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Historia de una vida por Samu

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Notas del capitulo: Ahora estoy estrenando un monton de fics nuevos, aunque este es mas bien una reedicion xD en fin disfrutadlo y DEJADME REVIEWS!

Aquel día yo miraba por la ventana de mi aula pensando en él. No podía parar de pensar en ese chico. Desde el momento en que le vi algo me atrajo. No sabía como se llamaba pero no me hacía falta.

Su pelo blanco como la nieve y corto, sus ojos ámbar...

Al sonar el timbre corrí hacia la parada del autobús, por poco no lo pillaba. Llovía, y me puse perdido. Me senté como siempre al fondo del autobús. Cuando parecía que este iba a arrancar metió un frenazo. Miré y vi feliz como aquel chico se montaba en el autobús. Fue andando hacía atrás y finalmente se sentó junto a mi.

Estaba atrapado entre el cristal y el chico del que estaba enamorado, mi corazón comenzó a latir descontroladamente. Aunque él no lo supiese me importaba mucho aunque no lo conociese. Le lanzaba ausentes miradas aunque en el fondo eran enamoradizas.

-¡Miroku! ¡Qué ya es tu parada!-me dijo uno de mis amigos.

-Mierda-pensé pues estaba muy a gusto.

-Disculpa, ¿Me dejas pasar?-le dije, aunque pareció no escucharme.

-Disculpa-le toqué el hombro tímidamente aunque él seguía sin reaccionar, con la mirada perdida.  

Observe como el autobús ya estaba en mi parada. Intente levantarme aunque no había modo de salir de ahí, cosa que no es que me disgustara mucho.

-¡Perdón!-por fin reaccionó. Pero tardíamente pues el autobús ya había dejado mi parada, y la siguiente estaba bastante lejos.

-Joder-murmure.

Busque en mi bolsillo y no encontré ninguna otra moneda.

El chico me miro con una cara extraña. También busco en sus bolsillos aunque pareció que no encontró nada.

-Lo siento. Es que estaba pensando en mis cosas y eso-

-No... pasa nada- mis mejillas se encendieron.

-Puedes comer en mi casa, no hay mucho que comer pero...-

-Pero no quiero molestarte-

-No sería una molestia, es por compensarte-

-Vale-dije contento aunque cambie la cara rápidamente para que no pensara nada raro.

El trayecto en el autobús pareció muy corto, mientras tanto descubrí que el chico que tanto me gustaba se llamaba Inuyasha.

Por fin nos bajamos del autobús y nos dirigimos a su apartamento. Una vez hubimos entrado me sentí extraño, pero extrañamente bien.

La casa era sencilla aunque también bonita.

-Siéntate ahí-me dijo indicándome la sala de estar.

Me senté lentamente observándole, no podía apartar la vista de él.

Tras un cuarto de hora trajo la comida. Esta paso en silenció, el cual solo era roto por el sonido leve del televisor.

-¿Cómo te llamas?-me pregunto.

-Miroku-conteste algo sonrojado.

-¿En qué curso estas?-

-3º Eso-

-Vaya. Yo acabe ya mis clases, hoy fui simplemente a recoger mis notas-

-Los de Bachiller acabáis antes ¿no es así?-

-Si-

-¿Y pasaste bien todo?-

-Si, no me puedo quejar. Ahora viene lo duro, selectividad-

-Entonces supongo que no volveré a verte más-musite en voz baja, aunque el otro pareció que lo escucho pero hizo caso omiso de ello.

-A ti tampoco te queda mucho ¿no?-

-Un par de semanas-

-Vaya-

-Bueno, gracias. Me tengo que ir o no llegare y ya sabes, el autobús nunca se sabe cuando pasara-

-No te preocupes, te llevare en mi coche-

-¿Tienes coche y vas en autobús?-

-Es que no tenía muchas ganas de conducir-

-En ese caso, gracias-dije sonriente.

 

Cuando termino de comer fuimos hacía el aparcamiento y cogimos el coche. El trayecto esta vez fue aún más corto que el anterior.

Cuando llegamos por fin a la puerta del instituto le mire y le dije-Gracias-

-De nada-me contesto con una leve sonrisa en sus labios-Adiós-

Me entraron ganas de probar sus labios, aunque solo fuera por una vez, aunque ya sabía cual sería la respuesta de aquella acción así que decidí no hacer nada.

-Adiós-le dije, me baje del coche y observe como este se marchaba. Lo más seguro es que no volviera a verle nunca más pues mi suerte no era mucha.

Apenado marché hacía mi clase con pensamientos tristes en mi memoria. Aquél día, como tantos otros había perdido una de las cosas que mas me importaba.

 

Al entrar en la clase nadie se percato de mi presencia, como siempre.

-¡Miroku!-me llamo mi amiga Kagome-¿Qué te pasa?-

-No es nada-le conteste desinteresado.

-Vamos dime-insistió.

-No es nada, en serio-le dije fingiendo una de mis sonrisas. Hablar sobre mis cosas no era algo que me gustara demasiado. Aunque ella era mi mejor y pensaba que yo le contaba todo muchas cosas las emitía pues simplemente me daba vergüenza hablar sobre lo que sentía.

Me miro con cara de preocupada pero no insistió más por el momento.

De nuevo comenzamos la clase, aburrida como siempre. No sabía si sentirme aliviado por acabar el curso o entristecerme pues pensaba que sería uno de los peores veranos de mi vida, estaba hecho un lío y no me aclaraba sobre nada.

 

Por fin salí del instituto y me dirigí al gimnasio al que iba la mayoría de las tardes.

Allí tenía a otra de esas personas que tanto me gustaban aunque esta en menor medida. Sabía su nombre, Gaara, aunque siempre le lanzaba miradas furtivas nunca me atreví a hablar con él.

Me dirigí a las bicicletas, la clase estaba apunto de comenzar y sin saber porque esperaba que él no me mirase, a su lado yo no era nada, él era tan guapo y tan... todo...

Cada vez que aumentábamos el volumen de resistencia de las bicicletas me daban ganas  de tirar la toalla aunque a veces notaba la mirada de él sobre mi y sacaba fuerzas de Dios sabrá donde.

Al terminar la clase cada uno se fue como siempre, por su lado. Me dirigí a los vestuarios y comencé a secarme la cara. Me senté un momento a reposar en el sillín y momentos después me levante para marcharme pero en ese momento entró él, Gaara y me observo con una cara diferente. Sin previo aviso se lanzó sobre mí. Nos dirigimos  a las duchas, estábamos dispuestos a montárnoslo allí mismo. Notaba, su olor, su respiración sobre mi y su...

En ese momento la paredes se rompieron y todo se sumido en la negrura. Abrí los ojos y observe que estaba en el sillín, me había quedado dormido unos instantes. Cogí mis cosas y me dispuse a salir, en ese momento entró Gaara aunque a diferencia de mi sueño paso junto a mi sin percatarse siquiera de mi presencia.

Salí de nuevo apenado y me dirigí a mi casa. Allí me duche, me puse el pijama y me puse a leer pensando de nuevo en ellos dos, Inuyasha y Gaara, mis dos ángeles.


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