, lo sé porque tu tono de voz me lo dice.

No te respondo, te dedico una mirada cargada de odio, pues tristemente era lo único que podía hacer y sabes de mi patética situación porque te carcajeas de manera estruendosa.

—No es manera de recibir así a las visitas —tu sonrisa se ensancha y adquiere matices psicópatas —. No me obligues a castigarte.

Al oír esa amenaza traté de alejarme más, pero las cadenas que me ataban a un tubo me lo prohibieron y solo hicieron que el grillete que aprisionaba mi cuello me lastimara. Sí, ese psicópata me tenía amarrado como si fuera su maldita mascota.

Escucho tu risa e intento hablar para insultarte, pero la sequedad de mi garganta me lo prohíbe y simplemente me limito a morder mis labios de frustración hasta hacerlos sangrar.

—Tranquilo, no vengo a lastimarte… por ahora —sostienes bruscamente mi mentón y lames la comisura de mis labios para quitarles la sangre.

Siento mi estómago revolverse del asco y lo mejor que se me ocurrió hacer fue alejar mi rostro. Tu cara se arruga de enojo ya que no te gusta que te rechace. Me lo haces saber porque tu puño se incrusta en mi mejilla con tal fuerza que termino cayendo al piso sin gracia, retorciéndome de dolor.

— ¡NUNCA VUELVAS A RECHAZARME! —antes de saber qué pasa pateas mis costillas y yo lanzo un grito ahogado.

Escupo la sangre que sale de mi boca. Te agachas a mi altura y otra vez vuelves a agarrarme toscamente de mi barbilla.

—Nunca hagas eso —susurras con cruel dulzura, pero me siento demasiado mareado y débil como para intentar soltarme —. Te he dicho que me lastimas cuando me rechazas y de paso tú también sales lastimado.

Te veo otra vez con odio. Me siento humillado, adolorido y frustrado, pero sobre todo siento una inmensas ganas de llorar. ¿Desde hace cuánto no lloro? No lo sé. Parece que perdí la habilidad para llorar al saber que nunca podré salir de aquí.

—Por eso me gustas, porque sabes cuál es tu realidad —me lees el pensamiento y aprisionas mis dos manos con solo una tuya y con la otra te dedicas a acariciar mi cuerpo —. No eres alguien estúpido como ella.

Ante su mención todo mi cuerpo se tensó y mi mirada se tornó agresiva.

“Bastardo infeliz” pensé. Intentaría levantarme y golpearte, pero sé por experiencia propia que a los dos pasos terminaría cayendo.

—No sabes cuánto me pones cuando me miras así: desafiándome —susurras lleno de morbo causando que un terrible escalofrío recorra mi cuerpo.

El agarre de tu mano se intensifica y las caricias pasan a ser rasguños. Comienzas a morder fuertemente mi cuello y yo no hago nada para impedirlo, no tengo las fuerzas suficientes y aún y si las tuviera, no serían nada comparada con la tuya, además de que sería peor para mí si intentaba contradecirte.

Me avientas al sucio colchón sin delicadeza alguna y siento que la cadena de mi cuello rasga más mi ya lastimada piel. Te abalanzas a mí como un depredador lo haría con su desdichada presa.

Me haces tuyo con la violencia que te caracteriza, pero no consigues nada de mi parte. No grito, no lloro, no te pido que te detengas porque sé que eso te excita más y entonces sí que me las vería negras. Simplemente cierro los ojos y deseo que acabes de una vez.

 

—Nunca me canso de tu cuerpo, creo que es como una droga —dices una vez que has acabado con el coito y decides vestirte.

Por mi parte solo me dedico a ver nada en particular deseando que tú, infeliz, te fueras de una buena vez y me dejaras en la soledad a la que estoy acostumbrado. ¿Es que nunca te cansas de hablar? Tu voz me resulta repugnante, pensándolo mejor, todo tú me da asco.

— ¡Ah!, por cierto —dices cuando abrochas los últimos botones de tu camisa —. Ten.

Me arrojas un plato de comida y una pequeña botella de agua. De seguro dármelos había sido tu excusa para verme.

Caminas al marco de la puerta y te detienes. Giro los ojos, ¿y ahora que querrás?

—Espero que te hayas dado cuenta que de aquí nunca escaparás —te giras y me ves con una seriedad aterradora —. Allá afuera no hay nada ni nadie que te espere. No tienes ningún lugar a dónde ir, mi querido gorrión solitario —y sin más se fue.

“¿Crees que no lo sé?” pienso. No hacía falta ser una gran genio para saber que nadie haya afuera supiera de mi existencia lo suficiente como para preguntarse de mi desaparición.

Otra vez volvió la ira y la impotencia de no poder hacer nada. Quería descargar mi furia lanzando lejos el plato o exprimiendo la botella, pero me tranquilicé; ésta será mi ración de comida por un largo tiempo y no quería desperdiciarlo en un arranque inútil de ira. Lo único que atiné a hacer fue apretar mis puños hasta dejarlos blancos.

Al acabar parte de mi comida y beber un poco de agua me volví a acostar preso del cansancio y el torrente de sentimientos que sentía no disminuía ni un poco.

Un último pensamiento cruzó por mi cabeza:

“Orihime”

Y caí rendido.

Notas finales:

Sí, un poco cortito el capitulo pero a penas es la introducción.

Ya saben, acepto reviews que me digan qué les parece la historia. Soy nuevo en esto y siento que podría caer en desgracia (en especial tú, Luna).

Nada, según yo actualizaré cada semana. Ya tengo un poco más de la mitad de la histria acabada, así que no creo (NO CREO) que me alcance, aunque uno nunca sabe.

Hasta luego~


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