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Ahora es nuestro tiempo. por Menz

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Notas del fanfic:

Hey amores mios, he aquí lo que les prometí. Una pequeña historia hecha con todo mi cariño y pasión para ustedes. 

Aqui revelo datos sobre mi profesión :P 

Espero sus comentarios, no sean culeras.

Un beso cachondísimo y apretones de nalga para cada una.

 

!Accio cap. único!

Notas del capitulo:

El invierno llegó... ya la pelamos, ¿o no?

 

Ahora es nuestro tiempo.

 

Esperaba sentada en la mesa, tratando de no parecer demasiado ansiosa, pero ¿a quién intentaba engañar? Moría de nervios. Después de cinco años volvería a verla. A ella. El gran amor de su vida.

Estaba en segundo año de universidad cuando la conoció. Ella era de un curso inferior al suyo y fue por eso que la vio hasta casi mitad de ese año escolar. Recordaba bien ese día. Estaba con sus amigos en el pasillo esperando la llegada de su profesor cuando varios alumnos de otros salones se dirigían también a tomar clase. Y ahí pasó ella. No era la más llamativa de todas las chicas, muchos dirían que su belleza era común. Pero algo le hizo mirarla y no poder despegar los ojos de ella.

Los siguientes días se la pasó espiándola y pensando en cómo hablarle. No sabía su nombre, solo sabía que iba en el 1-B. Todo el día, esa chica rondaba sus pensamientos. La primera vez que le habló se sintió estúpida. No habían tenido precisamente una conversación interesante.

 

Flash Back

Ese día sus amigos Julio y Yahaira eran los encargados de pasar a cobrar la cuota de los uniformes de práctica de tiro a los otros cursos, ya que su profesor de balística era demasiado holgazán. Así que ella, buscando un pretexto para salir de su salón y mirar a aquella chica, se ofreció a acompañarlos.

Sintió que flotaba cuando Julio le dijo que ella cobraría en el 1-B. Pidió permiso a la maestra de medicina forense, que se encontraba dando clase en ese salón y entró nerviosa. No sabía si ver y buscar descaradamente o disimular. Al final decidió mirar la lista de nombres y echar miradas furtivas al salón, tratando de ubicar a esa chica.

Era bastante incómodo escribir sin tener donde apoyarse, así que se acercó a la primera fila.

-¿Me puedo apoyar en tu pupitre?-preguntó a una alumna sin verla, pues estaba intentando que la lista y la bolsita con dinero no se le cayeran.

-Claro.- Escuchó una voz agradable, de hecho demasiado.

¡Era ella! ¡La chica!

Se quedó observándola sin saber exactamente que más decir o hacer. Ella sonrió ligeramente haciendo que su rostro ardiera. Desvió la mirada y fingió estar muy concentrada en lo del cobro de los uniformes. Mencionaba uno a uno los nombres de los chicos hasta que llegó al suyo.

-Soy yo.- Ella volvió a hablar.

-Oh… bien… te apellidas igual a Paco.- Un conocido suyo, de otro curso.

-Es mi hermano.

-¿Eres hermana de Paco?

-Sí, te lo acabo de decir.- Era el momento para deslumbrarla con su inteligencia y brillantez y en lugar de eso, solo podía preguntarle cosas obvias y estúpidas. La chica volvió a sonreírle. Carraspeó.

-Bien, ya te apunté.

Y ese torpe diálogo fue el primero que tuvieron.

Fin-Flash Back

 

Miró su reloj. ¡Debería estar ahí desde hacía cinco largos minutos! ¡Gente impuntual! Respiró hondo y apretó los ojos con fuerza.

-Hola.

Un cosquilleo recorrió su cuerpo. Sonrió aún con los ojos cerrados, reconociendo al instante esa voz.

-Hola.- Respondió ahora sí clavando su mirada en la de ella.

-Disculpa la tardanza.

-No te preocupes, solo fueron unos minutos.- Ajá… Se levantó y abrazó a su amiga. Aspiró el aroma que desprendía su cuerpo, mientras ella correspondía al abrazo.

-Que gusto verte.- La chica sonreía feliz.

-También a mi me da gusto. Ha pasado mucho tiempo.- Se sentaron. Un mesero se acercó y pidieron unos cocteles. Ella no dejaba de mirarla y sonreírle.

-Te veo cambiada.

-Si, mi cabello es un poco más corto ahora. Tú estás igualita. Bueno no tienes ese mechón azul. 

-Tengo que estar presentable en la oficina.- dijo sonriéndole de esa forma  tan… tan… ¡aaaah, tan bella!

-¿Dónde estás trabajando?

-En la PGR, dirijo el departamento encargado de hacer entrevistas y medir la peligrosidad de los internos en los penales federales.

-Suena a mucho trabajo.

-Demasiado, a veces quisiera correr y dejarlo pero no puedo, me apasiona. ¿Tú que hiciste estos años? Lo último que supe fue que te irías a Argentina.

-Pues estudié la maestría ahí y cuando volví entré a asesorar al gobierno capacitando a las fuerzas de seguridad en talleres de criminología y prevención del delito.- El mesero llegó con su pedido.

-Siempre te gustó más la criminología y no la criminalística.

-¿Lo recuerdas?

-Claro, recuerdo todo de ti.- Ella sonrió de nuevo mientras daba un sorbo a su bebida.- ¿Eso viniste a hacer a esta ciudad?

-Si. Estaré aquí dando un diplomado, será por tres meses. Y bueno, pensé que era bueno buscarte, así que hice algunas llamadas y boom, aquí estamos. Te he extrañado mucho.

-Yo también te extrañé. Aunque tengo que reprocharte que te hayas desaparecido así. Cerraste tu Facebook y cambiaste de número telefónico.

-Si… Lo siento. Estaba dedicada a la maestría y no quería ningún distractor. Cuando volví el trabajo me absorbió.

-Pretextos para justificarte.

-Tú tampoco me buscaste.

-Admito que no puse de mi parte.- Reconoció sonriendo.- ¿Recuerdas la última vez que nos vimos?

-Si. Fui a la universidad a recoger mi título. Quedamos en ir al cine a modo de despedida.

-Vimos Piratas del Caribe en el Fin del Mundo.- Continuó ella.

-Y después caminamos al centro muriendo de hambre hasta que por fin encontramos un carrito de hot dogs. Nos quedamos en el parque comiendo y platicando y luego tomamos un taxi.

-Me dejaste en el departamento de mi novio y te fuiste. La verdad en ese instante creí que no te volvería a ver jamás.- Notó tristeza en su voz.- Tenías tantos sueños que supuse que te irías a algún lugar lejos y no podríamos volver a vernos.

-Y aquí estamos, cinco años después. Por cierto, ¿Cómo está tu novio?- Como si le importara ese tarado.

-No sé. Terminamos.- ¡¿Ah?!

-¡¿Qué?! Estás bromeando, ¿verdad?

-No. Terminamos hace un año.

-Pero si ustedes eran eternos. Eran novios desde los 15. Hasta le perdonaste que…

-Si, si… omite eso. Se acabó.- La chica desvió la mirada.

-Lo siento. ¿Cómo estás con eso?- Le tomó la mano que tenía sobre la mesa, como señal de apoyo.

-Bien. Como si nada. Ya pasó.- Respondió apretando su mano.

Podía imaginarse lo duro que seguro fue para su amiga. Aunque moría por ser ella su pareja, nunca interfirió en la relación que la chica mantenía con ese sujeto, siempre respetó sus decisiones aunque no estuviera de acuerdo. Nunca le confesó que se había enamorado de ella desde que la había visto. Nunca le dijo que sentía una conexión entre ambas, como si todo en el universo conspirara para unirlas.

El novio era el que parecía darse cuenta de que lo que ella sentía era más que una simple amistad. Desde el momento en que se conocieron, había cierto rose hostil entre ellos. Pero parecía que su amiga nunca se dio cuenta.

-Eso explica por qué no llevas ese dije extraño en tu cuello.

-Me lo quité hace mucho.- La chica se acarició el cuello, donde antes tenía el regalo de su novio.

-¿Desean ordenar ya?- preguntó el mesero acercándose a ellas de nuevo.

-Claro.- No había visto la carta. Pasó la vista rápido por ella.- Quiero lasagna, por favor.- Dijo mirando al joven.- ¿Qué?- Se fijó que ella la veía sonriendo.

-Sabía que pedirías eso. Yo quiero unas…-

-… crepas  italianas.- Interrumpió. Ella enarcó una ceja.- Yo también te conozco.

-Unas crepas italianas, por favor.- Confirmó al mesero. El chico apuntó rápido y se marchó.- Y, cuéntame ¿de que va exactamente el diplomado?

-Bueno, el gobierno ha implementado una serie de políticas públicas para combatir a la delincuencia.-Le apasionaba hablar de eso y más cuando lo hacía con alguien tan inteligente como su interlocutora.- Mi trabajo es enseñarles a desarrollar adecuadamente esas políticas, sobre todo la política criminal.  Que sepan que es mejor enfocar la energía en crear espacios recreativos y prevenir el delito sabiendo detectar los factores criminógenos a tiempo. La sociedad está acostumbrada a castigar y no a prevenir. No sabes la cantidad de dinero que nos cuesta el sistema penitenciario, que sinceramente, es un asco. Es mejor evitar que las personas cometan delitos, a meterlos 10 o 15 años a una prisión. Ya sabes, criminogénesis y criminodinámica.

 -Siempre te apasionaron los factores criminógenos. Recuerdo cuando me ayudabas en los exámenes.

-Y por eso aprobabas con buenas notas.- Sonrió mientras tomaba más de su coctel.

-Me encantaría ir a tu diplomado.

-Es de 8am a 4pm, lunes, miércoles y viernes. Mañana será la segunda clase. Ven, no te cobraré.- Bromeó.

-Una oferta bastante tentadora….- Jugó también ella, con una sonrisa encantadora.- Pero no puedo. Salgo del trabajo a como a las 6pm. Depende de qué tan cargado esté el día.

-En serio te lo pierdes.

-Ya lo sé. En verdad me encantaría. Aunque… ¿Qué te parecen clases particulares?

-Explícate.

-Podríamos vernos algunas noches, si no estás muy cansada, claro. Ir por un café o a mi casa y charlar.

-¿Cómo en los viejos tiempos?

-¿Te acuerdas?- Ella rio.- Pasábamos horas y horas sentadas en la acera hablando de todo.

-Si y luego regresaba a mi casa de madrugada.

-Eso me preocupaba un poco. ¡Te ibas súper tarde!

-Solo caminaba unas seis esquinas. Aunque mis roomies me regañaban.

-Pero nunca te quisiste quedar a dormir. ¿Por qué?- Por miedo a saltarte encima…

-Porque me muevo mucho, no quería patearte.

-¡Que pesada eres! ¿En que hotel te quedas?

-En el Francés. Es lindo.

-¿Por qué no rentaste un departamento?

-Prefiero el hotel. No tengo que preocuparme por la limpieza, hay lavandería, servicio de habitación, internet, gimnasio, alberca, el frigo siempre está lleno de aguas y refrescos y lo mejor es que mis jefes pagan.- Dijo de forma práctica.

-Si lo dices así hasta a mi me dan ganas de vivir en un hotel. Espera… ¿gimnasio? ¿Desde cuando te gusta el gimnasio?

-No dije que me gustara, solo que el hotel cuenta con uno.

-Ya se me hacía raro. Tú y el ejercicio no congenian en nada.

-Me alegra que me conozcas bien.

-Y… en el amor, ¿Qué tal te va?- Se quedó callada un momento.  Nunca le había dicho de sus preferencias sexuales, aunque por su facha le parecía que era fácil de adivinar. Nunca había sentido la necesidad de “salir del closet”. Obviamente varias personas a su alrededor lo sabían pero no era porque hubiera hecho una declaración. Los heterosexuales no tenían que “salir del closet heterosexual”, ¿por qué ella si?

-Pues… justo ahora no me va.

-¿Pero si te iba?

-Si. Mi última relación terminó hace ocho meses… diez meses… no recuerdo bien. Sinceramente, no era nada serio.

-¿Y que tal era? ¿Guapo?

-Más bien guapa.- Ella la miró y parpadeó varias veces.

-Oh… no me habías dicho… que te van las chicas.

-Bueno, tu tampoco me dijiste que te van los chicos, yo lo supuse porque tenías novio.

-Entiendo. Buen punto.- Pensó un poco.- De hecho, excelente punto. En ese caso, ¡salud por la soltería!

-¡Salud!

-Señoritas, su orden.- El mesero por fin llegó con la comida. Tenía hambre.

 -Esto está buenísimo.- En verdad la lasagna era buena.

-Yo quiero.- Su amiga se estiró para alcanzar un poco de su lasagna y llevársela a la boca.- Muy rica. ¿Recuerdas la de Oasis?- El restaurante al que iban.

-¡Si! Estaba deliciosa. Deberíamos ir un día.- Sugirió viendo a la chica.

-Eso sería estupendo.- Ella cortó un pedazo de su crepa y se la ofreció en la boca, tal y como lo hacía cunado tenían 20 años.- Ir juntas…

-Claro, solo dime que día estarás desocupada.- Se limpió la comisura de los labios con una servilleta.

-Ese es el problema.- Suspiró con expresión cansada. – Siempre tengo algo que hacer.

-No deberías estresarte tanto, apenas tienes 26, imagina cuando llegues a los 40 años, te verás canosa y arrugada.- Su amiga rio con ganas.

-En serio extrañaba tu optimismo, eh.-Ironizó ella.- Tienes una forma tan hiriente de decir las cosas.- Pero sabía que sus comentarios no la herían, solo la hacían reír.

-Oh lo siento. Pero es en serio, -se llevó una buena porción de lasagna a la boca.- relájate.

-Yo no soy una cerebrito. Recuerda que reprobé física.

-¡Ja! Si, recuerdo eso. Pasé por el pasillo de los salones de extraordinarios y ahí estabas, con tu calculadora y cara de pánico.

-¡No me ayudaste en esa ocasión!- Le golpeó el hombro.

-¡No sabía que reprobaste! ¿Quién reprueba física?

-Engreída.

-Hagamos algo, - la miró divertida.- si vuelves a reprobar, yo te ayudo.- Se burló.

-Pues fíjate que te tomaré la palabra. Me ayudarás con algunos expedientes. Al fin y al cabo la criminología clínica es lo tuyo ¿no?

-Todo es lo mío.- Sonrió arrogante.

-No has cambiado nada. Solo ya casi llegas a los treinta.

-¡Oye! Aun me falta. Tengo unos lindos e inocentes 27 añitos.

-Tienes menos de un año para cumplir tu promesa.- Comentó ella disfrutando de sus crepas.

-¿Cual promesa?

-¿Cómo que cual promesa? ¡La promesa!- Buscó en su mente algún indicio que le diera luz sobre lo que su amiga decía. Nada.

-¿Recuerdas la semana de juegos en la universidad? ¿Recuerdas que en uno de los puestos unos compañeros estaban casando gente?

-Uhm… Si creo que sí. ¿Tú te casaste con…?

-Sí pero mejor nos saltamos esa parte.- Hizo un ademán restándole importancia al hecho.- Te acercaste a mi burlándote, - lo recordaba. En realidad tenía ganas de moler a golpes a ese sujeto por atreverse a ser el marido de “su amor”.- y dijiste que estaba loca por casarme tan joven. Entonces yo te pregunté cual era la edad adecuada para casarse y dijiste: 28.

-Y me dijiste que si estaba dispuesta a prometerte que a los 28 me casaría… y lo prometí.- De verdad que era bien tarada en la universidad.

-Así que tienes unos meses para encontrar a la indicada. Yo quiero estar en primera fila viéndote firmar.

-Si bueno. Faltan siete meses para que tenga los 28 y todo ese año para cumplir la promesa.- Rieron divertidas. La charla siguió por varios minutos más, ninguna de las dos se callaba. La lasagna y las crepas habían desaparecido de sus platos.- ¿Quieres postre?

-Claro.- Levantó la mano para llamar la atención del mesero. Pidieron una rebanada de pastel de chocolate y una de flan napolitano.

 

 

 

La cena había pasado volando. Después de salir del restaurante habían caminado por la avenida principal, que estaba llena de tiendas, bullicio y gente. Iban pegaditas como cuando eran universitarias, platicaban con fluidez como si esos cinco años de no verse no hubieran existido, como si su amistad nunca se hubiera interrumpido. Miraba el perfil de aquella bella mujer a su lado, ¿Cómo había podido vivir cinco años lejos de ella? ¿Por qué no fue valiente? ¿Por qué nunca se atrevió a decirle todo lo que su corazón sentía por ella?

Durante su estancia en Argentina y después ya de regreso en su país, se la había pasado en relaciones esporádicas, en las que no había puesto tanto interés como para hacerlas funcionar. Se decía  a sí misma que el trabajo era su prioridad y por eso sus noviazgos no progresaban… Pero ahora estaba segura de que eso era solo un pretexto. La verdadera razón caminaba junto a ella. Esa chica de cabello negro era la razón de todo.

Y aunque ellas hubieran querido que la noche fuera eterna, no fue así. La acompañó de nuevo hasta una calle cercana al restaurante y la observó subir a su auto. Prometieron verse otra noche.

 

Se miró en el espejo sonriendo como hacía mucho no lo hacía. Ya estaba en su habitación del hotel, lista para dormir. Dejó unos papeles en un cajón del tocador y se metió a la cama. Un pitido anunció que tenía un whats app.

-Buenas noches, niña buena.- Leyó en la pantalla. Ella solía decirle así.

-Buenas noches, niña de los ojos bonitos.- Tecleó rápido.

 

 

Esa clase había sido mucho mejor que la primera. Se sentía más animada, con más energía.  Despidió con una sonrisa a los últimos alumnos que salían del salón. Organizó sus cosas y las metió en su mochila. Según su reloj eran las 4.15pm.

 

-¿Dónde estás? ¿Ya comiste?- Escribió y mandó. Caminó hasta la entrada de la facultad de ciencias forenses y estaba ahí esperando un taxi cuando le llegó la respuesta.

-En la oficina, trabajando. No he comido. ¿Terminaste tu clase? ¡Tráeme comida!- Muchas caritas llorando.

-Ok, dime en donde está tu oficina y te llevaré algo rico.- No podía no sonreír de esa manera. Enseguida le llegó la ubicación.

-Te irás al cielo. :)

-Yo soy el cielo.- Le pidió al taxista ir a un local de comida china y después a la PGR.

 

 

Cuando llegó creyó que se perdería. Eso era enorme. ¿Cuál sería su oficina? Un guardia se acercó a ella sonriendo. Al parecer su amiga había mandado buscarla.

-Gracias.- Dijo al guardia cuando le abrió la puerta de cristal, permitiéndole pasar. Era un salón grande con unos 6 o 7 escritorios y archiveros de metal. Al fondo de veía una oficina con las paredes también de cristal. Solo habían 3 tipos, una tipa y…

-¡Por fin llegas!- Su amiga corrió hasta ella y la abrazó con demasiada fuerza. Rodeó esa cintura con una sola mano pues la otra la tenía ocupada.

-Yo también te extrañé.- Bromeó.- ¡Tadá!- Le enseñó la bolsa con dos recipientes desechables llenos de comida. Fue presentada rápidamente a los que se encontraban ahí, quienes la conocían por sus diversos ensayos y publicaciones en revistas y seminarios de ciencias forenses.

-Muero de hambre, ¡ven!- Ella la jaló hasta la oficina de cristal.

-¿Tus compañeros ya comieron?           

-Si, salieron a comer hace un par de horas. Bueno más bien fueron a la cafetería de aquí pero… estoy harta de los emparedados de jamón. Quiero comer como gente normal.

-No eres normal.

-Lo sé, por eso me quieres.

-Algo así.- Bromeó.

-¿Qué trajiste?- La mujer veía con ansiedad la bolsa.

-Oh… me pareció recordar que amabas esto.- Sacó el contenido y abrió los recipientes.

-¡Pollo agridulce y rollos primavera! En serio te extrañé.

-Parece que no me equivoqué.

Ella tomó su comida y se acomodó en su silla ejecutiva, feliz de la vida. La veía comer con gusto, le comentaba cosas y veía lo que tenía en su oficina. Papeles, cuadros, fotos… muchas fotos.

-¿Esa es María?- Señaló una foto de una mujer joven abrazando a un niño de unos 3 años. Dejó su plato a un lado para acercarse y tomar la foto que estaba en un mueble a las espaldas de la chica.

-Si. Y su hijo Carlos.- María era una de sus amigas en común.

-Vaya, ni siquiera sabía que estuvo embarazada.

-Si… del profe Carlos.- Ella comía y comía.

-Espera, ¿qué? Entonces, ¿sí andaban?

-¡Claro que andaban!

-¡Nunca me enteré!

-Nunca te enterabas de nada…- Ella desvió la mirada y guardo silencio un momento.

-¿Siguen juntos?

-No. Se separaron hace un par de años. En serio te has perdido de muchas cosas.

-Debes ponerme al corriente.

-No sé mucho. Ella es una de las pocas compañeras con las que aún tengo contacto.

Vio un portarretratos en el escritorio de su amiga… una foto de ellas juntas. Su corazón brincó. Levantó la foto y la observó. Estaba tomada de medio cuerpo. Recordaba eso. Su amiga cursaba fotografía forense ese cuatrimestre y andaba con una cámara por todos lados. Le había pedido a uno de sus compañeros que se las tomara. La había hecho pararse en un escalón y ella se había parado atrás, en uno superior. La abrazó rodeando su cuello con sus hermosos brazos y sonrieron mirando la cámara. Un segundo antes de que el obturador sonara había sentido unos cálidos labios sobre su mejilla derecha. Y así aparecían en esa foto, ella sonriendo y su amiga besándola.

-La imprimiste.

-Si, la tengo aquí y en mi departamento. Me gusta mucho esa foto.

-Te ves muy bonita.- Seguía con los ojos fijos en la imagen.

-Siempre estoy bonita.

 

Eran cerca de las 7pm cuando salieron de su trabajo y subieron a su auto.

-No entiendo. Trabajas horas extras y ¿aun así te llevas cosas a tu depa?- Señaló la pila de expedientes en el asiento trasero del Ikon.

-Son  casos algo complicados. En uno la fiscalía me pidió una confesión. Necesitan saber como hacer que ese sujeto confiese.

-¿Qué hizo?- Se dirigían al hotel.

-Lo acusan del homicidio de 5 personas… aunque según su compañero de celda, son 24.

-Uhm.. ¿y?

-¿Y, qué?

-Dime más.- ¡Quería saber!

-¿Qué no entraste a la clase de ética?

-Me quedaba dormida.

-Discreción, honestidad y técnica.- Lo valores de un criminólogo.

-Vamos, me dijiste que te ayudara. Bien, déjame ayudarte.- Sabía que su amiga era muy correcta y profesional.

-Si me trabo con algo te consultaré.- Comentó ella a regañadientes, mirándola de reojo mientras doblaba a la izquierda.

-Cobro 5 mil la consultoría.

-Pero yo soy tu amiga.

-Por eso serán 10 mil

-Ya baja de mi auto.- Habían llegado al hotel.

-Ok ok, ya me voy… ¿quieres subir a tomar algo?- Preguntó con la puerta abierta y una pierna abajo.

-Me encantaría pero estoy muerta. Otro día con mucho gusto.- Dijo su amiga sonriendo.

-Entiendo. Descansa.- Iba a salir…

-¡Oye!

-Dime.- Volteó para verla. Ella extendió los brazos, pidiendo que la abrazara. Lo hizo. Escuchó una risita junto a su oreja izquierda y luego un beso suave en la mejilla.

-Fue un hermoso día. Gracias por ir a verme, por alimentarme y por acompañarme. Te quiero.- Susurró su amiga aun estrechándola.

-Yo también te quiero.- Dijo intentando controlar su emoción.

Rompieron el contacto y ella bajó del vehículo. La observó alejándose y solo hasta que dobló en el siguiente semáforo, entró al hotel.

Ahora la pregunta era, ¿de verdad aún seguía enamorada de ella?

 

 

Los siguientes días fueron parecidos. Iba a verla al trabajo y le ayudaba con algunos expedientes. Incluso, en uno de sus días de descanso del diplomado, la había acompañado al penal a atestiguar una entrevista con un indiciado. La observó a través del cristal. Le gustaba esa actitud profesional que tenía, le encantaba ver como movía sus labios y esa curva seria en sus cejas.

Sentía cosas muy lindas por ella, sentía su estómago volverse loco cuando la tenía cerca, quería abrazarla y no soltarla jamás… Pero le daba terror decirle algo sobre esos sentimientos y que ella le dijera que por su parte solo había amistad. En todo el tiempo que llevaba de conocerse nunca hubo alguna insinuación de su parte, nunca una caricia fuera de lugar, o una mirada, nada.

-Oye… ¡oye!- Volvió a la realidad.

-¿Si?- Ella estaba de pie justo enfrente.

-¿Estás bien? Te estoy hablando desde hace varios segundos y no respondes.

-Lo siento, pensaba.

-¿En que?- Sonrió de lado con expresión curiosa.

-Cosas.- ¿Qué más podía decirle?

-¿No me contarás?- Se encaminaron a la salida.

-Lo meditaré.

-Ash, Ten mis cosas.- Le puso en los brazos un expediente grueso. Ella abrió una botellita de agua y bebió un poco.- ¿Qué opinas?

-Eres hermosa.- Se le escapó.

-Eso lo sé.- Ensanchó su sonrisa.- Me refería a la entrevista.

-Eh, si…- Carraspeó.- Me pareció que podías presionarlo un poco más.

-Sentí que ya estaba presionándolo mucho.

-Aún faltaba. Tienes que quebrarlo, ser audaz, ir más allá. Si quieres yo podría hacerlo.

-Conociéndote, seguro será algo peligroso para ti. Ni hablar, yo lo haré.

-No haré nada arriesgado.

-Ajá, ¿Cómo cuando en la universidad casi te quemas en la práctica de incendios y explosivos?

-Creí que habías olvidado eso.- susurró algo apenada.

-¡¿Cómo voy a olvidarlo?!- se detuvo y la sujetó del brazo.- Casi me matas de un susto. ¡pudiste morir!

-Hey, calma, estoy aquí viva y sana. No tienes porqué enojarte, eso pasó hace años.

-Siempre estaré enojada por eso.- Emprendieron el camino de  nuevo.

-Si te invito a un café, ¿me perdonas?- Se apresuró a seguirle el paso.

-Tal vez… pero mejor dejamos la invitación para otro día y ahora vamos a mi casa. Quiero ducharme y que me ayudes a diseñar una estrategia para lograr la confesión.

-Claro, mi vida gira alrededor a tus necesidades.- Ironizó.

-¿Qué? ¿Tienes algo mejor que hacer?-preguntó con sarcasmo.

-No… pero ¿Cómo sabes tú que no tenía alguna cita?- Se subieron al auto y ella encendió el motor. El cielo estaba gris, se notaba que la lluvia no tardaría en caer.

-Porque tu vida es el trabajo… antes era la escuela… es verdad, ahora que lo pienso nunca te vi saliendo con alguien en la universidad.- Tomaron una avenida rumbo al oriente, donde se encontraba el departamento de su amiga.

-No salía con nadie.

-¿No? ¿Nada de nada durante los tres años?

-¿A que te refieres exactamente con nada de nada?-Volteó para ver el perfil de la mujer.

-Tu sabes… nada de nada… romance, amor, sexo…

-Pfff, que fuerte.

-¡Anda, dime!-Recibió un golpe suave en la pierna.

-Uhm… en primer año salí algunas veces con una chica que estudiaba administración.- Se detuvieron en una luz roja.

-¿Y? ¿Qué pasó?

-Pues… nada. Cuanto más la conocía me daba cuenta que no teníamos nada en común y me iba desinteresando más y más.

-¡Con lo exigente que eres!- Se detuvieron en una luz roja.

-No soy exigente solo que no sentí nunca esa chispa, esa conexión…

-¿Cómo la que tenemos tu y yo?- Sus miradas se cruzaron.

-¿Crees que… tenemos una conexión?- preguntó moviendo nerviosamente las manos.

-Creo que eso es más que obvio.- Sus ojos seguían conectados. Sentía como su cara ardía cada vez más. Solo atinó a sonreír de medio lado.

El auto siguió su camino. Iban callada, aún con las palabras de su amiga resonando en sus oídos. Aunque no quería hacerse ilusiones, no podía evitar emocionarse pensando en eso… tenían una conexión. No eran cosas suyas de romántica enamorada… tenían algo especial.

Cuando llegaron al departamento cayó en la cuenta de que durante los últimos diez minutos solo había silencio entre ellas.  Miró de reojo a su amiga y la notó seria.

-¿Estás bien?- Quiso saber al mismo tiempo que afuera se desataba la tormenta.

Ella sintió.

-Iré a ponerme algo más cómodo. ¿Quieres algo también para cambiarte?

-No, así estoy bien. Gracias.

-Ya vuelvo. Estás en tu casa.- Observó como desaparecía por el pasillo que llevaba hasta su habitación.

Caminó por la sala, que aunque era pequeña se veía bastante cómoda. Se acercó al regulador de temperatura y la ajustó para que el interior se llenara de aire calientito. Se froto las manos sintiendo como el ambiente cambiaba rápidamente. Se quitó la chamarra roja que traía y la tiró en el apoya brazos del sofá. En la pared del lado norte había una mueble lleno de libros y fotografías. Se acercó a mirar. Había varios libros de los que habían utilizado en la universidad y algunas novelas, la mayoría de misterio y crimen… criminóloga tenía que ser.

Estaba hojeando el libro No Hay Vacantes, cuando escuchó pasos y un carraspeo. Su amiga estaba de pie detrás de ella, con un pequeño short y una playera blanca que le quedaba algo ancha, de esas que se usan normalmente para dormir. Nunca la había visto así.

No dijo nada, se limitó quedarse ahí parada con el libro en la mano y mirando profundamente a la mujer.

-¿Quieres un café?- Ofreció su amiga dando unos pasos hacia la cocina.

-Claro.- respondió casi sin aliento.

Dejó el libro en su lugar y caminó hasta la cocina. Ella ponía agua y café en la cafetera para después sacar dos tazas.

-¿Dos de azúcar?

-Sí, por favor.

¿Qué pasaba? ¿Por qué de repente sentía esa tensión entre ellas? Se sentía incómoda, como si su presencia estorbara y eso nunca había sucedido entre ellas. El olor a café inundó el departamento cuando el líquido caliente empezó a llenar el recipiente de la cafetera.

-Ten.- Ella le extendía la taza con el café humeante.

-Gracias.

La siguió hasta la sala y se sentó en el sofá mientras ella iba a su mesita por un expediente y una libreta.

-Esto es lo que hay que revisar. Se ha diagnosticado a este sujeto como un psicópata y sabes que no es fácil lograr confesiones de ellos.

-¿Haz intentado abordarlo desde su narcisismo patológico?- Preguntó mientras abría el expediente y buscaba el diagnóstico psiquiátrico.

-Si fuera tan fácil no pediría tu ayuda.- Su amiga la miró sonriendo burlona, con la ceja levantada.

-Odiosa… déjame ver.- Se concentró en leer el documento médico.

 

Habían pasado las últimas dos horas discutiendo el caso. Ya iban por la tercera o cuarta… tal vez quinta taza de café. Su amiga incluso había sacado una pequeña pizarra blanca y tenían varios apuntes en ella para visualizar mejor todo. Ya sabía su modus operandi pero… faltaba algo, ese algo que rompería al sujeto y le haría confesar. Tenía que pensar como él, pero ¿Cómo hacerlo si su mente estaba empeñarla en solo concentrarse en su amiga? ¿Cómo ver cuando sus ojos solo querían ver a la mujer frente a ella?

El último par de horas habían actuado como criminólogas, no como amigas. Pero ahí estaba ella, parada frente al sofá escribiendo algo en el pintarrón luciendo sus hermosas piernas desnudas… Apartó la mirada al sentirse mal de observarla de ese modo. Sentía que le faltaba al respeto, pero tantos años de amarla y desearla se habían acumulado. Volvió la vista al frente pero sus ojos volvieron a fijarse en esas piernas. Se levantó con brusquedad.

-¿Qué pasa? ¿Estás bien?- Ella se acercó un poco haciéndola retroceder.

-Si, solo… necesito ir al baño otra vez. Ya sabes, el café.

-Claro.

Así que se apresuró a ir. Se echó abundante agua a la cara y se talló los ojos. Respiró profundo mirándose en el espejo. Se miró los mechones de color castaño bastante claro, que caían por su frente, ¡Debía controlar sus emociones!

Cuando regresó a la sala, ella se puso de pie para quedar frente a ella. Estaban serias y calladas. Prefería no decir nada, sino solamente esperar.

-Quiero preguntarte algo.- Por fin su amiga rompió el silencio. Hizo un movimiento de cabeza para indicarle que prosiguiera con su pregunta.- Tú… yo… ¿te gustaba?- En pocos segundos, el ardor de su cara se extendió por el resto de su cuerpo. ¡Vamos! Eran adultas, ¡podían hablar de eso sin sonrojarse! ¿no?

-Si.-Asintió lentamente.- Me gustabas mucho.- Su amiga no cambió la expresión de su rostro. ¡¿Por qué no decía algo mas?!- ¿Continuamos con lo del caso?- Dio unos pasos inseguros hasta el sofá.

-Tú también crees que tenemos una conexión… ¿por qué nunca hablaste al respecto? ¿Por qué nunca me invitaste  a salir?

-Si te invité a salir. Salimos  muchas veces.

-Pero en plan de amigas.- Se sorprendió bastante al escuchar eso.

-¿Tu… querías que te invitara en otro plan?- Ella la miró con expresión ausente, como si intentara descifrar lo que había dentro de ella misma.

-Tu solo te fuiste.- murmuró al fin.

-¿Qué querías que hiciera? Volviste con él. Cuando te fue infiel, tú lo perdonaste.- recordó esa parte de su historia.

-Estaba confundida, ¡tú me confundías!- Empezó a enojarse.

-¡¿Y como iba a saberlo?! ¡Nunca me lo dijiste!

-¡Tu tampoco fuiste clara conmigo! Cuando me dijiste que lo habías visto con otra yo te creí. Terminé con él pero era obvio que no sería fácil, era obvio que dolería. Llevábamos juntos 5 años. Yo sentía algo por ti y también por él. ¡Por eso te pedí que me dieras espacio! ¡Entre los dos estaban asfixiándome!

-¡Pero nunca aclaraste eso conmigo! ¡Solo te apartaste!

-¡Y tu te fuiste! ¡Cuando quise hablar contigo ya no estabas!

-¡Pero volví!

-Meses después a recoger tu título. ¿Recuerdas lo que me dijiste? “Me iré al extranjero a hacer una maestría, pero te invito al cine. Será nuestra despedida”- Hizo una imitación hiriente de su voz.

-¿Y? Nos vimos y no me dijiste nada. Solo bajaste de ese taxi y me dejaste marchar.- Le reclamó molesta en verdad.

-¡Ibas a cumplir tus sueños!

-¡Mi sueño eras tú!- Declaró con rabia, mirándole los ojos con el ceño fruncido.-Cuando al terminar la película dijiste que irías a su casa porque lo estaban intentando de nuevo…- la rabia se iba convirtiendo en derrota.- solo quería alejarme de ti.

-Y lo hiciste. Te fuiste al final del mundo. Y ahora estás aquí y no sé que quieres de mi.- Ella se acercó para quedar a un solo paso de ella.

-Yo… quiero una cita contigo. Una real. Sin hablar de trabajo. Solo tu y yo.- Ella sonrió.

- Tardaste siete años en pedírmelo.- No pudo evitar dar un paso al frente, anulando casi por completo la distancia que las separaba.

-¿Eso es un sí?- Acarició sus mejillas, que estaban encendidas de carmín.

-Si.- Ella le saltó encima y la abrazó por el cuello. Escuchaba su risa. Esa misma risa que escuchaba en sus largas caminatas de la universidad hasta su casa. La risa de las tardes de lluvia y de las noches de películas. Se aferró a su cintura y se sumergió en esa melena oscura. Ahora la tenía ahí, pegada a ella. No quería soltarla nunca y no lo haría.- Llueve muy fuerte.- La escuchó hablar cerca de su oreja izquierda. Miró de reojo hacia la ventana. Era verdad, el agua azotaba sin piedad los cristales.- Sería inhumano dejarte ir con este clima.

-Cruel e inhumano.- Siguió el juego.

-Quédate esta noche.

-Si no hay más remedio.- se separó un poco de ella, sin romper por completo el abrazo.- Yo…- Esos ojos cafés la tenían a su merced.- quiero…- bajó la vista hacia esos labios tan seductores. Miró su forma, su color, su grosor. Regresó la vista hacia las pupilas de ella. Notó como movía su cabeza, asintiendo sutilmente. Se acercó despacio a su rostro, sintiendo escalofríos y con los sentidos agudizados. Cerró lentamente los ojos y poco después sintió algo suave rosarle los labios. Movió la boca para volver a sentir ese rose… la sensación de su estómago cayendo en picada se intensificó. El cosquilleo empezaba en sus labios y le recorría todo el cuerpo.

Se estaban besando.

Al fin.

 

Notas finales:

!Travesura realizada!


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