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Guía práctica para tratar con un idiota y no enamorarse en el intento por ZAHAKI

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Notas del fanfic:

Muy bien, muy bien. Hola a todo el mundo ;D Como pueden ver, esto es otro GinZura, o al menos intenta serlo, pero no es como mis demás fics. Antes de leer, hay varias cosas que quiero mencionar:

1.-El nombre real es "Guía práctica para tratar con un idiota y no enamorarse en el intento". Muy Gintamesco ¿no? El nombre hace referencia precisamente a eso "Una guía", está basado en una tabla de 10 frases o dichos que tomé de la comunidad "Retos a la carta" de Livejournal para crear una situación que represente una especie de consejo de lo que se debería o no debería hacer. Esto puede ser interpretado de muchas maneras de cualquier modo.

2.-NO Será long fic. Tendrá 10 capítulos, sí, pero serán de corta extensión entre drabbles, viñetas y one-shots. Los tengo escritos todos al menos en estructura e idea, pero no significa que en las ediciones se amplíen o que en su defecto, queden prácticamente igual.

3.-Entre las advertencias, agrego que tendrá temática yaoi y slash, pero también puede tener menciones de relaciones heterosexuales. Recuerden que hay personajes femeninos y planeo usar algunos para poder potenciar otras situaciones. Por otra parte, habrá mucho lenguaje soez, sino, no sería Gintama.

4.-Ninguna situación es especialmente canónica, sólo está basado en el universo y lo que se cree que podía pasar de acuerdo a los datos reunidos del mismo como es el caso de travestismo, terrorismo, discriminación racial y otros.

5.-Cualquier parecido con la realidad es mera coincidencia y escribo esto sin ánimos de lucros, sólo por diversión.

Disclaimer: Gintama y sus personajes pertenecen a Hideaki Sorachi.

Guía práctica para tratar con un idiota y no enamorarse en el intento

By: Zahaki

Paso 1.- A mal tiempo, buena cara.

La codiciada máquina expendedora, le devolvió su reflejo. Ataviado con una expresión lo suficientemente pensativa como asumir que quien se encontraba en las oscuras calles del Distrito Kabuki no podía ser Sakata Gintoki, no obstante, no era otro más que él. El Yorozuya, que con penetrante seriedad, se encontraba reclinándose varios centímetros hacia adelante, contemplaba con extrema atención los productos que aquel curioso objeto exponía para el deleite de los consumidores.

Es preciso destacar que la estación en la que se desarrollaba tan curioso evento era verano —uno tortuoso, por cierto—, y por tal motivo, la temperatura había aumentado una cantidad considerable de grados que latigueaban su cuerpo con intensas olas de calor. A pesar de que la noche estuviera algo avanzada, no pudo evitar que las gruesas gotas de sudor empaparan su rostro y el resto de su cuerpo, provocando a su vez que las diferentes capas de su vestimenta se adhirieran a su piel.

Pese a la nada deseada caminata desde su residencia, el peso de sus ropas por la molesta humedad y la somnolencia que indicaba la necesidad de un buen sueño; había un serio dilema perturbando los sonidos de sus pensamientos. La resolución y facilidad con la que usualmente hacía sus cosas, se vio quebrantada con una tremenda facilidad. Seguramente el calor estaba sancochando su cerebro y he aquí los estragos del mismo.

El problema de ese caluroso y fatídico enigma radicaba en una decisión. Una decisión trivial para muchos pero vital para este veterano de guerra. Volvió a mirar los anhelados productos con expresión seria, como el que contiene la respiración observando una presa antes de lanzarse a su caza (para mayor referencia, consulte los primeros volúmenes de Hunter x Hunter). Agudizando su mirada, la dirigió a una caja blanca con llamativas decoraciones de fresas, el mayor de todos sus vicios, y luego la desvió hacia otro producto menos atractivo para su necesidad de glucosa pero sumamente necesario para aplacar la sed que llevaba consigo desde tempranas horas.

—150 la leche de fresas —dijo para sí mismo mientras llevaba el arco de su mano a su barbilla— y 200 el té helado—continuó moviendo las pupilas hacia el otro envase.

Encima sólo llevaba lo suficiente para uno de éstos y la idea no le agradaba en lo absoluto. ¿Por qué la gente trabajadora no podía comprarse dos bebidas? Decir que era frustrante sería ridículo. ¿Cómo iba el amante de la azúcar a cerrar el día sin su preciado líquido rosado? El elixir de los dioses, la fuente de su eterna juventud.

—¡Maldición! —exclamó removiéndose el cabello.

Ahora se arrepentía de haber permitido que Patsuan se llevara gran parte de las ganancias para hacer la recarga de una despensa deficiente en azúcares. Gintoki comenzaba a irritarse con la simple idea de pasar días comiendo cosas salobres, o peor, quemadas gracias a las inútiles manos hogareñas de Kagura.

¿Y si lo arrojaba a la suerte?

Gintoki observó su moneda y la giró entre los dedos. Después de todo, debía estar pagando alguna especie de karma o quizás Dios, Buda o el que sea, intentaba impedir que se suicidara por el exceso de azúcar. De ser así, la respuesta que buscaba podría encontrarla en el azar. Decidido a resolver el enigma de una manera sencilla y sin arrepentimientos, colocó su diminuto capital sobre el pulgar que sería su palanca, y sin pensarlo mucho, lo levantó con fuerza haciendo que el objeto girara una cantidad considerable de veces en el aire.

—Ya veo que perdiendo el tiempo como siempre, Gintoki.

—¿Qué? —el Yorozuya no se había percatado que ya no se encontraba solo, y lo que aún era peor, que la persona más molesta viniera a interrumpirle en un momento tan crucial. A nada estuvo de replicar por la presencia de su no deseado acompañante cuando un sonido, mejor dicho, un tintineo, detuvo sus intenciones. El horror comenzó a apoderarse de las facciones del albino quien ignoró a Katsura y se limitó a observar el polvoriento piso con la desesperación deformándole la habitual expresión de pez muerto.

—Eres patético —continuó el líder Joui al ver como su ex compañero de armas se tiraba al suelo y comenzaba a tantear en la frenética búsqueda de su moneda.

Gintoki, profundamente dolido por la pérdida, saltó como resorte y se plantó frente al rostro de Katsura, quien se mantuvo indemne e indolente en su posición.

—¡¿Tienes idea de lo que acabas de hacer, Zura?! ¡¿Cómo piensas compensar este ultraje?!

El aludido se mantuvo exactamente igual que diez segundos atrás—No es Zura, es Katsura —porque la aclaración jamás podía faltar, y agregó:— y no hay mayor ultraje que tu cabello, Gintoki.

Gintoki comenzó a sopesar los años que pasaría en prisión por asesinato. Zura se lo estaba buscando, lo sabía, abusaba de la buena voluntad de Gin-san para no despacharlo al otro mundo y dejar a Edo sin el nuevo amanecer ese del que tanto hablaba.

—Al menos deberías comprarme algo ¿no? —de alguna manera debía sacar provecho porque no respondería de sí mismo si Zura no le compensaba de alguna manera.

—¿Te unirás a la causa?

¿Hasta cuánto era que había que contar para calmarse? Es más, ¿tan siquiera podría lograrlo?

—Tenemos viernes de películas mudas en la base. Nos divertiremos con la videocasetera que conseguimos, Gintoki.

Imposible.

Imposible era que aquél que se supone que era el líder de una facción rebelde insistiera creyendo que semejante antigüedad atraería la atención de alguien que llevaba meses deseando un reproductor de Blu-Ray. Imposible era que aún siguiera conteniéndose de partirle la cara al idiota que tenía al frente y más imposible era que Katsura conservara esperanzas de que Gintoki accediera a unirse al Jouishishi.

Pero más imposible le resultaba a Gintoki esperar algo que él mismo no entendía y dudaba que algún momento llegara a entender.

Katsura siguió impasible en la espera de una respuesta para luego deviar su mirada a la máquina a la que Gintoki llevaba rato haciéndole compañía. Dejó ir un suspiro derrotado mientras se acercaba depositando una moneda para proceder a presionar dos botones antes de darle a comprar. El aparato ronroneó varios segundos y al caer los artículos, el moreno se inclinó tomándolos del compartimiento. El Yorozuya no dejó de observarle con desconfiada ansiedad, notando que Katsura estaba más irritante que de costumbre.

De cualquier modo, no hubo tiempo de comprobar las intenciones del terrorista porque no había alcanzado a enderezarse cuando las sirenas policiales irrumpieron con su molesto ruido en el ambiente. Para Gintoki fue imposible observar con molestia a Katsura al mismo tiempo que éste chasqueaba la lengua y musitaba un “Qué perros más insistentes”.

—¿Venías huyendo del Shinsengumi y en vez de ir a ocultarte te quedaste haciendo vida social? ¿Eres idiota o simplemente te encanta poner en riesgo tu libertad?

—No es idiota, es Katsura —corrigió—. Sé que algún día me dirás que sí —se justificó Katsura sin mostrarse alterado a pesar de que el sonido de las sirenas se hacía más fuerte a cada instante—. Te vi tan tranquilo que temí desperdiciar la oportunidad.

Ante tal respuesta, lo primero que tenía que hacer era calmarse. Se tomó un par de segundos para restregarse la cara y de paso, retirar la transpiración que había incrementado considerablemente. Tal vez algún día, Gintoki podría entender qué carajos había en la cabeza de Katsura Kotarou y tal vez podría encontrarle lo beneficioso a tenerlo en su círculo.

Sin embargo, ése no sería el día y tampoco sería el día en que dijera que sí a una causa dirigida por ese idiota.

Decidió dejar ese complejo asunto para un futuro lejano y tomando la muñeca del patriota, se adentró por numerosos callejones, girando en diferentes direcciones en el laberíntico distrito de los suburbios a los que pocos se atrevían a ingresar. Katsura insistió en ir por los tejados, pero Gintoki le pidió —en realidad, ordenó— que cerrara la boca y se dejara conducir bajo desagradables amenazas que se volvieron gruñidos inentendibles a medida que avanzaban.

Milagrosamente, Katsura obedeció y le siguió sin objetar más.

Mientras el Yorozuya recorría las sinuosas callejuelas y sentía la respiración pesada y cansada del patriota a su espalda, reflexionó en lo que hacía y no encontró una excusa que justificara la manera en la que terminaba ayudando al idiota cada vez que tenía un problema con la policía, que no perdía oportunidad en tratar de darle caza.

En algún momento y sin darse cuenta, habían logrado perderles la pista a los ladrones de impuestos y fue en ese entonces que Gintoki se permitió relajarse apoyando las manos en sus rodillas por la constante carrera que había mantenido.

—Estoy seguro que serías un buen elemento para nuestra causa…—observó Katsura con suavidad y Gintoki advirtió que parecía llevar un buen rato en la labor de huir porque se mostraba cansado como no era usual verle.

—Ya te dije que no pienso unirme a ninguna causa.

—¿Ni siquiera porque la dirija yo? Te ofrezco ser el segundo al mando y dotación semanal de leche de fresas.

—Menos quiero unirme si tiene un idiota como líder —replicó sin un ápice de duda.

Katsura no respondió inmediatamente, pero en el proceso su respiración se había regularizado lo suficiente como para permitirse enderezar la postura a pesar de que no alcanzaba por completo la estatura de su ex compañero y adoptó toda la solemnidad que por lo general se encargaba en reunir aunque sus comentarios terminaran dañando cualquier esfuerzo en mostrarse serio.

—No pienso rendirme —reiteró extendiendo un maltrecho envase de leche de fresas que terminó dejando con insistencia en la mano del que le había vuelto a salvar el pellejo—. Así que prepárate, Gintoki.

Y antes de que el aludido pudiera rebatir semejante afirmación, Katsura se encontraba trepando por los ventanales hasta posarse como gato sobre los tejados y perderse en la abrigadora oscuridad de Kabuki.

Gintoki al cabo de unos segundos, exhaló fastidiado, observando unos instantes el improvisado rumbo que había tomado el samurái anticuado para luego reparar en el objeto causante del desenlace de aquella disparatada noche, y sin dejarse infortunar más por los comentarios de Katsura, abrió la caja para llevarla a sus labios y reanudar el camino hacia la Yorozuya, la cual posiblemente se encontraría sumida en la oscuridad que venía con las horas de sueño.

La próxima vez, sin duda recordaría despachar al idiota antes de que se presentara alguna eventualidad similar. No obstante, sabía que semejante sentencia era una amenaza sin efecto y sólo dada por la molestia que le causaba la particularidad que envolvía cada caso en el que Katsura hacía acto de presencia y que de alguna manera u otra terminaba inmiscuyéndole. Puede que se enajenara y arremetiera con improperios hacia su camarada, pero al final de cada jornada, una sonrisa surcaba su rostro ante las inesperadas hazañas del que fue su compañero durante mucho tiempo.

Notas finales:

Espero que haya sido de su agrado a pesar de lo sencillo.

A pesar de que los capítulos están prácticamente listos, no tengo definidas las fechas de actualizaciones, pero con comentarios podían motivarme a que sean rápidas :'D.

Por otra parte, si quieren potenciar el amor GinZura, pueden agregarme.


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