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“La luna es hermosa sólo cuando la mente está buscando la belleza y el corazón está amando”.
La segunda luna llena del año el pequeño egipcio oji-lavanda estaba sentado en la azotea de su casa solo, agradeciendo al infinito todo lo bueno que contenía su ser y mirando el horizonte en la espera de la luna llena, según el calendario celta la luna de la tormenta bañaría con sus radiantes rayos el cielo nocturno y el oji-lavanda no quería perderse un sólo segundo.
Malik: ¿Qué haces aquí solo, hikari? -Preguntó extrañado el egipcio mayor al pequeño oji-lavanda llegando a su lado.
Marik: Espero ver el nacimiento de la luna llena de hoy -Le respondió sonriéndole feliz.
Malik: Ya veo -Dijo mirando hacia el cielo -Aún debe de faltar un rato ¿no crees?
Marik: Puede ser, pero me gusta estar aquí disfrutando de los colores del cielo -Dijo sonriéndole.
Malik: Entonces me quedaré a hacerte compañía -Dijo sentándose al lado del egipcio menor.
Marik: No tienes que hacerlo si no quieres -Dijo apenado.
Malik: Te digo que te haré compañía -Dijo cerrando sus ojos poniendo sus brazos tras su espalda para recargarse en ellos.
Marik: Gracias -Dijo flexionando sus rodillas para abrazarlas y ocultar un ligero sonrojo que había aparecido fugazmente en sus mejillas.
Después de un rato el egipcio menor estaba un poco desesperado, eran las 6:50 y aún no había comenzado a salir la luna, no había ninguna nube que impidiera que se viera, así que no entendía que pasaba.
Malik: Ya saldrá hikari, qué desesperado eres -Dijo sonriéndole levemente mirando un lindo puchero que estaba haciendo el oji-lavanda.
Marik: Está bien -Dijo cerrando los ojos pesadamente soltando un gran suspiro.
Malik: Oye… ¿por qué no abres los ojos y miras el cielo? -Preguntó de repente, el oji-lavanda así lo hizo dándose cuenta que la luna estaba comenzando a salir.
Marik: ¡Es hermosa! -Grito impresionado parándose de golpe -¿No te parece que es lo más lindo de la vida? -Preguntó mirándolo ilusionado.
Malik: Siento no estar de acuerdo con tu ideología -Dijo levantándose -Pero lo que es lo más lindo de la vida para mí eres tú -Dijo tomando al pequeño egipcio entre sus brazos.
Marik: Malik… -Dijo quedamente mientras miraba al egipcio mayor a los ojos encantado, amaba cuando a su yami se le salía ser así de tierno con él.
Malik: Bueno, veamos la luna ya que la amas tanto -Dijo volteándolo para que Marik pudiera ver la luna y así este pudiera abrazarlo por la cintura poniendo su cabeza sobre el hombro del menor, el oji-lavanda sonrió asintiendo.
Estuvieron un pequeño rato abrazados mientras miraban la luna, Marik se sentía feliz, estaba mirando algo que tanto amaba y estaba en los brazos de su persona amada, era un momento mágico para él, ahora entendía la frase que decía que la luna se veía más hermosa cuando poseías un corazón lleno de amor.
Marik: Malik… ¿Ves eso? -Le preguntó impresionado señalando el cielo.
Malik: Puedo verlo -Dijo impresionado -Mis ojos no me engañan ¿un arcoíris? ¿en la noche? -Preguntó extrañado.
Marik: ¡Sí! Es un arcoíris lunar -Dijo encantado mirando el espectáculo -Había leído en un libro hace tiempo sobre ellos, pero jamás había visto uno -Dijo impresionado.
Malik: Si, yo tampoco había visto nada así -Dijo sorprendido.
Marik: Es raro ver este tipo de fenómenos ¡Es algo que tal vez no vuelva a repetirse en mucho tiempo! -Exclamó encantado.
Malik: Entonces disfrutémoslo -Dijo sonriéndole.
Marik: ¿Sabes? me da gusto poder ver esto contigo -Dijo volteando a ver a su oscuridad regalándole una cálida sonrisa.
Malik: Eres encantador hikari -Dijo acercándose a los labios del menor despacio para depositar en ellos un cálido y dulce beso -Te quiero -Dijo al separarse de los labios del menor con una sonrisa.
Marik: Yo te quiero más -Dijo feliz.
Ambos egipcios se volvieron a sentar, Marik estaba sentado a un lado de su oscuridad recargando su cabeza en el costado de este, sentía su corazón latirle muy fuerte, eran mil sensaciones que vivía cada día al estar junto a su yami, Malik estaba feliz de mirar tan contento a su hikari, el cariño y la dulzura de Marik habían hecho que su personalidad fría se derrumbara y solo quedara un ser que estaba hecho para adorar a la pequeña luz egipcia.
La noche siguió avanzando y los egipcios se quedaron contemplando la hermosa luna llena de la tormenta que llenaba con su irremplazable belleza la cúpula estelar y el bello arcoíris lunar que adornaba el cielo dándoles una experiencia inolvidable.