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La Ciudad de los Muertos II : Vestigios de esperanza por InfernalxAikyo

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Notas del capitulo:

Buenas, gente. Ya les traje actualización. 

Espero que les guste. 

 Capítulo 90 

 

 

«Debería sentirlo en la piel, pero no lo hago.

Debería rasgarme en los músculos, pero jamás llegó tan profundo.

No es algo que pueda sentir en el cuerpo, ¿no es así? No puedo, nunca pude. Aprendí a no hacerlo.

¿Entonces por qué esto duele tanto?»

Intento pensar en que no estoy ahí, mientras un par de cabrones me sujetan de las piernas y me atan las muñecas. Quiero resistirme, pero estoy tan jodidamente cansado y exhausto que, cuando veo a ese hijo de puta, Micah, hacerse espacio entre mis rodillas, no soy capaz de hacer nada.  

No puedo reaccionar, pero el dolor se mantiene ahí, punzando en las partes más profundas de mis carnes.

Lo siento en los huesos cuando se suponía que no debería hacerlo.

Lo siento estrangulándome las tripas.

Lo siento asfixiándome el cerebro, cada vez que entra de nuevo y le veo a los ojos. Jamás me olvidaré de ese rostro, ni el de los malditos que me sujetan, ni mucho menos el de ese cabrón que nos mira, con una repulsiva sonrisa en la cara, mientras ellos se turnan para follarme.

   —Algún día te arrancaré la piel con mis propias manos, Shark… —le advierto, mientras siento mi interior húmedo y contengo una arcada al darme cuenta que el imbécil que me está jodiendo acaba de correrse.

   —No habrá otro día para ti, Cuervo —ríe él.

Micah sale y otro de sus compañeros toma su lugar. Intento abstraerme nuevamente, desvincularme de mi cuerpo que está demasiado roto para contenerme.

No debería sentirlo, pero se me pega a los órganos y bloquea mis articulaciones.

Se siente como si algo muy afilado me atravesara el centro del pecho y la garganta.

Se siente… como si fuera a morir.

«Toda mi vida estuve buscando mi autodestrucción.

Y, cuando la tuve frente a los ojos, no fui capaz de soportarla»

 

   —¿Cuervo? ¡Cuervo! —desperté de un salto y unas manos me contuvieron, sosteniéndome de los hombros y aguantando mi brusco movimiento. Intenté ver, tenía los ojos llorosos y me sudaban las manos. Era Aiden—. ¿Estás bien? —preguntó. No, no podía respirar, me faltaba el aire. Lo intenté, pero cuando inspiré, algo me oprimió la garganta y no dejó pasar el oxígeno hacia el interior—. ¿E-Estás…? —balbuceó cuando se dio cuenta de mi estado. Quise responderle, pero no fui capaz de cerrar los labios o sacar la voz.

Sentía mi pecho ardiendo y retorciéndose, pero el corazón me saltaba en la puta garganta.

No paraba de latir.

Demasiado rápido, como nunca antes.

¿Iba a morirme? ¿Era eso?

Sentí que iba a morir.

   —Joder, estás teniendo un ataque de pánico —Aiden se apartó de mí, dándome un espacio que no sabía que necesitaba, hasta que se alejó—. Está bien, Cuervo… —dijo, calmadamente y me tomó de las manos. Yo apreté las suyas con todas mis fuerzas—. Respira, respira profundo —dijo.

Y respiré.

Una sola vez, hondo.

Y entonces volví a ser yo mismo, o así se sintió, porque sólo entonces desperté y volví a estar consciente.

Respiré otra vez y fue como si lo que acababa de pasar hubiese sido parte de la pesadilla de la que desperté.

¿Lo fue?

   —¿Estás bien? —preguntó Aiden otra vez.

   —¿Qué…? ¿Qué pasó?

   —Estabas teniendo una pesadilla, vine a despertarte y entonces sufriste un… —comenzó. Miré mis manos y noté que todavía estaban sujetando las de Aiden. Le solté bruscamente—. Ataque…   

Respiré otra vez. Un sueño, sólo había sido un mal sueño.

Shark, Micah y esos cabrones estaban bien muertos.

Scorpion había acabado con ellos.

Me reincorporé en mi cama.  

   —¿Han vuelto? —pregunté, todavía con el corazón en la garganta. Busqué relajarme, tranquilizar a mi cuerpo que no paraba de temblar. ¿Ataque de pánico? Tenía que ser una broma. Nunca antes me había pasado y ésta no iba a ser la primera. Podía controlarlo, sólo había sido producto de una pesadilla.

Aiden abrió por completo la cortina de la tienda.

   —Necesitas aire —dijo. No, yo estaba bien.

   —¿Han vuelto? —insistí.

   —Sal afuera —ordenó él, tendiéndome la mano. La tomé, sólo para que así me respondiera—: No, ellos todavía no vuelven.

Miré el cielo y noté que había oscurecido.

¿Hace cuánto se habían ido?

   —Deben estar por volver… —dijo Aiden, como si me hubiese adivinado el pensamiento—. Siéntate a un lado del fuego. He preparado un estofado con las últimas provisiones que nos quedaban.

Me acomodé a un costado de la fogata, que no se había consumido todavía. Aiden debió haber mantenido el fuego durante todo este tiempo, mientras yo dormía. ¿Cuándo me dormí, por cierto? No podía recordarlo.

  —Joder… —me apreté las sienes.

Me sentía perdido.

   —Toma… —Aiden tendió un tazón metálico en mi dirección, junto a una cuchara—. No has comido nada en estos días, ¿no? Necesitas comenzar a recuperarte.

   —Gracias —tomé el plato y lo miré. Yo no lo llamaría estofado, precisamente. Pero tenía patatas y eso era suficiente para mí—. Huele bien.

   —Con el tiempo, mi técnica en la cocina ha mejorado… —explicó él, sentándose frente a mí y con la mirada clavada en su comida—. Eden es un buen maestro —Sus ojos verdes reflejaban las llamas de la fogata en ellos y por un momento me quedé mirándolos, sin poder apartar la vista. Se veían poderosos—.  ¿Sabes cocinar, Cuervo? —me preguntó, distrayéndome. ¿Qué clase de pregunta era esa?

Aparté la vista, me encogí de hombros y le di una probada a la sopa del estofado. Sabía bien.

   —Hago lo mejor que puedo —sonreí e intenté encarnar una ceja, pero ésta dolió un poco al moverla. Las heridas continuaban cicatrizando y eso mantenía todo mi rostro tieso, como si lo hubieran rociado con pegamento—. Podría sorprenderte con algunos platillos.

Aiden rió en voz alta.

   —¿Es una invitación?

   —Tómalo como quieras —cogí una patata con los dedos y le di una mordida, estaba suave y sin grumos. Perfecta.

Ambos comimos en silencio durante algunos minutos. Afuera, podía oír a los grillos y búhos haciendo una fiesta con sus chirridos y cantos, sin miedo a que algún infectado les cazara. La vida salvaje siempre me llamó la atención. Supongo que, de no haberme enlistado en E.L.L.O.S y de no haberse desatado un virus mortal, habría buscado terminar mis días en un lugar como este; un bosque callado y tranquilo, sin nadie más alrededor que animales y árboles.

¿Le habría gustado a Noah una cabaña en medio de un paisaje así? Por un momento, me imaginé a Amanda visitándonos un domingo por la mañana, junto a los estúpidos gatos que siempre quiso y que nunca pudo tener.

En el fondo, deseaba una vida muy distinta a la que había forjado.

Y sólo ahora me daba cuenta.

Cuando le miré, él ya había acabado su plato. Yo apenas iba por la mitad.

«El hambre de los jóvenes», supuse.

    —Eh, Aiden.

   —¿Sí? —contestó, apartando la vista del plato y mirándome.

   —¿Qué crees que habría sido de tu vida si el virus no se hubiese esparcido? —pregunté, curioso. Este era un buen tema de conversación, sobre todo para olvidarse por completo de un mal sueño, que ya apenas podía recordar con claridad.

   —Supongo que…. —Él pareció pensárselo un momento—. Habría intentado salir de casa y estudiar algo.

   —No pareces muy convencido —dije.

   —Habría seguido a mi hermano —confirmó él.

   —¿No era él el menor?

   —Lo era… —Aiden dejó el tazón a un lado y posó ambas manos sobre el fuego. Sólo entonces me percaté que tenía una buena cantidad de cicatrices en ellas. También estaba la de su ojo y otro par apenas visibles en sus antebrazos, sin contar las nuevas que, gracias a Shark, iba a obtener prontamente. Este chico había ganado muchas batallas—. Pero él siempre fue un paso adelante —continuó—: Mientras yo estaba encerrado en casa, temiendo salir por mi enoclofobia, él estaba enfrentándose al mundo. Supongo que… le habría seguido a cualquier parte… —dejó escapar una pequeña carcajada y suspiró—: Mierda, me acabo de dar cuenta que no habría sido nadie si este virus no se hubiese desatado.  

Me llevé el tazón a los labios y bebí todo lo que quedaba.

   —Eso es fuerte, chico —solté. Declaraciones duras de alguien que parecía haberse acostumbrado a vivir en este mundo. ¿Lo había hecho yo? Se supone que sí, debería haberlo hecho mejor que nadie. Siempre fui bueno adaptándome a situaciones complicadas. Pero ahora mismo estaba deseando otra cosa.  

   —Supongo…que sí —dijo.

Armonía. Tranquilidad. Calma, como la que sentí la última vez que vi a a Amanda en aquel sueño, donde nada importaba y todo se desvanecía. Calma… nunca antes la había tenido y no me había dado cuenta de ello hasta ahora. Una parte de mí llevaba treinta años deseándola, rogando por un poco de paz. ¿Era muy egoísta de mi parte quererla? ¿Era muy egoísta querer detenerme ahora?

¿Lo era?

Un ruido metálico me hizo dar un respingo.

   —¿Qué es eso? —pregunté, mientras Aiden se levantaba.

   —Las latas —me informó el chico y me hizo recordar que había un cordón de ellas marcando el perímetro, lo que significaba que alguien había entrado al campamento. El chico sostuvo su pistola, que estaba atada en la parte posterior de su pantalón y preguntó, casi susurrando—: ¿Ethan? ¿Eres tú…?

No hubo respuesta.

   —¿Scorpion? —volvió a preguntar.

No, no eran ellos.

   —Dame un arma, Aiden —mascullé, en voz baja. Él desenfundó el cuchillo que cargaba y lo lanzó hacia mí.

Oímos el primer gruñido.

Me levanté, sostuve el arma entre mis manos y me mantuve atento, esperando verlos aparecer desde cualquier esquina. Estaba oscuro y la única luz que iluminaba el lugar era la de la fogata y ésta podría extinguirse en cualquier momento. Ellos podrían llegar y saltarnos encima sin previo aviso.

Aiden se pegó a mí cuando más gemidos se dejaron oír, viniendo desde todos los rincones. Ellos parecían estar en todos lados. Nos estaban rodeando y, lentamente, vi aparecer sus siluetas de entre los árboles; uno, dos, tres, cinco… quince infectados.

Aiden disparó.

   —Mata a los que se acerquen demasiado —ordenó.

Uno de ellos corrió hacia mí y le apuñalé en la sien, reaccionando más rápido de lo que esperaba. A veces, tenía la creencia de que el cuerpo poseía memoria y que era capaz de actuar inconscientemente, a pesar de tener todos los músculos acalambrados y las articulaciones dormidas.

Instinto de supervivencia, le llamaban algunos.

   —¡Cuidado, Aiden! —giré sobre mis talones para quitarle a uno de encima, él disparó un par de veces y dos que habían intentado saltarme en la espalda cayeron al suelo.

   —L-Lo siento… —intentó disculparse.

   —¡Tú sigue disparando! —jadeé—. ¿¡De dónde mierda han salido tantos? —clavé el cuchillo en la frente de otro, pero sus manos se mantuvieron sujetándome e intentando desgarrarme la piel con las uñas. Ambos caímos al piso y empujé el mango del arma con las palmas de mis manos, para clavarlo más profundamente. Sólo entonces acabó de morir—. Mierda… —intenté quitar el cuchillo, pero se había incrustado en la carne—. Se atoró.

   —¡Hay un hacha a los pies de mi tienda de campaña! —me informó Aiden, disparando a los infectados que se intentaban acercar a mí—. También hay otra arma dentro. ¡Ve por ellas! ¡Te cubriré!

Sentí que podía confiar plenamente en que él me mantendría con vida.

Me levanté, sorteé a dos que intentaron bloquearme el paso y corrí hacia la tienda de Aiden como si aquella fuese la carrera de mi vida. Apenas había algunos metros entre la carpa y yo, pero el camino se me hizo jodidamente eterno. Hasta que vi la pequeña hacha, brillando en el suelo, y me abalancé sobre ella para tomarla.

Pero algo me lo impidió.

Se sintió como una brisa que me la arrebató de las manos, poco antes de tocarla.

   —¿Q-Qué? —balbuceé y enseguida le vi. Sus ojos eran rojos, como la sangre, y brillaban y algo en mi cabeza me dijo que ese color no era natural. Levantó una mano y me golpeó, lanzándome directo al suelo—. ¡H-Hijo de…! —chillé. Era un encapuchado. ¿El mismo que nos había atacado antes?

   —¡Cuervo! —Aiden gritó y disparó, pero no pareció darle.

Rodé por el piso, esquivando justo a tiempo su bota, que estuvo a punto de clavar en alguna parte de mi cuerpo, e intenté levantarme, pero él me agarró del cabello y estrelló mi cabeza contra la tierra. Reaccioné y le lancé un golpe, pero él atrapó mi puño en el aire y me dobló la muñeca con un sólo movimiento. Demonios, él era rápido, muchísimo más rápido que yo, jodidamente veloz y fuerte.

¿Un Cero, tal vez?

Puso sus manos alrededor de mi garganta.

   —¡C-Cuervo! —Aiden gritó otra vez e intentó correr hacia nosotros, pero varios infectados le rodearon y se le lanzaron encima para intentar morderlo.  

   —¡Preocúpate de ti! —grité, con la voz asfixiada y ronca por culpa de las manos de ese imbécil encapuchado. Él clavó sus rodillas en mis costados, tan profundamente y con tanta fuerza que oí varios huesos tronando y rompiéndose—. J-Joder… —intenté tomar sus manos y apartarlas de mí, pero sus dedos no me soltaron—. Joder, hijo de puta… —me estaba estrangulando y sentí la presión quedarse estancada en mi rostro y en mi cabeza, el cosquilleo en mis mejillas y los oídos pitándome. Si seguía hablando, iba a perder oxígeno más rápido.

¿Quién demonios era esta persona?

Le miré otra vez a los ojos, extrañamente rojos. Nunca antes había visto unos como esos y, otra vez, mi mente me dijo que no era algo normal. No, no era solamente el color. Era algo más.

Se parecían a los ojos de Alger, cada vez que volvía a casa drogado y todavía con costras blancas en la base de los orificios nasales, y golpeaba a mi madre. Se veían justamente como los de alguien bajo los efectos de la cocaína. ¿Estaba drogado? ¿Era eso o era un experimento? ¿Los infectados podían mutar de esta forma?

De pronto, sus manos cedieron y él se quedó quieto sobre mí. Instantes después, vi el filo del hacha atravesándole el cuello, arrasando con carne, músculos y nervios a su paso, junto a un sonido atorado que escapó de su garganta.

Y una lluvia de sangre cayó sobre mi rostro; caliente y suave.

Alguien lo había matado, justo antes de que acabara conmigo.

El aire dolió cuando volvió a pasar por mi garganta y ardió un poco más cuando el cuerpo del encapuchado fue apartado de mí, antes de que me cayera encima, y alguien lo lanzó hacia un lado. Alcé la vista, encontrándome con los fríos ojos de Scorpion que me miraban sorprendidos y, quizás, algo asustados. Él respiraba agitado, estaba rojo y los labios le temblaron al preguntar:  

   —¿E-Estás bien? —balbuceó.

No podía hablar, así que sólo asentí con la cabeza.

Él soltó el hacha, dejándola caer al suelo y se arrodilló junto a mí para ayudarme a sentarme. Su brazo rodeó mi cabeza y me atrajo hasta su pecho, con lentitud. Sus dedos temblaban, mientras él los enredaba en mi cabello, y yo no entendía por qué.

   —Qué alivio —suspiró.

   —¿Qué ocurre contigo? —pregunté, apenas.

   —Branwen… —Él no me soltó mientras continuó hablando—: Hay algo que…

   —¡Espera! —Ethan, quien había llegado junto a él y aparentemente había acabado con los infectados restantes, le interrumpió bruscamente—. Acordamos que no íbamos a…

Scorpion pareció abrazar más mi cabeza, escondiéndome entre su cuerpo caliente y su brazo, y le gruñó a Ethan:

   —¡No me jodas, Eth! ¡No voy a ocultar esto! —miró durante un par de segundos la cabeza decapitada y completamente descubierta del encapuchado que me había atacado y luego sujetó mi rostro para mirarme, fijamente—. No es ella. Este es otro —afirmó y pareció que todavía le hablaba a Ethan, porque no entendí un carajo de lo que trataba de decir—. Brann, E.L.L.O.S ha…

   —¡Asier! —Ethan intentó callarlo.

   —¡Esto es grave, demonios! —gritó Scorpion y me sujetó de la cintura, para tomarme y levantarme con la fuerza de su único brazo. Algo molestó cerca de mis pulmones cuando lo hizo y volví a caer sobre su pecho, no porque quisiera o porque él me hubiese atraído hacia él de nuevo, sino porque me sentí mareado—. E.L.L.O.S sigue ahí afuera y ha estado mandando a estos cabrones para acabar con nosotros… —informó, sin dejar de mirarme y entonces supe que, sea lo que sea a lo que se estaba refiriendo, eso lo había asustado—. Ethan encontró una tablet con una jodida lista negra en la que tú y yo aparecemos, Cuervo…

¿Qué?

   —¿Q-Qué está diciendo, Ethan? —tartamudeó Aiden—. ¿Eso es cierto? ¿E.L.L.O.S ha estado mandando a esos tipos? Creí que…

   —Lo que sea que hayas creído, estabas equivocado —le interrumpió Scorpion—. Esos cabrones siguen con vida y todos nosotros estamos bajo su mira, incluyéndote a ti —le miró y me dio la sensación de que quiso sonreír, para molestar al pobre chico, pero no lo hizo. Volvió a verme de nuevo—. Nos están cazando, Cuervo. ¿Lo entiendes, verdad?

Asentí nuevamente, cansado y adolorido.

   —Vámonos a casa —fue lo único que pedí—. Tenemos que volver, rearmarnos. Organizarnos con el resto. Tenemos que… —Él me dio un empuje con su cadera y se inclinó, para cargarme sobre su hombro, como a un saco de harina—. ¡Hey…!

   —Claro que volvemos ahora, joder. ¡Ethan! ¡Coge tus porquerías y larguémonos de aquí antes de que lleguen más zombies!

   —Puedo caminar —gruñí cerca de su oído.

   —Apenas puedes hablar. Ese cabrón casi te asfixia… —hizo una pausa, para bajarme y abrir una de las puertas del coche—. Y creo que te fracturó algunas costillas —me lanzó dentro, sobre uno de los asientos traseros.

   —¿Cómo sabes eso? —pregunté.

   —También te rompió la boca y te dislocó un hombro y la muñeca… —continuó él, ignorándome—. Pudo haberte matado.

¿Me estaba regañando?  

   —¿Te estás preocupando por mí? —me burlé y quise soltar una risa, pero los músculos de mi mandíbula no respondieron bien a mis órdenes. Él me lanzó otra vez una de sus miradas filosas y constantes.

   —No me hagas decirlo —bufó, pasando el cinturón de seguridad por sobre mi pecho, para abrocharlo en mi costado, con un poco de dificultad al tener sólo una mano disponible. Dejé que sus dedos torpes tocaran varias veces mi torso y manosearan mi cadera, buscando la hebilla.

   —¿Quién va a enseñarte a volar si muero? —balbuceé, cuando por fin lo ajustó.

   —Cállate y duerme —contestó él, pasando distraídamente su mano sobre mi cabello—. Estás herido, necesitas descansar.

Me acomodé mejor en el asiento y esperé a que él se metiera en el auto. A mi alrededor, vi a Ethan y Aiden apagando el fuego, desmontando las tiendas y corriendo hasta la maleta del coche para guardar todo.

Scorpion cayó sentado a mi lado y pareció vaciar sus pulmones en un suspiro silencioso. Miré su mano y noté que mantenía el puño muy cerrado y apretado, tanto que oí el crujir de sus propios dedos. Estaba conteniendo algo.

   —¿Me hablarás de esa lista negra que mencionaste y los encapuchados que han tratado de matarnos? —le pregunté.

   —Claro que sí —contestó—. Lo haré cuando despiertes.

Cerré los ojos.

Él había dicho que E.L.L.O.S seguía activo y sus palabras despertaron a viejos fantasmas. Creí que esos cabrones habían desaparecido hace cinco años. Me había confiado, había olvidado lo largos y escurridizos que eran los tentáculos de esa organización de mierda.

   —Quién lo diría… —me reí, a punto de quedarme dormido—. Los cazadores siendo cazados.

Él también se rió.

   —Yo nunca fui un cazador —declaró. 

   —¿No? —alcé una ceja—. ¿Qué eres entonces?

   —Soy el cabrón que no pudieron atrapar nunca. Y por eso ahora los cazaré a ellos.

   —Entonces sí eres un cazador… —le debatí y suspiré—. Uno que le gusta cazar a otros que también cazan —Scorpion no contestó y, a cambio, se inclinó sobre el asiento del piloto para encender el motor. Luego volvió a mi lado—. Eh, Scorpion… —le llamé otra vez, con voz lánguida. Me pesaban los párpados a pesar de mantenerlos cerrados.

   —¿Sí?

Oí las puertas delanteras abriéndose y luego cerrándose y supe que Ethan y Aiden habían entrado.

   —Nunca me contaste cómo llegaste al tercer puesto… —comencé—. Digo, cómo te hiciste con la guarida de Leo y todo eso… —quise saber. No era algo que me hubiese preguntado antes, pero ahora que hablábamos del tema, me había asaltado la duda—. ¿Cómo fue, ¿eh? ¿Costó trabajo? ¿Estaba entregado en bandeja?

Él no pareció pensárselo demasiado.

   —Sólo maté al líder de ese escuadrón —contestó y su hombro rozó con el mío cuando él se me acercó un poco—. Así que Leo era su nombre clave, ¿eh? Ni siquiera se lo pregunté.

   —Oh… —sonreí—. Creí que Leo había muerto por otras causas…—quise reírme, pero la risa se atoró en mi garganta—. Sólo dijeron que había fallecido, ellos no mencionaron que un civil se lo había cargado… —Quizás no lo hicieron, porque no les convenía que sus soldados se enteraran que había sido él quien lo había matado. Noah había acabado con dos líderes de escuadrones en los primeros tres meses de comenzada la crisis. Y él no había recibido ningún entrenamiento para ese entonces.

Abrí los ojos, sólo para mirarlo durante algunos segundos. Este hombre era sorprendente. Todos mis superiores se estarían revolcando en sus tumbas de sólo verle. Los cerré nuevamente cuando él me cubrió la vista con la palma de su mano.

El auto comenzó a andar.

   —¿Cómo se llama a un cazador que mata a otros cazadores, chicos? —pregunté, al aire. Ni Aiden ni Ethan se pronunciaron—. ¿Cómo?

Scorpion me cubrió la boca e hizo un ruido para que me callara.

   —Appelle-moi exterminateur d'infestation, petit oiseau —susurró.

Aparté su mano de mis labios y la tomé, dejándola sobre mis rodillas. Él dio un respingo cuando entrelacé mis dedos con los suyos, pero no me soltó.

   —¿Eso significa que estamos en guerra? —inquirí, en voz baja, para que el resto no nos oyera.

   —¿Alguna vez hemos dejado de estarlo? —preguntó y sus palabras parecieron quedar en el aire, porque no supe responderlas, porque estaba muy cansado para pensar y reflexionar en la cantidad de afirmaciones implícitas que venían en esa pregunta. Pude haberle contestado que sí, que habíamos tenido periodos de paz aparente durante este tiempo, meses completos en los que no ocurrió nada y no nos involucramos con ninguna comunidad. Pero él no se refería a eso y yo lo sabía.

Desde hace cinco años que habíamos estado en guerra y nunca nos habíamos detenido.

Habría guerra mientras E.L.L.O.S, la plaga que había desatado esto, la que nos había robado la libertad de elegir a él y a mí, la maldita peste que se había encargado de hundir todo lo que conocíamos en la mierda más oscura, continuara existiendo.

Me pregunté si acaso él se había dado cuenta de ello antes que yo.

Notas finales:

Leo era el nombre del cazador al que Scorpion le quitó el puesto, luego de escapar de la guarida del primer Cuervo. Nunca había profundizado mucho en este tema y creo que era momento de hacerlo. 

Brann casi vale verga again xDDD

 

Espero que les haya gustado el capítulo. 

Que tengan una buena semana. 

Abrazos


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