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Por tenerte a mi lado por Kikyo_Takarai

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Notas del fanfic:

Ya que tengo varias historias en proceso decid{i no publicar esta hasta que estuviera terminada, para asegurar su actualización periodica. Pero no puedo resistirme con tantas ideas en la cabeza.

Notas del capitulo:

Mientras corregía mis otros fic está idea llegó a mi, no puedo evitar que este par me de tanta inspiración.

Había un par de cosas de las que Will se arrepentía, por ejemplo: tenía 16 años cuando perdió su virginidad, en una fiesta con todos sus amigos, incapaz de resistir a ese apuesto Alfa de intercambio, el tipo de muchacho (rico, guapo, alto, extranjero) que jamás se fijaría en él sin la influencia del alcohol y sin ofrecerle algo a cambio. Si su acompañante era así o no Will nunca lo supo, no iban a la misma escuela y jamás intercambiaron teléfonos, o nombres completos, así que para Will la cosa fue más como un sueño, un cuento de hadas.

Pero no fue un cuento con un final feliz. Su extraño se había ido al día siguiente, no que Will lo quisiera ahí, sabía que era alguna especie de diplomático y se metería en problemas. Trató de disimular los cambios en su cuerpo pero fue muy difícil, especialmente de su padre que rápidamente descubrió lo que su hijo había hecho.

Will tenía una mordida en el cuello, no era una marca oficial, no se había hecho durante el celo, pero era lo suficientemente clara como para que todos supieran que Will había estado con un Alfa que intento reclamarlo, que no era virgen. Fue como un estigma que mantuvo bien lejos a los pretendientes. Aquello habría alegrado a su padre si tan sólo la suerte no hubiera sido aún peor cuando Will descubrió un mes después que estaba esperando un bebé.

Muchos Omega, especialmente los más jóvenes podían quedar embarazados fuera del celo, pero era mucho menos común, indudablemente Will había tenido mala suerte en esa única ocasión en la que se había entregado a sus impulsos carnales.

Lo primero que hizo su padre fue gritarle, le dijo que era un irresponsable, un desconsiderado, un malagradecido al que le habían dado todo y ahora terminaba deshonrando a la familia. Luego se había calmado y se había sentado en la silenciosa sala de estar con su hijo a meditar sobre lo que harían a continuación.

Bill Graham no era bueno hablando sobre sentimientos, y no tenía idea del profundo miedo que Will sufría, podía ver sus ojos húmedos, incapaz de concebir un mundo en el que tendría un cachorro de un Alfa al que nunca volvería a ver. No se supone que las cosas sucedan así, no se supone que dos personas que deberían estar juntas para siempre se separen, no que Bill quisiera que su hijo fuera marcado mucho menos preñado mientras era tan joven, pero lo había asumido desde que nació Omega. Fuera lo que fuera que Will decidiera Bill confiaba en haberlo criado para tomar la decisión correcta.

Will consideró todas las opciones a medida que el pánico abandonaba su cuerpo. Primero pensó en el aborto, no tenía edad de cuidar a un niño, él mismo apenas había cumplido 16, no tenía idea de cómo cuidar un bebé, pero desechó la idea finalmente. Aquél error había sido suyo, su hijo no tenía por qué pagar por ello. A los 5 meses desechó la idea de darlo en adopción. Cuando estaba sentado comiendo con Beverly a la hora del almuerzo y sintió a su bebé moverse por primera vez se dio cuenta de que no podía dárselo a nadie más, era suyo y lo cuidaría, le daría todo lo que pudiera sin importar que tuviera que hacerlo solo.

Ya habían pasado 8 años de eso. Había dado a luz una niña, Abigail, con hermoso cabello castaño y los ojos azules intensos e inteligentes de los Graham. Abigail era Beta, para traerle tranquilidad a su padre, era una niña alegre y tranquila y que adoraba los perros y el helado de chocolate. Will la amaba con todo su corazón, su hija era lo único que tenía que le daba verdadero sentido a su vida.

Su padre había tenido razón en algo, ningún Alfa querría acercarse a Will, ningún Alfa quiere un Omega a medio marcar y mucho menos con el cachorro de alguien más. A Will eso le parecía bien, no necesitaba un Alfa para criar a Abigail y si bien sus amoríos con Betas tampoco habían formalizado no deseaba una vida en pareja. Deseaba ese Alfa de sus días de preparatoria que nunca volvería a ver, pero era un sueño imposible que jamás expresaba en voz alta.

Muy recientemente había comenzado un cortejo con un Alfa unos años mayor que él, pero se tomaba las cosas con calma y al hombre no parecía importarle ni su pasado ni el que tuviera una hija de un desconocido. Tal vez ahora Abbie tendría una familia más grande.

Su padre había sido muy generoso con Will y Abbie, adoraba a su nieta y a su hijo a pesar de sus errores, cuando Will terminó la preparatoria le dio trabajo en la librería de su familia y Will continuaba trabajando ahí, no sería una carrera muy lucrativa, pero le permitía mantener un departamento y una niña pequeña, además de que heredaría la tienda algún día, y Abbie después de él.  Con un poco de trabajo duro ella iría a la universidad y tendría un mejor futuro. Aunque a sus 24 años Will era muy joven para estar resignado, con una niña de 7 no podía darse el lujo de aspirar a nada mejor.

El camión de la escuela dejó a Abigail a dos cuadras de la librería, Will fue por ella y comieron juntos en un pequeño restaurante cerca de ahí, luego Abigail acompañaba a Will a su turno de la tarde, hacía su tarea en la librería y se sentaba a leer o a jugar con los niños que iban de compras con sus padres. A nadie sorprendía que Abigail fuera tan buena leyendo a pesar de ser apenas una niña, pasaba todo el día entre libros, y realmente lo disfrutaba. Además así podía estar con su papi y con su abuelo.

 Abigail sabía que lo normal era tener dos padres. Un papá y una mamá, o dos mamás o dos papás, pero ella sólo tenía a su papi. Will jamás hablaba de su padre y no tenían fotografías, Abigail quería saber de él, pero cuando preguntaba su papi se ponía triste y ella no quería ponerlo triste.

Nadie en su familia rezaba, pero si le hubieran enseñado a hacerlo Abigail habría pedido encontrar a su papá y que se quedara con ella para siempre.

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Del otro lado del mundo las cosas para Hannibal Lecter habían sido muy cómodas.  A veces el mismo creía que demasiado. Su padre era Conde en un poblado en Lituania, y su pequeña hermana de apenas 7 años sólo había unido aún más a la pequeña y feliz familia de aristócratas.  Había estudiado psiquiatría, a pesar de que nadie en su familia se dedicaba a la medicina, pero no tenía intención de estudiar otra cosa aun cuando heredara el título de su padre.

No le preocupaba su futuro, tenía muy en claro lo que iba a suceder, pero su pasado lanzaba toda clase de dudas. Recordaba muy claramente sus días como estudiante en una escuela americana cuando estaba en la preparatoria, y recordaba aún más claramente al precioso Omega que había hecho suyo una noche de fiesta de la forma más inadecuada. Recordaba incluso haberlo mordido, marcándolo torpemente, pero eso fue antes de saber que sólo una mordida durante el celo generaba un lazo, el tipo de lazo que podría ayudarle a dar con él cuando había sido tan tonto como para olvidar preguntarle su nombre completo.

Will. No sabía si era sólo Will, si era William, o cuál era su apellido. Se arrepentía profundamente de haberle dejado atrás. Cuando se fue esa mañana pensaba volver por él, su familia tenía otras ideas y no había tenido el valor de contradecirles. Ahora estaban todos de vuelta en américa por un año y no tenía idea de dónde comenzar a buscar. Su pequeño Omega de ojos azules podría estar en cualquier parte del país, su marca no era más que una cicatriz cualquiera sobre su cuello, cualquier Alfa habría podido destrozarla en segundos y plantar la suya durante el celo para apoderarse del muchacho. Podría estar felizmente casado o haberse mudado a otro país. Pero tendría que intentarlo, llamar a los amigos que había hecho en esos días y averiguar lo que ellos sabían de Will. Fuera como fuera aquél era el único error que Hannibal reconocía en su vida, y tenía pensado cambiarlo.

Daba vueltas por la habitación, pensando en cuál sería su primer paso. A su lado Mischa ojeaba un libro de cuentos y hacía un puchero.

—Hanni…

— ¿Qué sucede, mazasis

—Hanni este libro es aburrido… ¿Podemos comprar uno nuevo? Uno con dibujos bonitos y muchos cuentos. —Preguntó la niña, lanzando su libro viejo sobre la cama y mirándole con ojos suplicantes.

—Mischa, es tu libro favorito. —Argumentó, devolviéndolo al librero.

—Pero ya hemos leído todos los cuentos, Hanni… ¡Anda! ¡Me aburro!

—Mischa, Padre y Madre van a molestarse si saben que te compre algo más, la semana pasada compramos ese vestido, ¿recuerdas?

—Por favor, Hanni… Sólo un libro…

—Vale…—Accedió, incapaz de resistir el dulce puchero de su hermana. — Pero vas a quedarte aquí.

—Pero…

—En la mañana aún tenías fiebre Mischa, no quiero que te enfermes aún más. Y no discutas.

Mischa pronunció su puchero pero efectivamente no discutió, Hannibal salió de la habitación buscando una librería en su celular, la ciudad nunca dejaba de cambiar, encontró una apenas unas cuadras de ahí, Graham’s , era un negocio familiar, no una librería de cadena y eso le agradó.

No sería necesario tomar un auto hasta ahí. El negocio tenía dos pisos y era bastante grande para una librería familiar, estaba algo concurrida y despedía un ambiente agradable, casi hogareño. Había miles de libros del piso al techo y niños leyendo en la esquina que asumió sería dónde encontraría un libro adecuado para su hermana. Recorrió metro tras metro no muy seguro de lo que buscaba, no estaba familiarizado con los libros de cuentos americanos. Mientras los revisaba vio una figurita correr a su lado y subirse a una escalera cercana para poner un libro en uno de los anaqueles superiores.

La figurita pareció vencida por el peso del libro y se habría caído si Hannibal no la hubiera atrapado, era apenas una niña, no mucho mayor que Mischa. Tenía el mismo delantal verde que los otros empleados, una versión en miniatura de este, incluso una tarjetita con su nombre: Abigail G. Sin duda sería hija de los dueños de la tienda.

— ¿Estás bien?

—Sí…— Hannibal la puso en el suelo. — Gracias, pensé que me iba a caer.

—Puedo subir el libro por ti. —Dijo estirando la mano, la niña asintió y Hannibal puso el grueso volumen de vuelta en el librero. — No sabía que las librerías contrataban niños ahora.

—Yo no trabajo aquí…—Dijo Abigail tímidamente. — Ayudo a mi abuelo…

—Ya veo, que buena niña. —Hannibal sonrió y ella le devolvió la sonrisa tímidamente. Algo sobre esa niña le era muy familiar. Tal vez eran sus ojos, de un azul intenso que le recordaban tanto su pasado. — Tal vez tú puedas ayudarme, mi hermana tiene tu edad y quiere un libro de cuentos. ¿Cuál crees que le podría gustar?

Abigail sonrió abiertamente ahora y echó a correr por el pasillo, Hannibal la siguió sorprendido antes de perderla detrás de un enorme oso de papel. Hizo lo posible por no tropezarse con las montañas de libros o los pequeños lectores a su alrededor.  Cuando la niña volvió tenía en las manos un libro azul de pasta dura con una ilustración en acuarela de una princesa en una torre.

—A mí me gusta leer este cuando vengo.

— ¿Por qué te gusta?

—Me gustan los dibujos y me gustan mucho las princesas. Me gustaría ser una princesa en un castillo grande con muchos unicornios.

—Eso suena muy bien, pues si te gusta tanto estoy seguro que a mi hermana le gustará. ¿Dónde puedo…?

—Caja 1. — Recitó la niña antes de que pudiera terminar la pregunta,  señalando un letrero que colgaba del techo. — Gracias por su compra.

La niña desapareció cuando una voz llamó su nombre y Hannibal sonrió mientras caminaba a la caja con el libro. Todos los niños crecían en ambientes diferentes, Mischa era incapaz de mover un dedo, y esta pequeña trabajaba con su abuelo simplemente porque le gustaba ayudar a su familia. Probablemente leía aquí todos los libros que no se podría comprar.

—Buenas tardes, gracias por comprar en Graham’s. —Le dijo un hombre de unos 50 años en la caja, era un Alfa, pero no parecía lo bastante mayor para ser abuelo. — ¿Alguien le atendió?

—En realidad sí, una niña pequeña. —Dijo Hannibal dándole el libro, el hombre miró la portada y echó a reír. Hannibal se preguntó si habría dicho algo gracioso.

—Ah, sí, Abigail. Ella quiere que todos tengan una copia de este libro, es el que más vendemos de la sección infantil. —Dijo divertido. — No será para usted.

—No, es para mi hermana, me preguntaba si podrían envolverlo para regalo.

—Por supuesto, lo haré en un segundo. —Hannibal le dio su tarjeta de crédito, mientras procesaba y el hombre sacaba una bolsita de papel y un moño decidió preguntar más.

—Así que su nieta le ayuda, debe estar feliz con ella por aquí.

—Es una buena niña, así no está sola en casa todo el día. — Explicó el hombre, con cuidado le quito el precio al libro y lo envolvió en papel de china antes de meterlo a la bolsa. — Su padre me ayuda también, así puedo vigilarlos, son lo único que tengo.

—Claro…— Hannibal respiro tranquilo, aquél lugar era familiar porque la gente que lo atendía te hacía sentir en casa, claramente se tenían mucho afecto.

El hombre tenía arrugas alrededor de los ojos, el pelo entrecano y la barba y el bigote salpicados de blanco por la edad, tenía los mismos ojos azules que su nieta, profundos, brillantes, inteligentes, hermosos ojos que reflejaban verde  en ciertos ángulos y gris en otros.

—Aquí tiene, vuelva pronto. — El hombre sonrió y Hannibal devolvió el gesto, todos en esa familia eran muy amigables. — Y avísenos si a su hermana le gusta el libro.

—Así lo haré, que tenga buen día.

Mientras guardaba su tarjeta de crédito y se preparaba para salir escuchó al hombre detrás de él hablando.

—Abuelo, ten, ya nos vamos. —Decía la vocecita de Abigail, escuchó a su abuelo darle un beso.

—Tengan cuidado, dile a Will que mañana llega producto, así que lo quiero temprano.

— ¡Sí abuelo!

¿Will? Bueno, Will era un nombre muy común. ¿Sería Graham el apellido del Omega que estaba buscando? Sólo tenía que darle un vistazo. Salió corriendo de la tienda y buscando entre la puerta principal pero no vio a Abigail por ningún lado, cuando finalmente dio con la puerta trasera sólo pudo ver un auto alejándose y tensó los labios frustrado. Will era un nombre muy común, aquella podía ser una pista completamente inútil, además este Will tenía una hija, así que probablemente estaba casado o era mucho mayor que su Will.

Regreso al hotel y Mischa casi saltó de la cama cuando abrió su nuevo libro, era mucho más bonito por dentro de lo que Hannibal pensó, y le serviría bien para practicar el idioma. Tal vez Mischa podría hacerse amiga de la pequeña Abigail y  aprovechar ese viaje que ella no quería hacer en primer lugar. Si, definitivamente era buena idea, la llevaría con él la librería la próxima vez.


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