Octubre
[1]
La caída de las hojas anunciaba la inminente temporada de otoño arrasando con lo que quedaba del invierno. Un manto de nubes esponjosas y blancas cubrió los cielos de Kioto. Naruto sonríe dichoso, es un gran día, lo será. Eso piensa todos los días, es de mente positiva y de sonrisa permanente. A toda persona que le sonríe queda flechada por su dentadura blanca.
«Un gran día. Hoy será un buen día» se repite como un mantra.
—Tienes un orden en la cinco —le dice Sakura cuando pasa a su lado. Él asiente con la bandeja en las manos.
Esa mañana en Akatsuki no se dan abasto, van y vienen con bandejas rebosantes de comida punto de caer. Naruto y Sakura con los camareros estrellas, sin ellos el bar – restaurant no tendría la cantidad de clientes que actualmente tiene.
Naruto es la parte cómica y alegre, atiende con una amplia sonrisa de brillantes perlas blancas acompañado de unos resplandecientes ojos añiles. Es guapo, chicos y chicas lo llenan de halagos cuando tienen la oportunidad, aunque a Naruto lo sonrojen esas muestras de atrevimiento, no se da cuenta de lo que provoca en los clientes.
Sakura es el lado seductor, ella enreda a los clientes con sus movimientos sugerentes y pasos delicados, su silueta delgada de caderas anchas ayuda a que el uniforme le luzca mejor, es una esmeralda preciosa y amante del dueño del local.
Ellos son buenos amigos a pesar de sus personalidades dispares; Naruto es inocencia, Sakura es tentación. Y lo mejor de todo es cuando en la noche hacen el conteo de sus propinas, a Pain le gusta cómo trabajan sus empleados, le gusta más cuando todos esos billetes no le caben en ambas manos, y la cosa se pone mejor cuando en el escritorio de su oficina Sakura le abre las piernas y él se hunde en esa cremosidad lacerante que es su intimidad.
Pero también del lado bueno, existe el lado malo. En Akatsuki se reúnen los más peligrosos señores de la mafia. Y los hijos de los mismos. El local es un lugar de moda para jóvenes adinerados, fue llamativo para algunas familias poderosas que buscaban un lugar ameno donde negociar.
Pain recibe cada mes a esas personas, pero no deja que sus meseros predilectos los atiendan, porque cada mes asiste ese niño caprichoso de ojos carbón y cabello que parece pelaje de cuervo. Sasuke es la personificación de todo lo que está mal en este mundo, es frívolo, sádico y perverso. Pain ha escuchado historias de él muy escabrosas, cosas que él hace con sus presas en su lujoso ático, todo lo que Sasuke toca es consensuado por su poderoso tío, el rey del bajo mundo, Madara Uchiha.
Lamentablemente para Pain, hoy no es un buen día. Todo sucederá así:
Sasuke se levanta como todas las mañanas a las seis en punto, ni un minuto más ni un minuto menos. Hace ejercicio en la caminadora durante media hora, poco después se va a la ducha. Agua muy caliente para limpiar el aroma a sudor. Toma el desayuno a las siete en punto; colado de zumo de naranja con toronja y apio. Sale de su ostentoso apartamento de soltero a las ocho en punto y aborda su Mercedes Benz de la serie más reciente. Todo va en orden como debe de ser. Hoy tiene una junta con los Hyuga, una poderosa familia que viene de Hong Kong para hacer negocios con él y los Uchiha.
Pero algo sucede, una pequeña distracción de su asistente. La cita programada para las nueve es cambiada a las diez. Sasuke tiene una hora libre en su organizado modus operandi. Aprieta los labios, una vieja costumbre cuando algo no sale como espera. Tiene contemplado despedir a la tonta de Anko por la gravedad de su error, luego sopesa la nada animosa idea de realizar largas entrevistas para encontrar a otra subordinada que sea lo suficientemente competente para manejar sus asuntos y descarta por el momento despedir a esa insensata. Se va dejando atrás un halo de la última fragancia de 212VIP de Carolina Herrera.
¿Qué hace un hombre que tiene todo perfectamente calculado? Pues bien, no tiene muchas opciones, no quiere matar una hora en la oficina ni llamar a su chica de turno para aliviar un poco su tensión. Opta por un café, eso sería lo más conveniente a tan tempranas horas. Es una suerte que los japoneses sean tan disciplinados como los ingleses. Las cafeterías céntricas están abiertas. Sasuke piensa en un lugar que le ha gustado desde que puso un pie ahí.
Y se dirige a Akatsuki.
[2]
Naruto escucha el lamento que hace la puerta al abrirse, gira su cabeza observando a su nuevo cliente. Lo primero que advierte es una negra cabellera, Naruto esboza una de esas sonrisas tan propias en él que no le sorprende a Sakura. Ella está ocupada con unos adolescentes que no se deciden entre hamburguesas o pizza. El cliente nuevo se dirige a la mesa más apartada del bullicio. Naruto lo sigue con la mirada.
—Tomaré esa orden—le dice a Sakura que solo asiente con la cabeza. Él se dirige a su nuevo objetivo, prepara su discurso con el mejor tono de voz que tiene para que su cliente se sienta como en casa.
A Naruto le gusta ser amable y complaciente con los comensales, sabe lo que una sonrisa afable provocan, lo mejor son las propinas. Akatsuki es el único lugar donde te pagan lo suficiente para poder vivir un mes, ah y la comida que te dan es riquísima, preparada por el mejor cocinero del mundo, Chouji Akimichi.
—Buenos días, bienvenido a Akatsuki, me llamo Naruto Uzumaki y seré su mesero esta mañana, ¿qué desea ordenar?
Sasuke apenas miraba el menú cuando una presencia candorosa y vocecilla de pichón lo distrae. Alza la cabeza para ver al intruso y pedirle del modo más amable que conoce que lo deje en paz, él ordenara cuando le dé la gana. Pero no puede, Sasuke se enmudece. Dios le ha enviado un ángel o algo parecido a ese ser alado y celestial. Tiene cabellos rubios como el oro bruñido, y sus ojos destilan un azul inocente, limpísimo. Nunca antes ha visto a alguien así ni tampoco que sonrisa como ese chico lo hace.
Sasuke piensa que hoy en definitiva es un buen día.