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El tablero de Ikebukuro por Minene Sutcliff

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Notas del capitulo:

Se agradecen los comentarios~

- Adiós, Izaya – Dijo Shizuo luego de un prolongado silencio.

-Sí. Adiós… - Quería acotar algo. Lo que sea. Hacer una broma, pedirle que no terminara la conversación y que todo volviera a la normalidad. Quería gritarle que se quedara.

En cambio, sólo se limitó a observar el aviso en la pantalla de su celular, el cual ponía que la llamada había terminado.

Se quedó viendo aquella pantalla, incluso cuando ya sabía exactamente cuantos minutos marcaba. Incluso cuando sabía que nadie le respondería del otro lado.

Incluso cuando sabía que él no volvería a llamar nunca más.

 

Una semana había pasado desde aquella conversación. Ni un día más ni un día menos. Si así fuese, él lo sabría perfectamente.

El trabajo se acumulaba, casi en igual medida que los golpes en su puerta.

Ah… obligaciones.

Sí, probablemente. Puede ser el cartero, la policía o, quien sabe, incluso Namie. Últimamente Izaya notó el hecho de que ella parecía preocuparse más por él que lo que a los dos les gustaba aceptar. Sin embargo seguía sin atender sus llamados.

Era consciente de su comportamiento. Izaya no dejaba que nada se le escapara de las manos, incluso sus emociones.

Shizuo…

Shizuo lo había llamado. Pensó que jamás lo haría, pero ahí estaba la pantalla de su teléfono contradiciéndolo.

¿Cómo pudo decirme eso? Es un idiota… es una trampa, quiere ver que hago. No le daré el gusto… seguiré como si nada hubiera pasado.

A pesar de ello no se movió del sillón, igual que no lo había hecho en los últimos siete días. La posibilidad de una trampa yacía en su corazón, incapaz de abandonarlo. Se pegaba a él con la misma intensidad que el dolor. Sentía la decepción y el agobio de esa posibilidad, por mucho que quisiera ignorarlo.

Ojala pudiera creerle.

Había aceptado hace tiempo ese hecho. Quería creerle a Shizuo. De verdad quería hacerlo. Lo necesitaba porque de no ser así, Izaya ya no sabría en que creer.

El no mentiría así. No hay motivos…

Pero los había. Podía ser que simple y llanamente fuese cierto. O que fuese mentira, ya que Izaya se lo tendría merecido. Y todos lo sabían, hasta él mismo.

Me lo merezco y él lo sabe. Por eso me hizo esto… Shizuo, no puedo soportarlo. No puedo soportar la duda.

Sería más fácil si Shizuo entrara a su departamento y le gritara que todo era mentira, que quería burlarse de él. Sería fácil aceptar eso, más que el hecho de que lo amaba…

Tiene que ser mentira, si no ¿Por qué espero tanto tiempo para decirme esto? Estúpido Shizuo…

Al oír la confesión, Izaya puso todos sus esfuerzos en no mostrar ningún cambio en su rostro, ni en su cuerpo, a pesar de que el rubio no pudiera verle. Dicho esfuerzo se había llevado sus energías, si pronunciaba alguna palabra, el aire en sus pulmones saldría bruscamente.

Así que permaneció en silencio sin quererlo, pero sin saber que decir. Luego de unos minutos Shizuo pareció interpretar esto de alguna manera que Izaya desconocía, por lo que procedió a despedirse.

Sin embargo, el informante sabía que estaría esperando alguna respuesta. Cualquier acto que él hiciera, el otro lo tomaría como una respuesta. De modo que, por primera vez en su vida, Izaya no sabía cómo actuar. Esto lo llevo a evitar salir de su cuarto el día siguiente, y el siguiente a ese… y así sucesivamente.

¿Cómo puedo ser tan estúpido? Dios, espero que nadie se entere y piensen que he muerto…

– ¡Izaya! – El grito lo sorprendió, levantándose del sillón súbitamente – ¡Izaya, sé que estás ahí!

Si no le respondo, pensará que no estoy…

– ¿Quién te crees que soy? que estás ahí, idiota… Han estado llamando de todos lados, te van a matar si no tienen lo que quieren ¿Con quienes crees que trabajas? – Antes de seguir oyendo su estúpido discurso, abrió la puerta.

– Sí hice el trabajo, no soy irresponsable, Namie. Los llame y envié correos, que ellos quieran la información en persona es su problema. Yo hice mi trabajo. –

– Estos trabajos son importantes, no puedes simplemente ignorarlos. Quieren que vayas hasta allí. – Namie ya estaba sentada en el brazo del sillón. Sus brazos cruzados le decían que no saldría hasta oír una buena excusa, una que pudiera decirles a los clientes.

– Ah… Namie, tan fría ¿me has extrañado mucho? – La mirada de ella le decía que no estaba dispuesta a soportar sus bromas. Tampoco hacía falta mirarla mucho para notar que, seguramente, tendría cosas mejores que hacer que aguantarlo.

– Izaya, si vas a tomarte vacaciones, avísame antes. – Dijo aquello observando a su alrededor, probablemente buscando unas maletas.

El lugar estaba tan impecable como siempre, pero con la repentina visita, Izaya no había tenido tiempo de limpiar la mesa donde había desayunado hoy, y cenado ayer. Tampoco se había dado una ducha, hacía ya dos días, y eso era mucho por ser él. Obviamente, esto no pasó desapercibido por su secretaria, que desgraciadamente tanto lo conocía.

– ¿Qué pasó? ¿Te has metido en problemas con alguna mafia o… –

–No. Esto es personal. –

–No hay nada personal que tengas que yo no conozca. –

Touché.

Se miraron por unos segundos. Ella intentando adivinar qué había pasado. Él inventando una excusa. La conexión entre sus ojos no duró mucho, el teléfono de Izaya se encargó de eso.

No puede ser…

Corrió a su encuentro. Lo abrió y atendió sin siquiera fijarse de quien se trataba. Cualquier cosa con tal de escapar de Namie.

La cual observo a Izaya llevar el teléfono celular a su oído, para luego alejarlo con sorpresa. La conversación había durado, como mucho, un minuto.

– ¿Izaya? – Namie lo sacó de su estado de aturdimiento. Todo tan repentino… como siempre, Izaya no podía predecir sus movimientos.

– Debo irme… – Shizuo...

– ¿Adónde vas? ¿Qué les digo a los clientes? – La secretaria ya se había puesto de pie. Estaba desconcertada, él lo sabía, pero no podía darle una respuesta.

Cruzó la puerta, sin detenerse a tomar su abrigo, quería llegar lo antes posible.

Al llegar al umbral de la puerta se detuvo sin saber dónde ir.

Ya sabes dónde.

Cierto, él lo sabía. Pensar aquello lo hizo recalcular el resto de la frase.

– Así que sigues vivo, ¿eh? En una hora, ya sabes dónde. –

Y cortó.

Así que tenía una hora. Se miró, cayendo en la cuenta lo patético que le resultaría la situación a Namie. Lo patético que resultaba él.

En una hora…

Notas finales:

El próximo capítulo lo publicaré en la semana ♥


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