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Recuerdos por Kikyo_Takarai

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Notas del fanfic:

Estos son recuerdos de Will, sus emociones, su punto de vista. 

Notas del capitulo:

Will y Hannibal se conocieron un día en una fiesta.

acababa de perder a su madre un año antes y sentía aún profunda tristeza. Will que sólo tenía un puñado de amigos y jamás había tenido novio.

Claro que era guapo, con el cabello rizado y largo, hebras color chocolate que acariciaban un rostro lampiño, de piel rosada y suave. Ojos azules, brillantes, grandes y con gruesas pestañas castañas, facciones hermosas y sólo ligeramente masculinas, como se espera de un omega. Apenas 16 años, y que había iniciado sus periodos de celo apenas ese año. Pero nada de eso era suficiente para compensar por la extraña aura de hostilidad que Will construía a su alrededor. Sus amigos sabían que una vz cruzada esa puerta Will era cariñoso, amigable y honesto.

Pero había accedido. Beverly andaba detrás de un chico mayor que ellos, un chico de último año de otra escuela. Cuando su coqueteo dio frutos y la invitó a aquella fiesta no había podido negarse a acompañarla, era peligroso dejarla ir sola con un montón de desconocidos de otra escuela. Ella argumentaba que los conocía, pasaba tiempo con ellos y Brian, el chico en cuestión, pero Will no se había dejado convencer, al final ella estaba emocionada de sacarlo de su casa al menos por un fin de semana.

¡Un fin de semana! Al parecer la familia de ese chico tenía una casa de verano a unas dos horas de la ciudad. Un montón de chicos de menos de 18 años, sin supervisión adulta, lejos de sus padres, en una casa privada con comida, bebida y quien sabe cuantas otras cosas a su disposición. Aquello no le pintaba nada bien. Pero Bev estaba emocionada, creía que debería soltarse, hacer amigos, buscar un alfa para salir y tal vez casarse después. Will no tenía planes de ir a la universidad, aunque su padre lo esperaba por sus buenas calificaciones. No, él quería casarse y dedicarse a su familia. Tener un esposo amable y cachorritos corriendo por los pasillos de una casa grande y hermosa, perros propios… Will no aspiraba a más de lo que su condición de género le aseguraba, sonaba bastante bien. Considerando lo difícil que le era relacionarse con la gente la idea de salir al mundo con alguna aspiración lo aterraba.

El sábado por la mañana metió en una mochila una camiseta, su cepillo de dientes, desodorante, sus audífonos, “Madame Bovary” y un par de barras de chocolate. Cuando se sentía nervioso Will comía chocolate, lo relajaba y lo ponía de buen humor para socializar. Bev pasó por el en su viejo auto a eso de las 10 de la mañana y condujeron por la autopista unas dos horas antes de subir por un bonito vecindario suburbano hasta la casa de la fiesta.

Ya había música sonando y al parecer había un patio amplio y una alberca. Chicos corrían y charlaban por ahí en trajes de baño de diferentes estilos, incluso había ya unos 3 omega más, podía reconocerlos por el aroma, por su apariencia y por su pequeño bolsillo frente al estómago, mucho más común de ver en las mujeres. Will sabía que aquella parte del cuerpo crecía durante el celo para albergar semen, la idea le daba bastante asco, incluso les habían enseñado que cuándo el ciclo de celo de un alfa concuerda con el de su pareja omega la cantidad de semen puede ser tal que su cuerpo luciría un embarazo “falso” producto del mismo.

¿Por qué estaba pensando en el celo ahora? Lo último que querría sería pensar en esos horribles días cuando se esperaba que se lo pasara bien.

— ¿Estás bien?

—Sí.

—Will, realmente agradezco que estés aquí conmigo. No que necesite la ayuda de un omega debilucho pero…

—Puf, sé que es más probable que tu tengas que salvarme a mí. Ni lo menciones.

Beverly le sonrió ampliamente, el tal Brian la saludo efusivamente y fingió educado interés en Will. Bev rápidamente se unió al grupo que bebía cerveza y comía bocadillos junto a un asador que apenas parecía estar en proceso de encenderse. Will intento mantenerse interesado en la conversación, eventualmente harto de los alfa y beta que insistían en coquetear con él, se alejó hasta una especia de banquita apoyada contra un muro. Saco su libro, se acurrucó en la sombra y se puso a leer.

Supuso que tratar con la gente facilitaría buscar una pareja adecuada, pero no le llamaban la atención, ni su plática ni su aroma. Probablemente moriría solo si seguía siendo así de quisquilloso. Tal vez la universidad no era tan mala idea.

Había pasado casi una hora leyendo cuándo se le ocurrió levantar la vista. Unos metros frente a él, sentado en las escaleras de lo que parecía ser una casa de huéspedes había un muchacho. No sabía que era, pero Will no pudo quitarle los ojos de encima. Cabello rubio cenizo, con facciones pronunciadas, labios delgados, espalda ancha. No podía ser mucho mayor que él, pero era mucho más apuesto que todos los chicos a su alrededor. Charlaba animadamente, y si bien Will no escuchaba una palabra sus acompañantes reían. Tenía la boca tan seca, debería beber algo. Pero no podía moverse, no podía dejar de mirar. Debía parecer un loco.

Escondió el rostro detrás de su libro y miró por encima de las páginas. Casi se cae de su asiento cuándo notó los ojos castaños, casi rojizos del muchacho rubio mirándolo directamente. Will enrojeció hasta la punta de las orejas, desviando la mirada pensando en una excusa válida para mirar fijamente a alguien como un animal de presa. Volvió la vista pero el muchacho ya no estaba ahí. Resistir el impulso por buscarle con la mirada le permitió conservar un aire de desinterés cuando una voz a su lado pregunto:

— ¿Te gusta el libro? — Su voz era mucho mejor de lo que podía imaginar, y su aroma. ¡Mierda! No le sorprendía que fuera un alfa, pero una discreta inhalación se lo confirmó. El aroma de un alfa feliz, un aroma terroso,  masculino. Le hablaba con un acento marcado que Will apenas entendió.

—S… sí. Aunque me pone de mal humor.

—No deberías leer si no te gusta.

—Me gusta… pero no me gusta leer esto…

—¿No te gusta la literatura francesa? Es una opción muy poco común, igual que sentarte a leer en plena fiesta.

—No soy bueno con las fiestas… Nunca puedo… La gente no se divierte conmigo. — Dijo buscando cambiar el tema. — Hablaba del libro… No me gustan las historias sobre infidelidad.

—A mí tampoco, debo decir que el comportamiento de Emma es deplorable a lo largo de la novela, pero es esa cotidianeidad en lo que hace y como combate la monotonía de su matrimonio lo que me mantuvo pegado a él.

—¿Lo leíste? — Susurró Will sorprendido.

—A mi también me gusta leer.. — Soy Hannibal.

—¿Hannibal? ¿Qué clase de nombre es Hannibal? — Soltó sin pensarlo, Hannibal arqueó una ceja y Will abrió la boca un par de veces como pez fuera del agua antes de responder. — Lo siento no quería… es un muy buen nombre, sí, muy varonil y serio y… Lo siento... Soy Will.

—Es un placer conocerte, Will. — Hannibal le ofreció la mano y Will la estrecho nervioso. El contacto envió un choque eléctrico hasta su cerebro, subió su mirada hasta los ojos castaños de Hannibal y vió algo ahí. No estaba seguro que. Pero algo le decía que no era el único en sentirse como si perteneciera a su lado. Cómo si toda su vida lo hubiera buscado sin saberlo. Era una sensación liberadora y extraña. Si ese era un fin de semana para romper las expectativas, podría empezar acercándose todo lo posible a alguien contra su propia naturaleza. — Mi nombre es bastante común en mi familia, no soy el primer Hannibal, desafortunadamente.

—¿De dónde eres?

—Lituania.

—Wow… Suena exótico. — Dijo Will, meditando sobre que decir a continuación, no sabía nada de ese país más allá de que en algún momento formaba una unión con Estonia y Letonia.

—Es diferente, eso te lo aseguro. ¿Quieres beber algo?

—No lo sé… —Susurró , Hannibal pareció ligeramente decepcionado, Will supuso que su instinto de Alfa le gritaba hacerle algún tipo de ofrenda, bueno aceptar no podía ser malo. — Sí,creo que sí.

—Espera aquí. — Dijo emocionado, alejándose apresuradamente. Regreso unos minutos más tarde con un par de latas de cerveza fría, Will notó que mucha gente tomaba cerveza del barril sobre la barra del asador, pero Hannibal le había llevado una lata cerrada para hacerlo sentir seguro. Algo dentro de él le aseguro que un Alfa que quería causar tan buena impresión debía valer la pena.

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—No te creo… — Murmuró Will entre risas. Llevaba charlando con Hannibal fácilmente unas 3 horas, ahora estaban sentados, muy cerca uno del otro, en una hamaca bajo la sombra. Había varias latas de cerveza a su alrededor y se reían mientras comían los restos de papas y cebolla asada en sus platos.

—¿Por qué no?

—¿Crees que soy tonto? No eres un conde.

—Aún no, heredaré el título cuándo, en muchos años, muera mi padre. —Hablaba muy en serio, Will negó con la cabeza de nuevo.

—No tienes que mentir para impresionarme, creo que ya lograste eso.

—Aunque nada me hace más feliz que escuchar eso, no lo hago para impresionar, sólo soy honesto. Mira. — Sacó de su cartera una fotografía, un Hannibal un poco más joven posaba junto a sus padres frente a un castillo, con ropa elegante y joyas costosas como Will jamás había visto. Parecía muy elaborado para ser una mentira, la foto incluso estaba maltratada, Hannibal debía llevarla consigo siempre.

—Tus padres se ven muy felices.

—Son buenas personas. Imagino que tus padres también lo son.

—Mi padre. Mamá murió hace un año.

—Lo lamento mucho.

—Está bien, dicen que tengo que olvidarme de eso y seguir adelante. Que ella lo habría querido así.

—Tomarte el tiempo para sanar no es malo.

—Dile eso a mi papá, a veces siento que no hace nada por tratar de entenderme.

—Sé cómo es eso. — ¿Lo sabía? Hannibal parecía ser honesto, desde el principio.

—y ¿Cómo es eso de ser un Conde? Andar a caballo, grandes bailes… suena increíble.

—Es aburrido, y personalmente lo detesto. Esto…—Dijo señalando el tumulto de gente bailando y saltando a su alrededor. — Es por mucho lo más divertido que he hecho en mi vida.

—Lo siento, pero eso es muy triste. — Se burló Will.

—Bueno, no todos podemos ser el alma de la fiesta como tú, sentado en una esquina leyendo obras del romanticismo francés en un día hermoso como hoy. Tantos alfa queriendo acercarse y tu los rechazaste a todos, me pregunto que haces aquí en primer lugar.

—Vine como un favor. Además, tarde o temprano se habrían ido, a los alfa no les gustan los omega raros como yo.

—No comprendo que parte de ti puede ser rara, Will.

—Soy aburrido, no me gustan las fiestas, la gente… En cuanto se dieran cuenta se darían la vuelta, lo sé, lo veo en sus ojos. Por eso prefiero estar solo. No soy uno de esos… omega coquetos.

—No, eres mucho más interesante que eso, eres extremadamente hermoso.

—Puff, tienes que revisarte la vista.

—Mi vista está perfectamente, para ser honesto me  da gusto que les rechazaras, quise acercarme a ti desde que entraste por esa puerta.

—No digas tonterías. —Susurró sonrojándose hasta las orejas, Hannibal ensancho aún más su sonrisa, Will era precioso avergonzado, estaba cómodo, podía oler la confianza que despedía, y tenía poco que ver con el alcohol. En un impulso que no pudo detener se inclinó frente a él y a pesar de su sorpresa le beso los labios suavemente.

—Ha…Hannibal…no. — Susurró confundido, empujando suavemente, Hannibal no aflojó su abrazo.

— ¿Por qué no?

—No soy lo que quieres… No soy lo que los Alfa como tú quieren…

—¿Los alfa como yo? Por Dios, Will, ¿Qué sabes tú de lo que yo quiero? Quiero saberlo todo, sobre ti, sobre tu pasado, tu futuro. Desde que te vi… sentí algo extraño, sé que sentiste lo mismo. No podía dejar de mirarte, quería comprenderte, acercarme. Y luego me di cuenta de que me mirabas igual, cómo si no existiera nadie más… No tiene que existir nadie más Will.

—Hannibal… —Lo sabía, sabía lo que había sentido, pero aquello no tenía ni pies ni cabeza. No debería creer en esas palabras. Pero tan cerca el uno del otro, Will no podía pensar. El aroma poderoso y seguro a alfa inundaba sus sentidos, se sentía protegido, querido, sentía que ese era su lugar. Hannibal buscó sus labios de nuevo y está vez no intento alejarse, se limitó a explorar la boca ajena con el mismo entusiasmo, compartiendo similares jadeos cuando la falta de aire los obligo a separarse.

—Esto no está bien…

—No te preocupes.

—Yo no soy así.

—Eres perfecto.

Su convicción era tal que Will llegó a pensar que lo era. Perfecto y digno de que lo amaran de esa forma tan súbita, tal vez Hannibal era el alfa con el que había soñado.

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Las horas siguientes fueron un borrón para Will, en cierto punto de la noche la música subió y más gente llegó a la fiesta, el alcohol explotó, los invitados habían traído sus propias bebidas, ahora por lo menos 50 personas gritaban, reían, bebían y nadaban, Había espuma en la alberca, animales inflables y el aroma a carne asada no terminaba por desaparecer. Había luces de colores iluminando todo y muchos pequeños nidos de gente tirada en el pasto comiendo, charlando, riendo.

Había hecho con Hannibal en un día lo que no había hecho con andie en años. Había bebido más de lo que su padre le permitía, había bailado al ritmo de música estruendosa, había besado a alguien hasta sentirse mareado. Y no estaba arrepentido. Lo sentía, no sabía si era instinto o que, pero estaba seguro que sí había algo como un alma gemela en este mundo Hannibal tenía que ser la suya. Por la forma en que su aroma lograba atraerlo, tranquilizarlo, por como sus brazos parecían amoldarse perfectamente alrededor de su cuerpo.

Estuvieron en el patio trasero y luego en el pórtico un buen rato, charlando. Sobre todo. Sobre Will y su padre, severo pero justo, que esperaba tantas cosas de su único hijo. Sobre como todo lo que Will quería era tener una vida tranquila. Sobre Hannibal y su madre que ahora esperaba una hermanita para él, sobre el peso que el título de su padre ponía sobre su educación y su futuro. Sobre el clavicordio y los perros, sobre pasear a caballo y pescar en un lago en medio de la nada.

Supuso que era esa atmosfera tan cálida la que lo tenía sumido en un profundo trance, esa comodidad que Hannibal parecía expedir facilitaba que Will quisiera acurrucarse en sus brazos como ahora, escuchando el latido de su corazón, siguiendo las líneas de su chaqueta hasta su barbilla.

—Sí pareces un príncipe.

—Conde… — Corrigió Hannibal con fingida seriedad.

—Puedo presumir que besé a un conde, seré el chico más popular de la escuela.

—Sabía que no era mi conversación lo que te atraía.

—No, claramente es tu acento, es sexy. — Bromeó Will, su aroma era la dulce esencia de un omega relajado, embriagante y sumisa. Su afirmación tenía algo de cierto, la voz grave y acentuada enviaba volteos de electricidad por su cuerpo.

Hannibal sonrió y su corazón se detuvo un momento. Antes de que pudiera razonarlo estaban besándose de nuevo, pero está vez algo era diferente. Oh.

Mierda, pensó Will, esto era lo que decían los libros que sucedía cuándo los jóvenes se rebelaban. Ahora estaba contra el muro, los labios de Hannibal habían dejado sus labios y recorrían su cuello en una serie de besos húmedos que parecían carbón al rojo vivo sobre su piel. Un jadeo acompaño una pequeña mordida juguetona sobre la glándula de su cuello. Estaba duro, se dio cuenta entonces, y Hannibal no se quedaba atrás, Will trató de no imaginarlo.

Era un chico discreto y tímido, pero era humano, Will tenía una caja bajó su cama, detrás de las maletas y los juegos de mesa, que contenía un par de revistas PlayOmega! Sabía cómo se suponía que el miembro de un alfa debe lucir. Grande, hinchado, húmedo. Cuándo se masturbaba a Will le gustaba pensar en el nudo, aquella parte bulbosa en la base de todos los alfa, le gustaba imaginar lo que debía sentirse cuándo aquella parte inflamada se fijaba a tu cuerpo en el calor abrasivo del celo. Se perdió en esa fantasía un segundo y fue cuándo todo se fue al carajo.

Hannibal lo beso de nuevo, Will descubrió sus ojos hambrientos y llenos de deseo. Podía oler su deseo y la lubricación que comenzaba a humedecer sus piernas y su ropa interior. Quería perderse en ese sopor salvaje, quería que Hannibal fuera su primera vez, quería ser suyo de cada forma posible.

—Will…

—Sí.

— ¿Estás seguro?

—Sí, por favor…

— ¿Entiendes lo… lo que va a pasar? —Susurró Hannibal, su voz rasposa por el deseo, Will asintió tontamente con la cabeza. — Will…

—Está bien… Eres tú. Sólo quiero que seas tú.

No espero otra palabra. Will no conocía la casa por dentro pero Hannibal debía hacerlo pues con el omega en brazos subió rápidamente las escaleras hasta un pasillo con varias puertas, dos de ellas estaban cerradas, probablemente ocupadas con gente haciendo justo lo que ellos pensaban hacer. Encontraron una habitación vacía y apenas cerraron la puerta antes de encontrarse en la cama, arrancándose la ropa con algo muy parecido a la violencia, mientras sus bocas permanecían unidas en una nueva serie de besos. Si decidía pensar racionalmente Will probablemente se arrepentiría. Pero no tenía nada de perder.

Tal vez beber no había sido una buena idea, en la oscuridad de la habitación su vista estaba nublada, podía sentir los finos dedos del rubio recorriendo su piel, no sintió cuando perdió la ropa hasta que el calor del cuerpo de Hannibal presiono directo contra su piel. Besos bajaron de nuevo por su cuello, por su pecho hasta sus pezones, ahora erectos. El gemido que escapó de sus labios ante la atención envió una bandera roja directo a la entrepierna del alfa.

Bajó los dedos hasta su entrada, palpando con las yemas la humedad que comenzaba a escurrir hasta la cama, el primer dedo que entró a su cuerpo lo hizo con algo de torpeza, pero con cuidado. La cosa se complicó a medida que el número de dígitos aumentaba y Will comenzaba a asustarse. Ahora sentía el enorme miembro de alfa presionándose  ardiendo contra su muslo, de ninguna forma aquello iba a entrar.

—No te preocupes. —Susurró Hannibal como leyéndole el pensamiento. — No te haré daño.

Will cerró los ojos cuándo los dedos abandonaron su cuerpo. Ahora había algo mucho más caliente presionando en su lugar. Quiso morderse el labio, nervioso, asustado, pero el alfa no lo permitió, besándole cariñosamente para distraerlo de la sensación abrumadora de tenerle dentro.

—Mierda… —Murmuró Will, aferrándose al cuello de Hannibal mientras este soltaba un gemido ronco sobre su hombro. Sus dedos estaban firmemente plantados alrededor de sus muslos, pero su respiración estaba agitada. Aquello dolía, mucho. Era extraño, Will no podía decidir si le gustaba o no, estaba inclinándose hacia el no.

Pero Hannibal no iba a rendirse, recuperó la suficiente compostura para comenzar un vaivén lento y amable contra su cuerpo, sus labios de nuevo unidos. El peso y el movimiento hicieron crujir la cama y ambos trataron de no reírse ante lo ridículo de su preocupación, de en medio de una fiesta escandalosa, molestar a alguien con el ruido de su pasión.

—¿Estás bien?...

—Sí… Me… me duele.

—No pienses en eso… piensa en mí, eres mío ahora Will…

—Hannibal, yo no… ah…

—Está bien… quiero oírte.

—Ah, Hannibal… ¡Oh! — Eso era nuevo. Algo en lo profundo de su cuerpo vibró cuando el nudo de Hannibal, lo bastante inflamado por el sexo cómo para sentirse, golpeo contra él. Su fantasía recurrente sobre aquella parte sellándose profundamente contra él, atándolos juntos en un ritual extraño le hizo olvidar el dolor.

Ahora todo eran gemidos, sudor y ese chirrido de la cama que se había vuelto sugerente. Aumentaba al ritmo de las embestidas y el volumen de la voz de Will que brotaba de sus labios fuera de control. Bueno, no estaba en celo así que seguramente no sería anudado, pero ahora no podía importarle menos.

—Will… Voy a venirme. — Anunció Hannibal en un hilo de voz, su aliento ahora una cadencia irregular que se estrellaba contra el rostro sudoroso del omega debajo. — ¿Qué… hago?

—Ah… Hannibal, dentro, por favor…quiero sentirte dentro…

Hannibal soltó una serie de palabras en lituano que Will sólo pudo asumir eran improperios. Hubiera deseado repetirlos a medida que su ritmo tomaba enloquecidas nuevas alturas. Si se tocaba se vendría también, lo sabía. Viendo el rostro contorsionado de placer del alfa, sudoroso y atractivo frente a él, no le importó nada más.

El orgasmo fue completamente diferente a lo que estaba acostumbrado, mucho más concentrado, mucho más satisfactorio a pesar del dolor. Su voz salió quebrada por el placer, y el rubio no resistió más. Su descarga caliente casi hizo al omega llorar, o tal vez fue la violenta mordida sobre su glándula omega que le arrancó una lágrima rebelde y un par de gotas de sangre, era doloroso, terriblemente, pero quería sentir más de ese dolor y la pertenencia que le trajo. Se enterró en la curvatura de su cuello mientras sus agitadas respiraciones luchaban por el oxígeno que parecía haber abandonado la habitación.

Cuándo Hannibal salió de su cuerpo Will sintió un último estremecimiento, instintivamente acurrucándose a su lado cuñando el alfa se desplomó en la cama- El vibrato de su pecho no era sólo su respiración, estaba ronroneando, profunda e impulsivamente. El pecho de Hannibal, con delgado bello rubio decorando un sendero sugerente hasta su miembro, vibraba con una gruñido de respuesta, ahogándose en el delicioso aroma de omega satisfecho.

—Mi padre va a matarme…y luego va a castigarme hasta que cumpla 30…— Hannibal correspondió su preocupación con una risa que a Will le pareció encantadora.

—¿Serviría de algo que me disculpara?

—No lo sé… No creo. Te golpeará.

—Puede golpearme todo lo que quiera, no te dejaré, no ahora que eres mío.

— ¿Eso qué significa? —Susurró Will confundido, mirando en dirección a su rostro, podía ver sus ojos brillando en la oscuridad. — Quieres… ser novios… ¿y todo eso?

—No me interesa ser tu novio. —Will sintió su pecho encogerse, entonces ¿para que marcarlo si no lo quería? Su ansiedad hizo una aparición de gala, llenando su pecho de miedo y arrepentimiento. Hannibal siguió hablando. — No, eres perfecto, no tengo duda de que mi sangre ha estado buscándote Will, tuve el honor de encontrarte, no voy a dejarte ir.

—Hannibal… Pero tú vas a irte.

—Te llevaré conmigo, pasaremos tu próximo celo juntos y con mis cachorros en tu vientre nadie podrá evitar que te haga mío de forma legal. — Hablaba en serio, o Will quería pensar que esa explosión de fuegos artificiales en su pecho era legítimo amor, no sólo ilusiones tontas en su cabeza. — ¿Te irás conmigo?

—Sí. —A dónde fuera, iría al fin del mundo con su alfa. Su alfa, sus mejillas enrojecieron de nuevo ante esa idea. Se sentía correcto, perfecto, no sentía que llevaba menos de 12 horas de conocer a quien ya había decidido sería padre de sus hijos. — ¿Vas a estar conmigo?

—Siempre… Lo prometo.

El resto de la noche pasó en un suspiro, durmiendo acurrucados en un lugar desconocido, pero sin que Will se preocupara lo más mínimo por ello. No tenía miedo de nada por una vez. Probablemente tendrían que decirse muchas cosas, sus apellidos para empezar. Le daría su teléfono, tendrían citas, un cortejo breve hasta su próximo celo y entonces vivirían juntos en Lituania, podría escuchar a Hannibal tocar el clavicordio y aprender a montar a caballo…

Charlaron algo más en la madrugada, cuándo el sueño se había disipado pero no el sopor. Entre caricias y besos, durante muchas horas. Afuera la fiesta iba y venía, el griterío y la música intermitentes, pero ellos permanecieron en esa habitación, acurrucados bajo las sabanas, charlando como viejos amigos.

Sobre la casa de Hannibal, sobre lo mucho que quería tocar para Will. Sobre cómo a medio día, o cuando pudieran levantarse, le diría a sus padres que tenía toda la intención de casarse con él. Eventualmente Will volvió a quedarse dormido, arrullado por el silencio que trajo el amanecer, y por el calor que Hannibal emitía y que sobrepasaba todo en su mente.

En toda su vida anterior y hasta muchos años después, Will no volvería a dormir tan profunda y pacíficamente. 

Notas finales:

Gracias por leer!


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