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Nuestro por Kikyo_Takarai

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Notas del fanfic:

Este fic está inspirado en el fan fic "The Baby" de mi amiga Spvkr en AO3.

Esa era una hermosa mañana en Godric Hollow, pensó Draco mientras se sentía despertar, no lo suficiente para abrir los ojos y enfrentarse a los rayos del sol que se colaban entre las cortinas cerradas pero sí como para estirar un brazo, tentando el otro lado de la cama en busca de su esposo. Pero estaba sólo.  ¡Qué raro! Harry no solía despertarse temprano los domingos, su primer y a veces único día libre.  Su lado de la cama aún estaba caliente, así que no tenía mucho tiempo que se había levantado.

Abrió los ojos perezosamente y se incorporó en la cama.  Escuchó atentamente, había un ruido poco familiar que venía del baño. Algo estaba mal. Se puso de pie, buscando algo de ropa para cubrir su cuerpo desnudo del frío de la mañana. Estaba terminando de ponerse un bóxer gris cuando lo escuchó de nuevo, el inconfundible sonido de una persona vomitando. Corrió al baño de su habitación y encontró a Harry, hecho un ovillo frente a la taza del baño, pálido y desvanecido.

— ¿Harry? — Draco de inmediato se sentó a su lado, quitándole un par de mechones negros del rostro. No tenía fiebre.

—Por Merlín Draco, te lo suplico, mátame…

—Eres el rey del drama, Potter. Ven, te ayudaré a enjuagarte la boca…

Harry se dejó arrastrar hasta uno de los dos lavabos vecinos de aquél hermosamente decorado baño, se sintió un poco mejor cuando pudo quitarse el sabor a bilis de la boca. Había vomitado hasta quedarse vació, y no entendía el motivo.

—Me siento fatal.

—Te ves horrible. ¿Qué mierda estuviste comiendo?

—Nada fuera de lo normal… Unas fans me dieron una caja de ranas de chocolate, pero sólo comí un par. En serio. —Se defendió Harry mientras se sentaba en la orilla de la cama, tratando de pensar que podría haber provocado que su estómago, en otras circunstancias un órgano con el que tenía una buena relación, se pusiera en su contra.

A Draco no le gustaba que Harry comiera lo que sus fans le enviaban, pero Harry no temía que estuviera lleno de pociones de amor como el rubio. Era un pensamiento razonable, claro, Harry era uno de los mejores jugadores de Quidditch del mundo, a pesar de ser un Omega. Luego de derrotar a Voldemort y disfrutar de su único año de paz terminando la escuela, Harry se había decidido por una carrera en el deporte.

Ahora, 10 años después, Harry tenía 3 campeonatos mundiales y el record de más Snitches atrapadas en todo el Reino Unido, el jugador más apreciado y mejor pagado de los Cuervos de Londres, y de la selección nacional. Draco, igual que su padrino Severus, se había convertido en pocionista, y ganaba buen dinero desarrollando pociones nuevas para clientes privados o para hospitales desde su estudio en la casa que compartían.

Ese año cumplirían 8 años de casados. Luego de que el renovado amor de Harry por su padrino los obligara a encontrarse en el hospital, donde este estaba internado, con mucha frecuencia. Se habían vuelto tan unidos que cuando el Alfa anunció su boda, nadie estaba sorprendido. Draco sabía que no encontraría un Omega como Harry sin importar dónde buscara, y no quería tampoco. Ahora, a sus casi 28 años, su precioso Gryffindor de ojos esmeralda y cabello desbocado continuaba a su lado, feliz, entregado, exitoso y relativamente tranquilo, mostrando la cicatriz de su cuello, su incuestionable marca de dominio sobre él, como una medalla de honor, una marca de la que podía estar orgulloso, nada que ver con el rayo en su frente por el que era famoso.

Y había sido complicado, primero sus amigos odiaban a Draco. Y no podía decir que no lo mereciera, pero había trabajado duro convenciéndolos de que su amor por Harry era genuino. Y luego estaban sus padres. Los patriarcas de la Familia Malfoy que, a pesar de todo, dudaban que Harry fuera un buen Omega para su hijo. Harry era testarudo, independiente y muy poco hogareño. Le gustaba estar afuera, haciendo cosas, no cuidando de la casa y de su marido, como la mayoría de los Alfa esperarían de su pareja. A Draco le daba igual, mientras Harry fuera feliz, y más importante aún, suyo.

Pero lo que hasta la fecha obligaba a sus padres a no apreciar realmente a su joven esposo era su nulo deseo por tener hijos. Los Omega prácticamente rogaban por quedar preñados, amigos de su misma edad tenían ya 4 o 5 hijos. Harry insistía en tomar pociones anticonceptivas antes de cada celo, a veces incluso cuando tenían sexo en periodos cercanos a este. El rubio no discutía, no era quien para decidir sobre el cuerpo de otros. No importaban las quejas de su familia, ni sus poderosos impulsos por tener una cría que perpetrara su legado.

Así que esa mañana, acariciándole la espalda a su esposo que lucía tan desmejorado sin razón aparente, se permitió tener la ridícula esperanza de que Harry tuviera nauseas matutinas…  Harry debió ver el anhelo en sus ojos porqué lo apartó de un empujón.

—No sé, ni quiero saber, lo que estás pensando, Draco, pero o le bajas a esos ojitos de borrego que te cargas o voy a vomitar de nuevo…

—Lo lamento. —Dijo cortés, alzando las manos en señal de paz. — ¿Quieres comer algo?

—No… No creo que pueda retenerlo si lo hago…

—Harry, deberíamos ir al médico. No es normal estar así, tal vez sea una infección estomacal.

—No lo sé Draco… No creo que sea nada.

—No seas necio, Harry. —Replicó el rubio, girando los ojos. — Normalmente no te enfermas, y menos con el celo tan cerca…

—No me siento como si fuera a entrar en Celo, así que no te preocu...

Algo destello en ambos. Harry debería estar en celo ahora, rogándole que lo follara hasta olvidar su nombre, el Alfa olfateo el aire, pero el aroma afiebrado y metálico del Celo no estaba ahí. Harry abrió la boca, con una expresión de total terror en el rostro, una que no encontró reflejada en la discreta pero esperanzada sonrisa de Draco.

— ¡Qué te jodan, Malfoy! No. No. —Negó con la cabeza, jadeando confundido. — No, es imposible. ¡Me tomé la poción! Siempre lo hago.

—Las pociones no son 100% infalibles, Harry, especialmente en un Omega joven y sano como tú. Es un método muy eficiente, pero…

— ¡No lo digas! —Chilló, tapándole la boca, Draco retiró su mano pacientemente. — No, Draco no…

—Harry, tranquilo. No es el fin del mundo, estar preñado no es el fin del mundo…

Harry apenas escuchaba, sintió ganas de vomitar de nuevo, y las náuseas poco tenían que ver con eso esta vez. Miró a Draco y la ventana, miró su vientre plano una y otra vez. Era imposible. Imposible. Harry no quería tener hijos, por eso tomaba pociones como un desquiciado. Él no era un Omega al que le gustaran los niños, eran ruidosos sucios, maleducados y pasaban los primeros 6 años de su vida como bultos inútiles por los que dejabas tu vida de lado. No, no estaba calificado para tener hijos, no quería tenerlos, ni cuidarlos, no quería que arruinaran esa vida perfecta que él y Draco compartían.

—Si estuviera preñado, cosa que no es posible. — Empezó Harry, nervioso. —

—Ambos sabemos que es posible, Harry. —Añadió Draco, pero fue ignorado.

—Aún si lo fuera… Draco no queremos tener hijos, no vamos a llevarlo a término. Mientras más pronto me lo saquen más pronto nos olvidaremos de esto. —Dijo firme, buscando en su esposo el apoyo a aquella decisión. Pero no lo encontró. Sus ojos, sus hermosos ojos plateados, se apagaron de inmediato, su sonrisa de volvió tensa y Harry casi pudo ver la felicidad y la ilusión evaporándose de sus facciones. — Estás de broma…

—Harry…

— ¿Quieres tener hijos?

—Harry, yo…

—Es una pregunta sencilla, Draco. ¿Sí o no? —Imposible, ellos no querían tener hijos, en 8 años Draco nunca había mencionado el tema, desde el día uno Harry había expresado claramente su desagrado por los niños. Pero ahora lo veía, lo sentía a través del vínculo, pero quería oírlo de sus labios.

—Sí, sí Harry, en realidad me gustaría tener crías, muchas crías que cuidar a tu lado…

Harry abrió la boca, sintiéndose sorprendido y traicionado. Draco habló, tomándole la mano.

—Mira, no voy a hacer nada que tu no quieras, no quieres tener un bebé, bien Harry. No tendremos un bebé.

—No sabemos si hay un bebé…

—No, no lo sabemos… Mañana mismo iremos a San Mungo. —Concedió Draco, tranquilo. — ¿Te parece acabar con esto lo antes posible?

—Sí.

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Aquellas habían sido 24 horas muy incomodas. Harry trataba de no perder el control, de disfrutar de su día, pero era imposible. Apenas había comido un poco su cuerpo ya estaba obligándolo a sacarlo de nuevo. Y si no se sentía cansado de vomitar estaba cansado del enorme peso emocional que su Alfa enviaba por el vínculo, un torrente de emociones extrañas. Dolor, confusión, pérdida, ilusión, esperanza. Draco sentía muchas cosas, y Harry sólo podía sentir miedo. Miedo de que su vida terminara por culpa de una pequeña máquina de mocos.

Así que, sentado de la mano de Draco en aquél consultorio,  trato de ser fuerte. La estancia era agradable, había juguetes y sillones muy cómodos. Y claro varias parejas a su alrededor en diferentes estados de embarazo, mujeres que discutían sobre que ropa daba mejor soporte a sus vientres hinchados, Omegas que charlaban sobre cuántos niños esperaban luego de su última camada, Alfas que presumían su descendencia cómo si esa fuera su única motivación en la vida. Lo asaltó el doloroso pensamiento de que, sólo tal vez, él era lo único que se interponía entre Draco y el poder presumir un Omega preñado y un legado abundante. Se mordió el labio, nervioso y culpable, tratando de no encontrarse con la mirada de su esposo. Esfuerzo innecesario pues Draco estaba, claramente, sumido en sus pensamientos.

Tras minutos que parecieron horas finalmente fueron guiados a un consultorio por una doctora de unos 50 años, extremadamente amable y maternal, Omega, igual que Harry.

—Señor Malfoy. ¿Cómo puedo ayudarle?

—Creo… que estoy esperando.

—Entiendo, dígame, ¿cuándo fue la última vez que entró en celo?

—El 5 del mes pasado.

—Así que ahora lleva dos días de retraso, es usted regular, me imagino, si este breve retraso le ha obligado a venir.

—No es sólo eso… tengo nauseas, a todas horas, no puedo comer… no puedo hacer muchas cosas. — Confesó Harry como si estuviera diciendo algo obsceno.

—Entiendo, si le parece mejor haré unas pruebas físicas y luego veremos que hay aquí dentro. En la camilla por favor.

Harry obedeció, Draco siguió sus movimientos en completo silencio. La mujer le tomó la temperatura y la presión, escuchó su palpitar y midió su ritmo cardiaco. Finalmente le ayudó a recostarse en la camilla, sacando del armario una pequeña fuente que a Harry le recordó un Pensadero. La fuente producía una cascada, y con un movimiento de muñeca sacudió su varita hasta obtener de ella un ligero resplandor en la punta. Harry se estremeció cuando tocó su piel, estaba helado. Miró a Draco, buscando su apoyo, pero este miraba la especie de pantalla que generaba la fuente. Harry estudió sus facciones, elegantes y varoniles, sus ojos grises perdidos en algo que a él no le interesaba. No volvió la vista hasta que vio los ojos de su esposo humedecerse y su boca dejar escapar un suave jadeo.

Claro que había algo, una mancha blanca y amorfa en un mar negro en constante movimiento.  No, eso era imposible, esa cosa era un feto que un día sería un niño, un hijo suyo. No, no, él no podía tener hijos. Se sintió llenarse de pánico, su temor ahora muy real, muy tangible. La doctora hablaba, pero Harry no escuchaba, absorto en la mancha frente a él. Pensando en todo lo malo que vendría en paquete con aquella horrible revelación. Hasta que desapareció.

—Todo parece estar bien, está de más decir que está en su primer mes, y si bien el primer trimestre puede ser complicado para algunos Omega, estoy segura que las náuseas disminuirán cuando su estado avance. — La mujer siguió hablando, sobre como cambiaría el bebé, cómo en unos meses podrían incluso saber el sexo. Harry quería golpearla, pero fue Draco quien habló.

—En realidad, tenemos intención de terminarlo. —Harry lo miró casi tan impresionado como la mujer, su voz sonaba firme y segura, pero sus ojos, vidriosos y húmedos con lágrimas contenidas,  traicionaban su fría máscara de indiferencia.

—Oh… entiendo. —Harry casi se sintió ofendido por el tono herido en su voz, no era su bebé, ¿qué más da si alguien decidía abortar? La doctora se puso de pie, caminando hacia la puerta. — Traeré algunos folletos, y podremos discutir la mejor opción para terminar su embarazo, por favor esperen aquí.

Cuando estuvieron solos la habitación se sumió en un silencio espectral, Draco le tomó la mano cuando se la ofreció, pero miraba un punto lejano, fuera de ahí. Tal vez miraba su futuro, con un niño o una niña entre sus brazos, llamándole papá mientras Harry estaba a su lado, sonriendo. Ese futuro no llegaría, tal vez Harry sonreiría, el también, pasado un tiempo.  Contuvo las lágrimas, como todo buen Malfoy, hundiendo el rostro en un velo de desinterés que apenas engañaba a su Omega. Pero Draco no era el tipo de Alfa que obligaría a Harry a hacer algo que no deseaba. No, lo amaba demasiado. Estaba dispuesto a renunciar a su hijo con tal de que Harry fuera feliz. Eso claro sólo logró hacer sentir peor a Harry.

Nunca había sido un Omega normal, pero ahora, sentado junto a Draco con el corazón roto, pero dispuesto a renunciar a esa felicidad por él… sintió deseos de serlo, de darle a su Alfa todo lo que deseara.

Draco se arrepintió de haberlo visto, ese bultito blanco creciendo en el cuerpo que amaba, su última prueba de amor por Harry, una mezcla perfecta de ambos, una amalgama de todo el amor que sentían uno por el otro. Ahora era muy real, muy tangente. Estaba ahí, no era sólo un ideal, era una realidad cimentada en contacto visual y emocional. Cerró los ojos, Harry se estiró para tocarle el rostro.

—Draco… yo

—No hace falta, Harry. —Dijo regalándole una sonrisa tan triste que Harry sintió ganas de llorar. — Sí así son las cosas lo mejor es pensar en el método más conveniente para ti, para que puedas volver al campo mañana…

—Draco, no sé si…

—Está bien, Harry, mientras más pronto lo hagamos menos peligroso será, aunque he oído que podría causarte nauseas aún más fuertes, tal vez deberías pedir unos días libres… y buscar alguien con quien hablar…

— ¿Seguimos hablando de mí? — Preguntó Harry, Draco no respondió- Cariño…

—Creo que no…

—Ay, por la barba de Merlín… —Susurró, dejándose caer en la camilla de revisión y cubriéndose la cara con un brazo, desbordado de emociones confusas, pero casi siempre detonadas por el miedo. — Bien… Bien Draco, si quieres que tengamos un bebé, tendremos un bebé…

— ¿Harry? — Draco lo miró confundido, pero la expresión de educado entusiasmo en su rostro obligó a Harry a asentir lentamente. — ¿Lo dices en serio?

—Sí… Es nuestra cría… así que… Pero no voy a cambiarle un solo pañal en la vida. —Demandó, suspirando derrotado. Draco se inclinó sobre él y le dio un beso tan apasionado que gimió dentro de su boca, enojado cuando su Alfa se retiró, la doctora regresaba con una serie de folletos. Harry vio algunas mujeres sonriendo decididas en las fotografías y les tuvo mucha envidia, ellas no tendrían hijos y por decisión propia. No pudo evitar pensar que acababa de renunciar a todas las libertades por las que había luchado.

—Creo que por el periodo podríamos probar con la poción de…

—Vamos a tenerlo. —Anunció Draco, el tinte de orgullo en su voz y el suspiro aliviado de la doctora le provocaron ganas de usar a uno para golpear al otro.

— ¡Maravilloso! Realmente espléndido. En ese caso, creo que debemos agendar una cita el mes que viene, enviaré un par de suplementos como ácido fólico ya mismo.

Harry no los miró, e ignoro el vigoroso intercambio entre su esposo y la doctora, él quería saberlo todo ahora que sería padre. Harry no podía pensar en nada que no fuera la horrible certeza de que llevar la cría de Draco en su vientre acabaría con todo lo que había logrado construir en la vida. No más matrimonio feliz con sexo cada día, no más vida tranquila en el pueblo en el que vivía de niño, no más oportunidades de crecer, no más Quidditch… No hasta que el bebé naciera… sería peligroso pedirle lo contrario. Acababa de sepultar su carrera por un cachorrito que no quería. Cerró los ojos, dejando finalmente escapar una lágrima mientras su esposo parloteaba a su lado. Ese timbre de esperanza y completa felicidad en la voz de Draco trató de convencerlo que ambos querían eso, de que era algo bueno.

Es lo que hacen los Omega, pensó Harry, paseando sus dedos por su vientre, casi deseando poder sacarlo con sus propias manos, los Omega hacen felices a su Alfa… Si un cachorro haría feliz a Draco… bueno. Él se lo daría.

Notas finales:

Gracias, como siempre, por leer!


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