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Inquebrantable por LadyBondage

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Notas del fanfic:

Decidí participar en este maravilloso concurso, es la primera vez que lo hago y me hace mucha ilusión, espero que les guste, besos y abrazos para todos.

 

A leer.

Notas del capitulo:

 

Callejero

[1]

 

Las noches son terriblemente frías, él mejor que nadie lo sabe, le castañean los dientes y se abraza a si mismo evitando que la ventisca nocturna de un dos de octubre terminé por minar sus intenciones de permanecer de pie en esa esquina entre avenida doce y calle diecisiete.

 

A esas altas horas de la noche los autos transitan lentamente, a esos Naruto puede identificarlos más rápido:

 

Los compradores, ellos se pasean por las grandes avenidas y miran por debajo del parabrisas las esquinas donde yace la carne fresca.

 

Y luego están los desinteresados, a ellos no les importa lo que está ocurriendo en las calles, sólo quieren llegar a casa, resguardarse en el calor de sus familias y olvidar que sus retinas grabaron a fuego los cuerpos juveniles de docenas de chicos y chicas que salen en las noches a prostituirse.

 

Él es Naruto Uzumaki, de piel trigueña, suavecita como el algodón, cabellera de oro bruñido y ojos de un cielo sempiterno. Tiene dieciséis años, pero disimula su precaria edad con esa sonrisa zorruna que se encarga de atrapar a sus clientes prometiéndoles sucias fantasías acompañadas del mejor orgasmo de sus vidas.

 

Todo eso es cierto excepto que él va a disfrutar mamárselas, porque Naruto jamás ha disfrutado tener un pene dentro de su cavidad bucal y mucho menos que lo penetren fieramente, a él no le excita que lo miren con lascivia o que le succionen los pezones. Y no es porque él no sea gay, porque lo es, le gustan los hombres tanto como el ramen –su platillo favorito.- Simplemente que es un adolescente todavía, y le complace pensar que algún día alguien se dignara a enamorarlo y llevárselo a la cama no para incitarlo a intimar sino para amarlo como es debido; con roces que te elevan al cielo y besos que te acercan al paraíso.

 

—Pero trabajo es trabajo—, le repite Sakura con insistencia, mientras se fuma un cigarrillo.

 

Naruto le echa una mirada por el rabillo del ojo, Sakura tiene una mirada vacía y unas profundas ojeras, cubre su esbelto cuerpo con una falda que apenas y le llega a las nalgas, usa un top negro que deja al descubierto un vientre plano, y en el ombligo reposa un zarcillo de plata, recuerdos de una niñez apresurada.

 

Ella es mayor que Naruto por dos años. Su cabello rosa le parece lo más llamativo que ha visto en muchos años, Naruto cree que Sakura sería más bonita si dejara de fumar tanto y no se esnifara cien gramos de cocaína antes de las doce de la noche, según ella, para estar al cien, para olvidar que le pagan por mostrarse interesada en lo que ellos dicen, durante el viaje, se le olvida que está siendo penetrada o golpeada.

 

Hoy es una noche especialmente solitaria, las calles completamente abandonadas, el susurro del viento es lo único que les acompaña. Naruto tirita de frio, las tripas le gruñen de hambre, tiene mucho sueño pero si se va a casa no tendrá nada para comer mañana, y tiene que pagar el alquiler además. No puede prescindir de su trabajo porque estaría echándose una pesada soga al cuello.

 

—Uh, vaya, mira, ahí hay un Camaro negro y estoy segura que el dueño tiene una billetera abundante. —Sakura se tambalea al caminar, los pesados tacones de plataforma le impiden dar pasos seguros.

 

El auto se detiene en una lateral, Sakura se posición junto a la ventanilla del conductor, Naruto es espectador de lo que sucede frente a sus ojos.

 

La pelirrosa suelta una leve carcajada, sus ojos se arrugan y su largo cabello cae sobre su hombro derecho, ella asiente y poco después rodea el vehículo para montarse en el lado del copiloto. Naruto suspira alicaído, sin Sakura se siente solo en esa esquina, y no es que realmente este inhóspita, hay más chicos y chicas a los alrededores pero no se habla con ninguno de ellos, la única chica que se atrevió a hablarle hace seis meses cuando llegó a ese lugar fue Sakura, y en ese entonces, Naruto no sabía nada sobre sexo ni condones. Sakura lo instruyó en las artes amatorias, Naruto había tomado ese camino dos meses después de la muerte de su madre, su último lazo con el mundo antes de quedar completamente solo.

 

Devastado, esa noche tuvo su primer cliente; un sujeto que sin importarle que fuese virgen, lo empotró contra el capo de su automóvil y ahí mismo lo tomó. A la mañana siguiente, Naruto se acuclilló en la ducha y con el agua bañando toda su faz derruida, dejó que las lágrimas acompañaran el dolor que por dentro parecía que no iba a sanar nunca.

 

—Maldición…

 

Y faltaban ocho días para su cumpleaños.

 

 

 

[2]

 

Sasuke pide un trago al cantinero, es la quinta ronda, no se siente lo suficientemente ebrio como para manejar pero tampoco está demasiado sobrio como para confiarle a alguien más su integridad física.

 

— ¿Es la última, señor? —menciona el bartender, un pelirrojo de aspecto brutal y fornido. El mismo sujeto que lo ha recibido con una amplia sonrisa desde hace unas semanas.

 

En el mismo tiempo en el que Sasuke se decidió por adoptar ese bar como su lugar favorito para pasar el rato.

 

—Sí, la última, así que ve preparando la cuenta.

—Muy bien, ¿pido un taxi para usted?

—Jugo, creo que nos conocemos desde hace tres semanas como para que me hables de usted, y no, prefiero conducir.

 

El bartender suelta un lánguido suspiro, vacía el contenido alcohólico en el vaso de vidrio, el líquido se resbala suavemente por los hielos, Sasuke posa su obscura mirada en su vaso.

 

—No se me permite tomarme ese tipo de confianzas con los clientes.

 

Sasuke toma el vaso, se lo lleva a los labios, antes de beberse el líquido etílico le regala una mirada al pelirrojo y sonríe.

 

—Lo sé, pero no tengo amigos, quisiera que me trataras como uno o al menos fingieras que eres mi amigo.

 

Jugo mira a Sasuke, su cliente habitual desde hace tres semanas, un hombre joven de buena apariencia. Normalmente, a su bar sólo llegan señores arriba de los treinta; banqueros, oficinistas, abogados, médicos. Todo tipo de profesiones, pero todos comparten el mismo hastío, las mismas responsabilidades, son hombres de familia aburridos de sus vidas. Y por ese lado, Jugo los entiende, sus clientes y él han creado un lazo infranqueable de complicidad masculina, pero con Sasuke es distinto, porque el moreno no es como todos esos hombres con vidas aburridas, Sasuke Uchiha es el rico heredero de las Corporaciones Uchiha, y desde hace tres semanas su manera de beber le ha dicho a Jugo lo infeliz que se siente, como si en el alcohol buscara la manera de aferrarse a su vida o en todo caso, terminar con ella.

 

—De acuerdo Sasuke, a partir de ahora somos amigos.

 

Sasuke sonríe de lado, mirada brillante y trago en mano.

 

 

 

[3]

 

Detiene su convertible en una intersección entre la Avenida doce y Calle diecisiete, a esas horas de la noche las esquinas están repletas de cuerpos jóvenes, sonrisas afables, miradas lujuriosas. Sasuke inspira lentamente.

 

Sus ojos recorren cada tramo deteniéndose en los chicos y chicas que esperan que algún cliente se apiade de ellos, sonríe por inercia. No les calcula más de veinte años, pero la vida es muy dura para ellos. Sasuke piensa que quizá su problema no es la gran cosa al lado de lo que esos jóvenes prostitutos viven cada noche.

 

El semáforo cambia de color, hace rugir el motor nuevamente, mira hacia el frente y lo ve; cruza la avenida a pasos cortos, su silueta esbelta le confiere una gracia angelical a la luz de las farolas, el ángel que llega hasta el otro lado de la acera recarga su espalda contra la pared de concreto y se abraza a sí mismo, Sasuke no puede distinguir el color de su cabello o el de sus ojos debido a la incipiente obscuridad.

 

De pronto, el chico gira su cabeza en su dirección, Sasuke se avergüenza por ser tan obvio, pero no puede decir nada o hacer algo al respecto porque ese chico está caminando hacia su auto.

 

—Hola cariño, ¿buscas algo de diversión? —pregunta el muchacho automáticamente, el tono aburrido permea en cada palabra. Sasuke le echa una mirada clínica.

 

Es rubio, y de hermosos ojos de un océano tranquilo.

 

Sasuke no sabe porque razón acepta llevarse al jovencillo, ni siquiera pone objeción cuando éste monta a su auto.

 

 

 


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