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Kinds por ZioneSqualle

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Notas del fanfic:

20/07/18: El fic ha dejado de ser actualizado y no habrá continuación

ZS

Notas del capitulo:

Aclaración:

Los eventos de esta historia ocurren en una sociedad en la que el súper continente Pangea no se dividió. El año de los sucesos es el 3107, equivalente para los lectores al año 4000 en aproximación. El año 0 según la historia de la Clase A equivaldría en cuanto a tecnología al año 700 a.C. para nosotros.

-       Ya revisaste que el nuevo cargamento haya llegado, ¿cierto?

-       Afirmativo – dijo monótonamente - Aunque recibimos 2000 kilogramos de productos, no 2100, como esperábamos – los ojos de iris rojo escarlata del que hablaba se deslizaron desde su tabla de reportes hacia Kenian, con algo de preocupación - ¿Deberíamos reportar eso?

-       Siempre olvidas el control de calidad. Las cosas podridas, golpeadas o que no han alcanzado la suficiente madurez se van al basurero.

-       ¿100 kilogramos a la basura?

-       ¿Y qué quieres? Es mejor dárselos a la basura que a la escoria de la Clase C – Kenian seleccionó con el lapicero de punta electrónica el símbolo de la “X” de la ventana de envíos y entregas que se mostraba en el papel de su tabla de madera con gancho, y todas las anotaciones y correos se fueron.

       Cuando aquellas hojas de papel en las que podías escribir y luego activar con la voz para poder tener una versión informatizada de lo que hacías aparecieron, todo el mundo tiró sus tabletas electrónicas flexibles  y consiguió una de esas. Con una sola hoja de papel, tenías todas las opciones de una computadora o de un Pad, en un espacio más reducido, al igual que una pantalla ultra-delgada.

-       Bien, tienes un punto. Aunque me preocupa que esto siempre pase – Jeremías cerró la aplicación donde anotaba los envíos y los productos alimenticios que llegaban desde los campos de cultivo de la Clase A, teniendo frente a sí una hoja de papel en blanco lista para usarse – En toda esta semana hemos perdido al menos 500 kilogramos de producto.

-       Éstas son frutas, se golpean en el envío y eso. Ya lo sabes. Dejaste de ser un novato hace mucho tiempo – Kenian se peinó el cabello platino engominado hacia atrás, y acomodó sus gafas de protección. Ante ellos, un par de grúas vaciaban el contenido de un camión gigante hacia un depósito. Luego, los brazos hidráulicos se encargarían de escanear lo que había en cada paquete y clasificarlo en las distintas cintas transportadoras de aquella especie de almacén. Ya en las cintas, otros brazos mecánicos pequeños sacarían cada fruta de las cajas, y las acomodarían en distintos cestos herméticamente sellados, para luego ser transportados hacia los distintos supermercados. Es algo común cuando se es Clase A.

-       Sí, señor – Jeremiah bajó la mirada hacia el lapicero que llevaba en la mano. A pesar del color blanco de éste, su propia mano destacaba más. Y ni hablar de sus cabellos, albos como la mismísima nieve. No había rastros del tono platino que la mayoría de ciudadanos de la Clase A portaban orgullosos, mucho menos de tonos rosa pastel o rubios brillantes. Se habría contentado incluso con un tono crema o menta claro, más no. Había nacido albino, y se sentía orgulloso. Conocía a muchos trabajadores que habían modificado su ADN genéticamente para poder tener los cabellos de un color más claro o uno distinto, o la piel del tono rosáceo melocotón que todo respetado Clase A debía tener. Más no Jeremiah. Él destacaba, y eso le gustaba. El cambio de ADN que se hacían algunos para aclarar la piel, el cabello o los ojos le parecía un gasto excesivo.

-       Bien. ¿Tienes algo que hacer más tarde? – Kenian lo tomó por sorpresa. Era un joven de su edad y altura. 23 años, usaba una especie de abrigo de chef que le llegaba a las rodillas, al igual que todo el personal del edificio, pantalones ajustados color plata y zapatos igualmente de color plata. Era el uniforme de absolutamente todos los empleados del Centro de Administración y Surtimiento de la Clase A,  el lugar encargado de todo lo relacionado con organización, oferta y demanda, producción de distintos materiales, exportación de dichos materiales a tiendas autorizados y control de los créditos que cada ciudadano Clase A tiene. Todas las personas que vivían dentro de los límites de la Clase A y fuera mayor de edad trabajaba para aquella macroempresa.

-       Absolutamente nada, y lo sabes, lindura – ubicó sus ojos rojos en los de Kenian, de color azul cielo. Nunca tenía nada que hacer, y siempre estaba en las oficinas charlando con Kenian. Ambos asintieron y se dirigieron hacia el interior del edificio.

       La vida de Jeremiah era simple: se levantaba, desayunaba pan integral sin gluten con mermelada de híbridos de frutas tropicales acompañado de jugo de ciruelas, tomaba la ropa del trabajo y usaba su auto para llegar hasta uno de los distintos edificios del centro (que medía 30 hectáreas). Nunca había tráfico, cada auto (que no portaba ruedas y levitaba 30 centímetros por encima del suelo usando energía punto 0) sabía exactamente cuál camino tomar para poder ir al destino del dueño y cómo evadir otros vehículos. Ya en el edificio, comparaba con Kenian las confirmaciones de otros sectores de aquel gigante lugar en la pantalla holográfica de la oficina, y luego se dirigían hacia las zonas de embarque o de control de producto, donde revisaban que todo vaya conforme al plan. Luego de chequear eso (nunca había errores) volvían a la oficina (un espacio cuadrado blanco con dos mesas blancas de soporte negro, dos sillas giratorias de asiento y respaldar marfil, soportes negros; la pared principal donde se desplegaba la pantalla holográfica, y una única ventana rectangular de esquinas curvas, desde la que veían el exterior, pero para la gente que deambulaba el pasillo era un simple espejo) e ingresaban a la pantalla holográfica, mientras charlaban de superfluidades al mismo tiempo que accionaban diversas simulaciones y/o comparaban datos de nuevo, haciendo cambiar aquellos símbolos celeste brillante que aparecían en la pared blanca. Volvía a su departamento (uno sencillo, igual al de todas las personas de su edificio, con cuatro distintas áreas y cómodos muebles al estilo Clase A (de blanco, solamente)) y se disponía a dormir. Era, absolutamente, la vida perfecta.

-        ¿Has hablado con tu madre?

-       Tiene cáncer, un tumor en el cerebro o algo así – Jeremiah le envió a su lado de la pantalla una secuencia, en donde se mostraba la cantidad de malta que había llegado esa mañana. Aclaró la garganta y continuó – Por unos 10 millones de créditos se lo quitan. Y pensar que eso iba a ir a mi cuenta bancaria.

-       ¿Va a pagar eso? – Kenian no se mostró impresionado. Los padres de Jeremiah trabajaban directamente con el presidente Innominado. Debían tener como mínimo unos 200 mil millones de créditos para gastar, pero, aun así, Jeremiah trabajaba, ya que la ley exigía que todas las personas mayores de 16 trabajaran en el CAS durante unos cuantos años, dependiendo de la posición de la familia con respecto a la jerarquía en cuanto a influencia en gobierno y el presidente Innominado les daban un puesto, que podía ir desde gerencia de ventas hasta supervisor de la llegada de productos en supermercados. Los años de servicio eran más según menor la categoría familiar.

-       Cielo, no sabes cómo actúa ella. Primero quiere causarle lástima a la gente. Que le den regalos y eso, que sepan que es la víctima y que sufre. “Oh vaya, el cáncer es una pena. Me lo detectaron hace una semana y ya siento los estragos de los tumores de mi cuerpo” – Jeremiah imitó la voz de su madre con un tono nasal, burlándose de aquella mujer -  Luego se lo va a quitar, la muy hipócrita, como si fuera una heroína que ha luchado mucho.

-       Esa boca – Kenian sonrió ante la mención de la palabra “hipócrita”. Era la preferida de Jeremiah.

-       Como si tú tuvieras una mejor opinión de tus padres, lindura – puso los ojos en blanco, cerrando la pantalla holográfica. No conocía a alguien a quien le agradaran sus padres en todo el terreno que conocía de la Clase A.

-       Una mierda de personas, y punto. No sabes cómo me alegré cuando me dijeron que podía irme de casa y recibir la paga semanal de créditos por trabajar aquí. Que ellos llevaran mis cuentas durante años me mataba. Y hay algunas personas que desean tener hijos para poder recibir doble paga. Los niños son una de las estupideces más grandes del hombre. Es un milagro para mí ser estéril

-       Un milagro para todos, Kenian. Para todos – le guiñó el ojo. Se la pasaba bien con Kenian.

       La Clase A es una sociedad, una especie de gran ciudad donde la gente vive bajo las reglas de la ICB (Institución Central y Bancaria), gobernados por el presidente Innominado, cuyo gobierno duraba 50 años y luego era suplantado por su hijo. Formado por rascacielos y con la más alta tecnología que se podría imaginar, es un lugar pacífico, e incluso el más avanzado de entre todas las sociedades de Clase A que hay en el Territorio Republicano de Pangea (27 sociedades son Clase A, de las 54 en total). Tiene una población total de 10 564 780 ciudadanos registrados, y un 0% de pobreza. Lo único que fallaba en el lugar era tener en la zona sur (a unos 10 minutos de distancia por auto) el muro de los Perdidos. Una gigante fortaleza, una muralla enorme que rodeaba la ciudad y a su vez los separaba de la escoria que vivía en los terrenos estériles de la Clase C. Uno podía ver el panorama mientras avanzaba por el camino pavimentado que llevaba hacia allí: durante los primeros 5 minutos, el terreno se asemejaba a un bosque o un prado, y luego se bifurcaba en tres caminos pavimentados que llevaban a otros grupos de Clase A ubicados al noroeste, y un camino de tierra que lleva hacia un terreno infértil apenas iluminado por unos faros con luz roja, hasta que encontrabas frente a ti las puertas de 10 metros de altura en el muro de 50 metros cubierto por una alambrada eléctrica que separaban el mundo civilizado de la barbarie. Era una tradición para los ciudadanos adultos que pertenecían a clases jerárquicas altas de ese grupo de Clase A ir a la sociedad de los Clase C, escoger a uno de ellos y llevarlo al CAS, donde intentaba redimirlo mediante la llamada técnica APTO, y si no era posible, entonces se encargaban de devolverlo a su lugar natural. Nunca había ido a alguno de los cuarteles donde se hospedaban los de la Clase C, pero tampoco le importaba. Simplemente daba igual, la escoria se quedaba al lado de la escoria, y la Clase A iba con Clase A.

-       Mañana no hay trabajo qué hacer, ¿cierto? – luego de corroborar los resultados de sus hologramas, ambos se retiraron hacia los vestidores masculinos, donde había duchas personales, jacuzzis, sauna, masajes, y un armario para cada trabajador, de tal forma que luego de un arduo día de faena pudieran ir a casa en algún traje o en ropas cómodas. Ambos tenían distintos modelos de ropa allí, por lo que si tenían algún evento podrían ir directamente sin parar por casa.

-       No, lo dudo mucho – Kenian dejaba el abrigo blanco y lo cambiaba por un traje blanco a rayas negras con corbata ónice. Jeremiah hacía lo mismo, colocándose el traje rosa claro que usaba cada dos semanas los jueves, excepto que con la corbata fucsia en lugar de la gris – El cumpleaños del presidente Innominado es día festivo, ¿recuerdas?

-       Oh, claro – dijo aquello con un tono dulce, algo agudo y totalmente inocente. Obviamente ya lo sabía, pero hacerse el desentendido era una gran forma de ligar. Ajustó la corbata con torpeza, para que luego las manos de Kenian se acercaran, tiraran suavemente de él y empezaran a hacerlo por su cuenta.

-       Qué cosa tan inútil eres. La corbata es algo básico para cualquier hombre – la alisó delicadamente. Ambos se dirigían al llamado Baile de los Dragones, una festividad que ocurría siempre en la víspera del cumpleaños del presidente Innominado. Un gran baile de gala, que terminaba con la mitad de los presentes borrachos y más de las tres cuartas partes teniendo sexo en distintos departamentos de personas que quizá nunca volvieran a ver. Todo un regocijo en la Clase A – Puedo llevarte, si así lo deseas. No vaya a ser que tu auto se estrelle contra el mismo presidente Innominado.

-       Como si fueras a dejarme hacer eso, guapo – se mordió el labio en lo que parecía un acto inconsciente, como un tic, pero en realidad era algo bien calculado y analizado. Jeremiah no era un santo, y el Baile de los Dragones había hecho que vaya de cama en cama cada año desde que tuvo 16 (edad mínima para asistir). No recordaba su primera vez, ya que estuvo demasiado borracho como para poder disfrutarla, pero el resto fueron una mejor que la anterior.

-       Tu auto puede volver solo a casa. Sólo tomaremos el mío – una tentativa. Ahora Jeremiah no tendría cómo volver solo, y Kenian debería llevarlo a su apartamento. Su plan perfecto funcionaba.

       Subieron al auto de Kenian, atrasado un par de modelos, pero aún reluciente y veloz. Kenian introdujo el lugar al que irían, y marcharon bajo el sonido del músico Alconsef, el nuevo prodigio de la “cítara”.

-       No entiendo por qué le llaman “cítara” – Kenian fue el primero en romper el silencio luego de un par de minutos en la carretera – Digo, ya sé que la “cítara” fue un instrumento importante hace años, pero el que está tocando ahora no tiene nada que ver con esas.

-       Yo qué voy a saber. Los instrumentos de música nunca me interesaron. Y si alguien como tú no lo sabe, yo menos, guapo – tocaba llevar el rol de la persona petulante. Jeremiah conocía el por qué llamaron “cítara” al objeto. “Fue por el año 2098 cuando se inventó ese instrumento (llamado Alecornio debido a su creador: Alecorn), que combinaba el sonido de violines con sonidos electrónicos dulces y suaves. Debido a que se requería tener conocimientos del piano, la guitarra y combinaciones musicales, se le consideraba complicado para que alguien normal lo tocara. Durante esos tiempo, otro instrumento complicado era la cítara, pero al no ser tan popular como el Alecornio, poco a poco dejó de ser conocido hasta olvidarse. En 2106, se empezó a usar la frase “deja de tocar tu cítara” para referirse a alguna actividad complicada que no llevaba a ninguna parte, y al ser el Alecornio complicado, se refirieron a éste como el sustituto de la cítara, hasta que quedó su nombre definitivo como el de cítara” todo aquello pasó por la cabeza del albino, mas no lo dijo. Simplemente miró por la ventana ahuecando su cabello. Lo tenía liso, pero curveado hacia dentro en las puntas, un tipo de corte carre hasta los hombros. El flequillo era curveado hacia adentro, con una raya que lo dividía en dos mitades. Y era blanco como nieve.

-       A propósito, ¿tu madre piensa pagar por el tratamiento Madisson, el de nanotecnología? ¿O el estándar?

-       Madisson – dijo eso resoplando. Su madre le importaba poco o nada. “Cállate y empótrame de una vez”

-       En esta doblo a la derecha y-

       El auto dio un frenazo, mientras la figura de un niño se alzaba por la carretera. Ambos fruncieron el ceño, Kenian suspiró al saber que el auto estaba a salvo, y Jeremiah salió del vehículo claramente enfadado.

-       ¿Pero qué haces aquí afuera a esta hora? – se acercó con grandes zancadas al pequeño de 9 años.

-       Apenas son las 8 de la noche.

-       Es demasiado tarde como para que andes jugando, y mucho menos en la carretera – usó un tono hostil para poder intimidarlo.

-       ¿Qué hace usted aquí afuera a esta hora? – típico de un niño. Todos eran unos insolentes.

-       ¿Te importa? ¡Muévete de una vez!

-       Me muevo cuando quiera – el niño recogió su hoja de papel digital, que se había volado con el viento, y le sacó el dedo corazón a Jeremiah.

-       Insolente – dio otro paso y le lanzó una bofetada. El niño ni se inmutó, mas ante la tensión del cuerpo de Jeremiah (que se preparaba para dar otra bofetada) volvió hacia el edificio donde vivía. No quería problemas con cualquier persona, aunque ese auto se atravesó cuando él cruzaba. Estúpidos adultos.

       Jeremiah bufó al aire, no era la primera vez que aparecía un niño o adolescente malcriado. Frívolos y completamente narcisistas. Ya no intercambió palabra con el conductor hasta llegar a la mansión del presidente Innominado, un gigante coloso de 15 hectáreas de terreno, de las cuales 5 eran de mansión y 10 de sus jardines. Construida a un estilo antiguo llamado “barroco” y rodeada por una alta reja de acero, era enorme y bellísima; el Baile de los Dragones se celebraba en el salón principal, un espacio de paredes blancas con tres candeleros dorados colgando del techo cubierto por pinturas, cortinas rojas y suelo de lapislázuli con motivos dorados. Sencillamente preciosa. Adentro, enormes mesas rodeaban la pista del baile, conteniendo los más exquisitos bocadillos: desde trufas bañadas en salsa de piña hasta los complicados Grunesque, unos pastelillos que contaban con un diseño formado por trozos de fruta, que creaban diversas imágenes realistas. El albino caminó por la entrada junto a Kenian, y fueron recibidos por uno de los 3 “Aides”. Llamados así por trabajar de forma personal con el presidente Innominado, y porque sus nombres acababan en el mismo término, los Aides eran tres muchachos: Leonaide (la única chica del trío), Diagaide y el chico menor cuyo nombre Jeremiah no recordaba, pero lo llamaban simplemente Aide, quien era de cabello celeste enrulado y piel parecida a la porcelana. Con un pañuelo blanco colgando del brazo, era el encargado de la tercera parte del Baile de los Dragones: El Dragón del Anochecer. Las otras dos partes (Amanecer y Atardecer) fueron encargadas a los padres de Jeremy y a los otros dos Aides respectivamente, pero el del Anochecer (el evento más importante de la noche) era sólo para Aide, como un reto para demostrar su valor.

-       Buenas noches, caballeros. ¿me permiten ofrecerles una bebida? – con una bandeja llena de incrustaciones de zafiro, les ofreció champaña en copas alargadas. Jeremiah se negó, mas Kenian tomó dos copas. Agradeció a Aide, quien sonrió débilmente: no era una persona muy amena, aunque increíblemente atractiva.

-       Dime, ¿no has visto por aquí a Danise? – el albino soltó su última carta para averiguar si había algún obstáculo en el lugar.

-       ¿Perdón? ¿Danise?

-       Una chica de esta estatura – indicó el alto con la mano – Cabello lila, gafas, que trabaja para Leonaide.

-       No, hace días que no la he visto. Leonaide ya encargó una nueva secretaria, pero ya sabes cómo es Leonaide: si pierde una, es casi imposible que ceda ante otra. Esa chica es más terca que no sé qué.

-       Qué lástima… - Kenian suspiró al decir eso. Jeremiah sabía que a Kenian le agradaba Danise, aunque también sabía lo que hizo el último Baile de los Dragones con el tipo de la oficina del frente.

-       Sí… - hizo un gesto con la cabeza hacia Aide para que se marchara, y luego tomó una de las copas que Kenian tenía en la mano, asegurándose de que los dedos de ambos se rocen. Hizo que el cristal de los recipientes de champaña chocaran haciendo un “cling”, para luego brindar – Pero aun así, esperemos que todo sea estupendo a partir de ahora.

-       Esperemos – Kenian le sonrió, y luego se mordió lentamente los labios. Ambos bebieron el champán sin dejar de mantener una mirada fija, cuando la gente empezó a aplaudir a medida que iniciaba el Baile del Dragón del Amanecer.

        Definitivamente, iba a marcar el inicio de algo inolvidable.

Notas finales:

¿Que creen sucederá a continuación? ewe ¡Dejen sus reviews con teorías! Y si hay alguna pregunta, con gusto la responderé ;D

ZS


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