Sus pasos lo habían llevado hasta las orillas del mar, sentado en un pequeño risco en completa soledad mirando hacia la nada y abrazando sus rodillas hasta quedarse dormido.
La luna se había hecho su compañera antes que pudiera darse cuenta y nada fue más doloroso para él que darse cuenta que ver a su lado a aquel chico rubio que fue su amigo y a la vez gran amor no era más que una ilusión que había aplastado al despertar.
Kaneki sabía que la vida consiste en crecer y madurar pero le había hecho falta la inocencia, esa misma que llevó a su primer amor a buscarlo a un lugar tan peligroso sin importarle las consecuencias.
Ahora se lamentaba por no haber dicho más que palabras confusas antes de desaparecer de su vida: "Adiós", un simple susurro que después no lo dejaría tranquilo.
Se sentía tan perdido que comenzó a llorar, eran pequeñas lágrimas que se deslizaban lentamente sobre su rostro pero eran más que suficientes para demostrar su tristeza.
Sintió que todas las puertas le eran cerradas una tras otra, extendió la mano para tocar aquello que no dejaba de gritar desde que lo perdió y que antes había sido tan agradable y ahora se sentía como si las palabras apuñalaran su pecho incontables veces.
-Vamos...-susurró con las pocas fuerzas que aún le quedaban-¡Desaparece! Desaparece...-le dolía pedirlo pero recordarlo sólo le hacía más daño.
Esa voz que tantas veces repitió su nombre había desaparecido pero podía recordarlo como si estuviera ahí, a su lado, como siempre.
El albino no paraba de preguntarse si su deseo lograría hacer que el viento llevara sus palabras hasta él para decirle todo lo que no había sido capaz de decir mientras lo tuvo a su lado.
Recordaba claramente aquel charco rojo que se había formado a su alrededor y que lentamente había terminado por ahogarlo. Si tan sólo su respiración pudiera volver...
Le pidió que cerrara los ojos y depósito un dulce beso sobre sus labios aspirando el aroma oxidado que invadía ese lugar que acostumbraban visitar.
-No me separaré de ti...-fue lo que prometió mientras lo sostenía entre sus brazos para salir antes de que el fuego terminara de consumir aquella cafetería.
Un sin fin de veces aquel día que duró tan poco y ahora se veía borroso en sus recuerdos se alejaba, repitió cada uno de los momentos que habían compartido sólo para él, como si mencionarlos lo hiciera regresar.
¿Por qué no quedaban más que lágrimas desbordándose por sus ojos en ese momento? Esa pregunta rondaba su mente pero no podía hacer más que dedicarle una canción de despedida.
-Desaparece, desaparece...-pedía con desesperación cada que su imagen aparecía en su mente.
No dejaba de pensar en miles de cosas como un mundo en el que ambos pudieran ser libres y estar juntos sin nada que pudiera separarlos o algo parecido.
Pero sólo una cosa era cierta, cuando estaba a su lado todo lo demás desaparecía, nada más le importaba.
-Te amé...-una verdad que ahora dolía al no poder ver la expresión que tendría al escucharlo.
Las lágrimas volvían a caer constantes y con lentitud. Todo camino le parecía imposible, las puertas se cerraban frente a sus ojos tan lentamente que el sufrimiento no hacía más que aumentar.
Una vez más intentó alcanzar los sentimientos que no paraban de gritar y que pese a ser tan agradables no hacían más que provocarle dolor.
Ese día volvía a pasar frente a él un millón de veces, alejándose sólo para recordarle que no había nada que pudiera hacer para evitarlo.
Volvía a repetir cada uno de los recuerdos preguntándose porque no quedaban más que lágrimas desbordantes. No quedaba más remedio que dedicarle una canción de despedida.
-Desaparece, Hide. Desaparece...