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In summae re por kuraitsukiyume

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Notas del capitulo:

Hola hola, espero les guste, es por decirlo así mi adaptación de harry potter, aportando un giro diferente de la vida, y tomando muchas referencias reales sobre como algunas cosas pueden afectar a las personas, iniciando por el maltrato :)

En la tormenta se escuchan
truenos, las gotas de agua
al tocar el suelo, el sonido del viento.

El caos inunda la tierra mientras el
líquido más importante de la vida
cae milagrosamente del cielo.

Párate a escuchar la lluvia,
escucha su historia,
su furia natural e indomable.

¿Quién en el mundo podrá detener
al cielo una vez decide vertir su líquido?

Solo mira como las gotas caen en desorden
sobre la tierra y observa como las recibe
con todo su amor y anhelo. 

Una vez se acaba aquel suceso maravilloso,
queda la paz, el silencio, todo está en calma,
todo ser viviente se ha ocultado esperando a
que acabe el suceso, por ello nada se mueve 
una vez termina.

Si cierras los ojos en ese momento,
podrás sentir la paz, la verdadera 
paz, la que todos buscamos...

Es como si la última bala de una guerra
sin fin, haya sido disparada y después de ello
solo se escucha la nada, el silencio real,
el silencio natural y tu alma por fin es libre,
así sea por un instante, sabes que todo, 
absolutamente todo es posible.

De esta manera percibo la lluvia
porque una tormenta te enseña 
lo caótica, lo hermosa y lo calmada
que puede ser la vida.

Pero asi mismo oculta tras su cortina hechos más allá de lo imaginado, en el Valle de Godric ubicado en el oeste de Inglaterra, era un pequeño pueblo con sólo una iglesia, un cementerio, una oficina de correos, un pub, y otros pocos negocios. Vivian lejanamente en una de las casas la familia Potter, el patriarca james Potter y su esposa Lily Evans ahora Potter, ambos padres primerizos y con tan solo un año o menos de experiencia.


El hijo de ambos era Harry James Potter Evans, un pequeño bebe de 12 meses, regordete de piel sonrojada, pequeñas canicas algo opacas que se mantenían como sus orbes, tan solo una pelusa de pelo negro sobre su cabecita y unos cuantos dientes, Harry había sido deseado, tanto por sus padres como por los amigos de estos, o eso se creyó.


La tragedia había tocado esa noche del 31 de octubre de 1981 las puertas de la pareja, dejando detrás el incierto futuro del único hijo que tenían.


.
.
.
.


El señor y la señora Dursley, que vivían en el número 4 de Privet Drive, estaban orgullosos de decir que eran muy normales, afortunadamente.


El señor Dursley era el director de una empresa llamada Grunnings, que fabricaba taladros. Era un hombre robusto y obeso, casi sin cuello, aunque con un bigote inmenso, casi pareciendo una morsa. Por otro lado la señora Dursley era delgada y rubia. Los Dursley tenían un hijo pequeño llamado Dudley, y para ellos no había un niño mejor que él.


El señor y la señora Dursley se despertaron un martes, con un cielo cubierto de nubes grises que amenazaban tormenta. Pero nada había en aquel nublado cielo que sugiriera los acontecimientos extraños y misteriosos.


Cuando entró en el camino del número 4 después de una larga jornada de trabajo, lo primero que vio fue el gato atigrado que se había encontrado por la mañana. En aquel momento estaba sentado en la pared de su jardín. Estaba seguro de que era el mismo, pues tenía unas líneas idénticas alrededor de los ojos. 


— ¡Fuera! 


El gato no se movió. Sólo le dirigió una mirada severa. El señor Dursley se preguntó si aquélla era una conducta normal en un gato. 


El señor Dursley se quedó congelado en su sillón, después de a ver ingresado con total fatiga a su casa y siendo recibido por su adorada familia, mientras había encendido la televisión esperando encontrar algo bueno en las noticias, pero aquello parecía lejano. 


La señora Dursley entró en el comedor con dos tazas de té. Aquello no iba bien. Tenía que decirle algo a su esposa. Se aclaró la garganta con nerviosismo. 


—Eh... querida, ¿has sabido últimamente algo sobre tu hermana? 


Como había esperado, esta pareció molesta y enfadada.


—No ¿Por qué? 


—Hay cosas muy extrañas en las noticias


— ¿Y qué? 


—Bueno, pensé... quizá... que podría tener algo que ver con... ya sabes... su grupo.


No dijo nada más sobre el tema y su mujer no parecía querer continuar de igual forma, terminando él te y claramente después de una merecida cena demasiado sustanciosa, subieron a acostarse. Mientras petunia estaba en el cuarto de baño, el Vernom se acercó lentamente hasta la ventana del dormitorio y escudriñó el jardín delantero. El gato todavía estaba allí, pero alterado como se encontraba y temiendo por su presión prefirió ignorar lo acontecido y descansar. Los Dursley se fueron a la cama y la noche en aquella casa se sumió en un terrible silencio que podría cortarse fácilmente incluso con el aleteo de un ave.


Hasta media noche un hombre apareció en la esquina, y lo hizo tan súbita y silenciosamente que se podría pensar que había surgido atraído por la brisa del aire o simplemente expulsado de la nada.


Era alto, delgado y muy anciano, a juzgar por su pelo y barba grises casi plateados, tan largos que inclinándose barrerían el suelo. Llevaba una túnica larga, una capa color púrpura. Sus ojos azules eran claros, brillantes y centelleaban detrás de unas gafas de cristales de media luna.


Dumbledore como se llamaba el viejo guardaba el Apagador dentro de su capa este no era más que un pequeño encendedor o parecido que había absorbido las luces de las farolas cuando logro su cometido fue hacia el número 4 de la calle, donde se sentó en la pared, cerca del gato. No lo miró, pero después de un momento le dirigió la palabra. 


—Me alegro de verla aquí, profesora McGonagall.


Se volvió para ver al gato, pero éste ya no estaba. Ahora le dirigía la mirada a una mujer que llevaba gafas de montura cuadrada. La mujer también llevaba una capa, de color esmeralda. Su cabello negro estaba recogido en un moño.


—Lo que se está diciendo 


—El rumor de que Lily y James Potter están... están... bueno, que están muertos.


Dumbledore inclinó la cabeza.


—Lily y James... no puedo creerlo... No quiero creerlo... Oh, Albus... 


—Lo sé... lo sé… por cierto Hagrid se retrasa. Imagino que fue él quien le dijo que yo estaría aquí, ¿no? 


—Sí, y yo me imagino que usted no me va a decir por qué, entre tantos lugares, tenía que venir precisamente aquí. 


—He venido a entregar a Harry a su tía y su tío. Son la única familia que le queda ahora. 


— ¿Quiere decir...? ¡No puede referirse a la gente que vive aquí! Los he estado observando todo el día.


—Es el mejor lugar para él, sus tíos 10 podrán explicárselo todo cuando sea mayor.


—…Pero ¿cómo va a llegar el niño hasta aquí, Dumbledore?


—Hagrid lo traerá. 


— ¿Le parece... sensato... confiar a Hagrid algo tan importante como eso? 


—A Hagrid, le confiaría mi vida


Un ruido sordo rompió el silencio que los rodeaba. Se fue haciendo más fuerte mientras ellos miraban a ambos lados de la calle, buscando alguna luz. Aumentó hasta ser un rugido mientras los dos miraban hacia el cielo, y entonces una pesada moto cayó del aire y aterrizó en el camino.


—Hagrid por fin. ¿Y dónde conseguiste esa moto? 


—Me la han prestado; profesor Dumbledore. Lo he traído, señor


— ¿No ha habido problemas por allí? 


—No, señor. La casa estaba casi destruida, pero lo saqué antes de que alguien llegara.


Bajo una mata de pelo negro azabache, sobre la frente, pudieron ver una cicatriz con una forma curiosa, como un relámpago. 


— ¿Fue allí...?


—Sí tendrá esa cicatriz para siempre. 


— ¿No puede hacer nada, Dumbledore? 


—Aunque pudiera, no lo haría. Las cicatrices pueden ser útiles. Bueno, déjalo aquí, Hagrid, es mejor que terminemos con esto.


Dumbledore pasaba sobre la verja del jardín e iba hasta la puerta que había enfrente. Dejó suavemente a Harry en el umbral, sacó la carta de su capa, la escondió entre las mantas del niño y luego volvió con los otros dos. 


Durante un largo minuto los tres contemplaron el pequeño bulto. Los hombros de Hagrid se estremecieron. La profesora McGonagall parpadeó furiosamente. La luz titilante que los ojos de Dumbledore irradiaban habitualmente parecía haberlos abandonado. 


—Bueno ya está. No tenemos nada que hacer aquí.


—Ajá voy a devolver la moto. Buenas noches, profesora McGonagall, profesor Dumbledore.


Después de que aquellas personas se retiraran y el pequeño niño fuera dejado una brisa agitó los pulcros setos. 


Harry se dio la vuelta entre las mantas, sin despertarse. Una de sus pequeñas manos se cerró sobre la carta y siguió durmiendo, sin saber que en unas pocas horas le haría despertar el grito de su tía petunia, cuando abriera la puerta principal. Ni que iba a pasar las próximas semanas pinchado y pellizcado por su primo Dudley


Los Dursley estaban concentrados tanto en sus frívolas vidas que apenas y llegaban a darle atención al infante, siendo prácticamente olvidado en el pequeño espacio de la alacena, donde en ocasiones pasaba frio, donde el olor y la poca humedad por los materiales guardados lastimaban su nariz, eran a veces días en los que el pañal no le era retirado y su tierna piel se rozaba asta escocerle de manera dolorosa, en los que a pesar de su edad comprendía que llorar o gimotear significaba recibir gritos o pellizcos que enrojecían su delicada y suave piel.


A veces por su infantil edad Harry era dejado en el mesón, donde su primo aprovechaba los berrinches para tirar y regar las papillas que le desagradaran, y el sin demasiada conciencia solo mostraba sus cualidades, cualidades extraordinarias que a ojos de petunia no eran más que desastres y a ojos del hombre, eran muestras del despreciable chico que seria.


Harry a veces era abandonado en una tina llena de fría agua, como si pensaran los mayores que él podría bañarse por su cuenta, cuando la mujer le recordaba o terminaba enfermo, o con la piel tan falta de color que parecía casi un cadáver.


Para cuando Harry tenía dos años ya había aprendido y tomado responsabilidades que muchos chicos o niños de su edad adquirían hasta los veinte o más, cuidarse a sí mismo y trabajar por lo menos en los labores del hogar, vestirse y calzarse bien, aunque se limitaran a las ropas viejas, desgastadas u olvidadas de su primo. Cada mañana en el reducido espacio que era su “habitación”, Harry era despertado bruscamente por el estruendoso grito de su tía o a veces por el constante y fuerte golpeteo de su tío hacia la reducida puerta.


Su primo iba a la guardería siendo llevado por petunia, lugar donde seguramente su primo tendría amigos y muchas cosas conque divertirse y entretenerse de igual forma aprender. Su tío Vernom iba al trabajo y él se quedaba obligado a ayudar a su tía en cualquier labor que ella le solicitara.


Las comidas eran otro punto en aquella vida que tenía, el solo podía contentarse con las sobras y a veces si no hacia bien las cosas ni estas le eran dadas y a cambio obtenía golpes, fueran en el rostro o en el cuerpo, pero estos siempre terminaban por mermar dejándole cardinales y moretones terriblemente oscuros. Durante las noches tanto la despensa como el refrigerio eran cerrados para que el fuera incapaz de adentrarse a robar algo como “una vil rata” según sus tíos.


Harry no había gozado ni de juguetes ni de nada que aportara a su desarrollo o crecimiento, temía incluso declarar que la poca agua que consumía muchas veces era de la manguera o en momentos con más suerte del grifo la cual tenía menos químicos.


Para los cuatro años Harry en sus tiempos libres o cuando nadie se encontraba en la casa y con suerte no le encerraban en la alacena, ya había leído los periódicos, revistas y uno que otro libro que su primo mantenía, muchos que no mostraban tener ni siquiera un uso, puesto que al parecer Dudley prefería jugar o hacer otras cosas. Aun recordaba cuando en un tímido susurro le había pedido a su primo le diera un libro que pensaba tirar y este condescendiente no solo se lo negó, también advirtió a Vernom quien le profirió una tremenda golpiza y griterío para que no volviera a pensar siquiera en tomar algo de su hijo predilecto.


El tiempo parecía pasar más rápido en el interior de la cabecita de Harry, sabiendo que había algo que lo hacía diferente a sus tíos, y que seguramente ese algo era también una posible causa del porque le detestaban tanto.


Para sus cinco años, Harry aprovechaba todo el tiempo que lograba obtener, desde que petunia se había integrado a algún tipo de club selectivo de puras amas de casas, Vernom trabajaba y Dudley iba a la escuela, el terminaba lo más pronto los labores que le encomendaban y se internaba cuan sigiloso ser a la habitación de su primo tomando libros que este amontonaba y los cuales siquiera prestaba atención alguna, pero que por el contrario el leía con suma atención.


Harry iba almacenando información conforme crecía y quizás lo que nadie tomaba en consideración es que el reflejaría en los demás todo aquello que ha vivido. Toda esa experiencia le iba transformar en un determinado adulto, al igual que un niño que se desarrolla en un ambiente normal desarrolla su personalidad normalizada, pero en la vida del menor la palabra normal no existía.


El hecho de que le produjeran castigos muy severos o extremos solo potenciaba a que al madurar proyectara eso mismo en sus modos sea logrando una misma conducta violenta o siendo una persona insegura y temerosa de su entorno. 
Y ciertamente con cada año que pasaba esto se volvía más posible.


Si a esto se le añadía que el veía constantemente en su entorno, en su “hogar” y en su “familia” actitudes de violencia física o psicológica, esto después o desde el momento daría en él un desarrollo evolutivo influenciado por estos hechos y que posiblemente le llevarían en su futuro a mantener pensamientos de índole violenta o sentimientos retraídos como el rencor.


Se sabía que ver actos de violencia tiene consecuencias psicológicas negativas para los menores, y cuanto más próximas le sean las personas involucradas en el acto violento más negativas son dichas consecuencias. Pero poco le importaba esto a los mayores, quienes siempre que podían mantenían a Harry al margen casi dándole más importancia a una cucaracha que a él mismo.


El Síndrome Del Niño Maltratado es definido como una entidad clínica que se da generalmente en niños pequeños, los cuales son objeto de crueldad excesiva o malos tratos tanto físicos como psicológicos o morales o bien de trato inadecuado de hecho u omisión por parte de sus padres, familiares o cuidadores. 


El trato negligente daba como señal que no se debía a alguna situación por accidente y que privaba a Harry de sus derechos y su bienestar, que amenazaba o interfería con su ordenado desarrollo físico, psíquico y social. La consecuencias psicológicas que se producía recibir maltrato se debía a los consecutivos episodios en los cuales a veces el de ojos verdes creía no saldría vivo, y que traía a decadencia ámbitos del desarrollo del niño, cognitivo, lingüístico, afectivo, social otros efectos iniciales como, una mayor incidencia de trastornos psicopatológicos, miedo, hostilidad, sentimientos de culpa y conductas agresivas. Destacan los trastornos depresivos, mayor frecuencia de trastornos conductuales y las tentativas de suicidio. 


También sufrirá de unas consecuencias físicas aquel niño que haya sido maltratado puesto que tendrá secuelas de tipo retraso pondoestatural, desnutrición e infecciones. 


Habían pasado aproximadamente siete años desde el día en que los Dursley se despertaron y encontraron a su sobrino en la puerta de entrada, pero Privet Drive no había cambiado en absoluto, más sin embargo el pequeño Harry sí que había cambiado, su cuerpo era delgado casi esquelético, su piel era de un color níveo como el de las personas enfermas, sus ojos cargaban pequeñas marcas de ojeras que si no se colocaban oscuras era un milagro, era pequeño para su edad, llevaba unas redondas y maltrechas gafas, y parecía nadar en las anchas ropas de su primo el cual ahora iba por el mismo camino que su padre, sus esmeraldas brillaban débilmente, su cabello opaco y revuelto que le llegaba por la nuca, labios agrietados y si fuera posible notar, demasiados moratones y marcas que cubrían espalda, y zonas de la piel que la ropa aun en verano escondería perfectamente.


Durmiendo en aquel momento, aunque no por mucho tiempo Harry se mantenía hecho un ovillo cubriendo su cuerpo con las delgadas y desgastadas sabanas que llegaban a protegerle un poco del ambiente frio que se sentía por las noches.


Su tía Petunia se había despertado y su voz chillona era el primer ruido del día.


— ¡Arriba! ¡A levantarse! ¡Ahora! 


Harry se despertó con un sobresalto. 


— ¡Arriba! 


El niño se dio la vuelta y trató de recordar el sueño que había tenido. Había sido bonito, tomando en cuenta que para él, sueños “agradables” difícilmente los tenia, en el sueño solo había una moto que volaba. 


— ¿Ya estás levantado?


—Casi 


—Bueno, date prisa, quiero que vigiles el beicon. Y no te atrevas a dejar que se queme. Quiero que todo sea perfecto el día del cumpleaños de Duddy.


Harry gimió. 


— ¿Qué has dicho?


—Nada, nada... 


El cumpleaños de Dudley... ¿cómo había podido olvidarlo? Si ese era uno de los peores días de los cuales podía soportar, pues al chico le mandaban y compraban casi un total de veinte regalos o más y dependiendo si él lo deseaba incluso treinta, las comidas siempre debían ser al gusto del joven y si había algo que no le agradara por mínimo que fuera se ponía a gritar y despotricar con lo que fuera o contra quien sea, incluyendo a sus padres que se dejaban mangonear. Aun recordaba las secuelas del año anterior cuando por diversión le golpeo hasta que se desmayó y al día siguiente solo estaba en su alacena castigado por a ver arruinado el cumpleaños de su gordo primo.


Harry se levantó lentamente y comenzó a buscar sus calcetines. Encontró un par debajo de la cama y, después de sacar una araña de uno, se los puso. Harry estaba acostumbrado a las arañas, porque la alacena que había debajo de las escaleras estaba llena de ellas.


Tío Vernon entró a la cocina cuando Harry estaba dando la vuelta al tocino.


— ¡Péinate! 


Una vez por semana, tío Vernon miraba por encima de su periódico y gritaba que Harry necesitaba un corte de pelo. A Harry le habían cortado más veces el pelo que al gordo de su hijo, o incluso que a todos juntos sumando a Vernon y a Petunia, pero no servía para nada, pues su pelo seguía creciendo de aquella manera, hasta llegarle a la nuca.
Harry puso sobre la mesa los platos con huevos y beicon, lo que era difícil porque había poco espacio por los abarrotados regalos, grandes o pequeños no importaba el simplemente se contentaría con tener a alguien con quien celebrar su cumpleaños. 


Entretanto, Dudley contaba sus regalos y pudo notar como la cara se le ensombreció. 


—Treinta y seis, dos menos que el año pasado. 


—Querido, no has contado el regalo de tía Marge. Mira, está debajo de este grande de mamá y papá. 


—Muy bien, treinta y siete entonces 


Dudley comenzó poniéndose rojo y Harry ya podía ver venir un gran berrinche de Dudley, comenzó a comerse el beicon lo más rápido posible, por si volcaba la mesa. Era por la mañana y por fin tenía la oportunidad de comer un plato completo de alimento, era algo que no desaprovecharía para nada.


Tío Vernon rió entre dientes. 


—El pequeño quiere que le den lo que vale, igual que su padre. ¡Bravo, Dudley!


Harry soporto el colocar la mirada en blanco, o soltar un tremendo suspiro, no quería provocar el enfado de aquellas personas, había vivido ya suficiente hasta ahora, y no podía negar que temía a la tremenda golpiza, solo el pensarlo su cuerpo se achicaba o temblaba, todo un cobarde, pensó para sí mismo.


—Malas noticias…no puede cuidarlo. 


La boca de Dudley se abrió con horror, pero el corazón de Harry dio un salto. Cada año, el día del cumpleaños de Dudley, sus padres lo llevaban con un amigo a pasar el día a un parque de atracciones, a comer hamburguesas o al cine. Cada año, Harry se quedaba con la señora Figg, una anciana loca que vivía a dos manzanas. Harry no podía soportar ir allí, era como si algo dentro de él le diera un total rechazo, además del olor y el cómo se veía obligado a ver el sinfín de fotos de gatos y más gatos, o cuando le daba la espalda como sentir la mirada penetrante y los vellos de su nuca erizarse.


Media hora más tarde, Harry, que no podía creer en su suerte, estaba sentado en la parte de atrás del coche de los Dursley, junto con Piers el amigo de su primo y este mismo, camino del zoológico por primera vez en su vida
Ya era medio día o quizás más tarde, puesto que ya los Dursley habían comido y ahora se dedicaban a ir a la última sección que era la de reptiles. Al entrar las luces no eran más que pequeños brillos nítidos, era por supuesto más oscuro y el recorrido hacia aparecer que iban por un túnel, la humedad se extendía y al mismo tiempo un poco de calor que pasaba a través de los cristales que exponían a los animales.


En medio de su andar se vio intrigado por una serpiente la cual su primo había abandonado mientras decía molesto cuan aburrida era esta. Se movió frente al vidrio y miró intensamente a la serpiente. Si él hubiera estado allí dentro, sin duda se habría muerto de aburrimiento, sin ninguna compañía, salvo la de gente estúpida golpeando el vidrio y molestando todo el día.


Harry se sobresaltó cuando los rasgados ojos de color azul añil le observaron por un momento y después sintió que el animal le guiñaba el ojo.


La serpiente torció la cabeza hacia tío Vernon y Dudley, y luego levantó los ojos hacia el techo. Dirigió a Harry una mirada que decía claramente: 


—Me pasa esto constantemente. 


—Lo sé


Harry se sentía extrañamente cómodo, y de igual forma noto como la serpiente parecía renovarse y asentir vigorosamente.


—A propósito, ¿de dónde vienes? 


La serpiente levantó la cola hacia el pequeño cartel que había cerca del vidrio. Harry miró con curiosidad. 


«Boa constrictor longicauda. Tumbes, norte del Perú» 


— ¿Era bonito aquello?


La serpiente asintió lentamente, Harry sospecho entonces que quizás la pobre había sido capturada por cazadores y rescatada, o que de alguna otra forma llegara de tan lejos, aunque algo había leído, la boa si no mal recordaba estaba incluida en CITES debido a que su captura era para utilizar su cuero en la industria marroquinera, gracias a que su piel posee además de atractivos diseños, escamas pequeñas, por lo que la hace muy comercial. Y ciertamente, la boa era hermosa.


— ¡DUDLEY! ¡SEÑOR DURSLEY! ¡VENGAN A VER A LA SERPIENTE! ¡NO VAN A CREER LO QUE ESTÁ HACIENDO! 


Dudley se acercó contoneándose, lo más rápido que pudo para llegar donde su amigo. 


—Quita de en medio 


Golpeando a Harry en las costillas y tomado por sorpresa, Harry cayó al suelo de cemento. Lo que sucedió a continuación fue tan rápido que nadie supo cómo había pasado: Piers y Dudley estaban inclinados cerca del vidrio, y al instante siguiente saltaron hacia atrás aullando de terror. Harry se incorporó y se quedó boquiabierto: el vidrio que cerraba el cubículo de la boa constrictora había desaparecido.


La serpiente salía lentamente, causando pánico y terror, creando una ola de gritos y pasos apresurados que eran carreras que familias o parejas tomaban para no ser presas de tal animal. Harry había fruncido un poco el ceño, nuevamente tales cosas extrañas pasaban, y aunque bien no era idiota, tampoco había una secuencia sumamente logia, y lo más lógico incluso sonaba como una idea loca… magia.


—Gracias mi señor


Escucho claramente decir a la serpiente con una voz seseante, mientras desaparecía entre el corredor oscuro y amenazaba a quien pasaba muy cerca de su escamoso cuerpo.


.
.
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Para cuando habían vuelto Harry se encontraba completamente aterrado, ni bien los mismos cuidadores se disculparon un millar de veces con sus tíos, y dejaron al amigo de Dudley, el al contrario había sido demandado a esperar al pie de las escaleras, sin mano amiga a quien recurrir Harry solo cerro los ojos ante la presencia de su gordo tío, como le tomaba por los cabellos y repetía como ritual el golpearle con el cinturón la espalda, los muslos, le había roto el labio y dejado morado uno de los pómulos.


En la noche, Harry no podía más que sollozar deseando muy dentro de sí que todo aquel trata para consigo terminara, cayo rendido ante el dolor y la tristeza, importándole ya poco el ser castigado sin alimento o siquiera agua.


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