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La Ciudad de los Muertos II : Vestigios de esperanza por InfernalxAikyo

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Notas del capitulo:

¡Buenas, gente! Lamento haber tardado tanto. 

Les traje un capítulo cortito, pero bastaante importante para la trama de esta historia ;) 

Espero que lo disfruten. Intentaré traer el próximo lo más pronto posible. Quizás lo tenga listo para el domingo. 

 

Nos leemos luego

 

Abrazos :) 

Me estremecí, preso de un escalofrío que me cubrió de pies a cabeza. Me aferré a sus caderas y enterré mis uñas en su piel, para tomarlo con más fuerza. Lo observé unos segundos. Dios, él se veía tan hermoso con el cabello escandalosamente rojo cayéndole por los hombros, sudado, enmarañado y hecho un desastre, mientras sujetaba las sábanas en sus puños y tiraba de ellas, entre jadeos que apenas le dejaban respirar, y hundía la cabeza en la almohada para ahogar sus gritos y gemidos.

—T-Terence... —jadeé, a punto de alcanzar el orgasmo. Él gimió. Empujé otra vez y sentí que llegaba al tope, profundo, tanto que creí que iba a desgarrarse por dentro. Aumenté el ritmo de mi mano sobre su sexo, para que lograra alcanzarme. No pude resistirme y lo sujeté del cabello, tomándolo todo dentro de mi puño, y jalé de el para acercarlo a mí. Su espalda chocó contra mi pecho.

   —M-Maldita sea, Reed... —Él buscó mi cuello e intentó enredar sus brazos en el. No lo dejé y me abalancé sobre su hombro para morderlo y clavarle los dientes, para rasgar y romper, como si él me perteneciera por completo—. J-Joder, así... —gruñó entre gemidos, y le sentí estremecerse una vez más. 

Un sinfín de huracanes me sacudieron de arriba abajo. El orgasmo llegó como una tormenta violenta que no pude evitar. Intenté apartarme antes de ensuciarlo, pero él me sujetó para que me mantuviera ahí.

Y sentí cómo se corría en la palma de mi mano.

Cuando ambos acabamos, nos quedamos ahí; jadeando y sudando. El olor a sexo cubría toda la habitación oscura y cerrada y lo único que podía oírse ahora era el propio sonido de nuestras respiraciones, que buscaban calmarse. Salí de él, lentamente y lo abracé.

Ambos nos dejamos caer sobre la cama.

—Lo siento... —dije, mientras besaba la zona que antes había mordido, donde comenzaba a alzarse un cardenal—. Creo que fui demasiado brus...

—Está bien —interrumpió él, tirando de las sábanas para cubrirnos a ambos—. Es sólo un mordisco. Yo te mordí una vez, ¿recuerdas? —rio.

—Esa vez querías comerme —reí también.

—Sí... verdad.

Envolví su pecho con mis manos y exhalé con lentitud, intentando tranquilizar a mi corazón que todavía latía rápido y con fuerza. Los días habían estado tensos últimamente. No sabíamos nada de Ethan y Aiden desde que se fueron en búsqueda de Cuervo y Scorpion y las cosas habían estado complicadas. Estaba nervioso, ansioso y quizás el único momento en que me sentía en paz era cuando lo tenía desnudo junto a mí.

Últimamente lo habíamos hecho mucho.

Terence soltó un suspiro y se estiró, como un gato, entre mis brazos.

—¿Qué dices, campeón? —masculló, con voz lánguida, cansada, y, aun así, divertida—. ¿Te apuntas a una tercera ronda?

Sonreí.

—¿Es que tú no te cansas nunca?

—Puedes estar abajo si quieres —rió él—. Sabes que no me molesta ser yo quien... —Se oyó un ruido fuera de la habitación y Terence calló en seco. Yo dejé de moverme y ambos escuchamos, en silencio. Afuera se escucharon pasos acelerados; uno, dos, tres, cuatro, decenas. Unos tras otros: gente corría afuera. 

—¡Rápido! ¡Va a armarse una pelea!

—¿No deberíamos avisarle a Morgan?

—¡Olvídate de eso! ¡Rápido! ¡Apuesto a que los chicos de Aiden acabarán golpeados!

¿Los chicos de Aiden? ¿Golpeados?

Me levanté de un salto y Terence me siguió y corrió hasta su ropa que estaba tirada a los pies de la cama y tropezó en el proceso. Olvidé mi ropa interior y simplemente me metí en los pantalones y en la sudadera, que estaba al revés. Corrimos hacia la puerta y ambos salimos descalzos de la habitación.

—¡Ahí! —susurró Terence, mientras se apresuraba a seguir a los últimos tipos que habían pasado corriendo por el pasillo, como una pequeña estampida humana—. ¿Se refería a la gente de la isla? —me preguntó cuando lo alcancé. No contesté, en su voz ya había una respuesta.

—¿Qué habrá pasado? —pregunté.

Entonces lo vimos; llegamos hasta la puerta de los comedores y notamos que había algo raro. Había muchas personas ahí que cubrían la puerta y no dejaban ver el interior, pero aun así supe que lo que ocurría adentro era malo. Detuvimos la carrera e intentamos entrar al lugar, haciéndonos espacio entre la gente, que parecía estar observando el espectáculo.

—Permiso, permiso.

—Abran paso.

—¡No pueden hacer eso! —bramó una voz conocida. Había mucho ruido ahí dentro, todo el mundo estaba gritando y discutiendo—. ¡Nosotros llegamos en el primero!

—¡Ustedes lo robaron! —acusó otra voz.

Terence me agarró de la mano para pasar la última línea de gente que se interponía entre nosotros y lo que estaba pasando, y logramos entrar.

—¿Qué demo...? —masculló, pero no pudo continuar hablando. Sostuve su mano y la presioné, para hacerle retroceder antes de que diera un paso si quiera, antes de que actuara, sin analizar bien la situación. El aire estaba tenso, pesado y los cazadores de Cuervo y Scorpion estaban de un lado de la habitación, mientras que Eden, Jack y los demás estaban del otro, siendo apoyados por algunos hombres de La Resistencia. Si no estuviera todo el mundo gritando para entonces, habría creído que se trataba de una batalla de rap o algo parecido. Pero no, lo que ocurría estaba lejos de ser una actividad recreativa, ellos claramente discutían ¿Pero, por qué?

Lo entendí, a medias, y entonces caminé hacia el tumulto, para ocupar mi lugar junto a mi gente. Fuera lo que fuera que estuviera pasando, mi deber era estar con la gente de Paraíso, ¿no?

Terence me siguió.

—¿Qué ocurre? —le pregunté a un chico de La Resistencia.

—Están discutiendo por un barco —explicó y no necesitó decir más. Lo entendí todo.

—¿Y creen que, porque nosotros lo robamos primero, ustedes tienen derecho a quitárnoslo? —gruñó Jack, que estaba en medio de todo, a punto de saltar sobre Siete, que parecía ser el representante de los cazadores—. ¿Quién demonios se creen, ¿eh?

—Lo último que dijo Scorpion, antes de saltar de ese jodido barco, fue que lo tomáramos —contestó Siete—. Y eso es lo que haremos.

—Ni siquiera saben si ese cabrón sigue vivo o no.

—Claro que lo está.

—Pues yo creo que no —masculló Jack—. Es más. ¡Espero que él y tu otro líder se encuentren en el fondo del maldito mar! —vociferó, con la mano sobre su cinturón, muy cerca del cuchillo que siempre cargaba—. El mundo está mejor sin mierdas como esas robándonos el oxígeno —siseó.

Siete se abalanzó sobre él, al mismo tiempo que Jack desvainaba el cuchillo. Todo en ese momento se transformó en un caos de más gritos, empujones y tirones. Eden intentó sostener a Jack y los cazadores intentaron apartarle a Siete de encima, mientras todo el mundo gritaba:

—¡Ese barco nos pertenece por derecho!

—¡Ustedes no tienen derecho a una mierda!

Terence y yo corrimos hacia el tumulto de gente y ayudamos a los cazadores a separarlos, agarramos a Siete, que estaba rojo por la furia y la rabia, y lo sujetamos entre varios.

—¿¡No tenemos derecho!? —gritó, intentando zafarse, pero yo no pensaba soltarlo hasta que se calmara o hasta que alguien lo desarmara.

—Tranquilo, hombre... —intentó decir Terence.

—¡Nosotros estábamos bien hasta que ustedes llegaron, malditos hijos de puta! —gritó y noté que se le quebraba la voz—. ¡Éramos felices, hasta que aparecieron! —gimió, casi en un sollozo y algo me dolió en el pecho al oírle así—. ¡Por su culpa hemos perdido a mucha gente! ¡Perdí a mis hermanos, joder! ¡Perdí a mis amigos! ¡Perdimos a Anniston! —forcejeó más fuerte y me dio un codazo, obligándome a soltarle y entonces desenfundó su revólver y apuntó a Jack directamente a la cabeza. Eden, Jesse y los demás reaccionaron y levantaron sus armas para apuntarle a él. El resto de cazadores hizo lo mismo, amenazando a la gente de Paraíso con todo lo que tenían. Todo el mundo se quedó quieto entonces, sin moverse un sólo centímetro y sin apartar los dedos del gatillo—. Perdimos todo desde que ustedes llegaron aquí... —masculló el cazador, con ira contenida en cada temblor de su voz y de su cuerpo. Parecía estar a punto de hacer una locura—. Así que, dime. ¿Por qué no deberíamos recuperar algo de eso?

Me sentí mal, me sentí culpable. Porque él tenía toda la razón.

Los cazadores no habían hecho más que perder en esta guerra. Todos los números rojos habían sido para ellos.

—Él... —Terence interrumpió el silencio y la tensión que se habían formado después de esa pregunta—. Siete tiene razón —dijo.

—¿Q-Qué? —balbuceó Jack, mientras se pasaba el dorso de la mano por el labio inferior, limpiando la sangre que un puñetazo le había provocado—. Terence... ¿ tú?

—Piensen en ello, chicos... —El pelirrojo levantó las manos en son de paz cuando se metió en medio de todo, sin asustarse por la cantidad de armas que podrían dispararle en cualquier momento—. ¿Recuerdan cómo eran ellos cuando llegamos? ¿Recuerdan cuántos eran? ¿Recuerdan todo lo que tenían? ¿Recuerdan que tenían un hogar?

—Un hogar que por su culpa nos quemaron, por cierto —siseó Siete.

—Creí que jamás estarías de acuerdo con un cazador —gruñó Jack.

—Que sean cazadores no los hace menos humanos —contestó Terence. Sentí que esas simples palabras aplicaban también a él, que antes también fue un cazador. Sentí que él las había reflexionado durante mucho tiempo y sentí que se las decía a sí mismo también.

—Terence está en lo correcto... —me sumé. Me estaba contradiciendo con mis acciones, pero no podía evitarlo. Siete tenía razón, los cazadores tenían derecho a recuperar una mínima parte de lo que habían perdido. Necesitaban un lugar donde empezar de nuevo—. Ya perdieron a un cuarto de su gente, o más...

—Pero...

—Bien, bien... —Una voz femenina se escuchó desde el fondo del lugar y Samantha, la única mujer presente, se hizo espacio entre los cazadores y avanzó hasta nosotros. Llevaba a la pequeña hija de Gael en brazos y eso sólo me puso de los nervios. ¿Por qué había niños aquí, en medio de una discusión que podría acabar en una masacre?—. Suponiendo que ustedes se quedaran con ese barco... —le habló a Siete, que todavía estaba firme en su posición y mantenía el brazo estirado, apuntando hacia los chicos. Ella se le paró en frente, interponiéndose entre Jack y él y le sostuvo la muñeca, tirándola hacia abajo lentamente, para hacerle bajar el arma—. ¿Ustedes podrían...?

—Claro que sí —le interrumpió Siete, antes de que ella terminara la frase. Se había puesto rojo hasta las orejas—. Si ese imbécil tras tu espalda me hubiese dejado terminar de hablar antes de ponerse como una cabra, podría haber mencionado eso. Claro que los llevaremos de vuelta, no los dejaríamos varados aquí.

Suspiré.

Samantha sonrió y volteó para dirigirse a Jack.

—¿Tienes dinero? —le preguntó. El chico de ojos violetas pareció descolocarse con esa pregunta.

—¿Qué?

—¿Que si tienes dinero? —insistió Sam.

—Claro que no.

—¿Les sobran armas, acaso? —volvió a preguntar.

Jack miró hacia atrás, buscando en los demás chicos una respuesta a esa pregunta tan obvia. Eden y los demás negaron inmediatamente con la cabeza.

—No —contestó Jack.

—¿Carne? ¿Frutas? ¿Café? ¿Ropa? ¿Provisiones? —La chica continuó interrogando y Amanda la miró, confundida, en sus brazos—. ¿No? —adivinó.

Jack negó con un gesto, sin entender por qué Samantha le hacía esas preguntas. Pero creo que yo sí logré comprenderlo. A punta de una interpelación elemental, ella pretendía hacerle entender a Jack la visión de los cazadores.

Y estaba a punto de lograrlo.

—¿Tienen algo con qué pagarle a esta gente? —remató la chica, mientras bajaba a la niña que tenía en brazos para que se moviera libremente. Todo el mundo bajó las armas en ese momento—. ¿Tienes algo con qué pagar los servicios que les han prestado? ¿Tienen algo que les sirva para reponer las pérdidas? ¿Algo que les haga olvidar a toda la gente que perdieron?

Nadie dijo nada.

—¿Tienen algo que justifique todo el sacrificio?

—Ellos vinieron por su propia voluntad —contestó Jack, y se cruzó de brazos—. Nadie les pidió nada.

—¿Creen que ustedes estarían aquí ahora sin su ayuda? ¿Sin sus hombres? ¿Sin sus armas?

Jack no contestó, chasqueó la lengua y se dirigió hacia la puerta para salir, gruñendo:

—Joder, ella tiene razón.

—Los favores en estos días no se piden... —sentenció Samantha, sin dirigirse a nadie en particular—. Simplemente se dan.

Eden carraspeó la garganta. Se acercó hasta Siete y le estrechó la mano.

—Entonces será un trato —dijo, esbozando una sonrisa—. El barco será completamente suyo una vez hayan dejado a nuestra gente en Paraíso.

Siete no lo dudó y le estrechó la mano con fuerza, sacudiéndola varias veces.

—Hecho —dijo. Oí algunos murmullos de celebración y suspiros de alivio entre los cazadores. Los dos hombres se soltaron y entonces Eden me miró, dedicándome una sonrisa de aprobación que en ese momento no entendí, y caminó hasta la puerta, seguramente para ir por Jack y hablar con él.

Todo el mundo se dispersó entonces, los grupos volvieron a tomar sus lugares y conversaciones y la actividad del comedor, hasta ese momento paralizada, volvió a retomar su marcha. El debate había terminado, se había llegado a una solución y, por suerte, nadie había acabado herido.

Siete apoyó una mano en mi hombro.

—Gracias por apoyarnos, chicos —nos dijo a Terence y a mí—. No creí que...

—Es lo justo —le interrumpió Terence, antes de que la conversación acabara en algo sentimental. Y probablemente él mismo no se daba cuenta, pero él también se había conmocionado con todo esto. Imaginé que para él toda esta situación era difícil. Él fue un cazador antes. No podía evitar verse reflejado en esta gente, aunque eso no le gustara—. Iré por mis botas, yo...

—Voy contigo —le dije. El pelirrojo asintió y empezó a caminar—. Nos vemos, chicos.

—Ese cabello despeinado te sienta bien —bromeó Samantha, levantando las cejas de manera divertida, dándome a entender que sabía perfectamente qué habíamos estado haciendo antes de llegar aquí. Yo reí en voz baja, me despedí con la mano e intenté a alcanzar al pelirrojo, que estaba a punto de llegar a la puerta—. ¿Estás bien, Siete? —le oí decir a la chica.

—S-Sí... —Él lo dudó—. Es sólo que... yo... —suspiró—. Muchas gracias, Sam.

Cuando volví a mirar atrás, los dos se estaban abrazando.

Vi que Terence ya había salido y corrí hasta la puerta para no perderlo de vista. Cuando llegué al umbral, una especie de sexto sentido me alertó, haciéndome saltar hacia atrás. Y alguien la abrió bruscamente desde el otro lado.

—¡Señores, señores! —Morgan entró atropelladamente, gritando como un loco, vistiendo un delantal blanco salpicado en sangre y unos guantes que no se había quitado aún, con el cuerpo sudado y la respiración agitada por lo que supuse había sido la carrera más larga de su vida—. ¡Reed! —exclamó cuando me vio, dejando caer sus manos en mis hombros y sacudiéndome con una emoción que no entendí, hasta que volvió a hablar—: ¡La encontramos! —gritó—. ¡La señorita Subiabre y yo la encontramos! —repitió, estaba eufórico y sus ojos estaban a punto de estallar en lágrimas. Toda la habitación guardó silencio y le prestó atención—. ¡Logramos formular una cura con tu sangre!

Sentí que iba a desmayarme.

Sentí que no podía respirar.

Sentí que había vivido toda mi vida sólo para oír esas palabras.

Terence apareció tras la espalda de Morgan, sonriéndome de oreja a oreja.

Un solo grito de celebración se escuchó en el comedor. Cocineros, cazadores y amigos; absolutamente todo el mundo se unió en una sola voz. Una sola emoción. Vi abrazos, choques de puño y a alguien que se subió a una mesa para gritar con todas sus fuerzas.

Me recordó a las celebraciones de año nuevo. O a las de una final de fútbol.

—¿L-La...? —balbuceé, apenas. Me temblaba la boca, me temblaban las rodillas y todo empezó a dar vueltas a mi alrededor. Morgan hizo el ademán de soltarme, pero yo sujeté sus manos para que no lo hiciera. Iba a caer si me dejaba ahora—. ¿La cura? ¿Encontraron una?

—¡Y todo gracias a ti! —El científico parecía estar a punto de romper por la emoción y me abrazó, me tomó en sus manos y me levantó varios centímetros del suelo—. ¡Ustedes...! —balbuceó entre risas—. ¡Tú y esa pequeña eran los últimos vestigios de esperanza para nuestra humanidad! —chilló, apretujándome entre sus manos. Nunca le había visto tan feliz. Ni a él, ni a nadie de los que estaban ahí—. ¿Sabes lo que significa todo esto, ¿no, Reed? —me preguntó, mientras me bajaba y me miraba a los ojos. No pude contestar—. Significa que podemos salvarla.

¿La humanidad iba a salvarse con esto? Dios Santo... esa promesa parecía ilusoria.

Pero ahora podría cumplirse.

Terence caminó hasta posicionarse detrás de mí y apoyó ambas manos sobre mis hombros, dándome la estabilidad que necesité cuando Morgan me soltó, me besó en la frente y corrió hacia el grupo de La Resistencia que estaba ahí, para celebrar junto a ellos.

Y yo seguía sin poder creerlo completamente. Era irreal, ¿pero, ¿qué era lo real ahora? En tan sólo un par de meses, la vida que había conocido se había fracturado y había desaparecido, esfumándose, víctima del desastre más terrible que la humanidad había sufrido en toda su historia. Y ya habían pasado cinco años de eso, y ya me había acostumbrado. Pero la realidad que vivía ahora no la había vivido siempre, no.

Recordé que antes hubo otra vida.

Recordé que antes las cosas eran distintas. Fáciles, simples, hermosas.

Y esa cura podría ser un camino de vuelta a lo que tuvimos. No.

Esa cura era el camino hacia algo nuevo.

Las manos de Terence se enredaron en mi pecho cuando me abrazó. Apoyó su cabeza en mi hombro y suspiró; lento y suave, y el aire que sopló me hizo cosquillas en las mejillas. Sus brazos no estaban tensos y su cuerpo, pegado al mío, parecía relajado. Era la primera vez que lo sentía de esa forma.

—Buen trabajo —susurró en mi oído—. Lo logramos.

 

Notas finales:

Y por eso la historia se llama así.. ok no xD 

Bueno sí, esta conversación entre Morgan y Reed la había escrito hace muucho tiempo, así que estaba bastante planeado. 

 

Habemus cura, gente xD ¿Qué creen que pasará ahora? 

Leo sus críticas, comentarios y preguntas. Recuerden quee todo lo pueden dejar en un lindo -o no tan lindo- review. 

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