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Admirable por Moomvi

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Notas del fanfic:

Los personajes no me pertenecen, son propiedad de Masashi Kishimoto. 


ViBanall: espero de corazoncito que le guste, señorita. 

Notas del capitulo:

Hola. Gracias por entrar :D

Este es mi segundo long-fic de Naruto.

¡Espero que les guste!

Sin más, a leer. 

 

 

 

Prólogo

 

Sentía el estómago revuelto. La sangre fue drenando de su cara conforme su cerebro procesó la frase. ¿Qué?

— ¿Qué? —susurró, casi con miedo.

Había escuchado a la perfección, pero tenía la esperanza de que cambiara lo que dijo la chica que tenía a su lado si lo decía otra vez.

—Que estoy embarazada, Naruto —dijo la joven, con la voz teñida de tristeza y desolación—. Estoy esperando un hijo tuyo. Tengo 3 semanas.

La bonita banca de madera en la que estaban sentados tembló, los pájaros de los árboles que los rodeaban volaron a su alrededor, despavoridos, las personas que caminaban por el parque, disfrutando de un domingo de sol y familia, salieron corriendo, gritando en hebreo que era el fin del mundo. O eso le pareció a Naruto.

Namikaze Naruto, de 20 años, estudiante de la Universidad  Konoha, próximo exitoso médico cardiólogo, había embarazado a alguien, él: que conocía los 206 huesos del cuerpo humano, que sabía de la existencia del condón, que veía con pena a los muchachitos que con suerte terminaban la preparatoria y tenían dos mil hijos, él embarazó a alguien. Él.

¡ÉL!

Definitivamente vomitaría.

Respiró profundo, tenía que calmarse, la preciosa joven que estaba a su lado la estaba pasando mal, igual o quizá más mal que el propio Naruto, no podía ser inmaduro.

Al fin y al cabo, fue lo suficientemente maduro como para enterrarse entre sus muslos y empujar como desquiciado, así que podía ser lo suficientemente maduro como para afrontar las consecuencias, pensó con ironía.

Observó a la chica, tan bonita como cuando la conoció hacia apenas unas semanas en una de las famosa fiestas de Kiba, su compañero de la Universidad. Ese día Naruto no quería ir, los exámenes parciales estaban a la vuelta de la esquina. No es que fuese un alumno extraordinario, que se la pasa entre libros y cuadernos, sino que él había prometido que terminaría esa carrera. Y Naruto Namikaze siempre cumple sus promesas.

Pero Kiba puede ser muy insistente.

Así que fue arrastrado a la fiesta. Ella entró poco después, con un cortito vestido rosa, caminando con sus piernas largas y claritas, estilizadas. Naruto no la vio, pero Kiba si, «bien follado, amigo, las palabras entran más» eso era lo que siempre decía. Así que, haciéndole un favor los presentó; terminando la noche de fiesta… sin globos.

La joven recién ingresaba a la institución y él le arrebató de súbito su oportunidad de llegar alto. La miró fijamente, como si fuese la primera vez, si, seguía pareciéndole atractiva; con su piel blanquita y de apariencia delicada, su cabello largo color vino, tan hermoso como siempre le pareció, pero cuando esos enormes ojos de un insólito color violeta lo miraron con desolación, se dijo que tenía que ser un hombre y que, aunque no existía cariño alguno entre los dos, tendrían que afrontar la situación.

 —No te preocupes Sāra —dijo Naruto, tomando con delicadeza las suaves manos de la mujer —. Estaré contigo, juntos afrontaremos lo que viene.

Y con esa promesa, la tarde de aquel soleado y cálido domingo terminó.

***

Lidiar con un embarazo era difícil, más aún si eres joven, voluble y apasionado, y todavía más si eres Naruto Namikaze.

La noticia del embarazo se extendió tan rápido, que ni siquiera les dio tiempo de avisar a sus padres. Después de todo se trataba de uno de los chicos más conocidos de la Universidad y de una de las alumnas más bonitas de nuevo ingreso.

Habían acordado vivir juntos en el departamento del Namikaze, aunque en habitaciones separadas: así  se sentían más cómodos.

Nada había sido fácil, les costó mucho adaptarse. Ambos eran demasiado independientes y dueños de su vida y tiempo, así que el hecho de tener que rendir cuentas al otro era difícil.

Sāra decidió no ir a la facultad lo que restaba de su embarazo, contrario a ello, Naruto siguió, quemándose las pestañas entre libros y el trabajo con su papá. Porque sí, ambos tenían el apoyo de sus padres.

El embarazo fue sencillo en todo aspecto; así que cuando Sāra comenzó a quejarse de dolor y chillar a media noche de un sábado en verano de luna llena, Naruto entró en pánico, olvidándose por completo de todo lo que un estudiante de medicina como él debía saber.

Naruto suele exagerar las cosas, con el fin de exteriorizar lo profundo de sus sentimientos, pero en esta ocasión exageró en extremo; marcando a la mamá de la joven -que no, no era  su suegra, ninguno quiso casarse y sus padres no los obligaron- y a Minato y Kushina, con voz estridente y chillona, gritando que estaba en el Hospital de su Abuela porque algo le había pasado a Sāra.

Pero ese algo, era el natural y precioso nacimiento de sus hijas.

Nadie sabía que vendrían gemelas. Ellos quisieron esperar para saber el sexo y esas cosas, así que lo único que hacían en los chequeos era asegurarse de que estuvieran bien. Fue una sorpresa enorme y gratificante para todos.

Naruto se sentía adormilado, como si todo lo que pasaba a su alrededor fuera ajeno a él. Sabía que sería padre, pero jamás lo vio tan tangible como cuando sostuvo a las bolitas de carne rosácea entre sus brazos. Se sentía feliz, una felicidad que sólo un padre podría experimentar.

No fue lo mismo para Saāra, quien se negaba a cargar a las pequeñas, no podía, sentía un extremo rechazo por sus hijas.

—Es natural —le había dicho su abuela Tsunade que, como era de suponerse, se encargaba de la mujer —Sāra es joven, puede que sólo esté conmocionada, dale tiempo.

Y Naruto había dicho que sí, confiando en la fortaleza de la madre de sus hijas.

Pero, un mes después del nacimiento de sus gemelas, lo inevitable… pasó. 

Era una noche de viernes. Naruto siempre regresaba tarde ese día porque era cuando más trabajo su padre le daba. Esa noche en particular estaba más cansado de lo usual, llevaba muchos días sin dormir bien por un molesto -pero importante- examen, que había echo esa misma tarde. Sólo quería llegar a su casa y abrazar a sus hijas.

Fueron bendecidos. Las niñas no lloraban demasiado y eran muy tranquilas. Además, Naruto y Sāra habían desarrollado una especie de amistad, todo en su vida estaba tranquilo.

Entró arrastrando los pies a su habitación, que era donde las pequeñas dormían pues Sāra aún no podía estar demasiado tiempo con ellas, aunque ya les hacía unos cuantos mimos.

Ahí estaban, en la enorme cuna, dormidas en una posición por demás imposible, con piernas y manos enredadas entre sí.

A Naruto aún le sorprendía lo diferentes que eran y lo parecidas que podían llegar a ser. Sus hermosas lunitas*. Aunque llegaron en un momento inoportuno las amaba, habían llegado a abrir algo que no sabía que tenía: una puerta, esa que te invita a cuidar de alguien, que te dice quien es verdaderamente importante.

—Estoy en casa —susurró con una sonrisa perezosa.  

Les dio una caricia cariñosa en la redonda y rosada mejilla antes de quitarse la ropa que traía puesta para ponerse el pijama. Deseaba con todo su acanelado cuerpo poder dormir.

Fue hacia la cocina, tomó leche directamente del cartón y caminó de regreso a su habitación, justo entonces se dio cuenta de algo.

La puerta de la habitación de Sāra -que estaba justo enfrente de la suya- estaba abierta de par en par. Curioso, decidió  entrar. Sigiloso como muy pocas veces era.

La cama estaba hecha, todo estaba recogido perfectamente, pero se dio cuenta casi al instante de las puertas del vestidor; estaban abiertas. Revisó la habitación y… no había rastro alguno de Saāra.

Se había ido.

Sintió algo parecido a la preocupación. Salió corriendo con el estómago hecho un puño, sabía que había algo más que sólo la cobarde huida de su vecina.

Reparó en la pequeña nota que reposaba sobre la mesa. Entrecerró los ojos, como si temiera que en cualquier momento la hoja de papel sacará las garras y le destrozara la cara. La tomó con dedos temblorosos; estaba comenzando a enojarse. Mucho.

Naruto:

Lo siento, no puedo hacer esto.

Perdóname, sé que te dejaré con una enorme carga, pero no estoy hecha para ser madre. No pedí quedarme embarazada, y me siento mal estando ahí, en un departamento que no siento como mi casa, con unas bebés que no siento como mis hijas y… contigo.

No puedo, Naruto.

Lo intenté, fracase, simplemente…, me rendí. Me voy.

Sé que cuidaras bien de ellas y que las harás felices, eres un gran padre.

Cuídense y…, de verdad lo siento.

Diles que las quiero mucho, muchísimo, pero no supe hacerlo bien. Siempre serán lo más bello de mi vida; ambas, Misuki y Natsuki, mis hermosas lunas.   

Con todo el amor que puedo dar:

Sāra Rōran.

PD: Tome un poco de dinero de los ahorros, lo devolveré en cuanto pueda.

Tuvo que leerla más de dos veces para poder procesar todo.

Sāra se fue. Los había dejado. Sintió, en ese momento, irá. De la más latente, de esa que pudre un corazón si no se sabe gestionar.

No quería embarazarse, le dijo.

¡No es como si él hubiese querido dejarla en estado!

¡Él tampoco quería ser padre a esa edad!

¡¡¡Para él también es difícil!!!

¡¿Sólo ella tenía derecho a sentir miedo?!

¡Además había dicho que eran una carga! ¡¡¡Sus hijas!!!

Rompió la carta y gritó de frustración, no le importaba que se hubiera ido, ni siquiera le importaba que se llevara dinero de la cuenta en la que sólo él aportaba. Le molestaban las personas cobardes, le enfurecían. Se enojó aún más por esos meses en los que ya no tenía vida social, por esas cervezas que ya no tomaba, por todas las horas en el trabajo de su padre, por todas las miradas de desilusión que sus profesores preferidos le dedicaban.

Para él también era difícil.

Golpeó la mesa, y una silla se calló, provocando que un estruendoso ruido resonara en el departamento haciendo coro a su gruñido.

Una sinfonía de llantos agudos voló hasta la sala. Despertando a Naruto del estado en el que se encontraba, ignorando el dolor de los nudillos por la fuerza ejercida, caminó a paso veloz hacia su recámara, yendo directo a sus lunitas.

Las cargó con maestría, cada una en un brazo, y las meció un poco. Se recostó en la cama, sin dejar de moverlas susurrando palabras bonitas, con voz suavecita.

Y en ese momento, viendo a sus hijas, se dio cuenta que sin importar todo lo que perdió hasta ahora, había ganado algo maravilloso.

—No se preocupen por nada —susurró, moviendo lentamente su cuerpo, acostando a las pequeñas en la cama, junto a él—. Estaremos juntos siempre, lo prometo.

Y, con un beso en la frente y esa promesa susurrada, la noche de un viernes de verano terminó, con la luna llena colándose por el balcón como único testigo.

 

Notas finales:

Sé que el prólogo puede ser un poco bastante heterosexual, pero es completamente necesario. 

Si te gustó dime, y si no... también. 

♥Gracias por leer♥

Aclaraciones: 

Sāra Rōran si existe, es la princesa de la película Naruto Shippuden 4: La torre perdida.   

*Naruto les dice a sus hijas «lunas» porque nacieron en noche de luna llena, además, por sus nombres:

Natsuki = Luna de verano.

Misuki = Bella luna.

Eso es todo ¿Les gustó? 


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