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BENEFICIOS MUTUOS por Thera Zinaide

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Notas del fanfic:

Este pequeño relato se basa en los personajes creados por MASASHI KISHIMOTO, yo sólo los tomo prestados para poder verlos en una situación alternativa a la historia original.

[Además de lo anterior, está inspirado en una historia secundaria de Story of a Ranch por "Emily Key", bastante yankee (es de una librería Inglesa online, formato .mobi, no lo he encontrado en español). Este libro no tiene tinte romántico (por tanto, tampoco es homoerótico), sino que habla de cómo los rancheros y los conocidos "vaqueros" en habla hispana, peleaban por su territorio

 

"La imaginación no tiene límites, crearemos mundos tal y como se nos antojen, vivenciando cada una de las emociones y situaciones de las que se escriben, para escaparnos aunque sea por unos minutos de la realidad" (Thera Zinaide)

¡Ni el cielo es el límite!

 

ADVERTENCIA: Repito, REPITO!! hay Mpreg, si no te gusta ¡no leas! De lo contrario ¡Disfruta! ;)

Notas del capitulo:

Estoy realmente feliz de poder encontrarme nuevamente con ustedes. Mi anterior fics tuvo realmente una acogida genial, los amo!

Esta es la primera historia con la que estoy indagando el mundo del SN/NS y los donceles. Sin embargo esto no quiere decir que abandonaré por completo a mi querida pareja de JR :)

Les cuento, como advertencia, así que lean las siguientes líneas, que en este relato los donceles son un tercer sexo, es decir, se encuentran aparte de las mujeres y los hombres, pero tienen las capacidades reproductivas de las primeras y los genitales de los segundos. Sí, nuevamente hay MPREG!


Cualquier comentario o sugerencia no duden en escribirme :D

Sin más, disfruten!!!

Thera Zinaide.

Capítulo 1: ¿Cuándo te casarás y me darás nietos?



—Estás obsesionado — Itachi miró a su hermano y sonrió—. Y no de buena manera.


 


—Estoy de acuerdo — Sai sacudió la cabeza—. ¿Por qué te importa tanto?


 


Sasuke miró a sus hermanos y contestó con el tono de voz que solía reservar para sus empleados: uno que no daba lugar a discusión.


 


—Al hacernos cargo de los negocios familiares, acordamos que cada uno de nosotros se ocuparía de su propia área —declaró.


 


Los hermanos Uchiha celebraban una reunión mensual en el rancho familiar, como era el caso de ese día, en los viñedos que operaba Itachi o en uno de los aviones privados que Sai alquilaba a los millonarios del mundo.


 


Las reuniones mensuales ayudaban a los hermanos a ponerse al día respecto a las actividades de las diversas empresas de la dinastía familiar. Pero también les permitían ponerse al día sobre sus vidas personales. Incluso si, a juicio de Sasuke, eso implicaba soportar comentarios sobre su intimidad, por bien intencionados que fueran.


 


Levantó su copa de brandy, hizo girar el líquido ambarino y observó cómo reflejaba la luz del fuego. Sabía que no tardaría en escuchar algún comentario y apostó  que Itachi sería el primero en hablar. Su opinión quedó confirmada segundos después.


 


—Sí, Sasuke, cada uno se ocupa de su área —dijo Itachi, tomando un sorbo de Merlot Viñedos Uchiha. Itachi prefería beber los vinos producidos por él mismo al brandy que degustaba Sasuke. Miró a Sai y éste asintió—. Eso no implica que no vayamos a hacer una pregunta o dos.


 


—Pregunten cuanto quieran —replicó Sasuke. Se puso en pie, fue hasta la enorme chimenea de piedra y contempló el fuego—. Pero no esperen que conteste.


 


—No decimos que el rancho no sea tuyo para hacer con él lo que gustes, Sasuke. Sólo queremos saber por qué significa tanto para ti recuperar cada centímetro del territorio original —dijo Sai, apaciguador. Él bebía whisky irlandés.


 


Sasuke dio la espalda a la chimenea, miró a sus hermanos y sintió la intensidad del vínculo que los unía. Habían nacido con pocos años de diferencia entre cada uno, y la amistad que forjaron en la infancia no había disminuido con el tiempo. Pero eso no implicaba que fuera a explicarles cada uno de sus pasos. Sasuke Uchiha no daba explicaciones a nadie.


 


—El rancho es mío —dijo—. Quiero que recupere su extensión original, ¿por qué les importa eso?


 


—No nos importa —respondió Itachi. Se recostó en el sillón de cuero marrón, apoyó la copa de vino en el estómago y miró a Sasuke con los ojos entrecerrados—. Queremos saber por qué te importa a ti. Diablos, Sasuke, nuestro bisabuelo vendió esa parcela de ocho hectáreas a los Namikaze hace casi sesenta años. Somos dueños de casi la mitad del condado. ¿Por qué es tan importante esa parcela?


 


Lo era porque Sasuke se había propuesto recuperarla y nunca se rendía. Cuando decidía hacer algo, lo hacía, contra viento y marea. Miró por el ventanal que daba a su propio jardín y a una pradera que se extendía unos quinientos metros, hasta el camino.


 


El rancho siempre había sido importante para él, pero en los últimos cinco años se había convertido en su vida y no descansaría hasta que volviera a estar completo.


 


Había caído la noche y afuera la oscuridad sólo quedaba aliviada por pequeños grupos de luces decorativas que bordeaban el camino de entrada. Ése era su hogar. El de la familia. Y conseguiría que volviera a estar completo.


 


—Porque es el único trozo que falta —dijo Sasuke. Había dedicado los últimos cinco años a comprar cada trozo de terreno que había pertenecido a la concesión de tierra original, que se remontaba a más de ciento cincuenta años.


 


La familia Uchiha llevaba en California central desde antes de que empezara la fiebre del oro. Habían sido mineros, rancheros, granjeros y constructores navales. A lo largo de los años, la familia había ampliado sus intereses, expandiendo su dinastía. Generación tras generación, habían ampliado el imperio familiar.


 


Con una salvedad: El bisabuelo de los hermanos Uchiha había sido jugador. Y para costear su vicio había vendido partes de su herencia. Por fortuna, quienes lo sucedieron mantuvieron intacto el resto del patrimonio.


 


Sasuke no sabía si conseguiría que sus hermanos lo entendieran, ni estaba seguro de que mereciera la pena intentarlo. Había dedicado los últimos cinco años a volver a recomponer el rancho y no se detendría hasta concluir su tarea.


 


—Bien —dijo Sai, lanzándole a Itachi una mirada para que no dijese más —. Si es tan importante para ti, adelante.


 


—No necesito su permiso —rezongó Sasuke—, pero gracias.


 


Sai sonrió.


 


—Pero necesitarás mucha suerte para recuperar esa tierra de las manos de los Namikaze —tomó un sorbo de whisky y soltó un suspiro dramático—. El viejo se aferra a todo lo suyo con ambas manos —torció la boca—. Igual que tú, hermano. Minato no te va a vender la tierra sin más.


 


—¿Cuál era el dicho favorito de papá? —preguntó Sasuke, alzando su copa de brandy.


 


—«Todo hombre tiene un precio» —dijo Itachi, alzando su vaso—, «se trata de encontrarlo lo antes posible».


 


—Puede que Minato Namikaze sea la excepción a esa regla — Sai movió la cabeza, pero alzó el vaso hacia sus hermanos.


 


—Imposible —afirmó Sasuke, ya saboreando la victoria por la que había trabajado cinco años. No permitiría que un vecino testarudo se la robara—. Minato tiene un precio. Lo encontraré.


 


* * *


 


Naruto enganchó su gastada bota en el travesaño inferior de la verja de madera. Apoyó los brazos en el travesaño superior y miró el prado que se extendía ante él. El sol brillaba, la hierba era verde y abundante y un potrillo recién nacido trotaba junto a su madre.


 


—¿Ves, Shadow? —le susurró a la satisfecha yegua—. Te dije que todo iría bien.


 


La noche anterior, Naruto no había estado tan seguro. Hacer de asistente de parto para la yegua que había criado desde la infancia lo había aterrorizado. Pero en ese momento podía sonreír y disfrutar.


 


Siguió con la vista a la yegua negra y blanca paseando con el potrillo recién nacido pegado a sus patas peludas. Los caballos Gypsy eran los más bonitos que Naruto había visto nunca. El pecho ancho, el porte del cuello y las «plumas», pelos largos y delicados que flotaban alrededor de sus cascos, creaban un conjunto de aspecto exquisito. La mayoría de la gente les echaba un vistazo y pensaban que eran Clydesdale miniatura. Pero los Gypsy eran algo muy distinto.


 


Relativamente pequeños, pero fuertes, originariamente habían sido criados por los gitanos ambulantes que les dieron su nombre. Podían tirar de carretas y caravanas cargadas, y eran tan mansos que acababan siendo parte de la familia. Eran muy gentiles con los niños y leales hacia sus dueños.


 


Para Naruto los caballos eran más que animales que se criaban y vendían: eran familia.


 


—Los mimas como si fueran bebés.


 


Naruto ni siquiera se dio la vuelta cuando oyó a su madre hablar a su espalda. Era una discusión que venía desde hace ya mucho tiempo; su madre alegaba que Naruto pasaba demasiado tiempo con los caballos e insuficiente buscando marido.


 


—No tiene nada de malo.


 


—Deberías tener tus propios bebés. Un doncel de tu edad ya debería estar hablando con su marido sobre cuándo tendrán su segundo o tercer hijo.


 


Naruto puso los ojos en blanco, agradeciendo que su madre no pudiera ver el gesto. Kushina no tenía escrúpulos con sus hijos, si hacían algo que no le gustaba, les daba un coscorrón igual que cuando eran niños. Naruto pensó que si tuviera sentido común, se habría ido, como dos de sus tres hermanos mayores.


 


—Sé que estás poniendo los ojos en blanco.


 


Sonriendo, Naruto miró por encima del hombro. Kushina era baja, delgada y de ideas fijas. Su pelo rojizo empezaba a encanecer y no se molestaba en teñírselo; prefería recordar a la familia que se había ganado esas canas a pulso. Sus ojos gris-violeta reflejaban una mirada aguda que no dejaba que nada se le escapara.


 


—¿Haría yo eso, mamá?


 


— Sí. Te apuesto lo que quieras a que pensabas que no me iba a dar cuenta — su madre enarcó una ceja.


 


Naruto alzó el rostro hacia la brisa que llegaba del océano y cambió de tema. Era más seguro.


 


—Te oí hablar con Shikamaru por teléfono esta mañana. ¿Va todo bien?


 


—Sí — Kushina se reunió con su hijo en la valla—. La esposa de tu hermano Shikamaru está embarazada otra vez.


 


—Es una gran noticia — Naruto pensó que eso también explicaba la mención sobre él y sus futuros bebés.


 


—Sí. Shikamaru tendrá tres, Gaara tiene dos y Kiba, cuatro.


 


Naruto pensó, sonriente, que sus hermanos estaban esforzándose por repoblar el mundo con Namikazes. Él disfrutaba siendo tío, por supuesto. Pero habría deseado que vivieran más cerca de allí para librarlo de «cierta» atención. Pero de los tres Namikazes sólo Gaara vivía en el rancho, que dirigía con su padre. Shikamaru era entrenador de fútbol en un instituto de Colorado y Kiba instalaba programas informáticos en empresas de seguros, en Carolina del Sur.


 


—Eres una abuela afortunada al tener tantos nietos que mimar —comentó Naruto.


 


—Podría serlo más —rezongó su madre.


 


—Mamá… — Naruto dejó escapar un suspiro—. Tienes ocho nietos y medio. No necesitas que yo te dé más.


 


Su madre siempre había soñado con el día de la boda de Naruto. Ver a su único doncel caminar hacia el altar del brazo de su padre. El que Naruto no hubiera cumplido su deseo le disgustaba.


 


—No es bueno que estés solo, Naruto —dijo su madre, dando pequeñas palmaditas en la valla.


 


—No estoy solo —refutó Naruto—. Te tengo a ti, a papá, a mis hermanos, a sus esposas y a los niños. ¿Quién podría estar solo en esta familia?


 


Kushina no iba a dejarlo ahí. Volvió a hablar con el acento japonés que aún no había perdido.


 


—Un doncel debería tener un hombre en su vida, Naruto. Un hombre al que amar y que lo ame…


 


Naruto se irritó, aunque una parte de él estaba de acuerdo con su madre. No se trataba de que hubiera decidido no casarse nunca, o no tener hijos. Pero las cosas habían salido así y no iba a pasarse el resto de su vida amargado por eso.


 


—Que no esté casado, mamá —interrumpió—, no significa que no haya hombres en mi vida.


 


Kushina inspiró con tanta fuerza y desaprobación que uno de los caballos del prado giró la cabeza y la miró con curiosidad.


 


—No necesito saber esas cosas.


 


Mejor así, porque Naruto no quería hablar de su vida amorosa, o carencia de ella, con su madre. Quería mucho a sus padres, desde luego. Kushina pertenecía a una familia japonesa y había llegado a América hacía más de cuarenta años para casarse con Minato Namikaze. A pesar de que Minato había nacido y crecido en América, tenía una ascendencia asiática que lo hacía ponerse del lado de su mujer con respecto a los valores del Viejo Mundo: el destino de las hijas y donceles que no habían encontrado marido a los treinta años, era convertirse en solterones.


 


Por desgracia, Naruto había cumplido los treinta dos meses antes.


 


—Mamá… — Naruto tomó aire e intentó armarse de paciencia.


 


Había esperado que construir su propia casita en el rancho le daría intimidad. Que sus padres empezarían a verlo como un doncel adulto y capaz. Gran error.


 


Tal vez debería haberse ido a vivir fuera del rancho. Pero incluso así habría pasado allí todos los días, dado que los caballos Gypsy que criaba y adiestraba eran su vida. Simplemente, tendría que encontrar la manera de soportar el hecho de ser una gran decepción para su madre.


 


—Lo sé, lo sé — Kushina alzó una mano como si quisiera evitar una discusión habitual—. Eres un doncel adulto. No necesitas a un hombre que te complete — resopló con impaciencia—. No debí dejarte ver todos esos programas de mujeres y donceles independientes en la televisión mientras crecías. Te llenan la cabeza de…


 


—¿… Sensatez? —ofreció Naruto con una sonrisa. Adoraba a su madre, pero era un gran esfuerzo tener que pedirle disculpas continuamente por no estar casado y embarazado.


 


—¡Sensatez! ¿Es sensato vivir solo? ¿No tener amor en tu vida? No —espetó Kushina—. No lo es.


 


Sería más fácil discutir con su madre si Naruto no estuviera de acuerdo con ella hasta cierto punto. Una vocecita en su cabeza le susurraba que se estaba haciendo mayor y que debía renunciar a las viejas fantasías que tendría que haber desechado hacía años.


 


Pero no conseguía hacerlo.


 


—Estoy bien, mamá —dijo, deseando creerlo.


 


—Claro que sí — Kushina le dio una palmadita cariñosa en el antebrazo.


 


Naruto aceptó el gesto, aunque sabía que sólo era un intento de su madre para pausar la discusión hasta nuevo aviso.


 


—¿Dónde está papá? —preguntó—. Iba a venir a ver al recién nacido esta mañana.


 


—Ha dicho que tenía una reunión — Kushina agitó la mano—. Muy importante.


 


—¿Sí? ¿Con quién?


 


—¿Crees que me dice esas cosas? — Kushina resopló con frustración y Naruto sonrió. Su madre odiaba no estar al tanto de todo lo que ocurría.


 


—Bueno, mientras papá está en su reunión, tú puedes conocer al nuevo bebé.


 


—Caballos — masculló Kushina —. Tú y tus caballos.


 


—Ven —Naruto rió y agarró a su madre de la mano.


 


Mientras iban hacia la verja, se oyó el motor de un coche acercarse por el camino, desde la carretera principal. El lujoso automóvil negro dejaba remolinos de polvo a su paso y algo se removió en el interior de Naruto al reconocerlo. Intentó controlar la sensación, pero se quedó sin aliento y se le secó la boca.


 


No le hizo falta mirar la matrícula de los UCHIHAS, para saber con certeza que lo conducía Sasuke. Tenía una especie de radar interno que entraba en acción en cuando Sasu se acercaba.


 


—Así que la importante reunión es con Sasuke Uchiha —musitó su madre—. Me pregunto por qué.


 


Naruto también se lo preguntaba. Sabía que debía seguir con sus asuntos, pero no consiguió mover los pies. Se quedó allí parado, observando a Sasuke aparcar y bajar del coche. Cuando él miró a su alrededor, el corazón de Naruto dio un bote. Se dijo que era una estupidez sentir algo por un hombre que ni siquiera sabía que existía.


 


Sasuke siguió mirando, como si estuviera catalogando el rancho de los Namikaze. Finalmente, vio a Naruto. El doncel se tensó. Incluso en la distancia notó el poder de su mirada oscura igual que si lo hubiera tocado con una mano.


 


Saludó con la cabeza y Naruto se obligó a alzar una mano para devolverle el saludo. Antes de que la bajara, Sasuke ya iba hacia la casa.


 


—Un hombre frío por donde mires —dijo Kushina con voz tranquila y con un tono parecido a la desconfianza—. Hay oscuridad en él.


 


Naruto también había sentido esa oscuridad, no podía negarlo. Pero había conocido a Sasuke y a sus hermanos toda la vida. Siempre había deseado ser la persona que iluminara esa oscuridad.


 


Era una estupidez. Se preguntó por qué parecía que todas las mujeres y donceles querían ser quienes «salvaran» a un hombre. Siguió allí parado, a pesar de que Sasuke ya había entrado en la casa.


 


—¿Qué? —preguntó, al notar que su madre lo observaba detenidamente.


 


—Veo algo en tus ojos, Naruto —susurró su madre con expresión preocupada.


 


Naruto se dio la vuelta y fue hacia los caballos. Hizo un esfuerzo para que sus pasos fueran largos y firmes, aunque seguía tembloroso por dentro. Alzó la barbilla y se acomodó el cabello todo lo que pudo.


 


—No sé a qué te refieres, mamá.


 


Sin embargo, Kushina supo que algo no andaba bien. Corrió tras su hijo, le agarró el brazo y lo obligó a detenerse. Lo miró a los ojos con firmeza.


 


—No puedes engañarme. Sientes algo por Sasuke Uchiha, y no debes rendirte a


ello.


 


—¿Disculpa? — Naruto se rió, sorprendido —. ¿Eso lo dice la mujer que hace dos minutos me decía que me casara y tuviera bebés?


 


—No con él — replicó Kushina —. Sasuke Uchiha es el único hombre que no deseo para ti.


 


Era una lástima. Porque Sasuke Uchiha era el único hombre a quien Naruto deseaba como compañero de vida.

Notas finales:

Qué les pareció? Qué piensan?

Quiero agradecerles a todos aquellos que me dedicaron unas palabras en el capítulo final de Te Regalaré una Vida Feliz, me alegra que les haya gustado y hayan tenido paciencia con las actualizaciones. No dejaré una historia sin finalizar.

Con respecto al fics, actualizaré según vaya viendo sus comentarios. Si veo que no es muy bien recibido o no hay reviews, subiré actu una vez por semana.

Denme aunque sea un "hola" jajaja para saber que están ahí.

Cariños y abrazos enormes.

 

 

Thera Zinaide.


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