Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

PÁGINAS TRISTES por Galev

[Reviews - 5]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del fanfic:

No detallo mucho en esta historia, por lo cual para orientar más acerca de ésta les diré que no es la epoca actual, sino más bien en los años 40 aproximadamente, en una zona rural.

Nuestro protagonista Anibal sufre de depresión y tiene una mente inestable y obsesiva, a él yo lo imagino como un chico de 15 años, hermano menor de Leonel (17) y Leandro (19), pero hermano mayor de Julian (6 años).

Notas del capitulo:

Esta es una historia corta que empecé a escribir sólo por diversión. que toma su nombre de que empecé a escribirla en un cuadernillo delgadito que tengo y tuve que transcribir para pasarlo a computadora.

 Originalmente la idea se me ocurrió para una historia más larga, más detallada y en tercera persona, lo que viene a ser más mi estilo pero bueno, al final salió esto ja, ja. 

Es como un descanso que me tomo entre lo que estoy escribiendo del Mal Camino. Un regalo para quienes leen el mal camino, y pues espero que les guste a todos quienes lean esto, sé que no es lo mejor escrito que he hecho, en primer lugar es la primera vez que pruebo suerte con la narración en segunda persona... Sin embargo pues, de una u otra forma el resultado me gusto mucho y quiero compartir con ustedes.

 

Sin más preambulos les invito a leer :)

 

PÁGINAS TRISTES

  

-1-

 

—¿Te gusta esa chica?—preguntaste fingiendo desinterés, dirigiendo tu mirada a la mujer que momentos antes habían seguido sus ojos.

 

Tu hermano sacudió la cabeza de lado a lado.

—Sólo estaba mirando su sombrero—te susurró con una sonrisa—. Sabes que la única persona que me gusta eres tú.

 

Rodaste los ojos ante sus palabras melosas, sabiendo muy bien que te había mentido, pero a estas alturas ya habías decidido que no te importaba; por eso lo único que hiciste fue recargar tu cabeza contra su hombro, deseando postergar para siempre momentos como ese. De los cuales podías rememorar algunos…

Tu hermano y tú acaramelados en una banca del parque; tu hermano y tú besándose bajo los nogales del prado, embriagados por ese olor a madera y nueces. En pocas palabras tu hermano y tú envueltos en una relación romántica, prohibida, en la que él era un excelente actor y tú no te estabas quejando que él fingiera amarte… Que fingiera sólo para salvarte de ti mismo…

¿Cómo era que habían llegado a eso?

No  importaba ahora ¿verdad?

Por primera vez en tu vida te sentías realmente pleno, no tenía caso pensar en cosas angustiosas como que aquello sólo era algo temporal, porque igual hubieras sacrificado todo para tener lo que tenías en ese momento, para tener aunque fuera una probadita de su amor.

Ya se te habían olvidado inclusive esas palabras tuyas que dijiste hacía no tanto tiempo.

 

—¡Soy una basura! ¡Mi vida es una mierda! ¡Déjame hacerlo!

 

Pero tu hermano no te dejó hacerlo. Sostuvo el cuchillo contra su mano hasta sacarse sangre.

Entonces te le confesaste. Nada más romántico que tú apuntándole con un cuchillo ensangrentado al hacerlo.

Entre lágrimas le dijiste todo lo que sentías por él; lo que tu tío te había hecho, le contaste de aquellas noches en las cuales tu tío te violaba mientras tú pensabas en él. Estabas seguro de que al escucharte decir tus secretos más pútridos te dejaría continuar, pero no. Leonel te abrazó, llorando como un niño fuera de su rol de hermano mayor.

Repetía una y otra vez que te ayudaría; prometía sacarte del abismo obscuro y degradado en el que se había vuelto tu vida. Pero no podía, tú sabías que no podía. Había una idea obsesiva que ya se había apoderado de tu mente y no concebías la felicidad de otra forma…

 

Le dijiste que no podías vivir sabiendo que no existía ni siquiera la más mínima posibilidad de que te correspondiera, de que su amor sólo fuera de hermano. No podías soportar verlo con una mujer, alejándose de ti para casarse y tener hijos. Y diciéndole esto huiste de casa.

 

Te marchaste, nadie supo de ti en tres días.

¿Qué hiciste esos días? Esa es una maravillosa pregunta, tú mismo te la hacías a veces. Ni siquiera lo recuerdas, sólo hay imágenes fugaces de ti en las calles, entrando en callejones obscuros, rodeado de bolsas de basura, acariciando el pelaje se unos gatos callejeros, como un loco…

Y es que te volviste loco, o quizá siempre estuviste loco. Loco y obsesionado con la idea de estar con tu hermano Leonel; de besarlo, de abrazarlo, de tener sexo con él. La idea carcomiendo tu cerebro como un gusano devorando la carne podrida de los muertos.

 

Finalmente fue el propio Leonel quien terminó por encontrarte. Tu aspecto era sucio y deplorable, tu mirada perdida…

 

—Anibal—dijo tu nombre. En verdad que qué hermoso sonaba saliendo de sus labios, dulce y suave, como el pelo del gato muerto que acariciabas en ese callejón lleno de basura—. Escúchame, por favor ¡Haré lo que sea! ¡Lo que sea! ¡Pero vuelve! ¡Por favor, Anibal! ¡Todos te necesitamos!

 

Evocó a tu padre, a Leandro —tu otro hermano, el mayor de todos—, a Juliancito, tu adorable hermanito menor, pero a ti no te importó. Las palabras “haré lo que sea” revoloteaban dentro de tu mente como mariposas.

 

—Te quiero a ti—dijiste entonces, sin dejar que ningún tinte de duda enturbiara tus palabras, y ambos sabían a lo que éstas se referían.

 

Leonel no dijo nada de inmediato. Se limitó a llevarte a casa y en el transcurso, un poco más consciente de tu alrededor y de ti mismo, te percataste del precario estado en que éste se encontraba. Se miraba flaco, algo pálido y sus ojos estaban hinchados y rojos. El resto de tu familia no se miraba muy diferente de él, pero pese a ello, parecían estar tan felices de tenerte sano y salvo en casa nuevamente que te hicieron una fiesta de bienvenida.

 

Afortunadamente tu tío no estaba allí. Leonel te dijo que no volvería a molestarte nunca más, pero ni siquiera eso fue capaz de producirte sentimiento alguno. Tu cuerpo entonces más bien parecía una cáscara vacía, sin un alma… Insensible a las suplicas que tu familia te hacía para que no volvieras a dejarlos y a los lloriqueos del niñito que era tu hermano menor.

 

Nada te haría desistir de la idea que sólo la muerte podía llevarse esa sensación de vacío que desde siempre cargabas, pero Leonel te sorprendió una vez más.

Te lo dijo después de tu fiesta de bienvenida, a espaldas de la casa, te dijo que te amaba, que le gustabas, que no podía vivir sin ti. Te dio un beso en los labios, acarició amorosamente tu cabeza. Tú no podías creerlo…

 

¿Te amaba? ¿De verdad te amaba como tú querías? Parecía ser algo demasiado bueno para que le estuviera ocurriendo a una mierda como tú. Las lágrimas escurrieron por tus mejillas sin que fueras capaz de controlarte. El amor se sentía tan ajeno en ti que tu cuerpo parecía no saber qué hacer con eso.

 

Por primera vez en tu vida sentiste que algo podía aferrarte a ella…   

 

 

-2-

 

 

Quizá era demasiado para ti. La felicidad dolía a través de las fibras de todo lo que tú eras y aun así, no tardaste en acostumbrarte a aquella nueva sensación de ser amado.

Lástima que no duró mucho antes de que te dieras cuenta de que habías caído en una farsa.

Lógicamente tu hermano sólo había recurrido a ese extremo para que no te suicidaras, para que no te perdieras de nuevo en la locura; era obvio, para Leonel tú siempre serías su hermanito menor…

 

No se podía negar que llegar a esa conclusión te dolió, como si una vara espinosa te hubiera atravesado el pecho, pero el dolor era ya algo tan arraigado en tu vida que pensaste que era algo con lo que podías cargar a cuestas y seguir adelante. Te gustó fingir junto a Leonel que tenían un amor secreto, un amor detrás de las puertas del cual nadie salvo ustedes dos podía tener conocimiento.

 

Y así hubieran podido seguir para siempre de haber sido por ti. Tú nunca te hubieras hartado de fingir, pero fuiste demasiado ingenuo al pensar que podías tapar el sol con un dedo; al pensar que podías retenerlo de esa forma para siempre, reprimiendo sus propios sentimientos e impulsos.

 

Tu hermano no era como tú. Eso lo tenías claro. Leonel no estaba loco. Había asomado la cabeza al mundo de la locura que tú le habías mostrado sólo para intentar salvarte del abismo en el que te habías caído, pero cada vez estaba más claro que el juego estaba a punto de terminarse.

 

La mirada que le daba tu hermano a las mujeres era muy diferente a la que podía darte a ti. Era sencillamente otro nivel, un nivel con el que basura como tú no podía emparejarse. Había anhelo en sus ojos, él tenía sus propios deseos. Quería casarse, tener descendencia ¡quería follarse a una mujer de verdad no a su hermano!

Tendrías que haber sido realmente ciego para no poder ver eso y el problema no era que estuvieras ciego, sino que eras muy egoísta para verlo… Estabas demasiado a gusto dejando a tu hermano actuar en esa linda obra de teatro, pero ya era hora de abrir los ojos.

 

—El otro día hablé con un amigo...—esa sería la frase que marcaría el final.

 

Lo volteaste a mirar con desgano. No tenías ganas de hablar. Sólo querías permanecer donde estabas en ese momento, en el columpio doble que había frente a las parcelas, mirando los colores del ocaso, recargado sobre el pecho de Leonel. 

 

No sabías exactamente lo que iba a decirte, pero sí suponías el rumbo que tenía. Después de todo, momentos antes habías intentado besarlo en los labios y él “accidentalmente” lo impidió girando su cabeza con sutileza.

 

—Él es psicólogo y bueno… me comentó de un psiquiatra que trata con adolescentes…—Ni siquiera habías escuchado todo cuando ya te habías separado bruscamente de él, como si te quemara.

 

—¡No soy un loco!—gritaste, aunque ni tú mismo podías creerte eso.

 

—¡Nunca quise decir que lo seas, Anibal!—te dijo Leonel.

 

Y dijo otras cosas también. Alegaba que había mucho que tenías que sanar. Aunque lo único que tú oías era a Leonel buscando la oportunidad de deshacerse de ti. Pasarle la responsabilidad a alguien más…

 

—¡Sólo pienso que él podría ayudarte mejor que yo!

 

Fue lo último que le escuchaste decir antes de que le pegaras un puñetazo con todas tus fuerzas, tirándolo al piso. No sabes que tanto daño le hiciste aquella vez, aunque te pareció ver una hebra carmín que bajaba desde su nariz hasta su barbilla segundos antes de que te fueras corriendo.  

 

Lastimado o no Leonel fue detrás de ti. Podías escuchar sus pasos persiguiéndote a lo lejos, ya que le llevabas ventaja y para su mala suerte, tú siempre fuiste muy ágil, por lo que no tardaste en perderlo luego de que cruzaras una carretera, la cual sirvió para separarlos aún más.

 

No dejaste de correr ni siquiera cuando no viste a tu hermano por ningún lado, sintiendo tu corazón bombeando sangre furiosamente, estrellándose contra tus costillas como si quisiera escaparse de tu pecho.

Había una maraña de emociones que se agolpaban dentro de ti. Furia, dolor y mucho pero mucho medo…

 

¿Qué sucedía ahora? Te habría gustado tener el libro de Dios en el que se escribía tu vida y echar una ojeada al final.

 

Sólo te quedaba pensar en ti mismo… Hacer memoria…

 

 

 

- 3 -

 

 

Desde niño habías sido diferente…

Antes de que tu tío te violara a ti ya te gustaba matar animales. Y te gustaba porque era lo único que hacía latir con fuerza tu corazón. Lo único que podía llenar con algo el vacío de tus sentimientos.

 

Matabas a las gallinas del rancho, en el corral, haciéndolas sufrir hasta que poco a poco la vida se les escapaba con la sangre que escurría fuera de sus cuerpos. Encontrabas una satisfacción enferma en eso, en una escena que parecía haber sido sacada de una pesadilla.

 

Los plumones de las gallinas flotando en el corral como copos de nieve, tus manos cubiertas de sangre. Era un placer secreto que dejo de ser secreto en el momento en que tu hermano Leonel entró a recoger los huevos topándose con esa imagen.

 

Ni siquiera te esforzaste en ocultar nada cuando te descubrió. Pensaste que se pondría como un loco, que le hablaría a tu padre y éste te agarraría a cintarazos.

Tu padre te tomaría de los cabellos y te gritaría—: ¡¿Qué te pasa?! ¡¿Estás loco?!—mientras te golpeaba.

Psicológicamente ya te estabas preparando para eso. Sin embargo, para lo que nadie te preparó fue para lo que de verdad sucedió.

 

Apenas si pudiste creer que Leonel te estaba ofreciendo una sonrisa, una incómoda y fingida quizá, pero una sonrisa después de todo.

 

—Está bien, está bien—repitió varias veces—. Nadie tiene por qué enterarse.

 

Y entonces, lo miraste hacer un agujero en el piso para enterrar al animal muerto.

Sus palabras se quedarían grabadas en tu cerebro como el fuego.

 

—Este será nuestro secreto ¿está bien, hermano?

 

Desconcertado asentiste como pudiste, reparando en cosas que poco tenían relación con lo que estaba ocurriendo.

Recuerdas haberte fijado en las pestañas largas de tu hermano, en sus irises color miel, en esos labios rosas, delgados, en las pequeñas cicatrices que tenía en las manos… En su pecho firme y bien torneado para un adolescente…

 

Aun te preguntas si había sido entonces que te habías enamorado de él, o si quizá eso sólo fue el empujoncito que te llevó a reafirmar tus sentimientos.

 

Ahora, al borde del puente que te separaba del canal, desearías que tu hermano no hubiera sido tan bueno contigo; así no habrías tenido que jamás que lidiar con esos sentimientos tan turbios, o al menos eso pensabas, al ver hacia abajo, a donde el agua corría haciendo pequeños surcos en la superficie debido a la corriente.

 

Miraste una hoja caer, siendo arrastrada rápidamente hasta perderse de vista y te preguntaste que se sentiría ser esa hoja. Caer ahí mientras la fuerza del agua te empujaba lejos y los remolinos del fondo te arrastraban hacia abajo, donde crecían hierbas que se te enredaban en los pies; sentir que el aire te faltaba, cada vez con más urgencia y tratar de salir, manoteando desesperadamente hasta que finalmente tus fuerzas iban abandonando tu cuerpo y comenzabas a tragar agua en un vano intento por respirar.

 

El pensar todo ello provocó que unas gruesas lágrimas salieran de tus ojos y cayeran al agua…

 

En esos momentos pensabas que querías ayuda, pero que irónicamente no querías ser ayudado por nadie… Pensabas en Leonel y en su estúpida sonrisa, con sus manos manchadas de sangre por haber enterrado a tu gallina… Pensabas en el inmundo de tu tío que te violó y en cómo te había gustado cuando lo hizo, hasta que siendo un poco mayor te enteraste de que aquello que te hizo no era ningún juego, como él te había hecho creer, sino que te había ultrajado… Y te había ultrajado mientras tú… Pensabas en Leonel…

 

Con tu mirada cada vez más perdida comenzaste a escalar el parapeto del puente, posando tus pies con cuidado por el angosto filo que quedaba entre aquella barandilla y el vacío, sintiendo la brisa húmeda acariciando tus cabellos. Y allí, a menos de un paso de caer al canal, lloraste con mayor ímpetu.

Tratabas de no imaginar el rostro de Juliancito deformado en llanto al enterarse de tu muerte, en sus pequeñas manos cubriendo su boca acallando un grito silencioso, lleno de dolor… Él aún era puro, a diferencia tuya… No querías hacerlo sufrir pero estabas convencido de que era lo mejor… Tristemente hacías mucho más daño vivo que muerto...

 

Por eso decidiste que era momento de dejar de pensar y simplemente dejarte caer y estabas a punto de hacerlo cuando de pronto un grito te sobresaltó. No tenías que voltear para saber de quien se trataba. Leonel. Su voz era inconfundible. Venía corriendo hacia el puente gritando tu nombre, te rogaba porque no lo hicieras, su rostro estaba descompuesto en llanto y desesperación… No era la primera vez que lo veías así…

 

Tu mente evocó el recuerdo de ti con el cuchillo… El mismo cuchillo que usabas para matar a las gallinas, hundiéndose en la piel de tu muñeca. La cara de Leonel al verte hacerlo era la misma que ahora…

 

En aquella ocasión él te había detenido tomando el cuchillo por el filo… Ya no querías hacerle más daño, pero aparentemente dejarías de ser tú mismo si eso pasaba… Irónicamente siempre habías lastimado más a quien más amabas…

 

Así había sido desde el principio. Cuando recién descubriste tus sentimientos por tu hermano comenzaste a tratarlo como basura… De todos tus hermanos, trataste como basura a Leonel… Con quien más tendrías que estar agradecido…

 

Y es que desde que tu madre murió tu familia no fue la misma. Cambios drásticos tuvieron que ser realizados en el núcleo donde vivías. Tu padre llevó a tu hermano mayor, Leandro a trabajar en las fincas y casi nunca ya veías a ninguno de los dos. Leonel en cambio se quedó en casa contigo y con Julián, jugaba con ambos, los ayudaba con sus tareas, hacía la comida y básicamente ocupó el lugar de tu madre… Tu hermano como podía hacía que las cosas en casa funcionaran.

 

Pero tú te convertiste en un ingrato. Criticabas todo lo que hacía, despreciabas su comida y decías que sabía horrible y, no conforme con ello, en varias ocasiones pusiste a tus hermanos y a tu padre en su contra y saboteabas sus cosas.

Cualquier otro te habría puesto en tu lugar, dándote una bien merecida paliza, pero no Leonel. Leonel era demasiado paciente, demasiado sumiso quizá para hacerte daño, sólo aceptó todas las cosas malas que tú le hacías y cargó con ellas en silencio.

 

No sabías como podía quererte…

 

—¡Anibal, por favor bájate de ahí!—te suplicó acercándose cautelosamente al puente, temeroso de que algún movimiento en falso pudiera hacerte brincar.

 

—No—dijiste tú simplemente, sin siquiera dignarte a mirarlo. No tenías la intención de bajar, o bueno, podría decirse que sí, aunque no como a tu hermano le hubiese gustado.

 

¿Qué habían pasado con todas las demás palabras? ¿Con todo lo que querías expresarle antes de no volver a verlo nunca más? Nada de eso salió de tu boca… Siempre fuiste tan serio, en casa decían que eras como un fantasma… Quizá por eso tu tío te eligió a ti por sobre los demás, porque sabía que ya eras de por sí un bicho raro… Nadie notaría si de pronto te ponías más serio…

 

—Anibal, p-por favor, n-nunca qu-quise insi-nu-nuar qu-que esta-bas loco ni na-nada por e-el es-ti-tilo—la voz de Leonel salía desgarrada y se quebraba dolorosamente—… S-só-lo pe-pen-sé qu-que podría a-a-ayudarte p-p-pla-ticar c-con a-al-guien m-más… P-por fa-vor… s-sólo vol-vamos a ca-casa…  

 

—Lo siento…

 

Lo sentías… En eso se resumió todo tu barullo mental. Siempre tan lacónico, hasta en tus últimos momentos. Al menos habías sido sincero, pensaste desprendiéndote del barandal, escuchando inmediatamente al hacerlo un destrozado grito de fondo.

 

Sin embargo, ya no había vuelta atrás… Tu cuerpo ya estaba en el aire y habías empezado a caer al vacío como en cámara lenta, algo que te dio la oportunidad de notar la suave brisa fresca sobre tu rostro, además de esa extraña sensación en el estómago que sólo se logra al no estar apoyado en ninguna parte mientras flotabas, hasta que el canal recibió tu cuerpo con un fuerte estallido.

 

 

- 4 -

 

 

Estar ahí inmerso era tan horrible como te habían contado. Era una sensación como el de ser una pequeña figurita insignificante a la merced de esas aguas frías, insensibles a la vida que estaban arrebatando de tu cuerpo con esa fuerza natural, malévola y sin consciencia.

 

Un miedo atroz se había apoderado de tu alma estando allí, un miedo que creías extinto en ti mismo irónicamente aparecía cuando menos posibilidades había de sacarte de ahí. Era el miedo a la muerte.

 

Siempre oíste hablar de los suicidas y cómo irremediablemente sus almas terminaban por convertirse en el combustible del infierno. Ese pensamiento logro abstenerte de hacerlo muchos años, hasta que finalmente el miedo fue tan poca cosa comparado con tu dolor que dejó de tener relevancia. Entonces, ¿Por qué aparecía ahora nuevamente?

 

Tus manos se retorcían como desquiciadas mientras tu cuerpo luchaba contra tu voluntad tratando de volver a la seguridad de la superficie al sentir que el oxígeno se le agotaba.

 

Frustración y horror, esas palabras apenas si podrían darle una idea a alguien de cómo te sentías cuando tu cuerpo y tu cerebro mantenían una lucha por un conflicto de intereses donde, por un lado tu ser consciente deseaba terminar con todo y por el otro tu cuerpo, ese sistema autónomo inmerso en instintos, deseaba salvarse.

 

Toda esa conmoción te absorbía cuando de pronto una variable más llegó para sumarse cuando otro estallido sacudió las aguas, estampando una onda contra tu cuerpo. Gracias a que el agua era cristalina pudiste tomar consciencia de lo que ocurrió, enfrentándote a una imagen que formó un vacío en tu pecho.

 

Leonel acababa de lanzarse al canal, intentando infructuosamente de nadar a ti con todo su esfuerzo, siendo desviado una y otra vez por la turbulencia del agua.

 

Nunca pensaste que fuera tan tonto como para arrojarse tras de ti...

 

Su imagen desapareció de tu campo de visión siendo reemplazada por la de las algas del fondo y obscuridad cuando dos corrientes de agua de encontraron violentamente formando un remolino que te alejó de él.

Y fue entonces que entre todo el miedo que sentías atestiguaste el alumbramiento de otros sentimientos. Estabas enojado; frustrado y habrías llorado de haber podido hacerlo y era que eso último no debió de haber sucedido nunca.

 

Se suponía que no lastimarías más a Leonel… Pero sin querer lo habías terminado encaminando por la senda de la muerte.

 

Oh sí, por la senda de las gallinas y los gatos muertos y los cielos grises, esa misma que desembocaba en el suicidio.

 

“¿Por qué?” Era la única pregunta que persistía aun después de estar experimentando aquella desgarradora sensación de pesadez y ardor en el pecho por el agua llenando tus pulmones y ese horrible dolor que tenías en la mitad de la cabeza.

 

¿Por qué no podías lograr que nada te saliera bien? ¿Por qué? ¿Por qué? ¿Por qué? ¿Por qué Leonel tenía que ser siempre quien pagara por los platos rotos?

 

Querías pedirle perdón por todo… Aunque sabías que nunca podrías… El final estaba ya tan cerca…

 

Con la poca consciencia que te quedaba pudiste sentir que Leonel había logrado llegado hasta ti, envolviéndote con sus brazos. Él todavía estaba luchando por salir de allí, era quizá lo más triste, que no se daría por vencido. Y era triste porque sería en vano, tú lo sabías. Aunque Leonel tuviera la fuerza suficiente para llegar hasta una orilla la piedra estaba demasiado lisa para poder sujetarse. Los dos morirían…

Al menos no te irías solo, supusiste triste, algo que sólo te consoló a medias porque muy dentro de ti entendías que después de esto no irían al mismo lugar…

 

Ese fue el último pensamiento que tuviste en sus brazos, sintiendo como cada célula de tu cuerpo ardía y moría mientras poco a poco tu consciencia se iba disolviendo en esas perversas aguas…

 

 

- 5 -

 

 

¿Cuántos años han pasado ya?, te preguntas a veces, mientras ves hacia abajo, desde el puente hacia el canal. Y es que nada parece haber cambiado, pero muchas cosas lo han hecho.

 

Para empezar, el viejo camino de tierra que recorrían tus hermanos y tú ahora está pavimentado y te da la impresión de que hay mucha más gente que la que solía haber.

 

Piensas que pueden haber pasado cincuenta años, pero igual y pudieran haber pasado más. Aquel lugar no parece estar despoblado ya, de hecho hay una carretera a un lado por donde pasan muchos autos con todo ese ruido que te molesta.

 

Lanzas un suspiro al aire, a ese aire que ya no se ve tan puro e inocente como cuando tu hermano y tú vivían allí y el cielo tenía todos sus colores y en las noches miles de estrellas lo adornaban.

Y sin embargo ahí sigue estando el canal y el puente, piensas con cierta amargura, mirando hacia aquellas aguas que ya mucho tiempo atrás les arrebataron la vida a los dos. 

 

Cuando estabas vivo pensabas que había un cielo y un infierno y que definitivamente tu irías a este último al haberte suicidado, más tú sólo apareciste ahí después de lo que ocurrió, sin poderte mover de esa zona, como si algún ser superior que supones existe estuviera esperando a que resuelvas el acertijo para poder irte. Debes aclarar que no estás a nada de resolverlo de ser así…

 

Pasas las tardes allí de pie en el puente sólo pensando en el último momento de tu existencia…

 

Algunas personas han logrado verte una que otra vez. Te encanta la mueca de terror en que se vuelven sus rostros y como se les erizan los vellos de la nuca, aunque lo que más te gusta es que eso ha suscitado una leyenda.

 

La has escuchado por partes hasta tenerla completa, de las voces de la gente que con miedo acompañadas atraviesan el puente.

La gente dice que en los años cuarenta había dos hermanos que se mataron en el canal, según quien cuente la historia ustedes intentaron nadar en el agua, o bien tú habías decidido nadar y al comenzar a ahogarte tu hermano fue a rescatarte enfrentando su propia muerte. La gente no tiene idea del trasfondo de su historia, de su romance prohibido, de tu locura, pero eso estaba bien. Eso no es lo importante que la gente dice, lo importante era que las personas dicen haber visto a los dos hermanos…

 

Apenas si podías creerlo lo primera vez que lo escuchaste… Al decir los dos, significaba que Leonel también andaba por ahí, quizá igual de perdido que tú… No obstante, en todos esos años nunca lo has vuelto a ver.

 

Te preguntas si acaso es porque de alguna manera ambos están separados por una dimensión diferente o si simplemente tu hermano está enojado contigo por haber sido el causante de sus muertes…

 

No lo sabes. Lo único que haces al preguntártelo es mirar hacia abajo y pedirle perdón, con la esperanza de que quizá, algún día él aparezca del otro lado del puente, con esa sonrisa radiante que lo caracterizaba y entonces, camine hacia ti, tomando tu mano, aferrándola con fuerza y te conduzca por el camino… Como si el tiempo no hubiera transcurrido… De vuelta a casa…

 

 

 

 

FIN

 

          

Notas finales:

Si han llegado hasta aquí es porque leyeron toda la historia. 

Debo admitir que tengo algo de miedo de que no les guste y nadie comente nada (jeje, uy que nervios)

Espero les haya gustado. De ser así, me encantaría que comentaran, eso me daría la seguridad para poder incluir en la página más de mis trabajos, sabiendo que voy por buen camino :)

 

De antemano gracias por leer!! :D 


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).