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Tres es multitud por chibibeast

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Notas del fanfic:

Fic participante al Desafío Escribe con este título de The GazettE [Amor Yaoi] 

 

Punto de vista de Aoi como el tercero en la relación.

 

Notas del capitulo:

Hola~ No había entrado a esta cuenta desde que finalicé “Un frágil corazón”, hay dos fics pendientes, I know, pero no puedo resistir a participar en los desafíos de este amado grupo  <3

 
El traqueteo de las piezas metálicas al avanzar sobre los rieles, el calor abrazador del mediodía y los roces constantes provocados por los movimientos involuntarios de las personas a mi alrededor, me tienen hasta la coronilla de irritado; al salir de casa creí que sería mejor viajar en tren que en autobús para llegar más rápido a mi centro de trabajo, pero ahora, estoy totalmente seguro de que fue la peor decisión que he tomado el día de hoy.
 
Sosteniéndome con una mano de las agarraderas que cuelgan del techo del tren, mientras con la otra saco un pañuelo del bolsillo trasero de mis jeans para secar el sudor que desciende por mi frente y cuello. Maldita sea. El vagón va tan atiborrado de gente, que el calor que expiden nuestros cuerpos hacen parecer esto un maldito horno. Suspiro resignado y a la vez fastidiado, a este paso llegaré igual de sudado como si hubiese corrido una maratón por todo Tokushima; por suerte, no traigo puesto el uniforme de trabajo, si no sería peor.
 
La música reproduciéndose a máximo volumen a través de los pequeños auriculares puesto en mis oídos me abstrae del bullicio, de las voces chillonas de las mujeres, de las quejas absurdas de los hombres y el llanto de uno que otro infante que son típicas a cualquier hora del día y en cualquier transporte público. La lista de reproducción aleatoria me sumerge en un mundo distinto en cada cambio de canción, por consiguiente, de género musical; dejo volar mi imaginación, creando historias basadas en las letras de las canciones. A pesar, de que prefiero los ritmos rápidos y pesados, las baladas o acústicos ayudan a mi extenuado cuerpo y mente cuando la situación me parece insoportable.
 
Reviso la hora en mi reloj de muñeca, todavía restan 10 minutos de viaje de los 20 que dura el recorrido desde la Estación Tokushima hasta la Estación Naruto, que es donde debo bajar.
 
Echo hacia atrás mi cabello negro con un mechón teñido de rubio, apartando los mechones húmedos pegados a mi frente. Observo mi apariencia reflejada en los cristales ubicados a los laterales del vagón. Una sencilla camiseta negra con la frase “Just Go Fuck Yourself” cubre mi, delgado y un poco musculado, torso; jeans color gris se ciñen a mis piernas y unas botas militares enfundan mis pies. No visto como aquellos oficinistas, que se asfixian envueltos en trajes formales y caros; de sólo ver los botones abrochados hasta el tope, me dan ganas de ahorcarlos con esa estúpida corbata anudada a sus frágiles cuellos. Es más, no paso encerrado 8 o 10 horas en un reducido cubículo. Agradezco haber conseguido un trabajo en el que tengo mayor libertad y puedo usar mi talento, las miradas de asombro y sonrisas satisfechas son lo que me gusta observar cuando los clientes tienen en sus manos aquello que tanto disfruto hacer.
 
Una sacudida muy fuerte hace que me tambalee y casi soltar el agarre de la argolla, debido a eso y al escaso espacio entre una persona de otra, mi trasero roza contra la entrepierna del hombre, me disculpo instantáneamente haciendo un amago de reverencia; luego volteo, quedando en mi posición original, viendo hacia las ventanas. Reviso la hora, de nuevo, 3 minutos para arribar a la estación correspondiente.
 
De alguna manera, las personas se han atiborrado en las puertas, llevándome con ellos en el proceso. 
 
Roces constantes en mi espalda baja hacen mi respiración cortarse, quiero creer que es por el movimiento y empujones de los pasajeros desesperados por salir, pero el aliento caliente que choca contra mi nuca y un gemido mal reprimido que logro escuchar durante una pausa previa en la tonada, me confirman que un jodido depravado ha aprovechado la cercanía para frotar su erección en mi culo. Con retahíla de palabras malsonantes en la punta de mi lengua lista para escupir y mis manos hechas puños para estrellarse en la cara del degenerado, giro sobre mis talones abruptamente; sin embargo, el cuerpo del desgraciado ese sale volando violentamente a través de las puertas ya abiertas del vagón. 
 
− Debería avergonzarse por su comportamiento fuera de contexto, señor.
 
Una voz ligeramente aguda se deja oír fuerte y clara, tanto adentro como afuera del tren se encuentran en silencio. Guardo mis auriculares.
 
La figura estilizada y enmarcada por prendas casuales de un hombre joven, atraviesa el tumulto de gente, pasando a mi lado, hasta cruzar la línea amarilla de seguridad y plantarse delante de mi agresor.    
 
¿De qué habla? ¡Está loco! ¡Yo no he hecho nada!− miente descaradamente.
 
 ¡Claro que sí!− intervengo, posicionándome al lado del que me ayudó, aunque yo no lo pidiera.− ¡Usted estaba restregando sus miserias contra mi trasero! ¡Maldito pervertido degenerado! Hacerle eso a un hombre.− asco se refleja en mi rostro− Tal debe ser su desesperación, de que las mujeres no le vean ni de soslayo, que aprovecha estar en un lugar cerrado sin importar de quien se trate. Seres como tú provocan nauseas, un parasito más en el mundo. 
 
La multitud que no rodea empieza a abuchear y decir no sé qué cosas dirigidas a ese tipo al ya saber de qué trata el espectáculo que estamos dando, no es que me importe de todos modos. Se metió con la persona equivocada, odio con todo mi ser que me toquen sin mi permiso, más si un extraño es quien se atreve. No me faltan ganas de propinarle unas cuantas patadas, pero tres oficiales de policía aparecen entre la muchedumbre interviniendo y acallando la bulla. El sujeto que me ayudó es quien les explica lo que sucede, luego me preguntan sólo para confirmar que es verdad y se llevan detenido al vejete por acoso sexual y alterar el orden público.
 
Ya con el espectáculo terminado, los fisgones hacen su retirada. Volteo a ver a “mi salvador”, quien me regresa la mirada.
 
− No era necesario, pude mantenerlo bajo control sin tu intervención.− lo veo con mala cara, tal vez me diga que soy un mal agradecido o algo parecido, no me importa.
 
− Por supuesto, pudiste haber hecho un escándalo más grande. “Un parásito más en el mundo”, ¿en serio?− cruza los brazos sobre su pecho y ladea una sonrisa altiva.
 
Bufo ante su burla. Claro que yo hubiese armado un escándalo, es la primera vez que me sucede esto, no soy de los que callan frente a esta clase de situación y nunca lo haré.
 
− Lo dice quien sacó del vagón al hombre aquel de un solo empujón y lo tiró al suelo como si fuese una hoja cayendo de un árbol.
 
− Eres muy dramático, ¿te lo habían dicho antes?
 
− ¡No soy dramático!− otra cosa que odio, que me llamen de esa manera, sé lo que soy, no tienen por qué echármelo en cara… ¡Menos alguien que no conozco!
 
Mi grito atrae la atención de los transeúntes, quienes vuelven a sus propios asuntos cuando les dirijo una mirada furibunda.
 
− ¿Ya terminaste tu berrinche?− parece disfrutar de mis reacciones. No soy payaso de nadie, así que no respondo y comienzo a caminar hacia la salida de la estación.− Oye, espera.− mi brazo izquierdo es atrapado por una de sus manos, deteniendo mi paso y dándole la espalda− Disculpa mi atrevimiento, no debí tomar esa confianza. ¿Te parece si te invito a tomar algo como muestra de arrepentimiento?− pienso en negarme, pero al voltear hacia él y quedar de frente, sus brillantes y enormes ojos color chocolate me dejan sin palabras. Asiento con la cabeza y emito un sonido de afirmación.− Bien.− dice alegre, mientras empieza a marchar hacia la salida jalando mi brazo, casi arrastrándome y chocando con algunas personas; murmura frases inteligibles para mí.
 
 
 
 
*
 
 
 
 
Luego de abandonar la anterior estructura y de caminar durante unos minutos por las calles del centro, arribamos a un establecimiento más que conocido para mí. Cafe de Lambre, se lee en un letrero con letras grandes occidentales y en cursiva. Al menos eligió un buen lugar y ahora sé que tiene un excelente gusto. Entramos al local, el sonido agudo de la campana que cuelga de la puerta anuncia la llegada de nuevos clientes.
 
− Bienvenidos a Cafe de Lambre, mi nombre es Ruki y seré quien los atienda durante su estancia.− un joven de 25 años aparece dándonos la bienvenida, realiza una corta reverencia haciendo a sus cabellos rojos mecerse, al erguirse sus iris azul artificial muestran sorpresa al verme. Antes que diga “fa”, pongo mi dedo índice sobre mis labios, en señal de silencio y guiño un ojo; otra seña, le recuerdo que debe sonreír y ser amable con los clientes, cuando su ceño se frunce y un reclamo hacia mí está apunto de emerger de sus labios rosa.− Síganme, por favor, los llevaré a su mesa.
 
Sin notar el intercambio de miradas entre el mozo y yo, mi acompañante sigue a Ruki hasta nuestra mesa, llevándome consigo, ya que su mano continúa atenazando mi zurda. Nos sentamos en la mesa disponible, el pelirrojo nos entrega la carta y se retira diciendo que regresará en unos minutos; no sin antes acribillarme en su imaginación, lo sé, no por nada nos conocemos desde hace años.
 
− ¿Podrías soltarme? Ya no siento los dedos.− exagero. Al fin mi brazo es libre, nuevamente.
 
− Lo siento. Es la segunda vez que vengo a un lugar así, me puse nervioso. Sin embargo, parece que tú estás acostumbrado.− una, apenas perceptible, sonrisa asoma sus labios.
 
Más de lo que crees.
 
− Podría decirse…− es mi única respuesta.
 
Él sólo asiente y centra su atención en la carta.
 
Mientras, yo observo sus rasgos faciales curiosamente. Sus ojos son rasgados, típicos de los japoneses, como mencioné antes son color chocolate y de alguna manera le adjuntan cierto aire de inocencia… inocencia que dudo mucho sea veraz. Sus facciones son finas, pero no delicadas. Sus labios son gruesos, sin excederse, son lo suficientemente abultados como para deleitarse besándolos. ¡Pero qué estoy pensando! Sin embargo, mi vista viaja de su rostro a su torso, por lo que la chaqueta y camisa que lleva puestas permiten ver, podría asegurar que se ejercita; las mangas de la chaqueta ajustan a la perfección sus fornidos brazos, su pecho luce ancho y fuerte. Me pregunto cómo se verá sin toda esa estorbosa tela encima. ¡Basta, tengo que dejar de verlo! Aparto mi vista y agito mi cabeza, tratando de olvidar. No veo la carta, sé de memoria el menú. Mejor observo a mi alrededor, han cambiado algunos cuadros y uno que otro adorno. El local tiene cierto toque francés, lo cual es molesto porque… no hay razón, simplemente me molesta y ya.
 
Apenas unos minutos han pasado cuando Ruki vuelve a nuestra mesa y anota nuestros pedidos. Mi acompañante, el cual aún no conozco su nombre, ordena un café al caramelo y yo ordeno Merengue de frambuesa, ya que a esta hora no me apetece tomar café. De nuevo, el chico de los cabellos color fuego me asesina con la mirada antes irse, esta vez el hombre sentado frente a mí lo nota.
 
− ¿Es mi imaginación o ese chico te miró mal?
 
− Lo hizo.− quedamos en silencio por cortos segundos, que él se atreve a romper.
 
− Entonces… ¿te parece si nos presentamos?− enarco una ceja ante su propuesta de lo que, obviamente, debemos hacer− Eh, bien.− carraspea− Mi nombre es Yutaka Tanabe, tengo 27 años y… me gusta… ¿la comida?− su torpe presentación me hace reír un poco− Al fin te veo sonreír, creí que mi presencia te incomodaba.
 
− No es eso, Tanabe. Disculpa mi escueto comportamiento. No suelo interactuar con extraños, que no sean los tendientes de alguna tienda o los de las cajas en los establecimientos de comida rápida.− ahora es él el que ríe, debo admitir que la curva que forman sus labios es… muy linda. – Bueno, es mi turno de presentarme, ¿no?− me acomodo en la acolchada silla y guardo un mechón detrás de mi oreja derecha.− Soy Yuu Shiroyama, tengo 28 años y también me gusta la comida.− ambos reímos, un simple comentario tonto pero que sirve para deshacer el ambiente tenso de antes.
 
La llegada de nuestra comisión nos interrumpe, agradecemos. Esta vez no presto atención al infantil mozo, el delicioso Merengue colocado sobre la mesa tiene mi total interés.     
 
Iniciamos una amena plática acerca de nuestros gustos, algunos similares, otros discrepan. Es bastante entretenido hablar con Tanabe, sus bromas me han hecho reír hasta doler mis mejillas. Intercambiamos opiniones en temas de economía nacional e internacional, el clima, pasando a banalidades y terminamos filosofando sobre la vida, anexando más dudas existenciales de las que ya teníamos. Dudas como: Si los tacones fueron creados para los hombres, ¿por qué los usan las mujeres? 
Es como si nos conociéramos desde hace años, difícilmente dejamos espacios para silencios; a ambos nos gusta hablar, más a Tanabe.
 
Observo la hora en mi reloj de pulsera, hemos pasado casi una hora conversando. Lastimosamente, debo cortar tan grato momento.
     
− Oye, no es que quiera ser grosero ni nada, pero dentro de 10 minutos empieza mi turno en el trabajo.− aviso, me apena tener que irme, de verdad estoy muy cómodo con él.
 
− Oh.− su sonrisa alegre se torna en una mueca triste− Bueno, en algún momento debía llegar el final.− asiento en acuerdo− ¿En qué labora, Shiroyama?
 
Ah, la pregunta que más me encanta que me hagan, amo hacer lo que hago.
 
− Soy barista.− respondo orgulloso, inflando el pecho con una sonrisa de suficiencia.
 
− ¿Barista? ¿Sirves tragos detrás de la barra en un bar?− la confusión marcada en su rostro lo hace lucir adorable. Aun así, una carcajada escapa de mi garganta; es una confusión común, lo relacionan al escuchar “Bar”.
 
− No.− niego divertido− Un barista es un experto que crea nuevas y diferentes bebidas basadas en el café, utilizando para ello distintos tipos de leche, esencias y licores. Ser barista es una mezcla de arte y pasión, que crea increíbles diseños. En palabras simples, es quien hizo el dibujo en la espuma de tu café al caramelo.− río bajo al ver su expresión de asombro, dirigida la taza vacía como si todavía el diseño estuviera ahí.
 
− Vaya. Siempre me había dado curiosidad saber cómo los hacían, creí que sería con una máquina, algo como una impresora en espuma.− ríe avergonzado por revelar su pensamiento.
 
− Utilizamos algunos utensilios como una especie de punzón o sólo con el flujo de la leche desde un tarro para… moldear encima de la espuma de la leche.
 
− Entonces, ¿aquí es donde laboras? Digo, el chico que nos atendió parecía conocerte.
 
− Sí, aquí es. Y sí, somos amigos, de hecho. Te aseguro que no le hizo gracia tener que servirme.
 
Nos despedimos, ya que se me hace tarde, aunque esté en el mismo local. Me pregunta si podemos vernos de nuevo, respondo afirmativamente e intercambiamos número de teléfono celular. Le digo que puede venir cuando quiera y así degustar café hecho por mí mismo y maravillarse con una de mis creaciones. La humildad primero. 
 
Ingreso corriendo a los vestidores, saludo a mis compañeros al cruzarlos en el camino. Cambio mi atuendo casual por el uniforme, que consiste en camisa manga larga blanca, pantalón negro tipo sastre y delantal negro con impresión del logo de la cafetería, ato mis cabellos en una coleta medio alta y los cubro con una red por precaución para ninguna hebra arruine la bebida. Una vez listo, emprendo marcha hacia la cocina; en el camino me topo a Takanori, el mozo apodado “Ruki”, y le saco la lengua en un gesto infantil de burla, él hace un gesto vulgar con su dedo medio y yo río con soltura.

 

 


    
*****

 

 


Han transcurrido cinco meses desde el día que conocí a Yutaka, ahora tenemos la confianza de llamarnos por nuestros nombres. Nos consideramos amigos, aunque la verdad… creo que… quiero más que eso.
 
Él es de esas personas que son difícil de encontrar, su trato amable y gentil me deja embelesado, es bastante simpático y atrevido en ocasiones; no teme decir lo que ronda su mente, a veces reserva sus opiniones para sí mismo. Habla hasta por los codos y las rodillas, si le permiten dar rienda suelta a su lengua. Su risa escandalosa, en vez de estorbar, es muy contagiosa. Podría pasar enumerando las cualidades y virtudes que he descubierto en él. Sé que está aquí porque lo trasladaron de alguna prefectura, la cual no recuerdo cuál es.
 
Compartir tiempo a su lado es como tomar un buen y cliente café a primera hora de la mañana. El primer trago que degustan las papilas gustativas, es como un encuentro por coincidencia en alguna avenida o tienda, sorpresivo. El segundo trago, ya sabiendo que sucederá, es como una cita agendada previamente, grato. El tercer trago, teniendo en cuenta lo sucedido con los anteriores, es como la consolidación de una amistad; es mucho mejor y más apetecible. Los tragos siguientes, bebidos con calma y sin prisa, son como verlo adentrarse a la cafetería cuatro días de la semana, siempre a la hora de mi turno, excusándose con que mi café se ha vuelto su favorito y le encanta admirar mis diseños; son el despertar. Y el último trago, aquel que se intenta aplazar, es como la despedida… amargo y la promesa de un “Nos vemos pronto”… su delicioso sabor prendado en la boca.
 
Un ligero golpe dado en mi nuca me saca de mi ensoñación, Takanori yace a mi lado observando con una ceja alzada hacia la taza humeante ubicada frente a mí, que hace poco he estado decorando. Maldigo en voz baja al ver las líneas zigzagueantes. Ruki ha venido para avisarme que ya finaliza la jornada laboral y que Yutaka me espera en una de las mesas. Me apresuro a cambiar el uniforme por mi atuendo casual, salgo a reunirme con él. 
 
 
 
 
*
 
 
 
 
Al llegar el invierno el color del cielo cambió. Antes no me habría dado cuenta de eso. Desde entonces, tengo la sensación de que cambió completamente y a la vez no. Desde el incidente de hace una semana.
 
Pensaba que él también sentía lo mismo, pero no pregunta nada y yo tampoco me atrevo a cuestionar; por eso seguimos como antes, pero... está distinto, no puedo expresarlo con palabras.
 
Recuerdo nítidamente lo que ocurrió…
 
Habíamos acordado una cita en un centro de recreación, nuevos juegos llegaron ese día y nos propusimos jugarlos todos… como buenos competidores.
 
Arribé cinco minutos previos a la hora pactada, no es que estuviese ansioso por verlo ni nada de eso, tampoco estaba tan emocionado ni desesperado por hablar con él. Para nada.
 
Cuando él llegó cinco minutos retrasado, se deshizo en perdones sin sentido… igual pidió perdón a causa de que hubiesen más demandas que ofertas, reí como loco, sólo faltó que se adjudicara el derretimiento de los glaciares.
 
Visitamos tantos sitios de entretenimiento, gastando mucho dinero, apostando entre los dos, ganando y perdiendo a partes iguales.
 
Ya en el ocaso, decidimos detener la diversión. Nos sentamos en una de las varias bancas repartidas en torno a la plaza Tsukimigaoka Seaside Park, hablamos de todo y nada. Hubo unos minutos de quietud, aproveché su mirada posada al frente para yo observar su perfil. Siempre que tenía oportunidad fijamente clavaba mis ojos en él, el aspecto de Yutaka es de buen ver, aunado su personalidad atrayente y carismática, a veces soez… me enamoré. La luz de luna acentuaba sus rasgos haciéndolo lucir aún más atractivo de lo que es. No resistí e hice lo que hace algún tiempo quise hacer, agarré su barbilla girando su rostro hacia mí y, sin miramientos, planté mis labios contra los suyos. Fue un contacto corto, sin profundizar.    
 
Lentamente, deshice la unión. Apoyé mi cabeza en su hombro y… la ilusión que formó el tacto de sus manos en mis cabellos azabaches y mi espalda, me elevó. Incuso si no respondió a mi beso, yo estaba feliz.
 
Hoy, voy en camino a la misma plaza. Yutaka no se apareció en toda la semana y no pude contactarlo, él mismo fue quien me envió un mensaje de texto citándome. No quiero formular suposiciones erróneas, que no vienen ni al caso de lo que querrá expresar.
 
Viendo mis pies avanzar sobre el suelo, no noto algo que obstaculiza mi camino y choco contra eso. Levanto la cabeza, en realidad no es un “eso”, sino un “alguien”, para ser más específico es un hombre; sus hebras son rubias, casi castañas, su estatura apenas sobrepasaría el 1.70, sus prendas de vestir le dan aspecto rudo… aunque su rostro no denote hostilidad. Ofrezco mis disculpas, las cuales acepta. Al retomar de nuevo mi marcha, su voz grave y potente pausa mis pasos. Parece ser que está desubicado, no es originario de esta prefectura y me ha pedido indicaciones, nos dirigimos al mismo sitio, así le propongo vayamos juntos. 
 
Akira Suzuki, 27 años, originario de Kanagawa y toca el bajo, viene a visitar a su novio que por asuntos de oficio fue trasladado a Tokushima; tuvieron que separarse, ya que laboran en diferentes empleos. Me sorprende la soltura con la que lo dice, somos desconocidos, prácticamente, no es algo que se revele así por así; pero es cosa suya.
 
Nunca me había puesto a pensar si Yutaka hubiese dejado atrás a alguien especial para él, si todavía guarda sentimientos a ella o él, si actualmente tiene pareja. Aquella vez actué impulsivamente, sólo pensé en mí y no en lo que Tanabe siente. Ambos nos permitimos entrar en nuestras vidas, contamos secretos varios, pero… no mencionamos tener el corazón lleno.
 
Estoy consciente de que el amor no funciona como en los cuentos de hadas, puede complicarnos la vida, más si eso implica formar parte de un triángulo amoroso.
 
A la distancia, me percato de la presencia de Yutaka, sentado en una banca viendo a la nada… su faz serena, me tranquiliza. A escasos tres metros aclamo su nombre, mi voz se coordina a la de Suzuki, sobresaliendo la suya. Pierdo el aliento por un segundo y mi corazón se salta un latido, cuando observo, tal en cámara lenta, a Yutaka levantarse y sonreír ampliamente al ver al rubio acercarse; de un pequeño brinco Suzuki cuelga del cuello de Tanabe, se abrazan tan efusivamente que pareciera quisieran fusionarse. 
 
Algo dentro de mí es destrozado, estrujado ferozmente. Mi pecho duele, lágrimas se anegan en el borde de mis ojos, un nudo es formado en mi garganta. Ver sus labios unidos en un tierno y cariñoso beso, me lastima. Las manos de Yutaka acarician suavemente la espalda de, el que ya sé es, su pareja. Las manos de Suzuki desaparecen entre las hebras oscuras del contrario, masajeando delicadamente el cuero cabelludo.
 
Esto era lo que él quería, presentarme a su novio. Pudo haberme rechazado de manera sutil, esta es la que eligió. Seguramente, esperaba la llegada del rubio antes que la mía, para así ponerlo al tanto y aguardar el momento indicado para revelar su relación de manera no contundente… contrario a como Suzuki se precipitó a cometer.
 
Mi nombre siendo dicho por aquella voz encantadora, me causa un escalofrío que levemente reprimo.
 
− Yuu, este adefesio que ves junto a mí…− un quejido escapa de su boca, al recibir un codazo mal disimulado en las costillas por parte del rubio− es Akira Suzuki, mi prometido.− besa el moflete del hombre, envolviéndole la cintura con sus brazos.
 
Este es el último trago de mi especialidad en mi taza preferida, es amargo y dulce a la vez… es “Adiós”, sin la promesa de un nuevo “Hola”.
 
Me di cuenta que soy la quinta pata del gato, no existo, no ocupo espacio al lado de Yutaka.  
 
No quiero sufrir, tampoco que ellos sufran.
 
No seré fatalista. Simplemente, dejaré que ambos vivan cómo desean. Gradualmente, el dolor de verlos juntos y mi amor no correspondido desaparecerán… arrastrados por la bruma.
 
 

 

Notas finales:

Ah, ¿qué pasó? Al final yo quedé triste, tal vez lo cerré muy abrupto y no tuvo demasiado que ver con el título... <3

¡Juezas! Todo suyo, destrócenlo.

Pienso que este quedó mucho mejor que mi fic del Crack Romance, más corto, pero sí me gustó.

*Tokushima queda en la isla Shikoku, es una prefectura y capital. Todos sabemos que Kai es originario, los demás no, sólo la usé como punto de referencia.

**Estación Naruto = Son estaciones de trenes verdaderas. Naruto es un estrecho, la marea da el espectáculo de remolinos gigantes, se llega ahí luego de arriba a la estación y tomando un autobús. [Info tomada de JNTO Oficina Nacional del Turismo Japonés.]

***Cafe de Lambre = Chuo, Tokyo.

**** Tsukimigaoka Seaside Park = Tokushima

 


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